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CHOICES por Nova22

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Notas del capitulo:

>3<  Actualización >3<


Aún no he recuperado mi laptop, así que si ven algún símbolo sospechoso en el transcurso de la lectura…lo siento T-T


Extraño mi laptop T-T

Capítulo 30


– Se lo están llevando, es tal y como dijiste que pasaría – habló Kageyama a través del móvil. – ¿Cómo debo proceder ahora?


Oculto entre las sombras, Kageyama observaba la escena que se mostraba ante sus ojos "Que idiota es Hinata" pensó ¿Cómo podía ser tan descuidado? Caminar así, tan despreocupadamente, dando saltitos como un animalito emocionado ¿Se podía ser más tonto? Era obvio que algo pasaría, era un blanco fácil para cualquiera.


– Déjalo y ve a descansar, Tanaka va a encargarse del resto.


¿Irse y descansar? Sí, eso sería lo ideal, estuvo siguiendo a Hinata durante todo el día y ya estaba cansado. Ese chico se estuvo moviendo de un sitio a otro sin parar y casi lo pierde en más de una ocasión, odiaba ese tipo de trabajos y los evitaba tanto como podía.


Se suponía que debía estar feliz porque terminada, pero sólo podía sentir ansiedad y pensar lo que podría ocurrir con Hinata no le ayudaba a calmarse.


– Kageyama ¿Sigues ahí?


– Si…– hubo un breve instante de silencio en el que Kageyama vaciló – Sobre Hinata…


– Vuelve, deja que los otros se encarguen – el sonido característico de la línea cortada al otro extremo dio por finalizada la conversación sin dar opción alguna a replicas.


Kageyama se mantuvo estático, con el móvil aun sobre su oreja, su trabajo estaba hecho; era libre de volver a sus actividades normales.


Era momento de volver, sin embargo su cuerpo no se movía y su mirada se mantuvo fija sobre Hinata y el hombre que; en esos momentos, tomaba entre sus brazos el cuerpo inconsciente del menor ¿A donde iba a llevarlo? ¿Que iba a pasar con él?


Chasqueó la lengua irritado por ese momento de vacilación y caminó de vuelta a su auto, experimentando una punzada visceral a cada paso que daba. Hinata era una persona muy desafortunada; vivía una libertad ficticia. No tenía idea de lo que tenían preparado para él; ser usado para atrapar al hombre del que tan desesperadamente trato de huir aquel día, obligarle a revivir momentos que estaba seguro deseaba olvidar, era cruel.


Sin embargo fue su idea hacerlo.


Hinata no lo sabía, no tenía idea de la razón por la que le habían permitido permanecer con ellos ¿Amabilidad? No, en su mundo no existía el concepto de amabilidad. Las personas usaban a otras para obtener algo a cambio, el pelinaranja consciente o inconscientemente buscaba un lugar y empleo que le hicieran sentir seguro y ellos, lo estaban usando para llegar a hasta Terushima Yūji; un Alfa caprichoso cuya mascota había huido de él y ahora quería de vuelta.


No pensó que realmente ocurriría, pero un día su gente comenzó a moverse y el plan que había nacido de un extraño e instintivo impulso por mantener cerca a Hinata, sorpresivamente estaba marchando como esperaba. Sawamura estaba complacido, incluso lo elogió; lo llamó "una situación conveniente” descubrirían aquello que el menor ocultaba y podrían acabar con el hombre cuyos negocios habían estado interfiriendo con los suyos. Era ganar o ganar, obtendrán una cosa o la otra sí o sí.


Apretó las manos sobre el volante del auto y se mordió el labio inferior, tan fuerte que pudo saborear el metálico sabor de la sangre en él – ¡Maldición! – gritó golpeando el tablero del auto con tal fuerza que la alarma de disparó.


¿Por qué demonios se sentía tan mal? Sabía que ese creciente malestar no se debía al cansancio, era él mismo. Era su mente que no dejaba de atormentarlo con pensamientos e imágenes desagradables. No quería admitirlo, pero estaba preocupado, se sentía culpable por decirle una verdad a medias a Hinata ¿Acaso se había contagiado con su estupidez? ¿Por qué sentirse culpable? Ese era su trabajo, había hecho cosas mucho peores sin atisbo de remordimiento.


¿Que había cambiado en él? ¿Por qué ahora todo parecía diferente?


Tomó las llaves y pulsó un botón que calló por completo el sonido atronador de la alarma que taladraba su cerebro y buscó en la guantera del auto una cajetilla de cigarros cuya ausencia de contenido sólo consiguió irritarlo más de lo que ya estaba.


Tanaka y probablemente también Nishinoya estaban en camino, tal y como Daichi había dicho; ellos se encargarán de terminar el trabajo. Sin embargo ese trabajo solo consistía en asesinar a Terushima y acabar con sus subalternos, no proteger a Hinata ni procurar su bienestar. El menor estaba por su cuenta y, a pesar de que sabía que era un asesino competente, no dejaba de ser un Omega.


No dejaba de ser vulnerable...no dejaba de ser frágil.


– Pequeño y frágil – murmuró – Ruidoso y molesto...– compartir el mismo aire que él era motivo suficiente para molestarlo.


Tenían la misma edad, sin embargo Hinata era un completo enano y tenía ese pequeño e inocente rostro de niño que le molestaba, era torpe, hablaba más de la cuenta, no sabía cuándo cansarse y tenía ese desagradable y dulce olor...ese extraño aroma; ese que era una combinación del campo, hierba fresca, flores silvestres y aire puro. Lo odiaba, odiaba a Hinata y todo lo que representaba para él.


Odiaba a Hinata al punto en que solo quería que desapareciera para siempre...lo odiaba, sin embargo su presencia le resultaba agradable ¡Malditas contradicciones! ¡Maldito Hinata! Jamás debió ayudarlo, debió abandonarlo a su suerte el día que lo conoció.


De haberlo hecho, tal vez ahora no estaría a punto de cometer una estupidez...


*****


Hinata abrió los ojos e inmediatamente una bomba de dolor estalló dentro de su cabeza ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado? ¿Porque le dolía la cabeza? El movimiento constante enviaba dolorosas pulsaciones a su ya dolorida cabeza y no podía ver o hablar.


De pronto, las imágenes de lo que había ocurrido en aquella callejuela lo golpearon y gimió aterrado, estaban en un aprieto. Trató de llevarse las manos a la cara y quitarse esa molesta venda que lo mantenía en una aterradora penumbra, y el pánico lo invadió al comprobar que sus brazos estaban atados detrás de su espalda, al igual que sus tobillos y muslos.


Entonces una desesperante punzada de ansiedad le recorrió la espina dorsal y su corazón comenzó a bombear sangre a una velocidad tan vertiginosa que creyó que podría estallar. Comenzó a respirar con dificultad, presa del temor, al comprender que estaba atado y amordazado sobre un mullido asiento; el asiento trasero de un auto en movimiento.


No recordaba haber hecho algo que molestase a alguien, nunca antes había dejado cabos sueltos en alguno de sus trabajos y no era alguien importante como para ser usado como rehén "No olvides que todos son prescindibles" Sawamura fue muy claro con él el día en que accedió a permitirle quedarse. Sabía lo que esas palabras significan; nadie iría por él, estaba por su cuenta ahora.


Ese fue su error y debía encontrar solo la forma de salir...si es que podía.


– Despertaste demasiado pronto...– había algo familiar en esa voz; algo que lo transportaba al pasado y llenaba de horror cada fibra de su ser.


“No, no, no” En un ataque de ansiedad, trató de quitarse las ataduras como pudo, forcejeando, hasta que sus muñecas sintieron el ardor de la cuerda herir su piel, sin embargo no le importó. Cualquier clase de dolor que pudiera infringirse, no sería nada comparado con lo que ocurriría con él si no lograba escapar.


Movió las manos con fuerza, a un lado y a otro, hiriéndose en cada desesperado intento, sus ataduras no cedían, era inútil y a cada intento fallido su respiración se hacía cada vez más agitada y ruidosa. La ansiedad crecía convirtiéndose en miedo; miedo que uso para luchar hasta que sintió un punzante dolor en la nuca; Hinata tardó un instante en comprender que le estaban administrando alguna especie de sedante. Ya era demasiado tarde.


– Tranquilo, pequeñito. Él jefe no quiere que te hagas daño…quiere ser él quien lo haga.


Intentó apartarlo con movimientos torpes y violentos, pero, al igual que sus esfuerzos por liberarse de sus ataduras, fue inútil. Sintió como la fuerza lo abandonaba y para su frustración, su cuerpo dejó de luchar viendo como paulatinamente su consciencia se volvía en negro.


Hinata despertó con un intenso dolor de cabeza, tembló, sentía frio y rigidez en el cuerpo. Abrió los ojos, pero su vista estaba desenfocada, por lo que tuvo que aguardar un momento hasta que la escena comenzó a tomar forma. Se encontraba recostado en una cama, de una habitación amueblada de tal forma que, a pesar de la elegancia, le daba un sombrío aspecto fantasmal.


Aturdido, se levantó apoyándose sobre sus adormecidos brazos, sus muñecas ardían, tenía el cuerpo pesado y estaba tan confundido que no se percató de que su ropa había sido reemplazada por un camisón negro transparente de encaje hasta que una ráfaga de aire frio se coló por la ventana entreabierta.


− Donde está mi ropa…uhg!! − un gruñido de dolor escapó de sus labios, el simple hecho de hablar era suficiente para que su cabeza doliera ¿Qué clase de droga le habían administrado?


Colocó ambos pies sobre el frio suelo alfombrado y acomodó la caprichosa tira de su camisón que se deslizó de su hombro antes de apoyar ambas manos sobre el colchón y levantarse sintiendo las rodillas temblar. Se dirigió a la ventana tambaleándose y se sujetó en el borde antes de caer al suelo; la oscuridad de una noche sin estrellas se alzaba frente a sus ojos, una distancia considerable separaba la habitación del suelo, sin embargo eso no frenó su deseo saltar.


− Si tan solo esto no estuviera aquí − susurró sujetando las rejas de la ventana, si eso no estuviera ahí ya habría saltado. Que importaba que la caída lo hiriera de muerte o terminara matándolo al instante, cualquier cosa era mejor a lo que seguramente le esperaba.


Escuchó el crujido de la puerta y se preparó mentalmente para lo que vendría; necesitaba mostrarse sereno. Llorar y temblar no le serviría de nada, a pesar de que eso era todo lo que quería hacer.


– Ha pasado tanto tiempo y tú siguen tan pequeño y adorable como en ese entonces. – Hinata se mordió el labio inferior, con temblorosos dientes; quería salir de ahí – No te has olvidado de mi ¿Cierto?


Olvidarlo no era tan sencillo, ese hombre era uno de los protagonistas de sus pesadillas; incluso su piel lo recordaba y reaccionaba con oleadas de escalofríos ante la sola idea de que volviera a tocarlo ¿Por qué tenía que volver después de tanto tiempo? No tenía nada especial, no tenía absolutamente nada que lo distinguirse de otros Omega. Era solo un capricho ¿Cierto? El capricho de un Alfa cruel o quizá era un castigo por haber escapado.


– Voltea – ordenó.


Hinata dejó de mirar las pequeñas luces a través de la ventana y volteó hacia Terushima. No había cambiado absolutamente nada; cabello rubio en punta peinado hacia atrás, ojos almendrados que en ese momento le recorrían ardientes haciéndole sentir vulnerable, las perforaciones en los oídos y ese pendiente de plata en la lengua oculta detrás de esos labios, que en esos momentos se torcieron en una sonrisa que casi le arrancó un jadeo de sorpresa. Quería correr, pero no había sitio a donde ir.


El más alto se volvió y cerró la puerta con llave, permaneció varios segundos con aquel pequeño trozo de metal en mano y una actitud arrogante y desafiante, hasta que por fin la dejó caer al rincón más alejado del suelo – ¿No estás feliz de verme? Yo te extrañe, ninguno ha sido como tú. – sus ojos destellaron, disfrutando del terror en su rostro – Nadie peleaba como tú lo hacías...era tan decepcionante.


– ¿Por qué? – preguntó con un hilillo de voz.


Comprendía que un Alfa como él estuviese encaprichado con alguien como Tsukishima; tenía un carácter horrible, pero era precioso. Tanto que deslumbraría a cualquiera que lo viera por primera vez, pero él...Hinata no tenía nada...


Terushima dio un par de pasos, que le hicieron retroceder instintivamente hasta chocar contra la pared, y se detuvo – ¿Por qué? – preguntó con fingía confusión – Porque te extrañe. Eras mi juguete favorito, te di todo y me abandonaste cuanto tuviste oportunidad. – le acusó.


Hinata sacudió la cabeza – No – no fue así como sucedió. Fue él quien trató de usarlo como un escudo para escapar, fue él quien lo dejó solo en ese terrible caos. Fue gracias a esa cobardía suya que pudo lograr escapar...o al menos creyó que había escapado de él.


– Está bien, ya no estoy molesto por eso – se acercó un poco más a él, mientras Hinata miraba insistentemente hacia la puerta, esperando a que, como la última vez, más personas entrarán – No tienes que preocuparte, solo estoy yo en esta ocasión.


Solo o acompañado, que estuviera ahí no dejaba de ser malo. Hinata estaba asustado, temblaba, su corazón golpeaba en su pecho y le era difícil respirar. Sintió una fría mano tocar su rostro e inmediatamente la apartó presa del pánico – ¡No! – alcanzó a decir aterrado.


"No te acerques" "No me toques" "Desaparece" Con los ojos cristalinos por el horror que suponía volver a estar en sus manos, Hinata buscó instintivamente una vía de escape; la llave se encontraba a unos metros de la puerta, si pudiera encontrar una forma de alcanzarla, dejarlo al menos unos segundos fuera de combate...si pudiera…


Terushima soltó una aterradora carcajada mientras envolvía por completo su brazo con una de sus manos – Eres tan lindo, de verdad piensas que tienes oportunidad de escapar.


Trató de librarse de ese agarre que traía consigo desagradables recuerdos, pero de inmediato se vio arrojado a la cama y sus labios húmedos y con una ligera esencia a alcohol se realizaron por su cuello. Quería vomitar, era desagradable, sin embargo su cuerpo reaccionó ante él con una rapidez poco natural ¿Lo había drogado?


Desesperado luchó contra él, pero no tuvo éxito, pues era mucho más fuerte que él. – Eso es, pelea...me encanta cuando lo haces. Continúa así.


– ¡Basta! ¡Basta! – sus labios ascendieron hacia su rostro, escuchó el sonido de la tela ser rasgada y repentinamente se vio despojado de su ropa interior – ¡Basta! ¡No! – gritó al punto de la locura.


Hinata trató de apartarlo con una patada, pero la presión de Terushima sobre él aumentó, aplastándolo contra el colchón. El aire dejó de llegar a sus pulmones y creyó que moriría asfixiado si la fuerza de ese hombre continuaba oprimiéndolo con tal brutalidad. Presa del pánico y desesperación comenzó a mover las piernas y los brazos de forma errática hasta que, en un golpe de suerte, logró arañarle los ojos y cegarlo un momento, del que tomó ventaja para arrastrarse hasta la mesa de noche y tomar la lámpara.


– Te has vuelto más salvaje, eso me gusta.


El menor se abalanzó sobre él con la lámpara entre las manos y trató de propinarle un golpe en la cabeza, pero en rubio se hizo a un lado causando que el objeto rozara en una de sus cienes e impactará contra su hombro.


– ¡Mierda! – exclamó el rubio.


El golpe fue fuerte, trozos de la lámpara cayeron sobre la cama y el suelo, pero no fue suficiente, Terushima y le retorció las muñecas cruelmente, arrancándole un grito que rebotó en su cabeza, mientras sentía que la piel de sus muñecas ardían desgarrándose. Creyó que estaría molesto, espero ver su rostro cubierto por una máscara de furia producto de su osadía, sin embargo estaba sonriendo excitado; eso lo aterro aún más y acrecentó su deseo de huir de ahí.


− ¡Suéltame! ¡Mal nacido! − gritó impotente.


Hinata luchó con todas las fuerzas que pudo lograr reunir, pero el tamaño y la imponente fuerza fue demasiado para su pequeño y adormecido cuerpo. El menor pataleaba e intentaba desasirse de las crueles garras de acero del rubio, pero este ya lo tenía completamente inmovilizado contra el colchón.


− No hagas esto, basta…− Una traicionera lagrima de impotencia se asomó por su mejilla y lucho otra batalla inútil por contener las muchas que le siguieron a esa, sus golpes iban perdiendo fuerza, su piel reaccionaba ante sus toques asqueándolo. Se sentía sucio.


− Te ves tan lindo cuando lloras − el rubio le separó las piernas con violencia y se posiciono entre ellas; Hinata pudo sentir el bulto de su entrepierna rosarle; el mayor disfrutaba de la violencia y su sufrimiento  − llora más para mí, suplica…sabes que esto también te gusta, todavía recuerdo la dulce forma en la que gemías para mi – deslizó una mano por su vientre elevando la suave tela del camisón, después se inclinó atrapando uno de sus pezones entre sus dientes y le mordió con tanta fuerza que le hizo gritar de dolor − Al final vas a acabar rogando por más, como siempre…


Terushima se apretó más contra él, le liberó las muñecas y, con un ligero estremecimiento, pudo notar como, a tientas, se abría paso entre sus glúteos, tanteando su entrada. Esa reacción lo asqueó, sintió repugnancia de sí mismo…se odió – Basta. Por favor, no hagas esto…Basta. − suplicó.


− Así, sí. Sigue suplicando, pelea un poco más…Me encanta cuando lo haces…


Era inútil ¿Verdad? No había nada que pudiera hacer, las manos del rubio se movían violentas y sus dientes se hundían en su piel hiriéndolo en cada mordida. Sin embargo su cuerpo ya había dejado de luchar, ya no tenía ningún sentido seguir haciéndolo; era inútil. Una terrible punzada perforó su estómago, iban a volver a abusar de él y no podía hacer nada más que llorar y enredar las manos en las sabanas con impotencia.


Viendo como su cuerpo estaba a punto de ser tomado con crueldad, Hinata fue testigo de cómo los trozos del espíritu que tanto le había costado reparar caían uno a uno hasta volverse polvo. Sin esperanza, se percató de que ya no podría volver atrás, no podría reponerse de eso…ya no tenía más fuerzas para hacerlo.


No tendría nada después de eso, ni siquiera deseo de vivir.


Entonces, palpó sobre la cama lo que probablemente sería su única vía de escape; apretó el afilado trozo de la lámpara de porcelana y sorpresivamente no sintió dolor, pero si la sangre fluir cálida y espesa. Era tan sencillo que casi le hizo reír, solo tenía que desgarrarse la garganta y todo terminaría, no tendría que vivir así nunca más. No habría más miedo, dolor o sufrimiento, solo la paz que la muerte traería consigo.


Si tenía que pasar el resto de su vida viviendo un infierno donde no se pertenecía ni se pertenecería jamás, si tenía que vivir siendo un objeto en lugar de un ser humano, si tenía que vivir con el miedo constante al mañana...entonces ya no quería seguir viviendo.


Estaba cansado de pelear una batalla que sabía jamás podría ganar.


Era una lástima que tuviera que irse así...sin verlo una última vez.


*****


– Por favor, permítanme participar.


Kageyama se inclinó frente a las dos personas a las que consideraba sus superiores dada su antigüedad en la organización. Sabía que iban a encontrarse tarde o temprano, sin embargo no esperaba hacerlo tan pronto. Fue su error, perdió tiempo valioso por causa de su indecisión, tiempo que pudo haber empleado de forma más eficiente.


– Daichi-san te pidió que volvieras ¿No es mejor si nos lo dejas a nosotros? Te ves cansado – habló Tanaka.


– Estoy bien...– sabía que su semblante no era el mejor, sin embargo no se debía al cansancio. Era el tormento de soportar el peso de su remordimiento; ya sabía lo que había vivido Hinata y no tuvo consideración con él. Fue un idiota y no lo había notado hasta ese momento– Por favor, permítanme hacerlo.


– Kageyama...


– Espera, Ryuu – le interrumpió Nishinoya – Parece que este chico tiene asuntos importantes que resolver. – dijo − No voy a preguntar sobre tus razones, pero si te diré esto; acepta las consecuencias que esto pueda traerte como un hombre. – dio un par de palmadas sobre su hombro como una clara señal de que tenía su permiso para actuar.


– Se los agradezco…


¿Debería decir que fue afortunado? Tal vez, por el momento, sí. Sin embargo, sabía que si en esa ocasión no conseguían su objetivo la culpa recaería sobre él. Era extraño que a pesar de que era consciente de lo que podría ocurrirle no se sintiera preocupado al respecto.


– Muy bien, muchachos – Tanaka habló por un pequeño radio en su oreja – Seamos sutiles esta vez, nadie dispare hasta que estemos seguros de que no habrá fallas como la última vez.


Los dos mayores se miraron serios e inmediatamente asintieron, indicando así que estaban listos para proceder. Se encontraban a unos metros de su destino, un local con una elegante y sombría fachada, el "Lust" un nombre apropiado para un sitio de esa calaña.


Entraron como si de simples clientes se trataran. La música, aunque suave, le daba un ambiente de misterio y abandono al gran salón pobremente iluminado con luces púrpura y azules; mujeres cuyos movimientos cadenciosos se volvían hipnóticos y cuyos cuerpos semidesnudos brillaban de sudor y brillantina, bailaban sobre plataformas circulares de cristal completamente entregadas a la música, sin importarles las manos de los hombres que rozaba sus cuerpos cada tanto.


Todo era vicio y sombras que bailaban. Humo espeso y mal oliente. Embriaguez y lujuria. Terushima frecuentaba  sitios como ese, llenos de excesos, corrupción y aire viciado. Era el escondite ideal para un cobarde como el, quien no dudaba en usar a cualquiera para garantizar su vida; las personas en ese establecimiento, todas y cada una de ellas, podrían convertirse en escudos para él, en la distracción perfecta para su huida.


Los cobardes tenían ideas muy originales, pero no por eso estúpidas.


No pasó mucho tiempo para que sus retinas se adaptan a la poca luz y para que su nariz captura la débil esencia de Hinata, corrompida por el temor entre esa mezcla de olores que le resultaban tan desagradables. Apretó los puños y atravesó el salón hasta el segundo piso, el cual mostraba un panorama similar al primero. Siguió el rastro que se hacía cada vez más fuerte y que por alguna razón le enfurecía; caminó a grandes zancadas ignorando atrevidas invitaciones en el transcurso y empujando a un par de borrachos tambaleantes.


Llegó hasta el pie de una escalera oculta en el rincón más oscuro del bar, dio un vistazo al salón; sus superiores eran a penas visibles entre la capa de humo que inundaba el lugar y que parecía volverse cada vez más espeso, se movían a través del salón, al asecho. En cualquier otra ocasión, Kageyama estaría emocionado por la cacería, era su trabajo y era bueno en ello, estaba hecho para eso. Pero en ese momento su concentración era nula y su tranquilidad no volvería hasta que supiera que ese enano atolondrado seguía en una pieza.


Subió por las escaleras con pasos silenciosos y la guardia siempre en alto, justo a unos metros frente a él, un hombre vestido de negro caminaba dándole la espalda.


"Uno de sus hombres, él debe estar cerca" pensó.


Se deslizó por el pasillo y tocó casualmente la espalda del hombre quien volteó como reflejo. Kageyama le tomó de los hombros y le dio un fuerte rodillazo en el estómago que hizo toser y tambalearse hacia atrás; luego le tomó de la cabeza y lo estampó contra la pared hasta que dejó de moverse.


Arrugó la nariz y murmuró un par de maldiciones; las manchas de sangre eran difíciles de quitar y esa era su camisa favorita, habría sido más sencillo atravesarle el cráneo con una bala, sin embargo el ruido podría alertar a Terushima.


Escuchó un ruido sordo detrás de su espalda y casi de inmediato fue lanzado contra la pared, su atacante le sujetó la cabeza con fuerza y luego sintió el cañón de una pistola sobre su nuca seguida del sonido del seguro al ser liberado. Inmovilizándolo, el hombre realizó un chequeo rápido de él y extrajo el arma oculta entre su ropa para luego arrojarla el suelo, lejos de su alcance.


– Date vuelta despacio – se apartó unos pasos aun apuntando le con el arma – ¿Para quién trabajas? ¿Cuál es tu objetivo?


Kageyama sonrió descolocándolo; fue solamente una décima de segundo, un breve instante de guardia baja, un movimiento leve de ojos del que el pelinegro tomó ventaja para atacar.


Te tomó de la muñeca atrayéndolo y trató de golpear con la otra el brazo que sostenía el arma, pero el hombre intercepto el golpe sujetándolo. Forcejearon, la pistola fue dirigida hacia el techo y Kageyama se esforzó por que el dedo de su atacante no presionara el gatillo; un disparo y todo estaría arruinado.


Kageyama le propinó un rodillazo en el estómago, las manos que lo sostenían aligeraron la presión y el pelinegro libero la mano para lanzar un puñetazo que fue esquivado con un movimiento torpe que aprovechó para darle un cabezazo en la cien.


El hombre cayó al suelo aturdido. Kageyama se aproximó a él, quien se removía tratando de levantarse y sin dudarlo le propinó una patada en la cabeza.  − No me hagas perder el tiempo − escupió molesto; sus zapatos ahora estaban arruinados. Vio en dirección al hombre, quien ya no se movía y sonrió de medio lado; muerto o inconsciente no importaba, ya no molestaría más.


Kageyama recuperó su arma del suelo e inhabilito la de su agresor extrayendo el cartucho. Con el arma ya entre sus manos continuó caminando; podría molestarse después por sus zapatos y camisa favorita arruinados. Ahora su única preocupación era llegar a la habitación donde Hinata se encontraba y sacarlo de ahí; e iba a destrozar a quien se interpusiera en su camino.


El maldito pasillo parecía no tener fin, puertas y puertas que daban a, lo que estaba seguro por la decoración eran elegantes habitaciones de las cuales algunas estaban entreabiertas y tenuemente iluminadas y de algunas otras se escuchaban sonidos actividad sexual.


Desagradable, ese no era un sitio para alguien como Hinata.


Se detuvo a dos puertas de donde estaba seguro, Hinata se encontraba; uno de los hombres de Terushima llamaba insistentemente, sin prestar atención a su alrededor; parecía ansioso. Se aproximó rápidamente hacia él y lanzó una patada a uno de sus costados causando que se doble de dolor y sin perder más tiempo le dio un golpe seco en la nuca con el codo y se desplomó al suelo inconsciente.


Kageyama intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave. Chasqueó la lengua molesto, ese rectángulo de madera era lo único que se interponía entre él y Hinata, y no permitiría que lo detuviera. Pateó la puerta con toda la fuerza de su furia y esta cedió en una fina lluvia de astillas. La habitación estaba en completa penumbra, el olor de la sangra fresca flotaba en el aire y cuando sus ojos se adaptaron se percató de algo que lo dejo helado.


Había visto muchos cadáveres con anterioridad, él mismo había arrebatado la vida a algunos de ellos, lo había hecho en infinidad de ocasiones y su reacción siempre fue la misma; total indiferencia. Pero en esa ocasión, al ver la gran mancha de sangre oscureciendo el gris de las sabanas, las pequeñas gotas que humedecían la alfombra y el cadáver cuya garganta estaba desgarrada, experimentó una serie de extraños sentimientos.


− Hinata − sus ojos se pasearon ansiosos por la habitación, deteniéndose sobre un pequeño y tembloroso cuerpo hecho un ovillo en una esquina, con las manos aferradas a un trozo de cristal, que claramente hería sus manos, y la tela transparente de su manchado camisón desgarrada en el frente. El pelinegro reprimió buen gemido de angustia al verlo así − ¿Hinata?


El menor no se movió; Kageyama podía escuchar su agitada respiración mientras se acercaba y podía oler su temor mezclado con el ligero dulzor de su esencia Omega ¿Estaba asustado de él?


− Hinata − volvió a llamarle sin recibir respuesta suya − ¿Estas bien? − el pelinegro quiso golpearse por haber hecho una pregunta tan estúpida, por supuesto que no lo estaba, pero ¿Qué más podía decir? − Hinata, mírame. − Kageyama largó la mano dispuesto a tocarlo.


− ¡No! No quiero que me toques... − susurró con voz rasposa − Estoy sucio…soy desagradable…


− ¿Que? No…..Hinata, estás sangrando − dijo inclinándose lentamente hacia él − Volvamos...tus heridas deben ser tratadas...Hinata...levántate...


Su mano logró llegar hasta su hombro y en una reacción automática y casi instintiva el menor alzó el trozo de vidrio contra él – ¡Aléjate! – exclamó moviendo la mano de forma errática en un intento de alejarlo – Vete...Vete...No me veas...Vete...


Kageyama logró detenerlo tomándole de sus manos con suma facilidad, sin embargo Hinata no cedía; seguía luchando, moviéndose violentamente hasta casi abalanzarse sobre él.


Mientras forcejeaban, pudo apreciar mejor su rostro; estaba salpicado de sangre al igual que su cabello y sus ojos lo miraban sin realmente mirarle, parecía desconectado de todo lo que estaba pasando, perdido y sin vida. Sólo imaginar por lo que el menor había pasado le hacía querer gritar de rabia.


Ese rostro, esa expresión llena de desesperación; ya lo había visto antes así, tiempo atrás cuando se vieron por primera vez. Sin embargo ahora era diferente, le importaba como no lo había hecho antes y le dolía en el pecho...herida su alma.


Quería que sus ojos volvieran a tener el mismo bonito y molesto color de siempre, quería verlo siendo el mismo otra vez "Sonríe otra vez" "Sonríe" por primera vez en su vida sintió una tremenda amargura al verlo en ese estado. Sin pensarlo su cuerpo se movió presa de un impulso y se abalanzo sobre él ¿Que debería decirle parque volviera? ¿Que podría hacer por él? Sabía que nada de lo que dijera o hiciera funcionaria para borrar lo que había pasado, sin embargo quería intentarlo...solo quería hacerlo.


Entonces envolvió sus brazos alrededor de Hinata, tirando de su pequeño cuerpo lo más que pudo hacia él. – Estaba preocupado por ti...Hinata yo...lo siento, sé que no es suficiente, pero lo siento.


El pelinegro lo sintió temblar, sentía el miedo emanando de él. Quería desesperadamente hacer algo, pero ¿Qué? Nunca había tratado con alguien en ese estado, no sabía cómo ayudarlo y lo odiaba. Por eso hizo lo que su instinto le dictaba y acarició suavemente su temblorosa espalda. El cuerpo de Hinata se estremeció, dejo caer al suelo el trozo de vidrio y se sintió despertar de un sueño. Toda la bruma que cubriría su mente fue desapareciendo y la realidad lo golpeó.


– K...Kageyama – estaba ahí, era él. Su pequeño deseo, ese que había nacido un instante antes de tratar de arrancarse la vida y que le había devuelto el deseo por pelear, había sido cumplido – Kageyama – estaba llorando lo sabía. Se sentía tan avergonzado de que lo viera así, tan...– Sucio, déjame...estoy sucio.


Temblando y sollozando, Hinata trataba de apartarlo, pero Kageyama no cedía. Era mucho más fuerte que él, sus brazos lo envolvían y temblaban ligeramente ¿Por qué temblaba? ¿No le resultaba desagradable tocarlo? ¿No lo odiaba?


– Tonto...Hinata, ya deja de ser tan tonto – susurró – Estás perfectamente bien y...y yo estoy feliz por eso...estoy tan feliz...


Tras esas palabras Hinata rompió a llorar con más fuerza ¿Estaba feliz? ¿En verdad lo estaba? Kageyama a veces podía llegar a ser una persona muy amable, amaba a los animales a pesar de que estos siempre huían de él y sonreía cuando los observaba a lo lejos. Solo una buena persona haría algo como eso, por eso Hinata no era bueno para él, estaba sucio y por esa razón ni él ni nadie más podría verlo con cariño o amor.


Lo sabía, siempre lo había sabido y había aprendido a aceptarlo, pero ahora ese pensamiento dolía...porque ahora sabía que quería a Kageyama más de lo que debería.


– ¿Podrías dejar de tener pensamientos estúpidos? – dijo tan suavemente como pudo y levantó su barbilla para poder mirarlo a los ojos – Eres pequeño, torpe e idiota, no haces nada bien además de correr y saltar por ahí, y te metes en problemas todo el tiempo. Me haces enojar, me molestas, haces que me preocupe, me haces sentir ansioso y lo odio...te odio, lo he hecho cada día desde que llegaste.


“Lo sabía” “lo sabía” “lo sabía” él lo odiaba y estaba seguro de que también creía que era desagradable y lo era, era normal que pensara eso. Miró hacia abajo, a su cuerpo semidesnudo y a la sangre y marcas que lo cubrían y su corazón se apretó ¿Quién podría querer a alguien así? De pronto aquel asfixiante dolor se transformó en nada y solo se quedó ahí, estático, viendo sin mirar sus manos ensangrentadas.


Era una persona desagradable ¿Verdad?


– Pero, por alguna razón...– volvió a hablar, Kageyama – Me haces sentir bien. Es diferente cuando te veo...todo de alguna forma se vuelve mucho mejor. – suave y dulce, su voz era diferente. Estaba llena de algo que no podía identificar – Hinata...eres demasiado bueno para cualquiera, incluso para mí.


– Mentira...


Acunando su rostro entre sus manos, Kageyama le obligó a elevar la cabeza – Mírame a los ojos y dime si estoy mintiendo. – azules y profundos como el cielo en una cálida noche de verano ¿Cuándo lo habían cautivado tanto? – Escúchame – dijo deslizando sus manos hasta sus hombros – Estás bien tal y como eres, no tienes que cambiar nada...no tienes que avergonzarte de nada. Así...ruidoso y molesto eres perfecto...sin importar lo que haya pasado o lo que hayas hecho, eres perfecto. Tanto que es irritante y lo odio.


– Tu siempre estás molesto conmigo, me odias y está bien si lo haces porque soy desagradable...lo dices todo el tiempo.


– Es verdad, te odio – no, no era eso lo que quería decirle. No era a Hinata a quien odiaba, ahora comprendía eso – Odio cuando no estás alrededor, odio cuando te vas, odio tu olor; es tan maravilloso que es desagradable...odio que le sonrías tan fácilmente a todo el mundo; es tan irritante...eres tan irritante – Hinata lo miraba con sus grandes ojos marrón ocultos tras un velo de lágrimas que se deslizaban por sus mejillas ¿Que debería hacer para que dejara de llorar? ¿Cómo podía hacerlo sonreír? – Odio no saber qué hacer cuando estás cerca, odio que siempre des vueltas en mis pensamientos, odio el hecho de querer tocarte cada vez que te veo.


– ¿Por esa razón siempre tratas de golpearle? ¿Es por qué quieres tocarme? – Hinata tomó su mano entra las suyas, sucias y ensangrentadas, esperaba que el mayor lo apartara. Sin embargo le devolvió el apretón y sorpresivamente sonrió.


– Lo hago porque eres un idiota que nunca me escucha. – se miraron sin decirse nada. Todo era tan caótico. En la mente del pelinegro una pregunta rondaba, atormentándolo, sabía que no era correcto preguntarlo. Pero necesitaba saberlo, tenía que saberlo. – Hinata... ¿él...ese hombre te...en verdad necesito que me digas sí él...


Hinata abrió los ojos y negó enérgicamente, casi demasiado. Esa era su respuesta, lo comprendía. Kageyama se sintió aliviado, tanto que creyó que podría llorar, pero en su lugar lo abrazó, susurrando su perdón.


– Antes de que él... él quería...entonces...– Hinata se aferró a su espalda mientras buscaba la forma de explicarle lo que había pasado – Estuve a punto de...pero entonces...


– Esta bien, lo entiendo – susurró trazando círculos sobre su espalda – Lo hiciste muy bien, muy bien.


– Sabía que venías por mí, yo lo sabía... lo sabía...– en ese momento, Kageyama era lo único sólido y real para Hinata. Era el ancla que lo mantenía cuerdo y se aferró a él, deseando que fuera real, que en verdad estuviera ahí y que todo lo que dijo fuera real. Quería creer que era real...tan real como lo que ya sabía sentía por él.


– Lo siento tanto, Hinata. Lamento no haber podido protegerte...no haber podido cuidarte...la próxima vez...a partir de ahora yo...


– ¿Por qué querrías proteger a alguien como yo?


– No lo sé, solo cállate y déjame hacerlo.


Sus mejillas se sonrojaron y de sus ojos brotaron lágrimas cuyo motivo nada tenía que ver con dolor o tristeza; jamás creyó que alguien le diría esas palabras. Enterró su rostro en el cuello de Kageyama y descubrió que se sentía mucho más seguro con él...correcto...natural...ese sentimiento era mejor que cualquier cosa.


En un rincón de su mente, Inconscientemente Hinata deseó permanecer así por siempre…


– Kageyama, tengo calor...quiero volver...


– Si, volvamos a casa...


Hinata era tan pequeño que fácilmente podía envolverlo con un brazo, no había nada más bueno y perfecto que él. No existía ser en el mundo más limpio que él.


Kageyama deseó protegerlo de todo, quería protegerlo de todo…por siempre…


¿Estaba mal querer hacer algo así? 

Notas finales:

>3< Gracias por leer >3<


¡¡Hasta la próxima actualización!!


 


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