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CHOICES por Nova22

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Notas del capitulo:

>3< Actualización >3<

Capítulo 22


Salieron de la mansión muy temprano en la mañana, todo estaba muy silencioso; un velo de niebla cubría los árboles, emborronaba sus colosales siluetas y los difuminaba con las tonalidades que pintaban el tardío amanecer de invierno. Los primeros rayos del sol traspasaban con timidez las espesas copas de los árboles del bosque y se reflejaban sobre el cristal del auto por el que Tsukishima se mantenía observando con confusión.


Todo era muy extraño para él. Confuso. No había prestado demasiada atención la primera vez que llegó a la propiedad, sin embargo estaba seguro de que ese no era el camino que tomaron en ese momento. No entendía, parecía como si estuvieran conduciendo en círculos, todo se veía exactamente igual. Cada árbol, arbusto y roca eran similares y, por un instante, creyó que estaban perdidos, hasta que, de un momento a otro, salieron a la carretera y el nada repetitivo panorama al fin logró calmar su inquietud.


Dos autos se unieron a ellos segundos después y continuaron en silencio su camino hasta la ciudad. Estaba decepcionado, una parte de él esperaba encontrar algún indicio de cómo salir de ahí, pero era imposible. Lo único que se había ganado había sido un molesto dolor de cabeza y frustración. Suspiró y observó con recelo el reflejo de su acompañante. 


Kuroo había estado muy callado desde la mañana, no le había dirigido la palabra para más que para decirle que era el momento de marcharse y que debía subir al auto. Tampoco esperaba tener una larga y amigable conversación con él, era todo lo contrario; no quería que estuviera ahí y realmente le habría encantado fingir que no lo estaba en este momento, pero estuviera cerca o no, su presencia siempre se hacía notar. Estaba en su piel y cada uno de sus sentidos...como un tatuaje que alcanzaba hasta su alma.


— No volveremos hasta mañana, una maleta con tu ropa fue enviada al departamento — habló Kuroo, cuando al fin hubieron llegado al Hospital. La estructura era alta, blanca, moderna y solitaria. De acuerdo a Yamaguchi Kuroo estaba financiándolo, así como también lo hacía con otros en distintas zonas de la ciudad. Debía tener una razón importante para ello, algo distinto a la falsa imagen de altruismo que muchos hombres poderosos querían adoptar...razones oscuras en las que no quería pensar.


— ¿Por qué? Es solo una revisión de rutina, podemos volver después — refutó Tsukishima. Si emprendían camino justo después de la cita programada podrían llegar antes de que la noche cayera por completo, quizá antes — No quiero quedarme — no nuevamente en ese departamento, no había forma en que pudiera dormir otra vez en esa habitación...de que pudiera permanecer un maldito segundo sin recordar o sentir ¿Por qué Kuroo se empeñaba en atormentarlo?


— Te desmayaste, no voy a permitir que vuelva a pasar...piensa un poco más en el bebé y deja de comportarte como un niño caprichoso — mustió Kuroo, sus ojos ensombrecidos como una profunda penumbra, su tono de voz áspero y autoritario — Vas a descansar ahí y mañana volveremos, no hay nada más que discutir aquí, Kei...obedece.


Kei apretó los puños, sus labios temblaron, sintió un nudo en el estómago. Su ira relampagueaba en su pecho alimentada por su indignación — Si no quieres que vuelva a pasar, entonces mantente alejado de mí...eres tú quien debería pensar más en este bebé en lugar de su inútil orgullo de Alfa ya ¿Olvidaste lo que pasó ayer?


Kuroo apretó la mandíbula ¿Había conseguido atravesar su dura coraza? Golpeó a su orgullo ¡Perfecto! Ahora estaban en las mismas condiciones...sin embargo deseaba poder sentir satisfacción en lugar de esa desagradable sensación de derrota por ello — Eso no va a pasar, ese niño es mi hijo y en cuanto a ti...todavía me perteneces y ya es suficiente — respondió Kuroo, notó como su irritación relampagueaba en sus ojos al tiempo que bajaba del auto con un portazo para abrir su puerta.


Tsukishima resopló, rechazó la mano que el moreno le ofrecía y abandonó el auto para caminar en dirección al hospital sin siquiera esperar a Kuroo. Dos escoltas se le unieron inmediatamente. Tenía tantos deseos de correr en este momento ¿Cómo todo se había reducido a esto? Parecía tan irreal, una extraña mentira y mientras más lo pensaba su pecho más dolía, esto era una muy cruel broma del destino. Una dolorosa realidad.


Kuroo suspiró mientras observaba la fina silueta de Kei cruzar la puerta del hospital, sus hombres siguiendo detrás de él como sus órdenes dictaban. Lidiar con él se estaba haciendo cada vez más difícil, no escuchaba sus órdenes, era orgulloso, altanero, cínico y tan jodidamente hermoso que lo estaba enloqueciendo sin remedio ¿Se comportaba de la misma forma cuando estaba con Ushijima? ¿Estaría tratando de ganárselo como había hecho con él? ¿Usaba los mismos trucos? O ¿le era indiferente? Fuera lo que fuera estaba consiguiendo que cayera en su encanto.


A Ushijima le gustaba Kei, era tal y como Bokuto insinuó; le gustaba mucho más de lo que quería admitir. Lo notó en ese momento, iba a besarlo, revisó con detenimiento las grabaciones de las cámaras de seguridad una y otra vez durante toda la noche y la conclusión siempre era la misma. Iba a besarlo, no importaba cuantas veces Kenma le había pedido que dejara de obsesionarse con eso, simplemente no podía sacárselo de la cabeza y la idea lo estaba enloqueciendo lentamente como un letal veneno. Iba a besarlo.


Los labios que alguna vez fueron suyos, su cuerpo, su piel...él deseaba tomarlos y con esa certeza la locura de los celos hacia hervir sus sangre.


— El cardiograma muestra que todo está en orden — dijo el doctor mientras analizaba atentamente los datos. Kei sabía que sería así, sin embargo no pudo evitar sentir alivio de escucharlo de boca de un experto — Lo más probable es que el desmayo se haya debido a una baja de presión debido al estrés...sé que puede ser muy difícil al ser su primer embarazo, pero trate de relajarse un poco más o podría tener un parto prematuro. Hágalo por el bebé ¿De acuerdo?


Por el rabillo del ojo Tsukishima observó a Kuroo, este también lo miró fugazmente provocando que apartara mirada inmediatamente. Bajar sus niveles de estrés iba a ser una tarea extremadamente difícil si peleaban cada vez que se veían, el rechazó era la única defensa que tenía contra esos malditos sentimientos que aún conservaba por él, lo único que le permitía ocultar cuanto dolía tener que verlo. Vivía completamente estresado desde que volvieron a encontrarse, estaba asustado por el futuro que se mostraba cada vez más oscuro.


El único momento en el que encontraba realmente tranquilidad era cuando dormía, sus sueños eran un escape a la realidad que estaba viviendo, pero también le resultaban dolorosos. Kuroo era siempre el protagonista y era un dulce dolor que no se atrevía a soltar. Sin embargo no podía dormir para siempre. Aunque eso era lo que realmente quería en ese momento, sin importar nada, todas esas pruebas eran agotadoras. Entendía que tenían que hacerse; había pasado mucho tiempo sin llevar un seguimiento, pero ya estaba cansado y estuvo a punto de quedarse dormido en más de una ocasión.


Sin embargo, su cansancio, estrés, inquietud y todo aquello que estuvo aquejándolo toda la mañana desapareció cuando vio nuevamente a través de la pantalla la pequeña figura de su bebé. Estaba seguro de que verlo no le afectaría como antes…y no estaba equivocado, el impacto fue aún más grande. Demoledoramente maravilloso. Todo su pequeño y delicado cuerpo se movía dentro de él, como si estuviera luchando con un rival imaginario. Inquieto y lleno de vida. Anunciándole que estaba ahí con todo lo que tenía. Tsukishima sintió un incontrolable deseo de meter la mano a través de la pantalla, tomar a ese pequeño y no soltarlo nunca más.


Quería tanto protegerlo.


Se sentía como si no existiera nada más en el mundo, nada más que el latido de su corazón y esa emoción que llenaba cada parte de su ser; ese amor. Y cuando volteó a ver a Kuroo descubrió que estaba experimentando lo mismo que él, supo que estaba tan fascinado cómo él...que amaba a ese pequeño niño tanto como él lo hacía. Entonces el rencor que había entre ellos desapareció, en ese momento solo eran padres que esperaban la pronta llegada de su bebé, llenos de ilusión y de sentimientos que ansiaban ser compartidos por el otro. Este momento lo era todo, era su todo y no dudaron un solo segundo en permitirse perderse en él.


Encerrados en sus propios pensamientos, ansiando solo sentir eso tan dulce que daba vida a sus almas, no se percataron de que la cercanía entre ellos era cada vez menor. Como si una fuerza invisible los atrajera hacia al otro empeñada en conceder los deseos más profundos de su corazón. Entonces sucedió; se perdieron en la profundidad insumergible de los ojos del otro, descubrieron nuevos y únicos matices pintados con las gentiles pinceladas de sus sentimientos y, solo un poco, acercaron sus manos y enlazaron, sin pensarlo, sus meñiques apaciguando el anhelo en sus almas, el insoportable ardor de su piel y la tormenta en sus corazones dentro del reconfortante calor que el otro transmitía.


— Sin duda van a tener un niño sano y fuerte, está lleno de vitalidad, lo felicito, señor — habló el doctor. Lanzándolos de nuevo a las garras de la realidad, dejándolos solo con los débiles ecos de un amor que ya sabían perdido por siempre — Aquí tienen la cinta de vídeo, si desea que haga copias solo tiene que pedírselo a la enfermera...ella le entregará el estudio completo en un momento — él entregó al moreno la cinta que acababa de sacar del aparato. Kuroo lanzó una triste sonrisa y el toque mágico de sus dedos se esfumó como espuma sobre las olas del mar — Ya puede vestirse, hemos terminado por esta ocasión.


El doctor estrechó la mano de Kuroo y se marchó después de darle una reverencia. Ninguno de los dos dijo nada mientras Kei volvía a vestirse y fue una tortura; tenso y pesado, no había nada bueno ahí pues, con esa falta de sonidos eran mucho más conscientes de la presencia del otro y de la fría sensación de un sentimiento muerto que estaba listo para atormentarlos.


— ¿Quieres almorzar hoy con tu hermano? — ofreció repentinamente, Kuroo, Kei detuvo momentáneamente los movimientos de sus dedos sobre su camisa, no lo miró y después de unos segundos reanudó su trabajo con ella. Sus ideas seguían suspendidas en su mente, la tormenta de sentimientos lo volvía todo confuso y solitario, pero sabía que era lo que quería.


— Quiero volver a la mansión — respondió el rubio al tiempo que alisaba las arrugas de su camisa en un intento de no verlo a los ojos. No quería discutir con él, estaba cansado, lo único que deseaba era volver a su habitación y tumbarse sobre su cama — Todavía es temprano, podríamos llegar antes del anochecer si salimos ahora.


— No, ya te lo dije antes,  no volveremos hasta mañana...hoy descansas aquí.


Lo miró, sus miradas chocaron con determinación; parecía que tendría que prepararse para otro enfrentamiento.


— ¿Por qué insistes tanto en que debemos quedarnos? No quiero hacerlo ¿Qué está pasando?


— Porque...— Kuroo apretó los labios, vaciló, estaba sucediendo otra vez. Perdía la calma bajo la frustración de no poder tener el control ¿Por qué era tan difícil para él solo obedecer? ¿Estaba tratando de enloquecerlo? Conociéndolo como lo hacía, esa debía ser la respuesta, siempre le gustó lo orgulloso y altanero que era y Kei lo sabía muy bien — La gente de Ushijima también está aquí para escoltarte...no confío en ellos — o mejor dicho en la intenciones de Ushijima, antes de partir recibió un mensaje suyo; quería ver al rubio, por supuesto decidió ignorarlo convenientemente — Quiero evitar cualquier cosa que pueda ponerlos en peligro mientras estés aquí y espero que por esta ocasión coincidas conmigo, hagamos esto por el bebé.


— Bien, Como ordenes — resopló con sarcasmo, esto era lo único que podría obtener de él.


Tsukishima sabía que Kuroo y Ushijima eran precisamente amigos, habían tenido un par de conflictos por territorio en el pasado, desconocía cual había sido el resultado o cualquier otro detalle además de la violencia con la que estos se suscitaron. Sin embargo parecían respetarse el uno al otro, por supuesto, respeto y confianza no eran la misma cosa. Claramente podía percibir tensión entre ellos y después de ver como se comportaron durante la noche casi podía asegurar que se odiaban. No estaba seguro, era difícil descifrar lo que ambos pensaban, pero lo percibió…toda esa violencia y desprecio.


No era la clase de vida que quería para su hijo, por esa razón necesitaba alejarse de todo esto pronto.


Recorrieron el pasillo en un silencio que solo era llenado por el murmullo de las pocas personas que deambulaban alrededor, lamentablemente no había mucho que pudiera hacer. Por el niño que esperaba, seguir las sugerencias de Kuroo era la mejor opción, podría odiarlo en este momento, pero la seguridad de su hijo era su principal prioridad. Por lo que no dudó en seguirlo, sin embargo antes de salir fueron abordados por Kenma, sostenía una pequeña y fina caja roja con un adorable moño blanco que fácilmente podría ser sostenida en la palma de su mano. Era bonita.


El menor miró a Kuroo, quien hizo un gesto de molestia antes de asentir dando su permiso, entonces esta le fue extendida.


— ¿Qué es? — preguntó Tsukishima observándola con recelo, aunque era bastante obvio lo que era.


— Un regalo — respondió secamente al tiempo que miraba de reojo a Kuroo — De Ushijima...uno de sus hombres acaba de entregármelo.


Tsukishima frunció el ceño, estaba seguro de haberle dejado claro a ese tipo que no quería regalos suyos, no estaba respetando sus deseos. No comprendía a esta persona ¿Estaba haciendo esto para molestar a Kuroo? ¿Trataba de provocar alguna clase de conflicto? Sea o no ese el caso, parecía estarlo consiguiendo; el moreno estaba molesto, no parecía un animal rabioso como en aquella ocasión, sin embargo era muy sencillo percibirlo. Le erizaba la piel. Eso lo molestó, recordó su pelea y como este lo había acusado con todo el peso de su rabia.


Estaba siendo caprichoso, lo sabía bien, ni siquiera quería ese obsequio, sin embargo terminó tomándolo de todos modos. No quería que Kuroo ganara, no quería que descubriera el poder que tenía sobre él. Haló el moño y esta se abrió entre sus manos permitiéndole ver una bonita caja de cristal cortado con una espléndida rosa dentro. Al menos no era una joya, no obstante no era algo que quisiera conservar. Ushijima era listo, no estando presente no podría devolvérsela, quizá tendría que esperar a la próxima vez, aunque tenía el presentimiento de que cualquier cosa que dijera sería inútil.


— Ya llévame con mi hermano — guardó el obsequio dentro de uno de los bolsillos de su abrigo y se preparó para subir al auto, necesitaba un respiro. Estar encerrado lo que restaba de la tarde en ese departamento con Kuroo o Kenma era lo último que deseaba. Con Akiteru al menos podría estar tranquilo un momento, había pasado un tiempo desde la última vez que lo vio y quería saber si todo estaba en orden con su recuperación o si se sentía cómodo en ese nuevo hospital.


Creyó que la tensión entre él y Kuroo sería insoportable durante su trayecto al hospital, sin embargo la atmósfera era más tranquila de lo que imaginó. No se dirigieron la palabra, por supuesto, el moreno parecía demasiado absorto en sus pensamientos y se preguntó fugazmente porque no había armado un escándalo similar al de la última vez, Kei estaba preparado para sus acusaciones.


Tal vez, en ese momento, solo estaba preocupado porque creyó que Ushijima le haría daño al bebé, desaparecieron repentinamente y todos perdieron la cabeza. Lo había dicho antes, sus enemigos harían lo que fuera para dañarlo y a estas alturas ya deberían saber que pronto seria padre.


— Espera hasta que vuelva por ti ¿Entendido? — Tsukishima alzó una ceja ¿No iba a darle límite de tiempo esta vez? Casi parecía mentira que accediera a dejarlo solo cuando había ordenado vigilancia total sobre él, quizá esperaba que bajara la guardia — Tengo algo que hacer ahora, pero volveré pronto, no te vayas con nadie más, no hables con nadie y no te acerques a la gente de Ushijima…ni a él, es importante que me escuches esta vez.


Tsukishima rodó los ojos, estaba siendo tratado como un niño ¿Porque estaba tan preocupado? No veía la diferencia entre los hombres de Kuroo y los de Ushijima, eran lo mismo. No podía imaginarse sintiéndose menos atrapado con ninguno de ellos. No. En realidad, si pudiera mantenerse alejado de Kuroo seria genial, sin embargo eso no haría muy feliz a su hijo, no estaba muy seguro de esto, pero su presencia hacia que se sintiera diferente. A él le gustaba.


Se alejó de Kuroo con una extraña sensación en el pecho y un nudo en el estómago e ingresó al recinto resistiendo el impulso de voltear solo un segundo. No lo necesitaba, los ojos de Kuroo estaban sobre su espalda. Caminó por los pasillos evadiendo a un par de enfermeras que caminaban a toda prisa, se dirigió hasta la habitación de su hermano y llamó a la puerta antes de abrirla. El conocido olor a medicina  lo golpeó en las fosas nasales, pero eso no fue lo único que percibió. Algo similar al aroma a jazmín que siempre estaba impregnado en la ropa de su hermano lo saludó tranquilizando su ansiedad. Era agradable. Lo vio. Akiteru se encontraba dormido, probablemente por la medicina de su tratamiento; tenía el cabello revuelto y la piel inyectada del color de la vida.


— ¿Hermano? — murmuró acercándose a él, tocó su mejilla y volvió a llamarlo suevamente. El mayor apretó los parpados y abrió dificultosamente los ojos. Lo miró, se mantuvo haciéndolo, confundido, durante unos segundos antes de jadear y sentarse abruptamente sobre la cama.


Ese repentino movimiento lo mareó y tuvo que sujetarse la cabeza antes de volver a dirigirse a él. Lo tomó suavemente de los hombros. Lo soltó. Trató de volver a hacerlo, pero, en su lugar, cubrió su boca con ambas manos — Creció — murmuró con la vista fija en su vientre, lo miraba con tal intensidad que se sintió un poco avergonzado — ¡Creció mucho! ¡Kei, estas esperando un bebé! ¡Mi sobrino!


— ¿Eh?...Si, ya me habías visto ¿Recuerdas?


Akiteru le dio una mirada apenada y rió torpemente, estaba casi seguro de que iba a decirle algo que no le gustaría. Conocía a su hermano y lo sobreprotector que era con él — Si, pero, estaba negando un poquito la realidad — confesó — Soy tu hermano mayor y para mí todavía eres un niño y no puedo imaginarte...a ti...en...Uhn...no puedo imaginarte...teniendo...


Palideció y fue tan consiente de como la sangre se drenaba de su rostro que fue casi aterrador, estuvo a punto de atragantarse con su propia saliva — ¡No lo imagines! — exclamó Tsukishima, avergonzado. Esto era lo peor, por ningún motivo quería tocar ese tema con su hermano, ni con nadie ¿Por qué siempre tenía que avergonzarlo? Ya no era un niño, había dejado de serlo hace mucho tiempo, tenía 26 — No lo imagines — repitió en un susurro, era un poco molesto, pero ese era un rasgo de su hermano que no querría cambiar.


Había sido lo correcto venir, Akiteru se veía muy animado…Kei también lo estaba.


— Está bien, si…tienes razón — murmuró — ¿Cómo está el pequeño Akiteru? — habló el rubio mayor a la altura de su vientre y con una voz demasiado melosa — ¿Estas cuidando bien de mami? No le causes muchos problemas por las noches ¿De acuerdo? Se pone un poquito gruñón si no consigue dormir apropiadamente.


Tsukishima rodó los ojos, estaba sonriendo — El bebé está bien y solo para aclarar, no voy a ponerle tu nombre — respondió reprimiendo una carcajada. Hinata había dicho exactamente lo mismo que Akiteru cuando preguntó por el bebé, pero lamentaba decirle a ambos que no llevaría el nombre de ninguno, su hijo llevaría el nombre más especial de todos, aunque todavía no sabía cuál era ese.


Akiteru elevó la vista, la mirada que le lanzó presagiaba la llegada de un berrinche incontrolable, sin embargo, y para su total sorpresa, sonrió gentilmente — Te ves saludable y…precioso, estoy feliz de ver que estas bien ¿Cuánto tiempo vas a quedarte?


Kei también lo estaba, la última vez que se reunieron no estaba en su mejor momento y él había desaparecido sin siquiera haberle dado la oportunidad de despedirse. Lo extrañaba, estaba sintiéndose muy solitario últimamente — No lo sé, Kuroo vendrá más tarde por mí…tuvo la amabilidad de dejarme almorzar contigo — respondió con tono sarcástico, aun ahora le era difícil de creer que hubiera tenido esa clase de consideración con él, estaba preparado para permanecer encerrado y bajo vigilancia durante lo que restaba de su estancia de la ciudad. Para el moreno es era lo menos que se merecía.


El mayor adquirió un semblante serio, sus ojos oscurecidos y en alerta a cualquier movimiento suyo; fue un poco inquietante — ¿Te está tratando mal? ¿Te maltrata, Kei? Porque si es así voy a matarlo…lo que pasó no fue tu culpa, no tiene derecho a acusarte o a…


Kei negó con la cabeza y cerró los ojos, eso era Imposible. No quería ser el culpable de una desgracia, ya preocupaba lo suficiente a su hermano y no quería que esta vez Kuroo lo lastimara. Las personas como él no tenían escrúpulos ni sabían de compasión — Voy a salir pronto de ahí...lo juro — susurró sobre su oído, podrían estar solo los dos dentro de la habitación, sin embargo no quería arriesgarse a ser escuchado. Akiteru lo había dicho antes; las paredes podían llegar a ser muy delgadas.


— ¿Que vas a hacer? — preguntó también en un susurro.


— Lo que tenga que hacer para salir de ahí lo más pronto posible...por mi hijo.


Akiteru acunó su rostro con una mano, su palma era cálida, su piel suave y su toque gentil. Estaba preocupado, la angustia se reflejaba en el dorado de sus ojos — Kei, no te conviertas en un criminal por alguien como él...ese tipo no merece que arriesgues tu libertad ni tu seguridad — susurró — ¿Tienes siquiera una idea de lo que podría pasarte si te descubren? La cárcel no es lugar para un Omega...van a transformarte en...no puedo permitir que lo hagas— se mordió el labio inferior, frustrado — Eres listo, pero a veces eso no es suficiente, las personas como ellos no saben lo que es la compasión.


Probablemente terminaría encerrado de por vida y no precisamente en una cárcel o quizá, sería considerado una amenaza y terminaría muerto. Las posibilidades eran muchas, sin embargo tenían algo en común; no eran buenas para él y era perfectamente consciente de ello. Aun así no quería rendirse todavía, iba a tener un hijo y tenía que protegerlo a como diera lugar, no podía dejarse vencer...por él y por su futuro.


— No van a descubrirme, no pienso permitir que lo hagan — respondió tratando de convencerse también a sí mismo, tratando así de alejar todos los temores que aún lo asaltaban. Esto era una locura, nadie en su sano juicio se atrevería a hacer algo así, pero Kei necesitaba cometer esa locura. Nunca fue valiente, pero ahora sentía que podría hacer lo que fuera — Déjame hacer esto, tengo que intentarlo o van a quitármelo.


Akiteru le miró preocupado, una sonrisa llena de melancolía en su rostro. Besó su frente — No creo que necesites mi permiso, siempre haces lo que quieres y estoy seguro de que ya comenzaste a preparar todo, solo ten...tengan cuidado ¿Si? El rencor siempre saca lo peor de nosotros y la desesperación no nos deja ver el panorama completo...no permitas que te controle, no vale la pena.


Kei asintió. Quería disculparse, estaba haciendo que se preocupara otra vez, esto no era bueno para su recuperación. Los planes secretos de fuga no eran exactamente el mejor tema de conversación, pero no quería secretos entre ellos — Tengo hambre, tuve una larga mañana ¿Quieres bajar por algo? — Akiteru le devolvió la sonrisa, volvió a acariciar su rostro con ternura, él ya debería saberlo...que no se sentía bien, que todos los días desde que volvió habían sido terribles, que estaba asustado y que lo necesitaba.


Estaba acostumbrado a estar siempre solo, pero esto era distinto.


Mientras caminaban hacia la cafetería pudo percibir la mirada curiosa de algunas enfermeras y doctores que los saludaban amablemente, Akiteru siempre fue muy agradable con todos, podía ganarse fácilmente la confianza de cualquiera, por lo que no le sorprendió verlo devolver el saludo a cada uno de ellos con una sonrisa. No tardó demasiado en instalarse en ese nuevo hospital. Dentro del elevador otras dos enfermeras les saludaron y salieron riendo cuando su hermano les sonrió ampliamente, Kei resopló, estaba un poco molesto. No se habían visto en mucho tiempo, lo natural sería que su atención fuera solo para él. El mayor pareció notar su descontento y soltó una carcajada.


Entonces decidió que lo odiaba solo un poquito.


La cafetería era digna de un hospital privado; tenía el espacio suficiente para moverse sin problemas, amplias mesas, sillas con asientos suaves, agradables colores pastel y discreta decoración. Sorprendentemente  la comida era muy buena, había una amplia variedad de platillos en el menú y personas atentas que estaban dispuestos a atenderlo. Sin duda era un sitio de élite. No de sus lugares predilectos, sin embargo la compañía de su hermano lo volvió todo más agradable.


Después del almuerzo dieron un paseo por los amplios jardines en la parte trasera del hospital, Akiteru le mostró todos sus lugares favoritos y descubrió que había hecho de sus amigos a unos cuantos pacientes también y que a menudo jugaban a las cartas. Se detuvieron en una banca bajo la sombra de un gran árbol de hojas teñidas con una bonita gama de naranja y roja, y continuaron su charla trivial hasta que notó ligeramente distraído al rubio mayor. Confundido, siguió la insistente dirección de su mirada hasta que esta aterrizó sobre una joven enfermera rubia que paseaba a un anciano en una silla de ruedas, ella también le sonreía de vez en cuando.


Conocía esa mirada.


Kei sonrió, se apoyó contra en hombro de su hermano y enredó uno de sus brazos con el suyo. Repentinamente se sintió un poco melancólico y solitario. Ella debía ser la chica de la que le habló la última vez, él estaba un poco deprimido porque pronto iría a otro hospital y como consecuencia tendrían que verse menos. Era toda una suerte que terminaran nuevamente en el mismo sitio. Se veía agradable y a Akiteru parecía gustarle mucho, estaba escrito en su rostro y se sintió un poco envidioso de ellos y por la forma tierna en la que se sonreían.


Elevó su mirada hacia el cielo al tiempo que acariciaba su vientre y suspiró, se estaba haciendo tarde y tenía tanto sueño que no pudo evitar cerrar los ojos. Quería llorar, últimamente estaba sintiéndose un poco...frágil. No lo comprendía del todo, era muy extraño; había algo que necesitaba, algo que faltaba, sin embargo no sabía lo que era, no podía encontrar la respuesta. No podía evitar sentirse angustiado por ello


— Kei, creo que ya están aquí por ti — habló Akiteru interrumpiendo su sueño.


Kei se frotó perezosamente los ojos y enfocó la vista en el hombre frente a él, no era Kuroo, pero lo había visto antes. Ese hombre era una de las personas que lo acompañaban en el auto, aunque no recordaba su nombre. Tenía cabello negro rapado, cejas pobladas y ojos entrecerrados, parecía una persona relajada y tranquila, nunca habían cruzado palabra, sin embargo él siempre lo saludaba con un movimiento de cabeza cuando se cruzaban.


— Es hora de volver, señor — está era la primera vez que lo escuchaba hablar, su voz era amable y tranquila al igual que su apariencia. Todo el conjunto sugería que era una persona confiable, sin embargo no estaba muy seguro, las apariencias engañaban ¿No? Él era uno de los hombres de Kuroo por lo que era fácil pensar que también era un criminal.


Tsukishima vaciló por un momento, Kuroo había sido muy insistente cuando le pidió que esperara por su regreso. Quizá solo estaba tratando de intimidarlo o quizá había decidido que no quería tener la desagradable experiencia de seguir viéndolo y envió a uno de sus hombres. No le extrañaría, pero tampoco estaba tan seguro. Se giró en dirección a Akiteru — Si tengo suerte, tal vez me deje verte la próxima vez que vengamos a la ciudad.


— Kei ¿Estás bien? Te ves un poco inquieto


— No es nada...solo estoy cansado, ha sido un día muy largo — no tuvo la oportunidad de tomar su siesta habitual de las cuatro y ya estaba pasando factura a su cuerpo — Estaré bien después de dormir — dijo. Akiteru no parecía muy convencido, pero de igual forma asintió a sus palabras y se despidió de él con un delicado abrazo.


En ese momento Kei sintió que no quería irse.


El auto se encontraba estacionado en la parte trasera, a un costado del edificio, en la zona más solitaria de la calle. Estaba siendo demasiado discreto y casi parecía que estaban ocultándose del mundo entero, tal vez querían evitar cualquier riesgo, quizá algo estaba ocurriendo y necesitaban ocultarlo. Pero ¿Dónde estaba el copiloto? Tampoco vio por ninguna parte a los dos autos que estuvieron acompañándolo todo el día cuando se abrieron paso por la calle. Sin embargo trató de no pensar mucho en ello, sin embargo eso no le ayudó a relajarse.


Veinte minutos después Tsukishima divisó el alto edificio en el que se encontraba el departamento de Kuroo, eso le dio tranquilidad, sin embargo el alivio que experimentó en primer momento desapareció en cuanto notó que el auto no se detuvo, si no que se desvió hacia otra calle ¿Que estaba pasando? Todo parecía en orden a su alrededor, no lo entendía y trató llamar la atención del chófer tocando el cristal que los dividía, pero fue inútil.


Continuaron avanzando por la calle, se alejaban más y más de la zona del edificio, este haciéndose cada vez más pequeño. El panorama cambiaba a cada segundo, su confusión crecía transformándose en ansiedad y finalmente en temor. Esto no podía ser bueno, no estaba bien. Entonces giraron en un callejón hacia la izquierda donde un viejo e ilegible anuncio colgaba a punto de caerse; la solitaria calle y los viejos edificios, aunado a las largas sombras que el sol poniente proyectaba le daban un aspecto escalofriante al lugar. Entraron por un camino angosto y accidentado, personas con aspecto andrajoso e intimidante mirándolos entre las sombras.


Estaba asustado, sudor frío cubría las palmas de sus manos.


A tan solo unos metros de distancia pudo divisar lo que en su tiempo fue un alto edifico de cuatro pisos con largos balcones y grandes ventanales. Debió haber sido una bonita construcción en el pasado, sin embargo su aspecto lúgubre y descuidado lo hacía muy poco agradable a la vista. Tenía una profunda y oscura arboleda que estaba bardeada por alambre de púas. Supuso que debió haber sido una especie de jardín en el pasado, sin embargo los años lo habían hecho aterrador y frio.


El auto se detuvo y el conductor se quedó allí, pensativo unos segundos, Kei lo notó apretar sus manos sobre el volante con una fuerza tal que sus nudillos se tornaron blancos. Suspiró profundamente una, dos y tres veces, y apagó el motor. Volvió a quedarse ahí como una estatua de piedra, parte de su rostro era visible a través del espejo retrovisor; sus facciones eran severas, entonces sus ojos se encontraron.


— Solo será un momento ¿Cree que podría acompañarme, señor?


Repentinamente tenía la garganta seca, le faltaba el aliento, tragó saliva, echó un vistazo al exterior. No había nadie alrededor, sin embargo creyó ver una figura moverse dentro — No parece que tenga otra opción ¿O acaso la tengo? Porque de ser así me temo que voy a negarme a hacerlo — dijo Tsukishima. No iba a negar que estaba asustado y nervioso, pero estaba tratando de controlarse lo mejor posible, tenía que mantener la compostura. Tal vez todavía podía lograrlo — ¿Por qué me trajiste este lugar? ¿Kuroo sabe de esto?


— Alguien quiere hablar usted, lo llevaré de vuelta cuando termine…será rápido.


No. Eso sonaba mal, muy mal. Dudaba mucho que pudiera volver si entraba a ese edificio, solo pensar que tendría que poner un pie dentro le erizaba la piel y desataba en él un angustiante impulso por huir — Llévame de vuelta, Kuroo no va a perdonarte por esto, salva tu inútil vida y evítame el mal rato — masculló, con desprecio. Por favor, tenía que salir de aquí tan pronto como le fuera posible — ¡Devuélveme ahora! — ordenó, sin que sus severos ojos dorados, alzados con desafío hacia el hombre que lo miraba por el espejo retrovisor, mostraran el menor atisbo de temor.


— Lo siento…solo un momento.


El chófer retiró las llaves, tomó el arma que descansaba sobre el tablero del auto y salió de este  para abrir la puerta del rubio. Kei se negó a salir, su mirada severa lo retó a atreverse a ponerle una mano encima. Él dudó, sin embargo tomó su brazo y tiró de su cuerpo obligándole a salir — Kuroo no va a perdonarte por esto…vas a desear estar muerto — el hombre dio un suspiro, no lo miró y apuró la marcha tirando insistentemente de él hasta llegar a la entrada del edificio. Su mano temblaba. Tsukishima forcejeó con insistencia, pero el camino era corto y antes de que pudiera hacer mas ya estaban frente a la puerta. 


Esta se abrió antes de que su captor pudiera poner una mano sobre el oxidado y viejo pomo y un hombre alto apareció detrás; usaba un pulcro traje blanco, llevaba un arma en la cintura. Sus ojos eran oscuros y fríos, necesitaba moverse con cautela a partir de aquí — Nosotros nos encargamos a partir de aquí — la áspera voz de ese hombre provocó que un desagradable escalofrió recorriera su espalda, la presión de su mano sobre su brazo que jadeara. Este tipo no dudaría en lastimarlo si hacía algo temerario.


El moreno lo miró con culpabilidad y preocupación, pero no dudó en hacer lo que se le pedía y los fieros ojos del rubio lo taladraron. No iba a perdonar esto, si conseguía salir de aquí…iba a hacer que pagara — El niño — murmuró, sin atreverse a seguir mirándolo a los ojos.


— Te lo devolverán pronto, solo espera aquí.


El edificio estaba oscuro, la temperatura era considerablemente más baja que en el exterior; el olor a polvo, mugre y podredumbre asaltó intensamente su nariz cuando la pesada puerta se cerró detrás de ellos, haciendo que quisiera vomitar. Fue arrastrado por lo que supuso era el lobby hasta una angosta escalera ubicada contra la pared. Estaban a punto de pisar el primer escalón cuando escuchó un ladrido que lo hizo jadear. Observó entorno a él, pero no vio nada más que una profunda oscuridad, era aterrador y tenía la impresión de que había millones de ojos sobre él. Fue empujado. Subieron un por las escaleras hasta una pasillo, se detuvieron frente a una gastada puerta azul, el hombre golpeó un par de veces hasta que la voz de una mujer le anunció que podía pasar, entonces lo empujó dentro como una bolsa vieja.


Luz momentáneamente lo cegó. Era diferente, olía diferente, familiar. Cuando sus ojos se acostumbraron pudo notar que su entorno era Impío y ordenado, la decoración consistía en muebles nuevos y elegantes, y una fina tapicería. Esa habitación desentonaba con el edificio completo, parecía una sala de té, con bonitas y mullidas sillas dispuestas alrededor de una pequeña mesa rectangular con tasas de té, galletas y algunos postres dulces, que en cualquier otro momento le habrían parecido apetitosos. Paredes cubiertas con papel tapiz negro y blanco con detalles dorados, cortinas blancas y un espléndido candelabro de cristal colgando sobre el techo, había otra puerta en la pared contigua y junto a ella su madre le observaba con una maternal sonrisa que abría engañado a cualquiera, incluso a él, si no hubiera tratado de matarlo en una ocasión.


— Me alegra que estés vivo, Kei — ella se acercó, el sonido de sus pasos siendo ahogado por la alfombra en el suelo; vestía un elegante traje azul oscuro de dos piezas, su cabello rubio recogido en un moño, pequeños pendientes dorados colgaban de sus orejas. Parecía toda una fina dama elegante — Me tenías muy preocupada.


Apostaba lo que fuera a que la preocupación no le había permitido elegir tranquilamente todo lo que compraría con el dinero por el que estuvo dispuesta a matarlo, debió haber sido todo un calvario para ella. Era su madre, sin embargo no podía evitar pensar que la odiaba — Escuché que querías hablar, lamento decirte que pierdes el tiempo conmigo, no sé nada.


— Cariño, eso no importa ahora — respondió ella sin borrar la sonrisa de su rostro, tomó asiento sobre una de las sillas frente a la mesa; una taza ornamentada con humeante té esperaba por ella y no dudó en llevarla a sus labios con elegancia — No te invité aquí para eso, hay algo más importante — comenzó a explicar ella después de beber otro sorbo de té — Tomé todo el dinero de cada escondite que logré encontrar desde que nos separamos, era mucho dinero, pero todavía no es suficiente. Hay personas a las que no les agrado mucho, no me quieren viva y el precio que pago por protección es muy alto…necesito más si quiero sobrevivir.


— ¿Y quieres que lo consiga para ti? — preguntó Tsukishima. Tendría que ser muy cínica como para pedirle algo como eso, no era un idiota y por supuesto no sentía ni una pizca de cariño hacia ella. No sucedería jamás — Buscas en el sitio equivocado, madre — escupió como veneno quemándole la lengua.


Ella soltó una carcajada, esa falsa ternura en sus ojos le revolvió el estómago — Estoy bastante segura de que si te portas amble con él o con cualquier otro podrías obtener lo que quisieras sin problemas, uno de tus pretendientes es alguien muy interesante…deberías ser más listo y usar esa apariencia indefensa y su deseo por ti en tu beneficio — negó con la cabeza — Pero no estoy aquí para darte consejos, ni para buscar tu ayuda…tu eres todo lo que yo necesito en este momento.


Tsukishima frunció el ceño sin poder comprender a que se refería ¿De qué estaba hablando esta mujer? Encontraba difícil que fuera tan estúpida como para pensar en usarlo como rehén para obtener dinero de Kuroo. El moreno la mataría en cuanto bajara la guardia y, si no estuviera esperando a su hijo, también lo haría con él. Automáticamente lo condenaría por ayudarla aunque ese no fuera el caso.


— Hay alguien que está dispuesto a ayudarme — continuó hablando — Pero para que eso ocurra debo entregarte a él ¿Entiendes? Tú vas a ayudarme, por supuesto primero debemos encargarnos del pequeño problema con el que cargas antes de entregarte…no eres muy útil en ese estado, te resta atractivo — falsa tristeza en su rostro, una voz suave y rota, Kei estaba horrorizado de lo fácil que resultaba para ella hablar de matar a su hijo con una expresión como esa — Es una lástima, me habría gustado conocer a mi nieto, yo…quería esperar hasta que naciera, pero el tiempo apremia, hijo, espero que lo entiendas. No estamos en una situación para sentimentalismos, podrás tener otros después, en realidad no importa mucho.


Apretó los puños. Horror y furia se entremezclaron en su rostro ¿Cómo se atrevía a insinuar semejante atrocidad? Estaba loca, esta mujer no podía ser su madre. Era imposible. Su corazón golpeaba en su pecho con una violencia tal que era doloroso, quería gritarle que algo como eso no sucediera. Estaba dispuesto a hacer lo que sea, haría lo que fuera para protegerlo, sin embargo antes de que pudiera abrir la boca para decir algo se oyó un profundo ruido sordo que reverberó por todas las paredes hasta ellos y una pequeña esperanza vibró en su pecho. Debía ser Kuroo, a estas alturas ya debía saber que había desaparecido.


— No te emociones, hijo, no soy idiota — habló su madre, limpiaba tranquilamente sus delgados dedos con una servilleta azul — Me encargué de propagar el rumor de que estarías aquí esta noche, tardarán un poco en llegar hasta este lugar…lo suficiente como para que sea tarde, en realidad me habría encantado observarlo todo, pero no puedo arriesgarme a que te maten…eres muy importante para mí, Kei, mamá tiene que protegerte — ella se levantó al tiempo que dejaba caer la servilleta con elegancia sobre el suelo, alisó las arugas sobre su falda y caminó hasta la puerta con tranquilidad — Es hora de irnos, podremos ponernos al día en el camino si es lo que deseas…tendremos un poco de tiempo antes de la entrega, podría enseñarte la forma correcta de comportarte.


Dos hombres armados entraron a la habitación, uno de ellos tomó bruscamente a Tsukishima del brazo y el otro caminó tras su madre. No podía permitir que ellos se lo llevaran, tenía que salir o estaría perdido. Forcejeó con él, fue doloroso, como si su brazo estuviera a punto de ser arrancado, no podría ganar y lo sabía. Sin embargo estaba lo suficientemente desesperado como para seguir intentándolo. Tomó la tetera de la mesa y la lanzó a la cara a su captor, parte del líquido, la otra fue derramada sobre el pecho y cuello del hombre. Este lo golpeó, provocando que cayera sobre la mesa y se deslizara al suelo. Se abrazó a sí mismo. Ni siquiera tuvo tiempo para experimentar dolor, fue tomado nuevamente y empujado hacia la puerta. 


Pudo saborear el sabor de su sangre en su boca.


Caminaron por un amplio pasillo hasta otra puerta, cuyo pasaje era más angosto, no podía alcanzar a ver a su madre ni al hombre que la acompañaba. Todo era frio, oscuridad y ese desagradable aroma que le revolvía el estómago. Había olvidado como respirar. No sabía qué hacer, no podía mantenerse tranquilo, la ansiedad y el temor se estaban apoderando de él. Todo terminaría si salía de ese edificio. Sus ojos se posaron sobre el arma en la cintura del hombre, tenía que hacer algo antes de que fuera tarde, si no hacía nada nunca vería a su bebé, lo matarían antes de que siquiera pudiera conocer el mundo…antes de que pudiera abrazarlo.


Apretó fuertemente el cuchillo que había tomado de la mesa cuando fue arrojado a esta, no estaba seguro sobre si podría lograrlo, en realidad era una tontería en la que tenía mucho que perder, sin embargo su cuerpo actuó de todos modos y trató de atacarlo, pero el hombre detuvo su mano e inmediatamente inició un forcejeo entre los dos. Uno que el rubio obviamente perdería, pero que aun así decidió continuar. Arañó sus brazos, su cara y enredó los pies con los de su atacante. Estuvo a punto de recibir un puñetazo. Perdieron el equilibrio y ambos cayeron al suelo. El debajo, el rubio encima y el cuchillo suspendido justo sobre del rostro del guardia, quien con todas sus fuerzas impedía su acercamiento.


Era claramente superado en fuerza, sus muñecas ardían y él parecía disfrutar de su dolor, no pasaría mucho tiempo para que lograra quitárselo de encima y entonces la lucha estaría perdida. Desesperación atacando sus extremidades. Probablemente era un deseo estúpido, pero no quería perder y llevado por la adrenalina corriendo por sus venas, Tsukishima hizo lo primero que se le vino a la mente, abrió la mano y dejó que el cuchillo callera sobre el hombre. Debido a la poca distancia, el cuchillo apenas hizo un rasguño su rostro, pero la distracción fue más que suficiente para librarse de su agarre, tomar el tenedor que ocultaba en su manga y enterrarlo profundo en su garganta.


Entonces el tiempo se detuvo.


El hombre lo miró aterrado, sangre brotaba y se filtraba entre sus dedos al tiempo que trataba inútilmente de cubrir el corte en su garganta. Pataleaba. Tsukishima contuvo el aliento, había olvidado como respirar, como sentir y solo fue capaz de observabar como los ojos contrarios poco a poco iban perdiendo aquel brillo característico de vida. Tan desesperado, tan asustado. Estaba lleno de rabia. No quería morir, pero estaba haciéndolo. Entonces dejó de moverse y sus ojos se transformaron en pozos vacíos carentes de todo.


"No es cuestión de fuerza, si fuera así yo ya habría muerto hace mucho tiempo, es cuestión de habilidad y también de un poco de suerte. Somos la raza más débil y nos subestiman por eso, pero está bien, es perfecto...porque puede convertirse también en nuestra ventaja, nuestra mejor arma" Hinata dijo esas palabras una hace tiempo, obviamente estaba alardeando, sin embargo tenía razón.


— Nunca subestimes a tu enemigo ¿Verdad? — murmuró para sí mismo al tiempo que se levantaba del suelo con las piernas temblorosas. El eco de los disparos se hacía cada vez más fuerte, había gritos, confusión y violencia bajo sus pies. Estaba atrapado — Esto no es bueno para el bebé — volvió a murmurar con voz suave, se sentía extraño, fuera de lugar.


Sus manos estaban cubiertas de sangre, ese líquido espeso calentaba sus fríos dedos, acababa de matar a un hombre con sus propias manos. Había un cuerpo tendido en el suelo sobre un charco de oscura sangre, entonces ¿Por qué no sentía remordimiento? ¿Por qué se sentía tan tranquilo por ello? Tampoco sintió nada cuando le disparó a aquel hombre la noche que trató de escapar, solo pensaba en huir, tal vez algo andaba mal con él. Quizá ya estaba perdiendo la cabeza.


Respiró hondo, limpió el sudor frío sobre su frente con el dorso de su mano, entonces tomó el arma del cuerpo inerte en el suelo y miró hacia ambos lados ¿A dónde se suponía que debía ir ahora? ¿Cómo saldría de ahí? Avanzar significaría entregarse a su madre y como consecuencia la muerte de su hijo, retroceder era una locura y quedarse ahí parado una estupidez. Ningún panorama parecía agradable. Su mente era un caos de ideas. Cualquier cosa parecía inútil. Estaba congelado en su sitio.


Sus manos temblaron. Subir solo retrasaría lo inevitable ¿Verdad? Entonces ¿Que debería hacer? ¿Ocultarse? ¿Dónde? Estaba tan cansado y distraído que no notó que otro hombre apareció por el mismo pasaje por el que su madre había escapado. Volvían por él. Ya era tarde cuando el rubio advirtió su presencia. Retrocedió. No había donde ocultarse. Estaba paralizado. Lo vio alzar la mano que sostenía un arma dispuesto a golpearlo, Kei cerró los ojos guardando en su memoria esos rabiosos ojos inyectados de sangre, sin embargo el golpe nunca llegó.


Un disparo vibró en sus tímpanos y el ruido sordo de un cuerpo cayendo al suelo hizo eco en el pasillo, entonces lo vio; el rostro serio de Kenma y el humeante cañón de un arma apuntando en dirección al hombre en el suelo. 

Notas finales:

>3< Gracias por leer >3<


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