Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Caminando entre dragones por Kaiku_kun

[Reviews - 39]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Ya volvemos con el yuri jeje espero que os guste el capítulo, y esperad mucho drama y risa jaja

12. Kobayashi y el mundo salvaje

 

Nada más cruzar el primer rayo de sol por la cara de Kobayashi, se levantó. Se notaba descansada físicamente, pero no se encontraba de buen humor. Se había despertado varias veces durante la noche con pesadillas sobre Kanna.

Cada vez le sabía peor estar así con ella. Si Kanna al final tenía el valor de acercarse y preguntarle, tal como Tohru le había recomendado la noche anterior, las dos se sentirían mucho mejor. Por lo menos Kobayashi podría expresar sus sentimientos de una forma natural.

Eso no sucedió inmediatamente.

La humana se levantó para dar una vuelta por el campamento improvisado, sabiendo que no podía fiarse demasiado de la naturaleza que le rodeaba. Tocó con cautela un árbol que parecía muy robusto, casi cerrando los ojos, pero no pasó nada.

—Supongo que Midgard tampoco sorprende tanto. Aunque después de aquel postre que hizo Tohru para el concurso…

Nada más pensar en ese bicho extrañamente amoroso con aspecto de chuchería quitó la mano del árbol y volvió hasta su saco de dormir. Al cabo de unos minutos los dragones empezaron a despertar, estirando sus extremidades de forma humana. Tohru fue la primera. Su desayuno desapareció rápidamente entre sus fauces, momento en el que su chica pensó en algo:

—¿Cómo es que coméis usando vuestra forma humana? ¿No os quedáis con hambre?

—Es que la adaptación que hacemos al cuerpo humana es real. Comemos lo que nuestra forma humana necesita.

—Pues qué lujo, ¿no? Así no cargáis con comida ni necesitáis comeros media ciudad.

—Oh, vamos, eso solamente lo hizo Fafnir una vez, el resto no somos así. —Kobayashi puso cara de terror al saberlo, ella que solamente lo había dicho para reírse un poco…—. Pero sí, es muy útil, aunque también nos hace más débiles si pasamos mucho tiempo bajo esta forma.

—Creo que eso ya me lo dijiste.

—Puede. Por eso me va bien tener mi forma habitual de vez en cuando.

Mientras los otros desayunaban, Tohru propuso a Kobayashi dar un paseo por el bosque. Ella aceptó, contenta sin razón aparente.

—Tengo ganas de enseñarte cosas de mi mundo —lo justificó Tohru. Luego dudó un instante—. ¿Puedo… cogerte de la mano?

En vez de contestar, Kobayashi se avanzó y lo hizo, sonriendo. Ella siempre agradecía el cuidado que tenía la dragona con el espacio de la pelirroja, así que prefería demostrarle qué cosas sí podía hacer. Tohru estaría (y realmente lo estaba) encantada de la vida.

Pasearon un rato entre los árboles. Tohru le contaba cosas de algunas especies que conocía y que había traído a la Tierra alguna vez. Kobayashi tenía recuerdos agridulces de las veces que una especie no terrícola aparecía en su casa y le daba un susto de muerte. Verlas en su medio natural le resultaba extrañamente inofensivo, pero sabía que era una visión engañosa.

Al cabo de poco se detuvieron delante de un árbol frutal enorme, con unos frutos parecidos a un tomate “cherry” de forma y color.

—¡Hala, mira! ¡Qué bonitos están los frutos! ¿Quieres coger una?

—Bueno, mientras no me pase nada…

Kobayashi se acercó con cautela a uno de los frutos, con Tohru observando a su espalda.

—Cógela como si lo hicieras con una pinza, por los lados.

—Vale.

Prefirió no preguntar por qué, aunque dio igual, porque nada más arrancarla del árbol, una boquita pequeñita salió del fruto y probó desesperadamente de morder lo que tenía delante.

—¡¡Uaaah!! —gritó la pobre humana, soltando el fruto—. ¡¡Tohru!!

Ella estaba tronchándose de la risa, diciendo que jamás olvidaría ese tipo de fruto. De mientras, lo cogió como ella misma había dicho y se la acercó un poco a Kobayashi.

—Mira, esto es una Baya Mordedora —le explicó Tohru, riéndose un poco aún.

—Qué original.

—Sí, bueno, es lo que hay. Mira, si le acaricias la parte de encima de la boca con un dedo…

Y lo hizo. Entonces toda la capa roja externa se deshizo sola, con la boca incluida, y cayó al suelo como una hoja. El fruto que quedaba era de un color rosáceo muy apetecible. Tohru partió el fruto en dos y le dio una parte a Kobayashi.

—También te acordarás de la Baya Mordedora por su sabor —le dijo.

En vista de que no había más peligros, Kobayashi se la comió. Era parecido a comer una cereza, era jugoso y blandito, como relleno de zumo, pero sin hueso. Y tenía sabor… ¡a fresas con nata!

—¡Hala!

—¡Te lo dije! Tiene un sabor peculiar y dulzón que es para comerse todo el árbol.

—¡Seguro! —Luego se miró la cáscara, que seguía revolviéndose en la hierba, entre mordiscos—. ¿Y qué le pasará a esta cáscara?

—Oh, mira, es genial.

Tohru cogió la cáscara y la puso encima de otro fruto que parecía que no tenía ese color rojo intenso. Debía de ser un fruto reciente. La cáscara viva envolvió a ese fruto distinto al resto y la boca desapareció.

—¿Es una cáscara reutilizable?

—Lo es. Cuando los frutos son maduros y están a punto de caer, las cáscaras lo notan y se separan del fruto para buscar a otro que esté creciendo aún.

—Es maravilloso, es como si fueran madres. —El comentario le salió sin querer, y no pudo evitar recordar la voz dolida de Kanna, durante la noche anterior. Procuró no entristecerse, por un momento tierno que tenía con Tohru.

—¿Verdad?

La sonrisa agradable de Tohru la tranquilizó un poco, pero seguía algo angustiada. Se vio obligada a distraerse cuando la dragona la arrastró por medio bosque enseñándole plantas, hasta que Kobayashi misma se encontró un maravilloso prado de flores altas, alargadas, de color amarillo. Parecían lirios, pero a saber qué eran en Midgard. Cuando Tohru se puso a su lado le confirmó sus temores:

—Mejor no te acerques mucho a ellas. Las llamamos Ladronas de Aire.

—¿Y eso? Son muy bonitas.

—Y esa debe ser su apariencia pero, mira, ¿ves esos hilillos blanquecinos? —Señaló una especie de gusano de aire alargado que iba del cuerpo de Kobayashi a la primera de las flores—. Es parte de tu oxígeno, que está siendo absorbido por la flor.

—¡Joder, eso da miedo! 

—Es una forma que tienen de crecer más rápido. Absorben el aire al alrededor de cuerpos más grandes que ellas. Una sola es inofensiva, pero imagínate si te caes de mi lomo en el centro de la pradera, que está llena de ellas.

—Sería como morir ahogada… —Instintivamente dio un paso atrás. El hilillo de aire se deshizo un poco, pero no del todo.

—En menos de dos minutos estarías agonizando.

—Será mejor que volvamos. He tenido suficiente naturaleza por ahora.

—¡De acuerdo! —exclamó Tohru, animada, como si esa pradera de los horrores no existiera. Le cogió la mano a Kobayashi y, aunque era más alta, apoyó su cabeza en el hombro de su novia. A ella no le molestó, al contrario, sonrió apaciblemente, olvidando también esa pradera—. ¿Te ha gustado la excursión?

—Me ha encantado, gracias —le dijo Kobayashi, sin dejar de sonreír, y le plantó un beso en la cabeza.

—Oh, y un besito de regalo… ¡No puedo ser más feliz!

Kobayashi rio levemente, sobre todo al imaginar la cara de asco que pondría Fafnir si les encontraba así. Qué lejos quedaba ese tiempo en el que rechazaba totalmente ese tipo de contacto… No es que le gustara más ahora, pero había algo que la impulsaba a hacerlo, y ese “algo” sí que le gustaba. Además, era Tohru, ella era especial.

Cuando llegaron al campamento (gracias al maravilloso sentido de la orientación para dragones de Tohru) ya caminaban normal, sin tanta pegajosidad. Allí, todos estaban despiertos. Fafnir desayunaba en silencio mirando las cenizas del fuego de la noche anterior. Lucoa y Kanna estaban hablando, pero callaron cuando llegó la pareja.

—Buenos días —les saludó Lucoa.

—¿Qué tal habéis dormido?

—Bien.

Una conversación formal que se alargó un buen rato gracias a la incomodidad entre Kanna y Kobayashi.

Ninguna de las dos encontró el momento adecuado para hablar. Todos estaban atareados haciendo planes, encontrando la ruta y esperando no encontrarse con dragones del Orden. De hecho, nada más acabar eso, levantaron de nuevo el vuelo y Kobayashi no volvió a pensar en lo que le diría a Kanna hasta aterrizar de nuevo.

Y es que estar allí arriba era maravilloso. No hacía frío, porque el cuerpo de Tohru era como tener una estufa a temperatura regulable todo el tiempo; tenía unas vistas espectaculares, siempre había algo por ver aunque, si veía una pradera, recordaba la de las Ladronas de Aire y se fijaba para ver que no fueran esas malditas flores las que estaba viendo; los dragones de vez en cuando se aburrían de simplemente volar y hacían travesuras en el aire (en especial Kanna, que se le daba muy bien) y podía admirar cómo se movían las criaturas. Por suerte, a Tohru no se le ocurrió hacer ningún looping, porque ya podría decir adiós a su novia (aunque seguro que la cogería literalmente al vuelo).

Pese a todo, Kobayashi tuvo tiempo de dormir un poco y de pensar en encontrar un buen momento para hablar con Kanna. Le resultaría difícil, con tantos dragones siempre cerca.

Cuando se hizo el atardecer, y cuando ya hacía rato que habían comido, decidieron que era buena hora para aterrizar de nuevo. Esa vez se encontraron las ruinas de un castillo humano cerca de un lago, así que decidieron pasar la noche allí.

—Esta vez no podemos hacer fuego —comentó Tohru—. Y tampoco deberíamos acercarnos al lago. Es una zona demasiado visible para los humanos, y les gusta andar entre las ruinas.

—Bien.

A Kobayashi no le preocupó, porque el saco de dormir tapaba muy bien, los dragones dormían sin nada que les protegiera del frío y con una pequeña llamita de cualquiera de los dragones podría escalfar la comida, si era necesario.

Se puso a pasear entre las ruinas, por las zonas donde no fuera visible. Había escaleras truncadas, techos a medio desmoronar, un montón de habitaciones e infinidad de agujeros, grandes y pequeños. Parecía que ese castillo había sufrido muchos ataques. Se preguntó si los dragones tendrían algo que ver.

—Kobayashi. —Hablando de dragones…

—Hola, Kanna.

La pequeña se acercó con cautela a su madre adoptiva, que no sabía exactamente qué cara poner.

—¿No quieres ser mi madre? —preguntó Kanna, directamente.

—Sí lo quiero, pero es que… ¿Por qué no me lo pediste? —Kanna bajó la cabeza, intimidada y afligida—. Te hubiera dicho que sí. No es como si fuera un gran cambio.

—Es que… no quería estar sin ti en la fiesta.

—Y lo comprendo —dijo, alzando sin querer un poco la voz y acelerando sus palabras—, pero me hubiera gustado tener opción de decidir lo que quería yo, por una vez.

—Lo-lo siento…

—Todo lo que he hecho desde que vosotras vinisteis a vivir conmigo ha sido haceros caso, trabajar todo lo que podía para tener dinero y pasar más tiempo en casa. ¡Y quiero todo eso! Pero también quiero que se me pregunten las cosas, no solamente forzada a hacer lo que os guste. —Había explotado, casi sin darse cuenta. Entonces miró a Kanna de nuevo, como aterrizando. Ella estaba llorando. Inmediatamente le supo mal haber dicho todo eso, aunque fuera lógico y lo que pensaba. Kobayashi abrazó a la niña, que se aferró a ella con fuerza, llorando algo más fuerte—. Lo siento… No quería gritar. Todo va a estar bien, sólo necesito que se me pase el enfado.

Kobayashi pensó que su pequeña huiría en ese momento, pero no, simplemente se quedó abrazada a ella, intentando calmarse.

—M-me portaré mejor —dijo Kanna, separándose un poquito para mirar a su madre adoptiva. Su cuerpo aún iba soltando hipo involuntariamente.

—Seguro que sí —le sonrió Kobayashi, poniéndose a su nivel. La volvió a abrazar—. No me veo capaz de separarme de ti, y menos por esto.

Se quedaron un buen rato así. En secreto, Tohru les estaba observando, con mirada cariñosa. Ella había oído casi toda la conversación y se había encontrado con que Kobayashi tenía razón. Tanto Kanna como ella a veces hacían cosas sin preguntar qué le parecía. Le supo mal, así que se hizo una promesa a sí misma de tener más en cuenta a Kobayashi, especialmente en momentos importantes como el de Kanna.

Cuando Kanna y Kobayashi volvieron para cenar, nadie les dijo nada. Lucoa y Tohru sonrieron apaciblemente, notando que el ambiente estaba más relajado y se pusieron a hablar entre ellas sobre cuántas personas habría devorado Fafnir protegiendo su tesoro.

Conversación que asqueó enormemente a la única humana del grupo. No se atrevió a comer nada, no fuera a ser que lo vomitara todo.

—Tranquila, Kobayashi. Yo nunca me comeré a ningún humano —le dijo Kanna, en tono compasivo e inocente. Kobayashi no se atrevió a responder.

Notas finales:

Espero que os haya gustado :) ya sabéis dónde encontrarme :)


Alguien ha leído “El Mar de los Trolls” de Nancy Farmer? Si alguien lo ha hecho, habrá reconocido unas de esas plantas que he mencionado en este capítulo jeje aunque las he cambiado un poquitín.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).