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Mafia por mistdowner

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Notas del capitulo:

ME PREPARÉ MENTALMENTE PARA SUS ATAQUES.  Porque los merezco, no lo voy a negar. 


No morí, solo estaba de parranda :'v (?) Literal, mis padres han estado sacándome de ciudad en ciudad por las vacaciones. Pasé por un atasco fenomenal, y dio mucha decepción mis propias ideas. 


Cuando re leí Mafia, me sentí terrible al ver que no expresaba NADA de lo que yo quería. Me había olvidado muchas cosas sobre la historia principal, y tenía muchos errores de continuidad que jodían la historia. 


Borré lo que había hecho, hasta que me quedé satisfecha con algunos pedazos de mi trabajo. Al fin retomo todo, y sí. Comencé otros fics. 


Hay veces en que no puedo con la inspiración y me pongo a escribir como loca, para luego chocar de nuevo con Mafia y mis ganas de terminarla. Por apurada, acabé arruinado la idea :'( Se supone que antes del 2016 terminaría, pero como me apuré y omití GRANDES cosas...


Por ejemplo, en un punto me di cuenta de que... ¡Había olvidado por completo a los padres de Jack! En todos los capítulos ( terribles) me di cuenta de que no explicaba nada del pasado, los libros y el romance entre Hiccup y Jack. 


Es difícil contar una historia que contiene el pasado de varios personajes. Así que me pasó lo que yo ya sabía que me iba a pasar: olvidé mencionar varios aspectos, secretos y piezas para entender al villano, el porqué de la vida de Jack, el pasado de Hiccup... En fin, soy un desastre. Mátenme. 


Por favor, tenganme paciencia. Me esforzaré por dar en esta historia, lo mejor de mi y resolver todos los secretos que dejé <3 


Nos leemos <3 <3 

-¿Ya está todo listo?

-Sí, mi señor.

-Llévalo a la celda. Yo llevaré el resto.

-Sí, mi señor- en cuanto su asistente se marchó, Pitch se dejó caer en la silla exhausto. Faltaba poco más de una semana para que el eclipse aconteciera. Y no podía permitirse fallas patéticas. Por ello estaba siendo lo más cuidadoso posible. Pero siendo sinceros, no era nada fácil en su estado actual. Las ansías lo comían vivo, y las pesadillas, como nunca antes, no le dejaban dormir. Su único consuelo era que muy pronto su plan daría sus frutos. Y nada podría pararlo. Sabiendo esto tomó su relicario entre manos. Lo acarició ligeramente, y luego se puso de pie. Activo el sistema que le daba acceso a aquellas reliquias, y las tomó a todas. Hoy se haría la prueba.

Cuando llegó a la celda donde estaba Rapunzel y Flynn, notó como Gothel miraba impaciente hacia él buscando la aprobación para comenzar con su único cometido: rejuvenecer. Viró los ojos, y negó con molestia. Ella no necesitó otra advertencia para saber que, si seguía insistiendo, perdería la vida. En sí era una molestia tener que mantenerla con vida, pero no había otra persona en el mundo que pudiera leer las escrituras originales de esa vieja bruja ancestral más que ella. Ojalá pudiera matar a Gothel y prescindir de su presencia.

Su asistente personal ya estaba allí con el niño en brazos, aun demasiado débil como para tener consciencia. Rapunzel se encontraba amordazada, al igual que Flynn. No lo juzguen. Odia los gritos en medio de la noche que perturban su escaso sueño, sus pensamientos lúgubres y la poca tranquilidad que lograba reunir en medio del silencio.

-Señor.- habló aquel lacayo, dispuesto a cumplir órdenes como una máquina.

-Abre la celda, y pon al niño delante de ella. – ordenó. El joven así lo hizo, dejando el cuerpo del pequeño castaño en el suelo. Rapunzel, con los ojos hinchados y claramente cansada, no dejó de tratar de liberarse infructuosamente, mientras miraba con rabia a aquellas personas que la usaban. Tener al niño delante suyo la puso aun más nerviosa. Pero obviamente, a Pitch no le interesó en lo más mínimo, puesto que con toda la naturalidad del mundo fue colocando aquellas cosas que traía en manos alrededor de ambos ( Rapunzel y el pequeño): la corona a la derecha de Rapunzel, el collar a la izquierda del niño, y a su derecha aquel mango metálico con extraña forma, junto con aquellas piezas metálicas con la tela ennegrecida , y finalmente , el cayado a la izquierda de la rubia. Así se completó el círculo.

No contento con esas extrañas preparaciones, Pitch tomó uno de los largos mechones del pelo de la chica y enrolló un extremo a la muñeca de niño. Era difícil maniobrar con tantos cabellos en la celda, pero bueno. La prueba se haría de todos modos. Gothel rechistó ante su propia impaciencia, ganándose una maldición de Pitch. Él estaba demasiado feliz como para que una vieja bruja lo arruinara.

-Ahora.-ordenó. Gothel viró los ojos, y tomando aquel libro, comenzó a hablar en un viejo idioma que crispó los nervios de Rapunzel.

Al principio no pasó nada. Los exorbitados ojos de Rider, apenas consciente debido al dolor, se debatían entre prestar atención a la muchacha o ver al pobre niño inconsciente. Pitch, estoico e inexpresivo, trataba de guardar lo poco de cordura que le quedaba, ansioso por que la prueba funcionara. Gothel siguió hablando en aquella lengua pagana, hasta que los objetos que rodeaban al niño comenzaron a vibrar. El libro de la luna emitió un resplandor que poco a poco tomó importancia en la escena, arrancándole una sonrisa maniática a Pitch. El niño, aun sin poder tomar consciencia, se quejó entre las brumas de la inconsciencia, provocando que el mechón de cabello dorado que tenía amarrado comenzara a brillar. Rapunzel cerró los ojos. Ella jamás fue, era ni sería una cobarde. Eso estaba claro, e intentaba desesperadamente recordárselo clavando una fiera mirada en aquel hombre de cabellos negros.

Pero estaba asustada.

No entendía que ocurría, se sentía terriblemente sola y vulnerable, y sin quererlo, la imagen de Mérida persistía en su mente de una manera abrumadora, sin poder librarse de las ganas enloquecedoras de ver sus rizos rojos y escuchar su voz susurrándole un: "Todo está bien. " Cerró los ojos ni bien un ligero mareo comenzó a inundarla. Gritó, ordenó y quebró su voz pidiendo que parasen, pero obviamente nadie hizo caso a sus súplicas.

Cerró los ojos.

"Mor'du, mi amor, ¿en dónde estás?"...

+*+*+*+*+*+*+*+

La noche había llegado espesa y silenciosa. Mérida no podía conciliar el sueño: su cuerpo se estremecía irregularmente, sudaba en frío y sus extremidades actuaban por sí solas buscando aferrarse al frágil cuerpo de Rapunzel, el cual obviamente no se encontraba al otro lado de su cama. La preocupación la estaba matando. Pascal la observó, desperezándose con lentitud y adoptando el mismo semblante nervioso de la chica. Mérida se sentó, quitándose algunos rizos de la cara. Respiró profundamente, tratando de retener el aire en sus pulmones y soltarlo lentamente, sin presiones. Sus ojos se cerraron con fuerza, en un intento de evadirse de la realidad y su necesidad. Su piel se debatía entre sudar y encontrarse en un estado gélido y molesto. Gruñó, golpeando el colchón con fuerza. Una, dos, tres veces... Apretó la mandíbula, haciendo rechinar sus dientes. Inmediatamente recuerdos involuntarios llegaron a su memoria, aumentando su ansiedad.

"Ella corrió en su búsqueda ni bien pisó el suelo. Había tenido esa pesadilla de nuevo. Y estaba asustada, de mal humor por una noche tan terrible. ¿Por qué le sucedía aquello? Y su madre. ¡Oh, su madre! Había intentado peinarla en la mañana, haciendo que se quejara del dolor al sentir el peine rasgando sus rebeldes cabellos.

Y al llegar a la mansión tan emocionada y ansiosa de encontrarse con su amiga, la encontró haciendo una corona de flores para Hiccup, diciéndole mejor amigo y tarareando alguna vieja canción.

Eso la molestó. Así que corrió, confundida, asustada, frustrada.

¿Por qué siempre quería estar a su lado? ¿Por qué le había dicho mejor amigo a Hiccup? ¿Y ella?

-¿Mer? ¡Aquí estas!- una agitada rubia la encontró detrás del tronco ancho de uno de los árboles enormes del territorio de los Haddocks.

-Vete, no quiero verte.- le dijo resentida, escondiendo la cara entre sus rodillas. Rapunzel no le hizo caso. Ella nunca le hacía caso.

-¿Hice algo malo?- Mérida se resistió a responder por unos segundos, resistiendo el impulso de hablar. Pero terminó cediendo cuando las manos de la pequeña comenzaron a acariciar sus locos rizos de manera delicada. El pesar de su pequeño pecho desapareció, dejando tranquilidad y quizás, algo de celos.

-Hoy soñé con el oso.- dijo en un susurro. Rapunzel se abrazó a ella. Y con eso, todo resto de rabia escapó de Mérida.

-Es sólo un sueño. A veces sueño cosas raras también. – trató de calmarla ella. Sus ojos se encontraron en un instante, tan cerca que sus infantiles sentimientos le dejaron un enjambre de mariposas revoloteando en el estómago. Mérida no entendía que era eso. Pero se sentía bien el tener la atención de Rapunzel solo para ella. No la malinterpreten. Hiccup le caía bien, pero desde que había conocido a la rubia chica, algo en ella le reclamaba tener su compañía siempre, en un egoísta acto que ni ella entendía. Mérida no quería a Rapunzel como un juguete que solo ella podía usar. Tampoco la deseaba como una barra de chocolate. Solo la quería, quizás como a su mamá, a su papá, sus hermanos... Algo así. Algo parecido, quizás.

-¿Puedo ser tu segunda mejor amiga?- dijo con tristeza, tan bañado en resignación que Rapunzel tuvo que contener el aire por la sorpresa. Mérida no solía dejarse ver tan frágil delante de nadie.

-¿Segunda?- preguntó ladeando el rostro sin entender nada.

-Si Hiccup va a ser tu mejor amigo, al menos déjame ser tu segunda mejor amiga.- pidió, ahora asustada de no tener un inmediato sí. ¿Es que había alguien más además de ella que merecía el segundo puesto de mejor amiga?- por favor.

-Pero...- sonrió incrédula la pequeña rubia, mientras secaba las lágrimas de la pelirroja.- tu eres mi primer mejor amiga.

-¿Qué? ¿Y Hiccup? – Rapunzel se alzó de hombros, riendo.

-Hiccup es mi primer mejor amigo. Varón.- aclaró, como si fuera lo más obvio. Mérida no tardó en entender y alargar una gran sonrisa aliviada.

-¿Y mi corona de flores?- dijo en tono de broma, como cualquier niño ligeramente celoso.

-Dejé a Hiccup cuidándolas. Hice una para cada uno.

-¿Podemos jugar a la casita?

-Creí que odiabas ese juego.

-Lo odio cuando Hiccup es el papá.- arrugó la nariz en un tierno gesto de desagrado. Rapunzel rió inocentemente por ello. – Pero si tú eres la mamá, yo el papá y Hiccup el hijo, no tengo problemas. ¿Podemos casarnos?- Rapunzel besó la mejilla de la pelirroja, asintiendo luego de aquella muestra de cariño.

-Bien, Hiccup nos llevará las sortijas.

-¡Sí, podemos hacer las de papel! Hiccup siempre está dibujando algo, o escribiendo.

-Entonces vamos. ¡Tenemos mucho que hacer!"

Una lágrima corrió por su mejilla al recordar aquello. Sin mencionar que su rostro se calentó de manera rápida. Su estómago se sintió vacío, y repentinas corrientes de energía la llevaron a levantarse apurada de la cama. Comenzó a desvestirse con rapidez y sigilo, mientras tomaba ropas oscuras y ataba su cabello en una coleta alta para facilitar el poder esconderlo bajo un gorro. ¿A dónde iba? Lo tenía en claro. No tenía ninguna lógica, y sin embargo su cuerpo trabaja solo, llevándola con apuro a aquel sitio. A donde había visto aquellas lenguas de fuego. Pascal trató de llamarle la atención, sin embargo al notarla tan errática, decidió subirse a su hombro para acompañarla a donde fuese que fuera. Iba a acompañarla, porque quizás necesitaría protección. Y tenía la esperanza de encontrarse con su dueña.

Salió de su cuarto con cuidado de no hacer rechinar la puerta. Cuando iba a dirigirse escaleras abajo, ahogó un grito lo mejor que pudo. El pequeño hijo de Amelia yacía ahí parado, mirándola curioso.

-Y-yo...- susurró, dado que aun no descartaba la posibilidad de poder salir de ahí engañando al pequeño. Pero éste no parecía interesado en delatarla. Solo observó a Pascal encima de su hombro un rato ( incómodo) y se dio media vuelta, bajando las escaleras antes de que ella. Mérida dejó salir el aire contenido. ¿Qué le daban de comer a ese niño tan callado? En fin, lo siguió, puesto que debía hacerse con una de las motocicletas sin hacer sonido. Al llegar a la primer planta, el niño le tendió una llaves. Mérida miró el manojo en sus manos con dificultad ( debido a la escasa iluminación, casi nula) y entendió que eran las llaves no solo de la moto, si no que también del garaje.

-Gracias.- susurró realmente agradecida y enternecida de ser apoyada por tan pequeño niño. Éste solo sonrió y se despidió. Aunque el saludo fue más bien para Pascal que para ella.

Así, ella tomó mayor determinación e intentó meter las llaves en la cerradura. Pero debido a la oscuridad, se tardó unos minutos y muchas maldiciones para finalmente acceder al garaje. Una vez allí tomó la motocicleta, la destrabó y comenzó a empujarla fuerza.

Una vez unas cuadras lejos ( y habiendo dejado las llaves del garaje debajo del tapete de bienvenida) prendió el motor, dejó que Pascal se acomodara en algún bolsillo para no caer y aceleró. Tenía que llegar lo más antes posible.

+*+*+*+*+

Tal y como sospechaba, se estaba arriesgando a un asalto o peores. Las calles de San Fransokyo eran muy recurridas tanto de noche como de día. Y aquel barrio de mala muerte no era la excepción. Aun así no se echó para atrás. Tratando de recordar cómo había llegado, dio justo con el punto en el cual había caído desmayada la última vez. Detuvo la motocicleta mientras Pascal asomaba la cabeza desde en bolsillo.

-Por favor. Por favor. Aparezcan...- rogó con apuro. Algunas sombras lejanas se notaban inquietas, y Mérida no quería enfrentarse a los dueños de estas. Ni siquiera había traído un arma, a pesar de que Hiccup en algún momento le había rogado y hasta ofrecido una. ¡Demonios! Pasos al final de las calles la alertaron. Quiso huir, sin embargo el recuerdo de Rapunzel le paró dolorosamente el corazón por unos instantes, haciendo que su cuerpo se negara a retroceder. Cerró los ojos con fuerza, contrayéndose y tensando sus músculos. Quizás y solo quizás y tal como en los cuentos, si creía mucho en sus capacidades, lo lograría.

Pero no estaba funcionando, puesto que sus ojos no ardían y los pequeños murmullos infantiles no se dejaban escuchar en sus oídos. Miró por sobre su hombro. Un grupo de hombres aceleraban el paso hacia ella. Prendió el motor con apuro, reticente a escapar, haciendo que sus dientes rechinaran ante la presión que ejercía efecto de la rabia. Pascal tembló en su sitio, ya imaginando lo peor mientras tapaba con sus pequeñas patitas sus ojos. Y justo cuando Mérida más atrapada se sentía, resolviendo en última estancia enfrentarse a ellos y no retroceder. La imagen de Rapunzel sonriéndole, con un tenue canto y la emergente sensación de cariño y amor por ella comenzaron a causarle lágrimas. No podía alejarse, debía estar allí. Entonces lo escuchó: una pequeña voz, como un murmullo infantil y sereno. Guió su vista rápidamente a donde lo escuchaba, y la vio: una pequeña llama de fuego azul jugueteando con el fresco viento, llamándola e incitándola a seguir por aquel extraño laberinto de casas

Aceleró con maestría mientras las maldiciones y el sonido de una que otra bala a sus espaldas se perdió. La cantidad de casas y aglomeraciones era importante y por un segundo se maldijo por el sonido del motor de la moto despertando a algunos gatos encima de los tejados. Siguió la fila de luces que desaparecían a medida que la veloz motocileta se abría paso entre una fina capa de niebla que parecía salir de la nada. Llegado un punto, las lenguas de fuego desaparecieron, dejándola a solas con las sombras de la noche, y haciendo que perdiera el rumbo.

-¡No!- gritó frustrada.- ¡Vuelvan!- siendo sincera, se sentía idiota al confiar en aquellas luces, como si de un cuento de hadas se tratase. El sentimiento de urgencia en su pecho crecía, y con necesidad sus ojos buscaban algún indicio de qué camino tomar, agudizando el oído para tratar de captar algún susurro. Pero no había nada.

Una fría ráfaga de frío la devolvió a la realidad, golpeándole duro. ¿En serio había sido buena idea el escapar así de sus amigos para dejarse llevar por una corazonada infantil? Apagó el motor de la moto, y se bajó de ésta. Necesitaba calmarse. Se mordió el labio inferior con fuerza, tratando de canalizar algo de su frustración. Así nunca daría con Rapunzel, y eso era lo que más la dañaba. Pascal volvió a asomar la cabeza por el bolsillo, haciendo que la pelirroja lo acariciase con resignación y un intento de sonrisa conciliadora.

-Lo siento. Es mi culpa. No debí traerte aquí.- le habló al animalito. Pascal dejó salir un leve quejido, más por la tristeza que por otra cosa.- No debí separarme de ella. – siguió, mirando al cielo. Poco le importaba en ese momento que estuviera sola en medio de angostas "calles" apenas dibujadas por viviendas sospechosas y recintos donde los criminales hacían de las suyas. Todo perdía un verdadero sentido si Rapunzel no se encontraba a su lado. Había tratado de mantenerse fuerte, como se prometió a sí misma y al resto. Pero sus nervios ahora llegaban al límite de quebrarse y dejar paso a la furia. ¿Por qué? ¿Por qué era tan débil? ¿Por qué la dejó sola? ¿No se suponía que se había prometido estar con ella por siempre? Dos lágrimas calientes bajaron rodando sus sonrojadas mejillas. Pateó una lata de refresco que tenía cerca, y jaloneó de sus cabellos, dejando salir la frustración contenida.

-¿Quién anda ahí?-Mérida se sobresaltó al instante, mirando con miedo como una de las tantas puertas de las antiguas casas se abría. Tiritó un poco al ver como más de la espesa neblina que antes había dejado atrás salía desde el interior de la vivienda. Una anciana de pequeña estatura, facciones exageradas y el cabello blanco asomó su cuerpo por la robusta puerta de madera. – No queremos nada.-le dijo la anciana, tan rápido como había aparecido, perdiéndose dentro de la casa con un estruendoso portazo.

Mérida se quedó estática en su lugar, sin saber muy bien qué hacer. Se limpió las lágrimas y parte del rostro con las mangas de su ropa, y sintió un jaloneo en uno de sus mechones. Pascal, que había salido del bolsillo para tratar de consolarla, le apuntaba desde su hombro a algún objeto arriba de sus cabezas. Levantó la mirada casi por reflejo, soltando un grito ahogado al notar aquel letrero que colgaba de la puerta.

"Sol y Luna, el hogar de los mejores tallados artesanales de osos que podrá encontrar en el mundo"

-¡Eso es!-gritó entusiasmada, tomando al camaleón con rapidez y plantándole un gran beso en la cabeza, para luego volver a dejarlo dentro de uno de sus bolsillos. Se aproximó a la puerta y comenzó a tocar con insistencia, importándole poco el levantar a alguna persona en medio de la noche. - ¡Abra, abra! ¡Por favor!

-¡No quiero nada!-se escuchó desde dentro.

-¡No soy una vendedora! ¡Quiero saber algo!

-¡Abrimos de nueve a doce y de dos a ocho!

-¡No, no es sobre osos de madera! – gritó con fuerza Mérida, arrugando la nariz por el idiota malentendido.

-¡Entonces no tenemos nada de qué hablar!

--Nada de que hablar, ¡gah!-el sonido de una voz mucho más extraña le hizo desistir mínimamente de patear la puerta. ¿Qué diablos había sido eso?

-Tú cállate, cuervo tonto.

-Por favor...- rogó Mérida, cansada de aporrear la puerta.-- ¡El destino me trajo aquí y no me iré hasta tener respuestas!-declaró con voz firme, retrocediendo unos pasos. Si tenía que derribar la puerta, lo haría. Tomó algo de carrera, y cuando iba a darse de lleno contra la madera maciza, la entrada cedió, haciéndola caer de bruces al suelo.

-¿El destino qué?-dijo la anciana, que obviamente no se esperaba ver como la joven de cabellos rojizos caía derecho en su limpio suelo. Las miles de figuras de madera temblaron por el impacto, y el cuervo negro que descansaba a un lado de la escoba de paja soltó un graznido terrible.- ¿Qué haces en mi piso?

La adolorida chica se levantó como pudo del suelo, tan rápido que la anciana le aplaudió disimuladamente la energía que tenía. Pascal, que casi había sido aplastado por Mérida, se tomó la cabeza aturdido por el golpe, mientras caía en la cuenta de un raro pajarraco lo observaba con gula.

-Yo...¡El destino! E-el destino me trajo aquí. – afirmó la joven.

-¿Y cómo sabes que fue el destino?-Mérida se contrajo en su lugar, no sabiendo qué responder. ¿Debería contarle de las lenguas de fuego azul que solo ella podía ver? ¡La tomarían por loca!-- ¿Te conozco, jovencita?-con una mirada suspicaz, la vieja inspeccionó con detalle a la muchacha. Ésta, al verse atrapada, se consoló pensando que su cabello no estaba del todo a la vista gracias al gorro que había tomado para ocultarlo. Sin embargo toda confianza y seguridad se fueron al caño cuando notó como sus rebeldes cabellos cubrían parte de su visión ( aun algo resentida por el escozor y las lágrimas), lo que significaba que su gorro había salido despedido por algún sitio de la desconocida casa.

-Y-yo...- balbuceó. Ésta vez si que había metido la pata. La anciana de seguro la reconocería de la televisión o los periódicos, donde su rostro hasta hace solo horas poblaba los medios de comunicación en su búsqueda.

-Por la Luna. ¡Una Dunbroch! ¡Fuera de mi propiedad, no quiero tener nada que ver con la alianza! – se horrorizó la vieja, haciendo que Mérida se descompusiera de solo escuchar aquellas palabras. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¡¿Por qué?!

-¡U-un momento! ¡¿Cómo sabe usted eso!? E-es decir...¡Ah, tiene que ayudarme!

-¡Solo soy una talladora de madera! ¡ Si no buscar un oso o un precioso porta retratos, te puedes ir marchando!

-¡Usted no entiende, por favor! ¡Necesito su ayuda! ¡Algo me trajo aquí! ¡El destino, fuegos mágicos, no lo sé! ¡Yo...S-solo...!-el tono tan entusiasta mezclado con la desesperación fue decayendo hasta dejar a la chica con una mueca de disgusto y tristeza. Ella no era una chica que llorase seguido. Al menos, no desde que se había enterado de su matrimonio arreglado, su destino marcado y lo infeliz que sería siendo atada a alguien que no amaba. Pero toda esa tristeza quedaba atrás cuando solo comparaba la desolación que la inundaba al recordar a Rapunzel. Al sentir su llamado, y no poder estar allí para protegerla. Apretó los puños con fuerza, y la determinación que la caracterizaba brilló en sus ojos. – Va a ayudarme. ¡Debe hacerlo!

-No sé que pretendes de mí, cariño. Ya te dije que soy una talladora de madera.

-Las luces mágicas me trajeron aquí.

-No sé de qué hablas.-se hizo la desentendida, nerviosamente gruñendo por lo bajo al notar que su cuervo gritaba un "Mentirosa, ack, mentirosa".-Mira, niña. Vete o...

-Compraré todo.—la sola frase hizo a la rústica casa y los objetos vibrar. La viejecita, que antes ignoraba olímpicamente a la pelirroja, se sobre saltó y frunció el ceño.

--¿Y con qué piensas pagar, querida?

-Sabe de mi familia. Podemos comprarlo todo. ¡E-es más, la nombraremos la talladora de madera oficial de nuestra familia! ¡Lo juro! – la viejecita pareció pensarlo un rato, y suspirar luego del tercer molesto intento de su cuervo por llamarle la atención y obligarla a aceptar.

-Tu familia no trae más que problemas, querida.-Mérida sonrió con esperanza al ver como la viejecita suspiraba, y con un rápido andar las luces comenzaban a prenderse en la rústica casa. – Pero uno no vive solo de "destino" y magia. – bufó, sentándose en una silla y chasqueando los dedos. Enseguida un libro voló a sus manos, haciendo que Mérida gritara.

-¿¡Qué fue eso!?-apuntó el libro casi pálida, sin entender qué rayos había presenciado. La viejecita enarcó una ceja y decidió no prestarle tanta atención.

-Magia, por supuesto. Vamos al punto. ¿Qué hechizo necesitas?

-¿He-hechizo? No quiero un hechizo. ¡Q-quiero respuestas!-la voz se le quebró por toda la información que recibía. Si bien tenía una curiosidad terrible por saber más sobre la magia, lo importante era averiguar porqué estaba allí, y cómo ayudaba ese encuentro a su causa de encontrar a Punzie. –Le compraré todo. Pero a cambio, responda mis preguntas. Sin trampas.

La viejecita suspiró hastiada, ya en su límite luego de escuchar a su estúpida mascota hacer ruido en medio de sus ojos tallados. Chasqueó los dedos y la escoba tomó viva, comenzando por apalear al pajarraco hasta encerrarlo dentro de un reducido armario.

-Bueno, qué bien. Uno no puede hacer magia donde talla madera.—comentó al pasar, ya más tranquila de tener una conversación a solas.

-Usted acaba de hacer magia trayendo ese libro...

-Eso es diferente.-se ofendió la mujer, arrugando el entrecejo y murmurando un "los niños de hoy no saben nada de magia básica".-Ahora dime, ¿qué trae a una Dunbroch ante mi?

Mérida se quedó en silencio un momento, rascándose la nuca incómoda, mientras una silla se movía sola hacia su dirección, invitándole a tomar asiento en frente de la mesa decorada y pequeña, con un mantel oscuro y el simple libro viejo en manos arrugadas.

-Secuestraron a mi amiga.

-La hija del sol, sí, lo vi. – se encogió de hombros la viejecita, haciendo que Mérida se exaltara.

-¿Hija del sol?

-Sí.-asintió sin entender la reacción de la muchacha. – Que mal guardián eres, pelirroja. Se supone que debes cuidarla, no dejar que se la lleven los locos. ¿Es que no te importa el orden natural de las cosas? ¿La estabilidad universal? ¿Tu alma gemela?

-¡¿Qué?! ¡Un m-momento! ¿De qué está hablando?

-...¿Del mismo tema de siempre? Ya sabes. Sol, Luna, guardianes...- ante la mirada incrédula y perdida de Mérida, la bruja impulsivamente golpeó la precaria mesa de madera con ambas palmas, levantándose de su asiento y dejando de lado el viejo libro que hasta entonces resguardaba.- ¿¡No sabes nada!? ¡Tus antepasados, niña! ¡Tu destino!

-Yo...No sé nada...

Notas finales:

El próximo capítulo al fin tendremos muchas respuestas sobre los libros y la relación entre los cuatro grandes <3 

Espero me sepan disculpar :'( 

Los amodoro <3 


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