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Mafia por mistdowner

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Notas del capitulo:

No puedo creer que pasó un año :'( 

Siendo sincera, pensé muchas veces en olvidar este fic y abandonarlo por completo. Pero han surgido varias cosas que me inspiraron a seguir con la obra, y me he propuesto ( además de haber prometido) que la terminaría. Es un trabajo gigante que me costará bastante esfuerzo, debido a que la historia era y es muy enredada y compleja. 

Varios asuntos y detalles se me olvidaron, y tengo que re leer y perfeccionar mis notas sobre lo escrito para retomar por completo el hilo de la historia.  

En fin, que disfruten el capítulo. Por favor lean las notas finales. 

-No sé en qué rayos estás pensando. Te lo repito, no me agrada.- su voz se oía seria, estricta  y profunda, realmente imponente. Cuando se dio cuenta de lo que sucedía, nuevamente su cuerpo no podía responder. Estaba en otro de esos extraños sueños, esta vez situado en un bosque profundo. El atardecer pintaba el cielo de sus hermosos colores cálidos, y la fiera figura de un joven de cabello negro, alto, musculoso e intimidante se encontraba delante suyo.

-No te metas en mis asuntos, vikingo.- la última palabra fue escupida con descaro, como si fuera el peor de los insultos. A pesar de que “ese” no era su cuerpo, pudo sentir el enojo subir por sus venas.

-Mor’du, Ruiponce no querría que…

-¡No la metas en esto!- de repente aquel desconocido lo empujó con una fuerza descomunal, haciéndolo caer a varios metros, casi como si hubiese sido rechazado por alguna especie de fuerza capaz de aventarlo por los aires. Todo dio vueltas por unos segundos, hasta que su desenfocada vista y sus oídos captaron el gruñido feroz de una bestia negra saliendo en su defensa.

-¡Toothless, chico, no! – se levantó tan rápido como pudo, tratando de evitar un desastre. Hiccup reconoció el nombre de su actual mascota con facilidad, quedándose desorientado hasta que su “cuerpo” sintió un escalofrío al notar con los ojos atentos al peligro, como el joven de cabellos negros y aura amenazante creaba con sus manos y de la nada un  arco y flecha luminosos en un color azul.- ¡Mor’du, baja eso!

El dragón negro que lo había protegido siseó con molestia abriendo la boca con obvias intenciones de atacar. Su mano tomó de entre sus ropas lo que parecía ser el mango de una espada, dispuesto a interceder, hasta que una repentina y armoniosa voz se escuchó de fondo, entre los árboles. El tal “Mor’du” se sobresaltó, y como si hubiera abandonado todo instinto asesino y molestia, deshizo aquella “magia” y buscó ansioso a la dueña de aquella voz.

-Ruiponce…- lo escuchó decir. Su semblante cambió, haciendo desaparecer el arco y flecha “mágicos” al instante, y sonriendo de manera tosca y nerviosa.  De entre algunos matorrales y plantas de hermosas flores, una muchacha de hermoso vestido púrpura, fina figura y encantadores ojos verdes apareció cargando una cesta con frutas.

-¡Aquí estas!- la joven, ajena a la pelea que había evitado solo por mera suerte, corrió a los fuertes brazos de quien minutos antes parecía ser el enemigo, sonriendo cálidamente y plantando un casto beso en sus labios. – Te estuve buscando por todos lados. Mi familia quiere que cenes con nosotros. ¡Debemos planear tantas cosas! ¿Eh? ¿Hiccup?

Su “yo” reaccionó al instante, apagando lo que parecía ser una espada de fuego en su mano, y soltando el aire que había estado aguantando por la presión. Toothless, de muy mala gana, gruñó una última advertencia en dirección a Mor’du y se alejó a paso lento. Era increíble, dioses. Un dragón negro por completo, de ojos verdes tóxicos y una montura que parecía estar diseñada para algún tipo de especialidad… ¿Montar dragones? ¡Qué locura! La muchacha, sin entender mucho lo que ocurría, llevó su confundida mirada al joven que la sostenía protectoramente entre sus brazos.

-No pasa nada. Hiccup y yo solo practicábamos. Cosas de hombres.- salvó la situación Mor’du, tal falsamente que Ruiponce no se vio por completo convencida. Sin embargo, y creyendo ciegamente en aquel tipo, terminó por aceptarlo y sonreír despreocupadamente.

-Siempre están practicando. ¡Falta tan poco para nuestra boda! Y tú aún no sabes bailar, cariño.- un ligero jalón en su brazo. Hiccup, desde aquellos ojos ajenos, pudo sentir lo incómodo de la sensación, esos penetrantes ojos negros observándole con advertencia, como si le prometiese que si llegaba a decir o comentar algo sobre el reciente desencuentro, lo pagaría caro.

Tristeza. ¿Por qué le dolía el pecho? Hiccup intentó entender ese sentimiento, esa sensación de traición comiéndole por dentro. Pero no pudo más que atribuir todo al extraño sueño que vivenciaba.

-Tranquila, amor. Está en nuestra sangre, lo harás bien. - una mirada de resentimiento nubló el cariño con el que veía a la hermosa chica, solo unos instantes, para posarla en él. Un mal presentimiento corrió por su “no cuerpo”, erizándole la piel y haciéndole rechistar.

-Como sea, me voy a buscar a…

-¡Ah! ¡Eso!- la rubia chica, tironeando de uno de los mechones alargados de su cabello, se mostró preocupada, y comenzó a gesticular. – Es que, bueno… Yo intenté hacer que se quedara para la gran cena, pero… Estaba triste… Y…

-¿Qué?

-Corrió. No pude hacer nada. Simplemente se enojó por alguna cosa que dije, quizás. ¡Lo siento tanto!- se disculpó la pobre muchacha, realmente afectada. Mor’du la atrajo contra su pecho y besó tiernamente sus cabellos, susurrando palabras de aliento y quién sabe que otra cosa. Al instante se vio a sí mismo montando el enorme dragón con esos extraños mecanismos, emprendiendo un vuelo rápido en busca de “aquella” persona.

El sol ya se ocultaba. Y la noche se hacía espesa. Siendo verano, algo de calor y humedad se pegaba en su piel, pero no le interesaba en lo más mínimo. Su fiel compañero trataba de localizar el aroma de la persona que buscaban, pero entre tantos licores, aromas frutales y personas, el pobre dragón se notaba harto de tener que dilucidar el camino correcto. Alzó la mirada al cielo: la enorme luna llena los iluminaba, aun en la más infinita oscuridad. Cerró los ojos, sintiendo la brisa veraniega contra su rostro. Su corazón latía dolorosamente, preocupado no solo por el necio de Mor’du, si no que también por aquella persona, su persona.

-¡Ah!- soltó un grito de sorpresa, cuando de repente el dragón negro apresuró el vuelo, animado, como si hubiera encontrado lo que tanto buscaba. Luego de unos minutos siguiendo el rastro de olor, llegaron a un extremo bastante alejado del bosque donde habían estado. Al parecer era la época de apareamiento de las luciérnagas, puesto que cientos de ellas volaban de un lado a otro, buscándose en medio de los árboles y las flores, aun en la penumbra. Se bajó del lomo del dragón, agradeciéndole con un pescado que sacó de una de las pequeñas cestas que colgaban a los costados del animal, y sin más retraso comenzó a caminar, casi guiado por una corazonada, al interior del claro que formaban los hermosos árboles.

Luego de caminar un rato, la inconfundible figura que tanto amaba llegó directo a sus ojos, recostada en la rama de un árbol, dejando caer tanto sus hermosas prendas azules y blancas, como sus albinos cabellos. Parecía murmurar un par de cosas a la Luna, con el cayado en mano y el ánimo realmente decaído. La sangre comenzó a correr con mayor fuerza dentro de su cuerpo, provocando una torpe sonrisa ansiosa. Internamente se preguntó si al fin podría conocer el rostro de aquella persona, lo cual solo aumentaba su emoción.

-Eres tan molesto…- le escuchó decir, sin dirigirle una mirada ni dignarse en bajar del árbol. Las luciérnagas bailaron a su alrededor, dándole un aspecto totalmente mágico al momento.

-Ruiponce me dijo que huiste.- dejó salir su “no” boca. La curiosidad lo mataba. ¿Por qué sentía tan familiar a aquella persona?

-Solo me sentí agobiado.- y finalmente, y esforzándose por verlo, la blanquecina piel bañada por los rayos de la luna, con unos hermosos ojos azules y profundos, resentidos de su sola presencia, chocaron con su mirada curiosa.

Sintió que todo cobraba un sentido extraño. Aun cuando sabía que era un sueño, que no conocía a aquella persona… Todo se le hizo completamente familiar. La garganta se le cerró, creando un estado de ansiedad terrible. La hermosa imagen, preciosa y etérea, tan adorable y misteriosa, se le hizo irreal.

-Podrías haberme llamado, sabes?- bromeó su “yo”, con un aire de diversión. “Él”, aquel joven de cabellos platinos,  gruñó algunas palabras imposibles de descifrar, antes de suspirar con resignación.- ¿No vas a bajar?

-No.- la respuesta fue simple, cortante, y al parecer graciosa, porque una risa nítida y agradable surgió de sus labios.

-Entonces subiré por ti. – exclamó como si nada, preparándose para subir el árbol en el cual el albino se encontraba montado.

-No nos soportará a los dos. Estás gordo.- comentó con cierta molestia, ensimismándose en la tarea de ignorarlo.

-No estoy gordo. Y si vamos a caer, caeremos los dos.- contestó algo indignado, sin embargo no le duró mucho, puesto que sonrió inevitablemente al segundo.

-Déjame solo. – ordenó con un tono de voz realmente serio, casi como una orden, ocultando el perfil que recelosamente había mostrado solo unos segundos. Su “yo” bufó con pesadez, pero no se desanimó. De un salto comenzó a escalar el árbol, haciendo que aquel muchacho se tensara. -¡ Te dije que quiero estar solo, maldición!

-No, no quieres. Te conozco, Jokul…- respondió con firmeza, mientras ponía un pie en la corteza e intentaba llegar hasta la rama gruesa en la que se encontraba el albino. Cuando al fin parecía haber llegado, “Jokul” bajó de un salto impresionante, casi como si volara, al suelo. Dejándolo solo arriba del árbol.- ¡Oye!

-Me voy.- con total indiferencia, Jokul comenzó a alejarse, como si no le importara el hecho de escuchar como él, al querer igualmente bajar del árbol, cayó torpemente al suelo.

Que suerte que era un sueño. El dolor de caer desde la rama más alta de un árbol hacia el suelo no era algo que quisiera sentir. Aun y con todo, “su” cuerpo se levantó como si nada del piso, y corrió detrás ( casi cojeando, puesto que esa extraña prótesis de metal en su pie no era muy cómoda) del albino, con la esperanza de retenerlo. Cuando pudo tomar su muñeca, Jokul dejó de caminar, aun sin dignarse en mirarlo a los ojos. Dentro suyo, sabía que algo andaba mal con él, por lo cual, lentamente, lo soltó. No quería terminar ( como ya era una costumbre) enterrado bajo una pila de nieve enorme o golpeado por su cayado.

-Jokul…- lo llamó suavemente, sintiendo el estremecimiento ajeno como si fuera el propio. Unos segundos de silencio entre ambos bastaron para que el albino de diera media vuelta realmente recompuesto, como si nada hubiera pasado, sonriendo ladinamente como solo él podía.

-No entiendo porqué haces tanto drama. ¿Es que no puedo estar solo unos minutos?

-Pasaron horas.- aclaró algo incómodo “Hiccup”, notando como su aporte a la conversación ponía de malas al Overland.

- ¿Y qué? Estoy bien por mi cuenta.

-Odias estar solo.- volvió a responder, con un tono confundido. No entendía qué diablos le sucedía.

-Pues hoy tuve ganas de estarlo solo. Como sea, volvamos. Rui debe de estar preocupada. – dicho como si nada, con poca importancia. Aunque Hiccup no entendía que rayos sucedía, el sueño vívido le daba la sensación de incertidumbre enorme, una urgencia desconocida.

-Estas triste.- Hiccup se sorprendió de sí mismo al ver que su “no” boca dejaba salir esas palabas. Jokul inmediatamente se puso a la defensiva, moviendo ese extraño palo de un lado a otro.

-¿Qué? Claro que no. ¿De dónde sacas eso? – su tono sonó indignado, mientras que sus ojos azules buscaban huir del contacto visual.

-Dime qué tienes…- siguió, esta vez mucho más comprensivo y dulce. Jokul lo miró por unos segundos fugaces, antes de mirar al cielo y suspirar.

-No tengo nada, son ideas tuyas.- se encogió de hombros Jokul, esta vez jugando con su cayado en una clara señal de que comenzaba a perder la paciencia. – Se hace de noche, vámonos.

-…Es por lo del compromiso, verdad?- con solo esas palabras, Hiccup pudo sentir como algo dentro suyo se removía con molestia, casi como si una presión triste y nostálgica golpeara su pecho sin piedad.

-Bien.- la postura del albino cambió a una más seria, completamente rígida. Se acomodó algunos cabellos largos detrás de la oreja, y con un desgano evidente decidió seguir.- Creo que esto no debería continuar.

-¿Disculpa?- la última frase dicha por el chico, de un parecido ridículo con Jack, quedó flotando en el aire, tensando la situación entre ambos a un punto doloroso. - ¿Me estas dejando?- se atrevió a preguntar, más por reflejo que por otra cosa.

-Hay que mantener los pies sobre la tierra, Hicc.- siguió Jokul, encogiéndose de hombros.- No lo hagas más difícil.- se notaba. O al menos, él lo notaba. El cómo “Jokul” con una frialdad que cualquiera podría haber tachado de verdadera y natural, se esforzaba por permanecer calmo y optimista. Pero no era así. Podía sentirlo.

-No, espera. ¿Qué diablos? – todo era confusión dentro de su cabeza. Las luciérnagas volaban de un lado a otro, ajenas al drama, mientras su cabeza seguía intentando comprender el cúmulo de sensaciones y pensamientos enredados que esa situación le producía.

La luna llena los iluminó con la natural belleza y vaga luminiscencia, en lo que los rasgos de Jokul se contraían en una indiferencia y resignación crueles.

-En dos semanas será la boda, y el eclipse. Luego de eso, ya sabes. Yo volveré a mis tierras, con mi gente, y tu volverás con los tuyos, y tu prometida. Fue divertido mientras duró, no?- una coqueta sonrisa nació de sus labios, a la vez que sus ojos intentaban parecer alegres y típicamente despreocupados. – Pero es lo mejor dejarlo así. Sabes que no es posible. Estos sentimientos no pueden…

-Cásate conmigo.

…¿Qué acababa de decir? Su “yo” interno sintió sin retardo como la sangre empezaba a llenarle el rostro. Pero una irreparable disociación entre lo que él sentía y su no cuerpo realizaba, era lo que más se demostraba. Su “otro yo” estaba decidido. Estaba completamente seguro, de algún modo, que no mostraba vacilación en sus gestos o actitud.

Y por dentro, sin embargo, el moría de vergüenza.

-¿Q-qué?- la expresión de sorpresa y confusión del joven delante suyo fue exquisita. Como una montaña rusa de emociones, Jokul pasó de estar totalmente desorientado al enojo puro. Desde sus ojos abiertos del impacto, pasando por una descomposición rápida en caída libre hacia la indignación.

-Si eso es lo que te preocupa, entonces cásate conmigo. – explicó aquella boca que no era la propia. Hiccup quería morir. Su otro “yo” era un demente. ¿Qué diablos estaba pasando? ¡No podías proponerle matrimonio a alguien así como así! – encontraremos la manera de estar juntos. No tienes que estar triste por ello.- “Él” intentó tomar una de las manos de Jokul. Sin embargo este se retiró bruscamente, como si el contacto con su piel fuese algo merecedor de las más terribles penas de muerte.

-No estoy triste.- se apresuró en aclarar el albino, retrocediendo unos pasos. – Y estás loco, Hiccup. Tú ya tienes una prometida. La familia Hofferson te arrancaría la cabeza si acaso rechazases a la primogénita. – hubo una pausa. Jokul suspiró y se llevó una mano a los cabellos. Aquello parecía estarle sacando de sus cabales. - Olvidemos que esto pasó y volvamos, quizás lleguemos a la ce…

-Jokul…- lo llamó. Su tono, suplicante y lleno de ternura, conmovió al albino, quien trago en seco y se puso a la defensiva.

-No, no. Nada de “Jokul”- interpuso una mano entre él y su cuerpo, distanciándolos y procurando quedarse así. Se podía palpar la frustración en sus ojos, en el ligero temblor de sus manos, en lo fruncido de sus labios. Ya no podía fingir, era claro. - Hiccup, renací como un hombre.- declaró. - ¡Como un hombre, un hombre!- repitió a los gritos. Esta vez era claro que estaba dejando salir por completo su frustración. - ¡No haces esto más fácil, maldición!

-No me importa que seas un hombre.- lo dijo con completa sinceridad. Jokul vaciló unos segundos, para luego endurecer nuevamente su semblante y golpear en la cabeza a Hiccup con el largo palo que tenía en la mano.

-¡Eres un idiota! ¿No lo entiendes? No podría darte hijos. Ya deja este romance de lado.- Aspiró aire con necesidad.- Quizás en vidas pasadas fui una chica. Pero en esta no. Simplemente déjame en paz, hagamos de cuenta que esto no pasó.

-No.- se apresuró a contestar él, tranquilo, como si el golpe en la cabeza no le hubiera dolido. – No quiero hijos, te quiero a ti.- estaba tranquilo, decidido, como si ignorase todas y cada una de las cuestiones que obstaculizaban su relación con aquel muchacho.

No le importaba. Y aunque rayase en lo demencial y egoísta digno de un despreocupado joven irresponsable y caprichoso, no había otra salida. Sus sentimientos y felicidad, más aún, estaba seguro, los sentimientos, vida y destino de a quien tanto amaba estaban en juego. Siendo así, aunque su familia lo odiase, aunque perdiera la vida, el honor o los importantes cargos que ostentaba… Quería estar con él. A pesar de que no pudiera criar niños y dejar descendencia. Aun si Astrid lo detestaba de por vida. Aun si los Overland lo condenaban.

Nada era más importante que Jokul.No importaba cuanto negase ese hecho, o cuanto suspirase tratando de ser lógico y sereno ante la situación. Solo podía desearlo, amarlo, querer estar con él.

-¡Entiende que…! ¡Ah!- un grito salió de su garganta al verse empujado de la nada, por la espalda, en dirección a los brazos de Hiccup. Toothless, harto de tanto drama, se había escabullido aprovechando que ambos humanos estaban tan metidos en la conversación, para quedarse detrás de Jokul y empujarlo de manera algo brusca hacia el castaño. Ni lento ni perezoso, Hiccup lo abrazó como un oso, firmemente. Jokul ahogó un grito y comenzó a repartir tirones de cabello y empujones para intentar safarse de los brazos ajenos. Pero no conseguía más que provocar risas en Hiccup. - ¿¡De qué te ríes!? ¡Suéltame, suéltame!

-Te amo.

-¡Cállate!- la palma de una mano se estrelló contra la mejilla de Jokul. Hiccup rió al darse cuenta de cómo las mejillas del chico estaban tan fuertemente coloreadas de rojo que incluso en la tenue luz de la luna, podía notarse. – No me importa. ¡Suéltame o te congelo los mocos!

Hiccup volvió a reír. Jokul intentó convertir en realidad lo que había dicho, pero la cálida piel del castaño impidió que la escarcha y hielo se formaran. El albino bufó exasperado y volvió a intentar crear hielo con sus manos en el rostro de Hiccup. Pero solo logro empaparlos a ambos, puesto que a pesar de que sí creó hielo, se derritió al instante. Maldito Haddock sangre de dragón.

Entre el forcejeo, Hiccup aprovechó la cercanía para evadir las heladas manos de su amante rebelde y plantarle un beso en la frente. Aquello tomó por sorpresa a Jokul, quien paulatinamente dejó de pelear. El más alto soltó un suspiro aliviado y abrazó de manera más cómoda el delgado cuerpo del albino.

-Te amo.- repitió cerrando los ojos, aspirando la esencia quien amaba.

-Eres un insensato.- se quejó Jokul con el rostro escondido en el pecho ajeno. Hiccup sonrió y le acarició los cabellos lentamente.

-Mira quien habla.- se burló, en lo que sentía un pellizco que le hizo quejarse ligeramente.- ¡Jokul!

-¿Qué?- preguntó el aludido, fingiendo inocencia y alzándose de hombros.

-No tienes remedio.- y como si la paz luego de aquella pelea se hubiera instaurado entre ambos, Hiccup se permitió besar los suaves cabellos de su pareja, acariciándolo y suspirando. Jokul tembló por el roce de las manos ajenas contra la sensible piel de sus orejas, escondiendo aun más el rostro. Joder, parecía tanto una dama avergonzada… Sin quererlo, el torrente profundo y caudaloso de sentimientos que había estado reteniendo salió a flote. Los ojos se le aguaron y en una extraña mezcla de culpa, paz y aceptación,  correspondió el abrazo.

Estuvieron mimándose por espacio de unos minutos, aburriendo al fin a Toothless quien se alejó para jugar con luciérnagas.  Hasta que Haddock rompió el silencio.

-¿Jokul?...- preguntó en medio del silencio de la noche. – ¿Si te casarás conmigo?

La pregunta fue vergonzosa en un límite absurdo. Jokul se contrajo en su sitio y se alejó sin previo aviso de los brazos de Hiccup, sin que este pudiera retenerlo a tiempo.

-¿¡Hablabas en serio!?

Notas finales:

¡Importante! 

Este es el inicio de una serie de especiales que contarán la historia de la anterior generación de los cuatro grandes. No sé cuantos sean, aunque planeo hacer unos cuatro o cinco en los cuales les contaré detalles de la vida de estos personajes, sus relaciones y cómo terminaron en un enorme desastre (o eso pretendo, quizás deje tal información  para más adelante ¡todo me es tan incierto!)

Este primer especial es en base a los sueños que nuestro Hiccup tiene. Sin embargo los siguientes no tendrán nada que ver con sueños. Serán solo para que ustedes entiendan el contexto, las profecías, el tema de las brujas ancestrales, etc. 

Nos leemos <3 


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