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Cuando las flores hablen por él por AngiePM

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Notas del capitulo:

¡Es el cumpleaños de Suga en Japón! Tenía planeado subir este capítulo la semana pasada y el siguiente hoy para coincidir con el día, pero, entre un pequeño bloqueo que me dio y los trabajos finales del semestre, se me hizo imposible *sigh*

Fue el Intercolegial más interesante de su historial desde la primera vez que estuvo en un club de voleibol. En el primer partido se reencontró con un viejo amigo y excompañero de equipo de la secundaria, y por fin habían logrado avanzar al segundo día.

 

Escupió otra camelia rosada mientras sus padres lo felicitaban en casa —la primera que ambos veían cómo la tosía, muy incómodo— y notó la sacudida de cabeza casi imperceptible de su papá al caer los pétalos. Al tratar de conseguir explicaciones, negó haberse movido. Daichi concluyó que se preguntaba otra vez cómo su amor unilateral había llegado a ese extremo, y se respondió a sí mismo que era algo más complicado de lo que podría parecer para otros.

 

Se acostó a dormir nervioso y sonriente. Uno de sus anhelos fue satisfecho, pues nunca habían ganado lo suficiente para jugar por dos días. Sin embargo, el primer partido de mañana sería fuerte, Aoba Johsai no era cualquier escuela; esperaba que él y sus compañeros resistieran lo suficiente para que Suga participara contra el oponente más pesado que enfrentarían hasta ahora, porque esta podía ser su última oportunidad y no quería retirarse sin antes compartir la cancha con él una vez más.

 

La felicidad no podía durar tanto tiempo. Después de un deuce bastante largo y reñido, Karasuno fue derrotado en la tercera ronda. Su consuelo fue la intranquilidad de Kageyama que permitió darle un lugar a Suga por unos cuantos turnos. Tuvieron, probablemente, el almuerzo más penoso de sus existencias; llorar y comer a la vez era, sin duda alguna, una experiencia rara de ver y de vivir.

 

Ahora que se le había acabado el camino recto, Daichi no estaba seguro de qué camino de la bifurcación tomar. Uno lo dirigiría a estudios más sencillos por contar con más tiempo libre, pero lo separaba de algunas de sus metas; el otro le permitiría reintentar por última vez alcanzar a las Nacionales, aunque eso significaría complicaciones en lo académico. No podía tomarse una decisión como esa a la ligera, sabiendo que comprometería algo tan crucial como su ingreso a la universidad por algo que no era seguro. ¿Era hora de rendirse?

 

¿Cómo estarían los demás? Presentía que Kiyoko no se iría sin antes conseguir un reemplazo, así que era probable que ella supiera qué hacer. Recordaba que Asahi había dicho antes que no planeaba ir a la universidad; si no había cambiado de opinión, también la tenía fácil. Suga, por otra parte… Daichi respingó. Ni siquiera era un titular, no tenía algo que lo aferrara al club con tanta fuerza excepto por lo emocional, tal vez. Si él se quedaba y el vicecapitán se iba, ya no pasarían tantas horas juntos. Claro, aún se verían en clase, pero ya no entrarían ni saldrían a la misma hora, por lo que las caminatas por la calle finalizarían. El tiempo que compartirían se reduciría notablemente y eso no le convenía, no si estaba a contrarreloj.

 

Y, de repente, Daichi se percató de que estaba pensando como si ya hubiese decidido permanecer en el club. Suspiró, era obvio que eso era lo que deseaba en lo más profundo, por más que lo recomendable fuera lo contrario. Ya hablaría de eso al día siguiente con sus compañeros y descubriría si no era el único demente que quería cruzar por la ruta más accidentada.

 

Solo bastaron unos minutos de discusión para estar todos en la misma página: se arriesgarían. A Daichi le emocionaba lo mucho que habían mejorado en estos meses, así que ya se daba una idea de qué tan lejos podrían llegar en el siguiente campeonato. Esperaba estar libre de hanahaki para ese entonces para poder disfrutarlo.

 

Ya tenía un poco más de un mes enfermo y nada había cambiado entre él y Suga, aunque tampoco era que lo hubiese intentado. Aún no estaba muy seguro de cómo hacer para enamorarlo, pero ya tendría que comenzar a hacerlo si quería evitar que se le hiciera muy tarde. Ahora que se había asustado por la posible —mas no real— disminución de su tiempo juntos, sabía que no soportaría perder sus sentimientos por él si eso era igual a también borrar su amistad. Lo enamoraría, y el proceso empezaría más pronto de lo que esperaba.

 

—El cumpleaños de Koushi-kun es pronto —dijo su madre apoyada del marco de la puerta de su habitación.

 

Koushi-kun. Siempre lo había llamado así. Antes lo ignoraba, ahora se preguntaba si él alguna vez podría referirse a Suga por su nombre —sin honorífico— con el cariño que debía reprimir.

 

—Sí, la semana que viene —respondió sin levantarse de la cama, aunque sí volteó a mirarla.

 

—¡No te lo estaba preguntando, te lo decía!

 

—Ajá… —Daichi no sabía a dónde quería llegar con esto.

 

—Su mamá acaba de llamarme para decirme que este año quiere hacerle una fiesta sorpresa y que te necesita para planificarla.

 

—Suga siempre se da cuenta de las fiestas sorpresa.

 

—Y por eso es que quiere que tú lo distraigas ese día. También hay unas cosas que tienes que lograr, pero eso tendrás que hablarlo con ella. Mañana vendrá después del trabajo para eso.

 

Esa era una orden indirecta de no salir de casa después de regresar de clases. Asintió y la conversación llegó a su fin.

 

¿Una fiesta sorpresa? Hacía mucho que no asistía a una y nunca había sido de los organizadores, solo un simple invitado más. Esto prometía ser interesante, más si él iba a ser quien lo mantuviera alejado de todo el asunto mientras se afinaban los últimos detalles en su casa, donde supuso que sería la celebración. Sonrió, ese podía ser el momento perfecto para iniciarlo todo. No planeaba darle un regalo demasiado obvio, claro, pero sí esmerarse para que la experiencia fuera divertida e inolvidable.

 

Alrededor del oscurecer del día siguiente, la mamá de Suga visitó su casa como había avisado por teléfono. A mitad de la explicación de sus ideas, Daichi sintió vergüenza por pensar en lo que era la estrategia para finalmente sorprenderlo como también el primer paso para ganarse a su hijo; por suerte, supo ocultarla bajo una expresión atenta a lo que escuchaba. El plan era bastante convincente; pudo ver de dónde Suga había sacado lo estratega.

 

Si algo tenía de distinto este año a los anteriores, eran las emociones respecto al equipo durante los días previos a su cumpleaños. Suga tenía la mala suerte de que el Intercolegial siempre cayera una semana antes de su día, por lo que las frustraciones por perder tan pronto y la tristeza de despedir a los de tercero permanecían frescas aún en la mayoría. Esta vez, en cambio, el pesar era mucho más liviano. El equipo estaba intacto, con todos sus integrantes y con más ánimos de alcanzar una victoria mayor que nunca.

 

El miércoles empezó a hacer lo que había acordado con ella. Lo primero era reservar ese día para que todos estuvieran libres, pues quería que asistieran todos los del club. No sería tan complicado, ya que no solían entrenar la semana siguiente a una competencia, como descanso, y alargarlo unos tres días más —para disimular mejor el motivo— no debía ser pedir mucho. Para evitar que a alguien se le escapara algo, decidió no contarle a nadie lo que estaba tramando todavía.

 

Ese día, también, le dio un fuerte ataque de tos. Estaba cepillándose los dientes cuando sintió las primeras señales del ahogo. Se apresuró en terminar para escupir la pasta y enjuagarse la boca antes de toser, o el desastre de espuma no iba a ser muy lindo. En el momento que se secó, comenzó a toser.

 

Los primeros pétalos salieron fácilmente, al contrario de lo que esperó por la fuerza de su tos; sin embargo, al dejarlos reposar en la toalla que no soltó, no sentía cuántos eran. Se imaginaba una flor inmensa por lo mucho que estaba sacando, no la multitud de florecillas azuladas que cayeron en cascada al suelo cuando sus tosiduras se calmaron lo suficiente como para tomar un respiro. Daichi las observó con el ceño fruncido, era la primera vez que salían varias flores iguales en una misma ronda. Con los latidos acelerados, se agachó a recogerlas. Suspiró y relajó el rostro; eran hortensias, sabía que sus flores nacían agrupadas y no individualmente.

 

Decidió botarlas de inmediato; eran de las favoritas de su madre y dudaba que enterarse de que algunas habían salido de su hijo fuese bueno para que siguieran siéndolo. Mientras envolvía las flores en papel higiénico, la tos regresó, haciendo que cerrara el puño de repente y que algunas escaparan de vuelta a sus pies.

 

Escuchó varios toques seguidos a la puerta del baño.

 

—Daichi, ¿estás bien?

 

La tos le impedía responderle a su madre. Sí estaba bien, al menos no se estaba asfixiando. Al oír más golpecitos a la madera, no se le ocurrió otra cosa más que erguirse y abrir lo suficiente para mostrarle un pulgar en alto. Su madre trató de abrir más la puerta, seguramente para entrar, pero Daichi la volvió a cerrar; no le gustaba ser visto escupiendo sus sentimientos.

 

Otra vez, varios pétalos salieron con relativa facilidad a pesar de lo ruidosa que era su tos. Los sentía más grandes que las hortensias, lo cual lo preocupó; dos tipos distintos en un día no era lo que deseaba. Hizo una mueca al parar y revisar lo que había en su mano. Había sido timado de nuevo, porque eran flores rojas enteras y no despedazadas. No tenía idea de qué eran, así que las apartó para llevárselas a su cuarto y compararlas con las fotos del libro.

 

—¡Ya estoy bien! —exclamó. No estaba seguro de que su madre estuviera aún detrás de la puerta, pero supuso que sería bueno el aviso.

 

Terminó de desechar las hortensias, tomó a las rojas sin identificar y se dirigió directo a su habitación. Lo primero que hizo fue revisar su celular, pues sonó en el momento que se sentó a la orilla de la cama. Suga le preguntaba por un ejercicio de Matemática que no estaba muy seguro de haberlo copiado bien.

 

«Espera, acabo de toser hortensias y unas que no reconocí. Voy a buscar primero qué son».

 

«¡Justo respondes rápido cuando no es lo que espero!», acompañó con un emoticón algo enfadado. Daichi soltó una risilla, casi podía escuchar su reclamo. «¿Y dos flores? ¿No era malo eso? ¡Mándame una foto de las otras a ver si yo las reconozco!».

 

Daichi lo pensó. No creía tener mucho problema ubicándolas en el libro, aunque quizás se ahorraría unos segundos o minutos si Suga las identificaba. A pesar de estar seguro de que era algo muy raro, obedeció y le envió una foto. También se la pasó a Asahi, ya que estaba en eso, aunque se le olvidó explicarle por qué le mandaba unas flores tan de la nada; el tono de mensaje sonó tan rápido que se distrajo.

 

«Se ven como la típica flor que dibujarías, no tengo idea».

 

Suga tenía razón en algo: su apariencia no era tan llamativa, era una flor de cinco pétalos iguales típica de dibujos. No contestó, sino que empezó a averiguar con el libro. Pasó varias páginas sin siquiera detallarlas mucho; las flores llamativas de las primeras hojas para nada relacionadas con las sencillas que le habían crecido.

 

Las encontró casi al minuto de empezar, una página dedicada a ellas por sus diversos colores. Al igual que las hortensias, los geranios crecían en grupo, de ahí que tosiera tantas. Le calmaba saber que aún no llegaba a la fase en la que podría escupir varios ejemplares iguales de una vez, aunque el temor de haber sido dos distintas aún estaba ahí. En rojo, el significado que más se apegaba a sus sentimientos era la determinación. Le escribió a Suga el nombre de las flores y justo después sonó la notificación de otro chat.

 

«¿Por qué me…». Daichi aguantó la risa por el mensaje incompleto, la guardaría para cuando leyera la respuesta completa que ya se esperaba. No tuvo que aguardar demasiado. «DAICHI NO ME MANDES FOTOS DE LAS FLORES QUE ESCUPES!!!!!». Empezó a reír. La verdad era que no había pensado que Asahi sí podría incomodarse por eso cuando la envió, pero ahora le parecía lo más lógico. «Ya casi me olvidaba de que estabas enfermo!!!».

 

«¿Las flores son contenido sensible para ti?».

 

«¡SÍ!!!», Daichi rio de nuevo por la respuesta tan inmediata y sincera. «Quiero decir, no, ¡pero si sé que salieron de alguien es perturbador!».

 

«Era para ver si sabías cómo se llamaban».

 

«No y la próxima vez, mándame una foto sacada de internet».

 

«¿Cómo voy a sacar una foto de internet si no sé cómo se llaman, genio?». Lo único que recibió después de eso fue un emoticón molesto.

 

Daichi dejó el teléfono aparte por un momento, estaba perdiendo mucho tiempo y aún no sabía qué querían decir las hortensias. Le pareció más rápido y fácil averiguarlo por Internet, así que eso hizo. Se sorprendió a leer que simbolizaban el orgullo.

 

Ninguna de las flores de ese día estaba completamente enlazada al hanahaki, sino a sus sentimientos del fin de semana durante la competencia y en parte a los del lunes. El orgullo venía por el equipo, de haber llegado tan lejos, de haber logrado varios puntos con Suga como armador; la determinación, de sus ganas de ir aún más alto, de no abandonar el club ni su sueño, de obtener el amor a tiempo. De algún modo, consideraba que era una combinación positiva.

 

Sonrió, sintiéndose más listo para aprovechar cada una de las oportunidades que se le presentaran y así crear su propio éxito.


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