El fuego de la noche anterior descansaba en brazas rojizas al llegar la mañana. La tormenta había pasado dejando riachuelos que bajaban a un ritmo tranquilo de las colinas peinadas por las cortinas de agua. El aroma a humedad y los destellos de un agradable sol eran bienvenidos en todo el valle y el pueblo.
Los rechinidos de la casa de Alfred habían despertado a Arthur. Primero pareció confundida por donde se encontraba pero luego, escuchando un ronquido del cansado chico que hacia de manta al abrazarlo, recordó que lugar era ese.
Aspiró la humedad del interior, sacó la lengua bífida y lo olisqueó.
-Mmm.
Alfred balbuceó entres sueños y la serpiente recargó su barbilla contra el pecho del durmiente. Si Alfred hubiera estado despierto, se hubiera dado cuenta de lo consiente que era Arthur, ya que pudo haber escapado de sus brazos y vagar por el lugar, pero la serpiente no deseaba despertar a quien le había ayudado y por esa razón, solo lo contempló hasta que despertara, escuchando su corazón, meciéndose con su respiración.
La luz de un buen día por fin molestó a Alfred y comenzó a despertar.
-Mmnh…quiero dormir.-Decía sintiendo lo adolorido que estaba.
Pero ese dolor comenzó a mezclarse con otra sensación. Sobre su pecho y abdomen algo rosaba. Hacia cosquillas como si fuera una pluma. Entonces medio abriendo los ojos vio como Arthur se metía bajo las cobijas y luego lo sintió bajo sus ropas.
-¿Qué haces? -Preguntó a Arthur sabiendo que no tendría una respuesta.
Alfred trató de sacarlo de su camisa pero no lograba hacerlo, reprimió su risa por las cosquillas que le provocaba y por fin desabotonando su ropa, mechones de cabello rubio oscuro y un par de ojos brillantes le miraron.
-Debí encerrarte en el armario.-Pensó en voz alta al darse cuenta que había pasado la noche con Arthur.Eso había sido peligroso. Se había expuesto torpemente, pero Arthur no le había echo ningún daño.-Tal vez pueda confiar en ti despues de todo.
Alfred acarició la cabeza de Arthur y este le siseó con tono bajo, de nuevo su lengua curiosa le tocaba y Alfred no pudo evitar reír bajito.
-¡Ey! ¡Ey! ¡Me haces cosquillas!
Decía Alfred sin mucho animo de pararlo en realidad. Arthur avanzó hurgando su cuello mientras para sorpresa de Al, este, comenzó a frotar su pecho contra el suyo.
-Ugh.
Las cosquillas se habían vuelto extrañas y tibias.
-Oye, eso…se siente raro.-Se quejó frunciendo el cejo mientras buscaba el rostro de Arthur.
Arthur simplemente no parecía sentir lo que Alfred y se pegó mas a su cuerpo. La serpiente le mostraba su bellos orbes mientras comenzaba a frotarse de nuevo, sus brazos lo tomaron como si lo abrazara y su lengua delgada rozó los labios de Alfred haciéndole sentir un escalofrió.
-Muy bien, para.
Trató Alfred de alejarse estirando el cuello lejos del alcance de la lengua de Arthur y lo sostuvo de los hombros para que dejara de frotarse.
-Eres raro.-Dijo tratando de pensar porque su cuerpo había sentido esa sensación.-¿Qué es lo que pasa?-Le miró y notó su torso desnudo. Sus hombros estaban un poco fríos.-¿Tienes frio? ¿Es por eso que te pegas tanto?
-Shhshsss.
Siseó corto.
Alfred suspiró.
-Eres tan pálido y delgado. Además no llevas nada encima.-Decía un poco mas calmado pero el sonrojo persistía en sus mejillas, aunque Alfred no se había dado cuenta de esto ultimo.-No sé si las serpientes lleven ropa pero…podrías usar algo.-Alfred trató de levantarse y la serpiente le siguió.-Sera mejor que te consiga ropa.-Dijo cuando de nueva cuenta Arthur se le había colgado a la espalda.-Es…no sé, pero es raro que estés desnudo y te me pegues.-Confesó de nuevo avergonzado.
<<¡Agh! Es muy temprano para que Arthur este confundiéndome! ¿Y porque demonios me apena? ¡Es…es una serpiente! >> Pensó y lo miró sobre su hombro. La lengua de Arthur acarició su mejilla un instante y Alfred sintió como su estomago sentía un hueco >>
-En definitiva te buscare ropa, así que bájate de mi espalda.-Sentenció
Alfred revolvió un poco sus cosas y sin encontrar nada bueno, buscó entre la ropa que Alice que ya no usaba, entonces encontró algo perfecto para Arthur. Era una capa verde musgo usada y un poco larga, pero le iba perfecto a Arthur.
-Ahora que estas vestido, podre llenar mi estomago ¿Sabes? Desde que te encontré mi estomago se siente vacío.
Dijo Alfred atribuyéndole las extrañas sensaciones de su estomago al hambre.
Y dando manos a la obra, comenzó su día. Limpió algunas cosas que había echo anoche (un desastre en la sala) alimento el fuego para que Arthur estuviera cerca de este y no encima de él, (seguía pensando que la razón por la que Arthur se le pegaba mucho era por el frio) y luego mudándose de ropa limpia, buscó en la despensa que podía comer.
Embutidos, una tostada con mermelada y mantequilla, frutas y huevos fueron su elección, además de pan y queso. Eso estaría bien para él, pero…
-Arthur.
Alfred llamó a la serpiente que le observaba desde el sillón, silenciosa y casi imperceptible, claro si es que no le tomabas importancia al echo de que fuera mitad serpiente y que su cola cayera por el costado del mueble, brillante y llamativa.
-¿Quieres comer?
Alzándose un poco Arthur ladeó la cabeza. Alfred salió de la cocina y a punto de cargar a Arthur de nuevo en brazos, se detuvo y en cambio lo tomó de la mano.
-Ven, tengo que averiguar que puedes comer.
Arthur le siguió con sorprendente silencio. Al deslizarse por el suelo era de lo mas callado.
La cocina tenía un aroma dulce mezclado con aceite quemado. Había varias cosas sobre la mesa ancha de madera oscura, listas para que Arthur pudiera escoger algo que comer.
-Se supone que eres un cazador.-Decía Alfred sentándose en la mesa mientras Arthur se acercaba y su lengua comenzaba su labor de averiguar que tenía frente a ella.-pero no tengo ninguna presa que ofrecerte ¿Tal vez algo de carne?
Pensó Alfred cuando Arthur se acercaba a unas rebanadas de grueso jamón pero las ignoro en el acto.
-Mmm. Creo que esto no va a funcionar.-Decía mordiendo una manzana.-Tal vez fruta.
Arthur tambien ignoró un par de manzanas verdes y rojas. Al igual que las semillas que estaban en un platito, el pan, la mantequilla y el queso.
-Creo que no tenemos los mismos gustos.-Pensaba Alfred comenzando a preocuparse.
Dejar salir a Arthur a cazar sería un problema, debía vigilarlo y vigilar que nadie del pueblo pudiera verlo, ya que si sucedía…
<<Si una anciana lo ve, seguro le da un infarto y se muere>>
-Aaagh…¿En que me metí?
Se preguntó desparramándose en la silla.
Fue cuando Arthur se quedo quieto mirando fijamente algo que llamó su atención sobre la mesa.
-Oh.
Mostrando sus colmillos y abriendo tan grande como pudo la boca, Arthur se comió un huevo entero sin dificultad.
Atento, Alfred le miró sin parpadear. Sus largos colmillos delgados y afilados no los usaba para morder el huevo o romperlo, solo empujarlo al interior de su boca.
-Wow.
Soltó Alfred cuando Arthur, tranquilo, comenzó a comer su cuarto huevo.
<< Ahh…por lo menos tenía algo que si podía comer. Eso esta bien. >>
Pensaba aliviado cuando Arthur se retiraba de la mesa.
-¿Estas lleno? Puedo conseguir ma…
El rechinido de la silla donde estaba Alfred se escucho en toda la cocina, por un segundo Alfred pensó que Arthur se atragantaba, lo que hizo pararse de golpe, pero, quedándose quieto, observó como Arthur devolvía los cascarones blancos de los huevos que había comido.
-Ugh, asqueroso.-Sonrió Alfred buscando con que limpiar el suelo y a Arthur.-¿Estas bien? Perdón por lo que dije, no estoy acostumbrado a ver como comen las serpientes.-Le decía mientras recogía las cascaras.-Ahora que lo pienso, puedo preguntarle a los ancianos del pueblo lo que saben de serpientes. Puede que me den una idea de tu comportamiento. Alfred puso una rodilla en el suelo y comenzó a limpiar la boca de Arthur.-Casi puedo sentir tus colmillos.-Soltó nervioso cuando Arthur abrió un poco su boca.
-Aalssh…
Alfred sintió como le vertían agua helada.
-¿Cómo? -Repitió .-¿Cómo has dicho?- Alfred se inclinó hacia Arthur esperando escuchar lo que creyó haber escuchado.-¿Has dicho Al? ¿Verdad? ¡Lo has dicho!
Dijo ahora con emoción, cargando a Arthur apurándose en llevarlo de vuelta a la sala.
-¡Se que lo has dicho! ¡Vamos dilo de nuevo!
Arthur se echo hacia atrás enseguida. Alfred lo había asustado con su emoción.
-No, espera ¡Lo siento! No quise asustarte yo….-Tomó aire para tratar de tranquilizarse.-Solo, quiero escucharte. Di mi nombre, por favor, se que puedes.
Arthur lo miró expectante.
-Di, “Al-Fred” “Aaaal” Al” -Vocalizaba despacio. Una y otra vez frente a Arthur que le miraba sin mas.
Nada ocurrió, Arthur seguía siseando y Alfred creyó que solo había sido su imaginación de nuevo.
-Aah…-suspiró decepcionado.-Perdón, soll hice que te asustaras. Lo siento Arthur.-se disculpó con media sonrisa.-Es que, creí que seria bueno, hablar con alguien para variar, no solo que me escuches quejarme.-Alfred le extendió la mano y con los dedos acarició su mejilla.-Me haría muy feliz que dijeras mi nombre.
Arthur siseó cuando Alfred dejó de acariciarle.
-Es mejor que recoja bien la cocina y me prepare para salir, debo de hacer solo un par de entregas hoy.-Dijo poniéndose de pie.-Aprovechare y le preguntare a las ancianas sobre las ser-
-Alsssh…
Alfred se volvió a Arthur con enormes ojos.
-Assh…alssh.-Repitió Arthur torpe, con dificultad. Era un siseo extraño y alargado, atropellaba el intento de decir con claridad la palabra pero a Alfred, no le importo.-Alssh...
-¡Lo has dicho!- Dijo con una enrome sonrisa.-¡Arthur! ¡Lo has dicho! ¡Oh dios! ¡Eso quiere decir que me entiendes! ¡Arthur!
El ojiazul se dejó llevar por la emoción y el asombro, esto cambiaba muchas cosas de lo que pensaba de Arthur. Sin tener cuidado, Alfred abrazó a la serpiente y la levantó.
Era tan feliz porque Arthur había dicho su nombre. Tan feliz, que no había escuchado como alguien llamaba a la puerta de su casa.
…