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Los días dorados. por Midori Kaeru

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Notas del capitulo:

Sinceramente, tenía planeado subir el siguiente capítulo el viernes de hace casi tres semanas. Me disculpo enormemente por no cumplir con esto, pero me dio tanto gusto recibir esos dos comentarios y esa ayuda tan valiosa de Pikacha sama, que no podía estar conforme con entregar algo que no fuera digno de ustedes, por eso demoré más escribiéndolo, pero espero que se note y lo disfruten más.

 Sally’s san, dijiste que guardarías este fic. Pues quiero que sepas que es probablemente mi mejor trabajo hasta ahora, puede parecer muy burdo pero aún estoy empezando, y muy probablemente habría salido mucho mejor con la ayuda de Caín, pero por ahora él está ocupado en sus propios proyectos. Sea como sea, gracias por leer y espero de corazón que lo disfrutes mucho <3 

Durante toda la semana siguiente, Itachi  había sentido encima de sí una mirada aterradora. Era consiente de quién era, es imposible engañar a semejante prodigio, pero justo por eso la piel se le erizaba. Sabía que era seguido por un demonio rojo.

Sin poder concentrarse, optó por encabezar la primera misión que se le atravesó. Un encargo sencillo de reconocimiento, pero cientos de kilómetros lejos de Konoha, lo que lo hacía idóneo para el momento.

Pero, pese a estar tan lejos y en medio del arduo trabajo ANBU, en cuanto tenía un momento de calma los umbrosos pensamientos inundaban su mente. Como justo ahora. No podía dejar de sentirse culpable, condenado de sus sentimientos. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que enamorarse de un hombre casado?

Tenían tiempo esa antes de la noche, antes de continuar; pero no se podía estar, daba vueltas y vueltas pese a lo cansados que estaban sus pies, hasta que de golpe sintió un ardor en su garganta, como si  los malditos demonios que le destrozaban por dentro lo forzaran a liberarlos.

Se cerró su garganta y sentía como todo el aire se le escapaba, tomó con ambas manos su pecho y se retorcía. Inmediatamente todos sus compañeros lo rodearon, pero él seguía tosiendo desesperadamente, hasta que al final escupió un chorro de espesa sangre.

 —¡Itachi san! ¿Estás bien? — dijo solemnemente un joven de pelo plateado y sensual traje sin mangas, mientras le colocaba una mano sobre el hombro.

El chico se incorporó lentamente y miraba con dificultad el suelo porque todo se le hacía borroso, aquella escena había hecho que sus piernas temblaran, faltas de fuerza, como todo él, como toda su vida. Y, con la misma indiferencia con la que trataba lo referente a él mismo, se limpió con la diestra la sangre que le hilaba de la boca y la miro con desdén. Después, deslizó lentamente sus ojos a los de aquel hombre.  

— Kakashi-san — le llamó seriamente, sus pensamientos turbios lo confundían al punto de tener que aclararlos con alguien más —. Necesito hablar contigo.

Asintió con la cabeza y, con la formalidad que los distinguía a ambos, se dirigieron a un lugar apartado. Itachi lo guio hasta la orilla de un tranquilo lago y se sentaron en un tronco de frente a las nubes doradas y rojizas del cielo.

Quedaron en silencio, escuchando el sonido de las aves y los animales silvestres; de pronto Itachi había perdido todo el valor para hablar. Kakashi se limitaba a observar como él movía nerviosamente las manos, con los ojos perdidos en el cielo. Miraba los colores en su perfil ¿cómo era capaz de reflejar todos los colores del atardecer en su piel? Se dirigió lentamente a sus labios, eran tan lindos; en lo rozado y suave de ellos podía ver claramente lo joven que era. Hasta que el movimiento de ellos distrajo sus pensamientos.

—Creo que tengo problemas — dijo finalmente —, me he enamorado…

Abrió los ojos como platos, « ¿escuché bien?, ¿lo dijo en serio?»  Se le hacía sencillamente inconcebible lo mirara por donde lo mirara. Incrédulo continuó mirándole hablar.

—Es alguien un poco mayor a mí y tiene pareja, sé que tú eres el amante de Obito, aunque él diga que ama a Rin.

Kakashi se ruborizó totalmente en un instante y se le detuvo por completo la respiración, le estaban lloviendo las palabras que menos se esperaba.

—Por eso quiero que tú lo sepas; tanto porque sé que entiendes mi situación como porque no nos conviene hablar a ninguno de los dos — volteó a mirarlo fijamente —si tu no dices nada yo no digo nada.

«¡Vaya! Que temible es Itachi» pensó para sí, «pero ¿por qué darle tantas vueltas? Él estaba seguro de que se trataba de Shisui; si, un poco mayor y con pareja, pero, ¿qué de malo tenía que dos jóvenes tan gentiles salieran juntos? »    

—Bueno, no hay opción ¿verdad? — terminó por decir resignado —. ¿Cuál es el mayor problema de eso? — dijo con la calma que caracterizaba a su voz, esperando que sólo fuera el temor de la juventud y la inexperiencia lo que le mortificaba.

—El problema es quién es él — tomó aliento y apretó fuertemente los puños y los parpados —. Es Yondaime-sama.

—¡¿QUÉ!? — No pudo evitar soltar ese pequeño grito de sorpresa —, pero Itachi ¿cómo es posible? Ese hombre fue mi maestro, está casado, tiene un hijo ¡y casi te dobla la edad! Por Rikudō Sennin, Itachi ¡él es el Hokage!

—Lo sé, lo sé, lo sé.

Se detuvo en seco ante la imagen de ese chiquillo, con la mirada clavada en el cielo dorado, sus ojos al borde del llanto; no cabe duda, lo amaba de verdad. Y no le había dado las palabras adecuadas, sólo hizo lo obvio, « ¡qué estúpido!».

Ambos callaron, sintiendo la brisa de la tarde, el fresco que hace a las orillas de un bosque. 

—¿Ves el cielo? Justo así me siento — dijo mientras una lagrima recorría su rostro — es como si él fuera ese sol dorado, eso que tiñe las nubes y la tierra de vida; es lo que me llena de alegría, pero no soy sólo yo, no gira sólo en torno a mí. Y esas nubes rojas  son a quien  ya le ha prometido amor. Ella tiene lo que yo no le puedo dar, al final de cuentas es una mujer y yo no lo soy; sé que lo entiendes, entiendes que por mucho que lo desee no podremos tener una familia, no tendremos hijos y no seremos bien vistos por la sociedad. Sé que sabes de ese dolor.  Además, ellos están destinados a estar siempre juntos ¿y yo?

Inevitablemente, su voz se quebró —. Yo soy esa maldita obscuridad que va siempre detrás, llevando la desgracia y condenado a estar lejos. — Se llevó ambas manos a su cabeza, enredando y tirando de sus cabellos, cayendo en la desesperación — Soy la noche en la que nadie quiere estar.

La furia entró en él, por fin salía todo el dolor que guardaba — ¡Lo que daría por no serlo! Pero ¿Cómo puede el agua dejar de traer humedad? No tengo escape. Y tampoco tengo perdón. Lo sé. ¡Lo sé! ¡Lo supe siempre, mierda! —Gritó, desgarrándose. Guardó silencio, ya estaba lastimado desde antes y ahora estaba peor, después de tomar aire fue soltando  de poco en poco las últimas palabras —Pero igual me dejé llevar. Eso es lo que no entiendo, pero lo sigo haciendo.

Tenía mil cosas más que decir, pero su garganta no le ayudaba. Se le hacía nudo y cada vez era más difícil hablar, hasta que terminó callando. Cediendo al lamento.

Sin poder creerlo ni evitarlo, Kakashi lo veía llorar desconsoladamente.

Todas las palabras perdieron sentido, no podía hacer más que poner su mano sobre uno de aquellos hombros que llevaban tanto peso encima.

Y verlo así, con esa pasión y ese dolor tan aferrado a su corazón le traía tantos recuerdos. Se veía a sí mismo hace años, rebelde e ingenuo; pero era diferente, podía ver cien veces más dolor en sus ojos negros.  

Obscureció e Itachi no paraba de sollozar ¿Cuánto tiempo habría guardado ese sentimiento? Pero de poco en poco era menos perceptible, como si se perdiera lentamente hasta ser inaudible.

«Esto es un verdadero problema, Itachi no se enamoraría así como así, tuvo que haber respuesta. Pero Minato no es la clase de persona que gusta de jugar con los sentimientos de un chiquillo, definitivamente él también ha de estar involucrado emocionalmente con él ». Lo rodeó con sus brazos y el menor se dejó abrazar; hundió su cabeza entre la barbilla y el pecho de ese hombre que trataba de consolarlo. «Ustedes dos, es increíble que estén haciendo esto ».

Separándose, se secó las lágrimas del rostro con el dorso de su mano. No tenía intenciones de hablar, había actuado de una forma demasiado emocional; no era algo propio de él y era la primera vez que le ocurría con alguien que no fuera su amado. Se sentía descubierto. No esperaba eso, pero el sentimiento le había cegado, una vez más.

Cerró los ojos, queriéndose calmar. Regresando en sí. Al abrirlos miró a su compañero y le sonrió dulcemente, imitando de forma inconsciente los gestos de su amante.

Ante esto, Kakashi sintió un golpe en el corazón, con un entremezclado sentimiento de culpa y de vergüenza. 

De esa forma, regresaron en total silencio.

Como de costumbre, Itachi entró en aquella habitación para entregar el reporte de la misión, pero en ésta ocasión él no tenía intenciones de quedarse a solas con el Hokage. Habló sólo lo necesario y antes de que Minato pudiera preguntar qué le pasaba, ya se había ido. Dejando al rubio con un amargo sabor de boca y una extraña sensación.

Sensei, ¿cree prudente que hablemos un poco justo ahora? — Dijo seriamente Kakashi. No podía hacer otra cosa, el chico le había confiado sus verdaderos sentimientos, sentía que era su deber hacérselos saber al causante de todo aquello. Y ya estaría en él tomar la última decisión.

«¿Qué demonios sucede?» Eso no era algo normal. Asintió ligeramente con la cabeza y nuevamente se cerraron las puertas de su oficina.  Dejándolos solos.

 

-*-

—¡Nii-san! — El pequeño se abalanzó salvajemente a abrazarlo como si no lo hubiera visto en años. — ¡Nii-san! ¡Vamos a entrenar! — «No, Sasuke. No me pidas eso por favor». Estaba cansado, y no era ninguna excusa, había dormido apenas nada.

Sus pensamientos no le dejaban estar en paz «acaso, ¿así se siente tener sucia la conciencia?» Sus ojeras se marcaban cada día más, aunque mantuviera una actitud amable, cualquiera que le prestara un poco de atención lo notaría, notaría que ya no es la misma persona que hace algunos años paseaba inocente bajo el cielo azul.

Levantó su mano, posicionando sus dedos índice y medio sobre la frente de su hermano menor.

—Perdóname, Sasuke, será la… — sus palabras se detuvieron en seco y el chiquillo lo miró extrañado. Itachi suspiró y en seguida se cubrió con ambas manos su rostro, frotándolo energéticamente. Terminó por echarse su flequillo hacia atrás y tronarse los dedos de ambas manos —. ¡Vamos, Sasuke!

Los ojitos que lo observaban se llenaron de brillo y una amplia sonrisa adornó su rostro. En cosa de nada ya estaba en la puerta saltando alegremente.

—¡Rápido, rápido!

Corría sobre sus adoloridos pies, cargando con todo el peso de su cuerpo; y sonrió pese a las cuentas pendientes con su corazón, pese a todo lo hizo por él. Trataba de sostenerse mientras se adentraban en uno de los tantos bosques de Konoha.

Su hermanito, temerariamente, lanzaba todo lo que tenía y corría de un lado para el otro; pareciera que más que querer practicar con su hermano, quería que éste le viera hacer sus gracias. Aunque, no podía negarlo, él estaba feliz. Sasuke había mejorado mucho, él también estaba creciendo y algún día podría dejarlo atrás ¿será? Tal vez.

De tanto correr entre el color verde y el aroma a fresco del pasto húmedo se dejó caer abruptamente. Puede que haya sido el cansancio, o aquella maldición. No, era el que su mente se había calmado, había dejado la culpa de lado por un momento y colapsó sin más.

Las hojas de los árboles se mecían suavemente y el aire limpio le traía recuerdos. Dentro de sus sueños regresó en el tiempo, en aquella época en la que no sabía de emociones complejas.

Había vivido toda su infancia en paz, Konoha atravesaba buenos tiempos y su padre había conseguido conciliar a los Uchiha. Aparentemente el logro supremo de borrar la marca del maldito odio de su clan había sido su mayor mérito. Ya nadie tenía porque cargar con eso nunca más ¿verdad?

Entonces, entre la tranquilidad de aquellos años había podido ver crecer a su hermano, entrar a la academia y hacer amigos. Sasuke pasaba especialmente mucho tiempo con un niño rubio hiperactivo que siempre le retaba. Le simpatizaba ese muchacho; al final del día a su hermano menor le daba por hablar de él, de que si lo superaría o de que había hecho tal o cual travesura. Bueno, después de todo era su mejor amigo. Por consiguiente ambas familias se unieron, Mikoto se había vuelto muy buena amiga de Kushina y él había comenzado a pasar tiempo con Minato. Al inicio sólo era algo casual, pero hubo algo en él que le atrapaba. Era ese color que llenaba su alma.

Sin entenderlo bien, se convirtió en su motivo para mejorar; en su cabeza estaba la tonta idea de que entre más importante fuera, más cerca estaría del Hokage. Encubrió eso con mentiras creíbles, con excusas. Diciendo que su deber como Uchiha era sobresalir para proteger a la aldea, y aunque eso estaba entre sus intenciones reales, no quitaba que se hiciera sentir como un egoísta que había ingresado a ANBU para estar cerca del hombre que tanto le intrigaba.

Pero era tan habilidoso que no le costó mucho llegar a la cima, todo para estar a diario con él. Y en la cotidianidad se fueron conociendo, de misión en misión se iba encariñando con  la calidez de su ser, la alegría con la que hacía sus tareas diarias le encantaba. Y entre sus inseguridades, al saberse correspondido todo cambió y no dudó ni un segundo en entregarse, una y otra vez.

De esa forma comenzó a experimentar sensaciones y situaciones totalmente nuevas, ¿amor?, ¿pasión?, ¿deseo sexual? Todo, todo era tan extraño, tan emocionante. Y él tan joven, tan apuesto, tan fácil de manipular.

Y para cuando se dio cuenta ya no podía vivir sin él.   

 Entonces, en un lugar como en el que estaba y en un día con el cielo azul como ese. El rubio le había confesado sus sentimientos. Sí, justo así; envolviéndose entre  la sombra de los árboles y la luz del sol, acariciándose, tocándose las almas. Entregando  su amor. Y él lo recordaba, una vez más, con una sonrisa.

Sin pensarlo mucho, podría decir que ese día, en el que rodaban en el césped amándose locamente; era uno de sus más hermosos recuerdos, de los momentos más felices de su vida. Desde entonces había aceptado inconscientemente cargar con más dolor y penas, a cambio de un imposible deshonroso, tanto para él como para quien amaba. 

Sasuke se había quedado a su lado, sentado observándole la piel y los colores que reflejaba, justo como un espejo en el suelo. Estaba a punto de tratar de despertarlo cuando llegó su mejor amigo, campante, feliz de haberlo encontrado. Quería ir con él a comer ramen, pero él no quería irse así como así y dejar a su hermano mayor solo, tendido en el suelo. Pasado algo de tiempo, Naruto estaba cansándose de esperar.

—Oye, ¿ya se te murió?

—Cállate, usuratonkachi — le dijo mientras le golpeaba en la cabeza —. Mi hermano no se puede morir.

—Serás tonto, pero lleva así un buen rato — había agarrado con su mano el fleco del chico, tirando de él levemente. Al no ver respuesta alguna comenzó a reírse de su rostro inconsciente —. ¿Acaso se fumó un cigarro de Azuma?

Bajo sus manos y recorrió su rostro, tanteando sus ojeras. Tomó uno de sus cachetes y lo pellizco con el pulgar y el índice, ante el tacto extraño y un raro impulso inesperado, le dio por soltarle una cachetada.

—¿¡Qué haces!? ¡Déjalo en paz! — Le quitó violentamente sus manos de encima.

—Mira, ya se está despertando —el pequeño rubio lo señalaba.

Itachi se incorporaba lentamente, lo primero que sintió fue un dolor punzante en su mejilla, seguido del resto de sus pesares físicos. Despertando completamente, descubrió que estaba caliente y totalmente ruborizado tras los recuerdos revividos, ¡con las hormonas a todo lo que dan! Por instinto se cubrió el rostro con las manos. No quería mostrarse así frente a su hermano. No quería que se dieran cuanta de sus sentimientos, no le gustaba ser visto.

Naruto se reía a carcajadas, la escena se le hacía graciosa porque sin querer le recordaba a su amigo.

—¡Oye!, ¡se parece a ti! — Sin ninguna malicia, continuó —cuando estamos juntos, ¡tú también te pones rojo de la nada! — y seguía riendo.

Sasuke se llenó de vergüenza y de coraje, ese estúpido estaba revelándole inconscientemente lo que sentía por él a su hermano. 

—¡Justo como ahora! — no pudo aguantar un comentario más y se abalanzó contra el ingenuo Naruto.

Sentado, en ese lindo día, miraba a los dos pequeños peleándose. Físicamente, ellos dos se parecían a él y a su amado, pero en chiquito. Rio tiernamente, se veían muy lindos. Pero su sonrisa no duró, en ese niño rubio veía la viva imagen del carácter de su madre y le recordaba lo inevitable.     

-*-

Acostándose en el futon de su cuarto, su mente volvía a hacer ruido. Pero ya estaba cansado, se desanudó su coleta y paseó sus dedos entre su cabello, sin poder evitar los terribles suspiros. «Si con mis pensamientos pudiera traerte a mí». Miraba a la ventana, pese a que estaba abierta el calor inundaba la habitación. «Sería tan feliz» Se desnudó el torso para dormir a gusto. 

Se llevó ambas manos detrás de la cabeza y fijó su vista al techo. Disfrutando del arrullo de las cigarras. «¿Qué debería hacer?»

Un sonido seco lo alejó de golpe de sus pensamientos. Una piedra envuelta en un papel cayó sobre el suelo, desconcertado, se levantó a tomar entre sus manos la nota. En ella, la grafía de alguien que conocía perfectamente.

 

Un único Kanji: [逃]

«¿Huir? No, era un huyamos».

 

Su corazón se aceleró de inmediato, sin medir las consecuencias, sin pensarlo un segundo más. Sabía perfectamente de quien era, que quería decir; pero no conocía el peso real de esas palabras.    

    

 

Notas finales:

No sé qué me pasa que odio las matemáticas con toda mi alma, pero me encantan las coincidencias de los números y las palabras. Por eso notarán que los capítulos forman una sola frase si se leen de corrido y que cada uno de ellos aumenta de 1500 en 1 500 palabras (1 500, 3 000, 4 500) cerrando con 9 000 palabras. Y creo que estoy suficientemente loca como para subir un epilogo de 1 000 palabras para que cierre perfectamente en 10 000. Incluso, me siento tentada a subirlo el 20 de mayo (20 – 5) porque 20 es dos veces la cantidad de miles totales que serían (2 x 10) y 20 dividido entre cinco da cuatro, el número de capítulos totales que tendría. Además de que todos son divisibles entre cinco >:D

Lo sé, estoy medio loca, pero es de las cosas que siempre quise hacer pero no hice por trabajar con Caín. Así que ahora que trabajaremos más independientemente puedo hacer estás tonterías (?) ustedes, preciados lectores, ¿me darán permiso?

Bueno eso es todo por ahora. Gracias por leer las pendejadas de ésta persona torpe, pero feliz de haber publicado ;D 


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