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Mafia por mistdowner

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Notas del capitulo:

Hola <3 

Siento muchísimo la espera. He vuelto a la universidad, y pues, me está consumiendo de a poco :'( 

 

Tengo parciales y recuperatorios muy pronto, así que perdón ( en serio) por estar tan ausente. Aun y con todo, actualizo este capítulo para agregar un poco más de misterio, y saber un poco sobre el pasado de dos personajes importantes y... Acercarnos cada vez más a lo interesante <3 

-¿Una rana?

-Camaleón. – aclaró ella de nuevo, con una sonrisa vaga.

-¿Y le pusiste Pascal?

-A mi madre le gustó el nombre.- afirmó. Hizo una ligera mueca de dolor. Las laceraciones y hematomas comenzaban a desaparecer ( cosa extrañísima, según Flynn) de sus muñecas con gran velocidad, pero aun así era algo incómodo el hecho de ser vendada.

-...Claro.- afirmó. En realidad no la estaba escuchando. Estaba más ocupado sorprendiéndose de la falta de heridas. ¡Si tan solo ayer parecía que durarían algunos días más! ¿Qué tipo de cicatrización tenía esa chica? ¿Era una bruja?

-¿Hay algo mal?- preguntó ella, enarcando una ceja.

-No, nada.- mintió. Quizás luego le dijese sobre sus dudas acercad de las heridas.

-¿No deberías ir a dormir?- preguntó ella.

-No, me toca hacer guardia aquí. Ya sabes, órdenes del jefe.- finalmente terminó de envolver la mano en vendas. Se paró, tomó el botiquín y salió de la celda, dándole la espalda a la rubia unos momentos para dejar su carga en algún estante o rincón lo suficientemente seguro para no contaminarse. Rapunzel no pudo evitar ver de nueva cuenta el exterior: un aire frío y tétrico se colaba por el ambiente a través de la puerta mal cerrada. Se encogió en su lugar, inconscientemente pensando en Mérida, Hiccup y Jack. ¿Qué estarían haciendo? ¿Estarían llorando? ¿Buscándola? En el momento en el cual comenzó a pensar en ellos, y como sí ella no pudiese contener sus propios pensamientos, la inquietud y la sensación de vacío llenó su pecho. Gruesas lágrimas salieron de sus ojos, y comenzó a desesperarse. No sabía que estaba pasando, ni porqué se sentía así. Solo atinó a pensar que debía escapar, reunirse con los suyos y al fin apagar el torrente de pensamientos que le pedían a gritos ver a sus tres amigos. En el fondo de su episodio confuso, aquella canción tan conocida pero extraña a la vez comenzó a reproducirse.

"Trae lo que perdí

Volviendo a lo que fue...."

No lo soportó. Solo corrió, con la vista nublada y el corazón a mil, aun cuando solo estaba descalza. Tenía que verlos, estar con ellos. Necesitaba de Mérida, su sonrisa, sus brazos protectores; de Jack, de su presencia, de su consuelo; de Hiccup, de su cariño, su lealtad.

-¡Espera, no!- Escuchó a Flynn gritar a sus espaldas. No le importó. El pasillo se le hacía interminable. Pero no desistió de su idea de salir, ni siquiera un poco. Los pasos apurados de Flynn detrás suyo le asustaron, y con todo lo que podía trató de huir. Cuando terminó de cruzarlo dobló hacia la izquierda.

Se horrorizó al verlo: miles de escaleras, un ambiente oscuro plagado de tipos de mal aspecto, bastantes armas de fuego y lo que parecía ser piezas de tecnología desparramadas por el suelo. Pero todo aquello se quedó cortó cuando lo notó: un grupo de hombres llevaban en brazo a unos cuantos niños desmayados. Un barandal de metal que apenas le llegaba un poco más arriba de su cintura la separaba de todo ese infierno. Parecía que estaba recluida en un piso superior, puesto que todo lo miraba desde arriba. Algunos hombre la observaron con molestia, otros fingieron que no existía, y unos cuantos la vieron con pena, alzando la cabeza hacia ella. Rapunzel ahogó un grito. Solo por unos segundos, una mirada joven e inocente se detuvo a contemplarla. Era uno de los niños. Parecía pedirle auxilio silenciosamente, como solo podía ser estando amordazado. Para cuando quiso bajar a toda velocidad, sintió como su tobillo era envuelto en alguna especie de metal helado. Bajó la mirada. Ni siquiera llegó a quejarse cuando se vio envuelta por completo en aquel material negro. Se quejó. Luchó y se removió como nunca antes, pero aquello que la retenía era tan fuerte que ni siquiera pudo hacer que cediera un poco.

-¡T- te dije que no escaparas!- escuchó la voz de Flynn. El oscuro material la encerró dentro de una especie de capullo.

-¡Déjenme salir, auxilio, auxilio! –Gritó, golpeando con sus manos su ahora reducida y oscura prisión. No había luz, y ahora apenas podía escuchar algo de lo que ocurría afuera. Sintió movimiento. Cuando al fin fue librada, se encontraba en la misma celda de la cual había escapado. Ni siquiera alcanzó a quejarse cuando alguien presionó un pañuelo contra su nariz y boca. Rápidamente perdió el conocimiento, siendo lo último en su mirada, la figura arrepentida de Flynnn Rider.

-Te dimos la orden de cuidarla.- habló la mujer.- Incompetente.

-Lo siento.- bajó la cabeza él. Aun estaba agitado después de tratar de tomar a Rapunzel de vuelta. Si tan solo hubiera sido un poco más rápido, ella no hubiera sido atrapada por su jefe.

-Escucha bien, Rider.- amenazó Gothel. – No sabes cuanto vale esta chica.- dado que la rubia joven había caído desmayada, ella la sostuvo entre sus brazos para que no cayera inconsciente y se golpeara la cabeza. Por lo que ahora la mantenía firmemente tomada entre sus brazos, contemplando su cabello con admiración y devoción.- Países enteros pagarían millones y millones por solo tenerla en sus manos un día. Incluso darían vidas humanas por unos minutos en su presencia.- siguió. Acarició sus cabellos, jugando con las hebras, abstraída de la realidad.- Es mejor que el tesoro de mil mundos. –Finalmente la dejó en el suelo, tomó los grilletes y la encadenó de nuevo a la pared. – Y tú, pequeña basura...- rugió, dándose media vuelta. Flynn permaneció callado, con los ojos puestos en Rapunzel- Te atreves a descuidarla. ¡Idiota!- una vez estuvo en frente de él, le dio una cachetada. - ¡Un error más, Rider, uno más y estás muerto! ¡Tu y tu gente, maldición!- gritó histérica. –Ahora haz tu trabajo, o verás.- advirtió finalmente, abandonando el sitio sumamente indignada.

Flynn se quedó quieto, hasta que escuchó como los pasos de Gothel se perdían en la infinidad de las instalaciones. Se tomó la mejilla enrojecida, y tragó en seco. Obviamente no era la primera vez que le sucedía algo así. Estaba acostumbrado a los golpes, a los malos tratos y el ambiente hostil. Pero nunca podría acostumbrarse a lo que ahora sentía: culpa. Una genuina culpa que le corrompía desde adentro, taladrando su conciencia y haciéndole ver lo miserable de su vida. Suspiró. Tomó las llaves de la celda y echó llave. La observó dormir, aun con las mejillas mojadas.

*+*+*+*+*+*+*+*+

Suspiró luego de que efectivamente pudo verificar que las cosas habían vuelto a la normalidad. Se frotó el puente de la nariz y se quitó el neurotransmisor, dejándolo a un lado de las miles de pantallas que se habían desplegado ante su vista. Seguramente Gothel vendría dentro de un rato a cuestionar sus planes de nuevo. Era molesto estar rodeado de inexpertos de mentes cortas, impacientes, sin una visión a futuro efectiva. Gruño. Era muy de noche. Aun así, y como había venido pasando hace ya muchos años, no podía dormir.

Siempre se mantenía paciente, en calma, trazando el plan que lo llevaría a la victoria. Pero en ocasiones como esta, con el dolor punzante que la maldita Dunbroch se había encargado de infligir en su brazo, todo su entorno parecía burlarse de él, de sus ambiciones. Se paró del asiento. En el espacioso mueble de lustrada madera se veían desparramados miles de papeles: convenios, análisis, contratos, estadísticas... Todo iba en alza en su compañía. Desde que la había fundado, allá en su época más oscura y desesperada, económicamente no había hecho más que crecer a gigantes pasos. No fue difícil para su calculadora mente apostar por una empresa, comprar algunos bienes e invertir.

Todo ese "golpe de suerte" le sirvió únicamente como herramienta. De solo recordarlo, se sentía ligeramente desesperado. La respiración se le hacía dificultosa, y algo de sudor frío bajaba por su cuerpo. Mantuvo la compostura. Estaba cerca, muy cerca. Solo unos días más y podría efectivamente lo que tanto había buscado. Lo que le habían arrebatado. Se dio media vuelta. Caminó hasta quedar de frente a un librero enorme: miles de libros en idiomas irreconocibles para cualquier inculto dejaban ver sus títulos. Había tales como "cultura Celta", " Los nórdicos", " Brujas y la magia"... Entregas que solo un loco tendría en posesión. Quizás él era uno. No podía importarle menos.

Detrás de un libro, un pequeño escáner apareció. Minúsculo, casi imperceptible. Él abrió un poco más los ojos. El pequeño dispositivo hizo lo suyo. El sonido osco de engranajes funcionando le hizo retroceder unos pasos. El librero cedió ante sus ojos, escondiéndose en una especie de doble fondo dentro de la pared. Luego de más movimientos mecánicos ( o eso podría haber jurado cualquiera), una vitrina enorme con objetos salió a relucir. Ocupaba casi la extensión entera de una de las paredes principales del lugar.

Sonrió. Al fin el movimiento terminó revelando objetos que al parecer, no tenían nada que ver entre ellos. La primer vitrina mostraba una corona. La examinó con una ceja alzada, como muchas veces había hecho en el pasado. Recordaba muy bien el día en el cual había conocido a Rider.

Apenas había llegado a Alemania, y ni siquiera se había dado un tiempo para descansar. Tomó cuantos trasportes pudo hasta llegar a su objetivo, aun cuando la cabeza le martillaba y los ojos se le cerraban. Cubierto con prendas poco reveladoras, escondido detrás de un manto que le ocultaba de las miradas. Al fin había arribado a la ciudad. Cargaba en su espalda solo una mochila vieja y raída. No estaba pasando por su mejor momento. La empresa recién daba sus primeros pasos temblorosos dentro de la molesta economía turbulenta, así que debía ser paciente. Como siempre.

Echó a andar.

Por supuesto, las pintorescas calles que pintaban los viejos libros de historia ya no eran tan bellas como en algún momento lo fueron. Ya no habían corceles ni damas enfundadas en largos vestidos. Solo gente común que podrías toparte en cualquier sitio del mundo, hablando entre susurros sobre su extraño aspecto. Los ignoró. Según sabía, luego de los acontecimientos ocurridos en la primer y parte de la segunda guerra mundial, el castillo de los Corona había quedado reducido a quemados cimientos inservibles. No importaba. No buscaba exactamente un castillo. Solo buscaba una corona. Dos días. Eso tardó en dar con su objetivo y abastecerse de libros sobre el tema que le interesaban. Tuvo que caminar incansablemente por callejones de mala muerte, hablar con gitanas y viejas brujas de aspecto sospechoso. Pero finalmente tenía una serie de libros que le hablaban sobre lo que quería, y la ubicación del objeto por el cual había arribado ahí.

Cuando quiso pagar por una entrada, le obligaron a despejarse el rostro. Según los de seguridad ( y lo poco que había podido traducir) su aspecto era tan andrajoso que era impensable dejarlo pasar así. Todos quedaron sin palabras al verlo: una piel en decadencia, largas ojeras, ojos irritados y una barba creciente. Lo echaron del museo sin mediar palabra.

Maldijo. Maldijo a su suerte, a los Overland, al mundo entero. De ese modo no podría robarla. Pero como siempre, tan digno e inteligente como solía ser, recogió los pedazos de su erosionada vida y replanteó el "campo de batalla". Si él no podía entrar, alguien más podría hacerlo por él.

Examinó todo un día a los distintos personajes que podrían servirle. Nadie era lo suficientemente bueno como para ayudarle. Cuando iba de vuelta a la posada de mala muerte que había conseguido como hotel, escuchó unos gritos provenientes de un callejón. A él poco y nada le importaba lo que pudiese pasar por su indiferencia. Pero al escuchar una voz infantil, echó a correr hasta dar con el origen del escándalo. Lo que parecía ser un panadero y su asistente golpeaban e insultaban a un pequeño niño tirado en el piso.

Pitch examinó la escena indiferente por unos segundos, hasta que decidió sacar su pistola y propiciar dos tiros al aire. Tanto el panadero como su ayudante voltearon a verlo exaltados. Él les apuntó sin dudar un segundo, y disparó muy cerca de la cabeza del mayor. No hizo falta nada más para alejarlos. Con eso hecho, él se acercó más calmado. Su rostro imperturbable permanecía, quizás, con algo de decepción en la mirada. Se puso de cuclillas a un lado del magullado cuerpo del menor. Éste tardó en moverse. Pitch enarcó una ceja al ver sus ropas: sucias, malolientes, raídas y percudidas por la mugre. Luego observó como el pequeño se aferraba más a lo que fuese que tenía entre manos. Estiró un poco el cuello, y se dio cuenta de que se trataba de un pedazo de pan.

-Niño.- lo llamó. El pequeño tembló en el lugar segundos antes de tratar de incorporarse torpemente y salir corriendo. No funcionó. Solo consiguió caer de bruces al suelo, dejando escapar el trozo de pan. – No vengo aquí a castigarte.- habló en un perfecto alemán.

-¿Qué quiere de mi?- preguntó con la voz quebrada.

-Ayudarte.- respondió. El niño por primera vez dejó ver su rostro. Sus ojos castaños le hicieron ver que ya tenía lo que necesitaba.

-No quiero ayuda de un anciano.- habló molesto, temblando.

-Ven conmigo y te daré dinero.- le propuso. El chico abrió los ojos, inseguro.

-¿Cómo puedo confiar en usted?

-¿Tienes alguien más en quién confiar? ¿Madre, padre? ¿Hermanos? – sonrió él. El pequeño, impotente, apretó los labios con los ojos nublados por las lágrimas que querían escapar.-Ven conmigo.- Repitió. El niño lo miró.

-No puedo caminar.- Pitch bufó. Caminó hasta él, se dio media vuelta y se agachó.

-Sube a mi espalda.- le ordenó. El chiquillo así lo hizo. Cuando ya habían recorrido algunos metros, él volvió a hablar. - ¿Cómo te llamas?

-Eugene.- habló.- eugene fitzherbert.

-Muy bien, Eugene. Tu vida va a cambiar mucho a partir de hoy.

Ese había sido uno de sus primeros pasos fundamentales para dar comienzo a su plan. Sonrió con suficiencia. Aun recodaba como las noticias, diarios y noticieros habían lamentado la pérdida de la corona perteneciente a la princesa pérdida, un "mito" muy estimado allá.

Unos toques en la puerta le hicieron suspirar.

-Pase.- en seguida la figura de Rider apareció, algo cohibido detrás de la puerta.

-¿Q-qué hay?- habló nervioso él. Cuando se aventuró a entrar más en la oficina, notó la vitrina con la corona. Inmediatamente la reconoció, y pareció cohibirse aun más. – Siento lo de recién, jefe.

-Oh, Flynn, no tienes porqué disculparte. Las cosas marchan justo como deberían.- asintió.

-¿Has cambiado tus...?

-No.- respondió.- ¿Me harías el favor?- Rider asintió. Pitch pasó a sentarse en su caro sillón de cuero, masajeándose la cabeza. Se quitó la blanca camisa, dejando su torso expuesto, y por consiguiente, su vendado brazo. Flynn no tardó en encontrar el botiquín, las vendas y el desinfectante.

-Yo, uhm...

-Ya te he dicho que no pasa nada.- cortó el tema, ligeramente exasperado

-B-bueno, en realidad, quería preguntarte por qué tienes a esa chica aquí.- confesó. El pelinegro dejó de prestarle atención, fijando su mirada en la segunda vitrina.

-La luna inevitablemente necesita del brillo del sol para verse desde la tierra. Sin el sol, la luna caería en...Completa oscuridad. – respondió, sonriendo muy satisfecho esta vez.- Sí, en completa oscuridad.- Flynn enarcó una ceja sin entender, concentrado mientras retiraba las vendas del cuerpo del mayor.

-No le harás nada malo, verdad?- preguntó, ignorando el tema del sol y la luna. Pitch, perdido en la vista de aquel cayado atrapado en la caja de cristal, su segundo gran paso, negó. Pudo escuchar como el castaño suspiraba, menos tenso.

-Jamás dañaría la llave de lo más deseo. Solo un idiota haría tal cosa.- dijo como si fuera lo más obvio del mundo.

-Eh, sí, claro.- Flynn a veces odiaba cuando el mayor comenzaba con sus desvaríos de locura.- Entonces la dejarás ir.- afirmó.

-Dentro de unas semanas. – una vez la herida estuvo expuesta, la miró. Su piel grisácea y maltratada por los años no le daba una buena pinta al conjunto de costras y sangre. A pesar de eso, Flynn no pareció asqueado. – Todo se acabará dentro de unas semanas. Sé que ha sido duro para ti.- fue tan cínico como siempre.- Siendo un novato en esto de las órdenes.

-Sí, bueno, no voy a negarlo.- puso desinfectante, y comenzó a limpiar la herida.- Aun me sorprende mucho que me hayas llamado.

-Te dije que te daría dinero, no? Hace ya muchos años.- su mirada pasó a la tercera vitrina. Una especie de mango de metal con motivo de dragón, acompañado de un conjunto ( amorfo, según la mirada de Rider) de piezas metálicas y una ennegrecida tela que en algún momento pareció ser roja.

-Uh, sí, es solo que aun no puedo concebir la idea de que...

-¿De que te dejaré todo esto a ti?

-Sí...Es...Inesperado.- admitió. - ¿De qué vivirás luego? Es decir...

-No cierres los vendajes.- avisó. Rider paró de envolver la herida.- Trae de aquel estante esa botella de contenido verdoso. – El castaño así lo hizo. Se alejó, tomó la botella entre sus manos y la observó. Se imaginó que era algún tipo especial de cicatrizantes o algo por el estilo. Siendo sincero, no le daba buena pinta. Volvió, y destapándola, vertió un poco en las heridas de su jefe. Un pequeño burbujeo de color muy sospechoso apareció. – Agh.- se quejó Pitch.

-Lo siento, creo que...

-No importa, niño. Solo termina.- Rider no replicó. Dio por terminado el proceso de cambio de vendajes, y volvió a dejar la botella en el estante. En el camino y de reojo posó su mirada en aquel collar extraño, el cuarto objeto en la vitrina más alejada de él.

-Entonces...

- Vuelve con la chica. Tú debes ser lo primero que ella vea al despertar. – ordenó él. Rider se quedó de pie observando al hombre un largo rato.

-¿Qué hay en aquel lugar?- se atrevió a preguntar. Pitch, que había tratado de ignorarlo, lo miró intensamente con sus ojos dorados. Por un momento Rider consideró la opción de salir corriendo del lugar. Las piernas le temblaron y tragó en seco. Pero no se movió de su lugar.

-Solo chatarra mecánica que nuestras empresas traen para reciclar.- respondió con una tétrica sonrisa.- es tóxico. – aclaró.- ahora vete. Y no te atrevas a volver a tocar el tema.

Rider se marchó de la oficina con un pésimo sabor de boca, tratando con todas sus fuerzas de creerse esa mala mentira, como había venido haciendo desde que había llegado a las manos de ese demente.

Notas finales:

¿Un cayado? ¿Una corona? ¿Un collar? ¿Un mango de espada? ¿Qué está pasando? 

 

En fin, espero que les guste 

 

pd: ahora mismo me pongo a responder comentarios </////3 


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