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CHOICES por Nova22

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Notas del capitulo:

Me paso algo muy triste, la página oculto los primeros dos Reviews que recibí del capítulo anterior, así que no pude responderlos. A la chica a la que no le respondí GRAGIAS POR TU REVIEW!!


 


Gracias también a Kellyday, tu siempre me dejas Review, eres un amor.


 


Bueno, aquí está el cap gracias por esperar!! 

Capítulo 6

Su cuerpo quemaba, se sentía como si se estuviera ahogando en un mar de llamas; el calor lo abrazaba y penetraban hasta sus huesos. Estaba ardiendo, cada fibra de él ardía en una increíblemente abrumadora necesidad. Esta era la parte que más detestaba de ser un Omega; el deseo que el calor del celo traía consigo, la necesidad de ser tocado, penetrado, llenado...de saciar y ser saciado por un Alfa.

Aún no era tiempo, pero Tsukishima ya comenzaba a sentir los efectos de su celo manifestándose en su cuerpo. Gritando su necesidad.

En toda su vida, jamás le había ocurrido algo como esto, su celo siempre había sido muy regular hasta ahora...hasta que Kuroo apareció. Desde entonces, solo bastaba con percibir su aroma para que su cuerpo reaccionara...con sus besos para que el calor brotara desde su bajo vientre y se desbordaran de forma incontrolable. Tenía miedo de sí mismo, de lo que era y de lo que podría hacer en este estado.

El celo era peligroso...especialmente ahora que era tan intenso.

Afortunadamente, esta mañana, Kuroo le prohibió terminantemente abandonar la habitación. Una persona con la que haría negocios iba a visitar la mansión y él parecía especialmente interesado en mantenerlo alejado de él, no comprendía del todo el por qué, pero eso quería decir que Kuroo se mantendría ocupado la mayor parte del día, lo que beneficiaba a Tsukishima, lo último que deseaba era que Kuroo lo viera en ese estado y que la influencia de su aroma en su esencia más pura los llevara a tomar un camino del que no habría retorno.

Se recostó sobre la cama y se abrazó a sí mismo en un intento de disminuir el dolor que su frustrada necesidad provocaba en su cuerpo; solo debía esperar a que los supresores hicieran efecto y todo volvería a la normalidad. Este irracional deseo que vibraba en su cuerpo desaparecería, así como el calor y las imágenes que se formaban en su mente cada vez que cerraba los ojos...todo desaparecería.

Los supresores eran toda una maravilla, pero sería genial si, al igual que los síntomas del celo, también pudieran hacer desaparecer aquellos sentimientos que comenzaban a florecer en su pecho...porque en verdad necesitaba hacerlos desaparecer.

 

— ¡No! — Tsukishima despertó sobresaltado, frías gotas de sudor resbalaban por su frente y cubría su tembloroso cuerpo.

Había pasado un mes desde el incidente del auto, y desde entonces era atormentado con pesadillas recurrentes. En cada sueño él se encontraba en el interior de un auto, el cual recorría un sendero de completa oscuridad, algunas veces Kuroo lo acompañaba, otras veces llevaba un bebé entre sus brazos. En su sueño ellos eran perseguidos, cuando Kuroo lo acompañaba eran atrapados y asesinados, y cuando iba con el bebé el auto caía al vacío y todo se convertía en oscuridad...había criaturas extrañas, fríos ojos que seguían sus movimientos, despiadadas manos que trataban de atraparlo, ansiedad...temor.

Era muy difícil para él conciliar el sueño después de haber tenido uno de esos sueños, sin embargo las pesadillas cesaban cuando Kuroo pasaba la noche con él y Tsukishima trataba de convencerse a sí mismo de que esa era la única razón por la que le permitía hacerlo.

Porque, de otro modo, no sabía que excusa usar para justificar sus recientes acciones.

— Tsukki ¿Estas bien? — Preguntó Yamaguchi, desde el pasillo — ¿Puedo pasar? — golpeó suavemente la puerta, pero con la intención de hacerse escuchar; no lo había visto en todo el día y creyó, que al igual que él, había recibido instrucciones de mantenerse en su habitación — ¿Tsukki?

— Estoy bien — le hizo saber al tiempo que se levantaba de la cama y quitaba el seguro de la puerta — Solo dormía.

Yamaguchi sostenía una charola de plata rebosante con diversos aperitivos dulces y un poco de Té, al parecer no quería romper su rutina semanal — No te ves muy bien, estas muy pálido — su tono de voz denotaba preocupación y sin esperar su permiso entró a la habitación y dejó la charola sobre la cómoda antes de volver a aproximarse él – ¿Quieres que demos un paseo por el jardín? Tal vez necesitas un poco de la luz del sol.

— No, Kuroo no quiere que salga de aquí — sintiéndose un poco cansado se aproximó hacia uno de los sofás individuales al fondo de la habitación y se dejó caer pesadamente sobre él

— ¡Ah! Claro, debe ser por el invitado — Yamaguchi sirvió las tazas de Té y repitió su misma acción antes de tenerle una; él parecía estar bien, era un Beta, sin embargo era sabido que algunos podía percibir el aroma de los Omega durante el celo...de ahí que decidiera echar seguro a la puerta. El pecoso tendía a entrar sin tocar y no deseaba tener ningún incidente desagradable.

— ¿Sabes de quien se trata? — Preguntó Tsukishima, no estaba especialmente interesado en ello, pero le vendría bien mantener la cabeza ocupada.

El menor negó con la cabeza — Ellos han estado todo el día encerrados en la biblioteca y no he podido ver de quién se trata.

— Entiendo

A lo largo de su estancia en esa casa Tsukishima había visto a un sinnúmero de personas entrar, algunas de ellas salían como si nada hubiese pasado y, otras, no volvían a ver la luz del día. Pero en ningún momento Kuroo le pidió que se mantuviera oculto ¿Quién era ese visitante misterioso? Tal vez era su imaginación, pero él parecía demasiado cauteloso en la mañana ¿Era causa de esa persona? Se sentía un poco ansioso ahora, como si su visita fuera el preludio de algo mucho peor al ataque ocurrido un mes atrás.

El pelinegro, pareció haber notado su inquietud y abandonando su Té, se dirigió a la ventana y la abrió — Hace muy buen clima afuera, el que no puedas salir no significa que debas estar completamente aislado — le invitó a acercarse con un movimiento de cabeza.

Tsukishima se acercó a la ventana, apoyó ambas manos contra el alféizar y disfrutó de la fresca brisa que agitó su cabello y trajo consigo el aroma de las flores del jardín. Se sentía como se hubiese pasado una eternidad desde la última vez que vio el exterior...y desde que vio a su hermano. Su vida había cambiado en tan poco tiempo y ahora no sabía que sería de él, la incertidumbre era algo que empañaba durante sus pocos momentos de soledad y que le carcomía por dentro.

— Yamaguchi — el mencionado volteó, tal vez ni siquiera debería preguntarle, pero ¿Qué más daba? — ¿Crees que algún día pueda volver a casa?

 — No.

— Vaya, que sincero — Tsukishima rió, con amargura. Eso era algo que ya sabía, sin embargo, escucharlo y pensarlo eran dos cosas completamente distintas — Podrías haber mentido para hacerme sentir mejor — escuchar la verdad era...duro.

— Lo siento Tsukki — Yamaguchi se disculpó apenado — Pero ¿Kuroo no te ha hablado de eso?

— Él nunca me habla de nada.

Kuroo evadía el tema cuando Tsukishima lo mencionaba y cuando le preguntaba a qué se refería Oikawa cuando habló de "Ese lugar" el simplemente terminaba la conversación con un "No necesitas saberlo" y se marchaba dejándolo con un millón de dudas y temores revoloteando en su cabeza. Era perfectamente consciente de que, siendo un capricho pasajero, su estadía en esa mansión era solo temporal...así que quería estar mentalmente preparado para lo que se avecinaría cuando él no lo quisiera más.

— Tu sabes algo al respecto ¿Cierto? — Yamaguchi asintió con incomodidad — Dilo...

— Bueno...Un Alfa – comenzó a explicar al tiempo que tomaba asiento sobre el alféizar – Es libre de devolver a un Omega, ya sea porque este perdió el interés por él o porque este no fue capaz de darle descendencia...este último caso es muy raro...creo que la mayoría prefiere no tener hijos — dijo, Yamaguchi no lo había dicho con palabras, pero Tsukishima creía comprender por qué, era tan denigrante que no hacía más que causarle desagrado — Cuando ocurre el primer caso el Omega puede ser nuevamente adquirido por otro Alfa, pero claro su precio disminuye...Pero si el segundo caso llegara a darse el Omega es llevado a un harén dentro de las instalaciones del gobierno donde se encargan de atender las necesidades de quienes las requieran. El Alfa no recibe ningún reembolso del dinero que invirtió en él, esta es la razón por la que algunos optan por revenderlos a otra alfa. Existen lugares que se encargan de su venta, he visto un par de ellos y...no son lugares agradables — hizo una mueca — A veces los subastan o…los exhiben.

Tsukishima sonrió con amargura y negó con la cabeza, no necesitaba escuchar más...lo que había escuchado hasta el momento había sido suficiente para que llegará a una conclusión; nunca iba a volver — Voy a terminar siendo vendido y usado... — susurró al aire. Increíblemente no están tan consternado como pensó que estaría, de alguna forma ya sabía que ese sería su futuro, todo por haber nacido Omega — Como un juguete...

– ¡Él jamás haría algo así! – esas palabras lo sobresaltaron y Tsukishima miró sorprendido a Yamaguchi, era la primera vez que alzaba la voz – creo que él...es como si el...en verdad te quisiera.

El rubio negó esas palabras, enamorarse de alguien en tan poco tiempo era absurdo e imposible. Lo más probable era que lo que Kuroo sentía por él era solo deseo, una atracción que desaparecería paulatinamente. Solo era su pequeño capricho...y lo único que mantenía su interés despierto en él era el hecho de que aún se negaba a entregarle su cuerpo a voluntad. Cuando eso al fin ocurriera, entonces sería el final.

 Abrió la boca, decidido refutar sus palabras con su resolución, pero una extraña sensación, que hizo tensar a su cuerpo frenó sus palabras.

Afuera, en el jardín, un hombre lo observaba, su mirada era intensa y le erizó la piel ¿Cuánto tiempo llevaba observándolo? Tsukishima jamás lo había visto, parecía ser un poco más alto que Kuroo, no vestía como los hombres que recorrían el área de vez en cuando...tenía un aire imponente, cabello café oscuro y su rostro tenía una expresión estoica e imperturbable. Por la altura a la que se encontraba no pudo distinguir el color de sus ojos, pero podía sentir su mirada sobre él, obligándole silenciosamente a que permaneciera en su sitio.

— ¿Tsukki? — Yamaguchi siguió la dirección de su mirada y ahogó una exclamación — Será mejor que nos apartemos de la ventana — el menor apartó a Tsukishima, empujándolo suavemente hacia atrás, y cerró la ventana con un suspiro.

— ¿Quién era a él? — Preguntó Tsukishima sentándose en la cama, aquella inquiétate sensación aun no desaparecía de su cuerpo.

— Es Ushijima Wakatoshi...es una persona muy peligrosa — dijo imitando la acción de Tsukishima sobre uno de los sofás — Ante los ojos de la sociedad es dueño de una gran cadena hotelera y clubes exclusivos, pero en el bajo mundo está involucrado en tráfico y falsificación de obras de arte, pero su principal negocio es el tráfico de armas.

— ¿Es amigo suyo?

— No, por años su grupo y el de Kuroo se han mantenido en disputa...creo que por territorio o algo así. No sé qué pueda estar haciendo aquí, pero será mejor no acercársele.

Desde su posición en la cama, Tsukishima observó cautelosamente la ventana, el hecho de que esa mirada se sintiera similar a la de Kuroo era algo perturbador para él. No era algo que pudiera definir con palabras, era una sensación que enviaba señales de peligro a su cuerpo...que terminaba por paralizarlo hasta dejarlo indefenso.

Los Alfa que pertenecían al mundo de Kuroo eran diferentes. Aterradores.

 

El tiempo siempre se pasaba volando cuando hablaba con Yamaguchi, el chico estaba lleno de información que, sorpresivamente, no parecía muy renuente a compartir, y, a pesar de que el nombre de Kuroo era mencionado en cada ocasión, su compañía le era bastante agradable. No lo miraba con desprecio como Kenma, con la cautela de los sirvientes o con la abrumadora intensidad de Kuroo.

Era reconfortante tener cerca de alguien con el que pudiera hablar tranquilamente, a alguien con el que podía, al menos un poco, bajar la guardia.

— Hasta mañana, Tsukki.

El pecoso se marchó después de la hora de la cena, hablaron de muchas cosas, pero ni siquiera la animosidad del menor o la importancia que la información que le reveló logró hacer que desapareciera la inquietud que estaba sintiendo o el estrés físico y mental al que había estado siendo sometido desde que llegó a esa mansión.

Tal vez era un buen momento para usar la ostentosa tina del baño.

Se desvistió tranquilamente y se permitió observarse en el espejo de cuerpo entero en su habitación. Su cuerpo aún seguía cubierto de marcas, algunas más oscuras que otras, Kuroo siempre atacaba su cuello cuando notaba que estas comenzaban a desaparecer; se sentía como si de esa forma lo estuviera marcando como su propiedad, ya era bastante tormento que lo marcara con su aroma. No importaba cuanto Tsukishima le dijera que dejara de hacerlo el nunca escuchaba.

— Tal vez no es nada...tal vez solo está jugando o...quizá...de verdad…No.

Con un suspiro puso sus anteojos en la mesita al lado de su cama y a paso lento se dirigió al baño. Se sentía un poco estúpido ahora por haber tratado de buscar un significado más profundo a sus acciones. Esto solo debía ser un juego para él. Los alfa eran posesivos incluso con sus cosas.

Comprobó la temperatura de la bañera y decidió que ya estaba lo suficientemente caliente. Terminó de desvestirse y poco a poco se introdujo dentro del agua, sintiendo como está abrazaba gentilmente su estresado cuerpo y le brindaba la quietud y relajación que tanto necesitaba.

Masajeó su cuello, llevando cada tanto un poco de agua tibia a él, podía sentir perfectamente bien como sus músculos se distendían y no pudo evitar suspirar su bienestar. Desde que conoció a Kuroo se mantenía continuamente estresado, el pelinegro tenía un comportamiento impredecible, se enfadaba cuando alguien más actuaba amistosamente con él o lo tocaba despreocupadamente como hacía Yamaguchi. En más de una ocasión Yaku tuvo que interceder para que le permitiera pasar tiempo con él. Pero a pesar de eso el jamás le había hecho daño, no había vuelto a atacarlo como aquella vez y sus caricias se habían vuelto un poco más...gentiles y le hacían ser más consciente de su cuerpo y el placer.

 Una parte en su interior deseaba que Kuroo no fuera amable con él y se obligaba a sí mismo a recordar lo que le había hecho la primera noche, para encontrar la fuerza para rechazarlo.

— Ahhh — suspiró, sumergiéndose hasta los hombros...no quería pensar en eso ahora, así que se obligó a sí mismo a no hacerlo, encontrándose fallando en más de una ocasión.

Después de un buen rato de disfrutar del agua y de que la punta de sus dedos se arrugara cual pasas, Tsukishima se incorporó, gotas de agua deslizándose por su piel como no finas caricias, tomó una toalla y secó su cuerpo. Cuando salió a la habitación, envuelto en una nube de vapor, y fue por sus anteojos descubrió estos habían desaparecido.

— ¿Dónde están? — susurró desconcertado.

Estaba completamente seguro de que los dejó en la mesita de noche, sus anteojos no pudieron haber desaparecido solos, buscó por toda la superficie y debajo de la mesita, pero solo consiguió darse un fuerte golpe en la frente.

— Maldición — bufó molesto frotando el golpe, esperaba no haberse herido.

Respiró hondo y, después de vestirse con el pijama que había preparado previamente sobre la cama, salió de la habitación, en una ocasión Kuroo dijo que compraría un par extra para él. Todavía era temprano, por lo que, quizás Kuroo aún debía encontrarse en la biblioteca. Caminó a tientas por el amplio pasillo, sin sus anteojos le era difícil percibir la profundidad, pero consiguió evadir exitosamente un par de jarrones y estatuas de mármol que se cruzaron en su camino hasta llegar su destino.

La puerta de la biblioteca se encontraba cerrada, pero Tsukishima escucho gritos ¿Una pelea? A estas alturas el visitante ya debería haberse marchado y no podía imaginar a nadie más discutiendo con él. Giró el pomo de la puerta y la abrió lo suficiente como para ver lo que estaba ocurriendo sin alertar a quienes estaban dentro. Eran Kuroo y Kenma, estaban parados uno frente al otro ¿Por qué estarían peleando?

— Es solo algo pasajero.

— Entonces ¿Por qué? — aún con los ojos entornados no podía apreciar claramente su rostro, pero parecía que la voz de Kenma tenía cierto tinte de desesperación — Si es porque quieres un hijo...entonces creo que yo también podría intentarlo, si tan solo...

— Te equivocas — Kuroo lo tomó por los hombros, de forma que el cuerpo del menor terminó siendo bloqueado por su ancha espalda – Kenma un hijo es lo último que quiero.

— Entonces ¿Por qué ya no me tocas? — El pequeño cuerpo de Kenma se aferró a Kuroo, su voz cada vez más desesperada iba quebrándose con cada palabra que se deslizaba de sus labios — ¿Ya no me quieres?

Kuroo lo abrazó y Tsukishima se apartó de la puerta antes de escuchar su respuesta; no sabía que lo había llevado a escuchar a hurtadillas, ese no era asunto suyo. Sin embargo, y aunque no quisiera reconocerlo, esa escena le había afectado más de lo que debería. Su corazón latía tan fuerte que creyó que estallaría y su estómago dolía. Había cosas que no entendía y otras que prefería, por su salud mental, no comprender...lo que estaba sintiendo ahora era una de ellas.

Escuchó un crujido que le hizo retroceder aún más, tambaleándose hasta chocar contra la pared. Giró rápidamente sobre sus talones, dispuesto a volver a su habitación, pero, antes de siquiera dar tres pasos, terminó chocando con un jarrón, que, para su mala suerte, cayó ruidosamente al suelo, haciéndose añicos.

Inmediatamente después la voz de Kuroo se hizo escuchar — ¿Kei? — había salido de la biblioteca y ahora aproximaba a él a grandes zancadas — ¿Te hiciste daño? — sus manos sujetaron sus hombros, moviendo su cuerpo lejos de los trozos de cristal...buscando que sus ojos se encontraran con sus esquivos dorados.

— No...ah...mis anteojos.

— ¿Qué pasa con tus anteojos? ¿Por qué no los tienes puestos?

— Necesito un par nuevo, por eso vine...dijiste que comprarías otros para mí.

Kuroo sonrió, sus ojos, alerta ante cualquier cambio en su expresión, lo hicieron sentir desarmado — ¿Seguro que no estás usando eso como pretexto solo para venir a verme? — se inclinó lentamente, apoyando una mano contra la pared, como si estuviera dándole la oportunidad de rechazarlo, a pesar de que sabía que era imposible — Te he tenido muy abandonado estos últimos días...¿No me has extrañado? — cuidadosamente abrazó su cintura, permitiéndole así ser más consciente de su calor y del olor de su cuerpo.

Estaba a escasos centímetros de sus labios, tan cerca que sus alientos se mezclaban...incluso podía oír el sonido de su respiración y sentir el peso de su deseo en sus encendidos ojos, los cuales observaban su boca como un animal hambriento.

Sintiéndolos increíblemente resecos, y odiándose al instante por ello, pasó la punta de su lengua por sus labios — Quiero mis anteojos — le dijo sin titubear un solo segundo, frenando así su urgencia por hacer nula su distancia — Los necesito.

— Por supuesto — Kuroo se apartó tranquilamente, podría decir que Tsukishima trataba de ser indiferente a sus provocaciones. Pero no lo hacía bien. Sabía muy bien lo que su sedosa lengua sobre sus labios significaba y también lo bien que se sentía sobre su cuerpo — Vamos — le indicó avanzar con un movimiento de cabeza, pero Tsukishima se negó a avanzar.

— Esperaré aquí — Kenma aún estaba dentro y Tsukishima no quería encontrarse con él, no después de lo que había visto y escuchado.

Un destello de reconocimiento atravesó los ojos de Kuroo, como si hasta ahora hubiese recordado quien se encontraba dentro y la razón de su discusión – De acuerdo, vuelvo en un segundo...

Tras su partida, Tsukishima observó los trozos del jarrón en el suelo y se sintió extrañamente identificado con él; ese jarrón era solo un objeto que probablemente mañana sería reemplazado por uno nuevo...al igual que sucedería con él en algún momento

— Solo un objeto — susurró, nadie se preocuparía por él, a nadie le importaría lo que le ocurriera una vez fuera echado a la basura.

— No te preocupes por ese jarrón...no es algo invaluable, pediré que lo reemplacen mañana — dijo entregándole el par de antojos nuevos. Tsukishima no estaba familiarizado con las antigüedades, tampoco tenía la vista aguda de un coleccionista, pero estaba seguro de que ese jarrón era jodidamente costoso...pero destrozado ya no tendría valor para nadie o sería capaz de despertar interés alguno.

— Gracias — dijo mientras se colocaba los anteojos. Reemplazar los objetos inservibles era tan sencillo como respirar para algunas personas. La misma lógica se aplicaba a los Omega, había sido testigo de ello en el mundo plagado de Alfas en el que se movía; los había visto ser adornos ocasionales para presumir en fiestas de gala, la frívola forma en la que eran exhibidos, las sonrisas falsas en sus rostros y sus miradas derrotadas...rendidos al destino que les fue impuesto.

Esa mirada lo perseguía en sueños, se imaginaba a si mismo cada vez que cerraba los ojos y también veía un destino mucho peor.

— No quiero esto...

— Kei – le llamó Kuroo — ¿Está todo bien? ¿Paso algo fuera de lo normal hoy? Algo que te hiciera sentir incómodo o inquieto.

Tsukishima recordó al hombre de la ventana, su mirada sobre él y lo que eso le había hecho sentir — No — mintió — Dormí la mayor parte del día.

Había algo que lo estaba atormentando, Kuroo era capaz de percibir su inquietud, pero no confiaba lo suficiente en sí mismo como para preguntarle a sabiendas de que él no confesaría nada por la buenas y no quería forzarlo a hacerlo...no más – Bien...esta noche voy a ir a tu habitación.

— Has lo que quieras.

¿Por qué no se negaba? ¿Por qué por qué no le pedía que lo dejara tranquilo? A Tsukishima le gustaba pensar que era por qué sin importar lo que hiciera o dijera él haría su voluntad, que no tenía opción, que estaba siendo forzado a pesar de que era cada vez más obvio para él que su cuerpo estaba cediendo. Tenía miedo de que Kuroo lo notara, pero estaba llegando al límite de lo que podía fingir.

Casi media hora después la puerta de la habitación se abrió y Kuroo ingresó en ella, incluso si solo vestía una simple camisa blanca y pantalones oscuros como ahora, él seguía viéndose intimidante y atractivo como siempre.

Sonrió, complacido de verlo sentado sobre el alféizar de la ventana, la luz de la luna bañando gentilmente su delgado cuerpo, resaltando su silueta, como si hubiera estado esperando por él. Con los gráciles y arrogantes pasos que le caracterizaban se aproximó a él y acunó su rostro con una mano. El calor que su piel le transmito fue reconfortante, como la luz del sol en un crudo día de invierno.

— ¿Hoy no vas a ocultarte en el baño, a insultarme o a lanzarme todo lo que tengas a tu alcance?

— No funcionó en esa ocasión, tampoco va a funcionar ahora, entonces ¿Qué sentido tiene?

— Hoy — Tsukishima movió la cabeza deshaciéndose así de su toque, pero esto no lo detuvo; Kuroo se inclinó hacia él y besó su cuello, inhalando profundamente, solo para, segundos después, exhalar un susurro que le calentó la piel — Hueles especialmente bien...tan bien que podría comerte — Tsukishima se tensó y su cuerpo se removió, sin apartarse, anunciándole así su renuencia — No te estás esforzando mucho hoy...

Sus dientes rozaron su cuello, buscando, con éxito, despertar su piel; Tsukishima forcejeó, iniciando una batalla que era claro para ambos no quería ganar. Kuroo redujo la velocidad de sus movimientos, acariciando su cadera con ambas manos de una manera suave, repartiendo besos y mordiscos por su cuello y garganta, y en pocos segundos, sus piernas cedieron, permitiéndole colarse entre ellas...acunando su cuerpo con su calor.

Tsukishima negó, empujó sus manos contra sus hombros con cada vez menos fuerza; aún no lo había besado, pero ya podía sentir claramente como algo en su cuerpo cambiaba. Cómo el calor se intensificaba. Su respiración se aceleró y lo único que podía hacer era aspirar su aroma, introduciendo su esencia dentro de él, y frotarse instintivamente contra su cuerpo, buscando impregnarse de él como si la vida se le fuera en ello.

Bajó las manos por su espalda y, con suma facilidad, le alzó de los glúteos amasándolos con las palmas en el proceso — Para...Para...— medió suspiró y medio gimió; estaban cerca ahora, sus pezones erectos se frotaban contra su pecho a través de la tela...era vergonzoso y frustrante tener dos capaz entre ellos — Para...

— Vas a tener que ser más convincente si quieres que pare.

— Como si realmente fueras a hacerlo...

— Lo haría...pero tú no quieres eso.

La punta de su lengua rozó su labio inferior, persuadiendo a su boca a abrirse; deseaba tanto rasgarle la ropa y follarlo ahí mismo, contra la ventana...embestir su cuerpo hasta hacerlo gritar de dolor y placer a partes iguales, y ver el reflejo de la luz de la luna sobre el sudor de su piel y lágrimas, pero había algo hipnotizante en la tímida forma en la que su cuerpo cedía él, algo sumamente sensual en el aroma de la excitación de su cuerpo, algo lujurioso en la forma en la que sus manos se apoyaban en su pecho fingiendo rechazo. Algo que ansiaba grabar en su memoria.

Se acercó un poco más y él dejó escapar un suspiro. Tsukishima lo deseaba tanto como Kuroo lo hacía.

— Kuroo — le llamó el rubio mientras el pelinegro lo recostaba suavemente sobre el colchón; sus labios se rozaron y encontraron en un ardiente beso. Nunca tendría suficiente de sus gemidos, podría correrse con esa hermosa sinfonía. A Kuroo le gustaba amenazar con apartarse y hacerlo inclinarse hacia adelante, buscando su boca, escuchar como gemía en protesta cada vez que lo hacía y como él mismo buscaba sus labios cuando perdía la paciencia — Ku...Kuroo — ver su rostro excitado era algo glorioso. Necesitaba hacerlo suyo ahora, en volverse entra sus suaves piernas y follarlo hasta hacerlo rebalsar con su semilla.

Por primera vez en su vida, Kuroo se escuchó gemir, pero eso no le importó, estaba enloqueciendo. Tsukishima lo estaba enloqueciendo; su cuerpo se frotaban contra el suyo, sus manos buscaban temblorosas y desesperadas arrancarle la ropa, su lengua se empujaba profundo en su boca y sus gemidos, esos jodidos gemidos lo estaban empujando al abismo.

— Kuroo — su mano se deslizó por su ahora desnudo pecho y sintió su miembro palpitar cuando sintió lo duro de su pezón entre sus dedos. Eran perfecto y suyo — Kuroo...es...escúchame — su voz era tan jodidamente dulce. Se apartó unos centímetros para mirarlo y su miembro palpitó; el rubio sostenía sus manos frente a su pecho, sus preciosos ojos ambarinos temblaban mientras sus finos y enrojecidos labios se abrían cada pocos segundos. — Escúchame...

Imposible. Pedirle que hiciera algo más que perderse en la belleza que tenía frente a él o en su increíble aroma era simplemente imposible. No había nada más en su mente, ni un solo pensamiento que no fuera hacerlo suyo ahora, tomarlo y así comprobar que Tsukishima era real. Qué no era solo un hermoso espejismo.

Era increíblemente aterrador lo mucho que necesitaba de él.

Antes de que el pelinegro volviera a reclamar sus labios, perdiera por completo la razón y él la poca cordura que había conseguido reunir para no perderse en sus caricias, Tsukishima lo apartó colocando ambas manos contra sus hombros.

— Kuroo...Hay algo que quiero decirte...preguntarte.

— ¿Qué pasa? — rozó la longitud de su cuello con la nariz, urgiéndolo a inclinarlo; hacia cosquillas y el ocasional roce de sus labios lo envolvía en necesidad...provocaba en él la urgencia de enredar sus dedos en el cabello contrario y empujarla contra su piel.

Estaba bailando en la delgada línea que lo separaba del abismo, ansiaba dejarse caer en él, perderse; tenía miedo, de esto, de sí mismo. Este no era él, entregarse así, sentir lo que estaba sintiendo por un hombre como Kuroo, quererlo como lo quería y ser consciente de cómo quería ser suyo se estaba transformado en algo que le aterraba.

— Si...si puedo devolverte todo el dinero que invertiste en mi ¿Me dejarías volver a casa? — La expresión de Kuroo cambio totalmente ante esta pregunta, para bien o para mal, tenía su atención ahora — Juro que no diré a nadie lo que se...tengo demasiado que perder como para siquiera pensar en hacerlo, tan solo permíteme volver...por favor.

Esta era la última oportunidad de Tsukishima, si tenía que suplicarle entonces lo haría, pues perdería mucho más que su orgullo si permanencia más tiempo con él. Por eso, antes de que eso ocurriera, antes de que esos malditos sentimientos se profundizaran, antes de que pudiera ponerle un nombre a lo que estaba experimentando...tenía que irse.

— Me niego — su respuesta se clavó en su mente como un despiadado cuchillo.

— Entonces ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué es lo que necesitas para...

— A ti...te quiero a ti.

— ¿Por cuánto tiempo? — solo era un cuerpo más de los muchos que seguramente él había tomado, era una novedad; alguien que se había resistido, que lo había rechazado abiertamente.

Pensar que era algo distinto, un caso especial...era estúpido.

Era estúpido, sin embargo, las palabras de Kuroo sonaban sinceras y penetraron tan profundo en su pecho que fue doloroso, casi agónico ¿Que iba a pasar después? Cuando se canse de él, cuando ya no le fuera útil. El mismo se lo dijo, solo es algo pasajero.

"No lo dejes entrar" esas palabras se repitieron una y otra vez en su mente, transformándose es su mantra...su tabla salva vidas.

— Por siempre — susurró acercándose lentamente a sus labios, su aliento fue una dulce caricia sobre sus labios — No pienso entregarte a nadie, si te vas voy a perseguirte hasta encontrarse y traerte de vuelta, estoy dispuesto a encerrarte de por vida si es necesario. Eres mío y solo mío.

— No soy un objeto, tengo derecho a decidir lo que quiero.

— Entonces elígeme a mí...

Kuroo unió sus bocas en un beso suave, lamiendo los labios del rubio de un lado a otro, persuadiéndolos sensualmente a abrirse. Tsukishima enredó sus dedos en el cabello del mayor rindiéndose lentamente a él, fue tan sencillo que le resultó aterrador. Su lengua empujando fuerte y profundo, su pecho alzándose, su cuerpo frotándose contra el suyo marcándolo con su aroma...todo lo que su cuerpo hacia fue un anuncio claro de lo estaba pasando con él.

Realmente dolería mucho cuando Kuroo lo dejara, ahora lo sabía, dejarlo entrar, permitirle penetrar sus últimas defensas sería un error. Se transformaría en su ruina.

– Uhm – Gimió suavemente cuando la mano de Kuroo se abrió paso hasta uno de sus pezones, apretándolo hasta que se irguió orgulloso entre sus dedos. Su boca de deslizó por su mentón, se detuvo un momento sobre su garganta y encontró su destino final en su pezón, el cuello fue succionado con glotonería — ¡Oh! — gimió en voz alta, una voz que no reconoció e  Inconscientemente abrió más las piernas y sus manos sujetaron con más fuerza su cabello, sin saber si lo que quería era apartarlo o acercarlo más a él.

— Kei — susurró Kuroo sobre sus labios — Eres delicioso, quiero devorarte.

Cada toque de las manos de Kuroo sobre su piel se sentía como si estuviera en llamas, era intenso, mucho más que las caricias que habían compartido antes. No estaba asustado, no había vergüenza o humillación...solo placer. Sus cuerpos se acoplaban a la perfección, como si fueran las dos únicas piezas de un rompecabezas. Una perfección que lo horrorizó, aterradora.

 Quizás era solo los efectos de su reciente celo, vestigios que la medicina no logró suprimir, pero Tsukishima quería ser marcado por el, pertenecerle completamente y tuvo que morderse los labios hasta herirse para no suplicar por ello, pese a que su cuerpo ya estaba a un solo paso de entregarse a él.

Esto era peligroso, tenía que parar esto antes de que cometieran una locura.

— Kuroo — le llamó Tsukishima. Apoyó ambas manos contra su pecho arrepintiéndose inmediatamente fue capaz de sentir los latidos de su corazón contra sus palmas aunado a la dureza de sus músculos y su calor. Gimió, está era la primera vez que se atrevía a tocar su cuerpo y era...extraño. Le gustó más de lo que debería – Hoy solo quiero dormir

– ¿No quieres hacerlo? – Kuroo lo estudio atentamente, sus ojos quemaron sobre su piel, no quería que sus manos dejarán de moverse sobre su cuerpo ni que sus labios abandonaran los suyos...y tampoco quería que Kuroo notara su deseo. Estaba mal  – ¿En verdad? ¿Estás seguro de que no lo quieres?

Una mano, traviesa, se coló entre sus muslos, frotándolo con sensual lentitud hasta arrancar un gemido de Tsukishima — Si...Ah...No — se estaba hundiendo, su razón caía lentamente y se perdía — Kuroo...— volvió a gemir; el calor se estaba expandiendo, comenzaba a consumirse, tenía que parar esto y pronto — Kuroo...

— Eres muy deshonesto — rió sobre su cuello. A Kuroo le enloquecía  eso, buscar la respuesta en su cuerpo era su mayor deleite, pero también su mayor perdición...Tsukishima era como una droga, solo podía desear más y más de él — De acuerdo — enredó sus brazos alrededor de su cintura, sosteniéndolo firmemente contra su cuerpo, su nariz enterrada en su cuello, donde su aroma era más intenso — Puedo concederte esto está vez, pero de ninguna manera voy a irme de aquí — su aliento hizo estremecer cada centímetro de su piel, orillándolo a arquear su cuello, ofreciéndoselo a su antojo.

Estaba asustado, la cada vez más poca renuencia de su cuerpo era alarmante; no se suponía que debía ser así.

— Va a ser más difícil para mí parar si sigues haciendo cosas como está... — él mordió su hombro y con ello el suave balanceo del delgado cuerpo de Tsukishima aumentó el ritmo, haciéndolo consciente de lo que estaba haciendo — Si quieres seguir a mí no me molesta.

— No...yo...

— Esta bien, solo relájate…

No sabía lo que estaba haciendo y tampoco comprendía cada impulso que nacía en su cuerpo, trató de apartarse, pero él se lo impidió e imitó su acción frotándose contra él. Su nariz y labios frotándose contra su cuello y esas suaves mordidas en el área entre el hombro y el cuello hicieron relajar su cuerpo. Como si eso fuera lo único que necesitaba en el mundo, eliminaron todo el estrés que el baño no consiguió.

Y le dieron tanta paz que no notó el momento en el que cayó dormido.

Kuroo despertó con los primeros rayos del amanecer filtrándose por la ventana; Tsukishima aún dormía entre sus brazos, su pecho, aún desnudo, subía y bajaba lentamente, y su rostro se frotaba cada tanto contra él. Hacia eso cada mañana y le encantaba, parecía un animalito buscando protección y calor. Precioso. Apartó gentilmente un par de mechones rubios que cubrían su frente y lo miró con ternura, le gustaba todo del rubio; desde sus labios tan rosas como fresas maduras hasta sus largas y rubias pestañas.

 Tenía que admitirlo, Kenma tenía toda la razón, Tsukishima ejercía gran influencia sobre él, era como si estuviera bajo un hechizo del que no podía ni quería librarse. Era magnetismo y electricidad, más que solo deseo carnal; era un ansia casi desesperada por sentir su presencia, de saberlo suyo...solo suyo.

¿Cuánto tiempo permanecería ese hechizo sobre él? ¿Una semana? ¿Un mes? ¿Un año? o quizá ¿Por siempre? La perspectiva de una vida a su lado no sonaba tan mal, pero ¿Qué era lo que pensaba Tsukishima? El no parecía muy interesado en ello a pesar de que era claro que su cuerpo reaccionaba al suyo positivamente, todo de lo que hablaba era sobre querer volver a casa...sobre abandonarlo. Kuroo aborrecía esa idea y también le temía, porque sabía que, dada su gran influencia sobre él, podría llegar a conceder su deseo.

Se vistió, tomando un cambio de ropa del armario y salió de la habitación haciendo el menor ruido posible solo para encontrar que Kenma lo esperaba afuera. El menor tenía una mezcla de tristeza y acusación en su mirada, estaba herido y su tono de voz no oculto ese hecho.

— Sabía que te encontraría aquí...pareces siempre estar con él.

— ¿Pasa algo? — Kenma evitaba esa zona de la mansión tanto como podía, no era un secreto para él, ni para nadie, que desataba a Tsukishima.

— Acabamos de recibir esto — Dijo extendiéndole un pequeño sobre blanco, su nombre escrito en el reverso con elegante caligrafía.

Abrió el sobre y leyó rápidamente la carta — Es la fecha para la próxima reunión — suspiró doblando la carta, era inusual, su última reunión había sido llevada a cabo hacía muy poco tiempo — ¿Donde esta Yaku?

— No lo he visto esta mañana

— Bien, lidiaremos con esto después. Ahora hay algo de lo que quiero hablar contigo.

Kenma apretó los puños y lo miró, la súplica en su mirada casi hizo flaquear su convicción — Se lo que vas a decir y no quiero escucharlo – dijo antes de darse la vuelta y marcharse a grandes zancadas.

Él siguió detrás de Kenma, dispuesto a tener la conversación que había estado postergando por tanto tiempo.

Ya no iba a mentirle más o alimentar una falsa esperanza, seguir haciéndolo sería demasiado cruel para él. Realmente apreciaba a Kenma, él, al igual que Yaku, había estado a su lado desde que eran niños. Pero, a diferencia de Yaku, Kenma había desarrollado cierta dependencia hacia él, dependencia que Kuroo no había hecho más que acrecentar con sus acciones. Sabía que había hecho mal, desgraciadamente no lo había notado hasta la llegada de Tsukishima. Casi podía escuchar a Yaku decirle "Te lo dije" con una mirada de pocos amigos, se lo merecía.

*****

La melancólica luz de la tarde bañaba el jardín y solo unas pocas nubes grises surcaban el cielo; expandiéndose y contrayéndose parsimoniosamente. Un suspiro cansado escapó de sus finos labios al tiempo que veía sin mirar el denso bosque que rodeaba al que ahora era su lugar de residencia ¿Cuánto tiempo más iba a estar ahí? ¿Cuánto tiempo más tendría el privilegio de ver el cielo como lo hacía en este momento? Se mordió el labio inferior y una mueca se formó en su rostro.  

Las palabras de Kuroo habían estado dando vueltas en su cabeza desde aquella noche, sabía que estaba mintiendo, que algo como eso era imposible; no era tan ingenuo como para realmente pensar que lo decía enserio, pero simplemente esas palabras retumbaban suavemente en sus tímpanos y la sensación en su pecho que estas habían provocado  volvía.

— Tsukki ¿Te pasa algo? — peguntó Yamaguchi tocando su hombro — Has estado muy…extraño todo el día.

— Estoy aburrido — mintió, Yamaguchi podría ser la persona más cercana a él en ese lugar, sin embargo aún no confiaba lo suficiente él como para hablarle sobre sus inquietudes…en realidad jamás lo había hecho con nadie y probablemente siempre seria así — Él aún no ha vuelto ¿Verdad? — habían pasado diez días desde que se marchó y la sensación que había nacido en su pecho el primer día de su ausencia era tan difícil de ignorar ahora.

— No, escuché que volvería hasta mañana por la tarde — dijo — ¿Quieres que hagamos algo como jugar ajedrez en la biblioteca o explorar la mansión?…hay un salón de música que aún no…

— No — le interrumpió — Hoy no…

Silencio se formó entre ellos, solo roto por el sonido de las hojas siendo agitadas por el viento, el aire de la tarde era frio en la montaña y cuando alguna nube tapaba ocasionalmente el sol, este podía sentirse con aún más intensidad…sin embargo había tardes mucho más frías que otras; esa era una de ellas. Tomó la taza de Té y apuró lo que restaba de él por su garganta, estaba tibió y había perdido algo de su sabor, sin embargo fue suficiente para aumentar su temperatura corporal.

— ¿Mas Té? — tras un asentimiento de cabeza, Yamaguchi, quien ya sostenía la blanca tetera de porcelana, comenzó a verter su contenido dentro de su taza — ¿Lo extrañas? — dijo él, observando el oscuro liquido bailando en la taza, perdido en sus propios pensamientos — Es solo que…bueno…Cuando él no está tú te vez diferente, como si…

— Tal vez estoy feliz porque no está, tal vez estoy deseando en silencio que no vuelva.

— Entonces no te verías tan…solitario. — Tsukishima bufó, al tiempo que tomaba la taza de Té solo para dejarla caer ruidosamente sobre la mesa — ¿Tsukki?

Sus pies, su cuerpo entero se movió impulsivamente, haciéndole ponerse de pie; la mesa se tambaleó, pero Yamaguchi se encargó de que nada fuera derramado o cayera al suelo — Está de vuelta…— murmuró con tono fatal.

No era la primera vez que experimentaba algo así, que su cuerpo le anunciaba lo cerca que él estaba, pero si era la primea vez que lo sentía tan intensamente; el aroma de Kuroo, ese que siempre estaba presente en cada rincón de esa mansión al ser su hogar, se trasformó en un poderoso abrigo que lo abrazaba. Estaba confundido, se suponía que hora mismo debía estar buscando alejarse de él, ocultarse como siempre lo hacía, pero seguía ahí…parado y con las rodillas temblando.

Esperando por él.

— ¿Qué quieres decir con que está de vuelta?

¿Qué debería hacer ahora?

— ¿Tsukki?

Tal vez era una reacción natural, era la primera vez que Kuroo se ausentaba por tanto tiempo y con cada día su presencia se deterioraba más y más, su cuerpo debió haberse acostumbrado a ello y volver a sentirlo ahora debió haber abierto sus viejas heridas emocionales.

— ¿Tsukki?

Sus pies retrocedieron tres pasos y se abrazó a sí mismo. Atribuir esa reacción al temor, era mucho mejor a la otra idea que comenzó a rondar en su mente y que su obstinado cuerpo parecía exudar, sin embargo mentirse para tratar de fingir se había vuelto tan difícil…y ahora parecía imposible.

— ¡Tsukki! — exclamó Yamaguchi, devolviéndolo a la realidad. Estaba sujetándole los hombros y su rostro no ocultaba su consternación y algo más que no consiguió interpretar — E…Estas temblando…— murmuró componiendo rápidamente su semblante — Dijiste que estaba de vuelta…¿Es eso…

Se deshizo bruscamente de su agarre empujándolo repentinamente; sentían la imperiosa y desesperante necesidad de marcharse, sin embargo no era a su dormitorio a donde sus pies ansiaban correr — Tengo que volver…— ocultarse, necesitaba ocultarse y…

Ya era demasiado tarde.

— Kei — su cuerpo giró lentamente y sin su permiso, sus ojos encontraron su mirada avellana y Tsukishima sintió alivio — Estoy de vuelta…— podía verlo y también sentirlo, tan intensamente que todo lo demás dejó de tener importancia. — Me extrañaste ¿Cierto? — ansiando su abrazo, ansiando su calor, impregnarse e impregnarlo con su aroma; esta necesidad, la posesividad que iba apoderándose de él y la sensación de pertenencia estaban mal.  

Lo arrastraba a una espiral de caliente desesperación. Sentir su cuerpo, tocar su piel, aspirar su aroma era una adicción. Ebrio y perdido en su propio deseo, Tsukishima no supo quién de los dos guiaba sus pasos o sus acciones, pero se encontró a si mismo tropezando, mientras, entre besos que le robaban el aliento, se dirigían a su habitación.

La desesperación, la necesidad se volvieron tan claros. Solo fueron diez días y Tsukishima se sintió tan perdido sin él, solo diez días y Kuroo sintió que estaba enloqueciendo... Díez días de necesidad, de deseo acumulado, de extrañarse explotaron en un instante. Cómo si hubieran pasado años desde la última vez, exploraron sus pieles con desesperación y unieron sus cuerpos con una pasión casi religiosa.

Kuroo estaba ahí, lo estaba tocando y la sensación de alivio que experimento, mezclado con el placer y la maravillosa sensación de bienestar que saberse suyo hicieron brotar lágrimas de sus ojos.

— No llores...no quiero que lo hagas si no es por placer — besos fueron esparcidos por su rostro, caricias por su piel y Tsukishima se sintió cada vez más perdido en una vorágine de calor y sentimientos — Mírame...mírame solo a mí — gimió, alto y fuerte, el salvaje va y ven continuó, la fricción de su cuerpo entre sus muslos trajo de vuelta aquel palpitó de placer a su interior y el empuje de su miembro a su necesitada entrada la sensación de estar lleno.

Completo.

Estaba siendo desarmado ante los sentimientos que lo asediaban, derrotado por esa revolución de sensaciones y absorbido por el calor del que su cuerpo calmaba como suyo, no quedaban más defensas que pudieran protegerlo...ya no más.

Una palabra y su cuerpo vibraba, una caricia y se rendía, un beso y se entregaba. Su cuerpo, su voluntad y poco a poco su corazón.

Notas finales:

Creo que el próximo capítulo será un poco más largo, por lo que quizás me tarde un par de días más. No es algo seguro, pero solo quería que lo supieran.


 


¡¡Gracias por leer!!


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