Por su lado, Hiccup no dejaba de ver la comida pensativo, perdido en algún punto de sus ideas y teorías. Valka, y Bocón se vieron entre sí, preocupados. Suponían que habría muchas cosas por las cuales la preocupación fuera poco. Lo sabían: los sicarios seguían allí, custodiados por Eret, Brutacio, Brutilda y Patapez. Ciertamente, las cosas no marchaban muy bien si se era objetivo. Pero era un día de fiesta, muy importante. Una reunión que se daba cada cierta cantidad de años, y no se podía desaprovechar. Por ello, cuando Astrid también se dio cuenta del estado del castaño, sonrió. Ella ya había divisado a cierta familia entrar en la mansión.
Sin más, Hiccup se levantó con el pretexto de saludar a los nuevos participantes, como buen anfitrión. no planeaba alejarse mucho, debido a que era consciente de que pronto el baile comenzaría, y no podía alejarse mucho de su familia. Los presentes asintieron a su marcha. Ni bien había caminado unos cuantos pasos, un dolor atacó su hombro.
-¡Hiccup!- y reconoció esa voz al instante. Era Mérida.
-Te dije que vendrías.- le comentó, sobándose el área que la pelirroja había golpeado.
-Sí, bueno. Creo que no lo vale.- se quejó la chica, mirando su vestimenta resignada y con cara de pocos amigos.
-Yo creo que te ves bien. -admitió Hiccup, sonriendo.
-Por lo menos puedo moverme con libertad. Esperaba que mi madre optara por un vestido cerrado, apretado y molesto. Lindo traje.- le devolvió el halago ella.- ¿Por qué está tan arrugado?
-Norte.- resumió. Mérida rió al saber en el instante a qué se refería. No había prenda que sobreviviera lisa y sin arrugas luego de un abrazo de Norte.
-Oh. Si está él, se supone que Jack igual, no?
-La última vez que lo vi estaba con su familia. - hubo una pausa. Hiccup pareció dudar de su afirmación.- aunque conociéndolo, creo que debe estar rondando por la mansión conociendo gente. Quizás.
-Bueno... ¡Busquemos a Punzie! - propuso la pelirroja. - Debemos seguir la tradición.- siguió, como si aquello fuera lo más lógico. Hiccup asintió a la idea. Con la rubia chica, de seguro se sentiría mejor. No sabría explicarlo, pero con ella presente, todo siempre marchaba mejor, incluso en el peor de los casos. Así ambos comenzaron a buscar a los Corona, animados por la idea de poder pasar un buen rato los tres, como en los viejos tiempos. Cuando dieron con la gran mesa adornada con motivos de sol y vieron a los padres de ésta, saludaron. Solo un rato, ya que al no ver a su amiga allí, siguieron con la búsqueda. Desgraciadamente, cuando parecían haber visualizado a alguien que se le parecía, la orquesta comenzó a tocar una pieza en especial que le llamó la atención a Hiccup. No alcanzó a decir mucho cuando de a poco las luces vivaces y de distintos colores animados pasaron a apagarse paulatinamente, dejando solo una tenue estela de brillo íntimo. - ¿Va a empezar el baile?- preguntó Mérida, interrogando al castaño. Este asintió.
- Bueno. Primero mi madre va a...- pero dejó sus palabras a medio camino, debido a que, como decía, Valka había tomado un micrófono, y un gran reflector la iluminaba, haciendo resaltar su figura por entre las demás.
-Damas y caballeros. - se escuchó una voz por medio de los parlantes instalados en lo alto del salón, escondidos entre arreglos textiles y adornos- Hoy estamos aquí reunidos para festejar otros cuatro años de unión, hermandad y paz. Estamos sumamente felices de encontrarnos en una época próspera, donde los acuerdos y convenios nos hacen avanzar a un futuro ideal y armonioso. Esperamos de todo corazón que disfruten esta noche tan especial, bajo la bendición de nuestra madre, Luna, y nuestro padre, Sol. Y, sobre todo, deseamos que las cuatro estaciones derramen sobre nosotros el milagros de la magia del amor, justo como nuestro antepasados procuraron obtener, en recompensa de nuestra valentía, honor, lealtad, fuerza y pureza. Les pido a todos los presentes, un minuto de silencio pare recordar a aquellos que han muerto en cumplimiento de su deber.- hizo una pausa. Un silencio espeso y casi fantasmal llenó el lugar. Nadie hablaba. Todos parecían recordar a alguien.- Dicho esto, y bajo la protección de los cuatro grandes, damos inicio a la fiesta de las estaciones.- Hubo un grito jovial proveniente de todos los presentes, para luego volver a las charlas y risas sin tapujos.
-Nunca he entendido esas introducciones.- admitió Mérida, recordando cuantas veces le preguntó a su madre qué diablos tenía que ver el sol y la luna con la fiesta.- Lo peor es que casi siempre se repiten, en todas las fiestas.
-Yo tampoco.- admitió.- Deben ser viejas creencias. - lo justificó, tratando igualmente de creerse sus mentiras. A pesar de que éste año le había tocado organizar la fiesta, no pudo sacarle el significado del discurso o la ornamentación a su madre, ni a Bocón. Y extrañamente, ninguno de sus amigos parecía saber algo. Recordó, fugazmente, como su madre tomaba algunos libros de la biblioteca y se encerraba en ella, leyendo por horas. ¿La respuesta estaría en libros...? Justo a tiempo, y como lo había planeado por varios meses, el Vals comenzó a sonar en todo el lugar. Se preocupó, debido a que estaba lejos de su prometida, y él le había asegurado que bailaría no una ni dos, sino que varias piezas con ella. Aun cuando literalmente, le faltara un pie.
La multitud que hasta hace solo segundos abarrotada el salón con charlas animadas, risas y buen humor, comenzó a apaciguarse, tomando cada uno un asiento y buscando una pareja para el baile. Las carcajadas se fueron convirtiendo en silenciosa causa de la fascinación que comenzaba a crecer lentamente en uno de los puntos del salón. Cierta pareja comenzaba a cortejarse inocentemente, de una manera casi celestial y tranquila. Por supuesto, al otro lado de la pista y sin saber nada, Mérida no pensaba perder la oportunidad de soltarse un rato y bailar con su amigo. Bien sabía que no habría otra ocasión. Así que a pesar de que odiaba el Vals, tomó la mano de Hiccup sintiendo la nostálgica sensación de compañerismo y confianza, y sin detenerse a considerar la reacción del chico, lo arrastró en medio de la gente para aproximarse a la pista de baile apenas ocupada por algunas parejas que comenaban a disfrutar del baile. Dulcemente, la orquesta llegaba al climax de la pieza, y de un modo extraño, las exclamaciones y susurros comenzaron a llamar la atención del más alto. Solo en una fracción de segundo, mientras sus deseos de protesta chocaban caóticamente con la repentina curiosidad causada por la atmosfera, Mérida se detuvo.
-¿Mérida?- la llamó, puesto que el simple hecho de que se detuviera en medio de su determinación por arrastrarlo a la pista no era algo normal en ella.
Lo comprendió al ver su mirada fija al frente. Era el mismo tipo de sorpresa que todos estaban dejando al descubierto. Y no era para menos.
En el centro de la pista, dos figuras danzaban de una manera casi celestial y divina. Hiccup los reconoció tan rápido, que cierto flechazo cruzó su pecho, tomándole por sorpresa y mareándole ligeramente. Instintivamente tomó la mano de la pelirroja, impactado por la escena. Pasaron segundos casi mágicos en los cuales se sintió hechizado, incapaz de quitar su mirada de ellos. Armonicamente, Jack parecía reaccionar a todos los movimientos de Rapunzel, ambos complementándose. No solo en una danza tan bella, sino que también en cada gesto y mirada, dando como resultado quizás magia: cualquiera que los viera quedaría fascinado con la imagen de un joven apuesto cortejando con tan bella danza a una radiante muchacha de mejillas sonrojadas.
-¿Estas viendo lo mismo que yo?- la primera en salir de la ensoñación fue Mérida, que ahora sorprendida, trataba de pellizcarse para despertar.
-Creo que sí.- respondió Hiccup, tratando de disimular el asombro, y cerrando la boca. en algún loco momento su quijada había quedado por debajo de donde se suponía, debía estar. Y no solo eso. Ahora cierto impulso de molestia comenzaba a fluir dentro suyo. Algo desconocido para él. Cierto sentido de propiedad que se veía amenazado sin razón. Sabía lo que estaba sintiendo. Pero sinedo tan necio y despitado como solía ser, prefirió atribuir todas emociones al hecho de la sorpresa.
-Bueno, sabía que se conocían, sin embargo no pensé que fueran tan cercanos.
-¿Qué? Ellos no se conocen. - aclaró, aunque finalmente un tono de duda cruzó sus palabras.
-Te equivocas. ¡Es obvio!
-¿Él te lo dijo?
-Sí.- contestó segura.- Aquella noche cuando nos encontraste, mencionó que...- Hubo un silencio. - D-de hecho...- Tartamudeó la chica, aturdida por la idea tan violentamente repentina que cruzó su mente. Rapunzel no era la única que solía retratarla. Había alguien más. Y ese alguien era justamente quien estaba a su lado. Las ideas se dispersaron de manera desordenada por su mente, causando que su cerebro no pudiera unir las palabras con su boca.
-¿De hecho?- preguntó él. Justo en el momento en el que Mérida iba a hablar, Hiccup se tensó, soltándose de su mano y abriéndose paso a la pista. La pelirroja vio la figura de su amigo perderse rumbo a la pista. Por instinto lo siguió apresurada, pronto divisando lo que sucedía. Hiccup estaba... ¿Celoso?