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Mi vecino Levi! por HATOaneue

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El amor era un sentimiento desconocido en mi pecho ¿Era posible llevar 14 años sin sentirlo? Aparentemente sí. Estaba en la secundaria, aún no entendía muchas cosas pero era la época en dónde los jóvenes se enamoraban y empezaban a salir. Siempre había un rumor de alguien que era el nuevo novio o novia de otro alguien. Claro que no eran más que relaciones pasajeras, excepto Franz y Hannah, ellos eran inseparables. Volviendo a mi, era conocido por ser alguien apuesto, aunque no me preocupara por serlo. Desde que terminé la primaria nunca sentí nada por ninguna chica incluso sabiendo que muchas tenían sentimientos por mi, eso me llevo a la curiosa pregunta ¿Qué es el amor? Arrastrado por la curiosidad decidí aceptar los sentimientos de una chica mayor que yo, Riko, que al poco tiempo terminó conmigo diciendo que no era “Pasional”. Claro, no me dolió como tendría que haber sido y entendí perfectamente el porqué: no me enamoré.


 


Volvía del instituto, me dolían los hombros. Estaba agotado pero finalmente habían terminado los primeros exámenes y, como era de esperarse de mi, las notas eran excelentes aunque no perfectas. Entré a mi casa, vi la oscura cabellera sentada en la mesa, Levi se quedaría a cenar y charlaba plácidamente con mi madre. Saludé rápido entrando a mi dormitorio donde me cambié el uniforme por una remera y pantalones holgados. Al volver a la sala de estar mi mamá preguntó cómo me fue.


-Promedio 89 este trimestre- Dije orgulloso, miré a Levi, quien me miraba a mi como satisfecho.


-¿Quién te ayudó a estudiar matemática? Mocoso...- Preguntó ya sabiendo la respuesta.


-Ah si, gracias- Agradecí desinteresado tomando asiento en la mesa mientras mi mamá preparaba la cena. Ella se reía.


-Pero Eren! Te has puesto tan apuesto, espero que nos traigas una buena novia- Comenta ella medio en broma, recuerdo todos los problemas que tuve respecto al “amor” y me atraganto con el pequeño sorbo de agua que me había dispuesto a tomar.


-¿Estás loca?- Me excuso aclarando la garganta -Quiero enfocarme en mis estudios, no tengo tiempo para eso.


-Pero te la pasas leyendo libros y cómics, viendo series y jugando juegos. ¿Esperas que te crea?- Levi se reía en el fondo a causa de lo dicho por mi madre. Yo me ponía más nervioso con mis propias impotencias -Bueno, igual no hay apuro- Me mira gentil, pude respirar hondo.


Luego de una exquisita cena llegó mi papá que volvía del hospital. Se unió a la agradable reunión. Me había dado cuenta por primera vez lo bien que se llevaban mi padre con Levi, era maravilloso ver cómo ese pelinegro movía las manos al hablar. Sus ojos color mercurio se clavaban perforando todo lo que miraba, la angosta nariz daba paso a unos labios que eran finos y pálidos, pálidos como él mismo. El escuchar mi nombre un par de veces reaccioné, me dije “¿En qué mierdas estabas pensando?”. Me hice el distraído tomando un poco de agua.


-Estas en las nubes, mocoso- Dice Levi provocando que mis padres se rían y yo me sonrojara.


-El amor- Dijo mi padre medio bromeando. Joder, ¿Cuál era el problema con eso?


-Basta, ya dije que no estoy interesado en esas cosas- reiteré frunciendo el ceño tratando de disimular las mejillas que me ardían.


-Mocoso, no hace falta que te niegues tanto- ¿Eh? Me estaría negando ¿A qué? ¿Al amor? No estoy seguro, no era como si realmente no lo quisiera. No me entendían, aunque no esperaba que lo hicieran.


-¿Y tú Levi qué? ¿Acaso estás enamorado?- Bajó la mirada, la respuesta me sorprendió más que nada.


-Sí, pero un mocoso como tú no podría entenderlo- ¿Acaso esa piedra humana podía amar? Al parecer sí, algo me entristeció por dentro.


-Woow, Levi, luego nos presentas a la afortunada!- Exclamó mi mamá


-Claro, pero ahora debo irme, mañana tengo clases muy temprano en la universidad- Todos se pararon de la mesa por lo que hice lo mismo, Lo acompañamos hasta la puerta donde dijimos al unísono.


-Suerte- Nos reímos.


Boca arriba en mi cama lo único que pude hacer fue recordar el rostro de Levi en la mesa. Con la imagen de sus grisáceos ojos raídos me quedé dormido. Esa mañana me dolía un poco la garganta, pero nada que un medicamento rápido no podría solucionar, o eso pensé. Tuve que suspender las clases de educación física debido a que no me sentía bien. Me entretuve viendo los atléticos cuerpos de mis compañeros... Si, de mis compañeros varones, admitiendo que algunos no se veían nada mal. La confusión daba volteretas aún más acrobáticas que las de los chicos más ágiles ¿Era posible que no tuviese interés en las chicas? Sacudiendo mi cabeza escucho la campana marcando la finalización de esa clase. Lo próximo sería matemáticas, agradecí el hecho de poder mantener mi mente distraída en otras cosas hasta que la baritónica voz retumbó en mis oídos “¿Quién te ayudo a estudiar matemática? Mocoso...” me sentí peor. Quería correr, huir. Cosa que hice cuando terminaron las clases. Corrí estúpidamente desesperado hasta que el cansancio me relajó, sin embargo acabé tumbado en el sofá. Me dolía todo el cuerpo, la cabeza y la garganta ¿Por qué me disgustaba tanto? Acaso ¿Era malo estar interesado en los hombres? Tal vez solo debía ignorarlo y seguir una vida normal ¿Normal? ¿Era eso anormal? Mi mamá se acercó a mi.


-Eren, estoy ocupada lavando la ropa ¿Me harías el favor de devolverle a Levi este libro que me prestó?- Me extiende una antología de cuentos que se ve interesante, al mismo tiempo maldije por primera vez ser su vecino.


-Está bien- Respondí de mala gana tomando el libro, inconscientemente leí unos cuentos hasta que se hizo tarde y me paré como pude. Dando unos pasos cortos toqué el timbre. Me decidí por hacerlo rápido y simple “Hola, tu libro, que descanses”. Se abrió la puerta, levanté la mirada y antes de poder decir nada vi a Levi semidesnudo. Sólo llevaba pantalones y una toalla sobre sus hombros, su pelo aún mojado. Estoy seguro de que mi rostro se puso todo rojo. Lancé el libro en su cara gritando.


-¡No abras la puerta así, imbécil! Mira si era mi madre... ¡Vas a resfriarte!- Mirando a otro lado me di cuenta, tal vez yo estaba resfriado. Me posé la mano en mi frente -Creo que yo tengo fiebre- Suspiré -Adiós- Me iba cuando su voz me detuvo.


-Espera mocoso- Acercando una mano a mi -¿Te sientes bien?- Esto era peligroso.


-Si, le voy a pedir a papá que me eche un vistazo, seguro mañana estoy bien- Saludé alzando una mano, sin dirigirle la mirada -Que descanses.


-Igualmente.


Me sentía terrible, tanto mental como físicamente. Mi padre lo calificó como una gripe seria y algo así como “Es la temporada”. Habían cosas que no entendía bien, muchas imágenes pasaban por mis ojos. Esa mañana no estuve bien ni cerca, falté al instituto. No tenía la consciencia para nada más que dormir y delirar. Por un momento pensé “Voy a morir”. Pero un ángel cayó del cielo.


-Mocoso. Oi, mocoso- El pelinegro me miraba con asco.


-Ah, hola- Chasqueó la lengua.


-Pensé que habías muerto- Reí


-Yo también- Reímos juntos.


-Tus papás salieron, me pidieron que te cuide.


-Ya no tengo ocho año- Tosí tapándome la boca con la colcha.


-No, te estás muriendo- Reí de vuelta. Era divertido pasar tiempo así, me olvide de mis dilemas -Espérame, te traigo tu cena.


-¿Cena?- Tomé conciencia del tiempo -¿Qué hora es? ¿Qué día es?.


-Es de noche, ayer me devolviste el libro- Había dormido o delirado todo el día. Él salió del dormitorio para volver a entrar con una bandeja con soportes. Sobre la misma había un tazón y un vaso de agua, probablemente sería una sopa.


-Gracias- Dije mientras fracasaba en un intento de sentarme, sentía el pijama adherido a mi piel a causa del sudor.


-¿Quieres que te ayude?- Ofreció amagando en apoyar la bandeja sobre el escritorio.


-No, yo puedo. Gracias- Finalmente logré mi cometido, Levi dejó la bandeja frente a mi apoyándola sobre la cama y se sentó en la silla del escritorio.


-Tienes bastante desordenado, pero al menos está limpio- Miré incómodo cómo recorría mi dormitorio con la mirada mientras yo me disponía a comer lo que efectivamente era una sopa.


-No hace falta que te fijes tanto, sólo son libros y cajas de discos- Me miró perverso.


-¿Qué tipo de libros y discos?- Aún más incómodo alcé la voz.


-No del tipo que tú piensas!- Raspándose la garganta empiezo a toser.


-Qué mocoso más aburrido- Toma un libro aleatorio de los que se encontraban en el piso más cerca de donde él estaba -¿Manga?- Se empieza a reír burlándose -Pobre otaku!- Me muestro enojado, esta vez no le sigo el juego -Se supone que a tu edad se empiezan a interesar por “ése” tipo de cosas- Dijo resaltando las comillas. Recordando que mis padres no estaban y que confiaba plenamente en Levi, miré a la pared y respondí indeciso.


-Pero si apenas me estoy dando cuenta que las mujeres no me interesan ¿Cómo rayos me voy a poner a pensar en algo tan estúpido?- El silencio me apuñaló internamente. Me limité a seguir comiendo mi sopa mientras sentía como el calor se me subía a la cabeza.


-Mocoso... Con razón estabas tan raro- Escuché como se revolvía el cabello -¿Y? ¿Se lo dirás a tus padres?- Me pongo tan nervioso que la cuchara se resbala de mi mano en una clase de movimientos torpes.


-¿Estás loco? Ellos esperan una chica linda y tierna. Además- Hago una pausa prolongada -No estoy seguro.


-¿De qué? ¿No estás enamorado?- Esa pregunta me terminó de matar internamente. Lo único que pude hacer en ese momento fue hacer la bandeja a un lado y taparme hasta la la cabeza. Me temblaban las manos -Mira, mocoso- Dijo apoyando la bandeja sobre el escritorio y sentándose al lado mio -Que te gusten los hombres no tiene nada de malo, sólo eres tú mismo. Aunque seas condenado por la sociedad, que los jodan, nadie será tan feliz como tú cuando cuando consigas lo que quieres. Ser doctor y vivir al lado del hombre a quien amas- Asentí divagante ante sus palabras.


 


Esa frase se repitió una y mil veces en mi cabeza con el tono exacto de voz que utilizó, hasta que caí dormido. Mi corazón se sentía reconfortado.


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