Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

CHOICES por Nova22

[Reviews - 296]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

>3< Actualización >3<


 


Ha pasado algo muy triste, al menos para mí :(


AplusShawol, si estás leyendo esto. Lamento mucho no haber podido responder tu review. Estoy realmente apenada por eso, me habría gustado poder responder todas tus preguntas pero lamentablemente la página ocultó el cometario y me fue imposible responderlo cuando me disponía a hacerlo. Esta es la segunda  vez que me pasa y también me disculpo con las personas que pudieron haber dejado un review y no pude responder.


Realmente lo siento. 


 

Capítulo 31


La lluvia caía, fina y silenciosa, sobre los rosales y un sentimiento melancólico flotaba en el ambiente. Tsukishima apoyó la frente contra el empapado y frío vidrio, contemplado entristecido como la lluvia caía meciendo gentilmente las flores del jardín. Era un panorama hermoso, las rosas mostraban brillantes sus húmedas y verdes hojas, y los pétalos destellaban llenos de vida, sin embargo esa espléndida belleza se veía empañada por aquellas nubes negras grisáceas que surcaban el cielo ¿Cuando la lluvia cesaría? ¿Cuándo podría volver a ver el cielo azul? ¿Cuándo el sol volvería a brillar?


Cerró los ojos y su mente de inmediato se llenó de imágenes que incluso su cuerpo recordaba. El calor de sus manos sobre su piel, las caricias, él sabor de sus besos, el contacto de sus labios y su olor...todo tan fresco en cuerpo y mente.  


Pronto, ese recuerdo se convirtió en algo real y tangible, sintió la proximidad del calor que su cuerpo tanto añoraba en su espalda y unas manos posarse gentilmente sobre su vientre – Vuelve a la cama, Kei. Hace frío.


Sin prisa, Tsukishima posó una mano sobre la que reposaba en su vientre y abrió los ojos, encontrándose con el reflejo de Kuroo justo a su lado. Tan melancólicos como lo suyos sus ojos se encontraron. – Creí que estabas durmiendo...


– La ausencia de tu calor hizo que me despertara – dijo – ¿Estás bien? El bebé ha estado muy tranquilo ¿Es algo normal? – acarició gentilmente su vientre con ambas manos, buscando el golpecito que no tardó en llegar y entonces sonrió.


Tsukishima hizo una mueca de dolor y Kuroo se disculpó con la mirada − Parece calmarse solo cuando estas cerca…cuando no estas es un poco…difícil − sobre todo durante las noches, sin embargo esa noche y las otras que habían compartido en la misma cama, Mitsuki estuvo en paz y él pudo descansar tranquilo.


− ¿Crees que me extrañe?


− Eres su padre…y creo…creo que él lo sabe…y sabe cuándo no estás.


El pelinegro le dio un beso en el cuello y paseó su nariz por su nuca, enviando placenteros escalofríos a su cuerpo, había olvidado lo agradable que era su contacto y lo bien que se sentía estar con él.


Un beso pendía en el aire entre ellos, cálido y frágil, dispuesto a evaporarse en cualquier momento. Inconscientemente, Tsukishima se volvió hacia Kuroo. No pensó en si hacerlo sería correcto o incorrecto, simplemente cedió a su impulso como nunca se había permitido hacerlo y presionó sus labios contra los suyos. Lento y dulce, y con los suaves suspiros colmando sus mentes como la lluvia que caía, fue como el primer beso que no pudieron darse…lo guardaría en su memoria.


− ¿Quieres dormir un poco más? Estuviste muy inquieto durante la noche…


− No tengo sueño, pero me gustaría recostarme un poco…


Kuroo lo condujo a la cama y le ayudó a recostarse con tal delicadeza, que parecía que tuviera miedo de romperlo si hacia algo mal y finalmente se recostó junto a él. Estando uno frente al otro, se contemplaron en silencio; sus ojos olor avellana le miraban como si quisieran decirle algo sin atreverse realmente a hacerlo.


Tratando de evitar que Kuroo hablara, Tsukishima posó una mano sobre sus labios y negó con la cabeza; intuía que era lo que quería decirle...no quería escucharlo. Nada podía arreglarse ya. El pelinegro comprendió el mensaje y asintió con la cabeza; lo había prometido después de todo.


− Kei...Vamos a tener un hijo − su voz, aunque suave, estaba cargada de emoción. Emoción que no se había permitido expresar antes, emoción que había estado guardando para sí mismo y que Tsukishima, hasta ahora, solo había podido imaginar. − Tuyo y mío, nuestro bebé.


Kuroo le acarició el vientre con reverencia, anhelo, ternura...amor, sus ojos reflejaban una infinidad de sentimientos que se incrustaron hondo en su pecho. Había imaginado como seria ese momento, si las cosas hubieran sido diferentes; la sorpresa que se reflejaria en sus ojos, la sonrisa que se dibujaría casi en cámara lenta en sus labios y el cómo expresaría su emoción tomándole en sus brazos hasta alzarlo del suelo.


Lo imaginaba riendo, escondiendo su rostro en su cuello solo para que no notará la batalla que estaba librando por no llorar y diciéndole con la voz quebradiza lo mucho que lo amaba y lo feliz que estaba por la noticia. Porque, a pesar de que no había sido algo planeado y de que Kuroo no aparentaba querer ser padre pronto; Tsukishima sabía que la noticia le haría feliz. Sabía que lo querría tanto como él.


Durante todo ese tiempo, como la más dulce forma de herirse, imaginó diversas situaciones, diferentes escenarios, cada uno más perfecto que el otro. Sin embargo, ninguno podía compararse al momento que estaba viviendo ahora, su mente jamás habría podido formar una imagen más perfecta…más hermosa que esa.


– Nuestro bebé – le acarició el cabello mientras Kuroo se inclinaba para besar su vientre con adoración – Nuestro Mitsuki...– entonces Kuroo elevó la vista y los sentimientos que vio reflejados en ellos amenazaron con ahogarlo.


Permitió que lo estrechara entre sus brazos, percatándose de que, a pesar de su vientre abultado, sus cuerpos encajaba perfectamente bien; como si estuviera hechos el uno para el otro. Se regalaron besos dulces que iban aumentando de intensidad y caricias tan delicadas como el toque de una pluma, pero que despertaba un sinfín de sublimes sensaciones en su cuerpo y se perdieron en ellos. Olvidándose del todo.


– ¡Ah! – se quejó en voz baja Tsukishima, rompiendo el beso.


– ¿Que? ¿Te mordí? – dijo tomando su rostro entre sus manos, tratando de analizar cualquier el daño que pudo haber causado.


– No – respondió tocándose los labios con la yema de los dedos – Es solo que...me duelen los labios.


Kuroo rió suavemente – Lo siento, no sabía que esas cosas de verdad pasaban. – había estado besándose desde que Kuroo llegó, era natural que la delicada piel de sus labios se resintiera.


– ¿Podrías verte menos orgulloso?


– Lo siento – susurró deslizando su dedo pulgar por su labio inferior – No más besos...


– No tienes que besarme en los labios – Tsukishima quitó los primeros dos botones de su pijama y dejó al descubierto su cuello y parte de su hombro – Puedes hacerlo aquí...


Con los ojos Kuroo trazó lentamente la curva de su cuello – ¿Estas tratando de seducirme? – Tsukishima rodó los ojos. Era un poco tonto pensar que podía despertar esa clase de interés en alguien, estando en su avanzado estado de embarazo – Porque está funcionando. – dicho eso, y sin otorgarle tiempo para decir algo, atacó su cuello dejando besos húmedos que lo hicieron jadear.


– Kuroo – jadeó con voz entre cortada – Sabes que…ir más allá es un poco…


– Lo sé, tranquilo – el contacto de sus labios era suave y su lengua cálida, todavía no había olvidado ese dulce placer…su cuerpo reaccionaba como la primera vez – Solo besos.


Tranquilo como la fina lluvia que golpeaba su ventana y delicado como el balanceo de los pétalos de rosas que caían a causa de la suave brisa; el tiempo dejó de importar y todo a su alrededor volvió a desaparecer. Se sentían como las únicas dos personas en el mundo.


Era un sentimiento maravilloso…era una maravillosa mentira. Sin peleas, sin rencor o resentimientos, sin nada más que ellos dos viviendo en una frágil burbuja cuyo tiempo de vida se limitaba a solo un instante. Un ínstate que, silenciosamente, habían decidido vivir como si nada hubiera derrumbado su mundo, como si no existieran barreras que los separaran…vivir, al menos un instante, como padres.


Quería abrazarlo y ser abrazado, sentirse amado por él, quería que ese momento fuera lo único que perdurara en su memoria, como algo precioso y, más importante, quería hablarle a su hijo sobre los momentos en los que fueron felices. No quería que su hijo odiara a su padre ¿Estaba mal querer eso?


Solo iba a permanecer ahí, hasta que la burbuja de la fantasía explora y la realidad lo golpeara.


De pronto, de escuchó una repentina y pausada llamada a la puerta; y Tsukishima sintió su ilusión tambalearse. Estaba a punto de terminar ¿Cierto? Pareciera que solo había pasado un segundo desde que Kuroo llegó, desalineado y jadeante, solo para verlo.


– Señor, lamento mucho molestarlo pero Yaku y Kenma están aquí para verlo.


Sus manos, que hasta hace un momento recorrían su espalda baja, se detuvieron. Era el final, la frágil burbuja estaba a punto de explotar.


– Kei…


– Voy a ver a mi hermano, no se ha estado sintiendo bien. – con lentitud, Tsukishima se levantó de la cama. Kuroo repitió su acción mucho más rápido que él y le alcanzó sujetándole de los hombros.


– Voy a decirles que se vayan, pero no lo entenderán a menos que se los ordene personalmente.


¿Qué acababa de decir? ¿Iba a quedarse? No, no quería que lo hiciera. Pasar más tiempo con él no era bueno, ese corto instante fue más de lo que habría podido pedir...más de lo que su dañado corazón podía soportar.


– No, no quiero que te quedas más – dijo – Acordamos que solo sería durante la noche y la noche ya pasó. – dijo con voz firme – Al menos cumple esa promesa.


Se liberó de su agarre con un suave tirón, Kuroo no se movió de su sitio; podía sentir el calor que su cuerpo irradiaba y su esencia mezclada con la suya flotando en el aire que inundaba la habitación, iba a ser difícil borrarlo.


Tomaría tiempo...mucho tiempo.


Sin dirigirle la mirada, Tsukishima tomó una muda de ropa y caminó hasta el cuarto de baño apoyando la espalda contra la puerta justo después de cerrarla.


Silencio intenso. No podía escuchar su respiración o sentir el latido de su corazón ¿Por qué estaba tan calmado? Escuchó la puerta de la habitación cerrarse con más fuerza de la necesaria y una poco agradable sensación le invadió el pecho, le tomó un instante percatarse de que era un nudo que subía lentamente hasta galoparse en su garganta.


Inhalo, exhaló y apretó su mano alrededor de su cuello. Era la primera vez que experimentan algo así, la sensación de pérdida que nació de la certeza de que no volverían a tener algo similar jamás, era sofocante...desesperante y muy difícil de controlar. Ya estaba hecho, había sido su decisión y no podía quejarse al respecto. Ahora solo afrontar la explosión de dolor en su pecho y el ensordecedor grito desesperado de su alma.


Cuando salió del cuarto de baño, Kuroo no estaba ahí y Tsukishima permitió que sus ojos se perdieran en el sitio donde hasta hace unos minutos Kuroo había estado recostado. Sabía que no sería suficiente, pero tenía que pedir que cambiarán las sábanas y que ventilaran la habitación.


Se dirigió a la habitación de Akiteru y durante el transcurso dio órdenes a una de las sirvientas, la cual respondió con una educada reverencia antes de marcharse. Calladas y eficientes, todas las empleadas de servicio se movían por la mansión si hacer ruido, un momento estaba ahí y al otro desaparecían. Eran silenciosas excepto cuando Akiteru o Kuroo estaban alrededor. Era un poco molesto.


Abrió la puerta y la escena que sus ojos presenciaron lo dejó un tanto perplejo; Akiteru sentado sobre su cama, sostenía a un muy serio Yamaguchi de la muñeca, con una expresión sombría y molesta. Nunca lo había visto así, él le sonría a todo el mundo y era amable con todos. La tensión en el ambiente desapareció casi por completo cuando ambos repararon en su presencia y como si nada hubiera pasado, sus rostros volvieron a la normalidad.


– Kei, debes tocar la puerta antes de entrar...– dijo Akiteru.


Tsukishima cerró la puerta detrás de él – No tuve el mejor ejemplo de todos, tu hacías lo mismo ¿Recuerdas? – Akiteru sonrió y Kei se dirigió al silencioso pelinegro – Hoy voy a tomar aquí mi desayuno, pide que la traigan...Ahora.


El pelinegro no respondió, simplemente dio media vuelta y con una expresión que se asemejaba al alivio salió de la habitación. Hacía mucho que no tenían sus charlas habituales, Akiteru lo alejaba de él tanto como fuera posible, sin embargo podía percibir que su aversión hacia él había crecido.


– Parece que se te da muy bien el dar órdenes a otros – Akiteru miró hacia la puerta. – También te he visto hacerlo con los sirvientes de la casa. Eres todo un dictador.


– Que hacia él aquí – preguntó ignorando su comentario.


– Nada. Lo atrape cerca de tu habitación así que le pedí que me hiciera compañía un momento – respondió – Pensé que no querrían ser molestados ¿Está todo bien con él ahora?


Kei frunció el ceño, conocía lo suficiente a su hermano como para saber que estaba tratando de cambiar el rumbo de la conversación tocando un tema que captaría totalmente su atención. Ya lo había hecho muchas veces antes, no iba a funcionar en esta ocasión.


– ¿Estaban peleando? ¿Qué fue lo que te dijo?


– No pasó nada importante, solo charlamos un poco y quizá yo haya dicho ciertas cosas con el afán de molestarlo. – el menor movió la barbilla invitándolo a continuar – Le dije que Kuroo había conducido por la noche solo para verte y que...se había quedado a dormir contigo.


– ¿Que rayos pasa contigo?


Akiteru se cruzó de brazos – Quería ver su expresión y vaya que lo conseguí– apuntó – No es bueno que permanezca más tiempo aquí, tienes que hacer que se vaya y mientras más pronto mejor.


Kei suspiró ¿Hasta cuándo iban a mantener esa discusión? Ya había explicado hasta el cansancio sus razones para mantenerlo cerca, sin embargo eso no parecía ser suficiente para Akiteru. Comprendía que como hermano mayor, se preocupe, pero también quería que confiara un poco más en él.


– Él va a quedarse – Akiteru lo miró molestó – Y nosotros vamos a ser quienes nos vayamos de aquí.


Silencio, roto por el constante sonido de la lluvia que parecía haberse hecho más fuerte ¿No iba a decir nada? ¿Akiteru iba a permanecer así, con el rostro confuso? – Quieres decir que ya nos vamos – dijo, al fin – ¿Cuando? – preguntó con interés.


– Cinco días a partir de hoy, necesito hablar con Hinata primero – estaba tan cerca, sin embargo no podía sentir la emoción que suponía debía experimentar al casi poder tocar la libertad con la punta de los dedos. Ese momento ahora le asustaba – Pero creo que tal vez, tengas que irte antes que yo.


– Estoy bien.


– Vuelve a repetirlo después de mirarte al espejo – su rostro más pálido y descolocó que de costumbre le hacían ver como un zombie ¿La medicina no estaba funcionando? – ¿Dónde está tu medicina? ¿En verdad la estás tomando?


Buscó, entre todas las medicinas de primer cajón de la mesita junto a la cama, el frasco con las píldoras que, se suponía, debía ingerir ese día sin encontrarla. Chasqueó la lengua, molesto ¿A dónde demonios había ido ese frasco? Buscó en el segundo y tercer cajón, y volvió al punto de partida con frustración.


– Tranquilo. Debió haberse caído, voy a buscarla ¿Si? Tú solo siéntate…ahí – señaló el pequeño sofá frene a su cama antes de inclinarse y tomar un pequeño frasco con franjas azules de debajo de la cama. – No estoy tan mal como aparento ¿Sabes? Eh estado peor.


Desde el sofá, le observó juguetear con el fracaso antes de tomar un par de píldoras e ingerirlas, lo había visto en sus peores momentos y era esa la principal razón por la que había tomado la decisión de enviarlo de vuelta.  Si bien el tratamiento que había estado llevando desde hace un año había servido de mucho, temía una recaída. Fue egoísta mantenerlo ahí a pesar de que sabía que el ambiente no era el adecuado para él.


– Se lo que estás pensando, estoy aquí porque quiero y no pienso irme de aquí todavía – el mayor arrugó la nariz – Tengo que cuidarte.


Kei cruzó los brazos, descansándolos sobre su vientre – Un enfermo y un embarazado ¿Quién va a cuidar a quién? – Akiteru volvió a arrugar la nariz.


– Solo un poco mas ¿Si? Esta casa es enorme, está llena de lujos y sirvientes que siguen tus órdenes sin cuestionarte, es una maravilla. Pero también es un lugar silencioso y solitario, no tienes a nadie con quien hablar o que en verdad que se preocupe por ti. No quiero dejarte solo en un sitio así, no voy a hacerlo…déjame quedarme un poco más ¿Si?


– Me estas pidiendo demasiado – ya había experimentado antes la soledad, estaba acostumbrado a vivir solo. Nunca fue muy apegado ninguno de sus compañeros de trabajo o tuvo algún amigo cercano y jamás sintió la necesidad de tenerlo. Disfrutaba de la soledad, sin embargo el embarazo, y el tiempo que pasó con Hinata, habían causado que esa perspectiva cambiara…odiaba estar solo ahora. Incluso deliberadamente hacia que su hermano durmiera con él. – Solo unos días, después tendrás que irte. Hinata no puede cargar con los dos.


Akiteru sonrió y se dejó caer sobre la cama, dejando salir un suspiro cansado. Kei se aproximó a él y le tocó la frente con el dorso de la mano – Estoy bien, ni siquiera la abuela nos cuidaba tanto. – dijo arrugando la nariz, gesto que ya estaba molestando al menor.


– ¿Podrías decirme que te pasa? Y no, no estoy hablando de tu estado de salud. – preguntó escrutándolo con la mirada.


– Es solo que…– dudó removiéndose en su sito – Hueles un poco…demasiado a él y es…no es agradable.


Enrojeció, estuvo casi veinte minutos en la tina para nada ¡Genial! – Territoriales ¿Eh? – murmuró recordando las palabras de Akaashi – A veces olvido que también eres un Alfa.


– ¿Qué va a pasar ahora? Él escuchó de tus labios que lo amas…con eso y con lo que pasó anoche, las cosas entre ustedes van a ser diferentes. – dijo – ¿No lo sientes de esa forma? ¿No ha cambiado nada?


Kei volvió al sofá y miró silenciosamente hacia la ventana. Pensó en perdonarlo, en olvidarlo todo y en comenzar desde cero con Kuroo, pero esa ilusión se vio destrozada por cuatro palabras ¿Que podía hacer ahora? Sabía que lo amaba, pero ¿Cuánto puede durar una relación sin confianza? Tenía que ser realista, los finales felices no existían. Ya no podía ver ni un solo atisbo de luz en su futuro si se quedaba. Todavía no estaba muy seguro de cómo funcionaban las cosas en su mundo, pero si estaba seguro de que él no era la prioridad del pelinegro. No podía seguir engañando se más con eso.


– Nada ha cambiado. – no podía explicarle por qué había permitido a Kuroo quedarse a pesar de que sabía que Akiteru no lo juzgaría, quería que fuera su pequeño secreto...su pequeña e ingenua fantasía.


A demás parecía que no era el único que guardaba secretos. Akiteru también tenía algo que no le había dicho.


– ¿Puedes venir un momento? – palmeó el sitio junto a él mientras se sentaba.


Mantuvo la mirada fija en la insistente mano que palmeando la cama por un breve instante antes aproximarse a él. Estaba listo para un sermón suyo, parecía haberse vuelto experto en ello últimamente, pero lo que obtuvo fue algo diferente. Tal vez debió haberlo imaginado, dado lo afectivo que podía llegar a ser, sin embargo no era del todo malo ser sorprendido de vez en cuando.


Por esa razón, permitió que lo abrazara y revolviera su cabello como si de estuviera tratando con su yo de doce años – Antes sonreías, de una firma un tanto sínica y burlona, pero lo hacías y parecía divertirte en cada momento aunque no lo dijeras – dijo – Y ahora, solo miras hacia el cielo sin tener expresión en el rostro, incluso la sonrisa que le dedicas al bebé se ha vuelto más melancólica, casi triste...duele y me hace sentir impotente saber que no puedo hacer nada por ayudarte. – dolía saber que la única persona que podía devolverle la sonrisa, era también la que lo estaba destrozando.


El destino realmente había sido cruel con Kei.


– Todo va a volver pronto a la normalidad...cuando nos vayamos...– murmuró.


No correspondió a su brazo, pero apoyo la frente contra su hombro y cerró los ojos temiendo lo que podría ocurrir si los abría solo por un segundo. No sabía canto necesitaba de un abrazo hasta ahora, nunca fue muy sentimental; había aprendido a ocultar sus sentimientos incluso de sí mismo. Era realmente patético, sentirse como un pequeño niño asustadizo que se ocultaba entre los brazos de su hermano, sin embargo también era reconfortante saber que había alguien ahí para él...No podía imaginarse lo que sería de él su hubiera tenido que pasar por todo eso solo.


Más tarde, con el mayor sumido en un tranquilo sueño del que seguramente despertaría hasta entrada la noche, Kei se dispuso a pasar el resto del día leyendo en soledad. La lluvia aún no había cesado, manteniendo aquella atmósfera  melancólica y Yamaguchi, quien se mantenía la mayor parte del tiempo revoloteando a su alrededor no volvió ni siquiera para tomar el desayuno con ellos. La razón lo tenía sin cuidado, no obstante recordaría verificar las cintas de seguridad más tarde.


“Dejar solo a ese chico no es buena idea.” Pensó cerrando la puerta detrás de él.  


− ¿Qué rayos? − cortinas negras, cada ventana del pasillo estaba cubierta por pesadas cortinas negras, que no dejaban pasar ni un solo rayo de luz y que daban la ilusión de que aún era noche ¿Quién haría algo así? Permaneció estático en el pasillo esperando a que un sirviente pasara, pero la silenciosa espera lo estaba poniendo nervioso ¿Dónde demonios estaban todos?


Sus oídos percibieron una melodía entremezclada con el vacío silencio del pasillo, triste y melancólica, como el llanto y la súplica de un alma herida. Apretó su corazón. Buscó el hilo principal de la melodía y la siguió hasta una puerta al final del pasillo. Era una ostentosa y sombría sala de música, ya había estado ahí antes. No era muy agradable.


A pesar de que era consiente de quién se encontraba detrás, Tsukishima empujó suavemente la puerta entre abierta y escuchó con calma la suave y triste melodía que Kuroo estaba tocando.


Su postura era firme y solemne, sus ojos cerrados denotaba una infinita concentración mientras sus dedos se movían con delicadeza y refinamiento sobre las teclas blancas y negras del piano, como caricias suaves, que daban como resultado aquella sonata llena de tristes matices que llegaban hasta lo más profundo de su alma. Era tan hermoso, que no pudo evitar querer quedarse.


Con la última nota flotando en el aire hasta perderse, Kuroo habló – Dijiste que podía quedarme hasta el final de la noche ¿Cierto? – volteó y sus miradas se encontraron – La noche aún no ha terminado.


– Las cortinas...Tu lo hiciste – afirmó Tsukishima – ¿Dónde están todos?


– Ordene que se marcharán a sus habitaciones por hoy. – dijo – Regálame está noche.


Tsukishima negó con la cabeza ¿Kuroo esperaba que aceptara semejante ridiculez? ¿Era solo un juego para él? Ya había tenido suficiente de él y de todos "Solo déjame tranquilo, deja de confundirme" pensó. Dio media vuelta, dispuesto a  marcharse, prolongar esa mentira solo haría mucho más duro aceptar la realidad.


– Dijiste que me amas...


– Mentí...– respondió a pesar de que sabía que Kuroo no lo creería.


– No me importa, quédate.


– Si no quiero hacerlo.


– Entonces voy a tener que ordenártelo.


No tenía escapatoria, no podía elegir. No importaba donde se ocultara, Kuroo lo encontraría. No importaba lo que dijera, lo que hiciera o lo que deseara; ese lugar le pertenecía, estaba a su merced. Era la mejor excusa que su mente podía formular, era la mejor excusa que él pudo haberle dado para quedarse.


"Quiero despedirme de ti apropiadamente" pensó Tsukishima. "Quiero dejar de lado todo mi orgullo y prolongar está mentira por toda la eternidad"


– ¿Cuándo te he obedecido? – espetó encarándolo.


"Cada vez es más difícil ocultar de ti lo que siento"


– Jamás, pero no pienso permitir que te niegues en esta ocasión, porque sé que también lo quieres  – se acercó a él, lento, como si tuviera miedo que huyera si daba un paso en falso y lo estrecho entre sus brazos – Prometo no decirte nada que no quieras escuchar.


– No confió en tu palabra, no confió  en ti y tú no confías en mí.


– Lo sé, tienes razón.


Prolongar esa mentira a pesar de eran conscientes del dolor que supondría despertar, seguir el irrefrenable impulso de permanecer cerca del otro e ignorar su estúpido orgullo, sería un error; la estupidez más grane que podrían cometer. Sin embargo era inevitable no querer hacerlo.


“No quiero dejar de amarte, no quiero que dejes de amarme”


– No sabía que podías tocar el piano. – Akiteru tenía razón, aquella confesión había cambiado más de lo que imagino. No podía verlo a los ojos sin sentir que lo atrapaban, sin desear perderse en ellos.


– También puedo tocar el violín – tomándole la mano, Kuroo lo guió hasta un sofá negro de piel – Solía pasar mis fines de semana en esta sala, con dos profesores que sabían perfectamente como quitarle la diversión a todo. Los odiaba.


“Quiero saberlo todo de ti, quiero que me digas todo lo que no se”


– Estuviste aquí solo ¿Qué hay de Yaku y Kenma?


Kuroo sonrió, era la primera vez que Tsukishima se interesaba en conocer algo sobre su vida – Ellos también estaban aquí, pero no nos veíamos mucho. También tenían obligaciones que atender…era tan difícil y tan solitario. Todas esas reglas, las lecciones interminables, los castigos, cada día que pasaba mi deseo por huir solamente crecía. – había deseado tanto hablar así con él, tener un momento tranquilo solo para los dos. Aunque fuera solo una ilusión, quería atesorarlo – Una vez lo intentamos, los tres salimos por la noche y caminamos por el bosque, pero nos encontraron antes del amanecer…los sabuesos de caza lo hicieron y el castigo que recibimos fue mucho peor del que nos daban en el orfanato.  


– ¿Qué te hicieron? – preguntó ignorando el hecho de que solo estaba pensando en Kuroo.


– ¿Recuerdas la habitación en la que nos vimos hace unos días? – Tsukishima asintió, ese lugar, así como ese instante, estaban frescos en su memoria – No tenía muebles, solo un viejo colchón y un cubo, tampoco tenía ventanas y las paredes eran gris oscuro. Estuve encerrado ahí en muchas ocasiones, pero esa fue la peor de todas…fueron más de tres días sin ver la luz del sol y sin ninguna clase de contacto humano, no sabía si era día o noche  y todo ese silencio era…– aterrador. Fue una experiencia desagradable y mientras relataba la historia rememoraba esos días tan difíciles…tan horribles.


Yaku y Kenma no sabían sobre eso, siempre se mostró fuerte ante ellos; se convirtió en su apoyo y aprendió a enterrar sus sentimientos en el proceso. Por supuesto, para alguien tan joven, inmaduro e impulsivo, guardar todos esos sentimientos fue contraproducente y si no hubiera sido por esa mujer...tal vez habría hecho algo estúpido.


Alguien capaz de hacer que su mundo girará a su alrededor, Kei se parecía a ella en ese sentido.


– ¿Qué pasó después? – los ojos de Kuroo estaban fijos en él, sin embargo no lo estaban viendo ¿Que estaba pasando por su mente ahora? – Kuroo...


El pelinegro tomó la mano del rubio y la llevó a sus labios – Crecí...los tres lo hicimos.


No iba a decirle nada más ¿Cierto? Una parte de Tsukishima se sintió decepción. Quería saber más, quería conocer la historia completa; saber qué papel jugo su madre en su desarrollo. Pero Kuroo no parecía tener intención de hablar ¿Debería preguntar a sabiendas de que eso podría poner fin a su fantasía? ¿Quería realmente conocer esa historia?


Lo cierto era que su madre había sido alguien importante para Kuroo, lo suficientemente importante como para tratar de protegerla aun sabiendo que lo había traicionado. Ese nuevo conocimiento trajo a su mente nuevas preguntas ¿Que veía Kuroo en él? Era consciente del parecido que tenía con su madre...si en verdad no lo amaba, si solo estaba aferrado a un recuerdo, si en realidad la buscaba a ella cuando la miraba a los ojos...¿Podría eso ser posible? No quería saber la respuesta, pero...


– Kuroo ¿Me amas a mí?


– Antes de ti no había amado a nadie más.


– ¿Ahora vas a decirme que me amaste desde el primer momento en que me viste?


Sus manos alcanzaron su rostro y sintió sus dedos acariciar sus mejillas – Lo haría, pero ambos sabemos que no fue así...para ninguno de los dos. – afirmó apoyando su frente contra la suya – No sé cómo o cuando pasó, sin darme cuánta pasaba el día entero pensando en ti y deseando volver a casa solo para verte. Solo pensaba en ti, incluso ahora lo hago… – ¿Sería demasiado decirle que mantenía su habitación tal y como la dejó antes de irse? Decirle que pasaba noches enteras contemplando su lado de la cama o decirle que había llorado su ausencia como un niño.


"Si tan solo todo fuera menos complicado enteré nosotros" "Si pudiéramos convertir este instante en un por siempre"


– ¿Solo en mí?


– Solo en ti...


"No podemos ¿Verdad? Ya es muy tarde ¿Cierto?" "Si tan solo dijeras que no, entonces yo...no ya no puedo seguir engañándome"


Sintió sobre sus labios la dulce presión y el inmenso calor lo abrazó…un calor que nunca iba a apagarse sin importar cuanto tiempo pasara. Sus ojos lo miraban con adoración, con desbordada pasión y con una clase de deseo que iban más allá de lo carnal. Lo estaba mirando solo a él y quería que fuera así por siempre, porque Kuroo le pertenecía solo a él.


"Quiero que mi recuerdo se quede grabado a fuego en tu mente y corazón, así como en el mío" "No quiero que me olvides, porque yo nunca voy a olvidarte"


– Kuroo – transparente y cristalina, sus ojos no dejaban de ser hermosos – Hazme el amor...


"Quiero convertirme en la maldición de la que no puedas escapar"


Entre caricias de ceda y besos de terciopelo, que como una leve brisa que se deslizaba por sus pieles, voces entre cortadas mezcladas con el murmullo del exterior y una dulce lentitud que habría desesperado al dios del tiempo; permitieron que sus cuerpos se volvieran uno, que sus almas se reconociera con regocijo y que sus rotos corazones se amaran con las piezas del otro.


"Deseo que no seas capaz de tomar a nadie más entre tus brazos"


Pudieron sentir las cálidas gotas de lluvia bañar sus cuerpos y deslizarse perezosas sobre sus pieles y oler el dulce y fresco arma de las flores y la hierba húmeda con un realismo abrumador y magnífico a la vez. Intenso, real, el color de los pétalos de todas las flores explotó frente a sus ojos y el placer se volvió su todo.


"Desearía que todo fuera diferente" "Desearía que dejara de ser tan complicado"


Lo observó dormir como al más precioso monumento sobre la tierra ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Segundos? ¿Minutos? ¿Horas? Hicieron el amor cómo nunca antes lo habían hecho y perdieron la noción del tiempo en charlas triviales y sin sentido, hasta que el cansancio pasó factura al cuerpo del rubio y cayó rendido entre sus brazos.


– Me tienes atrapado por completo – Tsukishima estaba ahí, recostado y profundamente dormido, ajeno a lo que estaba pensando y a lo que estaba sintiendo, y era hermoso. Nunca había visto nada más bello en toda su vida.


Estaba atrapado. No importaba cuanto intentará sus pensamientos siempre estaban con él, lo tenía por completo y parecía que no podía hacer nada al respecto. Cada día, con el nacimiento de su hijo tan cerca, su desesperación aumentaba, estaba perdiendo la cabeza...y con ello también sentía que lo estaba perdiendo todo ¿Qué hacer?


El rubio se removió frotando su rostro repetidas veces contra su pecho mientras ronroneaba de placer, sacándolo de sus pensamientos. Amaba ese gesto inconsciente y lo amaba a él. Apartó un par de mechones rebeldes de su frente y acarició su suave cabello, enredando sus dedos en sus hebras doradas. Ya era el momento de marcharse, sin embargo no quería hacerlo, no quería que esa ilusión terminara.


– Te amo, Kei – susurró antes de darle un beso en la cien.


Inspiró por última vez, llenándose los pulmones con su aroma y deshaciéndose gentilmente de su abrazo se levantó de la cama. Le había hecho una promesa, la noche había llegado su fin y era el momento de marcharse. Trato de prolongar su partida tanto como pudo, pero el tiempo no estaba su favor y corría con desesperante rapidez.


Caminó a la puerta y por primera vez en su vida sintió un nudo en la garganta y el doloroso latido de su corazón lo ensordeció. Se sentía como el final de todo…un final vacío ¿En verdad sería capaz de entregarlo a otro hombre? ¿Podría soportarlo? Lo cierto era que Kuroo no era tan fuerte como todos creían.


Deslizó la mano dentro de su chaqueta y apretó con todas sus fuerzas el pequeño y frio anillo del cual llevaba consigo a donde quiera que fuera y cruzó el portal de la puerta, dejando al rubio.


– Sabía que estarías aquí ¿Siquiera dormiste? – preguntó Kuroo.


– Acabo de llegar, tenía pensado sacarte de ahí aunque tuviera que usar la fuerza.


Kuroo sonrió, como si eso fuera posible. Si Yaku no comprendía sus propias limitaciones tendría que enseñarlas el mismo, sin embargo ahora no era el momento – A partir de hoy quiero a alguien custodiando día y noche esta habitación y a Kei, no quero que lo pierdan de vista – el menor abrió la boca para protestar – No quiero replicas. 


– Como órdenes.


Kei no iba a ir a ningún lado, ni hoy ni mañana ni nunca. Ya lo había decidido. 

Notas finales:

>3< Gracias por leer >3<


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).