Recordar el estado en que se encontraba el menor —tal cual como llegó al mundo— que instintivamente le hizo tragar saliva, la necesidad de bajar la sábana para dejar visible el cuello y poder apreciar todas las marcas que le había hecho se hizo presente en un momento tan repentino, que tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no llevar a cabo dicha acción.
En lugar de eso, decidió acomodarse en la cama y pensar seriamente en la situación.
No podía seguir así.
En primer lugar... Porque era un hombre casado. Una parte egoísta de su ser no paraba de decirle que dejar a su esposa no sería tan problemático como parecería ser, y en cierta forma no podía evitar verlo como una verdad, su esposa era una mujer maravillosa, y no se merecía que le estuviese haciendo eso, engañándola con un menor de catorce años.
La situación no mejoraba cuando pensaba en el chico y en su familia. Brendan Birch era, también, el hijo de su mejor amigo y obviamente amigo de la infancia de su propia hija, con quien compartía la misma edad. Algo que empeoraba la situación, cuando, a la mitad de algún momento caliente, recordase que su hija tenía exactamente la misma edad, y lo horrible y enfermo que se sentía de tan solo pensar que algún degenerado con dieciocho años más que ella, le estuviese haciendo lo mismo que el al joven de cabellera oscura.
No pudo evitar morderse el dedo pulgar cuando recordó sus votos matrimoniales y la amistad de años que tenía con Birch, aquel que únicamente le llevaba tres años y durante un tiempo le había confiado la seguridad de su único hijo para que le enseñase lo más básico de las batallas pokemon. Solo entonces, una duda apareció en su cabeza, algo que le hizo olvidar sus anteriores pensamientos para concentrarse en una única incógnita.
¿Desde cuando habían aparecido esos sentimientos en Brendan?
En algún momento que no podía recordar con exactitud, el joven de catorce años se le había comenzado a... Insinuar.
No era algo descarado ni mucho menos obvio, es mas, hasta parecía un coqueteo discreto de un adolescente enamorado por primera vez —aunque de hecho, es un adolescente— pero lo suficientemente consciente de que el hombre al que le coqueteaba era ya un hombre casado y con familia.
—¿Norman?
El adulto se sobresaltó en su lugar cuando sintió al adolescente de catorce años abrazarlo por la espalda y besar uno de sus hombros cariñosamente. En menos de cinco segundos se cuestionó, una vez más, si lo que estaba haciendo realmente valía la pena...
Pero solo basto ver los brillantes y grandes ojos de Brendan para girarse y besarlo, acariciando amorosamente su maltratado cuello —lleno de mordidas y chupetones— para posteriormente empujarlo una vez más en la cama, dispuesto a aprovechar la desnudez de ambos y lo temprano que era.
Porque dormir al lado de Brendan significaba... Despertar amándolo más que a su propia esposa.