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CHOICES por Nova22

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Notas del capitulo:

>3< ACTUALIZACIÓN >3< 

Capítulo 18

Kuroo sujetó las rejas de hierro del alto portón al tiempo que observaba el interior del orfanato donde creció; había cambiado mucho desde la última vez que estuvo ahí, incluso el aire era diferente. Menos desesperanzador. Los tres edificios que albergaban, entre otras cosas, aulas, cocinas, comedores y dormitorios, estaban dispuestos en forma de U, flanqueaban lo que alguna vez fue un patio cubierto de grietas y maleza, donde ahora un grupo de niños corría tras una pelota entre risas. Antes, ni siquiera habría pensado en jugar como ellos lo hacían y probablemente ninguno de los niños que había vivido ahí en su época lo habría pensado. En esos días estaban demasiado ocupados tratando de sobrevivir, buscando comida y ropa medianamente decente en las calles.

Pero ahora las cosas habían cambiado, los niños ya no vestían ropas andrajosas, no tenían que robar comida en las calles, no eran maltratados por el personal del orfanato y eran adoptados, algo que era imposible cuando tenía su edad, una ilusión que ningún niño jamás se habría permitido tener…quiénes lo hacían aprendían de la peor forma que en ese lugar no existía algo como la esperanza. Las cosas habían mejorado, todo gracias a la persona que ahora correteaba con los niños en el patio, Bokuto.

— Esperen aquí — ordenó Kuroo a los hombres tras de él y atravesó el portón, sus hombres se habían negado a permitirle ir solo cuando escucharon que se reunirá con él. Este era su territorio ahora, por lo que aparecerse sin escoltas era una tontería, incluso si podían llamarse cercanos o amigos ambos sabían que no dudarían en matar al otro de ser necesario.

Al notar su presencia Bokuto se despidió de los niños, que parecían renuentes a dejarlo ir, uno de ellos tiró de su mano, pero una negativa suya le hizo soltarlo, y se acercó a él. No lo veía desde su desastrosa última reunión, le disparó y Kuroo lo había hecho de vuelta, pero seguía tan relajado como siempre. No era como si alguna de las personas presentes en aquella reunión no supieran que era el fin, muchos lo esperaban. El bicolor probablemente más que cualquiera, él no encontraba demasiado interesantes los tiempos de paz.

— Te ves terrible, deberías dejar de trabajar tanto y divertirte un poco más. Mis chicas están muy molestas contigo y creo que está vez tienen razón — Bokuto alzó un dedo y lo agitó en el aire, era claro que quería darle un sermón y estaba disfrutándolo. Usualmente las cosas eran siempre al revés — Vuelves a ellas después de meses ignorándolas solo para volver a abandonarlas una semana después, Kuroo, eso es bajo, incluso para ti ¿Tienes idea de lo difíciles que se ponen cuando están molestas? Al menos envíales joyas y una tarjeta de disculpa.

Kuroo lo miró con una expresión sería en el rostro, había olvidado a esas mujeres en cuanto puso un pie fuera del club de Bokuto. Estaban huecas y eran aburridas, no necesitaba a alguien que le dijera lo que quería oír o cuyo cuerpo a duras penas despertaba una pizca de deseo en él. Estaba buscando algo diferente, pero ninguna lo tenía...solo él; Kei — No me citaste aquí para hablar de eso ¿Verdad?

— Ya no eres divertido — se quejó Bokuto arrugando la nariz — Ya ni siquiera recuerdo cuando fue la última vez que fuimos juntos a divertirnos, al menos podrías responder algunas de mis llamadas y decir hola.

— Eres el único de los cinco que está divirtiéndose con esta situación o que puede pensar en salir a divertirse sabiendo que en algún momento alguien podría hacer un movimiento.

Bokuto se encogió de hombros, su frescura usual no había cambiado en absoluto — Trato de que eso no afecte mi estado de ánimo, ya sabes que tener la cabeza fría es importante — Kuroo sabía que había algo más detrás de sus palabras, lo conocía bien. Él era famoso por tener espías en cada rincón de la ciudad, manejaba la información a su antojo y algunas veces la retorcía para causar conflictos a sus enemigos. Él Debía saber algo que lo hacía sentirse lo suficientemente seguro como para sonreír despreocupadamente o reunirse con él a plena luz del día sin sus hombres, pero ¿Qué?

— Habla ya, Bokuto ¿Qué es lo que sabes?

El sonido de risas de niños y el de un balón golpeando el suelo llenó el corto silencio que se formó entre ellos — Creo que olvidé felicitarte porque vas ser padre pronto...pero, en mi defensa, no supe de eso hasta hace poco — Bokuto le entregó un sobre que tomó de su chaqueta, estaba lleno con fotografías, todas ellas mostraban la imagen de la persona que había estado buscando desesperadamente todo este tiempo, Kei.

— ¿Cuánto quieres por la información? — se apresuró a decir Kuroo, los ojos de Bokuto brillaron, mostrarse tan interesado era un error de negociación que muchos cometían. Que la otra parte lo notara era un error que podría terminar en un trato desigual. Sin embargo Kuroo no pudo evitarlo. — ¿Cuánto?

Una ancha sonrisa se formó en los labios de Bokuto — No "Cuanto quiero", es "Qué quiero" a cambio.

Kuroo alzó una ceja, pedir favores por información no era él estilo de Bokuto, aunque lo había hecho antes, él prefería disfrutar el instante en el que la codicia, o en la mayoría de los casos, desesperación sacaba el peor lado de una persona. Pero, a juzgar por la situación, Kuroo podía intuir que era lo que le pediría — Te escucho.

— Kuroo, la alianza está prácticamente rota, ese tonto ataque el otro día lo confirmó. Ninguno de nosotros, incluyéndote, va a perder la oportunidad de destruir a los otros o de manipular a los demás con esa información — Bokuto tenía razón, se mantuvieron juntos tanto tiempo que ahora ninguno soportaba la idea de seguir trabajando juntos, una alianza llena de odio, rencor y desconfianza estaba destinada al fracaso. Todos lo sabían desde siempre, sin embargo no habían encontrado el pretexto adecuado para romperla, eran hombres de palabra después de todo — Esa alianza ya no sirve, hagamos una nueva. Sé que hiciste un trato con Ushijima antes de la reunión, no me agrada...es demasiado serio para mí, pero es el más sensato de todos nosotros y estoy bien con él.

— ¿Cómo sé que no hiciste lo mismo con Sawamura y Oikawa? Odio decirlo, pero hay momentos en los que estás un paso adelante de nosotros ¿Por qué yo? — Bokuto podía ser muchas cosas, pero a pesar de su personalidad no era tonto, todo lo contrario, era demasiado astuto y probablemente la persona de la que debería cuidarse más.

— Tengo razones para pensar que uno de ellos está aliado con esa mujer — Kuroo pensaba exactamente lo mismo, se alió con Ushijima sabiendo que jamás se uniría a la mujer que causó la muerte de su padre. Ese tipo no olvidaba y era extremadamente vengativo. Podría haber hablado antes con Bokuto sobre una alianza, pero, siendo sincero, estaba esperando este momento para hacerlo...sabía que si alguien podía encontrar a Kei, era él — Envié a mis hombres a vigilarlos y ninguno de ellos volvió, ni siquiera encontramos sus cuerpos...y sí, estoy muy molesto por eso, pero sé que pelear solo es una locura, lo mejor en estos casos es encontrar aliados y prepararse para lo que podría o no suceder.

Kuroo sonrió burlonamente — ¿Y me elegiste a mí porque confías en mí?

Bokuto le devolvió la sonrisa, parecía que ambos estaban pensando exactamente lo mismo — No confió en ti y estoy seguro de que tú tampoco confías en mí. Pero te respeto y sé que eres alguien que siempre cumple su palabra. A demás, obtuviste mucho poder después de la muy conveniente muerte de tu abuelo... — se acercó a él — Fuiste tú quien lo hizo ¿Cierto? Está escrito en tu cara.

La sonrisa de Kuroo se ensanchó, sus ojos decían todo y nada a la vez, una táctica clásica dentro del juego de poder era fingir que se conocía algo que en realidad no. Ser convincente. Lo suficiente como para hacer creer a alguien que el blanco era en realidad negro y viceversa — ¿Lo hice? ¿Tienes pruebas?

— Ni una sola — respondió Bokuto, con una sinceridad que le pareció inusual — Pero me pareció muy extraño no ver a Yaku o Kenma a lado tuyo en estos últimos días. Uno de ellos siempre te acompaña, como una maldita sombra, mientras que el otro da las órdenes en casa. Lo que no termino de comprender es por qué los enviaste a ellos, se lo hábiles que son, han sido una molestia difícil de matar por años, pero también sé que son miembros demasiado valiosos para ti ¿Los necesitabas lejos por alguna razón? ¿Fue alguna especie de castigo? Enviarlos a los dos sin refuerzos es algo similar a ejecutarlos.

Eso podría ser cierto, sin embargo los necesitaba lejos para poder pensar con tranquilidad y llegó a la conclusión de que no podría hacerlo si continuaban aullando junto a su oído...además ellos le ocultaron algo importante ¿Qué clase de líder que se respetara perdonaría una falta de respeto como esa tan fácilmente? Entendía por qué lo hicieron, pero no los justificaba. Por supuesto que no iba a tirar a la basura todos esos años de lealtad y amistad, sin embargo esperaba que ese encuentro cercano con la muerte los hiciera reflexionar sobre sus acciones, de esa forma elegirían pensárselo dos veces antes de volver a tratar de ocultar información.

Los soldados podían llegar a ser como niños a veces, había que educarlos o terminarían creyendo que podía gobernar.

Estaba un poco decepcionado, una parte de él tenía la pequeña esperanza de que lo que ellos le ocultaban fuera la prueba de la inocencia de Kei, pero esa información no era nada concluyente. Si. Lo hizo dudar solo un momento, sin embargo eso no cambiaba el hecho de que su objetivo al salir era el reunirse con su madre. Un edificio abandonado no era un destino turístico o un sitio para charlar tranquilamente, pese a su discreción. No pudo llegar ahí por casualidad, ese era su objetivo desde el principio. Probablemente eso era lo ambos planearon. Le mintió, jugo con su corazón al igual que había hecho su madre en el pasado. Lo manipuló como a un maldito títere y lo transformó en su burla.

Eran iguales y sabiendo eso, no podía odiarlo.

— Eso no importa ahora, quiero saber dónde está Kei — las fotografías no mostraban nada en concreto, solo una pequeña casa rodeada de árboles, supuso que debía encontrarse en una bosque, algo demasiado ambiguo, y que alguien debía haberlo ayudado a llegar hasta ahí.

— Esto te sorprenderá — Kuroo lo miró muy expectante, esperaba que en esta ocasión Bokuto no diera rodeos. Estaba demasiado impaciente como para soportar algo así — Está en una pequeña casa a unos treinta minutos del pueblo cercano al bosque donde el auto en el que lo transportaban se estrelló y...esto va a encantarte — sonrió — No está viviendo solo.

Kuroo apretó los puños, lo supuso, desde el principio. Que simplemente desapareciera no había sido una coincidencia o causa de suerte, alguien debía haberle ayudado a ocultarse, alguno de sus amantes — ¿Con quién está?

Bokuto sonrió divertido, quería reír eso era tan obvio como el poco esfuerzo que estaba haciendo por reprimirlo — Es una adorable niñita de unos doce años — soltó Bokuto entregándole otra fotografía; en ella se veía a Kei de la mano de una niña de alborotado cabello pelirrojo, la pequeña parecía estar hablándole de algo y Kei le sonreía en respuesta.

Parecía feliz y ajeno a todo el caos que se estaba desatando en la cuidad por su desaparición.

— ¿Estás seguro de que no hay nadie más ahí? — una niña viviendo sola en medio de un solitario bosque era algo difícil de creer, tenía que haber alguien más, un hermano mayor o quizá un padre. Fuera cual fuera el caso, estaba más que seguro que había alguien más ahí y que él y Kei estaban juntos. Sus puños se apretaron. Iba a matar a ese hombre, pero antes se aseguraría de que viviera el infierno.

Bokuto negó con la cabeza — Si hay alguien más, entonces es muy bueno jugando a las escondidas...cómo sea vas a descubrirlo cuando vayas por él — se encogió de hombros restándole importancia al asunto — Tenemos un trato ¿Cierto? Te di lo que querías, pero si eso no es suficiente podría ir personalmente por él, mis hombres están listos y esperan por órdenes...también podríamos arrasar el pueblo como advertencia.

— No es necesario, a partir de ahora me encargaré de todo, afinaremos los detalles de nuestra alianza cuando termine con esto — respondió Kuroo, quería ir se ¡Ya! Incluso estaría dispuesto a dejarlo todo ahora y correr si no lo considerara muy poco digno — Si eso era todo lo que tenías que decirme, entonces me marcho — rápido, necesitaba iniciar los preparativos cuanto antes.

— No quieres quedarte a recordar tu infancia, Akaashi está aquí también...dijo que estaría comprobando la biblioteca.

Akaashi era todo un ratón de biblioteca, literalmente había sido confundido por uno cuando eran niños. Los más pequeños estaban aterrados y cuando él fue a deshacerse del problema lo encontró a él; en un sucio rincón, rodeado de libros viejos y cubiertos de polvo. Los niños que lo acompañaban, a excepción de Yaku, huyeron al pensar que se trataba de un fantasma — No, tengo trabajo que hacer...dale mis saludos a Akaashi — lo cierto era que no tenía buenos recuerdos de ese lugar y probablemente Akaashi tampoco, al ser el único niño Omega del recinto pasó por...demasiado, tampoco ayudaba que fuera lindo. Eso resultaba demasiado atractivo para sus guardianes.

Él debería ser quien más odiaba ese lugar, sin embargo había puesto todo su esfuerzo en renovarlo. Akaashi siempre fue un poco extraño. Podría decirse que no todo fue malo, pero había mucho más recuerdos amargos que felices y no podía recordar nada agradable sin traer de vuelta los momentos difíciles.  

— Tú te lo pierdes, él estaba inusualmente entusiasmado hoy. — Kuroo le dio la espalda a Bokuto, pero antes de que comenzara a caminar el bicolor volvió a hablar. No sabía cuándo callarse ¿Verdad? — ¿Sabes? Escuché que los Omega embarazados tienen las hormonas muy descontroladas y se vuelven especialmente cariños...también que se excitan muy rápidamente, va a ser fantástico para ti cuando vuelvan a verse — Bokuto hizo una pausa, quería pedirle que se callara, pero habló antes que él — Si es que nadie más le ha dado alivio ya...tienes que admitir que sería difícil que alguien se negara a complacerlo — Kuroo inhaló profundamente molestó ¡Lo sabía, maldita sea! Y esa puta idea le hacía hervir la sangre y quemarle la piel — Ya, ya, solo era una broma, Kuroo, relájate.

— No hagas bromas con eso...no te atrevas — sentenció. Sea una broma o no, esa pequeña posibilidad lo estaba matando. Que otro hombre tocara su piel, admirara el bonito color dorado de sus ojos, besara sus labios y tomara su cuerpo como él había hecho...imaginarlo entregándose a otro era un infierno que lo mantenía caminando sobre la delgada línea de la locura. Tenía pesadillas con eso cada noche, lo atormentaban hasta el punto en el que algunas veces prefería pasar la noche trabajando o bebiendo.

Bokuto alzó ambas manos señalándose su arrepentimiento — De acuerdo, pero lo de las hormonas si es verdad, es un rumor demasiado popular. También dice que el único que puede hacerlos reaccionar es su Alfa...— eso no lo reconfortaba, no — Suerte y se amable con él...no olvides que está esperando a tu hijo y que alterarlo podría ser malo.

Kuroo volteó — ¿Cómo sabes que es mío? Hasta donde sabemos podría pertenecer a un amante suyo.

Bokuto señaló su nariz con el dedo índice — Estuve lo suficientemente cerca como para notarlo...créeme, tu peste está impregnada en su piel...solo un Alfa con suficientes pelotas se atrevería a acercarse a él así.

El moreno sonrió por primera vez en días, a diferencia de lo demás no tenía dudas sobre eso, ese bebé era suyo. Sin embargo, verlo confirmado suponía una inmensa satisfacción para él. Un hijo, iba a tener un hijo, nunca imaginó que la idea podría emocionarlo tanto.

Se despidió de Bokuto con un movimiento de cabeza y volvió a su vehículo, le habría gustado ir en ese mismo momento hacia donde se encontraba Kei, pero antes tenía que hacer algunos preparativos y asegurarse de que no habría ningún percance en el camino. No permitiría ninguna clase de interrupción, esa reunión se llevaría a cabo de una forma u otra.

Tomó una de las fotos entre sus manos y sonrió; Kei estaba usando una camisa de un suave rosa pastel, le quedaba grande, pero su vientre era notorio. Era un pequeño bulto el cual acariciaba con una sonrisa. Era tan hermoso, su cabello brillaba bajo la luz del sol y sus ojos, el brillo en ellos parecían rivalizar con el destello de aquel astro. El embarazo le sentaba demasiado bien.

— Se ve inusualmente feliz hoy, jefe — la voz de Kai, la persona que usualmente lo acompañaba cuando Yaku y Kenma no estaban alrededor lo sacó de su trance. — ¿Le pasó algo bueno?

— Lo encontré...

— Me alegro por usted, es una gran noticia para todos...la idea de servirle a un hijo suyo en el futuro tiene entusiasmado a más de uno — con un movimiento, Kai le indicó al chofer que arrancara el auto, este lo miró fugazmente por el espejo retrovisor, entonces volvió a hablar — Sobre Yaku y Kenma...

— Eres demasiado amable, no vas a durar mucho en este trabajo, te lo dije antes y lo repito ahora — Kuroo guardó la fotografía dentro de su chaqueta y esta repentinamente se sintió inusualmente pesada, era demasiado consiente de que estaba ahí. La aflicción que estuvo experimentando se transformó en ansiedad, necesitaba encontrarlo pronto, verlo a los ojos y...terminar de una maldita vez con ese amor — Tenias una nueva vida, tranquila y alejada de problemas ¿Por qué volviste?

— La paga es buena — Kuroo sonrió ante esa simple respuesta.

Como a la mayor parte de sus más antiguos hombres, conoció a Kai en el orfanato. Trabajaron juntos durante un tiempo, era bueno cubriendo su espalda, nunca hablaba de más y le era muy leal. Perdió la cuenta de todas las veces que se lanzó al frente de la batalla por él. Pero tenía un gran defecto; era demasiado amable. Desde el principio Kuroo supo que no duraría mucho trabajando en ese negocio, la benevolencia era una estupidez que podía costarte la vida, y sus sospechas se confirmaron el día en que se presentó en su oficina para decirle personalmente que renunciaba, su convicción era tan fuerte que pasó por todo el proceso con decisión. Creyó que no volvería a verlo hasta que dos años después volvió a la organización, cuando Kuroo le pidió una explicación Kai respondió "La paga es buena" una respuesta simple que lo dejó satisfecho.

Por supuesto eso no quería decir que no hubiese investigado sus circunstancias, confiar sin más en una persona que, aunque le sirvió lealmente por años, lo abandonó no era su estilo.

Kai abogó por Yaku y Kenma, le pidió reconsiderar sus opciones, habló de su antigua amistad, su lealtad hacia él y trató de apaciguar su ira. De haber sido otra persona quizá no lo habría escuchado, había castigado su atrevimiento, pero Kai era el tipo de persona que no hablaba a menos que fuera absolutamente necesario. Conocía muy bien cuál era su lugar y lo respetaba. Sus palabras fueron ciertas y sinceras, y le hicieron recapacitar...al menos un poco. Él debía comprender que dejar pasar una falta de respeto no era nada más que un símbolo de debilidad.

— Kai — el aludido lo miró a través del espejo retrovisor — ¿Qué habrías hecho tú en mi lugar?

— No lo sé, señor, no soy usted — otra respuesta sencilla con mucho significado. Kai no era Kuroo, lo que quería decir que no pensaban o sentían igual, no veían la vida de la misma forma.

Lo que pasaría a partir de ahora estaba solo en sus manos.

*****

La oscuridad de la noche aún cubría el cielo cuando dejaron la mansión, todo estaba preparado, tomó menos de lo que esperaba gracias a que los hombres de Bokuto habían preparado previamente el área. Por supuesto no todo fue de maravilla, Ushijima se mostró demasiado "servicial" al ofrecer no solo a sus hombres si no también su presencia para este momento. Ese tipo era tan insistente que le tomó más de lo que esperaba hacerlo desistir. A pesar de todo, los preparativos estaban listos y estaba seguro de que lo vería al amanecer.

Todo a su alrededor parecían tranquilo; había pocos autos y personas deambulando por las calles, la cuidad estaba a punto de despertar y la calma previa a ese instante era de cierto modo relajante, Kuroo se sentía tranquilo, logró exitosamente reprimir toda su ansiedad y pasó las últimas horas reflexionando sobre sí mismo y...sobre Kei. Ya había decidido que no sentiría nada por él, no pudo olvidarlo en todo este tiempo y probablemente no sería así pronto, pero se aseguró de enterrar todo lo que él representaba en lo más profundo de su alma.

Esos sentimiento inútiles no volverían a afectarlo más, todo lo que quería era a su hijo.

Arribaron hasta un pequeño y apacible pueblo que se alzaba bajo la sombra de las montañas, era realmente pequeño y las casas parecían antiguas. Notó como algunos ancianos y niños miraban con miedo y curiosidad a los autos negros que le acompañaban. Debieron suponer que algo como eso sucedería, entregar a Kei habría sido lo mejor para ellos ¿Debería darles una lección por atreverse a mentirle como Bokuto había sugerido? No quería incidentes similares en el futuro, por lo que decidió que lo consideraría en el camino...o quizá debería dejarlo en manos del rubio.

Necesitaba enseñarle modales.

Tal y como Bokuto le informó la pequeña casa donde Kei se ocultaba estaba justo sobre la montaña, a una distancia considerable del pueblo. El lugar era pequeño y sencillo, sin embargo estaba lo suficientemente oculto como para confundir a cualquiera, tenía que admitir que era un buen lugar...su amante debió haber pensado en su seguridad, era claro que deseaba protegerlo ¿Lo habría engañado diciéndole que el bebé que esperaba era suyo?

— Vayan por él — ordenó Kuroo. Se sentía extrañamente impaciente, era un sentimiento pequeño y casi imperceptible, pero estaba ahí y se hacía cada vez más fuerte a medida que era consciente de que Kei estaba dentro; podía olerlo, era dulce y delicioso, como a tarta de fresas recién horneada. Su aroma era seducción y tentación, despertó su hambre dormida.

El tiempo que le tomó a sus hombres llegar a la puerta se sintió como una eternidad, este se detuvo y volvió a su curso cuando lo vio salir de la casa. Tragó saliva y apretó los puños reprimiendo el deseo de ir hacia él e hizo que lo trajeran ante él con un movimiento de cabeza; era más hermoso de lo que recordaba...y más tentador. Su figura, sus ojos, tan dorados y brillantes, su cabello rubio ligeramente más largo y ese maravilloso y seductor aroma emanando de su cuerpo, no había parte de él que no deseara...que no lo tentara. Su mirada se detuvo sobre su vientre, este sobresalía sobre su holgada ropa. Su hijo estaba ahí, quería tocarlo y no pudo resistir ese fuerte impulso. Sin embargo Kei lo apartó de inmediato, Kuroo sujetó su muñeca como respuesta y estuvo perdido en cuanto percibió su calor.

Un solo toque le había servido para darse cuenta que el tiempo que había permanecido separados no había servido para mitigar su afecto ni una maldita pizca, que la pasión que despertaba en su piel seguía siento tan poderosa como la primera vez.

Sus miradas se cruzaron y Kuroo descubrió que los ojos de Kei ya no era los mismos que antes, estos lo miraban con aspereza y frialdad, el brillo que antes destellaba en sus ojos cuando le miraba ya no estaba más. No estaba feliz de verlo y no trataba de ocultar su descontento de él, quería decirle que se sentía de la misma forma, sin embargo se encontró incapaz de hacerlo…lo cierto era que la seguridad que había construido se estaba desmoronando.

— ¿Que estás haciendo aquí? Recuerdo haberte escuchado decir que no querías volver a verme más, pudiste haberte evitado la molestia...a ambos.

— He venido por ti — Kuroo dejó caer sus ojos avellana hasta el vientre de Kei, este inmediatamente posó una mano sobre él y retrocedió un paso, tratando instintivamente de proteger al pequeño en su vientre — Y por mi hijo.

Tsukishima sonrió, una sonrisa dura y burlona que provocó que Kuroo apretara los puños, conocía esa sonrisa y todo el desdén y hostilidad que encerraba pues ya había sido objeto de estos en el pasado — ¿De verdad crees que es tu hijo? No seas arrogante Kuroo — había veneno detrás de sus palabras y la burla en su tono de voz, ocultaban dolor y rencor, y cumplieron con su cometido.

Kuroo apretó su tensa mandíbula y Kei alzó la barbilla con orgullo, ese maldito orgullo suyo ¿Hasta cuándo planeaba seguir así? Debería saber ya que eso no iba a servirle de nada...si no era así entonces se vería obligado a hacer que lo entendiera — Ya deja de mentir...no hagas esto más difícil y coopera por tu propio bien.

— ¿Cómo puedes estar tan seguro de que estoy mintiendo? Soy una puta ¿Lo recuerdas, Kuroo? Según tu soy incapaz de mantener las piernas cerradas.

— Bien — Kuroo dirigió su mirada a la pequeña casa, si así era como lo quería, entonces también iba a jugar — Supongo que el verdadero padre se encuentra ahí dentro ¿Debería entrar a buscarlo? O...— le entregó una fotografía, Tsukishima pudo ver qué era la figura central de esta, sin embargo había alguien más a su lado; Natsu — Podría preguntarle a esa pequeña niña ¿Qué crees tú que respondería? ¿Qué debería hacer si se niega a hablar? No soy muy bueno con los niños llorones ¿Sabes? Pero quizá alguno de mis hombres lo sea...

— ¡Déjala en paz! — exclamó Tsukishima, la máscara de indiferencia que mantenía se destrozó gracias a sus palabras y al horror que supuso saber que Kuroo no estaba mintiendo. Él en verdad iba a hacerle daño a Natsu, esa no era una amenaza vacía, lo conocía lo suficientemente bien como para saberlo — Es tu hijo ¿Bien? Es...es tuyo.

Por supuesto que lo era, aunque no lo hubiera admitido, él sabía que ese niño era suyo, sin embargo — ¿A quién más estás protegiendo? Es claro que esa niña no vive aquí sola ¿Dónde está él, Kei? — no podía evitar sentirse molesto, sentir ira; Kei era demasiado orgulloso, incluso si la verdad fuera obvia su boca jamás lo admitiría. Pero ahora estaba desesperado por proteger a alguien...incluso por encima de su maldito orgullo ¿Quién era él? Si ese otro hombre en verdad existía, no sabía lo que sería capaz de hacerle.

No. En realidad lo sabía muy bien.

— Habla, Kei...

Estaba furioso. Tsukishima tenía tantos deseos de mandarlo a la mierda, le era difícil controlar todas esas emociones que comenzaban a tomar el control de su cuerpo, a consumirlo. Quería golpearlo, gritarle que no quería volver a verlo jamás, que era un idiota y que no tenía ningún derecho montar semejante escena...porque no era su propiedad, pero recordó el rostro de la pequeña Natsu, su sonrisa y la dura forma en la que se despidieron y sus labios se apretaron con fuerza. No podía cometer una tontería y arriesgarla, ella era inocente, tenía que controlarse y esperar hasta que el moreno estuviera lejos.

— Ella es la nieta del médico del pueblo, viene a cuidarme de vez en cuando — Tsukishima se acercó a Kuroo y tomó su mano, apretándola suavemente estaba preparado para tragarse su orgullo por ella y todos los que le tendieron la mano — No le hagas daño...Por favor...ellos, todas esas personas, no saben nada sobre mí, les mentí...para que me ayudaran.

Su calor, su aroma, esa mirada sobre la suya, suplicante, fueron suficiente para que su convicción flaquea, pero no para menguar su ira. Kei era un maldito manipulador — Sube al auto, nos vamos de aquí — el rubio mentía, estaba protegiendo a alguien más, pero eso no importaba ya. No iba a volver a esa casa y se aseguraría de que no lo viera nunca más — Entra — ordenó, abriendo la puerta del auto.

Tsukishima observó el interior del vehículo con resignación, nunca tuvo opción ¿Verdad? La libertad de la que gozó por tan corto tiempo no fue más que una frágil ilusión. Volteó y silenciosamente dijo adiós a la casa que en tan poco tiempo se había convertido en su hogar y a la pequeña familia de la que había formado parte...iba a extrañar aquellos días pacíficos y a ellos.

Kuroo se subió a su lado y entonces partieron, el ambiente dentro auto era tan pesado y tenso que incluso el chófer y el hombre en el asiento del copiloto parecían incómodos. Era difícil respirar...era difícil soportar su presencia, sin embargo Tsukishima se negaba a mirar y a siquiera dirigirle la palabra a Kuroo, y el moreno luchaba por controlar sus emociones y porque ese amor que había enterrado en lo profundo de su alma no resurgiera.

A pesar que estar tan cerca uno del otro había un enorme abismo entre ellos, oscuro y profundo. Un abismo que ellos habían creado y que iría creciendo cada vez más.

Tsukishima creyó que sería llevado directamente a su "prisión" sin embargo no fue así, Kuroo lo llevó a tomar el desayunar a un elegante cafetería y después a un hospital privado. Le realizaron un examen médico, pasó toda mañana y parte de la tarde dentro del hospital, entre enfermeras y médicos que le hacían preguntas y monitoreaban su salud. Era un poco estresante, pero no se quejó en absoluto, esto también era importante para él.

Cuando todas las pruebas y la interminable lista de preguntas terminaron el momento que tanto esperaba llegó; el ultrasonido. Una enfermera lo llevó a otra sala para prepararlo y minutos después volvió al consultorio, cuando ya estaba recostado sobre la camilla, el médico entró acompañado por Kuroo. El moreno no se despegó de su lado desde que llegaron al hospital, naturalmente no se dirigieron la palabra, pero podían notar la presencia del otro. Ambos estaban nerviosos, Tsukishima esperaba que todo estuviera bien, trató de cuidarse lo mejor posible durante todo este tiempo, tomó vitaminas y buscó llevar una alimentación balanceada, pero no sabía si eso fue suficiente y en el fondo estaba asustado de lo que podría pasar.

Le aterraba pensar que su bebé podría correr peligro por su culpa o que había hecho algo que amenazara su vida.

El médico le aplicó un gel frío y lo untó por todo su vientre, la sensación fue extraña y viscosa, pero soportable. La atención de todos se centró en el monitor mientras el doctor movía el aparato de ultrasonido sobre él. Tsukishima suspiró y apretó ambas manos en puños dándose el valor que necesitaba en este momento. Quería creer que todo estaba bien, sin embargo sus miedos estaban ahí y no desaparecían.

Si tan solo Akiteru estuviera ahí...

De pronto, el sonido de latidos rompió el silencio de la habitación, desapareció todos y cada uno de sus miedos y preocupaciones, y tanto Kuroo como Tsukishima, se dejaron inundar por la dicha de escuchar lo que era el sonido del corazón del bebé; su bebé.

El médico sonrió — Parece que es un bebé muy fuerte...

— ¿Él...Está bien el bebé?

En la pantalla estaba apareciendo una imagen, esta iba tomando forma a medida que el médico seguía hablando; la cabeza, las manos...los pies, cada pequeña parte de él podía apreciarse en aquel monitor. Parecía tan frágil, tan pequeño y delicado...estaba viviendo y creciendo dentro suyo, transformándose en alguien a quien en unos meses podría abrazar; un niño o una niña, su hijo o hija.

Una pequeña parte de él y del hombre al que amó.

— Es un niño...

Emocionado Tsukishima trató de contener un sollozo cubriendo su boca con una mano y sonrió, todas las emociones que esa imagen en la pantalla le provocaron lo aturdieron y despertó en él un inmenso deseo de protección hacia esa pequeña personita; su hijo. Inconscientemente su mirada se dirigió hacia Kuroo quien miraba fascinado el monitor, la expresión que su rostro mostraba era una que no había visto jamás, había ilusión ahí y también...cariño. Kei no pudo evitar perderse en él.

— Todo parece estar en orden...el embarazo marcha muy bien, no tienen de que preocuparse, su hijo está creciendo fuerte, señor — habló el médico llamando su atención y rompiendo el trance en el que ambos se encontraban — De momento, aliméntese apropiadamente, haga un poco de ejercicio, nada demasiado intenso ¿De acuerdo? Caminatas diarias de 30 minutos servirán y descanse cuando sienta que lo necesite...trate de tomarse las cosas con calma — Tsukishima se limitó a asentir aun abrumado por sus emociones, el medico había terminado de monitorear su vientre, sin embargo la imagen permanecía en el monitor — Es probable que pronto sienta los movimientos del bebé, no se asuste, es totalmente natural.

— De modo que todo está bien — habló Kuroo, saliendo de su trance y con una renovada expresión imperturbable en el rostro.

— No hay nada de qué preocuparse, señor...los exámenes que ordenó lo comprueban.

Quería quedarse y escuchar todo lo que el medico iba a decir, pero a enfermera volvió a entrar y lo acompañó a cambiarse. Al salir al pasillo Kuroo lo esperaba, sostenía entre sus manos un folder con el logo del hospital, supuso que dentro se encontraban todos sus estudios y las fotos del ultrasonido. Quería verlas, sin embargo no quería hablar con él...cuando el moreno reparó en su presencia hizo un gesto para que lo siguiera.

— Mayo — murmuró Kuroo, Tsukishima lo miró obviamente confundido por la ambigüedad de esa única palabra — El médico dijo que mi hijo va nacer a mediados de mayo.

Mayo. Quería sentirse feliz por esa noticia, lo estaba, sin embargo había algo más en su mente en este momento. Algo que opacaba todo lo demás. — ¿Que va a pasar conmigo? — que Kuroo creyera suyo al niño que esperaba era bueno porque esa era la verdad, pero ¿Que iba a pasar ahora? Su relación se rompió, por lo que no podía siquiera imaginar que pudieran reanudar nada o que él quisiera conservarlo después de todo lo que pasó.

— Por ahora vas a comer y a descansar, mañana partiremos a tu nuevo hogar.

¿Nuevo hogar? No comprendía a lo que Kuroo se refería ¿A dónde iban a llevarlo? No era como si no supiera que él tenía otras propiedades, a menudo hablaban sobre eso y también sobre la posibilidad de ir de vacaciones a un sitio alejado, pero este no era un día de campo o un viaje de placer. Aunque…realmente no importaba mucho, sea cual sea el lugar al que lo llevaran al final se convertiría en su prisión...él elegirían el sitio más alejado y solitario, no había nada más efectivo que eso para matar lentamente la poca esperanza que quedaba en su corazón.

El silencio volvió a reinar dentro del auto, ambos, estando perdidos en sus propios pensamientos, no notaron lo cerca que estaban el uno del otro. Sus hombros y sus manos, que descansaban sobre el asiento del auto se rozaban; podían percibir claramente el calor del otro y su aroma, sin embargo aún en esta situación y aunque sentían añoranza por el otro, su voluntad se negaba a ceder.

El auto se adentró al estacionamiento subterráneo de un enorme edificio departamental, ubicado en una lujosa zona repleta de altos e imponentes rascacielos y locales de alta categoría. El lugar estaba rebosante de autos, todos del mismo modelo y color, supuso que ellos se encargarían de evitar cualquier clase de incidente que pudiera desembocar en su desaparición. Casi se sintió importante por ello. El guardia del elevador los saludó con una reverencia, no les dirigió la palabra o siquiera la mirada y pulsó el botón que abrió las puertas metálicas del elevador.

Este ascendió silenciosamente hasta el último piso, cuando al fin las puertas se abrieron caminaron a través de un amplio pasillo que estaba decorado como si de un museo de arte se tratara, la fina alfombra ahogaba el sonido de sus pasos y abrazaba la suela de sus zapatos, se detuvieron frente a una única puerta de apariencia pesada y gruesa, Kuroo deslizó una tarjeta sobre un panel y se abrió.

A demás de un amplio y lujoso departamento, Tsukishima encontró a Kenma listo para recibirlo. El menor se veía diferente de cómo lo recordaba, y no lo decía por el parche quirúrgico en su ojo izquierdo, los moretones y raspones que podía apreciar tanto en su rostro como su cuello o la venda que alcanzaba a notar en su mano derecha, era más bien por la expresión en su rostro. Era diferente, mas ausente, por supuesto eso no quería decir que no hubiera hostilidad en sus ojos, estaba ahí y estaba dirigida hacia él.

— Cuida de él y atiéndelo como se debe — ordenó Kuroo, Kenma asintió, no mostró su usual desagrado, sin embargo tampoco se veía feliz por el trabajo que estaba obligado a cumplir — Volveré dentro de una hora...compórtate apropiadamente — no sabía a quién iba dirigido eso último y tampoco le importó, siempre y cuando Kuroo se marchara y lo dejara descansar en paz al menos una hora, nada más importaba.

Kenma lo guío hasta el comedor, desapareció dentro de la cocina y reapareció con una jarra con agua, la cual apoyó sonoramente sobre esta. Si. Definitivamente no estaba feliz de atenderlo ¿Debería decirle que su presencia tampoco le resultaba agradable?

— Come — ordenó cortante — Kuroo quiere que te alimentes.

La mesa ya estaba servida, los alimentos frente a él se veían completamente apetitosos y el aroma que de ellos amaba despertó sus papilas gustativas, Kenma vertió el jugo en un vaso de cristal y dejó la jarra sobre la mesa. Había demasiada comida ahí, platillos muy elaborados y frescos, incluso pudo notar tres tipos diferentes de jugó y leche. Era demasiado.

— ¿Por qué estás aquí?

— Yaku se negó a venir — respondió, cosa que sorprendió al rubio, nunca hablaron demasiado; sus cortos intercambios de palabras se limitaban a conocer el paradero de Kuroo y, pese a que jamás hubo palabras hostiles, nunca fueron demasiado cordiales — Ahora come — no tenía apetito, si, parecía apetitoso y ansiaba probarlo. Pero sentía un nudo en el estómago.

Al ver que Tsukishima no tocaba su platillo Kenma dijo — No está envenenado, no le haría daño al hijo de Kuroo.

— Pero a mi si — afirmó Tsukishima. Kenma se encogió de hombros y sonrió.

— Ya estarías muerto si yo lo quisiera.

Tsukishima le devolvió la sonrisa, no esperaba una respuesta diferente y casi se sintió como en casa — Pero él no te lo permite, te odiaría si lo hicieras ¿Cierto? — lo sabía, lo que ese estúpido sentimiento llamado amor podía provocar en las personas. Era veneno, un dulce y letal veneno que consumía tanto el cuerpo como la mente...que transformaba a las personas y volvía débiles y vulnerables — Y no soportarías que él te odiara.

Su sonrisa se borró de sus labios, lo había golpeado — Come, va a enfriarse — dicho esto Kenma se marchó a la sala dejándolo solo. Si. Definitivamente ese sentimiento llamado amor era veneno puro.

La comida estaba deliciosa, como recién salida de un restaurante de cinco estrellas, pero a su parecer faltaba algo. No tenía aquel toque especial que poseía la cocina de Natsu, ese sabor único que solo la comida hecha en un hogar podía ofrecer...esa que, si bien podía ser sencilla, estaba condimentada con sonrisas y la calidez de una agradable compañía. Incluso extrañaba la comida hecha por Hinata.

Cuando terminó sus alimentos, el menor lo guío hasta otra habitación. Era un amplio dormitorio con una cama tamaño King, el enorme ventanal casi abarcaba por completo la pared y dejaba apreciarse con claridad la ciudad; la melancólica luz de la tarde caía lentamente sobre la cuidad, cubriendo los altos edificios y a las pocas nubes sobre el cielo con sus colores.

En cuanto Kenma cerró la puerta, Tsukishima se dejó caer sobre la cama, el colchón se hundió un poco bajo su peso y se enterró entre las sábanas. Al fin un instante de soledad. Cerró fuertemente los ojos e inhaló y exhaló repetidas veces, estuvo tratando de mantenerse calmado durante todo el día, pero ya no podía más y ahogó un grito contra la almohada. Tener que verlo y sentir su presencia estaba haciendo estragos tanto en su cuerpo como en su mente. Lo extrañó, con todo el dolor y la frustración que esa certeza le provocó, tenía que admitir que lo había extrañado.

Pero este no era él, no era lo que quería, era...su instinto, esos jodidos impulsos primitivos que lo orillaban a añorar a quien había reconocido como su Alfa. Se mordió el labio inferior y apretó las sábanas con toda la fuerza que consiguió reunir. Este no era él, no era él.

Aunque sabía que era imposible, rogó silenciosamente porque Kuroo no volviera, porque cuando abriera los ojos se encontrara de vuelta en la alegre casa a la que había llamado hogar en tan poco tiempo. Y así, cansado, tanto física como mentalmente, se dejó ir a la deriva.

La noche ya había caído cundo Kuroo volvió al departamento, no sabía si realmente quería volver o no; necesitaba tiempo para pensar con claridad, sin embargo cada vez que lo intentaba sus pensamientos volvían al mismo angustioso punto. Sabía lo que tenía que hacer, sabía que era lo correcto después de todo lo que pasó, sin embargo había instantes en los que se sentía perdido y confundido.

— Bienvenido — saludó Kenma, sin despegar la vista del libro que al parecer había atrapado toda su atención — ¿Cómo te fue? ¿Hay problemas?

Kuroo caminó hacia el pequeño bar a un costado de la sala de estar y se sirvió una copa de la primera botella que su mano tomó — Se enteraron más rápido de lo que esperaba, han estado rondando el edificio desde que llegamos...no parecen muy dispuestos a entrar, pero tampoco a marcharse muy pronto.

— ¿Crees que ella esté ahí también?

— No es tan tonta como para venir personalmente, no es del tipo que se arriesga demasiado...sea como sea no importa, sus peones no representan ningún problema para nosotros, los eliminarán en un par de horas — Kuroo se desanudó la corbata, tirando de ella con el dedo índice, parecía renuente a desprenderse de la copa de alcohol en su otra mano — ¿Dónde está él?

— Durmiendo probablemente...lo llevé a su habitación después de comer y no se ha movido de ahí desde entonces — Kenma despegó los ojos de su libro para mirarle, dudó, solo un segundo, antes de decidirse a hablar — Kuroo, lo que vas a hacer está mal...no creo que sea lo correcto y creo que en el fondo tú también lo sabes. Deberías hacer a un lado tú rencor y...

Kuroo alzó una ceja al tiempo que tomaba un sorbo de su copa — ¿Lo defiendes? ¿Cuándo se volvieron amigos ustedes dos? Kenma, sé que Kei es encantador a su manera, pero no esperaba que te rindieras tan fácilmente a él ¿Sus encantos fueron demasiado para ti también?

— Tsukishima no podría importarme menos — mustió Kenma con molestia, supuso que sería algo como eso. No se negó rotundamente a venir cuando se lo ordenó, tampoco replicó, sin embargo su renuencia estaba en sus ojos — Estoy hablando del bebé ¿En verdad crees que va a estar seguro en un mundo como el nuestro? Ninguno de nosotros, incluyéndote, sabemos cómo cuidar de un bebé...es demasiado peligroso tenerlo con nosotros.

— ¿Que sugieres que haga entonces? ¿Que lo deje vivir con nosotros de nuevo? ¿Estarías dispuesto a servirle?

— No — respondió Kenma abandonando el libro sobre la mesa de centro — Deja que se marche cuando todo esto termine, los Omega son muy apegados y sobreprotectores con sus hijos, sabrá darle lo que nosotros no...— abrió la boca y volvió a cerrarla — Tu también tienes que dejarlo atrás y olvidarlo de una vez...no te enamores más de él, déjalo ir, sé que el niño que espera es tuyo y que lo quieres, pero si esto sigue así...si continúas...

— No puedo hacer lo que sugieres.

— ¿Es por ese extraño trato del que no quisiste hablarnos? ¿Qué estuviste haciendo durante nuestra ausencia?

Hizo lo que tenía que hacer aunque ahora estuviera arrepintiéndose — Eso no importa ahora, vuelve a casa, Kenma. Necesitas descansar...mañana va a ser un día agitado y te necesito descansado.

El menor dio una larga mirada hacia el dormitorio y casi con resignación caminó hacia la puerta — Kuroo...no, nada. Olvídalo...— dijo en un susurro antes de marcharse.

Kuroo suspiró, hacía mucho tiempo que no iba a ese departamento, desde que conoció a Kei para ser más específico. Este era el sitio que usaba para descansar cuando el trabajo se volvía pesado y era incapaz de volver a casa, solía traer a algún acompañante ocasional y divertirse hasta estar satisfecho, después simplemente lo desechaba y continuaba con su vida sin pensar al respecto. Esa era su rutina hasta que su mirada se cruzó con aquella dorada y todo cambió. No quiso admitirlo al principio, pero se enamoró de él en cuanto lo vio a los ojos, en cuanto se sintió perdido en la belleza de sus matices.

Amor a primera vista, era tan estúpido y tan real.

Caminó hasta la habitación donde el rubio se encontraba y abrió la puerta. Kei estaba ahí, recostado sobre su lado izquierdo, con una mano debajo de la almohada y la otra sobre su vientre, era una visión dulce y hermosa. Sigilosamente se acercó a él y se tomó su tiempo para observarlo, su cabello rubio un poco más largo cubría una pequeña parte de su rostro, sus labios rojos como cerezas dulces entreabiertos, parecían invitarle a besarlos. Tenía largas pestañas rubio-oscuras que cubrían un par de ojos que eran dueños de un único dorado brillante que lo acosaba en sueños. Adorables y casi imperceptibles pecas café sobre la nariz que el rubio odiaba, pero que a su parecer solo le hacían ver más perfecto. El conjunto de todo era un rostro tan hermoso y delicado que parecía esculpido por los dioses...que podía robarle el aliento a cualquiera con su belleza. Sin embargo era su vientre abultado lo que definitivamente acentuaba más la gloria de su imagen y le encogía el corazón.

Largó la mano e hizo lo que tanto había estado deseando todo el día; tocarlo. Cálido y redondo, su hijo crecía ahí dentro, estaba deseando tener a ese niño en brazos, poder verlo a los ojos y perderse en la dulzura de su sonrisa...quería mimarlo pronto. Su pequeño. Pensar en él, incluso imaginarlo lo llenaba de dicha.

Respiró con cuidado y lentamente, fue extasiándose con el dulce aroma que emanaba de su cuerpo. Era diferente...más tierno, sin embargo seguía despertando deseo en su piel. Se acercó más al rubio, inconscientemente rozó la nariz sobre su largo cuello antes de besarle repetidas veces al tiempo que subía la mano por su pecho, su sabor era glorioso y los sonidos de su respiración acelerándose aumentaron su ansiedad, provocándole una instantánea necesidad por tenerlo...de hacerlo suyo. Lo deseaba y descubrió con horror que el tiempo que habían permanecido separados y que todo su esfuerzo por olvidarlo no había servido de nada.

Aquella furiosa llama seguía ardiendo más viva que nunca.

Acarició sus labios con la yema de los dedos, eran tan suaves y esponjosos, quería besarlo con locura, beber de ellos, pero se contuvo recordando las palabras de Kenma "No te enamores más de él" Lamentaba mucho admitir que no podía amarlo más de lo que ya lo hacía. Era mentira que podía dejar de amarse a una persona, su amor por el seguía intacto, trató de enterrarlo en lo más profundo de su ser por días hasta que consiguió suprimirlo lo suficiente como para poder engañarse a sí mismo y decir que no sentía nada por él y solo se necesitó de un segundo para que volviera a resurgir.

Se odió a si mismo por amarlo como lo hacía y contempló con forzado resentimiento el cuerpo que descansaba sobre la cama. Tan inocente e indefenso, le hacía dudar de su traición, le hacía dudar de todo lo que creía cierto. Hermoso, cautivador, manipulador, mentiroso, embustero y perfecto, un ángel que había robado su corazón, así era Kei; el único que podía salvarlo y también el único que podía hundirlo. No podía permitir que volviera a manipularle a su antojo otra vez, no podía permitir que notara que moría de amor por él.

Luchó contra ese cumulo de emociones positivas y negativas que trataban de dominarlo y esperó durante incontables segundos hasta que el control volvió a él. Entonces dio una última caricia al vientre del rubio y abandonó la habitación, dejándolo solo. Necesitaba pensar, aclarar sus pensamientos y ponerse de acuerdo con sus sentimientos, y estaba seguro que no lo lograría estando en esa habitación. Con su abrumadora presencia enloqueciendo sus emociones.

 

De nueva cuenta Tsukishima despertó con la respiración acelerada, el cuerpo ardiendo y la frente perlada en sudor. Apretó las sábanas en un puño. Otra vez tuvo ese estúpido sueño y fue mucho más real que en anteriores ocasiones, el vergonzoso estado de su cuerpo era la prueba de tal realismo e intensidad. Era tan patético.

Todo estaba tan silencioso y oscuro en la habitación, ni una sola estrella brillaba en el cielo nocturno y la luz de los rascacielos parecía tan lúgubre y distante. Despacio y con cuidado presionó los pies contra la alfombra del suelo, esperó, pero no detectó indicios de movimiento en el pasillo. Entonces caminó hasta cruzar la puerta entre abierta. Vacío. Como lo imaginó, Kenma no estaba más en la sala de estar, tampoco Kuroo y se sintió aliviado, esperaba que no volviera hasta mañana...que ninguno lo hiciera.

Volvió a la habitación, ansioso por darse un baño y deshacerse de ese calor que se negaba a abandonar su cuerpo. El cuarto de baño era enorme, había una gran tina y una muy alta regadera, con parsimonia se desprendió de su ropa y contempló su figura frente al enorme espejo de cuerpo completo, ladeándose mientras pasaba su mano por su vientre. No era tan prominente como había visto en algunas mujeres en el hospital y eso lo mantuvo preocupado hasta la ecografía, donde todos sus temores desaparecieron.

Sonrió como pocas veces lo hacía, su pequeño estaba creciendo ahí.

Permitió que el agua aliviará su extenuado cuerpo, calmara momentáneamente sus preocupaciones y mitigara el calor que había nacido a raíz de ese sueño. Era tibia y sentirla deslizarse por su cuerpo fue agradable y relajante. Cuando salió del baño, el cielo estaba despejado y la habitación estaba iluminada por la luz de la luna. Tomó la camisa que había dejado sobre la cama y la deslizó sobre su cuerpo sintiendo un ligero cosquilleo sobre su aún sensible piel, repitió la misma acción con la ropa interior hasta que escucho un crujido, después el sonido de la puerta abrirse y cerrarse detrás de él. No tuvo que voltearse para saber de quién se trataba, reconocería su olor donde fuera.

— ¿Qué es lo que quieres? — preguntó Tsukishima aferrándose a la única prenda que cubría su cuerpo, era una tontería sin embargo su piel parecía percibir la caricia de su mirada sobre ella. Se estremecía.

— Este es mi departamento y esta es mi habitación ¿Necesito una razón para entrar? Puedo hacer lo que quiera con lo que es mío.

No sintió sus pasos aproximarse, sin embargo si su presencia. Kuroo estaba tan cerca que podía sentir su respiración sobre su cuello y su calor erizarle los vellos de la nuca ¿Qué demonios pretendía? Tsukishima tomó los pantalones de sobre la cama y sin siquiera mirarlo caminó hacia la puerta, el moreno caminó detrás de él, lentamente, como si fuera un felino jugando con un indefenso ratón y tomándolo del brazo le impidió salir.

— ¡Suéltame! ¡No me toques! — exclamó Tsukishima apartándose de él, sus ojos dorados mirándole afilados al tiempo que se tambaleaba dos pasos.

— ¿Por qué? Solías recibir cada una de mis caricias con placer, tu cuerpo se retorcía debajo de mí...jadeabas y rogabas por qué te follara — Kuroo se acercó a él y Tsukishima retrocedió apretando la prenda contra su pecho como si está le protegiera contra aquella impactante mirada. Quería huir — ¿Lo recuerdas? Porque yo no lo he olvidado...tu calor, tu voz — hizo una pausa — Dime ¿Todo eso también fue mentira?

Tsukishima elevó la nariz, altanero ¿Cómo se atrevía a hacer semejante pregunta después de...todo? Era doloroso que no supiera la respuesta — No lo sé, es probable. Si soy muy bueno mintiendo también debería ser bueno fingiendo ¿No lo crees? — sonrió al tiempo que dejaba escapar una desdeñosa risa — ¿Qué? ¿Eso hiere tu orgullo de Alfa? Apuesto a que estás acostumbrado a ser elogiado por todos...

Kuroo estaba furioso, sus ojos y su agitada respiración lo delataban. Pero a Tsukishima no le importó, estaba tan irracionalmente molesto que no sabía había puesto a pensar en las posibles consecuencias de lo que estaba diciendo, que lo único que ansiaba hacer era herirlo como él estaba haciendo con sus palabras.

— ¿Cuantos? — lo tomó del brazo y atrajo hacia él — ¿Con cuántos estuviste practicando antes de llegar a mí? Debió haber sido una tortura para ellos no haber podido tomar tu cuerpo por completo...y muy divertido para ti jugar con ellos ¿Qué fue lo que les dijiste? ¿Con que cara te presentaste? ¿También les dijiste que los amabas? — Kei trató de poner distancia entre los dos, sacudió su cuerpo al tiempo que tiraba de la mano que lo sujetaba, pero Kuroo lo tomó de ambos brazos — ¡Responde! — exigió saber Kuroo, sacudiéndolo.

Estaba siendo brusco, estaba lastimándolo.

— ¡Suéltame! — exclamó Tsukishima, estaba asustado y ese sentimiento se tradujo en su voz...también en su mirada ¿Dónde estaba el amor? ¿Dónde quedaron las palabras dulces y aquellos sentimientos que abrazaban su corazón? Nunca existieron ¿Verdad?

El agarre de Kuroo se aflojó, pero sus ojos no dejaron de mirarlo con dureza y decepción. Él era un animal herido que ansiaba herirlo — Creo que ellos tenían razón — murmuró Kuroo, mirándole de pies a cabeza con desdén y amargura — No eres más que una zorra que...

No le dio tiempo de continuar, su ira fue más fuerte que su auto control y antes de que se diera cuenta ya le había abofeteado con todas sus fuerzas, su mano ardió y su muñeca pulsó dolorosamente, pero eso poco importó; no iba a permitir que volviera a insultarlo nunca más. Kuroo permaneció quieto durante unos segundos, estaba sorprendido, sin embargo eso no duró demasiado, la ira se sobrepuso por sobre la sorpresa y, en un abrir y cerrar de ojos, le tomó por los hombros estampándolo contra la pared, arrancándole un gemido de dolor, y estampó sus labios contra los suyos.

Kei era suyo ¡Lo era, maldita sea!

Fue un beso brutal y demandante, los labios de Kuroo le tomaron con dureza y desesperación, bebieron de su aliento y lo dejaron son oxígeno; su lengua rozaba sin delicadeza el techo de su boca, Tsukishima trató con todas sus fuerzas de deshacerse su agarre golpeándole el pecho con los puños y agitándose salvajemente. Pero no sirvió. Cuando probó el sabor metálico de su propia sangre le mordió, no con brutalidad pero si con la fuerza suficiente como para herirlo. Fue estúpido de su parte. No debió hacerlo, ese sabor, la esencia pura de Alfa de Kuroo en su boca calentó su cuerpo, llenándole de anhelo...y para su desgracia despertando su celo.

— ¡Vete de aquí! ¡No quiero que me toques, largo! — Él también, ese deseo y el hambre en la mirada de Kuroo le hizo darse cuenta de lo mucho que lo deseaba, de su locura y Kei se sintió tan poderoso como aterrado de descubrir la magnitud de la influencia que ejercía sobre él. No quería esto. — ¡Déjame!

— No…No puedo, no — susurró Kuroo, el olor que emanaba de su cuerpo era demasiado tentador, lo llenaba de éxtasis, no podía retroceder, no iba a detenerse. Kuroo necesitaba hacerlo suyo, sentir que le pertenecía solo a él y borrar la huella de cualquier otro hombre de su piel y alma.

Tsukishima sintió su corazón latir más de prisa y sus labios cargarse de sangre, la distancia se hizo nula y su cuerpo cedió débil e indefenso ante aquel intenso beso que lo invitaba a participar. Estaba ardiendo. No podía creer que eso estuviera sucediendo, solo unos segundos atrás estaban peleando, abofeteó a Kuroo y ahora lo estaba besando como si su vida dependiera de ello. Estaba mal, quería detenerse, tenía que detenerse, pero su cuerpo ya no le respondía. Se movía por si solo, aferrándose a él con todo lo que tenía e impidiéndole apartarse.

Sus ropas fueron cayendo al suelo entre caricias desesperadas y besos que les robaban el aliento, Kuroo acomodo el cuerpo de Kei sobre la cama y colocó su cabeza sobre la almohada. Se posicionó de rodillas sobre la cama y le observó detenidamente. Sus pupilas dilatadas, el rojo de sus labios, esos gemidos entrecortados, esa blanca piel adoptando un delicado tono rosa donde sus manos estuvieron, todo de él le invitaban a continuar, lo tentaba. Su cuerpo era lujuria pura, su deseo se filtraba de sus poros en forma de un tentador aroma que nublaba sus sentidos. Él era suyo y necesitaba hacer que lo entendiera.

No tenía planeado que esto sucediera, solo quería verlo dormir una última vez y despedirse de Tsukishima de una vez por todas. No esperaba encontrarlo de pie frente a la cama con la luz de la luna bañando su cuerpo semidesnudo, resaltando su figura, haciéndola destellar como el hermoso ángel que era. Ansió ensuciarlo. En ese momento todo en su mente se volvió una bruma y solo quiso tocarlo, como estaba haciendo en ese momento…como no podía dejar de hacer.

— Ku..¡Ah!. — Tsukishima se mordió los labios sintiéndose abrumado por el deseo, su cuerpo ya no le pertenecía y eso le frustró. Esto no podía estar pasando, no había forma en que desfrutara esto. Pero…Kuroo bajó hasta sus pezones que estaban más sensibles que nunca, chupó, lamió, jugueteó con su lengua y mordisqueó llevándole a una desesperada necesidad. Se sentía bien, el deseo se expandía por su cuerpo como choques eléctricos — ahnn — no podía más, era tan difícil reprimir su voz en una situación así y cuando Kuroo colocó un par de cojines bajo su cintura e introdujo un dedo en su húmeda entrada estuvo completamente perdido.

Kuroo se apartó solo para ver la hambrienta mirada de Kei clavada sobre él, se acercó a su oído, mordió el lóbulo de su oreja arrancándole un gemido y susurró — Te deseo, Kei…ábrete para mí…entrégate — ordenó.

Una ola de placer recorrió su cuerpo sacudiéndole con estremecimientos, ansioso por ser tocado abrió las piernas en una silenciosa suplica por ser penetrado, su cuerpo quería sentir su calor abriéndose paso en su interior. Al igual que aquel dedo separando sus músculos y arañando su humedecida piel — No…— No quería esto, su mente le gritaba que luchara, que se resistiera, pero fue imposible ya se había abandonado ante sus caricias. Era a él a quien pertenecía, a quien pertenecería siempre y aunque odiara ese hecho, su cuerpo estaba ansioso por hacérselo saber y palpitó abrazando su dedo, lo succionó con hambre y se retorció sobre las sabanas presa de la lujuria que sentía.

Con una sonrisa de satisfacción Kuroo deslizó sus manos por su cintura y caderas con una tortuosa lentitud, repartió besos por todo su vientre abultado y el interior de sus muslos con desesperación, mordió su tierna piel maravillándose de como esta se teñía con la prueba de su deseo — Maldición...— la erección de Kuroo palpitó dolorosamente, la entrada de Tsukishima era un desastre húmedo y chorreante, hilos transparentes se deslizaban de ella y manchaban tanto su mano como las sabanas. Parecía tan…delicioso y dulce — Tienes el cuerpo de una puta, Kei…— lamiéndose los labios, se inclinó hacia su agujero y se abrió paso penetrándole con la lengua. Su exquisito sabor explotó dentro de su boca y exploró lo que por tanto tiempo se le había negado.

Sus paredes, su calor, como esta palpitaba y ondulaba alrededor de su lengua era un delirio…no podía parar de follarlo o de desearlo, su pene dolía y se estremecía en su ropa interior.

— Kuroo...ahí...No...— quería moverse, patearlo pero sus piernas flaquearon, su cuerpo temblaba y se estremecía mientras Kuroo le penetraba con la lengua. La sensación de aquel viscoso organo empujándose una y otra vez, rasando sus paredes y succionar sus fluidos era…el jodido infierno. — No…quiero — estando cerca del orgasmo se aferró a los hombros de Kuroo enterrándole las uñas, tratando inútilmente se apartarlo, quería gritar tras cada maltita oleada de placer…se estaba perdiendo en el desesperante placer que su lengua le regalaba — No...Yo…Ya…—Tsukishima cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, su espalda se arqueó y gritó al tiempo que se corría derramando chorros de espeso líquido blanquecino que manchó su vientre…se rindió ante él y a la locura que estaban cometiendo.

— Mírate Kei, eres un puto desastre y aun así quieres más…— el cuerpo del rubio se retorcía debajo suyo presa su reciente orgasmo, temblaba sin dejar de aferrarse a él, sus ojos vidriosos le miraban suplicantes, invitándole a continuar y su agujeró boqueaba ansiando tener dentro a su miembro — Pídeme que te tome — susurró Kuroo tomando su endurecida erección entre sus manos, la masajeó suavemente, estirando su satinada piel, antes de presionarlo sobre su entrada — Pídeme que te folle como la puta que eres...

— No... — exclamó Tsukishima sintiendo su grueso y palpitante miembro presionar su entrada, como esta se abría lentamente para dar entrada a la gruesa punta. Sintió dolor y placer — Nunca voy a...Ahh... — en ese momento, Kuroo gruñó y lo penetró con una fuerte y profunda embestida. Tsukishima no pudo reprimir un gemido de placer y el grito de éxtasis que supuso sentirlo enterrado hasta la raíz…de sentirse lleno, había pasado tanto tiempo desde la última vez. Pero aun no olvidaba esa sensación, el placer de sentirse como un ser humano completo y derramó lágrimas de frustración.

— Tú...eres muy molesto — Tsukishima era tan estrecho que lo dejó sin aliento, sus paredes palpitaban, lo abrazaban y succionaba cada gota de pre-semen con hambre y deseo. Esa calidez y presión sobre su erección le hacía desear moverse con brutalidad, tomarlo como un animal desesperado, pero esa mirada llena de miedo se lo impidió.

— Kuroo…por favor —Tsukishima posó la mano sobre su vientre y lo miró a los ojos — El bebé...no...— sollozó luchando contra la asfixia. Dolía, volver a sentirlo en su interior después de mucho tiempo dolía, volver a sentir tan íntimamente su calor…sentirse suyo, solo suyo — Kuroo — pero eso poco importaba ahora podía soportar ese dolor o cualquier cosa que él le hiciera, lo que no podría soportar y le aterraba era hacerle daño al bebé.

— Esta bien, lo sé…nuestro hijo — susurró apoyando la mano sobre la suya, en ese instante ellos experimentaron una conexión, fugaz y única, que terminó por diluir lo poco que quedaba de su aletargada conciencia — Voy a ir con cuidado.

Kuroo mantuvo su palabra, fue muy despacio y con cuidado. Se movió lentamente, se hundía en él con una delicadeza tal que le hizo sentirse protegido y desesperado. Movió la cadera indicándole que subiera el ritmo, se aferraba a las sabanas, gemía, jadeaba y sollozaba debajo de su amante. Era un espectáculo maravilloso para el moreno y lo incitaba a subir el ritmo a empujarse en él como un jodido loco, había estado soñando con esto desde hace mucho y sabía que el rubio también lo hacía. No podía mentirle en eso, su cuerpo lo delataba y transmitía su deseo a través de su piel.

Se ahogaban dentro del placer y la lujuria que suponía ser uno. Las embestidas se hicieron más fuertes, Kuroo soltó una maldición y casi sin aliento Kei profirió una sinfonía de obscenos sonidos que delataban su placer, su erección se deslizaba dentro de él, cada vena palpitaba y separaba su carne, esta lo abrazaba y tomaba cada pulgada dentro de su viscosa cueva. Quería gritarle que lo amaba, decirle todo lo que no había podido en semanas, reclamarle por haber roto su corazón sin consideración, sin embargo en su lugar susurro un "Lo siento" que Tsukishima no alcanzo a comprender, pero cuyo significado el moreno conocía bien.

Abrumado Tsukishima gritó, sin respiración, sintió la corriente de su próximo orgasmo en lo más profundo de su cuerpo, construyéndose como un rompecabezas que solo Kuroo era capaz de armar. Se aferró lo más fuerte que pudo a las sabanas mientras el moreno bombeaba incesante dentro de su cuerpo y el nudo se formaba en la base de su miembro segundo a segundo. Era lo único que podía hacer mientras con gemido alcanzaba el clímax y sentía como Kuroo se corría a imparables chorros dentro de él.

Veinte minutos después, cuando sus respiraciones se regularizaron, el calor abandonó sus cuerpos y el nudo desapareció, Kuroo se incorporó de la cama y volteó a verle — Quiero saber una cosa — Tsukishima no respondió, le daba la espalda. Pero Kuroo sabía que estaba despierto. — En todo este tiempo, al menos un poco ¿Me amaste?

Kei se mantuvo en silencio mordiéndose los labios tan fuerte que se hirió a sí mismo, no sabía que responder, temía equivocarse, sin embargo cuando sintió que el peso del cuerpo Kuroo desaparecía de la cama se atrevió a responder — No, no te amé. Destruiste mi vida ¿Cómo podría amarte habiendo hecho algo así? No seas ridículo…

Su silencio le hizo pensar que sus palabras no habían tenido ningún peso sobre él, pero al mirar esos desesperados ojos avellana, vio rastros de un inmenso dolor, de un tormento que iba más allá de lo que podía comprender ¿Tanto así le habían afectado sus palabras? Tsukishima debería haberse sentido satisfecho, lo había lastimado al igual que Kuroo había hecho con él aquel día. Sin embargo solo pudo sentir pesar y desdicha.

No durmió en lo que restó de la noche tratando de encontrar su centro, de convencerse a sí mismo de que haberle dicho eso fue lo correcto y pensando en el significado de él "lo siento" que le escuchó susurrar. No podía entender a qué se refería o al menos no lo entendió hasta que viajaron a su nuevo hogar donde la figura de Ushijima lo esperaba frente a la puerta.

Entonces todo estuvo claro para él

 

Notas finales:

>3< GRACIAS POR LEER >3< 


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