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Caminando entre dragones por Kaiku_kun

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Notas del capitulo:

¡Mis enormes disculpas por la demora! He estado acabando otros fics bastante más antiguos XD por fin os traigo este, espero que os guste y comentad :) me encanta que me habléis :)

15. En el fin del mundo

 

Desde la aparición de Iruru, todo lo que habían hecho había sido sobrevolar agua. Un mar inmenso. Tardaron todo un día de vuelo rápido en cruzarlo. Cuando llegaban, vieron barcos humanos zarpando justo en la dirección contraria.

—¿Se van los humanos? —preguntó Kobayashi.

—También hay elfos —añadió Fafnir, demostrando de nuevo su gran capacidad de observación.

—Deben haber notado nuestra presencia. O puede que un dragón del Orden benevolente les haya advertido que habría muchos dragones en breve.

—¿Los dragones del Orden hablan con los humanos? Pensaba que todos erais enemigos.

—Algunos de ellos consiguen contactar con los humanos y tienen cierta confianza. Pero bueno, que no sé si han sido ellos.

Kobayashi sintió algo de pena por esa huida masiva. Supuso que a ellos no les podrían ver, por su bloqueo de percepción. También se hizo la pregunta de si realmente estaban en el fin del mundo. Parecía que más allá seguía habiendo agua, lo que era un planeta normal, vamos.

La naturaleza de Midgard respondió a su pregunta casi al instante. Cuando ya quedaba apenas un kilómetro, el mar desapareció, como si la esfera del mundo acabara antes y la isla flotara en el infinito. Todo se oscureció como si se tratara de una noche estrellada, con esa isla totalmente liberada de su mar, y, al fondo, una enorme raíz hizo acto de presencia.

—Hala… Es precioso —susurró Kobayashi—. ¿Esa raíz es…?

—Una de las grandes ramas de Yggdrassil. En Midgard se pueden encontrar varias de ellas, al ser el centro del árbol. Echa un vistazo a tu espalda.

Kobayashi casi se cae del sofá-escama cuando vio, más allá del horizonte de Midgard, el enorme tronco principal del Fresno Eterno. Alzando a la cabeza, el tronco desaparecía, pero ya se veía lo suficientemente imponente solamente en ese trozo.

—Aterricemos —comunicó Tohru al resto de dragones—. Los demás están cerca.

En tierra, la luz diurna y el mar volvieron… parcialmente. Parecía como si amaneciera eternamente y el mar brillara con miles de estrellas en su fondo. Kobayashi metió un dedo en el mar y sí, existía. No sabía que existiera tal concepto de “el fin del mundo”. Ella que pensaba que acabaría como un mundo plano, como pensaban en la Edad Media.

—No creo que vuelvas a ver algo así —dijo algo apenada Tohru—. Solo existen dos puntos como este en Midgard.

—A ver si adivino: son dos polos puestos.

—Has acertado —intervino Lucoa—. No son como el polo norte y el polo sur de tu mundo, más bien es como… la figura geométrica de un rombe.

—¿Un rombe? —repitió la humana, extrañada.

—Sí. Como más cerca de las puntas, menos parte del mundo es. Por eso el agua y las estrellas se mezclan en este punto.

Eso daba una explicación bastante buena de lo que sucedía. Y mientras los otros dragones usaban sus sensores para encontrar al resto de sus congéneres, Kobayashi llamó a Kanna.

—Mira esto, ¿a que es bonito?

—Sí.

Kobayashi vio el reflejo de su hija en el agua (¡ay, qué raro se le hacía pronunciar “hija” en su mente!) y la abrazó con ternura, desde la espalda. Pero Kanna desvirtuó totalmente el momento tierno sacando un cangrejo con más patas de la cuenta y engulléndolo todo enterito.

—¡Pobre animal!

—¿Tengo derecho a alimentarme, no?

La humana se rio un poco. Le seguía pareciendo extraño, pero la forma de hacer de Kanna le gustaba mucho. Y no dejaba de tener razón, al fin y al cabo.

La escena fue interrumpida por Lucoa, que les avisó de que se ponían en marcha.

Kobayashi no supo cuánto tiempo anduvieron. A ella le pareció que eran minutos, no más de quince, quizás, pero los dragones se mostraron cansados y aliviados cuando encontraron una enorme barrera que transmitía malas vibraciones a la humana.

—¿Seguro que es por aquí? —dudó.

—No es que sea “por aquí” es que ¡es aquí! Este es el bloqueo de percepción creado por los dragones más fuertes del mundo.

—Probablemente por eso los humanos han huido despavoridos —se burló Fafnir, sin mover un músculo de su cara que indicara una sonrisa—. Este tipo de bloqueo de percepción transmite energía negativa a todos los intrusos, a kilómetros de distancia.

—Se pasa estando dentro, tranquila —le aseguró Tohru.

Y cruzaron el bloqueo haciendo un pequeño boquete. Ante ellos se abrió una llanura kilométrica, vacía de toda vegetación, solamente hierba.

—Ay, dios, voy a morir —susurró Kobayashi.

Había CENTENARES de dragones allí. Los más cercanos detectaron inmediatamente la presencia de los recién llegados. La humana ya estaba pensando que la calcinarían inmediatamente solamente por estar allí y ser humana, pero no. Todos aquellos que se habían girado a observar, esperaban expectantes a que sucediera algo.

—¿Por qué nos miran?

—Ah, bueno, es que es mucha energía nueva entrando de golpe. Nos están reconociendo.

Kobayashi solamente podía ver caras cabreadas, nada de reconocimiento. Estaba esperando encontrar alguna cara conocida, la verdad. Aquello parecía la fiesta de los cerezos en Tokio, versión XXL.

—Vamos a buscar un sitio, venga.

El grupo caminó en silencio, muchas veces ignorando a los dragones, algunas de ellas saludando. Llegado un punto, Lucoa se transformó en dragón y se fue, sin decir nada. Tohru explicó a Kobayashi que, ya que Lucoa había sido exiliada por su mal comportamiento y que solamente podría ver a los suyos durante la fiesta, aprovecharía el momento.

—Oh, entiendo. Espero que le vaya bien.

—Bueno, pese al exilio siguen siendo amigos. Es lo bueno de ser un dragón neutral, se centran en lo bueno si la situación lo requiere.

—Y nosotros ¿a dónde vamos?

—A encontrarnos con mi padre y con el gran dragón del Caos.

—Ya me dan arcadas de los nervios…

Y entonces, Kanna también echó a volar. Tohru y Fafnir consideraron que era buena idea (con lo grande que era ese sitio), y la imitaron. Evidentemente, Tohru dejó que su novia se montara en ella.

—Oye… ¿todos son dragones aquí?

—No, no todos. La facción neutral suele tener contacto con las otras especies y muchas veces invita a los más allegados a la fiesta. No es algo exclusivo de dragones. Auðumbla es la madre de Todo, al fin y al cabo.

Entonces buscó en la dirección hacia donde se había ido Lucoa y curiosamente la localizó. Visto desde el cielo, la llanura no era tan grande y podían verse los tres grandes grupos (las facciones) con pequeñas divisiones internas. Lucoa estaba como ligeramente fuera de su facción, hablando con alguien del tamaño de un humano.

—Pasaremos cerca de ella, no te preocupes. Tenemos que cruzar la llanura hasta encontrarnos con nuestros compañeros.

Cuando por fin lo vio más de cerca… ¡Un enano! Era la primera vez que veía uno. Y, fijándose, en esa facción había elfos también, algunos más oscuros, otros como el que la había engañado días atrás. Kobayashi sonrió por ver que la fiesta era también para la diversidad de especies.

Justo antes de aterrizar, Kobayashi vio que sobrevolaban algo que parecía un gran mantel mal plegado y amontonado justo en el centro de la llanura, al ladito mismo de los dragones del Orden (según lo que Fafnir había detectado).

—Eso es la red mágica que se usa para la fiesta. —Luego cayó en la cuenta, la memoria le devolvió recuerdos de su niñez—. ¡Oh, claro! ¡Es como van a recoger la leche de Auðumbla!

—Ya entiendo… como la criatura casi no produce leche, si da la casualidad de que cuando pase por aquí, caiga una gota…

—¡Exacto!

Duda resuelta justo al aterrizar. Kobayashi bajó del lomo de Tohru y echó un ojo a los dragones del Caos. Todos eran temibles, todas malas caras, y casi todas mirando hacia otro grupo de dragones, los del Orden. Kobayashi notaba allí unas malas vibraciones potentísimas, pero estaban extrañamente calmados y silenciosos. Ella supuso que la fiesta no era lugar de combates, sino de comunión.

—Un segundo, ese dragón de allí me suena… —dijo en voz alta, mirando a un dragón del Orden de color azul.

—Kobayashi, sé más discreta —susurró Kanna. Entonces vio a Tohru rechinar un poco los dientes.

—Oh… ¡Oh! —Lenta de reflejos a veces, pobre humana—. ¿Es Elma?

Y, como si la hubieron invocado, la dragona giró la cabeza hacia el grupito, se transformó en humana con su cola y su tridente y se acercó tranquilamente a ellos.

—Hola, Elma, ¿has llegado bien?

—¡Kobayashi! Fue un viaje corto, al ir sola llegué de las primeras. Me alegra que estéis bien. Sufría un poco por ti.

Se podía oír un ruido estridente de fondo, que no eran más que los dientes de Tohru que cada vez rechinaban con más fuerza, pero Kobayashi la miró con mala cara.

—Bueno, nosotros hemos tenido algún percance, pero estamos bien —sonrió la humana, de vuelta a Elma—. Lucoa ya se ha ido con los suyos.

—Estupendo, y espero que te guste la fiesta. ¡Hasta pronto!

Y se fue volando en su forma de dragón, de nuevo. Las enemistades en ese sitio eran más fuertes que una simple charla entre amigos. Kobayashi se sintió un poco mal, y cuando volvió a mirar a los dragones del Caos, que ahora sí que la miraban todos a ella con sus penetrantes ojos, cobró valor del miedo y soltó sin pensar:

—Si es una fiesta en comunión entre especies, ¿por qué no dejar las diferencias a parte y usar la diplomacia?

—Lo siento… no he podido evitarlo —susurró Tohru.

Entonces un dragón que ya se conocía, oscuro y con mucha más mala leche que el resto, se acercó al pequeño grupo.

—Una vez más rompiendo las reglas del lugar, humana. —El padre de Tohru. Ya habían tenido una discusión y no tenía ganas de repetirla—. Hablas como un dragón de la facción neutral. Vete allí, si tanto fervor sientes por la diplomacia.

—¡Déjala! ¡Es mejor que tú! —le replicó Tohru, sin contemplaciones. Ninguno de los dragones se atrevió a responder a eso.

—Me he perdido, Kanna —le susurró su madre.

—Si Tohru es más poderosa que su padre, y su padre más poderoso que toda la élite del Caos, excepto su rey…

—Vaya, entiendo…

Su padre no quedó contento con comentar eso, por supuesto. Añadió que todo eso seguía siendo un error, que los humanos deberían estar en su mundo.

—Morirás, humana, y entonces todos tus amigos dragones perecerán de tristeza y ni siquiera podremos llorarlo.

Y se fue. Duras palabras que hicieron pensar un poco a Kobayashi, de nuevo, como la última vez que se vieron.

—Te cuento —le dijo Fafnir, en plan guía turístico—. Cada facción tiene un Círculo de dragones poderosos y un rey. Todas las decisiones de cada facción se toman allí primero y luego se comunican al resto para ser aprobadas. Nuestro rey es Nidhogg. Y, a parte de Tohru, todos los dragones que conoces somos peones.

—Un segundo, ¿¿Nidhogg?? ¿El que se va comiendo las raíces de Yggdrassil y ayudará a destruir el mundo en el Ragnarök y encima sobrevivirá en Niflheim para atormentar a las almas que queden? ¿¿Ese Nidhogg??

—Oh, vaya, ¡mis oídos pitan! Creo que estáis hablando de mí.

A Kobayashi se le rompió la imagen que tenía de Nidhogg. Le tenía delante y no parecía tener más de treinta años en su forma humana. Sonreía, era amigable… no parecía un dragón del Caos.

—L-lo siento —se disculpó Kobayashi, sin mirarle a la cara. Ese sí le daba miedo, no como el padre de Tohru, que era justo lo que parecía.

—Vaya cosas que te han contado los humanos… —Kobayashi levantó la cabeza, algo sorprendida—. Sí que me alimento de Yggdrassil, ¡pero se regenera más rápido de lo que me lo puedo comer! Y bueno, supongo que sí que podría cargarme un mundo si me enfado —Kobayashi helada de nuevo—. Pero eso nunca ha pasado, dudo que nadie haga nada tan malo como para provocarlo.

Y sonrió. Por algún motivo, la tranquilizó esa sonrisa.

Notas finales:

En fin, eso es todo por hoy :) que sepáis que, como siempre me pasa cuando escribo, tengo retazos del siguiente capítulo hechos (concretamente el final) así que espero no demorarme tanto :)


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