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After Party por CrawlingFiction

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Notas del capitulo:

Con este capítulo largo me despido de esta historia rara que hice pero que le cogí muchísimo cariño. Y eso que fue la más corta y rápida que he escrito¿?.

Lamento los errores gramaticales, los dialogos randoms y poner al bias de muchos de ustedes (me incluyo) a vomitar borracho, llevaba tiempo sin escribir y me emocioné(?)

Admito que el lemon fue lo más díficil, porque ambos son igual de awkward y debí meditar sobre como llevar a cabo el momento por varios días, ah que. Además de que de esta pareja no hay nada de material "explícito" como para orientarte y chales, se me explotó el cerebro.

Espero les haya sido amena la historia yle guste el capítulo final, quise añadirle romance pero, WHAT IS ROMANCE???? Yo no hago romance yo hago drama suicida camuflado de amor ah no JA¿. Según yo, tiene romance ñoño y drama histérico.

No pregunten, solo gozenlo.

En fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin, gracias por los comentarios, fueron poquitos pero me hicieron animar mucho<3.

After Party


Capítulo 4: Calcetín dispar


••••••


 


—Buenas tardes, ChanSikkie—. Saludó tímido Lee HongBin. Se había cortado el cabello y parecía que adelgazó, indicios de que en días volvería al ruedo vertiginoso de sacar otro material discográfico, para deleite de sus fans y condena de sus ajustados horarios. Lucía tan guapo que GongChan, en parte por no tener más que unas tostadas en el estómago y el nerviosismo, sintió sus rodillas flaquear. —¿Cómo estás? —. Preguntó, de pie tras la puerta, cerrada silenciosamente por ShinWoo, sin que los dos siquiera se percataran de su táctica maestra.


—Bien…Oh, ven. Siéntate. No tengo sillas, pero sí mi cama—. Murmuró encogiendo de hombros, haciéndole un espacio para volverse a sentar. Obediente asintió y se sentó a su lado, acomodándose para quedar frente a frente. —Estamos en proceso de mudanza así que por eso…—Balbuceó nervioso de añadidura. Sus mejillas encendieron al reparar en sus manos, que sostenían una ligera bolsa de plástico transparente, en donde se podía discernir la camiseta blanca que le había puesto esa noche, tirados ambos en el suelo de esa misma habitación. Subió la mirada hacia su suéter de punto color crema, la camisa a botones debajo y sus pantalones ajustados. Aunque estuvieran esas capas de ropa de por medio, el recuerdo vívido de su cuerpo desnudo, el cual observó de todas las maneras imaginables, abofeteaba su mente.—. Y-Ya sabes…


—Quería hablar contigo. Espero no haber llegado a mala hora—. Excusó educado, poniéndole aún más inquieto. En este preciso momento, odiaba los modales y exacerbada educación de su, ¿todavía? Mejor amigo. —ChanSikkie…No hemos vuelto a hablar desde hace dos semanas—. Notificó con voz mecánica, como si estuviera relatando más el estado del clima que otra cosa.


—Lo siento, Choco—. Respondió cabizbajo. Sus manos temblaban irremediables, su corazón latía acelerado, ¿Qué iba a decirle HongBin? ¿Qué sabía o qué no sabía de lo acontecido hace ya dos semanas?


—Descuida, he estado ocupado por la nueva agenda. Espero te guste nuestro próximo trabajo, ChanSikkie—. Dijo esbozando una pequeña sonrisa. GongChan asintió sumamente incómodo.


—Seguramente les irá bien, están asentándose con firmeza en el gusto de los jóvenes—. Dijo sabio, tomando el papel de sunbae, aunque a ojos de él, ambos grupos eran —antes— tan cercanos que parecía que hubieran debutado al mismo tiempo.


—Muchas gracias, hyung—. Volvió a sonreír, aceptando el elogio con una reverencia cortés.


—HongBin…—. Llamó ladeando la cabeza. Esta vez, pero sin alcohol, tomaría valor para encarar las cosas. —¿Viniste hoy para decirme adiós? —. Preguntó con voz suave, porque reconocía que si alzaba más el tono podría quebrar y romper en llanto como un niñito. HongBin se delató por sus ojos grandes y expresivos.


—¿Por qué lo piensas? —. Evadió vacilante, mirando las sábanas revueltas sobre las que estaba sentado.


—No lo sé, todo es muy confuso…—. Reconoció, emitiendo un suspiro—. Hablaste con tu líder, ¿No es así? —. Interrogó.


—Sí, he hablado mucho con él, al respecto de lo que pasó…—. Admitió el joven de cabello castaño claro y corto, pasando una mano por sus hebras en un tic nervioso. —Ha sido duro hablar esto con él, ya sabes, tiene su carácter.


—Entiendo…—. Musitó, lo suficientemente cansado de todo como para emitir mayores palabras—. Está bien. No puedo dudar en apoyarte, HongBin dongsaeng.


—¿Te arrepientes y por eso quieres decir adiós? —. Preguntó con notable preocupación, haciendo cambiar la expresión desolada a una de confusión en el rostro del mayor. Hecho que más bien indignó a HongBin. —¿Es eso? —. Acorraló comenzando a cabrearse.


—Pero, ¿Qué es lo que te han dicho a ti? —. Clamó dudando sobre si sentir alivio o terror. Lee por su parte bufó y desvió la mirada, para al momento, en un arranque de valor, volverle a mirar.


—No me importa lo que me hayan dicho mis mayores, Gong Chan Sik. Sólo me valgo de mis recuerdos para poder tomar una decisión—. Explicó resoplando pesado—Son recuerdos borrosos, pero son lo único que tengo…y a ellos me aferraré.


—Dios Santo, no entiendo nada…—. Balbuceó comenzando a desesperar. HongBin frunció el ceño e igual de harto de la situación pasó a la acción. Tomó de tras la nuca de su hyung chocando sus labios contra los adversos, en un beso superficial y torpe, pero contundente en su significado. GongChan tomado de sorpresa se limitó en quedarse quieto hasta que el casto beso se rompió, teniendo el rostro del valeroso chico benditamente cerca—. N hyung me dijo que mi mejor amigo, el que es raro, me llevó en brazos a su casa, me bañó, me cuidó y me atendió hasta que fueron a recogerme…Sin ti hubiera terminado desnudo y muerto en algún basurero, seguramente—. Contó sosteniendo de sus mejillas para que ni dudase en apartarse—. Es raro y confuso todo esto, porque jamás en mi vida me había embriagado a ese punto. Pero, me alegro de haberte tenido a mi lado cuando lo necesité, ChanSik—. Confesó. “Bendito sea el maldito de HakYeon”, pensó GongChan sin poder creerlo.


—¿Y qué más dicen tus recuerdos? —. Preguntó en voz baja, temiendo abrir de más los ojos y despertar de semejante ilusión.


—Recuerdo cuando me llevaste en brazos a tu casa. Me duchaste, y escuché cuando dijiste eso…


—¿Qué cosa? —Inquirió atinando a conectar su mirada con la adversa, que tan bonita como reconocía, ahora lucía un brillo distinto en sus pupilas, haciéndole estremecer de sentimiento.


—Que te gusto…—. Musitó HongBin siendo bienvenido por un beso casto del pelinegro. HongBin cerró los ojos con fuerza y los volvió a abrir a ese roce pueril acabar, tomándose el tiempo en ambos mirarse, examinarse como si en silencio aún creyeran estar soñando. Se sentían como niños dando su primer beso, igual de nerviosos e ingenuos sobre como dar algo tan simple y a la vez tan sentido y complejo como eso. GongChan tampoco tenía mucha experiencia besando hombres, pero los labios de HongBin eran igual o más dulces que los de una chica, esponjosos, húmedos y torpes por los nervios. —Y…también que querías mi semen en tu pecho—. Añadió en un lapsus de picardía, siempre tan impredecible.


—Bien, ¡Ya está todo en orden!, Puedes irte—. Pidió abochornado. HongBin chasqueó la lengua y desarmó su endeble escudo, atrayendo su rostro con las manos, volviéndole a besar, más confiado sobre lo que hacía. Estremecido por completo correspondió lentamente a la armonía de ambas bocas, deseando que no debieran separarse más.


Por ahora, no quería más palabras. No quería que se marchara, le urgía su presencia aquí y ahora, dando aquella señal en un nudo posesivo a su cuello, rodeándole con sus delgados brazos. Besándole con cuidado, una y otra vez. El peso del más corpulento se hizo destacar, haciendo recostar a GongChan sobre la amplia cama, perfecta para dos.


—Me gustas…antes de caer al piso totalmente drogado, te lo hubiera dicho—. Murmuró contra esos labios, delgados y ásperos, pero atrayentes como ningunos otros. GongChan abrió los ojos y se incorporó en la cama, pálido como si hubiera visto un fantasma, a lo que HongBin sólo se limitó a sentarse a su lado y reír, encogiendo los brazos y manos por intentar contenerse.


—¿Lo sabes todo? —. Preguntó en un hilo de voz, meditando en su mente sobre si podría arrojarse de la pequeña ventana de su habitación y morir al impactar contra el pavimento. HongBin asintió, horrorizándole aún más.


—Tengo muchos amigos; le pregunté a Ken y él lo hizo con Sandeul, me topé estos días con Jin y me dijo lo que le había contado Rap Monster, hasta sobre si alguien te vio hablar con un tipo raro en el baño y…fui atando cabos—. Relató dedicándole una sonrisa amplia y de hoyuelos marcados, orgulloso de su acertada investigación.


—¿Y tú…? —. Tanteó dudoso, sin saber si este beso era una sentida despedida o la señal de que a HongBin también le faltaba un tornillo. HongBin volvió a reír, como si todo fuese un chiste, que, ciertamente lo fue. Pero uno de muy mal gusto.


—No te fuiste de mi lado a pesar de…todas esas cosas vergonzosas que, ¡tampoco quiero recordar! —. Enfatizó haciendo reír al pelinegro de alivio. —Y eso, junto a lo poco que recuerdo, es, es suficiente…—. Comenzó a divagar, sin saber que más decir, a fin de cuentas, HongBin era torpe en muchas cosas: como manejar objetos pequeños, para reír, para hablar raudo de sus emociones, para coquetear…y GongChan más que nadie lo sabía. Bufó y palmeó la mejilla del menor y cuando esos ojos grandes y expresivos le juzgaron se arrojó a sus brazos, dejando caer ambos cuerpos sobre la cama, atrapando sus labios en un profundo beso, uno sin timidez o dudas de por medio.


Ya ambos sabían con pruebas irrefutables de que lo que sentían estaba más allá de una amistad.


Abrazados se mantuvieron en esa atmósfera antes desconocida pero cómoda como ninguna. Se tomaron su tiempo en descubrirse el uno al otro a besos, estos cada vez más curiosos y osados.


Las pequeñas manos de Lee recorrían con cautela la figura del adverso, deteniéndose en su cintura estrecha, abrazándole más, hecho que respondió el pelinegro con un sobresalto. GongChan en medio de su júbilo no cesaba de mirarle a los ojos, aquellos sonrientes como los de un niño, e inocentes como los de un cachorro. Satisfecho de perderse lo suficiente en esos orbes color avellana, simplemente cerró los ojos y disfrutó cada caricia y cada roce que le otorgaba aquella piel cálida y perfumada que congestionaba sus sentidos.


Instintivo separó las piernas permitiendo a HongBin acostarse sobre él, lo suficientemente concentrado en abrazarse a su cuerpo como para reparar en la peligrosa distancia entre ambos cuerpos; GongChan emitió un quejido, haciendo detener de raíz la tanda de besos. HongBin se apartó sorprendido de que su pelvis hubiera sido el causante de ello. Para ambos esto era una experiencia nueva, aunque no quisieran admitirlo.


—Deja de poner los ojos así, se te van a salir…—Comentó ChanSik burlón a lo que HongBin parpadeó, inconsciente de sus expresiones tan graciosas. —Choco, ¿Has visto porno gay? —Preguntó casual peinando sus cabellos miel en caricias dulces. HongBin volvió a abrir los ojos en demasía y perdido hasta de cómo debía respirar balbuceó;


—M-Me llamaré Ravi—. Bufó ofendido con las orejas encendidas. —Escucha…Y-yo no sé nada de esto, y está ShinWoo en casa y…—. Comenzó a excusar nervioso, sin percatar las esbeltas piernas que se anudaban sinuosas a sus caderas empujándole hacia abajo—. Y, joder…ChanSik, nos van a escuchar…—. Murmuró hipersensible al roce fortuito de ambas pelvis. El pelinegro coló las manos tras las pesadas y aburridas capas de ropa que obstruían su torso, haciéndole estremecer.


—Entonces cállate, HongBin. —Ordenó el moreno deshaciéndose de la prenda tejida, arrojándola al suelo. El menor tenso turnaba su mirada nerviosa hacia el rostro del adverso y esas manos que elegantemente le estaban desnudando.


—ChanSik…—Objetó en un siseo.


—No es la primera vez que te miro desnudo, tu tranquilo. —Recalcó desabotonando la camisa manga larga, descubriendo su pálido pecho finamente ejercitado. Un silencio momentáneo se apoderó de la habitación, con sólo el zumbar del ventilador haciendo acto de presencia.


—Yo también quiero…—Comentó sacando al mayor del sopor por acariciar con las yemas la línea angulosa de sus clavículas.


—Hazlo. —Retó mirándole coqueto volviendo su atención en retirar la prenda de sus brazos y pasar a desabrochar la hebilla del pantalón. Unos labios atacaron a los foráneos y unas manos se invitaron al festín de prendas que se agregaban al suéter antes solitario en el suelo.


El pelinegro filtraba la respiración en gemidos cortos y tenues, camuflados gracias a unos más roncos que elevaban su temperatura. De tanto rodar a besos y caricias había perdido uno de sus calcetines estampados, pero poco importaba ese nimio detalle.


—¡Joder, hombre! ¿¡Qué haces!? —Exclamó HongBin empujando de una patada fuera de la cama al pelinegro en calzoncillos.


—¡Los hombres se tocan los penes al coger, HongBin! —. Gritó indignado a su vez el mayor tirado en el suelo.


—¡P-Pero así no! —. Replicó con torpeza con los colores subiendo a su rostro.


—¿¡Entonces cómo!? ¿¡Con sábanas de seda, pétalos de rosas y canciones de Bee Gees de fondo!? —. Chilló GongChan de brazos cruzados—. ¡Al menos ayuda a levantarme! Que no quiero que mires como la tengo parada—. Pidió estirando un brazo a espera que el menor le tomase de la mano.


—Espera… ¿La tienes así? —. Cuestiono el castaño llevando su flequillo hacia atrás con nerviosismo—. T-tienes una erección… ¿Por mí? —. Balbuceó sonrojando nuevamente. GongChan enarcó una ceja, atónito a lo que escuchaba; HongBin a veces era tonto.


—Sí... —. Respondió atento a su gesto de incredulidad. —Y tú tienes una por mí—. Comentó trazando una sonrisa maliciosa con sus delgados labios.


—¡GongChan!


••••••


 


Shin DongWoo aún con su delantal favorito puesto apagaba la hornilla de la estufa y servía en distintos tazones de porcelana las abundantes viandas que había cocinado. Armó la mesa solo para uno y tras agradecer por los alimentos, comenzó a repartir los jugosos y coloridos vegetales sobre su cuenco de arroz.


—Nada mejor que crema de zapallo, un poco de arroz y kimchi de pepino un sábado hogareño por la tarde—. Suspiró tras un sorbo de su crema calentita. —¡Oh! Y claro, una lata de jugo casi helado, já, un día de victorias, DongWoo—. Jactó para sí mismo, destapando la lata dándole un sentido sorbo. Un grito ahogado muy particular y unos golpes rítmicos a la pared le hicieron babear su té frío de menta, secándose la barbilla a las prisas.


—No sé por qué soy tan alcahueta y permito que follen a gritos conmigo en casa—. Bramó ShinWoo tomando un sorbo de la crema de zapallo que había preparado para sus miembros. Pero todos tuvieron mejores planes que su esmerada comida. —Meta de fin de año: Conseguir una novia—. Prometió alzando la lata cuan copa en brindis—. O una muñeca system... Lo que salga primero.


—¡A-ahhh! ¡Ahí no, animal!


ShinWoo suspiró dándose por vencido y arrojó los palillos de metal.


—¿Saben qué? Mejor almuerzo afuera—. Sonrió derrotado, poniéndose de pie para buscar las llaves e irse a algún parque a leer manga y llorar su soledad.


 ••••••


 


  —A-ah...Me gusta, me gusta—. Resopló estirando la mano hasta volver a alcanzar el miembro adverso y tallarlo con el interior de su palma, subiendo y bajando, con especial atención a su extremo húmedo.


—¿Antes no habías hecho esto? —. Preguntó en voz baja contra el oído del menor, quién erizó por ese hálito tibio alterar aún más su respiración.


—S-Sí, pero...—. Perdió el hilo de lo que hablaba y sólo se limitó a chocar su boca contra la de GongChan. Enredó la lengua con la adversa con la misma necesidad que sus dedos enraizados a la erección de su hyung. En un enredo de piernas y brazos ChanSik se posicionó encima uniendo ambos sus manos, para ejercer una fricción piel con piel a sus erecciones entre sí.


  —Sólo voy a probar—. Jadeó contra esos labios entreabiertos. Deslizó cauteloso su glande empapado por la extensión de foráneo, que se retorcía como su dueño gimoteando de placer. Cuesta abajo rozó el delicado tramo de piel pálida tras sus testículos.


  —¿Qué haces...? —. Inquirió con voz temblorosa replicando instintivo el vaivén de las caricias con sus estrechas caderas.


  —Se siente bien—. Limitó a responder deslizando peligrosamente su miembro hasta unos centímetros sobre la entrada. Como reaccionando a un electrochoque el chico crispó y trató de incorporarse con los codos sobre la cama.


  —No he hecho esto antes... —. Confesó queriendo huir aterrado.


  —Yo tampoco—. Admitió por su parte el pelinegro. Su interlocutor tomó aire y le miró confuso—. Quiero que sea contigo—. Pidió besando dulcemente de aquellos cerezos rojizos y adictivos. —Yo, dentro de ti.


  —Te quiero dentro de mí—. Respondió con firmeza. —Sólo no dejes de besarme—. Pidió dejándose tumbar sobre el lecho.


—En cualquier situación querré besarte... —. Siseó frotando su nariz en punta contra la foránea, mas respingada y delicada en su trazo.


—Qué ñoño—. Mofó contra sus labios. GongChan se estiró hasta la mesita de noche y alcanzó dentro un cajón un envase de gel. —Qué éxito, dejarás de usarlo solamente para las pajas—. Bromeó para no pensar que en breves segundos le iban a partir el culo en pedazos y salir pitando de ahí. El pelinegro carcajeó. Sin lugar a dudas, ni en esta clase de situaciones podían dejar de tratarse como los mejores amigos que eran.


Primero introdujo uno entre risitas nerviosas y expectativa. Después entró el segundo, con gruñidos y maldiciones del niño Monje que dejó al olvido sus buenos modales.


  —Me estás…—. Gruñó con el rostro contraído a consecuencia del calcinante resquemor entre sus carnes. —¡Me estás partiendo, animal! —. Quejó pegando la frente contra las sábanas.


—Cálmate, cálmate... —. Susurró dulce como si tratase de domar a un caballo cabreado. Dudoso, llevó la otra mano hacia la menguada erección, acariciándola vigorosamente. — ¿Te gusta? —. Preguntó separando sus falanges apretadas en rítmicos movimientos de tijeras.


—Hah... —. Resopló. —Sí—. Las rodillas le flaqueaban y sus manos se sostenían cuan zarpas sobre el colchón.


—Y el pajero resulto ser yo…—. Musitó seguido de una risotada. HongBin frunció el ceño, negándose a sonreír.


—No te golpeo sólo porque estoy analmente incapacitado…


Al tercero, pese a la lubricación extra, las lágrimas fueron inevitables. Se sentía quemar vivo, pero los besos dulces y la constancia habida en las manos del mayor evolucionó el dolor a incontenible éxtasis.


—Ya…Quiero ya…—. Pidió acalorado aferra dándose a las sábanas, empujando el trasero hacia atrás, hambriento por capturar más entre sus carnes. GongChan retiró las húmedas falanges y tras una inspección rápida a su billetera tomó un condón; abrió el característico empaque y se lo puso.


—Date vuelta, quiero verte—. Pidió por su parte. El aludido giró, siendo sus piernas atrapadas por los brazos de ChanSik. Colgó estas sobre sus hombros y se acomodó, deslizando con tortuosa lentitud la punta de su henchida hombría alrededor de su objetivo.


 Despacio ingresó en el estrecho pasaje. Las piernas del menor tensaron y las uñas de sus manos se hincaron en su espalda, resintiendo aquella sensación única a inigualable que le hacía mascullar una sarta de maldiciones.


—Bésame—. Ordenó. Ambas bocas se unieron. A diferencia de las ocasiones anteriores, con calma y dulzura, como si se conocieran en la cama desde hace mucho tiempo atrás.


En parte era certero; contadas, pero destacables ocasiones tuvieron que dormir juntos, con iniciales reservas, estas echadas a un trasto cuando se hacían las tres de la madrugada y estaban tan cansados de freírse los ojos por jugar juntos videojuegos toda la noche. Dormían juntos, a veces abrazados, a veces dándose la espalda, pero juntos.


 Otras noches, dormían tras una rutina larga y espontánea de chat por teléfono. HongBin entre emoticones de carcajadas diría que ya debía irse a dormir, que se debía levantar a las cinco de la mañana para trabajar, pero seguiría allí hasta quedarse dormido, de la mano de su amigo a la distancia.


No era la primera vez compartiendo una misma cama, ni la primera vez compartiendo un corazón.


Las risas incómodas y los gimoteos nerviosos fueron sustituidos por un lenguaje explícito de amor. Manos luchaban y se retaban sobre cuáles atendían más partes, tocando sitios que con mayor recato no habrían imaginado transgredir.


ChanSik al ritmo suave y cadencioso de sus caderas colmaba también de besos esos labios sonrosados y entreabiertos de los cuales escapaba su nombre. Las manos frías de HongBin se aferraban a la espalda morena que hervía de éxtasis.


Era como el sol y la luna fundiéndose en el alba.


El menor prorrumpió un sollozo agradecido al chocar su miembro en aquel punto que tanto habían buscado. Presas de la locura, el enredo de extremidades se hizo más complejo, y los golpeteos del espaldar de la cama contra la pared, más indiscretos. La voz gruesa del castaño era ahora una oda angelical pero suplicante por más y más.


—C-Choco, cielo…Se me acalambra una pierna—. Confesó entre jadeos intentando separarse del sudado cuerpo de su amante, quien por su parte le jalaba de regreso, gruñendo de muy mala leche.


—¡Ni se te ocurra quitarte de sobre mí! —. Reclamó altanero empujando con inquietud las caderas, incapaz de aceptar un no como respuesta. —¡Sólo a mí se me ocurre echar un polvo contigo! —. Quejó amarrándose posesivo con las piernas a la cintura de GongChan. El pelinegro le soltó de exabrupto, pero antes de recibir un guantazo hizo girar el cuerpo del muchacho, encajándose de una estocada en su interior. Un desvergonzado gemido resonó por toda la habitación. —¡Joder! ¡El hentai al fin hace algo bueno por ti! —. Exclamó bajo la orquesta que componían ambos cuerpos chocando con fiereza. Una seguidilla de lloriqueos hizo a GongChan deducir que HongBin ya iba pasado tres pueblos de la excitación y el orgasmo sería inminente. Una mano de cada uno se alió en masturbarle, intensificando las sensaciones hasta ser simplemente insoportables.


—H-HongBin…—Jadeaba contra su nuca, era ahora o nunca, ya había dado el paso más difícil. No podría desaprovechar esta oportunidad. —H-HongBin, sino muero de un paro, quiero…que…seas mi novio de ahora en adelante, por favor…—. Resoplaba ahogado, luchando internamente para no desfallecer y caminar hacia la luz.


—¡Eres tan inoportuno, coño! —. Gritó demandante. —¡Por supuesto que sí! ¡Todo lo que tú quieras, pero sigue! —. GongChan quiso dar un bailecito de victoria. Todos sus sueños se habían cumplido; ya era el novio de ese cabezón salvaje.


••••••


 


—Me alegra hayan gustado en venir a darnos una, muy, inesperada visita, HakYeon—. Dijo cortés JinYoung al lado de un sudoroso SanDeul y un distraído Baro, los cuales recogió al salir de su reunión. “O este bicho es muy diplomático o un alcornoque, que nada que dije pudo librarme de él y su tonto pastel”. —Me sorprendió de corazón el gesto de llegar a la empresa a dejar junto a tus compañeros una disculpa. Por mi parte, lamento haber hecho esperar. Es que el CEO personalmente me encargó que compusiera más temas del próximo disco de Oh My Girl y ajá, ya sabes—. Murmuró jactancioso. —Oh, bueno no, porque tu no... Compones.


—Sí, ya mucho trabajo tengo siendo coreógrafo, disculpa—. Comentó de acuerdo, esbozando una sonrisa. —Vaya... —. Murmuró HakYeon con sus silenciosos guardaespaldas de turno, Leo y Ravi. El lugar estaba desmantelado, a excepción de un par de sillas y la mesa del comedor con sus complementos. —Luce diferente su casa desde... Desde aquella vez—. Recordó con un carraspeo, totalmente fuera de lugar por semejante recuerdo—.


  —Sí, el CEO nos ha dado la libertad para cada uno mudarse y vivir solo—. Explicó aun en la puerta con sus invitados. —No somos niños que necesiten de una mama histérica encima todo el día—. Enfatizó, en su guerra declarada sobre quién era mejor líder. —Esas acritudes quedaron en el pasado—. Alcanzado por la indirecta, HakYeon frunció el ceño.


—Sí, ahora eres un papá ausente y pesado.


—SanDeul—. Llamó la atención. —En fin…—. Caminó hacia adelante, instando al trío de hombres a entrar a la sala de estar. —¿Su CEO es así de comprensivo, Cha?  Háblenme de Jellyfish, sinceramente no los conocía hasta que llegaron ustedes—. Pidió interesado, ofreciendo las sillas vacías del comedor a sus invitados. El líder de VIXX enarcó una ceja y sonrió dulce.


—Lo es lo suficiente como para mantenernos unidos como hermanos—. Relató con Leo asintiendo enfático a cada una de sus palabras. —Eso sí, cada uno con su habitación. Hay dos plantas, tres baños… no nos podemos quejar—. Aseguró ensanchando su carismática sonrisa—. Además, hay jugosos bonos vacacionales y constantes actividades individuales. ¡Oh!, y la tarjeta de crédito del CEO a mi disposición, con prudencia, claro está.


— ¡Woa, N hyung! Su CEO es genial—. Exclamó SanDeul.


—Es todo un tipo chulo. Nos encanta ir a comer barbacoa juntos. Un día deberíamos invitarlos a ellos también, ¿Verdad, Leo? —. El pelinegro asintió.


—Gracias por la invitación, pero por ahora celebremos aquí—. Respondió con reserva el líder de B1A4. —Aunque parece que no hay nadie. Déjenme volver a llamar a DongWoo, le dije que habría visitas—. Pidió sacando del bolsillo su teléfono celular.


—¡Mi pierna! ¡No siento mi pierna! —. Un alarido llegó desde el pasillo. Los demás ocupantes de la casa giraron exaltados.


—Oh, vaya. Si había personas aquí—. Murmuró con una sonrisa dura, desviando la vista al celular.


—¿Qué fue eso? —. Inquirió Ravi igual de confundido que el resto. Pero otro ruido robó sus atenciones.


—¡JinYoung no dejes que en…! —. Un apremiante grito hizo entrar a un acalorado ShinWoo en escena, quien abrió la puerta de una patada—…Entren—. Miró a los lados y sonrió tímido—. Oh, hola—. El silencio se hizo presente, pero sólo por unos segundos.


—¡Oh, mierda! ¡Sí, sí! ¡Ahí, jodido pescador! ¡Clávate ahí! —. Se oyó gemir a lo lejos. HakYeon abrió los ojos, inmersos en el pánico. Cuatro palabras: Su peque follando salvajemente.


—¡¿Ese es mi bebé!? —. Cuchicheó volteando a mirar a Ravi, en busca de la respuesta que solo estaba a una puerta de distancia. —¡Ese demonio! —. Gritó antes de correr por el pasillo, perseguido por el resto, a excepción de Baro que prefería no ver de primera mano esa escena grotesca, de ShinWoo, quien se llevó las manos al rostro angustiado, y Leo, parado en medio de la sala con expresión desolada.


—Mi niño…dice groserías…—. Murmuró.


— Hyung, ¿Cuánto apuesta? —. Preguntó afable Baro, como si quisiera romper el hielo o algo enseñándole un fajo de billetes—. ¿Mil wons a HongBin de pasivo? ¿O mil para GongChan?


—¡Baro! —Regañó ShinWoo. —Sé educado, ¿No ves que estamos en…—? Pero el único cuerdo fue interrumpido otra vez por el impacto de un derechazo que fulminó a SunWoo al piso. —¡Mierda! —. Exclamó corriendo a socorrerlo. Al lado del rapero desmayado se mantenía de pie un impasible Leo, con su aura tétrica engullendo el lugar. —¿¡Lo has matado!? —. Reclamó preocupado.


—Ganas no me faltan—. Murmuró. ShinWoo cagado hasta las patas arrastró el cuerpo de Baro y se alejó a un rincón. Leo encogió de hombros y sacó su teléfono celular.


—¿¡Bebé!? —. Se escuchó un grito ensordecedor desde afuera.


—¿¡N ahjumma!? —. HongBin gritó igual o más aterrado.


Un escandaloso alarido inundó posiblemente todo el edificio seguido de un golpe sordo.


Ahora Baro no era el único desmayado en esa casa de locos.


—¡Yo sólo quería un sábado tranquilo! —. Gritó ShinWoo consternado, abanicando a su compañero mientras el estruendo en esa habitación apestosa a sexo tomaba protagonismo.


—¿Aló? ¿SangHyuk? Estamos donde B1A4, vengan—. Pedía en voz baja el hombre, echando una mirada al panorama. — Sí, sí. Se desmayó…—. Parloteaba con la voz en la línea. —Sí, llamen a una ambulancia y a un abogado.


La moraleja de esta historia es que no hay que hacer cosas ilegales para llegar al chico de tus sueños, a menos, claro está, quieras una orden de restricción bajo tu puerta.

Notas finales:

¿A quien le iban al final? ¿Al Chan o al frijol? /sonidos de salivita.

 

Nos vemos en otra dimensión fanfiquera paralela, kisses.


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