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CHOICES por Nova22

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Notas del capitulo:

>3< Actualización >3< 

Capítulo 20


Después de casi un mes en ese lugar, Tsukishima ya tenía su propia rutina establecida. Tomaba el desayuno con Yamaguchi todas las mañanas en la terraza, charlaban, daba un corto paseo por el jardín, leía lo que fuera que le pareciera interesante bajo la sombra de un árbol mientras tomaba algún aperitivo. Tomaba el almuerzo también en el jardín, daba otra caminata después de su siesta de las tres y volvía a su habitación antes de cayera la noche. Trataba por todos los medios posibles de mantenerse el mayor tiempo fuera de esa casa; donde la presencia de Kuroo podía percibirse en cada maldito rincón.


Lo sentía como un acto cobarde, como si estuviera huyendo, pero funcionaba para él.


Sin embargo había días, como ese, en los que esa presencia era más fuerte y abrumadora. En las que su cuerpo resentía su ausencia y sentía que lo necesitaba, saber que no estaba le provocaba tanta tranquilidad como ansiedad. Era lo mismo cuando estaba con Hinata, pero no cayó en cuenta de que lo que estaba experimentando era por Kuroo hasta que volvió a verlo. Hoy también era uno de esos días en los que sentía cierta tranquilidad, no lo comprendía, Yamaguchi aseguraba que Kuroo no había vuelto a la casa más de tres ocasiones, ocasiones en las que se sintió exacta como lo hacía ahora.


Tal vez ya estaba perdiendo la cabeza.


Una parte de él sabía que estaba ahí, no podía explicar cómo, pero lo sabía. Tal vez se estaba volviendo loco.


— ¿Ese libro es interesante? — preguntó Yamaguchi con una ceja alzada. Cómo casi todo los días el menor masajeaba sus adoloridos pies en el jardín, no le había pedido que lo hiciera, pero él insistió. Tenía que admitir que estaba cuidando muy bien de él, sin embargo era incapaz de bajar la guardia a su lado.


— No realmente, pero supongo que está bien para pasar el tiempo — admitía que un libro sobre teoría del ajedrez no resultaría interesante para nadie, pero cuando lo vio en la biblioteca de aquel salón de lectura sintió nostalgia. A demás de los juegos de azar su padre también gustaba del Ajedrez y cuando notó ese libro no pudo evitar recordar el tiempo en el que él y su hermano jugaban en casa o recordarlo tratando de enseñarle a jugar.


Observó la cubierta del libro; estaba un poco gastada, le pareció que desentonaba un poco con los libros con cubiertas nuevas y brillantes del estante. Estaba fuera de lugar y no lo decía solo por qué su viejo estado contrastaba con los demás, era porque no había otro además de este tercer volumen solitario. Quizá habían olvidado desecharlo y creyó que era un poco deprimente.


Repentinamente un fuerte apretón en el pie causó que dejara caer el libro y que empujara inconscientemente al moreno haciéndolo caer hacia atrás — Ten más cuidado — exclamó Tsukishima. Yamaguchi le dio una mirada de disculpa, no había caído relativamente fuerte, pero aún seguía sentado sobre el césped — No importa, ya puedes dejar de...— Tsukishima notó que algo había caído de entre las páginas, era una fotografía; la misma que encontró aquella vez en el ordenador. Su madre, Yaku, Kenma, Kuroo y otras dos personas; todos sonreían, felices y relajados.


El moreno especialmente parecía otra persona, no solo parecía estar en su adolescencia, también parecía tener un brillo especial en los ojos.


— Se parece mucho a ti...esa señora, es muy bonita — murmuró Yamaguchi observando detenidamente la fotografía — ¿Es algún familiar tuyo? – su rostro no mostraba expresión alguna, su mirada, tan ausente de todo, estaba fija en la imagen de la fotografía como si quisiera atravesarla ¿La conocía? ¿O quizá había escuchado alguna historia de ella en el tiempo que había estado viviendo en la residencia de Kuroo? Él parecía saber muchas cosas, por lo que no descartaba esa posibilidad.


Sin embargo no sabía si quería escucharlo.


— ¿Por qué siempre estás comiendo? — la profunda voz de Ushijima logró que Yamaguchi cambiara su expresión a una de cautela. Se apartó, con pasos tentativos y recelosos. Hacía eso cada vez que él aparecía frente a ellos, no le agradaba mucho al parecer, aunque el mayor jamás le dirigía la mirada.


Guardó la foto entre las páginas del libro al tiempo que su ceño iba frunciéndose lentamente — ¿Y tú por qué siempre estás aquí? – respondió Tsukishima, también podría preguntarle por qué siempre se aparecía frente a él cada vez que lo hacía; aunque tenía la impresión de que solo quería atormentarlo con su presencia — Yamaguchi ¿Podrías traerme un poco de miel? Y ya que vas a la cocina pide que preparen pastel para mí postre de la noche — el menor asintió marchándose de inmediato. Su alivio fue evidente en la forma en la que caminaba. A Yamaguchi no le agradaba Ushijima, cada vez que se presentaba ante él trataba de mantenerse lo más alejado posible. Pero sin perderlo de vista.


Quizá tenía órdenes de vigilarlo, todos parecían estar más alerta que nunca cada vez que se acercaba a él.


— No lo entiendo.


El rubio dio una mordida a su emparedado, el tocino dentro crujió y un poco de chocolate se deslizó de una de las comisuras de sus labios. Kei lo atrapó por la lengua — No hay mucho que entender, si tienes hambre, comes. Si tienes sueño, duermes y así sucesivamente. Son necesidades básicas que nosotros como seres humanos debemos satisfacer — aunque algunos tendían a olvidar o ignorar que los Omega también lo eran.


— No me refiero a eso, engordaste — "bastardo" esa palabra saltó a su mente inmediatamente esta registró esas palabras, pensó que lo definía bien — Tú figura ya no es la misma de antes — obviamente. Tsukishima lo miró como si le hubiese dicho el peor de los insultos, estaba muy molesto, esa palabra se escuchó horrible a sus oídos ¿Cómo se atrevía a llamarlo gordo? Idiota, esto era normal. Iba a recuperar su figura pronto — Pero te sienta bien, es agradable.


El rubio entre cerró los ojos, eso era más o menos un cumplido ¿No? No. No le hizo feliz, tampoco mejoró su humor. Él no le agradaba ¿Por qué siempre venía a molestarlo? Había perdido el apetito por su culpa, pero todavía quería comer un poco de pastel — ¿Y Qué?


— Nada — negó con la cabeza, parecía un poco ¿Confundido? No podía decirlo exactamente, ver expresiones en su rostro no era algo usual, por lo que conocía poco de él...además de que era un idiota, por supuesto — No importa — sus ojos repentinamente se posaron sobre el libro en su regazo — ¿Sabes jugar al ajedrez?


Tsukishima movió la cabeza afirmativamente ¿Quería cambiar de tema? No era tan idiota como creía, sin embargo seguía sin desear seguir hablando con él. Algo inusual pasó después, no supo cómo, pero minutos más tarde ya estaban sentados uno frente al otro con un tablero entre ellos. Ambos centrados en el juego que acababa de empezar, veían fijamente el tablero trazando su propia estrategia. No jugaba desde que tenía quince, pero recordaba las reglas, también recordaba como su hermano trataba de distraerlo para hacer trampa. No era especialmente competitivo, sin embargo había algo que le molestaba, los primeros movimientos del mayor fueron tan básicos y predecibles como los de un novato ¿A caso lo estaba subestimando? Estaba bien, era perfecto, solo tenía que hacer que se arrepintiera de eso.


Y lo logró, esa fue la primera vez desde que lo conoció en la que se sintió feliz de verlo a la cara.


Tsukishima sonrió con satisfacción cuando Ushijima adivinó que le iba a hacer jaque mate cuatro movimientos antes de que ocurriera. La expresión de su rostro era algo que jamás pensó que vería en alguien como él, que usualmente mantiene un porte estoico. Era un poema, algo digno de retratar; el momento exacto en el que un Alfa se percataba de que no era tan superior como creía y si tuviera una cámara habría tomado una fotografía.


— No eres tan malo como pensé — se estaba jactando de su victoria y no ocultó el tono de burla en sus palabras, le aplaudiría el hecho de que trató de reivindicarse a la mitad del camino, pero nada más. Había perdido en el momento en el que decidió subestimarlo, esperaba haberle enseñado una valiosa lección.


— Juguemos otra vez — Ushijima no estaba satisfecho con el resultado ¿Verdad? Probablemente nunca antes había perdido, mucho menos contra un Omega ¿Por qué los Alfa eran tan orgulloso? ¿Estaba en sus genes? Tal vez era culpa de la sociedad o de sus padres.


Repentinamente tuvo un fugaz instante de revelación; recordó a su madre en algún momento de su niñez diciéndole que debía ser bueno y obediente, que no necesitaba tener una opinión propia, en ese momento estaba demasiado interesado en el chocolate que agitaba frente a su rostro así que asintió felizmente sin pensarlo mucho, pero sus palabras se desvanecieron de su mente...hasta ahora. Ya era muy tarde para eso, creció siendo un Omega defectuoso para esa sociedad.


— Bien — apoyó los codos sobre la mesa y se inclinó hacia él, lo suficientemente cerca como para percibir el inusual aroma a lilas de Ushijima y apuntó a su pecho con el dedo índice — Pero vas a darme el chocolate que traes contigo si gano.


Ushijima buscó dentro de su chaqueta, sacó una pequeña circunferencia de chocolate envuelta en papel brillante y la colocó sobre a la mesa. No parecía el tipo que gustara de cosas dulces y en un principio creyó que su olfato lo estaba engañando, pero ahí estaba. Las personas estaban llenas de sorpresas.


En esta ocasión no hubo concesiones de ningún tipo. Había dejado de subestimarlo y eso le hizo sentir muy complacido, y halagado. Fue un juego reñido, Tsukishima pensó que esta vez perdería, pero hubo pequeños momentos de duda por parte del mayor, que lo llevaron a conseguir la victoria nuevamente. No fue fácil, tenía que admitirlo, Ushijima lo hizo sentirse atrapado en algunas ocasiones y en otras, perseguido. Fue un buen juego, muy entretenido y estaba sorprendido por qué también hubiese encontrado agradable su compañía.


— Yo me quedo con esto — el rubio reclamó su premio y lo liberó de la prisión de su brillante envoltura; tenía pequeños trozos de nueces y estaba relleno con algo similar a la mantequilla de maní. Sin duda el esfuerzo había valido la pena y no lo decía solamente por el chocolate, Ushijima observa el tablero aún si poder creer que había perdido, tenía el ceño fruncido. Sin duda era un mal perdedor.


— ¡Oh! Ajedrez — exclamó una voz detrás de ellos, la reconoció, no había muchas personas para jugar al "adivina quién" por lo que era obvio que se trataba de Bokuto — ¿Puedo unirme? — el bicolor rodeó lentamente la mesa al tiempo que observaba el tablero y las piezas que aún quedaban sobre él, entonces rió también palmeó la espalda de Ushijima. Este se molestó por esa despreocupada acción y apartó su mano con brusquedad.


— ¿Dónde está Kuroo? — preguntó. Instintivamente Tsukishima dirigió la mirada hacia la puerta, supuso que el moreno estaría ahí cuando vio a Ushijima, ellos celebraban sus tontas reuniones secretas ahí. No entendía exactamente el porqué, quizá estaban tratando de vigilarlo o de hacerle saber con su esporádica presencia que no había forma de escapar.


— Arriba, dijo que quería estar solo — murmuró con un falso tono dramático de voz, Bokuto, entonces miró a Tsukishima — Juega conmigo, si ganas te diré algo interesante ¿Qué dices? Esto podría alegrarte el día...aunque también podría hacerlo mucho peor, tú eliges de qué forma de afectará.


— Bokuto-san...— habló Akaashi parecía querer decirle algo, pero Bokuto alzó la mano al percatarse de que estaba considerando su oferta ¿Que podría ser eso tan interesante que tenía para decirle? El bicolor no parecía una persona muy confiable y a pesar de lo amigable que era con él, su presencia lo hacía sentir más inquieto que Ushijima. Instintivamente sabía que debía mantener la distancia.


— Una partida — respondió Tsukishima. Bokuto sonrió y Ushijima le cedió el asiento, no se marchó; tomó asiento justo a su lado al igual que Akaashi al lado del bicolor y observó la partida.


Fueron menos de 15 minutos, doce o diez tal vez, Tsukishima no comprendía como, pero Bokuto ganó. Estuvo dominando la primera parte del juego y ahora él tenía a su rey ¿Cómo era posible? Estaba a punto de ganar hace un maldito segundo, estaba absolutamente seguro de que sería así, pero antes de que siquiera pudiera caer en cuenta de ello; había perdido y solo podía pensar en que el bicolor había hecho trampa, pero ¿Cuando? ¿Cómo? La sonrisa triunfante que mantenía en el rostro lo estaba molestando un poco. Desde el principio él sabía que la victoria sería suya ¿Verdad?


Limpia o no una victoria no dejaba de serlo.


— Fui campeón de ajedrez en secundaria — alardeó Bokuto — Para demostrarte lo gentil que soy te contaré aquel pequeño secreto de todos modos, puedes darme un beso como agradecimiento si quieres a Akaashi no le molestará — se acercó hasta su oído, al principio el rubio retrocedió, sin embargo el bicolor lo tomó de los hombros — Kuroo ha estado observándolos desde hacía mucho...deberías dejar de sonreírle a Ushijima o vas a hacer que enloquezca, créeme; estaba tan furioso que me asustó un poco.


Tsukishima lo apartó de inmediato y observó hacia los lados, casi con paranoia, Kuroo no estaba por ningún lado. Ni siquiera lo había visto llegar a la casa, Bokuto probablemente estaba mintiendo, solo quería divertirse con él. Era un tipo irritante que adoraba jugar al sabelotodo, sin embargo cambió de opinión cuando elevó la mirada hacia el segundo piso y un escalofrío le recorrió la espina dorsal. No podía verlo, pero sabía que estaba ahí; observándolo detrás de aquella lejana ventana.


Casi podía sentir su mirada quemándole la piel.


— Ya debo irme — gradando la compostura y con un poco de ayuda de Akaashi, Tsukishima se levantó de la silla, le agradeció al moreno con un movimiento de cabeza y este respondió de la misma forma.


— No te sientas mal por haber perdido, él hace trampa, pero muy pocas personas saben cómo lo hace y créeme es muy frustrante. — suspiró — Le encanta jugar con la mente de otros, solo ignóralo y no le sigas el juego, de lo contrario no va a parar — dijo Akaashi. Era un poco reconfortante ver confirmada su teoría, sin embargo también le hacía darse cuenta de lo peligrosa que podía llegar a ser una persona así.


Si instinto no falló. Necesitaba mantener la distancia de ese tipo.


— Akaashi, juguemos. — exclamó Bokuto, al tiempo que lo tomaba de la cintura — El que pierda una pieza tiene que quitarse una prenda.


– No, ya es hora de irnos ¿Necesitas que vuelva a repetirte la agenda de hoy? Estamos muy retrasados.


Caminó hacia el interior de la casa ignorando las voces detrás de él. Fue muy capaz de percibir una mirada a su espalda y demasiado consiente de la presencia de Kuroo dentro. Su aroma era muy difícil de pasar por alto, no podría ignorarlo aunque quisiera y lo más frustrante para Kei era que le hacía sentir tranquilidad. Se detuvo e inconscientemente frotó su vientre. Yamaguchi se encontraba en el salón hablando con una de las empleadas de servicio, cuando este notó su presencia se acercó hacia él con cautela y la joven mujer se despidió de ellos con una reverencia.


— Se irán pronto, tranquilo — Yamaguchi sonrió nervioso, había descubierto que era un poco tímido con las personas que no conocía y repentinamente recordó el día en el que lo conoció; también fue muy cuidadoso en ese entonces, aunque no se separó de su lado desde el principio. Supuso que los Alfa debían ser un asunto diferente para él, el pecoso a menudo aseguraba que le parecían aterradores, pero que Kuroo era diferente — Estaré arriba, puedes estar por tu cuenta por ahora.


— ¿Vas a tomar tu siesta? ¿Quieres que te lleve algo?


— No, estoy bien así, hoy no tengo apetito.


En realidad ni siquiera tenía sueño, pero quería alejarse de todos un momentos. Estaba un poco cansado. Subió las escaleras sosteniéndose firmemente de la baranda y cuidando muy bien donde pisaba. Una semana atrás, cuando subía las escaleras pisó una especie de líquido viscoso derramado sobre uno de los escalones superiores y si no hubiera sido por una de las empleadas que se apresuró a sujetarlo, quizá habría caído. Fue una experiencia terrible y casi estuvo tentado a pedir que cambiaran su habitación al piso inferior. Ya había ordenado que se aseguraran de limpiar a fondo toda la casa, sin embargo tener cautela nunca estaba de más.


Ese día Tsukishima decidió romper con su usual rutina y no descansar en su habitación, sus sueños se volvían confusos cada vez que Kuroo estaba en casa, por lo que decidió saltarse su siesta. Caminó en línea recta por el pasillo y detuvo dos puertas al frente del estudio, donde sabía Kuroo se encontraba, e ingresó a un salón de lectura. Era un lugar agradable y bien iluminado. Olía a libros y a té. Le gustaba. Las ventanas estaban abiertas de par en par y las cortinas bailaban al ritmo del viento. Repentinamente advirtió como las hojas de un libro sobre la mesita se agitaron tras una ráfaga de viento, el rubio se acercó a él y lo devolvió a su sitio.


Entonces observó atentamente entre la vasta colección de libros, hasta que al fin encontró uno de su agradado, era una vieja novela que creyó haber leído alguna vez. Otra fotografía cayó de entre sus páginas en cuánto lo abrió; esta era diferente solo mostraba la imagen de Kuroo. El brillo de la inocencia propia de un niño ya no se encontraba en sus ojos, era más oscuro y sombrío, sus facciones eran duras. No tenía nada que ver con el Kuroo que conoció ¿Era ese el real? Sin duda había una diferencia enorme entre la foto que vio dentro de él libro de ajedrez y esta ¿Qué habría pasado durante su niñez? Su rostro era más joven que ahora, debería tener dieciocho o veinte años quizá, no era tan alto como ahora. Pero era él.


Por un momento se perdió en la imagen que aquel trozo plástico mostraba, transportándolo hacia ese momento y llenando su mente de preguntas. Siempre quiso saber más de él, conocerlo a fondo, transformarse en aquel que lo conocía más que nadie y quería que Kuroo también lo fuera para él...pero era un sueño tonto.


De pronto sintió un repentino golpe en su vientre que lo tomó por sorpresa. Gimió e inhaló una gran bocanada de aire para luego expulsarla lentamente. Después de ese le siguió otro que provocó que dejara caer al suelo el libro y la fotografía, y se tambaleara hacia atrás ¿Era esto lo que creía que era? Rápidamente se llevó la mano al vientre y vino otro golpe, no tan fuerte como el anterior, pero si lo suficiente como para que pudiera sentirlo sobre su palma. Entonces sonrió. El bebé se estaba moviendo, inquietó. Le anunciaba que estaba ahí, vivo y ansioso por conocer el mundo.


Esta era la primera vez que lo sentía moverse, era algo increíble y fue muy emocionante para Tsukishima tratar de imaginar que parte de su pequeño cuerpo era el que golpeaba ¿La mano? ¿El codo? ¿Los pies? ¿Las rodillas o quizá la cabeza? ¿Qué era?


— Hola...hijo...


El bebé golpeaba donde la mano de Tsukishima tocaba, era un poco doloroso, pero no por eso menos maravilloso. Se sentía como una respuesta a las palabras que le dedicaba. Deseó tener a alguien con quien compartir ese momento, alguien a quien expresar lo feliz que esto le hacía; seguramente Akiteru abría llorado de la emoción, Hinata se habría asustado y hecho un escándalo, Natsu se lo habría tomado con la emoción propia de una niña de su edad y Kuroo...¿Cuál habría sido su reacción? ¿Habría sonreído o quizá habría...? No, no pensaría más en él, hacerlo le hacía daño. No estaba muy seguro sobre lo que Kuroo pensaba de su hijo y tampoco le importaba. Había decidido que ese bebé era solo suyo, que su hijo se convertiría en su mundo entero, solo quería estar con él, solo lo amaría a él...viviría solo por él.


Con cuidado, Tsukishima se sentó en el sofá que se encontraba más cerca y frotó su vientre con ambas manos. Suspiró lentamente. Se movía mucho ¿Había algo que lo inquietaba? Para tratar de calmarlo tarareó la canción que su hermano solía cantarle cuando no podía dormir y mientras lo hacía también repartió caricias suaves. Parecía estar funcionando, se movía menos y percibió que eso le había hecho feliz, así que continuó tarareando hasta que el bebé dejó de moverse y volvió la calma.


*****


Un solitario libro era todo lo que quedaba en el jardín. Marchados sus invitados, el silencio reinaba nuevamente, sin embargo la mansión no parecía tan solitaria como cuando vivía ahí. Odiaba este lugar, pero algo cambió desde que Kei se mudó, su presencia lo hizo diferente. Tomó el libro entre sus manos y observó la portada; era uno de cinco volúmenes de teoría del ajedrez, el primer regalo que recibió de su abuelo. Cualquier niño de su edad esperaría un juguete o un caramelo, Kuroo solo recibía libros, infinidad de lecciones impartidas por profesores estrictos y castigos severos por su rebeldía. Sin tiempo para jugar, sin tiempo para descansar, poco a poco comenzó a olvidar quien era y se convirtió en aquello que se esperaba que fuera.


Era un poco deprimente, pero estaba agradecido con la vida que llevó.


— Señor ¿Quiere que guarde ese libro? — preguntó una empleada; llenaba sobre una charola plateada los restos de los platos sobre la mesa. Kei comía mucho últimamente, antes a duras penas terminaba la comida de su plato y pasaba la mayor parte del tiempo jugando con ella.


— No, lo haré yo mismo, termina de limpiar aquí y continúa con tus deberes — la mujer asintió y Kuroo volvió al interior de la casa con el libro en mano. Yaku estaba en el sofá y Yamaguchi le servía una taza de té, charlaban como cada día desde que se le pidió custodiar a Kei. Esperaba que bajara la guardia con él y se mostrara tal cual era. Al verlo el menor sonrió ampliamente y se aproximó.


— Los otros ya se marcharon, deberíamos hacer lo mismo o llegaremos tarde a nuestro próximo destino...no deberíamos perder más el tiempo, Kenma ya está esperando órdenes en casa.


— Todavía es temprano, no seas tan impaciente...quiero relajarme un momento — Kuroo negó la taza de té que el pecoso le ofreció con un movimiento de su mano — Sé que esta casa te trae malos recuerdos, no tienes que esperarme, eres libre de marcharte primero o de esperar en el auto si lo deseas — caminó directamente hacia las escaleras y comenzó a subirlas. Yaku no dejó de observarlo en tono momento y se preguntó cuándo hablaría...hasta que lo hizo.


Y fue una pregunta muy predecible.


— ¿Vas a ir a verlo? — Yaku dirigió su mirada hacia Yamaguchi — ¿Dónde está Tsukishima?


— Está es la hora de su siesta, debe estar en su habitación. Su rutina es la misma todos los días...excepto cuando Ushijima-san está aquí, parecen estarse volviendo un poco más cercanos últimamente.


Así que "cercanos" no era como si no lo hubiera notado, hace un momento lo vio sonriéndole amigablemente y a Ushijima respondiendo a sus coqueteos. No perdía el tiempo ¿Verdad? Ni siquiera estaba respetando su embarazo, Kei era un descarado ¿Habría actuado así con sus hombres mientras no estaba en casa? Quizá lo hacía con todos — No voy a ir a verlo — por ahora mantendría su distancia de él por el bien de su hijo. Solo por él. Siguió su camino y alzó el libro al aire — Voy por esto.


— Creí que ya te habías desecho de todos esos libros.


— Yo también.


Había ordenado se deshicieran de todo después de que esa propiedad pasara a sus manos, pero al parecer pasaron por alto algunas cosas. Odiaba cuando no cumplían sus órdenes con eficiencia y tenía que hacer él mismo el trabajo. Tendría que volverse más estricto con sus sirvientes de lo contrario su amabilidad les haría pensar que podían tomarse a la ligera sus deberes.


Abrió la puerta del salón de lectura donde solía estudiar cuando era un residente de esa casa, quería asegurarse de que los sirvientes no hubieran pasado por alto más de ellos, sin embargo permaneció quieto con la mano aún sobre el pomo y frunció el ceño; Kei estaba ahí, sentado sobre el sofá, con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en el respaldo. Obviamente estaba dormido, su respiración lenta y pausada se lo confirmaba.


¿No debía estar en su habitación? Se aproximó a él a pasos lentos y lo observó, parecía tan tranquilo y dulce mientras su mano reposaba delicadamente sobre su vientre, había crecido más desde la última vez que lo vio, no demasiado, pero ya era muy notorio...el tiempo que faltaba para poder conocerlo era corto y aun así parecía una eternidad.


Se había prometido así mismo que no volvería a acercarse a él, estuvo evitándolo las últimas veces que estuvo ahí y lo había conseguido con éxito hasta ahora. Podría haber cerrado la puerta y haberse marchado, pero en su lugar decidió ir hacia él llevado por el deseo de sentir su aroma y ahora, al observándolo dormir con ese rostro sereno e indefenso, se preguntó qué clase de hechizo Kei habría lanzado sobre él para haberlo encantado de esa forma ¿Cuán poderoso era? ¿Volvería a la normalidad si terminaba con el rubio o su recuerdo lo atormentaría por toda la eternidad? Como una sombra.


Quería liberarse, pero mientras más trataba de hacerlo más y más se hundía.


Colocó una mano sobre el vientre del rubio y suspiró, Kei iba a darle un hijo, ahora mismo una pequeña parte de los dos crecía en su interior y ese niño iba a unirlos para siempre, lo quisieran o no. Repentinamente sintió algo que lo dejó desconcertado, un ligero golpecito bajo su palma ¿Fue real? Otro pequeño golpe le dio la respuesta a su pregunta ¡En verdad estaba pasando! Se arrodilló frente al sofá, lo rodeó con sus brazos, apoyó la cabeza sobre aquel vientre y volvió a sentirlo, esta vez más fuerte. Si. Definitivamente era su hijo anunciándole que estaba ahí. Kei gimió, suspiró suavemente y se removió en su sitio, y Kuroo sonrió fascinado, esta era la segunda vez que una emoción tan fuerte se instalaba en su pecho, que se sentía rebosante de alegría y que ansiaba anunciarle esto al mundo.


— Ya quiero poder sostenerte entre mis brazos...— susurró, el bebé volvió a moverse y Tsukishima también lo hizo. Se sentía tan impaciente por poder conocerlo y parecía que su hijo también lo estaba por conocer el mundo. Apostaba lo que fuera a que iba a ser un niño un poco problemático, tanto él como Kei no eran exactamente amantes de las reglas.


Pronto, dentro de tan solo unos meses más podría verlo y tocarlo... entonces no volvería a ver a Tsukishima; nunca más. Eso era algo que había decidido desde hace mucho tiempo, sin embargo ese pensamiento le dejó un mal sabor de boca, amargo y desagradable, como cada vez que se atrevía a recordarlo o a imaginar su vida sin él.


No iba a volver a ver su rostro o a escuchar su voz.


Fue solo entonces cuando el peso de lo que estaba a punto de hacer cayó sobre sus hombros y de nuevo ese sentimiento de culpa lo invadió. "Mata tus emociones, desecha tus sentimientos" esas palabras se habían grabado tan profundo en su mente, no sabía en qué momento las había olvidado o cuando dejó de seguirlas, pero necesitaba volver a creer en ellas.


"Tus decisiones son absolutas, retractarse es sinónimo de debilidad y mi nieto no es alguien débil"


"Escucha, Tetsurō. Tú no estás mal, es la sociedad, el mundo entero es el que está mal y tu trabajo es hacer que lo vean...que sigan bajo las reglas que impongas"


"Si deseas algo tómalo, es tuyo y nadie tiene derecho a decirte lo contrario"


Su abuelo, orgulloso y severo como siempre fue, vivió bajo sus propias creencias y reglas, y le instruyó bajo las mismas. Muchos dirían que creció como un niño mimado, vivió rodeado de lujos, esplendor y sirvientes que seguían sus órdenes, pero no fue así; los castigos que recibió y las cosas horribles de las que fue testigo no eran aptas para un niño de su edad y lo marcaron para toda su vida. Sin embargo lo hicieron más fuerte.


Si amas eres débil, si dudas eres débil, si perdonas eres débil, si te disculpas eres débil. Los sentimientos son algo innecesarios, desechables. Kuroo creció creyendo en eso, fue educado para creer en eso, y Yaku y Kenma fueron educados rigurosamente para siempre recordárselo. Había sobrevivido todo este tiempo gracias a eso, ahora era temido y respetado por todos, pero ¿Realmente eso estaba bien?


No lo había dudado antes, en ningún momento, hasta ahora.


Estaba mal, verlo provocaba sentimientos que no debería tener, le hacía mal y aun sabiendo eso, no podía dejar de observarlo o inundar sus pulmones con la dulzura del aroma que se desprendía de su piel y que lo invitaba a tomar más. No era el hombre fuerte que siempre creyó ser. Su herido corazón no dejaba de llorar su traición...también se negaba a dejar de amarlo.


— Espero que me perdones por ser un padre tan lamentable...— ¿Qué clase de educación podía darle? ¿Con que principios iba a educarlo?


Kuroo alzó la mirada y descubrió que Kei lo miraba, somnoliento y confundido, sus ojos brillaban con la luz del recién despertar, dorados cristalinos, como piedras preciosas que atrapaban el color del amanecer. El color que más amaba en los ojos de la persona por la que estuvo dispuesto a abandonarlo todo, poco a poco iba transformándose en un glacial dorado que ansiaba congelar su alma.


— Creí que ya te habías ido — masculló el rubio sin poder ocultar su incomodidad, lo apartó — ¿Necesitas algo? Interrumpiste mi siesta.


— Está es mi casa, puedo ir a dónde me plaza — Kuroo se incorporó y no pudo evitar pasar una mano por su cabello, frustrado.


— De acuerdo, has lo que quieras — el rubio se levantó, pareció tener algunas dificultades para hacerlo, pero era obvio que no quería su ayuda y era irritante; su mirada, ese orgullo suyo, su tono de voz y el rechazó en él ¿Cómo se atrevía a jugar al digno frente a él? no le quedaba después de lo que había hecho, sin embargo...


— Kei el bebé estaba...


— Mi hijo está bien y si no tienes nada más que decir entonces me voy — le cortó él rubio ¿Qué demonios pasaba con él? Hace sólo una hora estaba sonriéndole a Ushijima, lo miraba con interés, actuaba encantador, coqueto y respondía a sus atenciones como si estuviera encantado...como si le gustara. Le había costado mucho trabajo guardar la compostura en ese momento y fue un infierno. No tenía ningún derecho a hacerle esto.


¿Creía que podía hacer lo que quisiera? Estaba equivocado y era su culpa, todo este tiempo fue demasiado gentil con él, Kei necesitaba conocer su lugar y Kuroo enseñarle modales. — No he dicho que puedes irte — le sujetó de la muñeca, Kei tiró de su brazo, sin embargo no consiguió liberarse y lo haló hacía él, por supuesto el rubio forcejeó.


— No necesito tu permiso, suéltame — trató de empujarlo con su mano libre, pero Kuroo la sujetó también, estaba atrapado, sin embargo no cedió. — Te dije que me sueltes.


Altanero y rebelde. Kei parecía tener una idea equivocada de cómo se movía el mundo, parecía que no tenía la menor idea de dónde se encontraba parado o cual era su papel, era tan ingenuo — Eres solo un Omega, Kei, no necesitas orgullo — sentenció — Está es mi casa, mi propiedad y mientras estés aquí también me perteneces, así que limítate a cerrar la boca y a seguir mis órdenes.


Kei enrojeció de ira, sus iris eran furiosas llamas que buscaban calcinarlo hasta dejar cenizas de él, temblaba, como prueba de la intensidad de sus sentimientos. Sus emociones eran abrumadoras, un tormenta difícil de controlar, sin embargo se detuvo — Un Alfa...— murmuró al tiempo que bajaba la cabeza. Volvió a temblar, no de ira, Kuroo descubrió que reía cuando esté alzó nuevamente la cabeza y lo miró, esa altanera y pequeña nariz alzándose — Eres solo un Alfa patético que no es capaz de controlar a un simple Omega ¿De verdad crees que voy a obedecerte? — tiró de su mano y Kuroo volvió a apretarlo, está vez con fuerza — Vas a necesitar más que esto, Kuroo.


Ahora fue su turno para enfurecer, con un solo empujón hizo al rubio retroceder hasta que su espalda chocó contra la pared. No con violencia, pero la brusca fricción de sus manos sobre sus muñecas lo hizo gemir y luchar salvajemente contra él — No juegues conmigo, no te atrevas a provocarme — sentenció el pelinegro al tiempo que se inclinaba hacia su oído — La próxima semana tienes que ir con el médico ¿Lo entiendes?


— Si ¿Puedes soltarme ya? No soporto que me toques.


— Largo.


Lo soltó y Kei frotó sus enrojecidas muñecas, giró y en ese fugaz instante Kuroo pudo ver sus ojos, tan heridos como furiosos ¿Que había hecho? Tonto. Quería llamarlo, sin embargo él abandonó la habitación con ese maldito aire orgulloso tan propio de él y el moreno no se atrevió a detenerlo. No se suponía que sería así, estaba permitiendo que sus emociones lo dominaran, se estaba dejando llevar por sus celos. Miró sus palmas ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Que estaba tratando de probar?


Pateó una pequeña mesa ubicada a un costado de un librero al tiempo que rugía con furia, esta se rompió contra la pared, dejando una marca de impacto sobre ella. Kei era tan frustrante, no podía pensar cuando estaba cerca, lo confundía...también lo enloquecía, ese maldito orgullo suyo, lo cortante y lo altanero que era lo volvía loco, encendía su sangre, llenaba sus venas de adrenalina. Le encantaba.


Comenzó a ir de un lado a otro de la habitación mientras que miles de pensamientos y recuerdos sobre él sea agolpaban en su memoria y se burlaban de él despertando sentimientos amargos. Frustrado, pateó el libro que se encontraba sobre el suelo hacia la pared, este cayó escandalosamente sobre los trozos de la mesa, entonces enredó los dedos en su cabello.


Palabras que no quería recordar, momentos que quería olvidar, errores, aciertos, victorias, derrotas...traiciones. Sentía la cabeza a punto de explotar. No podría tomar una decisión coherente, estando tan confundido como lo estaba ahora no era capaz de razonar. Se sentía como un ratón acorralado dentro de las cuatro paredes de su mente. Necesitaba alejarse de todo y de todos, encontrar un jodido momento de paz; Yaku y Kenma no lo estaban ayudando, Kei tampoco lo hacía, ni el mismo. Cuatro meses, tenía cuatro meses antes de tomar una decisión definitiva...antes de que no hubiera marcha atrás.


Solo esperaba nada malo ocurriera antes de eso.


*****


Apoyó una mano contra la pared y jadeó, entonces la apretó en un puño y lo golpeó contra esta ¿Cómo se atrevía a decirle todas esas cosas? Kuroo no era su dueño, no tenía derecho sobre él, no podía darle órdenes. No era un objeto, mucho menos algo suyo. Tenía el estómago revuelto y a su intensa furia le apretaba las entrañas, sin embargo eso no era lo único que estaba experimentando, había algo más que tormento. Un recuerdo. Kuroo sonriendo con dulzura al tiempo que tocaba su vientre, vio ilusión en sus ojos, también vio emoción y Kei se sintió contagiado por él.


Esto, vivir bajo el mismo techo odiándolo y amándolo a la vez era difícil, Akiteru tenía razón. Quería marcharse, quería salir de esa enorme casa tan llena de personas extrañas y recuerdos de Kuroo. Quería escapar, huir lejos y no volver a ver su rostro nunca más, pero sabía que era imposible, nadie le ayudaría, estaba atrapado dentro de ese maldito lugar y a la espera de una luz que, sabía, jamás llegaría.


Lo único que lo mantenía cuerdo era su hijo, tenía que ser fuerte por él...incluso estaba dispuesto a dejar que aplastaran su orgullo podía estar a su lado.


— Tsukki ¿No estabas en tu habitación? ¿Estás bien? — Yamaguchi estaba parado frente a su puerta, con las manos detrás de la espalda ¿Ocultaba algo? No, no podía ser ¿Que estaba haciendo ahí? Tenía la impresión de que estaba husmeando, solía hacer eso también en la mansión principal de Kuroo, como una hiena. El pecoso no le desagradaba, sin embargo podía llegar a ser asfixiante algunas veces y a veces también sentía que necesitaba alejarlo — ¿Tuviste otra pesadilla? — había algo en él que no terminaba de gustarle, aunque bien podría ser solo paranoia suya. No estaba muy seguro.


— No podía dormir y salí a dar un paseo para relajarme — mintió el rubio al tiempo que seguía directamente hacia su habitación, sitio que jamás debió abandonar en todo el día — Pero creo que ya ha sido suficiente.


— ¿Por qué no intentas recostarte? Tal vez así logres conciliar el sueño o quizá quieras charlar un rato, podría pedir que suban la cena a tu habitación esta noche si no te sientes con ánimos de bajar al comedor.


— Si, haz eso — Yamaguchi abrió la puerta y lo dejó entrar primero, el moreno siguió detrás de él y recorrió despreocupadamente la habitación mientras el rubio abría la ventana del balcón, entonces se acercó a la cama y tomó el pequeño libro que había dejado sobre esta antes de salir al jardín en la mañana. Era un libro de nombres para bebé, regalo de Akaashi durante su segunda visita a la casa, hablaban más últimamente y Tsukishima descubrió que le agradaba.


Y no solo por el hecho de que también era un Omega, le hacía sentir tranquilo, no lo presionaba para hablar o forzaba su presencia sobre él.


— ¿Ya estás buscando nombre para el bebé? ¿No crees que te estas precipitando un poco? — el tono inocente con el que dijo esas palabras le pareció un poco sospechoso ¿Sabía algo que él no? Últimamente le parecía que era así, no hacía comentarios al respecto, pero se comportaba extraño cada vez que el bebé se transformaba en su tema de conversación.


— ¿Por qué? ¿Hay algo que debería saber?


— No, no no...— Yamaguchi negó repetidas veces, nervioso, incluso se llevó una mano a la nuca y lo miró con timidez — Tal vez sea solo un rumor, no es como que si él me lo hubiera dicho ni nada como eso, pero...no, no debería preocuparte con una tontería como está. Podría hacerte daño o...


— Quiero escucharlo ¿Qué es? — insistió. Después del primer comentario de Yamaguchi, Tsukishima tenía una ligera sospecha. No. Probablemente lo sabía desde mucho antes, pero quería confirmarlo. — Va a quitármelo, es eso ¿Verdad? Quiere quitarme a mi hijo.


— Es solo un rumor, no te lo tomes tan en serio ¿Si?


No. No era un rumor, estaba seguro de eso. Tenía que haberse esperado algo como eso de Kuroo, el que lo dejara marcharse con su hijo o que le permitiera criarlo era un sueño demasiado optimista e ingenuo, pero si no se hubiera aferrado a esa idea desde el principio ya habría enloquecido. Una parte de él lo sabía, pero ese conocimiento para nada amortiguó el golpe que esa verdad supuso. Podía soportar cualquier cosa, insultos, gritos, incluso el maltrato estaría bien para él, pero esto no ¿Acaso Kuroo trataba de matarlo? ¿Trataba de acabar con lo poco que quedaba de él? ¿Lo odiaba tanto como para hacerle algo tan cruel? Si, esta era la prueba.


— Entiendo — susurró Tsukishima. Estaba más calmado de lo que creyó estaría, sin embargo no se sentía muy bien — Voy a tomar mi siesta ahora ¿Podrías dejarme solo? Pide que suban mi cena a la hora de siempre.


Yamaguchi lo miró por unos segundos sin responder, parecía estar buscando insistentemente algo en él, pero no pudo encontrar nada ¿Estaba preocupado por él? No parecía ser el caso, pero había algo ahí — Claro, llámame si necesitas algo...descansa — Tsukishima no lo notó, pero en ese momento el pecoso sonreía, con triunfo y malicia. Su verdadero rostro fue revelado en ese momento.


Se dejó caer suavemente sobre la cama, entonces descubrió que su corazón latía horriblemente rápido y cada latido hacía eco en su cabeza y apretaba su garganta, sentía frio y calor al mismo tiempo. También sofoco. La energía abandonaba su cuerpo, se diluía en la nada oscura, quería hacer algo; correr y enfrentar a Kuroo. Pero solo pudo abrazarse a una almohada y cerrar los ojos con fuerza mientras sentía como el peso de ese dolor atacaba su frágil cuerpo y la frustración de saberse inútil, de saber que no podía proteger a su hijo, lo hacía sentir miserable. Ahora más que nunca quería volver a casa, ahora más que nunca necesitaba a su hermano. — Hermano, llévame a casa...Hermano...no quiero estar aquí...sálvame, por favor ven y sálvame — derramó lágrimas, ahogó gritos y lamentos contra la almohada hasta que su garganta ardió. Su hijo, iban a quitarle a su hijo, preferiría morir, que el acabara con su vida...quería morir. Solo había una palabra que podía definir a la perfección lo que Tsukishima estaba sintiendo en ese momento, desesperación.


La luz desapareció lentamente frente a sus ojos y era reemplazada por una oscuridad profunda que hundía su alma.


Debió haberse quedado dormido, porque cuando abrió los ojos la oscuridad reinaba en la habitación. La ventana seguía abierta y el aire frío de la montaña se colaba entre las cortinas, tenía frío, sin embargo lo único que hizo fue ver cómo la noche lo cubría todo. Repentinamente notó algo extraño y fuera de lugar al borde de la cama, una figura que no debería estar ahí...tomaba forma y se transformaba en alguien. Quizá aún seguía dormido, quizá seguía soñando, ese alborotado cabello solo podía pertenecer a una persona, Hinata.


Pero era imposible ¿Verdad?


— Tsukishima ¿Puedo encender la luz? La oscuridad me da un poco de miedo. — tenía la misma voz de Hinata ¿Podría ser posible? ¿A caso la desesperación le había hecho enloquecer? — Tsukishima...hey — el menor largó la mano y tocó su brazo con el dedo índice, un par de veces, se sentía real.


No estaba soñando ¿Verdad? ¡Estaba ahí!


Rápidamente, Tsukishima se incorporó y encendió la luz de la lámpara, de esa forma fue capaz de apreciarlo mejor; la misma estatura, los mismos ojos, el mismo rostro...incluso el mismo aroma. Definitivamente era Hinata, pero ¿Cómo? — ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo entraste? ¿Cómo sabias que estaba aquí?


Lo bombardeó con preguntas frenéticas y Hinata cerró los ojos, tratando de procesar todas y cada una de ellas — Hablé con tu hermano, el me habló de este lugar; pero llegar aquí fue muy difícil, me encontré con dos casas con fachadas parecidas a esta y estaban llenas de personas peligrosas, me perdí en el bosque y después, cuando pensé que jamás encontraría este lugar, encontré un perrito que me guió hasta aquí...las sirvientas dejan comida para él en la parte trasera. Él y yo nos hicimos amigos — Hinata se mostraba tan feliz como siempre, contaba aquella historia como si se tratara de un evento cotidiano y sonreía mientras lo hacía — Vine para llevarte a casa, Natsu te extraña mucho y yo también.


— ¿A casa?... ¿Puedo...puedo volver?


— Si, vamos juntos.


¿No todo estaba perdido? No, no lo estaba, pero irse ahora era peligroso, Kuroo estaba en la mansión y no tardarían mucho en encontrarlo con él al mando, tenía que preparar el terreno. Arreglar un par de cosas, asegurarse de que por ningún motivo lo buscarían y para ello necesitaba la ayuda de Hinata, tomaría un poco de tiempo y tendría que darle muchas instrucciones al menor, pero si todo salía bien dejaría de ser un prisionero y conseguiría su libertad. Cuatro meses, tenía alrededor de cuatro meses para lograr su alocado plan.


No tenía tiempo para dudar, a partir de ahora no podía perder un solo segundo. 

Notas finales:

>3< Gracias por leer >3<

 

 


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