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CHOICES por Nova22

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Notas del capitulo:

>3< Actualización >3<

 

¡¡Holaaaaaaaa!!! ¡¡Volví!! ¿Me extrañaron? ¿No? Bueno ;3;

 

Es viernes así que esto cuenta como una actualización a tiempo XD

Capítulo 36

 

Tsukishima apoyó la frente y la mano contra el frío cristal que lo separaba de aquella pequeña y durmiente criatura y cerró fuertemente los ojos ¿Cuánto tiempo más tendría que verlo así? Habían pasado cinco días y quería abrazarlo ya y la impotencia de no poder ver realizada ese deseo se clavaba hondo en su alma.

 

– Mitsuki – susurró dando un ligero golpecito al cristal con el dedo índice – Mitsu...– sabía que no podría escucharlo, sin embargo era reconfortante ver cómo apretaba espasmódicamente sus pequeñas manitas cada vez que lo llamaba, como si realmente pudiera escucharlo.

 

Ese simple gesto era lo único que lo salvaba de la desesperación de no poder tenerlo entre sus brazos.

 

– Kei...

 

– ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar trabajando?

 

– Mitsuki también es mi hijo, es natural que quiera ver cómo está – y también necesitaba ver a Kei, pero decirle eso sería arriesgarse a tener otra pelea. No necesitaban eso ahora – Hablé con los doctores...está mejorando poco a poco, pronto...

 

– No despierta...¿Por qué no lo hace?

 

– Necesita de toda su energía para recuperarse, te aseguro que pronto va a despertar.

 

Tsukishima frunció el ceño. "Pronto" esa palabra se había transformado rápidamente es una que le revolvía el estómago, la odiaba. Porque representaba algo que no tenía; tiempo.

 

Su cuerpo se estaba recuperando más rápido de lo que imaginó y a pesar de que las enfermeras decían que era algo magnífico, para Tsukishima era terrible, porque significaba que pronto no necesitaría de cuidados médicos...y que pronto tendría que abandonar el hospital y entonces ¿Que iba a pasar con él? ¿Iban a separarlo de su hijo o terminaría recluido en una mansión al lado de Kuroo?

 

Lentamente sus dedos se contrajeron hasta formar un puño, no podía aceptar cualquiera de esos destinos.

 

El pequeño relajó por completo sus manitas y movió la boca antes de volver a quedarse quieto…igual que los últimos días; no había cambiado su aspecto drásticamente, aún era pequeño y parecía bastante frágil dentro de esa carcasa de cristal...pero en su corazón sabía que estaría bien. Era fuerte.

 

– Kuroo – el rubio volteó, encarándolo como no había tenido el valor de hacer desde su última conversación – ¿Cómo puedo escapar de ti?

 

– No puedes – puntualizó Kuroo.

 

– No voy a quedarme.

 

– Y yo no voy a dejar que te vayas, no importa lo que pase.

 

– ¿Incluso si llego a odiarte? – una sombra de dolor atravesó los sorprendidos ojos de Kuroo, como el eco del tormento que esas palabras provocaban en él ¿Por qué tenía que poner esa expresión tan lastimera?

 

Odiarlo, odiarse. Esa idea fue como un latigazo ardiente sobre la piel para Tsukishima y como si un cuchillo le atravesara el pecho hasta alcanzarle el corazón para Kuroo. Esa idea les aterraba, pero lo cierto era que algo así podía suceder. Amor. Odio. Bastaba de un solo paso para cruzar cualquiera de esos dos umbrales.

 

– Kei... escúchame – Kuroo acunó su rostro entre sus manos, su tacto sobre su piel, a pesar de ser frío, calentó su cuerpo.

 

Dolía.

 

Tsukishima le apartó las manos de su rostro con gentileza y negó con la cabeza, no iba a iniciar una pelea ahora...no frente a su hijo – No, ya no más...ya tuve suficiente de todo.

 

No tenía sentido continuar con ello, llegar a esa conclusión le rompió el corazón; fue muy difícil admitirlo, pero a así era. No quedaba nada más que rescatar entre ellos, estaban acabados. Le dio la espalda a Kuroo y contempló al pequeño bebé durmiente detrás del cristal; en verdad eran tan dolorosamente parecidos, quería reír y también llorar, había tantos sentimientos acumulados en su pecho apunto de emerger.

 

Era casi insoportable estar tan cerca de la única persona con la que deseaba desbordar ese cumulo de emociones y  tener que frenarse. Tsukishima no se consideraba un cobarde, pero en ese momento huir fue la única salida que pudo encontrar para no ceder ante un impulso que sabía erróneo.

 

– No voy a dejar que vayas – la voz de Kuroo lo alcanzó a la mitad del pasillo, frenando su paso. No iba a darse por vencido ¿Verdad?

 

Arrogante y sínico, Tsukishima alzó la barbilla y antes de reanudar su camino dijo  – Y yo no voy a quedarme, ya te lo dije.

 

Uno, dos, tres. Cada paso que daba se sentía como si estuviera caminando por las cenizas ardientes de lo que alguna vez fue su relación; estaba completamente destruida y estaba destinada al fracaso, sin embargo todavía quemaba. La llama que había nacido ente ellos seguía viva a pesar de la tempestad de acontecimientos que la atacaron y, a pesar de parecer frágil, era lo suficientemente fuerte como para amenazar con quémale.

 

Necesitaba con desesperación escapar antes de que esa débil llama cobrara fuerza, pero ¿Cómo? Estaba solo ahora…completamente solo y desesperado.

 

– Tsukishima ¿Podemos hablar un momento?

 

Su cuerpo frenó antes de colisionar con el dueño de la voz que lo había arrancado del océano de pensamientos en el que poco a poco se estaba sumergiendo hasta casi ahogarse.

 

– Akaashi-san, no es un buen momento…

 

– Te ves un poco pálido ¿Te sientes mal? – el pelinegro lo miró a los ojos, había genuina preocupación reflejada en ellos – Escuché de tus enfermeras que has tenido fiebre últimamente y que no has estado…– hizo amago de tocarlo, pero el rubio retrocedió un paso e hizo un gesto con la mano para para restarle importancia al asunto.

 

– No, está todo perfectamente bien.

 

Las palabras de Tsukishima no convencieron al pelinegro; era totalmente claro para sus ojos, o los de cualquiera que lo viera, que no estaba bien; su piel tenía un aspecto más pálido que lo normal. No estaba durmiendo bien, tampoco estaba alimentándose apropiadamente y su fiebre constante era preocupante.

 

Permitirle caminar solo no parecía buena idea, había visto a Ushijima arribar al hospital antes que él y estaba seguro de que la primera persona a la que buscaría sería a Tsukishima, sin embargo el rubio no parecía querer compañía...quizá debía respetar su espacio, el piso era grande y seguramente Tsukishima había encontrado un lugar que le evitara el indeseado contacto humano.

 

 – ¿Puedo esperarte en tu habitación? – no quería importunarlo más, pero en verdad necesitaba tratar un tema importante con él y necesitaba hacerlo ahora que aún había tiempo.

 

Esa petición descolocó un poco a Tsukishima, sin embargo accedió a ella y continuó su lento caminar hacia su destino. No tenía idea de que podría ser tan importante, pero fuera lo que fuera podía esperar un par de horas.

 

Abrió la puerta hacia el único espacio que le hacía sentir realmente alejado de todos y, al igual que la primera vez que llegó a ese lugar, se dejó caer en pesadamente sobre uno de los escalones de aquella solitaria escalera de metal. Cerró los ojos y boqueó inclinándose hasta descansar la cabeza sobre sus piernas, se ahogaba, necesitaba aire...necesitaba escapar.

 

Su jaula era muy pequeña, era aterradora, era solitaria; no podía hablar con nadie, todos lo trataban con suma cautela. No podía salir, habían trasladado su habitación al piso superior, el flujo de personas que entraban y salían era limitado, no tenía permitido ir más allá de esa escalera; lo había intentado antes y descubrió a un hombre bloqueando el paso. Toda esa seguridad, lo limitado de sus movimientos y la ausencia de aire fresco le daban una terrible sensación de enclaustramiento. Lo enloquecía.

 

Lo único que lo mantenía cuerdo era Mitsuki, verlo era lo único que esperaba cada día...le devolvía la sonrisa que creía haber perdido y transformaba su encierro en algo soportable.

 

Pero verlo también era un arma de doble filo porque, cuando estaba en soledad, la calma y el amor que le provocaban se transformaban en miedo e incertidumbre. Y entonces terminaba como ahora; con sudor frio recorriendo su frente, el cuerpo tembloroso y una cruda ansiedad abrazándole. La idea de verse separado de Mitsuki lo atormentaba durante sus largos momentos de soledad, y la certeza de que no había forma de escapar de ese destino lo aterraba.

 

No había nadie que pudiera ayudarlo, no había nada que pudiera hacer. Estaba acorralado, asustado, desesperado...y casi sin esperanza.

 

– No deberías encariñarte mucho con ese niño – el profundo susurro de un consejo flotó en el aire, irrumpiendo la fina barrera que lo separaba del lejano murmullo del pasillo.

 

Un ligero suspiro escapó de sus labios y enderezó su cuerpo envolviendo su vientre con una mano, como un instintivo mecanismo de defensa, al tiempo que sus ojos chocaban contra los oliváceos de Ushijima – Tu no deberías encariñarte mucho conmigo – sus labios formaron una desdeñosa sonrisa y sus ojos sonrieron con hostilidad disfrazada de amabilidad – Todavía no estoy en tu casa...o en tu cama.

 

¿Quién se creía ese tipo pare decirle que no se encariñara con su propio hijo? ¿Qué clase de estúpido consejo era ese? El rostro Ushijima parecía esculpido en granito, sin embargo sabía que ese comentario le había molestado más de lo que su estoica serenidad dejaba entrever ¿A qué había venido? La última vez que lo vio fue hace tres días, en este mismo lugar y le dio una noticia que casi hace que sus cuerpo colapse ¿Tenía más malas noticias?

 

Él sonrió, gesto que envió una señal de alerta a su cuerpo, y tomó un sobre manila de su chaqueta para posteriormente tendérselo – Kuroo y yo nos reunimos ayer por la tarde y accedió a entregarme esto como prueba de su cooperación.

 

Tsukishima trató de mostrarse sereno, pero la mención del nombre de Kuroo dentro de esa horrenda oración no anunciaba nada bueno. Sus dedos temblaron en cuanto su cerebro consiguió comprender lo que sus ojos estaban viendo. Kuroo era un bastardo que hacía exactamente lo contrario a lo que decía ¿Como esperaba que lo perdonara después de eso? ¿Cómo esperaba que volviera a confiar en él después de esto?

 

Kuroo realmente era un bastardo y Tsukishima un estúpido por seguir alimentando un sentimiento que no merecía.

 

– Esto no tiene ninguna validez para mí – espetó con furia contenida ¿Que buscaba Ushijima al mostrarle esto? Que tuviera los derechos de propiedad sobre él no significaba nada; no era su dueño y jamás lo sería.

 

– Lo sé, por esa razón te lo estoy entregando.

 

 No pudo ocultar su sorpresa y confusión ¿Estaba hablando en serio? No parecía cierto, después de todo lo que había dicho acerca de querer tenerlo ¿Iba a dejarlo tranquilo?

 

– No te confundas – volvió a hablar Ushijima – Estos documentos no me sirven de nada, tenerlos no me garantiza que te tendré a ti también...no puedo a pelar a la ley por qué las leyes las hacemos nosotros y estás cambian mucho más rápido que el flujo del viento.

 

Tsukishima frunció el ceño e inconscientemente apretó el papel entre sus manos, estaba a tan solo un paso de que la rabia que había estado conteniendo explotara – ¿Qué es lo que pretendes al decirme todo esto? No veo como esto podría ayudarte – bufó – o es que pretendes ganarte mi amistad...por qué si es así, entonces déjame decirte que la única forma en la que yo...

 

– Te equivocas – le interrumpió inclinándose para tomarle de la barbilla, sus manos quemaban en su piel...al igual que su mirada – lo que quiero es tu voluntad...ahora mismo no existe lazo que te ate a él, lo único que me impide tenerte es su necedad, ese apego hacia ti, y la debilidad que te impide abandonarlo.

 

Cada palabra que salía de su boca lo empujaba más y más al borde de la furia, sus mejillas ardían y sus puños se apretaron tan fuerte que sintió sus uñas enterrarse en su piel. No comprendía a este hombre, no importaba cuanto tratara de hacerlo. Arrogancia o sinceridad ¿Qué era lo que impulsaba sus palabras? Orgullo o capricho ¿Qué era lo que impulsaba sus acciones?

 

Tsukishima no tenía idea de ello, pero si había algo de lo que estaba seguro; Ushijima lo deseaba, conocía muy bien el significado de esa mirada...porque Kuroo lo miraba de la misma forma.

 

Los ojos de Ushijima se entrecerraron al tiempo que el dulce aroma del rubio alcanzó su nariz; no era como nada que hubiere percibido antes, era muy fuerte y casi podía saborearlo. Y si no fuera por qué aún podía sentir el casi imperceptible aroma de Kuroo, probablemente ahora ya habría...– Tu...No has estado en la cama de otro Alfa además de Kuroo ¿Cierto?

 

Ira. Una que tiñó sus mejillas de un carmín tan intenso como el de las rosas más bellas del jardín más hermoso y que avivó sus deslucidos ojos con una intensa y poderosa llama muy difícil de ignorar. Fascinante. Algo en su interior gritó esa palabra ante la imagen que sus ojos contemplan; Tsukishima Kei, era atractivo, no iba a negar eso. Pero era perfectamente consciente de que había más como él, mucho más hermosos, entonces ¿Qué era lo que lo hacía tan especial?? ¿Por qué ahora lo deseaba por sobre otros?

 

Ira. Pura e incontrolable. Ira, fue eso lo que llevó a Tsukishima a levantarse de golpe y lanzar una bofetada en contra del hombre que lo miraba sumido en el más profundo trance y que desató algo que no esperaba...el calor del celo.

 

*****

 

Como si fuera lo más interesante del planeta, Kuroo observó los trozos de la fina taza de porcelana y el oscuro líquido que se esparcía por el blanco suelo ¿Que había sido eso? Por un momento, un breve y fugaz instante todo se oscureció ante sus ojos y toda fuerza pareció abandonar su cuerpo.

 

– Kuroo ¿Estás bien? ¿Te lastimaste? – Inmediatamente Kenma se aproximó a él; el pelinegro negó con la cabeza, sintiendo un desagradable nudo en el estómago – ¿Estás seguro? Te ves tan...pálido.

 

El menor largó una mano que fue interceptada antes de llegar a su destino – Estoy bien...¿Qué era lo que me decías sobre Oikawa?

 

– Dejó la ciudad hace tres días…– comenzó hablar Kenma al tiempo que tomaba un pañuelo de su chaqueta, para posteriormente inclinarse y recoger los trozos de vidrio del suelo –  Y se cree que también el país, sus hombres se han mantenido dentro de su territorio y parece ser que sus negocios siguen fluyendo normalmente.

 

Kuroo suspiró. “Se cree” “Parece ser” Kenma acababa de decir las dos palabras que más detestaba; quería hechos no suposiciones, basar sus decisiones en una suposición errónea podía costarle mucho. Pero, por supuesto, sabía que no estaba tratando con una persona normal; Oikawa era listo, más de lo que quería admitir, no dejaba cabos sueltos, no hacía nada deliberadamente y siempre tenía un plan.

 

– Manténganse alerta a cualquier movimiento – no iba a obsesionarse con su paradero o con lo que podría o no estar tramado , hacerlo significaría descuidar su propio territorio y negocios, ahora solo le quedaba esperar y prepararse para lo que podría o no suceder.

 

Después de todo, era muy bien sabido por todos que los tiempos de paz no servían para nada más que para prepararse para la próxima batalla.

 

– Sobre el hermano de Kei…¿Tienen alguna noticia?

 

Observó atentamente a Kenma caminar silenciosamente hacia el basurero y tirar los restos de la taza, no dijo palabra durante un par de segundos antes de hablar – No, nadie lo vio salir del hospital, tampoco vieron entrar a nadie sospechoso…él solo se esfumó, su cama estaba hecha y todas sus pertenencias habían desaparecido cuando la enfermera en turno fue a revisarlo.

 

– Había una chica…creo que Kei mencionó que tenía una relación con una enfermera, quiero que averigüen quien es y que la interroguen.

 

– Entendido, pero…uhn…– Kenma jugueteó son sus dedos y lo miró nervioso, como si quisiera decirle algo pero no se atrevía a hacerlo. Le animó a continuar con un movimiento de cabeza, creía saber que era lo que quería decirle – Ushijima dijo que se encargaría personalmente del asunto…así que…tal vez debamos dejar que él…

 

Kuroo chasqueó la lengua y se cruzó de brazos, dándole un aspecto altivo e intimidante – Se lo que dijo ese tipo, pero de ninguna manera voy a permitir que sus hombres husmeen por ahí. Haz lo que te digo – Kenma se encogió en su sitio y asintió; Kuroo suspiró estaba sobre reaccionando, todo lo que tuviera que ver con ese tipo y su demasiado obvio interés por Kei le hacía hervir la sangre.

 

Dio una mirada de disculpa, que el menor aceptó con una tímida sonrisa y rodeó el escritorio hasta su silla.

 

– Hazme un resumen de la última reunión – la sonrisa de Kenma se hizo ligeramente más grande, y asintió con más energía de lo normal; el adoraba hablar sobre sus negocios.

 

– Hemos ganado el triple durante este trimestre y las ventas van en aumento,  no hemos tenido problemas significativos con los últimos cargamentos y…

 

Mientras Kenma continuaba hablando Kuroo miró a través del gran ventanal de su oficina.  Todo iba de maravilla, obtuvieron grandes ganancias tanto en el ámbito legal como en el ilegal, también habían parado los avances de Sawamura haciendo que la policía incautara parte de su mercancía; ahora estaría obligado a mantener un perfil bajo durante un tiempo, lo que quería decir que no se metería en su camino como usualmente hacía. Toda la información que obtuvo de él le está siendo muy útil.

 

Las cosas no podían ir mejor, sin embargo no había dejado de sentirse inquieto desde que puso el primer pie fuera del hospital ¿Que era ese maldito sentimiento de angustia que apretaba su pecho? Respirar le era muy difícil ahora, sus dedos tamborileando inquietos sobre la madera de su escritorio y sus pies sentían la imperiosa necesidad de volver.

 

Diez minutos. Era el tiempo que le tomaría llegar a donde Kei se encontraba, deseaba tanto ir y buscarlo, pero sabía cuán difícil era para él soportar su presencia. Akaashi estaba en el hospital, prometió permanecer a su lado hasta que volviera...por ahora le confiaría su seguridad a él.

 

*****

 

Nunca, en todo el tiempo que llevaba de vida, alguien de una raza inferior a la suya había tenido el descaro y cinismo de hablarle como él lo hacía o había tenido el atrevimiento de levantar una mano en contra suya. Pero él lo hacía, no dudaba en mostrar su aversión hacia su persona, no tenía reparó en admitir que odiaba la idea de pertenecerle y se dirigía a él sin el temor y el respeto que alguien de su raza y estatus merecía.

 

No era tan especial, ni siquiera era tan atractivo, entonces ¿Por qué su cuerpo ardía de pasión por él? Deseaba dominarlo con cada fibra de su ser, someterlo a sus deseos y hacer que su nombre fuera la única palabra que conociera.

 

Lo deseaba, lo quería para él; Ushijima había llegado a esa conclusión tiempo después de conocerlo, pero solo fue hasta ahora que pudo realmente comprender la magnitud de su deseo…y era enloquecedor.

 

Tsukishima Kei, estaba empujándolo a la locura.

 

– ¡Basta! – la mano derecha de Ushijima apretaba su muñeca cada vez más fuerte y la izquierda apretaba su hombro con igual intensidad. No importaba cuanto forcejeara, no podía librarse de él, sus dedos y uñas se estaba enterrando en su piel...dolía y quemaba – ¡Dije que basta! ¡Suéltame!

 

Tal y como había aprendido de Hinata, Tsukishima trató de usar sus piernas para golpearlo, pero a pesar de que parecía estar sumido en un trance, Ushijima leyó sus movimientos y lo atrapó contra la pared, presionando su cuerpo contra el suyo. Sus piernas flaquearon y jadeó cuando su nariz rozó su cuello...tenía calor.

 

Se estaba quemando...¿Estaba entrando en celo? ¿Ahora? No podía ser verdad.

 

– ¡Suéltame! – gritó ignorando el dolor en sus muñecas y el aún persistente dolor en su cuerpo, pero nada de sirvió. Esto no podía estar pasando, tenía que ser un error...un maldito error.

 

Su cuerpo se apretaba contra el suyo con una intensidad tal que pareciera que quisiera fundirse con el suyo, el oxígeno difícilmente llegaba a sus pulmones y su voz se convirtió en jadeos que se disparaban con cada roce de la nariz del mayor y se transforman en gemidos con cada apretón de sus manos sobre sus muñecas.

 

– Vine aquí...vine a buscarte para...para...– su voz, no la reconocía, tan profunda, tan ronca, como si estuviera sufriendo...tan cargada de deseo. Su caliente y errática respiración chocaba contra su cuello, caliente, un calor que estremecía su cuerpo – Quería ofrecerte...– él liberó sus muñecas, pero como si el cuerpo de Tsukishima fuera un imán y Ushijima un metal, sus manos no se despegaron de su cuerpo, se movieron hasta su cadera, esparciendo más y más calor y su rodilla se abrió paso entre sus muslos separando sus piernas...estaba aterrado – Un trató...vine aquí con la única intención de ofrecerte...un trato que...que...nos...

 

Frenéticas manos buscaron su piel debajo de su ropa y se apretaron frustrados al toparse con la aspereza de una venda, deseaba su piel, más de su olor, más de su voz...todo, lo quería todo de él.

 

– ¡No! No tengo interés en nada de lo que tengas que...decirme ¡Suéltame!

 

Sus puños golpearon sus hombros, lucharon incansablemente por apartar su cuerpo, que no dejaba de presionarse contra el suyo, pero no servía, él no se movió ni un solo centímetro; atacó su cuello sin piedad al tiempo que frotaba su rodilla contra su entrepierna y sus manos arrancaban la venda que rodeaba su vientre. Pese a su impotencia, al insoportable dolor de su cuerpo, al horror que suponía desearlo, Tsukishima luchó, usando el calor de su celo como un arma que alimentaba su furia.

 

Pero no fue suficiente, era débil, era inútil luchar contra él. No podía comparársele en cuanto a fuerza física y sin embargo una voz en su cabeza le gritaba que no parara, así que no lo hizo...no debió escucharlo, tal vez así no había desatado la furia de ese hombre.

 

Todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos; vio el destello esmeralda del deseo en los ojos de Ushijima, sintió sus dedos enterrarse en sus hombros y entonces golpeó su espalda con violencia contra la pared. Tsukishima ahogó un grito por la falta de oxígeno y todo a su alrededor perdió forma, cansado, pulsante de dolor y el calor del anhelo que el celo provocaba en su cuerpo, toda fuerza comenzó a mermar de su cuerpo a un ritmo alarmante.

 

– Quería ofrecerte un trato – su mano se deslizó por su garganta y obligó a sus cristalinos ojos dorados a encontrarse con los suyos. Clamaban por él, por ser tomado, por pertenecerle, a pesar de que su boca decía lo contrario y que su cuerpo luchaba, su deseo se veía reflejado en esos oscurecidos ojos dorados y en ese olor tan dulce que emanaba de su cuello...era lujuria pura, locura y desenfreno – Pero...cambie de opinión...– su boca salivó, tenía hambre y su cuello parecía tan apetecible ahora – Voy a tomarte ahora y a terminar con este absurdo juego...– sus canidos despertaron y su deseo explotó.

 

Su aroma era una droga hechizante y solo bastó con inhalarlo una vez para convertirse en un adicto. No recordaba cuando fue la última vez que había deseado tanto a alguien. Lamerlo, morderlo, poseerlo, hundirse en él, sentirlo palpitar a su alrededor, ser su dueño y que su olor se mezclara con el suyo.

 

– Mío...– sus labios descendieron por su cuello, rompió los botones de su camisa y besó su hombro y la piel de su clavícula, mientras sus manos le acariciaban como si ya le perteneciera – Mío...vaya a hacerte mío...

 

Tsukishima negó horrorizado por sus palabras. Su cuerpo no estaba respondiendo a su cerebro; se encontró sintiendo placer, olvidando el dolor y su mente poco a poco se sumió en niebla que le impedía pensar con racionalidad.

 

Su olor, el aroma de un Alfa, poderoso y abrumador, lo invitaba a entregarse a él. Sus besos y caricias a ofrecerle su cuerpo para su propio placer, era casi imposible negarse, no desearlo...no excitarse con el deseo que él le mostraba.

 

Quizá ahora que Ushijima estaba perdido en su lujuria habría podido golpearlo, correr por ayuda, pero no lo hizo. Gimió, lloriqueo y terminó echando la cabeza hacia atrás, dándole acceso a su tierna piel.

 

Fue entonces cuando supo que todo estaba perdido...cuando supo que había perdido la batalla.

 

– Por favor...no...no...Kuroo...

 

*****

 

Se sentía como un muerto o como si algo dentro de él hubiese muerto; recostado en su cama, mirando al techo. Era como si una barrera invisible lo separara del exterior; sólo existía esa pequeña habitación, él y el pulsante dolor de su cuerpo y espíritu.

 

– ¿Puedes levantarte? – el rostro de Akaashi irrumpió en su campo de visión, privándole de su vacío escudriño del techo – ¿Necesitas ayuda?

 

– No...

 

Su voz fue un susurro casi un audible, sus labios se movieron sin energía y Akaashi estaba seguro de que si no hubiese estado tan cerca de él no había escuchado su respuesta. Inmóvil en la cama, Tsukishima parecía una muñeca sin vida...tan frágil y solitario. Tenía miedo de romperlo si lo tocaba. Con ínfimo cuidado le ayudó a levantarse, no fue muy difícil, a pesar de que realmente parecía dolerle, la movilidad de su cuerpo hizo honor a su aspecto.

 

– Tsukishima, sé que esto es...

 

– Necesito un baño – murmuró abrazándose a sus rodillas, su vientre se retorció descomponiendo su rostro en una mueca de dolor. – Me siento tan...sucio.

 

Akaashi suspiró y le tendió un par de pastillas y un vaso previamente preparados sobre la mesita, pero Tsukishima hizo caso omiso y continuó abrazado a sus rodillas sin mirarle. – ¿Recuerdas que fue lo que pasó?

 

– No es necesario, yo sé lo que pasó – sería imposible no saberlo, el dolor en su cuerpo era la única prueba que necesitaba. Le aterraba verse al espejo y enfrentarse con la prueba de lo que había hecho...de lo que había pasado.

 

Pegó un salto cuando sintió la mano del pelinegro tocar su cabeza, pero no lo miró; se encogió más en su sitio y apretó su abrazo – Toca tu cuello – no, no iba a hacerlo…quería, solo un momento, imaginar que nada había pasado, que esa era una más de las noches que llevaba despertando en esa habitación…solo un poco más, quería evadir su realidad. Pero parecía que Akaashi no estaba de acuerdo con eso. – Tienes que hacerlo – insistió tomando una de sus manos ante su clara negativa.

 

 Su mano temblaba. Estaba aterrado de lo que pudiera encontrar, trató de soltarse de un tirón pero el pelinegro estaba decidido a que respondiera a su demanda, entonces, cuando el primer dedo alcanzó su nuca se encontró con nada, fue entonces cuando tuvo el valor de deja caer su palma ¿Por qué no había nada? Ushijima parecía tan seguro en ese momento…iba a hacerlo, Tsukishima no tenía dudas de que sería así.

 

Dada su reacción sería demasiado optimista pensar que había perdido el interés, entonces ¿Qué pasó?

 

– Se detuvo, él mismo te trajo hasta aquí e hizo que te administraran supresores de emergencia y que te sedaran – dijo – No estoy muy seguro de que fue lo que pasó que hizo que se detuviera, pero no te tocó…no lo hizo.

 

¿No lo hizo? Su cuerpo dolía tanto que era difícil imaginar lo que había o no ocurrido, después de todo lo que dijo, después de cómo lo atacó, le resultaba imposible creer que se hubiera detenido. Sus ojos se movieron, erráticos por la cama, no estaba viendo o buscando nada en realidad…solo trataba de recordar lo que había corrido, pero solo recordó su rostro y el aterrador brillo en sus ojos.

 

– Pero él parecía…– el rubio volteó e inmediatamente se quedó sin habla, no lo había notado antes.

 

Tsukishima abrió la boca para decir algo, pero Akaashi negó con la cabeza y sus finos labios formaron una sonrisa, al tiempo que llevaba sus dedos hasta el ligero moretón junto a la boca y entonces completó su inconclusa frase  – ¿Ushijima parecía un dominio salido del infierno, a punto de desatar su locura sobre ti…?– el rubio asintió y el pelinegro sintió un nudo en el estómago, conocía muy bien la desesperanza que una expresión así podía provocar en alguien. – Se detuvo, él tuvo la sensatez de no ir más allá, pero tampoco permitía que nadie más se te acercara…a pesar de que estaba en clara desventaja con los hombres de Kuroo apuntándole, no te dejaba ir…no vio con buenos ojos que yo, otro Omega, me acercara a ti…y este fue el resultado.

 

Ese no era el estoico y sensato Ushijima Wkatoshi que conocía, era una bestia enloquecida que se debatía entre la cordura y la locura, no podía culparlo, sabía lo que el celo provocaba en otros Alfa, lo había visto con sus propios ojos y vivido en carne propia, pero Bokuto no era tan comprensivo y Kuroo lo sería aún menos siendo Tsukishima el mayor afectado con toda la situación.

 

– Es menos grave de lo que parece, fue más bien un reflejo involuntario suyo y no hay nada de que preocuparse.

 

– ¿Y el bebé? – Akashi ladeó la cabeza – El que estas esperando ¿Está bien?

 

La expresión del rostro de Akaashi paso de su calma usual a la sorpresa ¿A caso dijo algo que no debía? Tsukishima estaba seguro de que estaba esperando, era realmente algo muy obvio, masajeaba su vientre cada cinco segundos y sonreía a la nada...Hinata decía que él hacía algo similar.

 

– Si…lo está– carraspeó – Como te dije, es menos grave de lo que parece…ahora ¿Crees que podrías? Tu rostro está comenzando a enrojecer otra vez – los parpados del rubio cayeron cansados mientras aceptaba las pastillas supresoras y el agua que nuevamente le había tendido. – Los médicos dijeron que la anormalidad de tu ciclo es causa del desorden hormonal por la presión y el estrés en el que te encuentras, fue una explosión hormonal y parece poco probable que vuelva a repetirse, pero será mejor que no dejes los supresores por ahora.

 

Se sintió aliviado después de escuchar la explicación de Akaashi, pero no dejaba de sentirse sucio; perdió por completo su voluntad. Iba a entregarse a él, y si Ushijima no se hubiera detenido, ahora mismo seria de su propiedad…seria su dueño. Estaba asqueado de sí mismo y de su maldita naturaleza Omega, que lo había traicionado de tan denigrante forma.

 

– Necesito un baño – mordió su labio inferior con intensidad y volvió a abrazarse a sus piernas. Los recuerdos de esa humillante escena aun flotaban en su mente, ardían y pulsaban en su piel. Sucio y desagradable, recordaba el placer y el horror que la entrega de su cuerpo le provocó, y la necesidad de verse sometido a pesar de sus esfuerzos por apartarlo – Sucio…– escupió con rabia, estaba sucio, era desagradable…deseó arrancarse la piel y olvidarse así de su tacto.

 

Sintió asco de sí mismo y de lo que era.

 

Maldito, mil veces maldito ¿Por qué tuvo que nacer como un Omega? Estaba maldito, ser un Omega era una maldita maldición.

 

Akaashi lo miró, parecía un niño asustado en lugar del chico endurecido que conocía y eso le recordó a sí mismo en el pasado, aunque no había tenido tanta suerte como Tsukishima – Peleaste – sus orbes doradas se movieron en su dirección ante el repentino sonido de su voz – Mira tus manos, mira tu cuerpo…la prueba está ahí, diste todo de ti para pararlo...ni siquiera te importó lo mal que estaba tu cuerpo. Tú solo peleaste.

 

– ¿Así que debería sentirme orgulloso de mí esfuerzo? – escupió con sarcasmo – Que estupidez – "Perdiste, pero al menos lo intentaste" era una frase estúpida, una derrota era una derrota y nada más. De nada le servía suavizar el golpe con palabras bonitas.

 

– Asqueado, sucio, avergonzado, derrotado, como si tu valor como ser humano se hubiese reducido a cero, te sientes así ¿Cierto? – Tsukishima desvió la mirada, Akaashi también podía verlo ¿No? Lo que era en realidad – La idea de verte en un espejo te aterra, porque sabes que vas a odiar la imagen que encuentres en él, te odias por haber reaccionado así y reniegas de lo que eres...desprecias el estigma con el que naciste – su abrazo se apretó enviando punzada tras otra de dolor a su cuerpo. Akaashi tenía razón – No pensé que fueras tan débil...

 

– Lamento haberte decepcionado – espetó el sarcasmo era la única arma que le quedaba.

 

Akaashi suspiró, sentó junto a él y alzándole de la barbilla exclamó – A diez metros de aquí hay un adorable bebé nacido de ti, ahora respóndeme ¿Te arrepientes de haber nacido como un Omega?

 

– No – respondió de inmediato, jamás. Mitsuki era lo único que le quedaba ahora, era su único rayo de esperanza ahora que lo había perdido todo. No estaba arrepentido de tenerlo y jamás lo estaría.

 

– Buen, muy bien – palmeó sus rodillas y no pudo evitar hacer lo mismo con su cabeza, como si fuera una madre tratando de consolar a su hijo después de haberlo reprendido – Sé que ya tuviste suficiente, que estás cansado y que la idea de rendirte te resulta muy atractiva ahora, pero eso no va a servirte de nada... Tsukishima la resignación es el principio del fin.

 

– ¿Por qué me estás diciendo todo esto? – su amabilidad precia demasiado extraña para él.

 

– Porque ya estuve en tu lugar antes, se lo que se siente amar y saberlo incorrecto, querer escapar y a la vez desear ser retenido...y que la marca en tu cuello pertenezca a la persona equivocada – la vergüenza y la impotencia de saberse de otro, de verse obligado a complacerlo solo a él cuando su alma ansiaba la compañía de alguien que ya no podía tener. Conocía el horror, la soledad, el dolor y el miedo que significaba ver el lazo de aquella marca roto.

 

Y Tsukishima estaba a un paso de aquello, quizá hoy Ushijima se detuvo, pero nada garantizaba que no sucediera la próxima vez. Porque Akaashi sabía muy bien lo que hacía el deseo, lo peligroso que podía llegar a ser...y si podía hacer algo para que su desagradable historia no se repitiera, entonces no sé quedaría de brazos cruzados.

 

– Kuroo ¿Él...? ¿Él sabe sobre esto? Lo que pasó, lo que yo...

 

– Está afuera, estaba muy...alterado, así que le pedí que me permitiera verte primero – dijo – Pensé que hablar primero contigo sería lo correcto, hay cosas que solo nosotros podemos entender...tal vez mañana, cuando Kuroo tenga la cabeza fría y tu estés...

 

– Déjalo entrar – quizá ahora podría terminar con todo, sabía cuál sería su reacción, sabía que era lo que le diría...quería escucharlo – Quiero verlo ahora – iba a juzgarlo, iba a culparlo por lo que había pasado, iba a negarse a escucharlo otra vez y entonces volvería a destrozar su corazón.

 

Necesitaba eso...romper con el amor que aún perduraba en su pecho.

 

– No, creo saber lo que estás pensando y no estoy de acuerdo con eso. En este momento...

 

– Dile que venga – insistió Tsukishima.

 

Akaashi suspiró al tiempo que negaba con la cabeza, esos dos eran increíbles, tal para cual – Ustedes dos son tan frustrantes, conozco a Kuroo desde que éramos niños y puedo decirte con seguridad que está siendo egoísta aunque diga lo contrario…siempre me he preguntado por qué no puede dejarte si dice amate tanto...pero creo que se la respuesta, eres tú.

 

Tsukishima frunció el ceño ¿Lo estaba culpando a él por la actitud de Kuroo? ¡Que ridiculez! No recordaba haber hecho o dicho algo que incentivará su actitud, le dejó totalmente claro que ansiaba ser libre de él.

 

– No quieres que te deje ¿Verdad? – su ceño se hizo más profundo, gesto que pareció alentar al pelinegro a seguir hablando – Sé que no te conozco lo suficiente como para emitir un juicio al respecto, pero te he visto y he visto como lo miras...cada vez que alguna de sus peleas explota, cada vez que le reiteras tu deseo de abandonarlo...tus ojos le gritan lo contrario. Tsukishima, los Alfa son listos, poderosos, hábiles...pero también son criaturas de instinto y como tal está dándote exactamente lo que le pides.

 

– Eso es...no...– su voz remitió hasta su garganta, cayó por completo y se mordió el interior de la mejilla al descubrirse completamente incapaz de negar sus palabras.

 

– Este no es el momento para que ustedes dos se encuentren, Kuroo está furioso y tú muy alterado, espera hasta que la tormenta amaine. Ordena tus ideas y piensa en lo que en verdad quieres hacer.

 

Tsukishima negó, este era el momento indicado...iba a romper definitivamente su amor por él hoy – Quiero verlo ahora.

 

– No hay nada peor que dos personas obstinadas – murmuró para sí mismo al tiempo que negaba con la cabeza, tampoco podía juzgar eso, había sido lo mismo con él después de todo. Fue gracias a eso que descubrió que el amor era cruel, que podía destrozarlo, pero que también era divino...– Un muy hermoso dolor...

 

– ¿Qué?

 

Akaashi negó con una melancólica expresión en el rostro y sonrió – Nada, simplemente recordé algo – respondió, parecía ¿Feliz? – Había algo importante que tenía que decirte hoy, pero supongo que puede esperar para mañana…ahora no me queda más remedio que acceder a lo que pides.

 

Tsukishima sintió una incomprensible mezcla de alivio y miedo en el pecho tras escuchar eso, no podía decir que estaba completamente seguro de su decisión, pero si sabía que era lo correcto. Odiaba mantener la esperanza viva a pesar de todo...tenía que terminarlo, romper el encanto que era su amor por él.

 

– ¿Sabes? – Akaashi se detuvo tras abrir la puerta – Se necesita de mucho valor para reconocer que pueden sanarse las heridas juntos y volver a empezar, pero también se necesita de mucho valor para reconocer que es el final y decir adiós...espero que puedas encontrar pronto la respuesta y tomes la decisión correcta – le dijo mirándole por el rabillo del ojo – Tsukishima, solo tienes que dejar de lado tu orgullo.

 

Dicho eso, Akaashi se marchó dejándolo en la oscura soledad de su habitación.

 

Orgullo. No quedaba ni una sola pizca de orgullo en Tsukishima, ya no más, solo estaba asustado. De todo y de todos. No le queda nada más que un pequeño bebé al que le aterraba no poder proteger, Akiteru se marchó sin decir nada y no tenía noticias de Hinata, estaba solo y muy asustado.

 

La puerta se abrió y de pronto el ambiente se volvió tenso y pesado, igual que en esa ocasión hace meses. Con la mirada gacha, hizo el casi inhumano esfuerzo de moverse hasta quedar sentado en el borde de la cama y lentamente levantó la cabeza hacia Kuroo. Estaba listo para sus reclamos, gritos, acusaciones, estaba preparado para su fría mirada de odio, para su desprecio...pero sorpresivamente nada de eso se produjo.

 

En su lugar, recibió un cuerpo que temblaba aferrándose al suyo como si tuviera miedo de que desapareciera, calidez y el deseo de protegerlo que transmitía. La sensación de sentirse protegido inundó sus sentidos y remitió su dolor tanto físico como emocional. Tsukishima no estaba preparado para algo así, no se suponía que eso pasaría ¿Dónde estaban los gritos? ¿Dónde estaba la descarga de odio? ¿Y el desprecio?

 

¿Porque había tanto amor?

 

– Kei, perdóname...no importa lo que haga o deje de hacer tú siempre terminas herido de alguna forma, soy un maldito fracaso – murmuró con rabia. Tan profundamente dolido, tan frustrado ¿Por qué? No comprendía; su cabeza descansaba sobre sus rodillas y sus brazos lo abrazaban firmemente de la cintura negándose a abandonarlo.

 

Temblorosos e inconscientes, los dedos de Tsukishima se posaron lentamente sobre la cabeza de Kuroo, Estaba temblando, Kuroo temblaba y eso le dejó un terrible sabor de boca. – Sabes…lo que eso significa ¿Verdad? – los avellana de Kuroo se encontraron con sus dorados, atentos, alerta, traspasándole como si de esa forma pudiese encontrar el verdadero significado de sus palabras – Es...es...nosotros...– "Este es el fin, nosotros no podemos estar juntos" esas palabras rondaban en su mente desde hacía meses, sin embargo no fue capaz de decirlas...ni siquiera ahora – ¿Por qué estás haciendo esto? Creí que...pensé que tú...Akaashi dijo que estabas furioso.

 

– Lo estoy – masculló. Ushijima se atrevió a atacarlo, a lastimar a Kei...a tocarlo. Ese bastardo...iba a pagar por haber lastimado algo tan precioso como lo era él – Voy a matarlo – escupió lleno de rabia y frustración.

 

– ¿Por qué? – Las manos del rubio se deslizaron hasta sus hombros y sus ojos vacíos y tristes apretaron su corazón porque evidenciaban su vulnerabilidad, y de inmediato su furia se transformó en dolor – El solo estaba tomando lo que sería suyo tarde o temprano, si hoy no...

 

– ¡No! Él no va a volver a tocarte nunca más, ni va a volver a verte. – el aspecto de Kei le dolía en el alma, tan frágil. Incluso en la oscuridad, podía apreciar las marcas de dedos y sus besos impresos en la piel de su cuello, una blanca venda le cubría hasta la mitad del antebrazo y por el aroma a sangre flotando en el aire podía decir con seguridad que había más heridas además de la que había sido reabierta en su palma.

 

Con el alma agonizante de dolor, Kuroo deseó sanar sus heridas, marcar su cuerpo con el fuego de sus besos, y dejar su firma para que nadie más pudiera tenerlo, sólo él.

 

Tsukishima se mordió el labio inferior, la pasión y la rabia en sus palabras era abrumadora, y marcaban el inicio de algo que no deseaba. Directa o indirectamente, no quería ser la causa de una batalla. Kuroo estaba molesto, si, alguien había tocado algo que creía de su propiedad, era un alfa después de todo; no había forma en que cualquier Alfa que se respetara consintiera algo así, pero había algo que el pelinegro no tenía en cuenta y que Tsukishima sabía muy bien. Ya no le pertenecía.

 

Si Kuroo lo había olvidado, entonces tendría que recordárselo.

 

– Mis derechos de propiedad ahora pertenecen a…– cayó al sentirse fuertemente sacudido hasta su centro y  con la fuerza demoledora de un poderoso huracán, sus palabras fueron arrancadas de raíz dejándolas en el olvido. – ¿Qué estas…haciendo?

 

Kuroo sostenía su mano entre las suyas como si del objeto más valioso, más precioso, sobre la tierra se tratase y la llevó hasta su mejilla; su mirada avellana era un dulce suplica por su perdón, una ardiente promesa de protección que lo dejó sin aliento. El  inmenso firmamento había estado cubierto de densas nubes oscuras que le impedía apreciar la belleza de la noche desde hacía ya mucho, pero esta noche por primera vez pudo vislumbrar el intenso resplandor de una luna dorada en los ojos del pelinegro.

 

– Quiero protegerte, no existe nada que desee más en este mundo – el calor que produjo el roce de su piel con la suya atravesó con suma facilidad hasta su piel y le cortó la respiración ¿No debería ser frustrante para él? Que Kuroo tuviera tal poder sobre él, que tuviera el atrevimiento de derribar sus más fuertes defensas hasta dejarlo casi vulnerable ¿Quién le había dado el maldito permiso de hacerlo? ¿Por qué solo él podía? – Cuando te conocí caí en la maldición de tu mágico atractivo, probar tus labios fue mi perdición y ahora solo puedo ser tuyo…así como tu mío.

 

Besó su palma, bajó a sus muñecas y besó todo el espacio que la venda cubría. Besó con vehemencia el sitio exacto donde Ushijima enterró despiadadamente sus uñas, el sitio donde había dejado moretones que, cual prensas de acero ardiente sus dedos provocaron en su piel. Incapaz de apartar su mano, Tsukishima observó cómo sus labios volvían a presionarse sobre su palma, el dorso de su mano, sus heridos nudillos y la punta de cada uno de sus dedos.

 

– Te amo – y entonces, cuando al fin estuvo satisfecho tomó su otra mano y repitió la misma acción. Cada beso parecía distinto al anterior, más especial, más tierno…más cargado de amor.

 

¿Por qué Kuroo era tan cruel con él? ¿Por qué era tan cruel consigo mismo y no lo rechazaba? – Basta ya…esto se terminó, quiero que te vayas y…

 

– Guarda silencio, Kei – ordenó con voz suave, impidiéndole mover la mano. Los ojos estaban fijos en los del otro, sin parpadear – Tu siempre tienes la primera y la última palabra, no voy a consentirte eso ahora…al menos por esta vez, escúchame solo a mí.

 

Los ojos de Tsukishima se estrecharon rencorosos, era él quien no iba a consentir que le diera órdenes ahora, sin embargo la intensidad de su mirada lo venció y, para su frustración, su voz cayó en silencio.

 

– Dime donde más te tocó.

 

– Para ya esto, Kuroo…estoy cansado. – y dolido, lo suficiente como para querer dormir sin despertar – No voy a permitir…

 

– Responde – Maldición ¿Podía al menos permitirle terminar una maldita frase? – Estoy empezando a perder la paciencia – y Tsukishima la suya ¿Por qué aun no le había gritado que se largara? Se sentía tan débil justo ahora ¿Era eso a causa de Kuroo?

 

Negándose a seguir sus órdenes palabra por palabra, inclinó la cabeza hacia un lado, permitiendo que sus ojos apreciaran su amoratado cuello. – No me des ordenes – murmuró rencoroso. Su ambarina mirada se fijó en la puerta, negándose a ser testigo de su reacción, pero sabía cuan molesto debía verse por el claramente audible sonido de su respiración.

 

– Tu…– el cuerpo de Tsukishima saltó en un espasmo cuando sintió la presión de la rodilla de Kuroo hundir el lado izquierdo de la cama – Siempre quieres tener el control de todo – apretó los labios al tiempo que pasaba dificultosamente saliva por su garganta – ¿No te basta con tener el control sobre mí?

 

Un gruñido escapó de los labios de Kuroo y la absurda esperanza de un beso se vio rota por el mismo Tsukishima, quien frenó su avance poniendo ambas manos contra su pecho – Huelo a él...

 

– Lo sé...es desagradable – sus párpados cayeron, por supuesto que le resultaría desagradable, vacío alivio atravesó su pecho y sus dedos se deslizaron lentamente por el pecho de Kuroo ¿Por qué se sentía tan débil? – Lo es...– el pelinegro continuó impulsándose hacia el frente, hasta que sus labios casi rozaron su piel ¿Por qué? Acababa de admitir que le resultaba desagradable – Es desagradable, pero eso no me hace quererte menos, no hace que dejes de ser tú...la persona que amo.

 

Sus manos cayeron sobre su regazo y su cuerpo se vio cayendo de espaldas sobre el colchón. Entonces todo explotó, su cuerpo y su mente se paralizaron casi de inmediato, todos sus sentidos se sobrecargaron y en una milésima de segundo el dolor desapareció.

 

Sus labios, tibios y suaves, tuvieron un maravilloso efecto sedante en su cuerpo, se sentía flotar tranquílame por el inmenso cielo, una sensación imposible de definir con palabras lo asaltó y, cuando sus brazos lo apretaron contra él, escuchó su corazón resquebrajarse ¿Por qué ahora?

 

Esa escena le habría resultado maravillosa meses atrás, habría dado todo por volver el tiempo y transformar este momento tan lleno de abrazos, palabras de aliento, besos llenos de amor, ternura y el más puro deseo de protegerlo, en ese momento. Pero era imposible.

 

"¿Por qué ahora, Kuroo? ¿Por qué?"

 

¿Por qué ahora que su amor lo lastimaba? Esa pregunta flotó en su mente mientras caía en un profundo sueño.

 

*****

 

– Entonces ¿No vas a delatarme? – para su alivio, Akaashi negó con la cabeza – No puedo aspirar a que me des todo de vuelta ¿Verdad? – volvió a negar a lo que el rubio suelto un suspiro, lo supuso, pero dada la situación no perdía nada preguntando.

 

– Tsukishima, eres más aterrador de lo que imaginé. Comprendería que tratas de atacar a Kuroo, pero que lo hicieras con todos nosotros es un poco excesivo.

 

Tsukishima se encogió de hombros, en ese momento sólo pensaba que si no los frenaba a todos a la vez terminaría siendo perseguido por el resto de su vida, pero todo ese trabajo no serviría para nada ahora; había perdido todo justo en el momento en el que dejó la mansión tan repentinamente y con ello, también perdió parte de su esperanza por ser libre.

 

– ¿Qué esperas conseguir con esto? – el que Akaashi, de todas las personas, hubiese encontrado todo lo que ocultaba tan celosamente dentro de su habitación lo sorprendió, pero su sorpresa más grande fue que guardara silencio al respecto.

 

"No le debo mi lealtad a Kuroo, sospeche o no, él no puede obligarme a hablar...así que puedo tomarme ciertas libertades a veces" esa fue la respuesta que recibió ante la sorpresa de ver frente a sus ojos las imágenes de aquellos artículos ¿No era eso demasiado sospechoso? Incluso le había dado información sobre Hinata; el chico estaba a solo unos pisos debajo de él y más ruidoso que nunca.

 

– Que confíes un poco más en mí.

 

– Me diste sedantes en lugar de supresores ¿Por qué debería confiar en ti después de eso?

 

Akaashi le dio una sonrisa culpable – Supuse que estarías empecinado en verlo y quería evitar que pasaras un mal rato, pero creo que me equivoqué. Te ves más feliz que días pasados, así que...¿Pasó algo bueno entre ustedes?

 

– Es...Bueno, dijeron que hoy podría tocar a Mitsuki...es normal que este más animado – no estaba mintiendo, recibir esa noticia está mañana le había devuelto toda la energía que creía pérdida, pero por su sonrisa Akaashi no estaba muy satisfecho con su respuesta... agradecía que no fuera una persona insisten.

 

– Me alegro – miró su reloj pulsera asintió – Ya te he quitado mucho tiempo, supongo que todo lo que debes querer ahora es ir a verlo... lamento haberte retenido aquí.

 

Tsukishima negó, era agradable hablar con alguien después de estar demasiado tiempo aislado...no podía decirlo a ciencia cierta, pues ya se había equivocado antes, pero Akaashi era alguien confiable – No importa, pero...sobre esto...– rozó con la punta de los dedos el frío cristal del móvil sobre la cama y recordó la noche en la que Akiteru se lo entregó – ¿Estás seguro de que está bien que lo tenga?

 

– Lamentablemente las cosas afuera están muy tensas, el incidente de hace unos días complicó mucho nuestra ya tensa relación con Ushijima...vamos a estar muy ocupados de ahora en adelante y mis visitas van a ser menos frecuentes – dijo – Usa ese teléfono para contactarme si necesitas algo, mi número es el único registrado, supongo que ya lo sabes pero no es rastreable...a pesar de eso te sugiero usarlo con cuidado.

 

– De acuerdo...

 

– ¿Va as a estar bien? ¿Necesitas ayuda para caminar? – Tsukishima negó su ofrecimiento – Bien, entonces suerte...

 

– Akaashi-san – llamó su atención hablándolo de la manga – Gracias...

 

Akaashi palmeó su mano en un gesto de apoyo y se marchó. No sabía si esto era o no una nueva oportunidad, su experiencia previa le había enseñado que nada resultaba nunca como el esperaba y que las cosas podrían volverse mucho peor de lo que había imaginado. No tenía nada asegurado, aunque las intenciones del pelinegro parecían sinceras, Tsukishima sabía que nada de lo que dijera serviría si al final no podía lograr nada.

 

No estaría tranquilo hasta que viera materializada su libertad a través de la bruma por la que estaba rodeado.

 

Se levantó de la cama con rapidez y suspiró tras ser asaltado por un repentino mareo; su cuerpo aún dolía, el negro intenso en los moretones de su piel se había aclarado un poco y en algunas partes se había transformado en marcas verdosas, embargo eso no hacía que doliera menos y que sus movimientos se sintieran menos rígidos. Pero, por supuesto eso no menguó su motivación y continuó, poniendo un pie frente al otro hasta llegar a donde su pequeño lo esperaba.

 

Percibió el olor de antiséptico y medicinas en cuanto cruzó la puerta, no había nadie más en ella a excepción de Kuroo, quien no se había inmutado por su presencia.

 

– Se ve más grande... – murmuró Kuroo.

 

Tsukishima no respondió y se limitó a observar a pequeño y durmiente pelinegro; a pesar de que se veía más saludable que al principio, seguía siendo pequeño a comparación con los otros bebés que había visto, los cables que lo mantenían con vida iban desapareciendo con cada día que pasaba, sin embargo aún necesitaba más tiempo en esa solitaria incubadora. Era realmente doloroso tener que separarse de él durante las noches y muy frustrante verse incapaz de abrazarlo; el dolor físico que le atravesaba cada vez que tocaba el frío vidrio que los separaba era casi insoportable.

 

– No esperaba que tuviera que ser así...No se suponía que será así...– Tsukishima cerró los ojos, buscando contener las lágrimas que se acumulaban en sus ojos y amenazaban con derramarse en un torrente que de dolor y frustración. Se había prometido que no volvería a llorar.

 

– Kei...

 

– No, por favor no digas nada más...

 

– Kei...– le llamó Kuroo aumentando el volumen de su voz.

 

– Kuroo, no...– sintió un apretón en su hombro y volteó para encontratarse con una imagen increíble; los ojos de Kuroo abiertos hasta su máximo, rebosantes de emoción y agua salada.

 

– Son como los tuyos, Kei...tan hermosos...– su voz fue un murmullo quebradizo y maravillado.

 

Volteó, para encontrarse con la imagen más hermosa que jamás hubiese visto; Mitsuki había abierto los ojos y los estaba mirando fijamente. Tsukishima tragó saliva y sintió que algo poderoso y lleno de magia recorría su cuerpo, y se quedó sin aliento mientras esos iris increíblemente dorados lo miraban sin pestañear; como si estuviera mirando dentro de su alma.  

 

– Bienvenido al mundo...– le susurró con el corazón a punto de explotar y con el cuerpo temblando de emoción.

 

Las lágrimas descendieron por su rostro y el tiempo pareció detenerse mientras él los miraba con gran intensidad, reconociéndolos como lo que eran; sus padres. Fue una experiencia incomparable, llena de magia, de amor y de esperanza. Mitsuki era un bebé, frágil, indefenso y no podía hacer nada por sí mismo, sin embargo había logrado lo que parecía que ni el tiempo podría conseguir; sanó su corazón y devolvió la fuerza a su cansada alma.

 

Una sensación indescriptible nació en el interior de Kuroo ¿Era así como se sentía ser padre? ¿Que se supone que debería hacer con esa felicidad que le hacía desear llorar? Su mano se movió por si sola y se introdujo en uno de los agujeros de la incubadora, con el único objetivo de tocarlo y corroborar si aquel pequeño ángel era real; su piel era muy blanca, casi traslúcida, pero resultaba suave y caliente al tacto.

 

Suavemente acarició la minúsculas manita que, en un acto reflejo, se abrió para enroscarse en su dedo ¿Qué era eso que estaba sintiendo? Estaba a punto de desmoronarse; le ardía la garganta como si hubiera tragado ácido y pequeñas lágrimas que no trató de contener rodaron por sus mejillas al tiempo que estás retrocedían en una amplia sonrisa. Había sido derrotado, por una pequeña criatura.

 

Tomó la mano de Kei y, tal y como él había hecho, le hizo introducirla para tocarlo, él sonrió ante el primer contacto y rió entre lágrimas cuando, tal y como había ocurrido con él, Mitsuki había atrapado su dedo.

 

No había imagen más bella a sus ojos que ellos dos, no había nada más perfecto. Kei lo miró, con una sonrisa y supo que él había experimentado exactamente lo mismo que él, esa emoción y él amor desmedidos rebosaban en sus ojos. No pudo evitar besarlo, saborear la salada gloria de sus labios y estrecharlo entre sus brazos.

 

– Nuestro hijo es hermoso, te amo Kei, tanto que no puedo soportarlo...es doloroso, es increíble, sentir lo que siento por ti, amarte, es tan jodidamente perfecto y me asusta porque nunca he sentido nada igual….yo no sabía lo que era amar hasta que te conocí, no sabía lo que era desea tener una familia hasta que tu llegaste – confesó limpiando las lágrimas del rubio con sus besó – Quiero, hacerte el amor todos los días, contemplarte cada mañana al despertar, beber de la miel de tus besos, embriagarme de tu aliento, sentir el calor de tus caricias envolverme, perderme en ti...y disfrutar de la divinidad de tu amor.

 

Tsukishima se mordió el labio inferior y ocultó su rostro en el pecho de Kuroo ¿Qué demonios estaba diciendo? Esas dulces palabras de amor, palabras que dolorosamente penetraban la débil coraza de su frágil corazón y lo llenaban de un amor que creía ya no desear sentir, ardieron en sus tímpanos como una apasionad melodía.

 

Y cualquier mecanismo de defensa que aún pudiese quedar contra él se volvió inútil en el momento en el que, resuelto, tomó su barbilla y le hizo perderse en sus apasionados ojos.

 

– Kei, te amo hasta la locura, mi alma, mi corazón y todo mi ser arden de amor por ti...por favor apiádate de mí y despójame de estas ansias locas que tengo por tenerte...– susurró acortando la distancia que los separaba, hundiéndolo más en los pozos avellana de sus ojos – Regálame tus noches, tus días, y cada amanecer junto a ti...devuelve el color al mundo, devuélveme la vida y dime que me amas. Regálame la libertar para gritarle al mundo entero que eres mío y que te amo.

 

“Tsukishima, un corazón puede callar, puede ocultarse detrás de mil murallas de acero, pero nunca dejar de amar"

 

Las palabras de Akaashi, esas a las cuales las cuales desechó en el momento en el que alcanzaron sus oídos, cobraron sentido. Sus labios no vacilaron, se unieron con los contrarios y todas las razones por las que debía rechazarlo, por las que debía parar y alejarse todo lo posible de Kuroo  desaparecieron.

 

“Yo pasaría por aquel infierno una y mil veces, entregaría mi alma y mi ser entero solo por un segundo de la dicha de sentirme completo ¿Qué hay de ti?”

 

Es corazón de Tsukishima estaba roto, pero no fue Kuroo quien lo rompió, siempre había estado roto, incompleto, pero solo lo notó en el momento en el que encontró a la mitad que lo complementaba.  Su cuerpo comenzó a calentarse, ese calor fue diferente al brusco y humillante que sintió días atrás con Ushijima, esta vez su corazón cantaba y su cuerpo palpitaba negándose a abandonar su abrazo.  

 

Así era como debía haber sido siempre. Bocas y manos enredadas, demostrando el infinito afecto que no podían expresar con palaras. Dos seres humanos recreándose en la profunda conexión de sus almas, no huyendo de ella. Dos corazones uniéndose para cantar una dulce melodía de amor.

 

Así es como debió haber sido, así es como debería ser…así era en este momento.

 

“Se necesita de mucho valor para reconocer que pueden sanarse las heridas juntos y volver a empezar, pero también se necesita de mucho valor para reconocer que es el final y decir adiós”

 

Valor. Era eso lo que necesitaría para hacer realidad lo que en ese momento había decidido su corazón. 

Notas finales:

>3< Gracias por leer >3<

 

Este fic se acerca al final y tengo muchos sentimientos encontrados. Sé que es muy pronto para decirlo, gracias por haberme acompañado hasta aquí…francamente jamás pensé que llegaría tan lejos :3


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