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CHOICES por Nova22

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Notas del capitulo:

>3< Actualización >3<

 

A tiempo esta vez XD 

Capítulo 35


Abrió los ojos y protestó con un gruñido cuando la luz del techo lo cegó. Apenas podía mover los músculos, solo respirar ya suponía un gran esfuerzo para él y dio gracias a que la máscara en su boca hacia más sencillo el trabajo. El incesante sonido de la máquina a la que estaba conectado se clavaba como calientes agujas en su cabeza y afuera un oscuro cielo sin estrellas, que daba la sensación de que no existía nada más allá de esa habitación, se alzaba.


Estaba aturdido, trató de recordar cómo había llegado hasta ahí pero le resultó imposible. Apretó los ojos, provocando una aguda punzada de dolor en la cabeza; estaba solo dentro de una habitación de blancas paredes. Blancas como las nubes, como la ausencia y la soledad...una fría y angustiante soledad.


Algo faltaba, algo que inundó sus ojos de lágrimas y despertó en él un imperioso deseo de gritar...si tan solo pudiera hacerlo.


Con mucho esfuerzo, consiguió mover una de sus manos y la posó sobre su vientre, entonces el terror envolvió su cuerpo y llenó de un frío vacío su alma. No estaba, él ya no estaba ahí...


Tsukishima cerró los ojos tratando de contener las lágrimas y permaneció en un silencio aterrador. Él estaba bien, tenía que estarlo, necesitaba verlo y asegurarse de que así era. Tomó aire y trató de levantarse sin éxito, todo su cuerpo parecía atado a su sitio por dolorosos hilos invisibles, sin embargo eso poco importo; necesitaba salir de ahí. Así que tomó aire y se impulsó sobre los hombros ignorando el dolor que ese gesto provocó en su cuerpo y vientre.


Escuchó cómo se abría la puerta de la habitación y rápidamente dirigió su atención a la persona que ingresaba lentamente a través de ella, era Kenma; tenía un aspecto de completo cansancio, con grandes ojeras debajo de unos ojos ligeramente rojos e hinchados, el cabello despeinado y manchas de sangre ya seca en la ropa.


- ¿Do...donde...? - trató de hablar pero su garganta se sentía seca y rasposa, dolía y tenía un ligero gusto a sangre en su boca. Sin embargo no se rindió - ¿Donde...? - tosió, no podía pronunciar más palabras que esas y era tan frustrante - ¿Donde...? ¿Dónde está...?


Kenma bajó la cabeza, negándose a mirarlo a los ojos como si el contacto visual supusiera una muy difícil tarea. Él no era así, quería preguntarle, pero era tan difícil formular más dos palabras sin que se le escapara el aliento.


- ¿Dónde está? - volvió a preguntar, está vez más alto y fuerte, pero no recibió respuesta alguna del menor.


En su lugar se aproximó hacia él, le hizo recostarse sin ninguna dificultad y presionó un pequeño botón junto a la cama - Duerme...lo necesitas, perdiste mucha sangre.


Una mueca de dolor se formó en su rostro, Kenma no estaba haciéndole daño, estaba haciendo extrañamente gentil con él, sin embargo parecía que los efectos de la anestesia en su cuerpo estaban dejando de surtir efecto en su cuerpo. - No...Necesito - necesitaba verlo, solo un momento...al menos una vez, un segundo le bastaba ¿Por qué no decía nada al respecto? No era tan difícil ¿Verdad? Porque su Mitsuki estaba bien ¿Verdad?


Una enfermera ingresó a la habitación casi de inmediato, sacó una jeringa de su bata blanca e inyectó su contenido al suero.


- Tienes tres costillas rotas, múltiples moretones en el cuerpo, una fuerte lesión en la cabeza y...- que importaba lo que había pasado con él, Kenma no le estaba diciendo lo que en verdad quería saber - Perdiste mucha sangre durante el parto, los médicos aseguraron que morirías...pero...pero Kuroo se negó a creerlo...


Kuroo...¿Kuroo estuvo ahí? Tenía un vago recuerdo...recordaba un mundo lleno de oscuridad y dolor, recordaba haberse preguntado por qué nadie lo sacaba de ahí y por qué la oscuridad envolvía su cuerpo con su frialdad. Luchó por salir de ahí, por supuesto que lo hizo, pero de pronto se encontró queriendo dejar de hacerlo, ya había hecho lo que tenía que hacer, no sabía que era, pero estaba seguro de que lo había hecho. Y sabía que ya podía descansar. Fue entonces cuando el dolor dejó de fluir en su cuerpo y fue reemplazado por una extraña se sanción de fría calma, hasta que llegó un momento en el que no sintió absolutamente nada y entonces pensó que al fin podría dormir.


La oscuridad ya no parecía tan mala y estuvo a punto de dejarse envolver por ella, pero la voz de alguien alcanzó sus oídos, llena de desesperación, angustia y dolor. Entonces una punzada de agonía recorrió su cuerpo y usó la poca fuerza que logró reunir para recorrer un largo y oscuro pasillo hacia esa voz...pero no estaba solo, alguien sujetaba su mano, alejando el miedo que amenazaba con frenar sus pasos. Acompañándolo, guiándolo...se sintió tan amado y protegido en ese momento y no quiso dejar de sentirse así jamás.


No recordaba nada además de una agónica sensación de vacío después de eso.


- Bebé...- pronunció el rubio en un susurro casi inaudible - Mí...- trató de volver a levantarse al ver el rostro de Kenma, esa expresión tan...desolada, pero ya no fue posible. Deseó tomarlo de los hombros y gritarle que volviera a mirarlo como siempre lo hacía, pero su cuerpo ya no respondió; el sedante estaba haciendo efecto.


"No, por favor no. Necesito saber"


El silencio comenzó a envolverlo todo, lo único que pudo escuchar fueron las pesadas gotas de lluvia golpear su ventana; estaba lloviendo afuera, entonces ¿Por qué sentía que la lluvia estaba mojando su rostro? Fría y húmeda, la lluvia...no, eran sus lágrimas las que se deslizaba de sus ojos, dolía su pecho, dolía su corazón...dolía su alma y gritaba.


"Dime qué es una cruel mentira, dime qué es una pesadilla"


"Por favor, te lo suplico, no me hagas esto...Kuroo, ven y dime que todo está bien, déjame verlo...por favor"


*****


Una densa nube de humo se alzó perezosa hacia el techo de aquella solitaria hitación iluminada por una simple bombilla que colgaba del centro del techo; humedad, oscuridad y un silencio sepulcral aunado a poca luz y la casi total ausencia de muebles y ventanas le daban un aspecto tétrico a la sala.


Kuroo observó la larga punta de ceniza al final de su cigarrillo − Bueno - dijo dándole un ligero golpe con el dedo índice y se quedó mirando como caía hasta tocar el suelo donde más ceniza y un par de trozos de cigarrillos esperaban su llegada - ¿Tienes algo que decir? Soy todo oídos justo ahora. - estaba sentado en una silla dada vuelta y sus largas piernas colgaban a cada lado del respaldo con elegancia.


− ¿Vas a matarme? - peguntó el castaño sentado en la silla frente a él pelinegro, con las manos atadas a la espalda.


Llevaban casi media hora en completo silencio, media hora en la que el pelinegro pudo apreciar como la calma inicial de Yaku iba transformándose lentamente en nervios que sabía poco a poco podría convertir en verdadero miedo. Dejó caer el cigarrillo el suelo, se levantó de la silla y caminó alrededor del menor quien se tensó cundo se detuvo justo detrás de él - Ya deberías saber que no...Yaku, la muerte sería un premio para ti o para cualquier que se atreva a ir en mi contra.


- Se cómo trabajas, te he visto - el menor giró la cabeza en dirección a Kuroo y su mirada se encontró con la suya − ¿Qué es más importante para ti, Kuroo? ¿En verdad piensas sacrificar todo lo que con tanto esfuerzo hemos construido, todo lo que tenemos...por ese chico? Piensa un poco más en lo que estás haciendo, no vale la pena...va a hacer que lo perdamos todo. Tienes que entregarlo...


Todo lo han construido, todo por lo que trabajaron, todo lo que tenían. Un gran imperio, un gran negocio, un vasto territorio para gobernar y comerciar, influencias, poder, más dinero del que podría gastar en toda su vida; lo tenía todo y sin embargo jamás lo sintió suyo. Disfrutaba de los beneficios del poder y de su posición, y trabajó arduamente para aumentar su poderío, siempre pensó que no había nada más satisfactorio que ver todo lo que había conseguido...que mirar al pasado y percatarse de todo lo que sus esfuerzos y sacrificios habían alcanzado.


Sin embargo, al final del día, en las cuatro paredes de su habitación, podía sentir que todo ese placer estaba vacío; vacío que sus compañeros de cama ocasionales llenaban momentáneamente, pero que al final lo dejaba con un mal sabor de boca. Y era entonces cuando no podía evitar preguntarse por qué había trabajado tanto, que era lo que estaba protegiendo ¿Su dinero? ¿Su territorio? ¿Su posición como cabeza de una gran organización? ¿A sus compañeros? ¿Su modo de vida?...una vida vacía.


Kuroo sonrió − ¿Vas a darme consejos ahora? - de su chaqueta sacó una pequeña navaja, nagra desde la empuñadura hasta el filo - Creo que lo que deberías hacer en tu posición es rogar por tu vida...no necesito de tus consejos.


Tampoco necesitaba de nadie más, había encontrado todo lo que necesitaba con Kei; alguien a quien proteger, a alguien cuya presencia le hacía sentirse en casa, alguien con quien, con el tiempo, comenzó a desear pasar días enteros e imaginar un futuro en una casa solo para los dos y una familia...una gran familia.


No sabía cuánto deseaba tener una familia, hasta que sintió moverse por primera vez a su bebé; todo cambio en ese momento. No sabía cómo describir todo lo que sintió en ese corto instante. Pero sabía que eso era único que deseaba, no poder ni dinero. Solo a él...a ellos y Yaku esperaba que lo tirara todo a la basura.


El menor tembló cuando el pelinegro deslizó el frío costado de la navaja sobre su mano; actuaba relajado y tranquilo, pero tenía miedo, podía olerlo - Fuiste mi primer amigo...mi mejor amigo...- deslizó la punta por sus manos y cortó la cuerda que ataba sus manos ganándose un jadeó del menor - Recuerdo el día en que te conocí, te odié, me odiaste y peleábamos todo el tiempo, sin embargo era divertido...llegue a pensar en ti como mi hermano.


De inmediato Yaku se levantó de la silla, alejándose cerca de dos metros de Kuroo, y mientras frotaba sus muñecas lo miró - ¿Vas a dejarme ir?


- Por supuesto que no - respondió mientras guardaba tranquilamente la navaja dentro de su chaqueta - Pero...- tomó el arma de su cartuchera y la dejó sobre la silla - En honor a nuestra amistad, voy a hacerte las cosas más sencillas...


Yaku miró fugazmente el arma y luego a Kuroo - No esperarás que yo...Kuroo esto es una locura ¿Te das cuenta de lo que estas habiendo? - dijo negando con la cabeza - Mira en lo que te has convertido, en lo que ese chico...


- No te atrevas a hablar de Kei - Kuroo alzó la voz, callando sus palabras. No tenía sentido que dijera más, todo eran estupideces, no podría hacerlo cambiar de opinión...era mejor terminar con todo de una maldita vez - Soy un hombre bondadoso y ahora mismo te estoy dando la posibilidad de elegir entre una muerte rápida o una lenta y dolorosa - tomó un cigarrillo de su bolsillo y lo llevó a su boca - Te estoy dando la oportunidad de elegir, no hago eso con cualquiera...


Sus pasos hicieron eco en la pequeña habitación y el sonido de las bisagras de la puerta al cerrarse marcó el final de una vieja falsa amistad. Una amistad que se habían mantenido por años, que se había transformado en un lazo tan fuerte como la hermandad y por la cual ahora no sentía absolutamente nada; ni dolor, angustia o culpa, no había nada más que un sentimiento vacío.


Se apoyó contra la puerta y encendió el cigarrillo, le dio una larga calada en la que inundó sus pulmones y expulsó el humo lentamente apreciando su sabor acre. Entonces inició una pequeña cuenta regresiva y justo antes de que llegara a cero escuchó el sonido hueco de un arma sin balas ser disparada y sonrió.


- Mentí - como si realmente fuera a dejar pasar lo que hizo, solo estaba tomándole la medida; quería saber cuál era la magnitud de su temor, hasta donde sería capaz de llegar para no sufrir el castigo que le esperaba. Ahora lo sabía. - No dejen que se haga daño - ordenó a los hombres que custodiaban la puerta.


Iba a dejarle disfrutar un poco más del sabor del miedo y la frustración de saberse acorralado.


- Creí que ibas a dejar de fumar - la voz de Kenma hizo eco por el largo y pobremente iluminado pasillo.


- Lo intento - pero en su actual situación era realmente difícil hacerlo. Kuroo despegó la espalda de la puerta, murmuró un par de instrucciones a sus hombres y alcanzó a Kenma quien se detuvo a tres metros de él, incapaz de avanzar más - ¿Tienes algo que decirme?


- Despertó... pedí que lo sedaran tal y como ordenaste.


Observó silenciosamente el humo que desprendía del final de su cigarrillo - De acuerdo.


- ¿No...? ¿No vas a ir a verlo? Has estado a su lado desde que...


- No es buen momento...- murmuró - Ahora no lo es...- tenía miedo, no sabía que iba a decirle una vez lo viera a los ojos, ni siquiera sabía si podría volver a verlo a la cara. Era un cobarde.


Silencio, tenso y sepulcral, los envolvió. Nada estaba bien, a pesar de que todos actuarán como si así fuera; nadie lo estaba culpando por lo que pasó con Yaku, conocía a sus hombres; todos ellos se mostraron comprensivos con su decisión y cada uno le reiteró su lealtad. Ninguno cometería el mismo error que el castaño, de eso estaba seguro.


- Kuroo, lo siento...si tan solo yo...


- Está bien - interrumpió Kuroo dándole una suave palmada en la cabeza con la mano que sostenía el cigarrillo - Hiciste lo que pudiste...ahora ve a casa, necesitas descansar - sonrió - Y un baño.


- Pero...


Negó con la cabeza, no quería hablar más; su mente estaba bastante lejos de su usual concentración, el cansancio y la frustración ya estaban pasando factura, y sin embargo aún seguía trabajando incansablemente; creando los peores escenarios posibles...imaginando el rostro de Kei, volviendo el terror de verlo casi morir entre sus brazos.


Horrible era poco para describir ese sentimiento; la impotencia y el dolor todavía seguían latentes en su cuerpo, estremeciéndolo...ahogándolo. No sabía lo que habría hecho si Kei hubiese muerto, pero si sabía lo que significaba; Oikawa no iba a detenerse hasta hacerlo realidad.


- Vuelve por la mañana y sobre Yamaguchi...voy a encargarme personalmente de él - dio una palmada sobre su hombro y continuo su camino por el pasillo mientras tomaba calada tras calada de su cigarrillo. Aún tenía un par más de paradas que hacer y un problema enorme que arreglar en el piso superior, pero parecía que todo eso iba a tener que esperar un poco más.


- No está permitido fumar en un hospital, ya deberías saberlo, Kuroo.


El pelinegro rodó los ojos, estaban en un tonto sótano y aunque no lo estuvieran podía hacer lo que quisiera - Este lugar me pertenece. - apuntó expulsando espesas volutas de humo grisáceo que se perdieron el techo.


- Abuso de poder, así es como le dicen ¿Sabes?


- Si, y tú sabes mucho sobre eso. Días atrás dijiste que...- suspiró al ver la expresión de desagrado en el rostro de Akaashi, quien se encontraba detrás de Bokuto y retrocedía tratando de que no se percata de su reacción - Como sea - murmuró apagando el cigarrillo contra la pared para acto seguido dejarlo caer al suelo.


Bokuto alzó una ceja y le dio una mirada inquisidora - ¿Estás bien?


- Soy un experto en destrozarlo todo con mis decisiones...- soltó de repente.


- Eso es verdad...lo arruinaste todo y no puedes usar como excusa la traición de Yaku porque al final fuiste tú quien le hizo todo eso...él no te obligó.


- ¡Bokuto-san! - exclamó Akaashi.


Kuroo alzó una mano - Está bien - no necesitaba a alguien que se compareciera de él o que le dijera que no había hecho nada malo o que no había tenido elección con tal de hacerlo sentir mejor. Necesitaba la verdad de la forma en la que Bokuto siempre solía decírsela, sin tacto; necesitaba sentir esa puñalada en el pecho...lo que sea. - ¿Ese tipo sigue en el hospital?


- No se ha movido desde que llegamos y tampoco parece que quiera hacerlo...al menos no hasta que vea a Tsukki - el bicolor se inclinó - Ya sabes ¿Qué vas a decirle a Tsukki? Ushiwaka salvó tu vida y todos sabemos que no pagar esa clase de deudas resulta perjudicial para la reptación y...− volteó en dirección a Akaashi para asegurarse de que no lo escuchara - También sabemos que es lo que querrá a cambio.


Akaashi carraspeó causando que Bokuto se tensara - No es el momento - dijo el pelinegro menor en un suspiro cansado; era un tema delicado, algo que no debía ser considerado en una situación tan tensa como la actual.


- Nada ha cambiado, mi resolución sigue siendo la misma - sabía perfectamente bien que una deuda como esa no se tomaba a la ligera, sus organizaciones no eran como las otras; tenían una larga historia y a pesar de que su estructura había cambiado con los años, la idea original de lo que debía ser el "honor" no lo había hecho.


Faltar a una deuda significaría deshonrar a sus antepasados, sin embargo Kuroo no tenía por qué continuar con aquella estúpida tradición, era solo un bastardo, un hijo de cualquiera, alguien que simplemente tuvo la fortuna o desgracia de terminar en manos de un hombre poderoso ¿A quién iba a deshonrar? ¿A un padre que no conocía? ¿A la memoria del hombre que deseó asesinar en más de una ocasión? No había absolutamente nada.


Por supuesto que jamás arriesgaría así la vida de sus hombres, sabía lo que un aguerra significaba; había sido testigo de ello y de toda la muerte y destrucción que algo como eso conllevaba. Este era solo su asunto, no iba a obligarlos a pelear una batalla que era solo suya o que pagaran con sus vidas los errores que él había cometido.


Porque su abuelo le había enseñado algo importante, probablemente lo único bueno que pudo haberle dejado, una organización era como una familia...y se protege a la familia.


- Sabes que ellos van a seguirte a donde vayas ¿Verdad? - le dijo Akaashi. - No te siguen porque les pagas o es su obligación hacerlo...tú te ganaste eso, te reconocen como su Alfa y si se los pidieras...no, aunque no se los pidieras...


- Lo sé bien - pero eso no quería decir que fuera a abusar de su lealtad. Su plan había fracasado, las cosas se salieron de control y el resultado era este ¿Debería rendirse? Por supuesto que no, en su mente no había cabida para ese pensamiento


- No vas a hacer algo tonto ¿Verdad? - habló Bokuto.


- No, ese es tu trabajo - o mejor dicho, el de los dos cuando estaban juntos. - Ahora, si me disculpan...tengo cosas que hacer. - Se despidió de ambos y caminó la puerta que era su siguiente destino no sin antes decir - Sea lo que sea también estas incluido, será mejor que me ayudes. - una sonrisa cansada, pero sincera se formó en sus labios y no tuvo que voltear para saber que el bicolor también sonreía; siempre fue así con él. Era un idiota y a su manera él también lo era.


No todo estaba perdido, Kei aún estaba ahí, aun no había ido a ningún lado y tampoco lo haría...no podía solo dejarlo.


- Kuroo-san - llegando a la puerta Akaashi lo detuvo - Por favor, déjame hablar primero con Tsukishima...sé que no debería entrometerme en sus asuntos, pero creo que sí soy yo quien se lo dice...si hablo con él primero...


- Si - apretó el pomo de la puerta; no podía mantener a Kei sedado todo el tiempo, tarde o temprano tendría que saberlo y probablemente Kuroo no era la persona más indicada para decírselo... - Hazlo...


Akaashi sabría cómo darle la noticia, sabía que Kei le importaba. Kuroo no podría hacerlo, por qué tenía miedo. Era un tanto irónico que él, quien jamás le había temido a nada, ni siquiera a la muerte, le tema a alguien perteneciente a la raza considerada la más débil; un Omega. Pero ahí estaba, aterrado con la posibilidad de ganarse su desprecio, de perder su amor y a él.


Porque sabía que podría terminar con él si lo deseara, Kei tenía ese poder.


Suspiró, no podía ahogarse en ese temor ahora, no iba a hundirse ahora. Tenía que actuar si quería librarse de ese estúpido trato, no iba a entregarle a Kei a nadie. Cruzó la puerta hasta otra habitación tan oscura como la anterior; había un ligero olor a pólvora flotando en el aire, era totalmente natural, ese gran sótano no estaba destinado a albergar prisioneros; esa una almacén de suministros bélicos y también el sitio en el que sus hombres atendían sus heridas de la forma más discreta posible.


Había sitios como ese estratégica posicionados en todo su territorio, proteger a sus hombres y mantener al mínimo las bajas era una de sus mayores prioridades.


No esperaba usarlo para otros fines además de esos, pero a estas alturas ya nada le sorprendía.


- ¿Tsukishima...está bien?...Está vivo ¿Verdad?


Ese chico era realmente bajito; parecía un pequeño hámster tembloroso y asustado en aquel rincón de la habitación, sin embargo su mirada sostuvo la suya con una mezcla de valor y temor que no estaba dirigida a sí mismo y su actual precaria situación. Era algo que pocas veces veía en personas que se encontraban de su lado de la mesa.


- Hinata Shōyō, ese es tu nombre ¿Cierto?


El más bajo se tensó ante el volumen de sus palabras y trató de reprimir un salto cuando tomó asiento en la silla frente a él; estaba asustado, eso era más que claro, sin embargo se mantuvo de pie y para su sorpresa caminó en su dirección con las manos en puños en sus costados y ocupó la silla frente a él.


- E...- suspiró el menor - Ese es mi nombre - ¡Vaya! Respondió, era toda una sorpresa. Era un chico valiente, quizá por esa razón a Kei le agradaba tanto.


- Bien - Kuroo se inclinó aportando los codos sobre la mesa y apoyó la barbilla sobre el dorso de sus manos entrelazadas - Tengamos una charla ahora...


*****


Tsukishima abrió los ojos y la brillante luz que se filtran por la gran ventana lo cegó; Puntos de color naranja y dorado salpicaron su visión y le provocaron una intensa sensación de mareo. Poco a poco pequeñas punzadas de dolor atravesaron su rígido cuerpo, volviéndose más fuertes.


Jadeó y apretó los ojos sin importarle el dolor que ese simple gesto provocó en su cabeza; no había sido un sueño, esa era la maldita realidad. No sabía la que iba a pasar ahora con él y realmente ya no importaba, solo quería dormir y fingir que nada había ocurrido...por favor, solo quería dormir.


- Tsukishima ¿Puedes...? ¿Puedes hablar? - siluetado contra la luz que se filtraba por la ventana, vio el preocupado rostro de Akaashi. - ¿Puedes entender lo que digo?


Asintió con dificultad. Akaashi, él se lo diría; tenía que preguntarle, necesitaba saberlo ahora. - ¿Donde...? - tosió ¡Maldición! Si tan solo pudiera conseguir que algo entendible saliera de sus labios, su voz no parecía suya. Era tan frustrante.


- Espera un poco ¿Si? - dio una reconfortante sonrisa ante la mirada afligida que el rubio - No voy a ir a ningún lado, lo prometo - pulsó un botón y la parte superior de la cama se elevó los grados suficientes como para que el rubio pudiera mantenerse sentado, y después sirvió un poco de agua en un vaso de cristal transparente que se encontraba en la mesita junto a la cama - Bebé un poco - el pelinegro se inclinó hacia él y le ayudó a realizar esa dificultosa tarea.


Bebió el agua a pequeños sorbos que aliviaron momentáneamente el ardor en su garganta. Pequeños trozos de recuerdos volvieron a su mente mientras estuvo sedado; el oscuro techo de la mansión, el frío suelo, la cálida sangre y el dolor llegaron primero, después un sitio mucho más reducido, sentirse en movimiento, gritos, más sangre, más dolor y miedo, porque, a pesar de que no comprendía que estaba pasando, sabía que ese dolor tenía un significado importante. 


Posteriormente hubo más dolor, más del que cualquier ser humano podría soportar, percibió el dolor de sus huesos moverse como si lo estuvieran partiendolo a la mitad y descubrió que los gritos que lastimaban su oídos era suyos. Todo en ese sueño fue tan real; las personas que corrían de un lado a otro de aquella blanca habitación, el dolor que parecía no tener fin y...la mano que sostenía la suya, así como los ojos avellana de los cuales brotaban lágrimas.


Esa imagen se le quedó grabada en la mente y continuó viéndola aun cuando todo se volvió oscuridad. No podía recordar nada más, obligó a su mente inconsciente a repetir ese momento una y otra vez, pero no encontró lo que estaba buscando; el llanto del bebé...no pudo escucharlo ni una sola vez.


- Estuviste dormido por tres días - comenzó a hablar Akaashi - Perdiste mucha sangre y tuvieron que operarte...pero no parecía estar funcionando, estabas muriendo...los médicos aseguraron que morirías...


Había escuchado eso de Kenma antes, no importaba mucho en realidad. Miró su vientre volviendo corroborar que estaba vacío y de pronto él también se sintió así. Vacío y solo. Tenía miedo de preguntar y escuchar una respuesta que, dado el mutismo de todos, ya intuía; quería seguir mintiéndose un poco más y fingir que en cualquier momento una enfermera entraría y le presentaría al bebé...a su Mitsuki.


- Tsukishima - le llamó el mayor posando una mano sobre su hombro; el rubio luchó contra él sentimiento solitario que amenazaba con transformarse en dolor y centro toda su atención en Akaashi, quien parecía estar buscando las palabras correctas para decirle - El bebé está bien, pero es muy pequeño... diminuto.


Su cerebro despertó de inmediato y su corazón dio el vuelco que necesitaba para hacer reaccionar su cuerpo, que se movió apretando la ropa del pelinegro, olvidando el dolor. - ¿Dónde está? ¿Por qué no lo traen conmigo? ¿Por qué no me dejan verlo?


- Está en una incubadora - hizo una pausa en la que le tomó sus manos entre las suyas y las apretó - Sus pulmones son muy inmaduros, ahora necesita respiración asistida...aún está muy débil y su estado no parece mejorar. - la fuerza que había recuperado se desvaneció por completo y su alegría inicial se transformó en una enloquecedora preocupación - Kuroo cree que lo mejor es que no lo veas...solo hasta que la situación...


- No, tengo que verlo ahora - que importaba lo que Kuroo creyera, ni siquiera estaba ahí y tampoco quería verlo - Llévame con él.


- No es buena idea, si creas un lazo ahora...


- Por favor - solo necesitaba un momento, un segundo. Evitar que se cree un lazo era absurdo ahora, aún no lo había visto o había tenido la dicha de sostenerlo entre sus brazos, pero ya lo amaba. Fue así desde el principio, con cada día. - Por favor - repitió con súplica en la voz.


El pelinegro le sostuvo la mirada, dudando. Akaashi no era Kuroo, iba a acceder a hacerlo, estaba completamente seguro de ello.


- Solo un segundo - dijo - Necesitas descansar todo lo que puedas, aún no te has recuperado del todo.


El rubio asintió y Akaashi caminó hacia la puerta, por la cual salió y al volver segundos después traía consigo una silla de ruedas. Subirse a ella no fue tan difícil como pensó, sintió solo una pequeña molestia al desconectar el suero de su brazo, su cuerpo aún estaba adolorido, si, y también descubrió más magulladuras y pequeños raspones en las partes de su cuerpo cuya piel era visible, nada de eso importó...era totalmente soportable.


El pelinegro empujó su silla por el pasillo hasta un ascensor; el personal del hospital los miraban de reojo, como si se estuvieran preguntando si debían hacer algo al respecto, pero ninguno se interpuso en su camino. Un escenario similar se mostró cuando salieron del ascensor, pero Tsukishima decidió ignorarlo y centró toda su atención en controlar la inquietud que suponía estar cerca de su destino final.


- Supongo que querrás un poco de privacidad - le dijo Akaashi deteniendo la silla - Volveré dentro de momento, espera aquí, por favor.


Una vez el pelinegro estuvo lo suficientemente alejado, Tsukishima abandonó su posición en la silla de ruedas, se aproximó a la gran ventana de cristal y vio una sala con un solo bebé en ella, su bebé. - No...- susurró. El bebé se encontraba dentro de una gran carcasa de cristal y era pequeño...muy pequeño, no debía medir más de 45 centímetros, quizá menos, el pañal lo cubría casi por completo y estaba rodeado de cables y tubos que lo mantenían con vida.


Sintió una oleada de pena y dolor al verlo así.


Su corazón golpeó contra su pecho y sus manos temblaron. Quería sacarlo de ahí y sostenerlo entre sus brazos, porque así era como debería ser; tenía que arrullarlo, alimentarlo y cuidarlo. Él no podía quedarse ahí, solo en esa gran y solitaria habitación al cuidado de esas extrañas personas vestidas con esas extrañas batas celestes, guantes de látex y con el cabello y bocas cubiertos. Sintió dolor en el pecho, un anhelo físico por abrazar a su hijo y susurrar que todo estaría bien y convertir ese horrible momento en un recuerdo lejano.


Pero había que eso no era posible en ese momento, Akaashi le había explicado sobre los riesgos que un bebé prematuro podría correr, había un riesgo elevado de que sufriera una infección y problemas respiratorios. Y lo cierto era que ahora él era incapaz de respirar y su vida pendía de un hilo.


- Hola - susurró a sabiendas de que no lo escucharía y posó una temblorosa mano sobre el frio cristal - Hola, Mitsuki - volvió a decir en voz baja, con la mirada fija en el frágil cuerpecito del bebé, su cabeza estaba cubierta por una sedosa mata de cabello negro. No podía ver sus ojos pero supuso que también se parecerían a los de Kuroo, tenía la certeza de que sería así.


Era un poco injusto desde su punto de vista, pero no importaba...Mitsuki no dejaría de ser suyo por eso y tampoco lo amaría menos. Solo tenía que vivir, iba a vivir. Tsukishima se negaba a considerar el peor escenario, en esta ocasión no iba a hacerlo y tampoco iba a llorar.


Cerró los ojos soportando las lágrimas con todas sus fuerzas - Por favor...por favor...


Sintió una mano sobre su hombro y abrió los ojos para encontrar el reflejo de Kuroo detrás de él, fue en ese momento cuando se vio su propio reflejo y se percató de que su aspecto era un desastre; estaba pálido, mucho más que lo usual, y aunque el reflejo no mostraba moretones visiblemente enormes, podía ver parte de una inflamada herida asomarse por el borde de la venda que rodeaba su cabeza.


Tenía un aspecto terrible, todo su rostro lo tenía y estaba seguro de que su cuerpo también era un desastre.


- Kei, nuestro hijo va a vivir y va a convertirse en el más fuerte de todos.


- No me importa que sea el más fuerte de todos - murmuró mirando su reflejo - Me basta con que este sano - no tenía que ser el más listo, el más alto o el más astuto. Nada de eso importaba, solo tenía que vivir... viviría.


Incapaz de mirar al bebé, Kuroo se mantuvo detrás del rubio. Lo había visto una sola vez y su pequeña y débil imagen se quedó grabada en su mente, así como el dolor y el miedo por su destino. Permaneció en silencio, sufriendo por los evidentes esfuerzos del rubio por ocultar sus sentimientos y sintiendo crecer el deseo de reconfortarlo entre sus brazos.


Largó la mano tratando de alcanzar a Kei, pero su voz lo frenó - A estas alturas ya deberías estar informado de todo - murmuró el rubio, más para sí mismo que para Kuroo, quien se tensó de inmediato.


¿Estaba hablando del incidente con Yamaguchi? No esperaba tocar ese tema en un momento como este, quería esperar hasta que Kei estuviera lo suficientemente recuperado; su estado aún era muy delicado. Cualquiera podría verlo; su aspecto era tan frágil, parecía como si fuera a desmoronarse en cualquier momento...ni siquiera podía mantenerse en pie apropiadamente.


- Kei, perdóname - soltó sin premeditación, sus emociones lo habían dominado - Dije todas esas cosas y te lastime, fui...- los hombros del rubio se movieron ligeramente - Fui un patán, un idiota...no tengo palabras para expresar todo lo que...


- Me llamaste zorra - sus ojos se encontraron con los suyos a través del cristal - Kuroo ¿Lo soy?


Kuroo pasó una mano por su cabello, esto no iba a terminar bien. No era el momento para una discusión, sabía que merecía sus reproches; no tenía el derecho de negar nada, pero ese no era el momento indicado - No lo eres, por supuesto que no...Escucha, Kei. Ahora no es momento para...


- ¿Escucharte? - volteó, encarándolo. Su respiración era claramente audible y su voz sonaba ronca y entrecortada; era difícil para él hablar - ¿Por qué? Tú no me diste ese privilegio ¿Por qué tú si mereces que te escuchen y yo no? - Kei parecía tan distante ahora, la brecha que se había abierto entre ellos en ese entonces, esa que había sido tan difícil cortar, volvió a abrirse. Estaba sucediendo...aquello que más temía.


- Kei, por favor - su tono de voz adquirió de pronto un todo suplicante que jamás pensó escuchar en sí mismo y que causaron que Tsukishima titubeara un instante; su proximidad le hacía daño por muchas razones - Reconozco que estuve mal, no estoy intentando justificarme...también sé que no vas a perdonarme de inmediato, sé que quizá no lo merezca después de todo lo que te hice, pero también sé que me amas y yo te amo a ti...no tienes idea de cuánto.


Tsukishima lo miró con tristeza, tristeza que apretó su corazón; no soportaba verlo así - ¿Tan difícil era para ti confiar en mí? ¿Era tan débil, Kuroo? El amor que decías tenerme ¿Lo era? - ¿No significaba nada para él? ¿Su confianza en él era tan frágil que cualquiera podría hacerle dudar? - Yo...yo...- "yo te amaba" "Te amo" y dolía, dolía mucho, apretaba su herido corazón saber que era el único que creía que ese sentimiento era tan fuerte como para superar cualquier cosa - No puedo con esto...ya no más...


Ni siquiera podía mostrar el mismo rencor que Kuroo le mostró en aquella ocasión. No lo había olvidado, por supuesto que no, el recuerdo de ese dolor había sido el motor que lo impulsó a continuar, sin embargo ese no era el único recuerdo que conservaba en su memoria. Había muchos más, anteriores a ese y recientes, recuerdos que ingenuamente él mismo había creado y que no solo se habían grabado en su mente, sino también en su corazón...en cada trozo de él.


- Por favor, no - Kuroo dio un paso hacia él, pero el rubio se apartó bruscamente y su espalda chocó contra la pared de cristal. ¡Maldición! Era más frágil de lo que su semblante dejaba ver, estaba lejos de ser el chico orgulloso, cínico y decidido que conocía. Y sus ojos, ese destellante y atractivo dorado, había sido apagado por el dolor, y ahora lo miraba con tristeza y una profunda decepción, que se clavó como miles de finas agujas en su alma. - Kei...- deseaba poder besarlo y eliminar todo el dolor que sus acciones y sus palabras le habían provocado, abrazarlo y borrar todas las malas experiencias que le había hecho pasar...protegerlo de todo y de todos.


Pero sabía que Kei no lo permitiría y esa certeza era desgarradora.


Alzo una mano, frenando cualquier movimiento del pelinegro - No, no me toques... - sus rodillas flaquearon, pero antes de que cayera al suelo, Kuroo lo sujetó de la cintura y lo abrazó. El olor natural que Kuroo desprendía, mezclado con su colonia y la ligera esencia a tabaco en su ropa, despertaron en Tsukishima un salvaje deseo de apoyar la cabeza contra su pecho...de impregnarse con su aroma. - No...- no podía ceder tan fácilmente, Kuroo lo había lastimado. No iba a dejar atrás eso tan fácilmente...tampoco a perdonarlo.


Ya le había dado una oportunidad antes, había cedido ante lo que sentía por él y terminó destrozando esa esperanza con una terrible facilidad. Sería estúpido seguir cediendo así. No era un juguete.


Tsukishima trató de librarse de él empujando sus manos contra su pecho, pero sus esfuerzos fueron inútiles. Su fuerza era casi nula, lo único que lo mantenía en pie era el abrazo del pelinegro y su propia obstinación por mantenerse despierto, a pesar de que sentía como el cansancio amenazaba con tomar el control de su cuerpo. Los sedantes aun debían estar haciendo efecto.


- Sé que no vas a perdonarme de inmediato - susurró - Soy un idiota que destroza todo lo que toca, no fui capaz de confiar en ti a pesar de que una parte de mi sabía que no mentías...permití que mis miedos guiarán mis acciones y que mis decisiones fueran influenciadas, soy una desgracia de hombre...de ser humano y no merezco tu amor, lo sé bien - su abrazo se apretó - Pero te amo...tú me amas y sé que eso no ha cambiado, eso es lo único que jamás voy a poder destruir. Sé que crees que esté amor es frágil, pero no es verdad... míranos, no hemos dejado de amarnos en ningún momento. Nunca va a dejar de ser así...nunca, Kei.


"Mientes, estás mintiendo, lo sé...Kuroo, dices las mentiras más hermosas y yo las amo...amo tanto tus mentiras"


Kuroo hacia tambalear la tierra bajo sus pies, que recuperará sus fuerzas y que las perdiera en un santiamén. Destrozaba cada parte de él, en piezas tan pequeñas que parecía difícil poder volver a unirlas, pero él lo conseguía de alguna forma...no sabía cómo. Y tenía miedo, porque sentía que poco a poco se estaba perdiendo, ya no quedaba casi nada del Tsukishima de antaño, de ese que sabía podía hacerlo todo solo...ese que jamás necesitó del amor de nadie.


El amor era una cosa realmente aterradora, lo había cambiado por completo, revolucionó su mundo llenándolo de esperanza y también lo destrozó...era aterrador y maravilloso.


- Te amo, todo lo que deseo en el mundo es estar contigo y protegerte...


"Mentiras, más mentiras. Por favor no dejes de mentir, necesito de tus mentiras ahora"


Algunos llaman un mal necesario a ese sentimiento que te da la certeza de que realmente estás vivo.


Para Tsukishima fue como bailar en el borde de un acantilado, fue envuelto por una emoción indescriptible, permitió que la adrenalina lo llenará y no tuvo dudas en arriesgarlo todo por ese amor...entonces cayó y esa caída pudo haber terminado con él. Pero no lo hizo, de alguna forma logro sobrevivir y ahora Kuroo lo invitaba a bailar nuevamente e ingenuamente él quería tomar su mano.


Ya había sobrevivido la primera vez, en esta ocasión la caída terminaría con él...lo sabía.


- No puedes protegerme - murmuró, el rubio. Arriesgarse nuevamente sería un completo error, ya era suficiente de falsas ilusiones...era el momento de ser realista - Mírate, mírame...- masculló rechazando las palabras de Kuroo - ¿Cuántas veces estuve a punto de morir? No pretendas que puedes protegerme cuando sabes perfectamente bien que no es así.


Kuroo enmudeció momentáneamente ante la acusación del rubio, tenía razón había hecho un pésimo trabajo y arriesgado no solo la vida de Kei sino también la de su hijo. Parecía que no podía proteger aquello que amaba - Vámonos, huyamos como lo habíamos soñado...solo los tres, dejemos todo atrás...a esta vida, a todos.


Tsukishima negó sus palabras - ¿Es tan fácil para ti? ¿Esperas que me arroje a tus brazos y te pida que me lleves contigo? ¿Soy tan fácil? - espetó el rubio con rencor. Como si realmente pudiera dejarlo todo atrás, había una herida en su corazón, una que le impedía confiar totalmente en Kuroo - ¿Que va a pasar la próxima vez que algo ocurra? ¿En el próximo malentendido? Va a ser mi culpa...vas a culparme a mí, lo se...porque confías en todos excepto en mí.


- No...No...No va a volver a pasar, Kei - dijo afligido - Prometo que no va a volver a pasar...solo dame una oportunidad para enmendarlo todo.


Kuroo lo miró fijamente a los ojos y no apartó la vista. Era sincero, Tsukishima podía verlo; realmente parecía querer arreglarlo todo. Sin embargo el rubio temía arriesgarse y volver a terminar lastimado, temía que sus palabras y promesas estuvieran vacías, quería cerrar de una vez su corazón, pero Kuroo no se lo estaba dejando sencillo. Su abrazo, ese simple gesto estaba haciendo estragos en él.


"Tú eres mío y yo soy tuyo, esa es la única verdad que existe entre nosotros"


Lo aceptaba, era un hecho irrefutable para ambos.


- Kuroo ¿Me amas? - tenía razón no iba a volver a pasar, ya había sido herido lo suficiente...


- Por supuesto que sí.


Ya había sido suficiente de todo y solo le quedaba un solo camino. Uno que debía recorrer él solo.


- Entonces déjame ir...libérame de ti.


La boca de Kuroo se abrió, pero ni una sola palabra salió de ella. Dejarlo ir, vivir una vida sin Kei...no podía imaginarlo, era completamente imposible. Vivir sin él era lo mismo que no vivir, el rubio lo era todo para Kuroo. - No, no puedo - se miraron en silencio, el rubio se sentía débil y temía desvanecerse en cualquier momento - Sé que las cosas se ven realmente mal, pero puedo arreglarlo todo...nosotros todavía podemos...


Tsukishima negó con la cabeza "nosotros todavía podemos" cuanto desearía que esas parlabas fueran ciertas, pero lo cierto era que no lo eran. Ahora mismo no podía encontrar ninguna otra salida. Solo sentía dolor en el corazón, sin embargo se obligó a reunir fuerzas suficientes como para apartarlo y sostenerse de la pared para evitar caer al suelo. - Eres un egoísta - espiró hondo - Te comportas como si realmente me amaras, como si nosotros te importáramos, pero lo cierto es que solo te preocupas por ti mismo...solo buscas lo que es mejor para ti. Tu no me quieres, simplemente no quieres ceder ante las demandas de Ushijima.


- Eso no es verdad - dijo con desesperación, esto de estaba saliendo de control. Tsukishima temblaba y respiraba con tanta agitación que le provocó un nudo en el pecho - Te amo, solo quiero lo mejor para ti y para nuestro hijo.


- Entonces déjame ir, eso es lo mejor para mí y para nuestro hijo - trató de que sus palabras sonaran duras y firmes, pero era muy difícil de lograr en su actual condición física y emocional.


Kuroo apartó la mirada de la suya, esa era su respuesta ¿Verdad? No podía ser más claro.


- Lo ves, eres incapaz de pensar en nadie más que tu...eres un egoísta - respiró hondo, no iba a llorar frente a él, no de nuevo. Aun le quedaba un poco de orgullo, no estaba completamente acabado


- Kei...


- Tenías razón...habría sido mejor que nuestros caminos jamás se cruzaran - dijo con voz quebradiza y un nudo de lágrimas en la garganta - De ese modo nos habríamos evitado todo esto...de ese modo le habríamos evitado esto a Mitsuki.


Con esas palabras Tsukishima consiguió escapar de él, no supo cómo, pero de alguna forma encontró la fuerza para caminar, tambaleándose sosteniéndose de la pared del pasillo hasta una puerta, la cual no dudó en cruzar. La habitación comenzó a darle vueltas y se tambaleó un par de pasos hasta finalmente dejarse caer sobre uno de los escalones de la escalera al frente ¡Maldita sea! Estaba a punto de desmoronarse; le ardía la garganta como si hubiera tragado acido, sus resecos labios tenían un sabor salado y las lágrimas afloraron acompañadas de sollozos que trató de sofocar ocultado su rostro contra sus piernas.


Todo estaba tan jodidamente mal. No se sentía bien, haber dicho todas esas palabras a Kuroo le habían dejado un amargo sabor en la boca. Lastimarlo no se sentía bien, no había ni una sola pizca de triunfo en eso, pero ya no podía borrar lo que había sido dicho y solo podía soportar el dolor en soledad.


- Soy tan estúpido y patético - pudo haber evitado todo eso. Todo lo que estaba pasando era su culpa. Si tan solo hubiera trabajado más arduamente, si tan solo no hubiese permitido que sus deseos egoístas tomaran el control de sus acciones. Ahora el peso de todo un mundo de errores estaba cayendo sobre sus hombros y no podía sopórtalo.


"No me dejes, no permitas que te deje"


Quiso reír, pero otro sollozo salió en su lugar. Había llamado egoísta a Kuroo cuando él también lo era ¡Que hipocresía! Definitivamente estaban hechos el un para el otro


 

Notas finales:

>3< Gracias por leer >3<

 

Anuncio: No estoy seguro de si tengamos actu la próxima vez, tengo un par de pendientes que necesito resolver y no se cuánto tiempo vaya a demorar. Quizá no demore. Bueno, me disculpo de antemano por la ausencia de actu ;) (Si es que al final no hay actu XD)

 

 


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