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Mafia por mistdowner

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Notas del capitulo:

Perdón por la desaparición. 

Saben que tengo una marcada tendencia al fallo (?) Para compensarlo, les dejaré tres capítulos nuevos. 

¡Espero saber sus teorías pronto!

La mansión seguía siendo un caos de los profesionales conforme las horas se consumían y no encontraban pistas sobre el paradero de Punzie, ni información sobre el culpable. El pesimismo arañaba las puertas de todas las habitaciones, causando caras largas y exhaustas por la falta de sueño. Heather, Toothless y Tormenta despertaron en medio de la noche. Fue un alivio verlos conscientes. Sobre todo porque, como si las desgracias no hubieran sido suficientes, Sandman no respondía al tratamiento del mismo modo, como si estuviese confinado en un sueño eterno del cual no podía despertar. Los médicos aconsejaron, aun en contra de la voluntad y miedo de Norte, que se pasara el cuerpo del hombrecillo a un hospital privado. Su prolongado "sueño" no era común, y a todos comenzaba a inundarles un pensamiento pesimista pero acertado: estaba en coma.

No fue sino hasta el amanecer del segundo día en que medianamente, todo estaba en claro:

Patapez, Brutacio, Brutilda, Patán y Eret dieron cuantos detalles le fueron pedidos. Repitieron la misma loca historia una y otra vez, aun y cuando los policías comenzaban a desestimar la cordura de todos ellos. Según el loco relato, un material negro de repente inundó el área bajo la escotilla, abriendo las jaulas y liberando a los sicarios, que temerosos no hicieron nada por escapar. Quién los noqueó y dejó atados fue nada menos que Dagur, y otro hombre que entre la oscuridad de la noche, apenas podía ser identificado.

" Fue él" había denunciado Patapez, casi tembloroso.

"No empieces con tus leyendas urbanas. Él no existe" lo había callado Patán.

"Estoy seguro de que fue el Coco."

Heather, que había permanecido en silencio, no fue capaz de decir nada hasta entrada la madrugada. Y su testimonio no fue muy revelador. En pocas palabras, había mencionado que en su búsqueda de las mascotas de Hiccup y Astrid, alguien la había atacado por detrás, dejándola inconsciente. Nadie cuestionó su relato, aun cuando el líder de los Haddocks puso mala cara al escuchar el desinterés con el que relataba la historia.

Aun no había pistas de Punzie, y Mérida no podía pegar un ojo. No dejaba de caminar de un lado a otro, maldiciendo a su suerte que todos los jefes de las familias la tuvieran en la mira. Porque sí, todos ellos habían mandado a pausar todas sus actividades luego del incidente. Sus padres, Norte y los Overland, Valka y Bocón y los padres de Rapunzel no habían hecho más que pasarse las horas encerrados en la biblioteca.

Todo era extraño. Todo estaba mal. Y ella no tenía a quién aferrarse. O al menos, eso creía. Luego de recordar una y otra vez las escenas, se dio cuenta de que faltaba su inseparable mascota. Su mente ya no podía soportar las incesantes preguntas que se formaban en su mente, así que decidió buscar al pequeño animal con apuro.

Suerte fue la que tuvo cuando Elsa, Jack  y Anna ( quién se había sumado en medio del caos) se sumaron a su búsqueda.

-¿Estas segura de que no se lo llevó?- preguntó Jack, mirando por quinta vez debajo de los muebles.

-Segura.- afirmó ella, metros más alejada, revisando dentro de un jarrón.

-Quizás salió al patio a despejarse.- razonó Anna.- A jugar.- se corrigió.

-...No creo que esté de ánimos.- habló Elsa, mientras subía las escaleras. Agradecía a la Luna por haberse podido cambiar los molestos tacos y vestido por una ropa más informal, así como el resto había hecho luego de pasada la locura.

-Tenemos que encontrarlo. Pobrecito.- apresuró Mérida. No quería admitir que en realidad, lo quería más que nada para aferrarse a un fragmento de su querida amiga.

-Lo haremos.- la calmó Jack, posando una mano en su hombro. Mérida lo miró, sonriéndole más tranquila. Elsa los observó detenidamente, parando su andar.

-Gracias, Jack.- Y la rubia supo que lo que originalmente iba a ser contado a Jack, ahora debería ser dicho a más de dos personas.

La búsqueda siguió por toda la mansión: bajaron, subieron, escalaron, cayeron... Todo en cuestión de horas. No había rastros de él. Incluso preguntaron a cuanta persona se cruzó en el camino. Pero nada.

Por su lado, Hiccup estaba desecho. A pesar de que había conciliado el sueño, forzadamente, no lograba llegar a un estado de calma. A cada rato volvían preguntas a su mente, y la sensación de estar siendo traicionado le comía la mente. Quería pensar que había una muy buena explicación por la cual nadie le daba respuestas, pero no conseguía nada más que frustrarse. Luego de hablar con los policías como por sexta vez en tres horas, ordenó a las sirvientas mover de lugar la cama de Toothless, su gran amigo. Ahora que había despertado, él se encargaría de cuidarlo personalmente. Así que ahí estaban ambos. En su taller.

-No sabes lo perdido que me siento.- suspiró a su gran amigo, que algo decaído, movió la cola expresando su alegría por escuchar la voz del castaño.- Han pasado tantas cosas en tan poco tiempo, que creo que perderé la cabeza. – siguió. Comenzó a acariciar del animal, perdido en sus pensamientos. – Astrid no se ha separado del lado de Eret, Heather y el resto. Yo he pasado algunas horas allí, pero... Me echaron. – se rió por su suerte. Estaba tan nervioso y molesto, que Astrid le aconsejó dormir unas horas más, prácticamente empujándolo fuera de la sala. Toothless movió su cola más alegremente, como si se burlara.

El joven miró a su alrededor. Hacía algo de tiempo que no se daba un tiempo para estar allí. Y es que, desde que era un jefe, su horario se había visto muy reducido. Pero allí estaba, sentado en ese cómodo sillón rústico, con miles de pigmentos, pinceles y lienzos en blanco. Sin pensarlo mucho, tomó papel, lápiz y comenzó a dibujar en uno de los tantos cuadernos que yacían ordenados en la esquina de la habitación. Volvió a tomar asiento, y disfrutando de la paz y silencio, comenzó a trazar líneas. Sin quererlo, recordó aquella noche en el auto, cuando volvían de la mansión Dunbroch. Cierta calma que había deseado con desespero le llenó el pecho. Claro que no duró mucho. Sobre todo cuando se dio cuenta de lo que había dibujado.

-...- Toothless levantó las orejas y gimió. Hiccup le negó la vista a su obra.- No.- le negó, con un ligero tinte en las mejillas. – Esto se va al cajón. – sí, era lo mejor. Se levantó para dejar su obra en un olvidado cajón, donde solo ponía locas ideas que se le ocurrían de vez en cuando. Cuando notó que Toothless volvía a gemir. Guardó el dibujo, reprendiéndose por "perder el tiempo", y volteó a ver a su compañero. No le gruñía a él. Le gruñía a un montón de hojas que se habían caído de un caballete. - ¿Qué...?-Se acercó, quitó las hojas y grande fue su sorpresa al encontrarse con el camaleón de Rapunzel. -¿ Pascal?

El animal lo vio por unos segundos, como si tuviera en frente al mismísimo dios, y alzó sus dos patas. Hiccup lo recibió entre sus manos, y lo observó. De seguro, con todo lo que había ocurrido, se había perdido torpemente entre las personas, terminando por vagar solo por las habitaciones. Se lo puso en el hombro, y pidiéndole al perro que guardara reposo, salió del taller. Pascal de seguro tenía hambre. Cuando iba bajando las escaleras, sintió que alguien tomaba su mano. Instintivamente, una mezcla de ansias y necesidad le llenaron.

-¡Ahí estas!- el castaño se dio vuelta, encontrándose con los ojos azules de Jack mirándole.

-¿Me estabas buscando?- preguntó incrédulo. El albino enarcó una ceja.

-¿Qué? ¡No! Lo estaba buscando a él.- aclaró, señalando al animal. Hiccup no pudo evitar reírse de su propia inocencia.- Lo estábamos buscando.

-¿Estábamos? No. Espera. ¿No deberías estar en cama?

-Ya me siento mejor.- apresuró.- ¿Qué nunca te sacas el traje?- expresó, mirándolo como si fuera un lunático.

-Deberías hacer reposo. Y sí, pero en esta situación...

-Claro que no, te digo que me siento mucho mejor, loco de los trajes.

-No hay que correr riesgos. Y no soy un loco de los trajes. ¿Qué tienes en contra de ellos?

-¿Sabes? Para ser solo unos años mayor que yo, eres muy aburrido. ¡Solo un loco de los trajes usaría traje todo el tiempo!

-...¿Disculpa? Es la costumbre- Jack le sonrió ladino, expresando que no iba a retractarse. Hiccup igualmente sonrió, olvidando por un momento sus tantas preguntas.

-¡Oh! ¡Mérida!- gritó. Hiccup miró por sobre su hombro.- ¡Lo encontré!- al segundo, una agitada pelirroja apareció, con la ropa algo arrugada y notablemente cansada.

-¡Por fin, rayos! ¡Este castillo es enorme!

-Mansión.- le corrigió Jack.- ¿No soy genial? ¡Lo encontré!- siguió con orgullo. Mérida tomó al pequeño animal del hombro de un confundido Hiccup.

-¡Lo eres, Jack, lo eres!

-Pero yo lo...- comenzó a balbucear Hiccup.

-¡Lo sé!- se emocionó Jack. La chica se aferró al pequeño animal con gusto, casi emocionada al extremo de las lágrimas. Suspiró. Al menos lo tenía a él. Jack la observó, borrando de a poco su sonrisa. Hiccup bajó la mirada, llenándose de pesimismo.

-Al menos lo tenemos a él...- murmuró. Pascal, al igual que el resto, decayó, dejándose acariciar por las manos de la chica. –Punzie...

-Oye, vamos.- habló Jack.- La tristeza no combina con tu cara tan bonita.- bromeó. Mérida sonrió a duras penas.

-Te golpearía, si al menos me sintiese mejor.- admitió. Hiccup se entretuvo mirando el comportamiento de Jack. No sabía que el fuese tan sensible.

-Oh. Lo encontraron.

-¡Que bien!- Tanto Elsa como Anna se sumaron al encuentro. Mérida asintió, bastante más feliz. Sin embargo, aquella aura de incomodidad seguía presente. Una de ellos faltaba allí, y ninguno olvidaba esa sensación de perdida.

-Deberíamos alimentarlo.- sugirió el castaño.- Debe de tener hambre.

-Oh, sí.- salió de sus pensamientos la pelirroja. Elsa observó al grupo en silencio.

-¿No puede esperar un poco?- de repente preguntó.

-¿Eh?

-Hay algo que deberíamos charlar.- aclaró. Jack abrió los ojos con impresión. Con solo unos gestos, le preguntó mudamente a su prima que tramaba. Ella pareció ignorarlo, así que miró a Anna. Ésta última se encogió de hombros.- sobre Rapunzel.- con eso, todos perdieron la sonrisa.

-No creo que sea el mejor momento.- expresó Hiccup, algo incómodo al ver que la sonrisa de su amiga se había borrado.

-No hay mejor momento.- se apresuró a decir Elsa.- Nadie nos está observando.-y era cierto. Estaban en uno de los pisos más altos, en un pasillo que nadie solía transitar a no ser que fuera por motivos de limpieza.

-¿Por qué?- preguntó Hiccup, ligeramente intrigado.

-¿Hay alguna habitación que podamos ocupar?

-...Sí...- contestó, algo desconfiado.- Mi taller. Nadie suele ir allí.

-¿Puedes guiarnos?- Hiccup le dirigió una mirada a Jack, sin saber muy bien porqué. Jack la respondió, pidiendo con la mirada una respuesta afirmativa. Hiccup suspiró, y asintió.

-Síganme.

*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+

El primer día en su encierro, despertó asustada. Cuando quiso levantarse, unas fuertes cadenas la mantenían presa, y para colmo, estaba dentro del interior de una celda. El ambiente era oscuro, y desagradable. Su cabello estaba desparramado por todo el suelo, y su vestido rasgado en varios sitios, sin contar a todo eso la gran suciedad que tenía encima. Movió las manos, esperando que mínimamente, pudiese articularlas con libertad. El sonido de los eslabones chocando contra el suelo la hizo bufar. Sus zapatos no estaban. De seguro se habían perdido en algún momento loco del caos.

-Que bueno que despiertas, querida.- Rapunzel agudizó la mirada. De entre las sombras, una mujer algo mayor emergió, de pelo negro, un hermoso vestido rojo y maquillada. – Has estado todo un día allí, sin hacer nada, Rapunzel...

-¿Quién es usted?- se retrajo con cuidado la menor, mirando a la mujer sonreír.

-Que no te importe mi nombre. No es de relevancia. Pero puedes llamarme mamá, si te sientes más a gusto. Ya que nunca volverás a ver a la tuya...

-¡Déjenme ir!- sacudió sus cadenas con más fuerza. - ¡Auxilio, alguien!- la mujer de cabellos rizados negros viró los ojos y suspiró.

-Nadie va a escucharte.- comentó, como si fuera lo más obvio del mundo.- nadie va a encontrarte.

-Dime qué quieren de mi.- ordenó, sin una pizca de miedo en la voz, dejando ver en sus verdes ojos la resolución por salir de allí.

-Esa. Esa es la pregunta. – exclamó la mujer de repente, apuntándola y sonriendo de lo más emocionada. – Veo que eres más inteligente que el resto de tu mediocre familia. Deberías estar feliz de ser mi hija.

-¡Tú no eres mi madre!

-Tranquila. Te acostumbrarás con el tiempo. – añadió, como si no le importara en lo más mínimo los intentos por escapar y la fiereza en la mirada ajena. – Ya no puedo esperar.- y soltando una risa, la mujer se dio media vuelta, caminando coqueta hasta una salida que apenas sí era visible por la espesa oscuridad de la zona.- ¡Rider!- gritó. Unos pasos se escucharon, apresurados.

-Sí, señora?- Rapunzel agudizó el oído. No podía ver nada con claridad.

-Cuida de la mocosa. Que no le falte comida, agua ni descanso.

-Pero señora Gothel...

-¡Señorita!

-Ah, sí. Disculpe. Señorita Gothel, yo no fui contratado para cuidar de...

- ¡Haz lo que se te ordena!- más pasos, esta vez alejándose. Rapunzel tiritó del frío. El suelo donde se encontraba era de lo peor, y sus brazos se estaban acalambrando de solo seguir en aquella posición. Cuando iba a comenzar a concentrarse para buscar una salida, el que se suponía, era Rider, apareció en la habitación.

-Hey. Hola, muñeca.- la rubia chica lo fulminó con la mirada, y no se dignó en responderle. Lo ignoró, y prefirió concentrarse en algo que pudiese salvarla de la situación. Debía volver con sus padres, amigos y seres queridos. – Oh. Bueno. Veo que eres alguien difícil. – añadió, rascándose la nuca.- Como sea, ¿té de manzanilla o café revuelto? ¿Bollos o tarta? Déjame decirte que la tarta de aquí es exquisita... Bueno, no tanto, en realidad es pasable porque...- dejó de hablar. Rapunzel siquiera le estaba escuchando o dirigiendo la mirada.- Té con un bollo. Que así sea.

*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*+*

Cuando el regresó, la encontró jalando una y otra vez contra sus cadenas.

-¡Hey, no, para, para!- trató de detenerla, pero ella solo se detuvo a mirarlo un segundo, para luego tratar de forcejear de nuevo.- ¡Te lastimarás!- le gritó, una vez que dejó la bandeja con las cosas de un lado y pudo acercarse hasta los barrotes. Rapunzel maldijo su suerte, sentándose de nuevo en su lugar. Sus muñecas ardían por la fricción con el metal.- Te hiciste daño.- no fue una pregunta, sino que una afirmación.- muuuuy bien. No empezamos de la mejor manera. Mira, niña, solo quiero mi paga para irme de este mundo de pesadillas. Y no podré hacerlo si tu sigues lastimando sus hermosas muñecas de princesa, sí?- Rapunzel lo observó con desprecio, para luego pasar a ser indiferente, como si nadie estuviese allí. – Ugh. Esto va para largo. – se lamentó. Sin nada más que decir, sacó de su cinturón, un manojo de llaves.- "Toma el trabajo" decían " pagan muy bien" decían.

Cuando la reja estuvo abierta, Rider tomó la bandeja. Entró, y sin saber muy bien que hacer, se dio cuenta de algo. Con ella esposada, el debería darle de comer en la boca. Reviró los ojos. ¿Quién lo había mandado a tomar tan encargo idiota? Bueno. Se consoló con saber que mínimamente, la paga sería más que buena.

-Muy bien, ahora...¡Ah!- una patada lo hizo caer de espalda, tirando el té caliente encima de su ropa. Aturdido, cuando pudo levantarse se dio cuenta de que Rapunzel trataba de alcanzar las llaves que habían caído cerca de ella con los pies descalzos. - ¡Ooooye!- y las tomó antes. Rapunzel gritó de frustración- Créeme. No querrás salir de aquí.- le advirtió. Rapunzel de nuevo lo fulminó con la mirada, e indignada, miró en otra dirección. Rider, incómodo no solo por el rechazo, sino que por el té caliente que comenzaba a dejarle la ropa pegajosa, suspiró y se retiró. – Te traeré otro.- dijo ni bien daba vueltas la llave en la cerradura, para dejarla encerrada de nuevo. La rubia suspiró con pesar, mirando por la única y pobre ventana del sitio. Iba a ser un infierno seguro.

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-Come- no hubo respuesta.- por favor.- silencio.- Lo preparé yo. Soy un genio de la cocina. Mira.- tomó una cuchara, y comió algo de la avena que personalmente había creado. – Uhm... está...- hizo un esfuerzo por no revolver. Era un pésimo cocinero. ¡Pero en serio se había esforzado cocinando!- exquisito.- Rapunzel no le dirigió la mirada. - ¡Ah, por favor! ¿Qué tengo que hacer para que comas? ¡Van a matarme si se enteran que no comes! – más silencio. La rubia se había encargado de poner una enorme pared de indiferencia entre ambos. Y Rider no iba a poder cruzarla pronto.- ¿Sabes que? Bien. No comas. No importa.- Se alejó con el plato nuevamente.

La noche caía, y con ella, la luz natural del sol era reemplazada por un foco titilante y pobre. La rubia había tirado una vez más de sus cadenas, soltando un quejido. Al parecer, la fricción había abierto una herida en sus muñecas. Se frustró, gruñendo por lo bajo. Tenía en claro que debía salir, volver con sus padre, Pascal, sus amigos... Pero no había salida. Enojada consigo mismo, con sus captores y su propia idiotez, suspiró rendida. ¿La estarían buscando? ¿Cómo estaría Hiccup? Oh, como deseaba verlo. ¿Y Jack? ¿Sus padres? Y Mérida. ¿Cómo estaría ella? Justo en ese momento se sentía indefensa, impotente y gélida. Necesitaba de su pelirroja amiga, de sus brazos envolviéndola, de sus bromas y sus chistosas caras que siempre hacía para mejorarla. Sin quererlo, una lágrima bajó por su mejilla. Sorbió la nariz, recargándose contra el frío concreto de la pared. ¿Qué le harían? ¿Por qué estaba allí? El miedo inundó su mente, y trató de aferrarse desesperadamente al recuerdo del sol bañando los rizos de su amiga. Recordó las prácticas eternas de arquería en el jardín de los Dunbroch, las largas tardes en las cuales obligó a Mérida a posar para sus cuadros, a las tardes en las cuales salían a montar a caballo en las escasas vacaciones que tenían muy milagrosamente. Pero no pudo ser indiferente al frío y el miedo.

-¿Ya estás más tranquila?- la voz de aquel hombre la sorprendió. Pero no se dignó en verlo. Bajó la mirada y miró en otra dirección, en un punto muerto del asqueroso piso. – Te traje... Un... Galletas. Y leche caliente. – ella no respondió. El sonido metálico de las llaves abriendo las celdas le hizo sentir ansiosa por solo unos segundos, para luego recordar el escozor de sus muñecas y caer nuevamente de lleno en el pesimismo.- ¿T-te has lastimado?- ella no respondió. Él dejó la bandeja en el suelo y la examinó.

Luego de unos silencios infernales, el se sentó justo en frente de ella.

-Escucha- comenzó a hablar. Su tono era resignado.- No quería que cosas así pasaran.- admitió. Ella gruñó.- Yo, uhm... No creo que una chica tan linda deba estar aquí.- Rapunzel levantó la mirada. Ambos se quedaron observándose en los pequeños rastros de luz que apenas alcanzaban a filtrarse por la ventana. Rider se puso nervioso de repente, como si la culpa y la consciencia estuvieran taladrando su mente. Una cosa era robar viejos libros de una biblioteca. Y otra muy diferente, era tener cautiva a una joven como ella en un lugar como este.

-Suéltame.- pidió ella.- Por favor. Debo volver con mi familia.- el castaño se mordió los labios.

-N-no puedo hacerlo.-comentó avergonzado, mirando en otra dirección.

-¡Pero!

-No lo entiendes. No sé que está pasando aquí. Apenas si soy un novato. Solo sigo órdenes.- decidió mirarla preocupado.- No puedo sacarte de aquí. Cosas malas sucederán si abandonas este sitio. Te matarían. Nos matarían- Rapunzel lo examinó profundamente, cada facción, cada palabra, cada gesto. Él no mentía.

-¿Qué van a hacerme?- preguntó con un tono de voz tan bajito, que Flynn sintió la necesidad de escapar de allí. No podía pensarse como parte de un siniestro plan que incluyera borrar la sonrisa de tan linda joven.

-Nada.- dijo seguro.

-¿Cómo...?

-Me aseguraré de eso.- prometió. Rapunzel lo miró sorprendida.- H-hablaré con el jefe. No es tan mal tipo... Bueno. Quizás solo está un poco loco.- bromeó. – No te pasará nada. Ahora come, que realmente me quemé cocinando estas.

-¿Las hiciste tu?

-Bueeeno. Lo intenté. En el tercer intento me rendí y fui a comprarlas.- admitió. Rapunzel dejó salir una pequeña sonrisa. Él la miró embobado, como si fuera la primera vez que veía algo tan hermoso y puro. - ... Si te libero de las esposas, prometes no romperme la cara?- preguntó. Ella lo miró con esperanza, y algo de miedo. Asintió de apoco.

Las cadenas cayeron.

Fue la primer noche de Rapunzel en cautiverio, y la millonésima de Flynn Rider sintiéndose la peor escoria del mundo.

Notas finales:

<3 <3 <3 

En serio quiero leerlos (?)


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