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Cuando las flores hablen por él por AngiePM

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Notas del capitulo:

Este es el capítulo que quería publicar hace cuatro días, pero que se me hizo imposible hasta hoy terminarlo. Quería que coincidieran las fechas. Esta es mi celebración por el cumpleaños de Suga, cuatro días tarde (?

Ya sabía que las semanas siguientes a las competencias eran más suaves con los entrenamientos, era un buen descanso después de varios días de un esfuerzo mayor; pero, ¿era necesario seguir practicando solo en la mañana pasados diez días? Suga entendía que, en parte, era para darles más tiempo a Hinata, Kageyama, Tanaka y Nishinoya de estudiar para poder ir a Tokio; solo que sentía que, a ese ritmo, lo único que lograrían allá sería pasar pena por su menor rendimiento.

 

Este día no se quejaba demasiado. Era su cumpleaños, todos lo recibieron con brazos abiertos, bocas sonrientes y muchas felicitaciones. Daichi le cedió el control de esa práctica. Al final, les dijo a todos que estaban invitados a su casa en la noche si querían festejar con él o comer un pastel. Los habría citado más temprano, pero no contaba con que ese día tampoco tuvieran un segundo entrenamiento, así que no había arreglado todo en su casa aún para alojar a tantas personas.

 

Durante la mañana, varios amigos de la escuela se unieron a las felicitaciones y algunos le dieron regalos. No fue hasta que sostuvo la primera bolsa que se percató de que ni siquiera Daichi o Asahi tenían algo para él. Quiso pensar que tenían su regalo guardado para la celebración en su casa, ya que ellos eran los únicos que sabían de sus planes de hacer una reunión de cumpleaños desde antes.

 

A pesar de no tener actividades de club completas, este año se sentía mejor que los dos anteriores. Una buena parte de sus amistades provenían del voleibol, así que el estado de ánimo general del equipo influía en ocasiones al suyo. En sus cumpleaños dieciséis y diecisiete, el aura sin mucha vida de los miembros que se quedaban después del Intercolegial aún se percibía en prácticas donde los movimientos no eran tan fluidos como se desearía; con la derrota y la despedida todavía en sus organismos, no se les llenaba el espíritu de fiesta. Ahora contaban hasta con otra mánager —muy tierna, por cierto, temía de lo que sería de sus nervios al conocer a los chicos de las otras escuelas—; nunca había habido tantas personas alegres en el club para ese día. Por esa misma razón fue que quiso invitarlos a todos.

 

Era extraño caminar de regreso a casa con Daichi sin que el cielo se oscureciera en el proceso. En estos días cercanos al verano, la única manera de que ocurriera era con una lluvia, pero no deseaba eso para un día en el que el paraguas quedó olvidado en su habitación; resfriarse en su cumpleaños por un descuido tan tonto no sonaba atractivo. Por suerte, no había indicios de que eso fuese a suceder, aunque algo de curiosidad le dio pensar en ese tema.

 

—Daichi, ¿qué pasaría si te resfriaras?

 

—No me desees tanta mala suerte. —Sonrió, aunque con el ceño un poco fruncido—. No quiero moquear flores, gracias.

 

—Eso sí que sería una nariz congestionada. —Daichi soltó una risa falsa por eso.

 

—Cuando tosa no voy a saber por qué es. No tienes idea de cuánto me estoy cuidando para que no me dé otra cosa, porque… —Frenó de repente—. Ah, espera, me están llamando.

 

Dejaron de caminar para que Daichi atendiera la llamada. Suga volteó a un lado mientras tanto. Había flores diminutas bordeando el jardín de la casa frente a la que habían parado. No estaba muy seguro de qué eran porque no recordaba haberlas visto con frecuencia en otras partes, entonces se preguntaba si las habían sembrado por alguna razón fuera de lo estético.

 

Desde que su amigo se había enfermado, le pareció interesante el significado de las flores. Ya sabía que muchas plantas eran relacionadas con la buena o la mala suerte, el amor o la amistad, la vida o la muerte; pero nunca había considerado sus mensajes más profundos. De vez en cuando averiguaba el significado de las flores que le crecían a Daichi y, aunque no podía saber cuál de todas las traducciones era la correcta en algunos casos, se fascinaba con lo que descubría. Unas cuantas le causaron pena y admiración a la vez, ¿cómo hacía para lucir como si nada con sentimientos así en su corazón?

 

—Suga, mi mamá pregunta si hay alguien en tu casa ahora. —La voz de Daichi lo sacó de sus pensamientos. Volteó a verlo de nuevo.

 

—No hasta la noche.

 

—Dice que no… Bien, ya vamos. Chao. —Colgó. Suga arqueó una ceja.

 

—¿Ya vamos? ¿En qué me acabas de meter?

 

—Mi mamá quiere verte, así que irás a mi casa primero.

 

—Ah, está bien. —Sonrió.

 

Para Suga no era un secreto lo mucho que le agradaba a la mamá de Daichi. De hecho, de los familiares de todos sus amigos, estaba convencido de que ella era la que más lo quería. Estaba acostumbrado a ser de los favoritos de las madres de los demás, era un privilegio aprovechable, además. Solo recordaba haberle dado dudas a una sola y fue por haberlo pillado enojado —algo que las otras nunca atestiguaron— en primaria; de resto, más de una vez recibió quejas de sus amigos por haber sido tomado como «persona modelo» por sus mamás. En días de reflexión, eso le causaba gracia. Si supieran de ese detalle, estaba seguro de que varias lo querrían alejado de sus hijos.

 

Cuando llegaron a la casa, la señora Sawamura lo saludó y felicitó efusivamente. Suga tuvo la sensación de ver a Daichi de brazos cruzados por un segundo antes de cerrar los ojos en el abrazo breve que le dio. Había pensado que solo sería eso, pero luego lo invitó a pasar. Vio a Daichi con interrogación en sus ojos, solo obtuvo un encogimiento de hombros como respuesta.

 

Daichi aprovechó estar en su casa para cambiarse de ropa. Mientras, Suga conversaba con la mujer que parecía estar cocinando.

 

—¿Qué tal va el día? ¿Ya te han dado regalos?

 

—Dos que abriré en casa. Y me gustaría estar practicando ahora, pero va mejor que los últimos años.

 

—Te daré una razón por la que te gustará no estar practicando ahora —canturreó. Suga sonrió de lado sin despegar los labios e inclinó la cabeza a un costado—. Estás aquí porque supuse que tus padres estarían trabajando y a mí no me gusta que un cumpleañero esté solo. Tampoco es que piense retenerte aquí hasta que vuelvan, pero un rato pasarás acá y tu estómago lo agradecerá.

 

—¿Hm? ¿Y qué está cocinando?

 

—No, a menos que Daichi te haya contado de la costumbre sobre los cumpleaños, no tienes permitido saberlo hasta que la mesa esté servida, Koushi-kun. Me gustaría seguir hablando contigo, pero te pediré que te alejes de la cocina. —Le hizo señas con las manos para que se fuera.

 

—Seré el primero en llegar cuando la comida esté lista.

 

—Sí, sí. Ahora ve con Daichi. —Insistió con los mismos gestos.

 

Fue directo a la habitación de Daichi, tantas visitas de estudio o de ocio ya lo habían hecho memorizarse la casa. Se encontró con la puerta abierta, así que entró al ver que estaba ahí, sentado en medio de su cama mientras hojeaba el libro de las flores. Suga solo lo había visto una vez y ni siquiera abierto, sino en su lugar en el escritorio.

 

—¿Acabas de escupir una flor y no nos dimos cuenta? —preguntó con las manos en la cadera. Daichi apartó la vista de las páginas para verlo a él.

 

—No, solo estaba leyéndolo un poco. —Suga arqueó una ceja—. Quiero aprenderme algunas para no tener que perder el tiempo tratando de identificarlas.

 

—En pocas palabras, vas a estudiarte el libro.

 

—Puede ser. —Lo cerró y lo apartó un poco. Se arrimó hacia la orilla, dándole espacio a Suga para que se sentara a su lado. Luego de que su peso hundiera algo más el colchón, Daichi lo miró fijo sin decir más, su cabeza apoyada sobre su mano.

 

—¿Qué? —soltó, no parecía tener intenciones de hablar sin que Suga lo hiciera primero.

 

—Eres el cumpleañero, estoy esperando a que digas qué quieres hacer.

 

—Nada en especial. —Se encogió de hombros—. ¿Cuánto tiempo crees que vaya a tardar tu mamá cocinando?

 

—Espera, ¿mi mamá está cocinando? —Frunció ligeramente el ceño y levantó la cabeza de su mano.

 

—No me quiso decir qué está preparando, por eso te pregunto.

 

—Ah. —Relajó su expresión—. Ya sé qué está haciendo, no creo que tarde demasiado.

 

—Hm, entonces bastará con encontrar algo divertido que ver —dijo al tomar el control remoto que estaba justo delante de él y encender la televisión.

 

Lo primero que entretuvo a ambos —a Suga primero— antes de decidir cambiar de canal otra vez fue el canal musical, pues estaban pasando el video de una canción que le gustaba y comenzó a cantarla de inmediato. Vio a Daichi por el rabillo del ojo con los labios estirados, como si intentara suprimir una risa, por lo que cantó más alto para arruinar su aguante. Lo logró. Quiso probar qué tan lejos podía presionarlo, así que estiró la mano con la que sostenía el control para ponerlo como un micrófono para él.

 

—No voy a cantar eso. —Se rehusó, aunque no de mala gana, ya que sonreía.

 

—Vas a cantar eso. Anda, no cantaré hasta que tú no cantes, ¡y de verdad quiero seguir cantando! —La canción fue lo único que evitó el silencio entre ellos—. ¡Vamos! Órdenes de cumpleañero. Se suponía que esperabas a que dijera qué quería hacer, ¿no?

 

Daichi se le quedó mirando por unos segundos más. Terminó cediendo y Suga quedó bastante satisfecho. Era un poco difícil hacerlo cantar, pues a él no le gustaba mucho cómo sonaba su voz al hacerlo; pero Suga no le oía lo malo. Pronto, se le unió y los siguientes minutos fueron algo similar a una guerra musical en la que el ganador era quien se supiera la letra de más canciones.

 

Suga llevaba la delantera cuando escucharon que la comida estaba servida. Apagaron el televisor sin dejar que la canción acabase y fueron al comedor. La sorpresa que le dio ver los platos de mapo tofu sobre la mesa no pasó desapercibida. La mujer explicó por fin la tradición: en los cumpleaños, todos comían la comida favorita del celebrado. No lo tenía planeado para hoy, no tenía manera de saber que no tendrían práctica en la tarde, simplemente se dio la casualidad y la suerte de que ya sabía de su gusto por ese plato. Por la cara de su hijo, avisó que solo el de Suga era súperpicante, pues sabía que a Daichi no le agradaban tanto esos sabores.

 

Dio muchísimas gracias por la comida. Gestos así eran los que delataban que él era el predilecto de los amigos de Daichi para su madre. Esta vez no sintió ni un poco de la culpa que solía inmiscuirse por el secreto que podría estropearlo todo cuando la familia de un amigo lo quería de más.

 

Poco después de terminar, se despidió —no sin antes dar gracias de nuevo y recibir más buenos deseos—, solo que Daichi salió con él. ¿Pensaba llevarlo a alguna parte?, porque su único plan era regresar a casa para poner el orden que faltaba. Decidió ignorarlo hasta que él se explicara, lo cual sucedió al llegar al punto habitual de encuentro o separación, según el momento del día.

 

—Suga, compremos algo primero —dijo de repente.

 

—¿Tenemos que estar los dos? Quiero que me dé tiempo de descansar un poco antes de que lleguen los demás.

 

—Te puedo ayudar con eso —ofreció.

 

—¿No puedo aunque sea cambiarme? Es un poco raro estar en uniforme mientras tú estás con ropa casual.

 

—Será rápido. Quiero comprar los refrescos y los jugos que dije que llevaría, eso es todo.

 

—De acuerdo, pero iremos a mi casa después y me vas a ayudar a ordenar —condicionó.

 

—Claro.

 

Fueron a la tienda de conveniencia más cercana a hacer sus compras. Hubo un momento en el que se separaron, pues Suga revisó si podía adquirir algo con el dinero que le había quedado, solo que nada dentro de su presupuesto le provocaba. Al reencontrarse, Daichi pareció notar su mueca frustrada.

 

—¿Qué sucede?

 

—No me alcanza el dinero para comprar nada de lo que quiero. —Mostraba un mínimo puchero.

 

—Ya conté cuándo necesito y me sobra lo que he ahorrado de todos estos días sin comprar bollos de carne para todo el equipo. Considéralo mi regalo.

 

—Daichi, si no quieres usar ese dinero en ti, deberías guardarlo para… —Se detuvo a pensar—, no sé, ¿comprarle algo a quien amas?, ¿salir con ella?; pero no en mí. No he visto que estés tratando de enamorar a esa persona, sería bueno que empezaras.

 

La expresión de Daichi era un espectáculo poco común: había enrojecido y sus ojos estaban más abiertos de lo normal. Tuvo que reprimir una risilla para evitar que se enojara.

 

—¡Es tu cumpleaños, no importa! Solo acepta mi regalo. —Frunció el ceño y volteó al lado contrario—. Y ya estoy viendo cómo hacerlo, no tengo que contarte esa parte o te darás cuenta de quién es.

 

—¿No necesitarás el dinero para tu plan?

 

—No.

 

—Si tanto insistes…

 

—Solo pon lo que quieras en la cesta y lo pagaré.

 

Suga escogió lo más barato de lo que quería para no sentir que estaba aprovechando demasiado. Él también había acumulado ahorros en estos días sin bollos al final de las prácticas, solo que los había guardado en casa. No había pensado en que Daichi aún no hacía nada —aparentemente— por solucionar su situación sentimental hasta ese instante, ahora estaba preocupándose por el tiempo que se estaba tomando, sabiendo que iba a contrarreloj; de ahí su persistencia para que al fin diera algún paso. Quizás tendría que presionarlo en los próximos días para que lo recordara.

 

Notó que recibió un mensaje mientras pagaba, el cual leyó y no contestó. No le dio importancia. Una vez en la calle, le dio lo que pasó a ser su regalo y comenzó a preguntar por cuántos preparativos tendrían que hacer al llegar a su casa. Suga estaba contento por poder dividir el trabajo pendiente.

 

Al entrar a la casa, Daichi se adelantó a guardar las bebidas en la nevera. Suga se quitó los zapatos y se encaminó a su cuarto, solo que Daichi lo llamó primero, al parecer necesitaba ayuda en la cocina. Apenas se estaba asomando por la puerta, un montón de gritos al unísono lo sobresaltaron:

 

—¡Sorpresa!

 

Suga se paralizó por dos segundos, boquiabierto, antes de que Tanaka, Nishinoya y Hinata tomaran la iniciativa de abalanzarse sobre él, seguidos de lo que se sintió como la mayoría de los chicos. Estaba genuinamente asombrado en medio del abrazo grupal, no se esperaba que todos se hubieran puesto de acuerdo para presentarse en su casa antes de sus propios planes de la fiesta en la noche. Cada vez que alguien intentaba sorprenderlo así, acababa descubriéndolos; esta era la primera vez que no sospechaba nada. Tenía que aplaudirle a quien fuera la mente maestra tras todo el encubrimiento más tarde.

 

Algo le decía que Daichi estaba más que involucrado en esto y no solo como quien lo distrajo para darles chance a los chicos de ir a sus casas, cambiarse y reunirse. 


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