I
Mantuvo su vista fija en el sol, tan cálido, distante, hermoso, e imposible de alcanzar, se le hacía extraño su fascinación por ese astro, no recordaba desde cuando se empezó a sentir atraído por él, después de todo la mayoría prefería a la luna, bella, solitaria, con su luz tenue, pero atrayente.
Sencillamente escogería al Sol por encima de la Luna, sin él no se podría apreciar la belleza de la naturaleza, no podrías escuchar esos sonidos que te daban a entender que estabas vivo. Cada vez que pequeños rayos de Sol golpeaban suavemente en su rostro hacia que se sintiera renovado, lleno de una extraña fuerza y vitalidad que eran totalmente indescriptible.
Sonrió suavemente pensar eso, no tenía remedio, simplemente amaba a la cálida luz del Sol. Alzó la vista hacia al firmamento y se percató que en unas pocas horas comenzaría el atardecer, no le quedo de otra que sacar sus grandes alas y comenzó su ida de vuelta al Cielo, al lugar al que debería considerar su hogar.
Al llegar escondió sus alas, estas eran blancas lo raro era que tenían tonos dorados en la parte inferior, muchos de sus camaradas le decían que eran totalmente hermosas, otros que eran extrañas, pero él las consideraba únicas, le reconfortaba ver ese peculiar tono.
Comenzó a caminar por las calles de cristal, cuanto tiempo había transcurrido desde que comenzó a sentir que esas calles eran frías, amaba bajar a la tierra y sentir la calidez que el Sol le brindaba, comenzaba a sentir que su existencia era monótona. Era cierto que se regocijaba al cumplir con los mandatos del Creador, pero el cielo ya no era un lugar en el que quería permanecer por toda la eternidad.
Contemplo a los ángeles que caminaban por allí, suspiró y dirigió sus pasos hacia la Torre de La Revolución, seguramente tener una animada platica con Kaito le mejoraría el ánimo.
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Abrió la gran puerta de topacio y entro al inmenso edificio hecho con cristal, nunca le prestaba atención a la decoración, el único lugar que le gustaba era la biblioteca, la calma y tranquilidad estaba presente allí, dirigió sus pasos a ese lugar, seguramente allí estaría él.
Sentado en un sillón y con un libro en la mano estaba Kaito, totalmente relajado, pero despego su vista del libro cuando escucho como la puerta era abierta y rápidamente cerrada.
—¿Qué sucede? –pregunto volviendo a prestarle atención al libro.
—¿Por qué crees que sucede algo? –inquirió Zero.
Dicho esto, agarro un libro aleatoriamente y se sentó en un sillón cercano, abrió el libro, se trataba sobre la guerra santa.
—Siempre que tienes que pensar y despegar tu mente vienes aquí, responde eso a tu pregunta Zero. –dijo.
Se quedó pensando, era cierto lo que decía Kaito, desde cuándo se había vuelto predecible, posiblemente desde que comenzó a sentirse más a gusto en la Tierra que en el Cielo, simplemente el anhelo de estar en el mundo de los humanos era muy fuerte, algo que había allí le atraída, pero no sabía que era, volvió su vista al libro que hablaba sobre la guerra con los demonios, era cierto, lo mismo le sucedía cuando trataba de recordar ese suceso, no podía recordar nada, su mente parecía llena de un neblina que no le permitía ver más allá.
—El que calla otorga Zero –exclamo Kaito, al ver que Zero no había contradicho sus afirmaciones.
Esto pareció sacarlo de su trance.
—Kaito, tu recuerdas algo sobre la guerra –inquirió tranquilamente.
—A qué viene esa pregunta –en ese momento dirigió su mirada hacia Zero y observo el libro que tenía en sus manos —Nadie recuerda eso Zero, según lo que he escuchado, perdimos a muchos de nuestros camaradas, el Creador al ver lo afligidos que estábamos en ese entonces decidió que lo mejor era que no recordáramos nada de lo sucedido, el único que no quiso olvidar fue Yagari, todos lo demás aceptamos la propuesta del Creador.
Su maestro Yagari era el único que sabía lo que realmentesucedió en esa guerra, algunos libros relatan lo que sucedió, pero el testigo verdadero era Yagari. Pero ¿por qué él no quiso olvidar?, lo que recuerda debe ser realmente devastador, de todos los ángeles, él es el único que desprende melancolía, puedes ver el dolor reflejado en sus profundos ojos azules.
—Lo que quiere decir que somos unos cobardes que no podíamos llevar el peso de la perdida. –afirmó Zero.
—Posiblemente tengas razón, pero no nos juzgues ni te juzgues a ti mismo, somos ignorantes de eso, si deseábamos olvidar debe haber una razón, no todos somos tan valientes como nuestro maestro.
—Pensaba que tu no le tenías miedo a nada. – dijo.
—No le temo a nada, este Kaito que ves no le teme a nada, pero el del pasado posiblemente sí. Yo también como tu quería saber lo que ocurrió en la guerra, por lo que le pregunte a Yagari, todavía recuerdo lo que me dijo “Créeme cuando te digo que es mejor que te mantengas ignorante de lo sucedido, si pudieras acceder a tus recuerdos, bajarías al mundo de los demonios y les rogarías que te mataran” desde entonces no pienso en eso.