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CHOICES por Nova22

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Notas del capitulo:

>3< Actualización >3<

 

Lamento la tardanza, estuve una semana entera sin internet y sufrí mucho ToT

Capítulo 38


Desde su posición en el sofá individual, Tsukishima observó a Hinata tararear alegremente mientras empujaba una aguja a través de aquello que sostenía entre las manos; no estaba muy seguro de lo que estaba tratando de hacer pero, parecía muy concentrado en ello. El mas bajo no era precisamente un genio de las manualidades, sin embargo ahora empujaba la aguja con maestría y en unos minutos ya había pequeños trozos de tela blanca cosidos a la parte superior de una figura negra.


Sin dejar de tararear comenzó a rellenar con algodón aquel trozo de tela, que fue tomando forma entre ovalada y circular, y con una sonrisa alegre reanudó su trabajo con la aguja ¿Qué era lo que estaba haciendo? Parecía un niño pequeño sentado sobre el suelo, rodeado de trozos de tela multicolor.


– ¡Muy bien! ¡Está listo! – Hinata apretó el muñeco contra su pecho y sonrió suavemente encendiendo sus mejillas de un rosa intenso, radiante y feliz.


– ¡No grites! – murmuró entre dientes, Tsukishima. Mitsuki estaba durmiendo ahora y si se despertaba ahora, no sabía cuánto tiempo le tomaría conseguir que volviera a dormir.


– Lo siento, pero mira – alzó el muñeco con orgullo – Es para el bebé, sé que tiene muchos pero ninguno fue hecho con tanto amor como este.


Desde su posición, Tsukishima pudo apreciarlo en todo su esplendor; era una especie de muñeco en forma de ave, pequeños trozos de tela se cocieron en la cabeza para formar los ojos y el cabello, el pico estaba un poco torcido, pero estaba muy bien hecho y le daba una apariencia linda a todo en general. Sí Hinata fuera un niño ya le habría dado unas cuantas palmaditas en la cabeza para mostrarle su aprobación, pero en su lugar le dio un asentamiento de cabeza y una pequeña sonrisa.


– A él le gustará – aunque probablemente no podría jugar con el hasta dentro de unos meses más – Déjalo en su cuna.


Observó la habitación, había muchos animales de peluche en ella, al igual que en el interior de la cuna; grandes y pequeños, sencillos y elaborados, y muy costoso. Sin embargo Hinata no parecía intimidado por ello; el solo sonreía mientras buscaba el sitio perfecto para su creación. Radiante. A pesar de que su aspecto no había cambiado, realmente parecía una persona completamente diferente de la última vez que lo vio, más feliz...definitivamente radiante.


– Estás diferente – antes de que si quiera pidiera pensarlo esas palabras salieron de su boca.


Hinata tocó su rostro con su mano libre y lo miró – ¿Diferente cómo? ¿Tengo algo en la cara?


– No, olvídalo...


El menor se encogió de hombros y continuó moviendo los peluches; la misma canción que había estado tarareando durante todo el día volvió a ser entonada y esa muy alegre expresión volvió a formarse en su rostro. No era como que nunca lo hubiera visto hacer algo así antes, era solo que ahora parecía diferente.


De acuerdo con Kuroo, no estaba viviendo la mejor situación de su vida; traicionó a su gente y ahora ellos estaban tratando de matarlo y no iban a detenerse hasta conseguirlo. Sí estuviera en su posición, Tsukishima estaría muy preocupado; ya se sentía bastante culpable por haberlo orillado a hacer lo que hizo por él...y de ser posible no quería seguir arrastrándolo más en sus asuntos.


– Todo va a estar bien – habló Hinata.


– ¿Qué?


– Sé que han pasado muchas cosas malas y todo se salió un poco de control, pero no tengo ningún remordimiento...fue mi decisión – Hinata era tonto, lo suficiente como para no guardar resentimiento por nadie o volver a hacer todo lo que hizo por él aun sabiendo que todo se saldría de control o que terminaría mucho peor de lo que había hecho – Yo...creo que nunca había sido tan feliz como lo soy ahora...es como sí...como si todo comenzó a marchar como debería desde que te conocí...así que gracias...


– Oh...


Decir que estaba sin palabras sería poco para definir como se sentía después de escuchar eso. Un gracias parecía demasiado cuando no había hecho nada más que causarle problemas, sin embargo Hinata en verdad se veía feliz, había perdido mucho, su antigua vida, su trabajo y su hogar, pero al parecer también había ganado una nueva vida, una por la que parecía muy risueño.


– Sobre esta nueva relación tuya...este...amigo tuyo...¿Cómo...– cayó, ni siquiera sabía que era lo que quería preguntarle – No, nada...solo me preguntaba si pensaba quedarse parado afuera todo el día.


Hinata rió – Kageyama es un poco tímido, pero estará bien...no necesitas preocuparte por él.


– Entiendo.


¿Tímido? Recordaba haber escuchado a Kuroo llamarlo agresivo, Tsukishima lo encontraba molesto, tenía un aire de superioridad que no le gustaba, pero Hinata parecía estar bien con él...así que lo que los otros pensaban no debería tener importancia. Kuroo tampoco era la persona más carismática y agradable del mundo después de todo, pero lo quería como tal.


Sin embargo la relación de Hinata y Kageyama parecía distinta...Ellos eran diferentes a él y a Kuroo...más especiales y no podía evitar preguntarse su relación era más profunda debido a la marca que llevaba orgullosamente en el cuello...si algo como eso podía en verdad cambiar así a dos personas.


Entonces, mientras lo observaba volver a tomar asiento en el suelo y tomar la aguja, no pudo evitar qué más preguntas se formularan descuidadamente en su mente ¿Una marca de acoplamiento dolía? ¿Cómo era? ¿Cómo se sentía ser de verdad uno con alguien? Pertenecerse ¿Era tan maravilloso como todos lo pintaban o era solo una ilusión?


Si algún día ese momento ese momento llegara para él ¿Se vería como Hinata se veía justo ahora? Más feliz qué cualquiera, realizado...completo.


Todo lo que restó de la tarde, Tsukishima se sintió un poco soñador al respecto y culpó a Hinata, por supuesto.


– Espero que ese sea el último.


Hinata sentó con sumo cuidado el pequeño muñeco en el suelo; había ya una pequeña fila junto a él, todos pequeñas aves oscuras; cuervos que tenían detalles que los diferenciaban de los otros, como el color de cabello o las expresiones faciales.


– Si, ya casi es hora de la cena – respondió Hinata frotando su estómago al tiempo que se inclinaba hacia atrás – Kageyama debe estar hambriento ¿Esta bien si te dejo solo?


– No te pedí que te quedaras.


– Tsukishima-kun, puede que no lo parezca, pero tú odias estar solo.


– Que ridículo ¿Que te ha dado esa idea?


Hinata lo meditó unos segundos y entonces respondió – Esa es la clase de cosas que los amigos conocen de sus amigos.


Arrugó la nariz, eso no tenía sentido, pero tenía perfectamente claro que no obtendría una mejor respuesta viniendo de Hinata, por lo que decidió dejar el asunto en paz y se limitó a observarlo luchando con sus piernas dormidas mientras trataba de levantarse del suelo.


Sonrió, él era su primer amigo ¿Eh? Akiteru estaría muy feliz...él, aunque no quisiera admitirlo, lo estaba.


– Hinata – el menor, quien se encontraba jugando con los deditos de Mitsuki, volteó. Esto iba a hacer difícil para Tsukishima – Ah...gracias por...por el juguete. – por quedarse y por todo lo demás, era demasiado cerrado para decir todo lo que en verdad deseaba, sin embargo Hinata podía comprenderlo. Eran amigos después de todo.


– Puedes conservar también los otros, pero – tomó uno de los muñecos, el último que había cocido; tenía el cabello negro azulado y lo que parecía ser un ceño fruncido – Creo que voy a conservar este ¿No te importa verdad?


Tsukishima negó. Cuando Hinata se marchó de la habitación fue testigo de un acalorado debate entre Hinata y Kageyama acerca de si ese muñeco era un pollo o un cuervo, pero eso no fue lo único que vio; hubo algo más, el roce del dorso de sus manos que culminó en sus dedos meñiques siendo entrelazados en una discreta muestra de cariño.


– ¿Qué haces en el pasillo? – sintió un conocido calor aproximarse a su espalda y unos brazos envolverse en su cintura – ¿Me estabas esperando? Verte aquí me hace sentir que estoy volviendo a casa.


– Está no es una casa, Kuroo.


– Lo se, pero entendiste mi punto ¿No? Mi hogar está donde tú estés.


Tsukishima se estremeció, su corazón golpeando vergonzosamente contra su pecho, como si fuera un adolecente con su primer amor. Permitió que Kuroo depositara un beso en su nuca y paseara su nariz por toda la longitud de su cuello hasta su hombro; hacia cosquillas y sus manos sobre su vientre le transmitían un cálido proteccionismo... como una promesa silenciosa.


– Te ves cansado – le dijo Tsukishima, una vez se separaron. Se veía menos compuesto que lo normal; no llevaba puesta la chaqueta y había enrollado las mangas de su camisa hasta los codos, su corbata había desaparecido en acción y su cabello estaba desarreglado, cayendo por todo su rostro.


– Tuve que arreglar algunos asuntos que deje inconclusos...nada que valga la pena mencionar.


"No está mal" pensó acomodando inconscientemente su desarreglado cabello con los dedos. Su aspecto le daba una especie de atractivo salvaje que le gustó, y probablemente se vería aún más atractivo si sus ojos, usualmente traviesos, se vieran menos cansados.


– Lamento que hayamos tenido que retrasarnos.


– Está bien, eso no es algo que podamos controlar ¿Cómo está nuestro pequeño? – preguntó aproximándose con impaciencia hacia la cuna – Mitsuki, papá está de vuelta ¿Me extrañaste? – con una sonrisa en los labios y una indescriptible emoción avivando sus cansados ojos, Kuroo se inclinó y tomó a su hijo que arañaba el aire con sus pequeñas manos – ¿Qué hiciste durante mi ausencia? ¿Cuidaste bien de mami? ¿Sí? ¿Lo hiciste?


El pequeño balbuceó tomando entre sus deditos los mechones azabache de Kuroo, tirando de ellos con una fuerza tal que le hizo sonreír; definitivamente había mejorado con creces. El pelinegro podía sentir el calor de su cuerpo a través de su ropa y el ahora familiar peso del pequeño se sentía reconfortante. Una cálida y continua satisfacción irradiaba en su corazón; no necesitaba de nada más si los tenía a ellos, su mundo entero se encontraba dentro de esa habitación...y era tan perfecto que tenía miedo de que desapareciera.


– Kei, quédate conmigo para siempre.


– Para siempre es mucho tiempo.


– Estoy hablando en serio.


– Entonces deja de hacer muecas – parecía muy difícil poder tomar en serio a un hombre como Kuroo, quien parecía asustar a todo el mundo, si estaba haciendo un puchero con los labios.


Este era un Kuroo diferente, uno que fue cautivado por un bebé y que nadie conocía...nadie excepto Tsukishima y estaba secretamente orgulloso de ello.


– ¡Oh! Lo siento, entonces ¿Qué dices? ¿Lo harías?


Una expectante mirada llena de emoción fue dirigida a él, era tan intensa como para dejarlo sin habla y hacerle temblar desde su centro; el resto de su vida, por siempre, la eternidad y todas sus vidas futuras...era un compromiso demasiado grande. – No lo sé Kuroo...supongo que vas a tener que convencerme ¿Podrás hacerlo? ¿Vas...vas a tener la paciencia suficiente? Sueles ser muy impaciente ¿Sabes?


– Puedo hacerlo, ten un poco de fe en mi ¿Quieres?...te esperaría una eternidad – entonces, Kuroo acunó la curva de su mejilla con su única mano libre y el rubio cubrió su mano con la suya y lo besó; sabía a dentífrico, sin embargo pudo percibir el ligero gusto a acre del tabaco; al parecer había estado fumando en secreto...otra vez y trató de ocultar la evidencia de ello, otra vez.


Después de unos muy cortos segundos, el beso se rompió, no porque ellos lo desearan así, más bien por el estridente y casi desesperado llanto de Mitsuki, quien había adoptado una expresión realmente graciosa con el rostro extremadamente rojizo.


– Kei, ayúdame – exclamó con suplicantes y desesperados ojos. Kuroo trató de acunarlo, pero no estaba surtiendo efecto; su llanto se hacía cada vez más estridente, y con el, la desesperación del pelinegro aumentaba. – Creo que lo descompuse.


Tsukishima negó esa absurda idea y, aunque le habría encantado reírse un poco más de lo asustado que Kuroo estaba, decidió caminar hacia la muy colorida mesita junto al sofá y tomar el biberón que había preparado previamente para el bebé. Escucharle llora era angustiante.


– Debe tener hambre, intenta alimentarlo – le dijo entregándole el biberón de cristal, a Mitsuki le gustaba comer después de despertar, sin embargo el pequeño rechazo la botella moviendo la cabeza y manitas de un lado a otro. – Quizá ensució su pañal, déjame verlo.


– No está sucio, Kei... – le dijo Kuroo – Tal vez debería llamar a un doctor, él sabrá que hacer.


– No, solo dámelo, yo puedo hacer esto...es mi bebé – parecía ansioso, Kuroo podía ver sus manos temblar ligeramente.


– Amor, tranquilízate, los bebés lloran todo el tiempo ¿No?


Tsukishima lo fulminó con la mirada – El mío no, Kuroo...– Mitsuki era un buen niño; sollozaba cuando tenía hambre y se inquietaba cuando necesitaba un cambio de pañales o estaba malhumorado, pero jamás había llorado así, ni siquiera en la noche...– Ahora dámelo.


El bebé no se calmó ni empeoró durante el corto instante que duró su intercambio, sin embargo, cuando Tsukishima lo recostó sobre su pecho y apoyó la cabeza sobre su hombro, su llanto fue cesando gradualmente hasta transformarse en sollozos ahogados y tranquilos suspiros mientras se acurrucaba buscando su calor contra su pecho y lo mecía.


– Eres muy bueno en esto...Esta todo bien ahora ¿Verdad?


– Si, no sé lo que pasó con él, pero creo que ya está bien – ahora Mitsuki chupaba tranquilamente su dedo pulgar en una clara señal de lo hambriento que estaba. – Dame el biberón.


Kuroo sonrió, era probable Kei no supiera que fue lo que pasó, pero él tenía una idea de lo que pudo haber desencadenado ese comportamiento y si estaba en lo cierto ambos iban a tener duras batallas diarias por la atención de Tsukishima en el futuro...iba a ser muy interesante.


– Son solo tres metros, Kei – le dijo Kuroo – La radio está encendida, no hay forma de que no sepamos qué está pasando en su habitación. Mitsuki estará bien.


Tsukishima miró la puerta, inseguro, no le tomó mucho tiempo dormir a Mitsuki, él siempre caía rendido después de comer. Lo que era verdaderamente difícil para él, era dejar la habitación...dejarlo solo. Quería estar tanto como pudiera a su lado, procurar que todo estuviera bien con él, cuidarlo...solo quería estar ahí para él. Odiaba la sensación de inquietud qué nacía después de abandonar su habitación y quería volver de inmediato a su lado. Kuroo aseguraba que necesitaba descansar, tiempo para sí mismo, para relajarse, pero él no lo veía de esa forma. Estaba perfectamente bien.


– Todavía es temprano, yo...


– Mitsuki está bañado, cambiado, acaba de comer y ahora está dormido...es momento de que tú hagas lo mismo, no vas a poder cuidarlo si estás cansado.


A pesar de que sus palabras tuvieron un ligero efecto en él, Tsukishima no cedió. Sabía que pasaría, nadie podía vencer al rubio en lo que a obstinación respectaba...era muy lindo. No quería hacerlo enojar, pero si no lo sacaba de ahí ahora, entonces no podrá hacerlo nunca...así que inició manos a la obra y lo alzó entre sus brazos. Recibió una mirada furibunda qué le heló hasta los huesos, sin embargo no protestó, Kuroo sabía que no lo haría, al menos no hasta que estuvieran solos y no corriera el riesgo de despertar al bebé.


– Kei – sin respuesta. Kuroo ahogó una sonrisa si las miradas mataran definitivamente él ya estaría muerto – Lo que estás haciendo ahora es en serio muy lindo, pero es momento de que vayamos a cenar. Puedes odiarme en silencio mientras lo hacemos.


– Estoy cansado, ve tú solo – dicho esto, y no sin antes dedicarle una altiva mirada, se recostó en su lado de la cama.


No era la primera vez que tenían un pelea, en realidad lo hacían todo el tiempo y por nimiedades como quien tomaría el lado izquierdo de la cama; al principio fue molesto, no estaba acostumbrado a que alguien le llevara la contraría...así que trataba de imponer su voluntad por sobre la suya. Estaba un poco avergonzado de decirlo, pero él también tenía una idea preconcebida de lo que un Omega debía ser, tenía prejuicios y cambiarlos no fue sencillo y le valió un sin fin de insultos, miradas asesinas y largas horas de indiferencia que dolían como el infierno comprender que a veces había que ceder.


No iba a volver a imponerse su voluntad, se prometió eso hace mucho tiempo.


– No has estado alimentándote bien últimamente, sé que la salud de nuestro hijo te preocupa y quieres estar con él todo el tiempo posible, pero ¿Qué sentido tendría si tu enfermas también? – como las palabras que se deslizaban de sus labios, Kuroo se aproximó lentamente hasta Tsukishima y tomó asiento junto a él. – Cuida de ti un poco más, si no lo haces voy a preocuparme mucho – sus músculos se tensaron cuando posó una mano sobre su espalda, pero fueron relajándose poco a poco con la suave fricción de su palma.


– Siempre me pregunté porque eres tan amable conmigo, cuando te conocí eras...


– Un bastardo – terminó la frase, no es como que no lo supiera ya – En realidad no he cambiado, pero tú estás tan enamorado de mí que no lo notas – Tsukishima lo miró mal. Lo admitía, fue una mala broma – No soy amable, sigo siendo un bastardo arrogante con todo el mundo, pero a ti te amo...así que hacerte algo cruel es algo inimaginable para mí, no quisiera que me odiaras.


– ¿Y si no me hubieras amado?


Vaciló un segundo, desconocía cuáles serían las consecuencias de lo que podría decir ahora...pero quería ser sincero con él – Te habría matado, eres muy listo, dejarte podría suponer un problema para mí en el futuro...y estoy acostumbrado a cortar la maleza antes de que se convierta en un problema.


Tsukishima sonrió, tranquilamente, como si lo que acababa de decir hubiera sido algo común – Que sincero – increíblemente para Kuroo, el rió y palmeó el sitio junto a él en la cama – Hay otra cosa que siempre he querido preguntarte – Kuroo se recostó junto a él, quedando sus rostros frente a frente – ¿Qué habrías hecho si yo hubiera aceptado trabajar para ti?


– Te habría conquistado con flores, chocolates, regalos, muchos cumplidos y una cena romántica a la luz de las velas – el rubio negó incrédulo y Kuroo deseó que por una vez, fuera capaz de creer sus mentiras – Está bien, si quieres la versión real y poco romántica la tendrás; te habría llamado a mi oficina con cualquier pretexto, cerrado la puerta detrás de ti y te habría tomado sobre mi escritorio. Yo ya te gustaba así que no te habrías negado del todo...


¡Vaya respuesta! El rubio no sabía si sonrojarse o reír, así que optó por ocultar su rostro contra el pecho de Kuroo. Esas palabras eran muy arrogantes y en otro momento, con cualquier otra persona, habría hecho o dicho algo al respecto, porque ese aspecto no había cambiado en él. Pero no hizo, sonrió, río bajito y tomó ventaja del momento para ser abrazado.


Porque su caso no era muy diferente al de Kuroo. Era tonto ¿No? Qué aquello que llaman amor lo hubiera transformado en esto que era hora ¿Quién diría que ese sentimiento podía llegar a ser tan poderoso?


– No parece tan mala idea.


– ¿La cena o...– una enigmática mirada que le dijo todo lo que quería saber fue lanzada a sus ojos, entonces Kuroo gruñó, tan fuerte que ese sonido podría confundirse con el lamento de un animal desesperado – No me culpes si termino rompiendo la promesa que te hice – sus manos alisaron la tela de su camisa antes de colarse debajo y encontrarse con su piel. Kei alzó la cabeza y lo besó castamente, prolongando el contacto tanto como pudo – De verdad quiero pasar la eternidad contigo...yo voy a esforzarme mucho porque sea así.


– Yo también...


– Tú no tienes que hacer nada, Kei, ya me tienes – dijo – Solo quédate aquí y se cautivado de nuevo por mí.


Cuando cerraba los ojos Kuroo era todo lo que podía ver, Kuroo era todo lo que podía sentir. Le encantaba la intensidad de sus caricias, la manera en que él rozaba, tanteaba y moldeaba su piel con sus manos, su nariz y boca, como si su único propósito en el mundo fuera hacerle sentir amado. Era maravilloso y Tsukishima estaba más que feliz de recibir tal atención de su parte, suspirando y estremeciéndose bajo ese dulce ataque.


Amaba a Kuroo y si alguien, cualquier persona, viniera y le preguntara en este preciso momento si deseaba pasar toda su vida a su lado; respondería que sí, sin dudar.


Entonces ¿Por qué vacilaba con Kuroo? Lo amaba y era amado por él, lo necesitaba y era necesitado por él. Entonces ¿Por qué? ¿Por qué temía que no fuera suficiente?


"Espérame Kuroo, solo tienes que ser paciente y esperar por mi" delineó su rostro con la yema de los dedos, fijando sus ojos en aquellos avellana que lo contemplaban. Odiaba verlo así, odiaba como su mirada caía y temblaba cuando sus palabras de amor no eran respondidas...sufría, aunque no dijera nada y le regalara amables sonrisas y palabras dulces, sufría y Tsukishima sufría con él.


"Solo tienes que esperarme...hasta que pueda decir sin miedo que te amo, yo sé que puedes hacerlo"


– Kuroo, quiero mi cena.


– Yo también, muero de hambre.


Desde el principio su relación fue una apuesta arriesgada, un juego en el que cada una de las cartas lanzada a la mesa representó una decisión importante con la que fueron construyeron una casa de naipes de tambaleante fachada, que estuvo a punto de caer en incontables ocasiones, pero que jamás se derrumbó.


Tenía una última carta ahora, una última decisión que había tomado desde el fondo de su corazón...con ella iba a marcar el final del juego y el inicio de algo mucho mejor para ambos.


Por eso iba a confiar en Kuroo.


*****


– Kei...Kei...despierta – frunció el ceño al tiempo que movía la mano de un lado a otro, tratando de ahuyentar al dueño de la voz que interrumpía su tan necesario sueño – Kei...– odiaba ser molestado mientras dormía, Kuroo ya debía saberlo, pues tuvieron una acalorada discusión (que básicamente fue Tsukishima lanzando una de las figuras de cerámica a Kuroo) por ello en el pasado y aun así Kuroo se atrevía a molestarlo – Kei, te cargaría sobre mi hombro si pudiera, pero estoy sosteniendo a nuestro hijo, así que será mejor que te levantes ahora.


– ¿Qué? – eso fue suficiente para que todo el cansancio abandonará su cuerpo y sus ojos se abrieran por completo. – ¿Por qué lo trajiste? ¿Todo está bien con él? Déjame cargarlo – hablo casi atropellándose con las palaras.


Alzó ambas manos para recibir al bebé. Estaba oscuro, sus ojos a duras penas pudieron alcanzar a reconocer la figura de Kuroo cargando al bebé y lo que parecía ser una peña maleta sobre el hombro parado junto a la cama, sin embargo sabía instintivamente que estaban ahí...así como también intuía que algo andaba mal. Fue solo un segundo después de que Mitsuki llegó a sus brazos que se percató de que no solo no había luz en el edificio. Fuera, ni siquiera la luz de los faroles iluminaba la calle.


– Tenemos que irnos ahora.


No le dio tiempo de responder, Kuroo tomó su brazo, tiró de él hasta hacerle bajar de la cama y colocó una chaqueta sobre sus hombros. Había algo extraño él, no podía verlo con claridad debido a la falta de luz, pero definitivamente podía percibir lo inquieto que estaba...casi le recordó al día en el que casi atacó a Hinata.


– Kuroo...– el pelinegro lo empujaba suavemente hacia la puerta, sus manos se sentían frías a través de su ropa – Kuroo – repitió lo suficientemente fuerte como para que él le prestará atención y que Mitsuki no se alterara – está oscuro y hace frío ahí afuera, no sé lo que está pasando...y me estás asustando.


Kuroo suspiró profundamente, exhalando un poco de la tensión que había estado acumulado – Voy a explicártelo todo, pero ahora tenemos que movernos...es solo cuestión de tiempo para que lleguen hasta aquí.


Tsukishima asintió a sus palabras. Aunque la tensión aún era claramente perceptible en él, podía sentirlo más relajado. Fueron recibidos por el ligero murmullo de voces al salir al pasillo; los pocos enfermos que ocupaban el mismo piso que él eran escoltados por enfermeras, que a su vez sostenían lámparas, hacia una salida de emergencia, sus pasos eran lentos y algunos iban en sillas de ruedas. No era una broma ¿Verdad? En el fondo, mantenía la esperanza de que, al igual que en el caso de Hinata, Kuroo estuviera sobreactuando.


– Vamos por aquí – adelantaron a todos por el pasillo, sin embargo ignoraron la salida de emergencia y giraron a la izquierda por un pasillo que, si mal no recordaba no tenía salida ¿Qué era lo que Kuroo pretendía? – Tranquilo – le dijo, percibiendo su inquietud – Este es el camino correcto, confía en mí.


– Confío en ti, pero...


Se detuvieron abruptamente frente a mitad del pasillo y Kuroo abrió una puerta, una habitación pequeña que marcaba el inicio de una larga escalera hacia un sitio desconocido para él. No le sorprendió, era claro que el pelinegro tendría algo preparado, de otro modo no había accedido tan despreocupadamente a permitirle permanecer ahí.


– Financie la construcción – comenzó a hablar Kuroo – Así que me permití involucrarme en su arquitectura e hice algunas sugerencias que me serían beneficiosas. Quería un sitio lo suficientemente seguro para que mis hombres atendieran sus heridas y se abastecieran de material sin que su vida corriera peligro... invertí mucho dinero en sitios similares y a largo plazo ha...


– Ya entendí, eres un hombre poderoso y benevolente, y puedes hacer lo que quieras...no presumas – mustió, esperaba que fuera su imaginación, pero podía escuchar ruidos en alguna parte del edificio – Al menos pudiste mandar a poner un elevador, estamos en un quinto piso – un pasadizo como ese no era seguro para un bebé, era oscuro y, a pesar de que el borde de cada escalón estaba cubierto con pintura fluorescente, cualquiera podría dar un paso en falso y caer.


– Un elevador habría sido inconveniente en una situación cómo está, la energía eléctrica de este edificio, así como los de un kilómetro a la redonda fue cortada y el suministro de emergencia fue interrumpido, así que las cámaras de seguridad así como cualquier dispositivo de seguridad es inservible ahora...no es una situación muy agradable, Kei.


Una parte de él deseaba que sólo fuera un sueño. Hace seis horas estaban teniendo una noche común y corriente, charlaron durante la cena, le dieron las buenas noches a su hijo y tuvieron una larga y trivial charla acerca de cualquier tema que viniera a sus mentes antes de caer dormidos y ahora estaban huyendo por un pasaje que iba a un sitio que desconocía.


Parecía que nunca podrían tener un poco de tranquilidad.


– Kuroo ¿Esto siempre es así? ¿Vamos a tener que correr de esta forma todo el tiempo?


– No, por supuesto que no – respondió Kuroo con premura – Esto no es así...– suspiró – Esto es culpa mía, he tomado malas decisiones...he hecho todo de la forma equivocada y lamento mucho tener que arrastrarte a esto.


Tsukishima se detuvo, el eco de un estruendo resonaba por las paredes del pasaje – ¿Esto es culpa mía? Antes de mi esto jamás había pasado ¿Verdad?


– Esto no es tu culpa, te lo dije...tomé malas decisiones, me equivoqué y ahora estoy pagando las consecuencias... – y esas decisiones lo involucraba a él; Tsukishima lo sabía aunque Kuroo no se lo dijera. – Continuemos, quedarnos aquí es peligroso – su mano sujetó su antebrazo con gentileza y reanudaron su camino.


Llegaron a un corto pasillo que daba a una gruesa e increíblemente pesada puerta. Al cruzarla se encontraron con otro pasillo de paredes metálicas, una especie de luz amarilla fluorescente iluminaba muy tenuemente su camino. Era lúgubre y solitario, no le gustaba ese lugar que daba la sensación de estar caminando dentro de la guarida de una criatura peligrosa; ese no era el lugar para un bebé, olía a pólvora y tabaco.


– ¿Cómo está nuestro hijo?


– Esta tranquilo, creí que todo esté movimiento lo alteraría, pero parece estar bien. – acomodó el gorrito tejido en su cabecita y cubrió su cuerpo con la manta y sonrió, parecía que iba a dormirse pronto – Sobre...sobre esos asuntos pendientes tuyos, esas malas decisiones ¿Tienen algo que ver con lo que está pasando ahora? ¿Es por mí? ¿Es por algo que hiciste? – Kuroo guardó silencio y le invitó a girar a la derecha con un movimiento de mano – Necesito saber que está pasando...por favor.


A pesar de que mantuvieron un par de palabras desde que salieron de la habitación y de que él le había transmitido seguridad con su calor, podía sentir que aún existía un muro que los dividía. No sabía nada, era ignorante en muchos sentido. Él nunca le decía nada más que unas cuantas palabras que en lugar de tranquilizarlo lo inquietaba.


No quería que algo como eso existiera entre ellos, no necesitaba detalles específicos, solo un poco estaba bien para él...quería sentirse cerca de él en todos los sentidos.


– Esto no es tu culpa... – repitió; Tsukishima lo miró suplicante, ya había escuchado eso muchas veces antes y no quería seguir haciéndolo – Yo...cometí muchos errores cuando era joven, supongo que Akaashi ya debió haberte hablado sobre eso antes...asesine a alguien y me gané el odio de la persona equivocada al tratar de proteger a alguien que tal vez merecía el destino que le esperaba.


– Supongo que ella no te obligó a hacerlo – murmuró observando cómo el bebé dormitaba tranquilamente apoyando la cabeza contra su pecho. – Mi madre...


Sus pasos comenzaron a hacerse más lentos hasta que se detuvieron, Kuroo no dijo nada durante unos segundos y Tsukishima creyó que no diría nada más hasta que habló – No, a esas alturas ya sabíamos que nos había engañado – susurró tocando la pequeña nariz del bebé con el dedo índice – Pero yo era ingenuo y aún en ese momento quise creer que todo era un error – Mitsuki estornudó y Kuroo sonrió, a pesar de que Tsukishima parecía molesto por ello – Nunca tuve una figura materna, lo poco que recuerdo de mi madre era una amable sonrisa cansada...– y algunas otras cosas de las que un niño jamás debería ser testigo , pero no podía evitarse....vivían en un burdel – Cuando tu madre llegó muchas cosas cambiaron...yo era alguien muy sombrío en ese entonces, ya había aprendido a cuidar de mí mismo, así que creía que no necesitaba de nada más, pero supongo que no era así. Ella era cálida, amable y muy persistente, y yo la quise hasta el punto en el que terminé llamándola mi madre en algunas ocasiones y desee protegerla a toda costa...bastante tonto ¿No lo crees? Después ella solo desapareció.


Fue entonces cuando se percató de que si su propia madre no lo había querido lo suficiente como para quedarse con él a pesar de todo, una mujer con la que no compartía ningún lazo tampoco lo haría. Por supuesto no llegó a esa resolución sino hasta mucho después y para ese entonces ya se había equivocado demasiado.


– Lo siento, creo que no debí preguntar.


– ¡Oh! No, deje atrás eso hace mucho tiempo, lamento no haberte hablado sobre esto antes, querías saberlo ¿Verdad? – Tsukishima asintió – Escucha, Kei, Oikawa no va a detenerse...lo sé bien por qué si yo te perdiera de la misma forma me volvería loco de dolor.


– ¿Sí...si no se trata de él? Ushijima no debe estar muy feliz de que no cumplieran con tu parte del trato y encuentro muy difícil que simplemente lo dejara estar... él ya daba por hecho que yo sería suyo y...


Kuroo sonrió con ironía, gesto que descolocó a Tsukishima – Me haría muy feliz que Ushijima fuera quien no ataca, así tendría la seguridad de que tú no correrías peligro...te quiere, más claro ya no podría ser – y eso a Kuroo le hacía hervir la sangre – Pero ese tipo ya tiene sus propios problemas, Bokuto no está muy feliz con él y le está haciendo la vida bastante difícil.


– Entiendo...


Abrazó al bebé y de pronto sintió el impulso de cubrir sus oídos para que su sueño no se viera interrumpido por el ligero sonido que provenía de arriba ¿Qué iba a pasar ahora? Si lo que dijo Kuroo era verdad, ese tipo no iba a descansar hasta terminar con todos. Recordó su corto encuentro con él en el bar, el momento en el que lo atacó, la crueldad en sus ojos, el deseo de hacerle daño...su odio y su cuerpo se estremeció de temor.


– Yo voy a protegerlos, Kei. – Kuroo le besó la sien – De lo que sea y de quién sea, te lo juro... – esas palabras no lo tranquilizaron, le aterraba todo lo que Kuroo estaría dispuesto a arriesgar por él.


Una gran sala de aproximadamente quince metros cuadrados apareció ante sus ojos cuando Kuroo abrió la puerta; grandes cajas de madera apiladas una sobre otras ocupaban la mayor parte de la pared frontal, estantes metálicos que daban hasta el techo ocupaban las paredes laterales y había una larga mesa de metal con armas perfectamente colocadas sobre ella, algunas sillas del mismo material en el centro y lámparas en el suelo. Un fuerte olor a pólvora flotaba en el aire y se intensificaba cada vez que alguno de los muchos hombres abría las cajas apiladas en la pared.


Una armería, Kuroo lo había traído a una armería; el peor lugar para un bebé ¿En qué rayos estaba pensando?


– Llámalos – le ordenó Kuroo a uno de los hombres en la sala y entonces, se dirigió a él – Se lo que estás pensando y para tu tranquilidad no tengo la más mínima intención de permitir que nuestro hijo permanezca dentro...vamos, vas a esperar en otra habitación.


– ¿Y qué es lo que se supone que voy a esperar?


– A tus amigos – dijo – Ahora vamos.


Paredes de metal, un mesa y un par de sillas del mismo material que la armería eran el único atractivo visual de esa habitación; no había elegancia y era algo lúgubre, sin embargo era mucho mejor que la sala anterior.


– Sabes que esos chicos no me agradan y no confío en ellos, pero se quedaron contigo aun sabiendo que podrían morir...así que supongo que puedo confiarles tu seguridad – dijo – Por supuesto no pienso dejarlos solos contigo, Kenma también va...


– No me gusta lo que estás diciendo, no me gusta Kuroo. – No estaba bien, esto no estaba para nada bien. Tenía un mal presentimiento y le dolía el corazón ¿Por qué siempre era así? ¿Por qué siempre era dejado atrás? – Lo prometiste, prometiste que estarías conmigo, prometiste que me protegerías y que ibas a quedarte conmigo ¿Me mentiste? ¿Lo hiciste? – le acusó, tratando de ocultar su desesperación.


– No...


– Entonces ¿Por qué me dejas solo otra vez? ¿Por qué no te quedas conmigo? – en ese momento quería gritarle a la cara lo frustrante que era, lo egoísta que estaba siendo al tomar decisiones sin considerarlo, pero decidió callar, no, guardó silencio por que Kuroo no desean que dijera nada más – Eres tan frustrante – sus ojos, tan suplicantes y llenos de determinación, prácticamente le gritaban que callara, que no dijera nada que pudiera hacerle cambiar de opinión y Tsukishima lo odió y amó al mismo tiempo ¿Cómo podía ser eso posible?


– Kei, no puedo ir contigo porque este asunto es algo que debo solucionar personalmente, huir...– llevó una mano al cabello del rubio y luego acarició con el dorso del dedo índice su mejilla – Aunque me encantaría la idea de huir contigo justo ahora y dejar todo atrás, no puedo irme así y permitir que alguien como él amenace tu futuro...no puedo irme y abandonar a los hombres que están aquí dispuestos a morir por mí, puedo ser un bastardo, un idiota o lo que sea, pero no soy un ingrato.


Le estaba rompiendo el corazón. Esto era una tortura ¿Por qué tenía que ser así? ¿Por qué sus circunstancias no podían ser diferentes? Ser dos personas normales y aburridas con trabajos normales y aburridos que se conocieron una tarde después del trabajo o un par de adolescentes que se conocieron y enamoraron en el instituto ¿Por qué no podía ser sencillo? ¿Por qué todo tenía que ser así de complicado?


– Se lo que estás haciendo, no necesitas adornar tus palabras o glorificar tus acciones.


Kuroo le dio una triste y derrotada sonrisa – ¿Por qué no puedes fingir que me crees por una vez?


– Por la misma razón por la que tú no puedes ser sincero por una vez – suspiró bajito, era muy difícil hablar sin sentir que su voz se quebraría en cualquier momento o fingir que no dolía en absoluto – No quiero que hagas esto por mí.


– ¿Puedes permitirme este capricho solo por esta vez?


Quería llorar y tenía un nudo, que dolía como el infierno, en la garganta, sin embargo no lloró y tampoco dijo una palabra. Bajó la cabeza y con una ligera cortina de lágrimas dificultando su visión observó al pequeño niño en sus brazos; su hijo. Parecía mentira que estuviera ahí, era tan bonito y pequeño...y sentía que al sostenerlo también sostenía al mundo entero. En este momento quería decirle que su padre era un tonto que adoraba romperle el corazón, pero que también sabía muy bien como armarlo...que sabía cómo hacerle sentir que era lo más importante en el mundo y...que lo amaba.


Quería decir tantas cosas y sin embargo calló.


La puerta sonó y Kuroo alzó su barbilla con los dedos para encontrar sus ojos – Te mentí, hace un rato...cuando te dije que no había cambiado nada, la verdad es que todo cambio – confesó – Yo no sabía lo que era vivir hasta que te conocí...empecé a vivir cuando te conocí, así que gracias haberme permitido conocerte.


– No me hagas esto – susurró, suplicante ¿Por qué ahora? ¿Por qué había elegido ese momento para decir esas palabras?


– Mañana, vamos a vernos mañana otra vez...así que esta noche cuida de nuestro Mitsuki – su sonrisa, sus ojos y la forma en que lo miraban, la forma de su rostro y su silueta al caminar; se quedaron grabados en su memoria ¿Por qué ahora? No lo sabía o quizá era mejor decir que prefería pretender desconocer la razón.


"No te vayas, no me digas esas palabras" "¿Por qué eres tan cruel? ¿Por qué siempre me haces esto?" No era divertido, dolía y llenaba su alma de desesperación y soledad.


– Tsukishima ¿Esta bien? – la voz de Hinata y su mano lo llevaron a descubrir que su rostro apuntaba al suelo y que un par de lágrimas habían caído sobre el cristal de sus anteojos – ¿Estás...estas llorando?


– No está...– era obscuro, el pasillo por donde la silueta de Kuroo desapareció estaba tan obscuro que parecía que no había nada más adelante – Hinata ¿Podrías sostener un momento a mi hijo?


– Si, pero ¿Por qué?


– Olvide algo adentro – murmuró con una voz tan calmada como la brisa, cosa que lo sorprendió, al igual que el hecho de que en este momento no sentía nada.


Hinata abrió la boca para tratar de detenerlo, pero la mano de Kageyama sobre su hombro seguido de un movimiento de cabeza le hizo detenerse y aceptar silenciosamente las palabras de Tsukishima, quien le entregó a Mitsuki con ínfimo cuidado y cerró la puerta detrás de él.


Estando solo, Tsukishima inhaló, profundamente, hasta que sus pulmones alcanzaron su máxima capacidad; entonces cubrió su boca con ambas manos y gritó, gritó tan fuerte que sintió arder la garganta, tan fuerte que sus manos fueron incapaces de amortiguar el sonido, tan fuerte que su cuerpo se dobló por la mitad, tembló y no pudo evitar que todos sus suprimidos sentimientos se desbordaran.


"¿Por qué? No puedo hacer nada por ti, no puedo decirte lo que quiero, no puedo decirte lo que debo ¿Por qué no puedo detenerte?"


*****


– ¿Por qué estás aquí?...creí que...ellos dijeron que...– una silueta conocida fue emergiendo a la luz, permitiéndole apreciar más claramente una tranquila y conocida sonrisa adornando un pálido y conocido rostro.


Miles de preguntas se arremolinaron en su mente, una irreal sensación seguida de un ligero estremecimiento de su cuerpo le hicieron sentir que estaba en una especie de sueño o que estaba viendo una ilusión, por qué ¿Qué más podría ser sino una ilusión o un sueño?


– ¿Puedo verlo? – él largó las manos e instintivamente, Tsukishima cubrió al pequeño con su cuerpo – Kei, mírame, soy tu hermano.


No solo tenía el rostro de Akiteru, incluso su voz sonaba como la suya y el aura de tranquilidad que irradiaba era la suya – ¿Qué haces aquí? ¿Por qué...


– Vine a conocer a mi sobrino y a verte por supuesto.


– Necesito explicaciones, muchas explicaciones.


El mayor de inclinó hacia él apoyando una rodilla en el suelo, parecía muy feliz, emocionado; su pálido rostro adquirió una tonalidad rosa en las mejillas – ¡Oh! ¡Es pequeñito y muy lindo! – Mitsuki no se alteró por su presencia, sus ojos lo miraron silenciosamente al tiempo que chupaba su dedo pulgar – ¿Crees que pueda cargarlo un momento? ¿Puedo?


– Debes tener mucho cuidado, su cabeza...


Akiteru rió – Lo se Kei, yo solía cargarte cuando eras un bebé – tenía un punto ahí; su hermano sabía bien lo que estaba haciendo, sin embargo era muy difícil que su cuerpo cediera tan fácilmente...incluso cuando ya no lo tenía en sus brazos, quería ir por él – Hola, pequeño...eres muy lindo.


– ¿Cómo entraste aquí? Este lugar tiene seguridad ¿Sabes? Kuroo...


– ¿Recuerdas todo en lo que estuviste trabajando antes de marcharme? – el menor asintió – Hacia copias de todo cada vez que te ausentabas.


– ¿Por qué tú...


Akiteru jadeó – ¡Mira esto, Kei! Está sosteniendo mi dedo, es muy fuerte para ser tan pequeño ¡Es increíble! – exclamó en voz baja, sin poder ocultar la emoción en sus ojos.


– Lo...lo es – no lo entendía, Akiteru no entendía sobre computadoras, ni siquiera sabía lo que era un algoritmo o como interpretar el código binario; y a duras penas podía instalar un juego. Era imposible que pudiera comprender en lo que trabajaba... – pero sobre lo que acabas de decir, no comprendo cómo o para que...


– Es igual a ti – susurró mirando al pequeño con melancolía – Su boca y su nariz, esas mejillas regordetas, sus ojos, ese cabello enmarañado y delgado, y sus dedos tan pequeños y frágiles y a la vez tan fuertes...es como tú, igual a ti – lo miró, sus ojos temblando de emoción – Es como volver a sostenerte.


– Yo sé a quién se parece – y definitivamente no era a él – Hermano, necesito comprender que es lo que está pasando, te fuiste del hospital...desapareciste y ahora estás aquí...y yo...


– Lo hiciste muy bien, fuiste muy valiente y trajiste al mundo a un niño muy lindo...lamento haberte dejado así – murmuró entregándole al bebé – Debió haber sido muy difícil para ti estar solo...has pasado por mucho para llegar hasta aquí.


No iba a decirle nada. Sin importar cuanto preguntara o cuánto insistiera, Akiteru no iba a decirle nada, más claro no podía ser ¿Qué había pasado con él? Era el mismo, pero a su vez parecía una persona diferente ¿Dónde estuvo todo este tiempo y con quién? ¿Qué estuvo haciendo? No podía entender como nadie podía encontrarlo o como era posible que estuviera frente a él ahora con aquella tranquila y amable sonrisa que lo caracterizaba.


– Voy a sacarte de aquí, tú solo espera un poco más...


– No...yo...tengo algo que decirte, así que escúchame.


Akiteru negó y llevó ambas manos a su rostro – Escúchame tu a mí, Kei, sé que lo amas mucho y que él también te ama, sé que no debería entrometerme en tus asuntos, tus decisiones son solo tuyas, pero estoy asustado...– susurró con la voz quebradiza – Hasta ahora has tenido mucha suerte, pero ¿Qué va a pasar la última vez que algo suceda? – el menor abrió la boca, pero fue interrumpido – ¿Él va a protegerte? ¿Es eso, Kei? No dudo que no vaya a intentarlo, estoy seguro de que él daría la vida por ti, pero ¿Sí aun así no consigue salvarte? Tienes un niño ahora, regálale un futuro tranquilo, uno en el que la muerte no esté acechando en cada esquina...uno en el que pueda sonreír y en el que tú puedas verlo crecer.


Silencio. Sus palabras llegaron hasta el fondo de su mente, revolotearon en su cabeza transformando su aleteo en un zumbido que le impedía escuchar nada más que esas únicas palabras.


– Déjame hacer esto por ti, está vez permite que sea yo quien te proteja...


Decisiones, el futuro es construido a base de decisiones...decisiones y más decisiones.


*****


– No hagan ruido y no se separen, no sabemos qué tan cerca de aquí puedan estar – habló Kenma, el menor se encontraba al frente, detrás de él iba Tsukishima, quien a su vez tenía a sus espaldas a Hinata y Kageyama.


Habían salido al exterior hace casi veinte minutos y aún continuaban caminando bajo la oscuridad de la ciudad, un viento helado soplaba a través del angosto pasaje por el que deambulaban, los autos en la calle formaban una fila interminable, sirenas de patrullas y ambulancias cantaban a la distancia acompañado al estruendo a sus espaldas. Tenía frío, estaba cansado y asustado, sabía que no podía hacerlo, que era una locura, sin embargo quería volver con él.


– Tenias razón – murmuró Tsukishima a Kenma cuando tuvieron que internarse a un obscuro callejón sin salida; el más bajo observaba hacia la calle a un grupo de hombres que deambulaban entre los autos – Dijiste que Kuroo iba a cometer una tontería por mi culpa, dijiste que...


– Tenía razón ¿Y eso qué? ¿Qué sentido tiene aceptarlo en este momento? – respondió, sin mirarlo – Él está ahí y tu estas aquí ahora...ya no hay vuelta atrás. Lo único que podemos hacer es seguir.


"Mira hacia el frente y camina sin detenerte" escuchó a Kuroo murmurar algo así antes de marchase; si era una orden o una sugerencia no lo sabía, él solo podía preguntarse ¿Qué pasaría si no seguía esas palabras? ¿Haría alguna diferencia seguirlas o no? ¿Debería hacer algo? ¿Alguien asustadizo e indeciso como él podría hacer algo? No quería tener ningún remordimiento, no quería perderlo...


– Vuelve – aun sin mirarlo, Kenma apretó el arma entre sus manos – Quiero que vuelvas con él ahora.


Tenía miedo, sus palabras antes de partir parecían una amarga despedida y tenía miedo. No quería esto, no lo quería.


– ¿Volver? – Kenma rió con sorna – ¿Para qué? ¿Para que puedas irte para siempre tal y como querías? Eso lo mataría – gruñó, había ira en sus ojos, ira que se desvaneció en el momento en el que sus ojos se encontraron con los suplicantes del rubio.


– Por favor – no podía soportar la idea de no volver a verlo, de no volver a escuchar su voz o sentir su presencia...no podría soportar vivir en un mundo en el que él no formara parte – Vuelve con él, protégelo y si tienes que hacerlo...entonces muere por él.


No confiaba en él ¿Verdad? Sus ojos, vacilantes, anunciaban como un cristal transparente sus dudas; sin embargo también reflejaban la determinación que sus palabras habían despertado en él.


– Te lo estoy suplicando – susurró, nunca se había sentido tan desesperado en toda su vida; miedo, angustia...dolor, sacudían su cuerpo hacían gritar su alma. No había orgullo o soberbia, no había nada más que un corazón lleno de desesperación, peleando por encontrar un poco de esperanza – Por favor, vuelve.


– Yo...– dudas, dudas y más dudas que explotaban una tras otra en su cabeza ¿Por qué tenía que verse envuelto en situaciones como esta? Las órdenes de Kuroo eran absolutas, sin embargo él estaba a punto de quebrantarlas ¿Por qué? ¿Por su amor por él? O ¿Por el chico que había decidido olvidar su orgullo y ahora hacia un esfuerzo inhumano por no llorar frente a él? – No dejes que te maten...¿De acuerdo?– dio la vuelta y ante la mirada incrédula de Kageyama y Hinata corrió su camino de vuelta a él.


Era un idiota y probablemente se había vuelto loco, por qué ¿De otro modo estaría haciendo esto por la persona que detestaba más que cualquier cosa en el mundo? No sabía cómo o por qué, pero sus palabras hicieron desaparecer el pesar que nació en su corazón al momento de dejar el refugio y a Kuroo. Tal vez debería agradecerle a Tsukishima por decirle lo que deseaba escuchar.


– ¿Por...por qué se fue? ¿Qué está pasando? – preguntó Hinata acercándose a él, al tiempo Kageyama tomaba el lugar de Kenma al frente del grupo – ¿Se pelearon?


– Hinata ¿Conoces algún sitio seguro?


– ¿Eh? Bueno...– miró por el rabillo del ojo hacia Kageyama – Sí, pero no creo que sea el sitio adecuado para un bebé...es un Bar, el dueño es amigo mío. No habla mucho, pero es una persona muy amable – pero a Kageyama no le agradaba.


– ¿Confías en él?


– Si – el pelinegro chasqueó la lengua y gruñó – Cuidó de Natsu un tiempo...pero ¿Por qué me estas preguntando algo así ahora?


Tsukishima besó la suave sien de Mitsuki y luego observó sus serenos ojos, y acomodó con cariño el pequeño mechón de cabello azabache que sobresalía de su gorrito ¿Cuánto quería a este niño? Era imposible cuantificar algo así. Haría lo que sea por él, daría lo que sea...por qué lo amaba más que cualquier cosa.


– Yo confió en ti...así que toma a mi hijo y protégelo...


– ¿Qué? No...se supone que tenemos que hacer esto juntos – se apresuró a responder, sus ojos llenos de ansiedad.


– Por ahora tenemos que separarnos.


– No, no está bien...si hacemos eso


¿Po que hacer algo así? Porque lo amaba, porque ahora entendía un poco la razón por la cual Kuroo siempre lo dejaba atrás...porque ahora comprendía que cuando llegaba el momento de elegir, la persona a la que más se amaba iba a tener siempre prioridad. No sabía lo que iba a pasar, no tenía forma de saberlo, pero quería asegurarse de que aquellos que deseaban dañarlo no alcanzaran a Mitsuki, si podía garantizar eso...entonces nada mas importaba.


– Por favor.


Con su convicción volviéndose cada vez más sólida en su pecho, apretó el trozo de papel con la dirección que Hinata le había entregado; iban a encontrarse de nuevo, lo sabía en su corazón, el cual se sentía más tranquilo que nunca...más fuerte, más decidido.


Todo este tiempo no hizo más que lloriquear y preguntarse por qué tenía que pasarle eso a él, se estancó en su propia inseguridad y culpó a otros por su incapacidad de elegir. Aún estaba asustado, tenía miedo, sin embargo su resolución era mucho más fuerte que eso y decidió, con todo el coraje que quedaba en su cuerpo, que ya no quería ser protegido por nadie...que era el momento de hacer una última apuesta.


Sacó el muñeco que Hinata le había regalado de dentro de su chaqueta y, de su interior, tomó un teléfono móvil el cual contenía la que podría ser la carta definitiva para terminar de una vez por todas con este juego...y agradeció silenciosamente a Akaashi por haberle entregado ese móvil y a Akiteru por haberle facilitado aquella información antes de buscar la información de contacto de aquella persona y marca el número.


Al tercer tono, él respondió.


– Tengo algo que pedirte. 


 

Notas finales:

>3< Gracias por leer >3<

 

Nos leemos en la próxima.

 

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Estoy reeditando los capítulos, algunos tendrán diálogos y escenas extra. El primer capítulo ya está reeditado y mañana voy a subir el segundo ;)


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