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Cuando las flores hablen por él por AngiePM

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Notas del capitulo:

¡Siento la demora! En este tiempo estuve atrapada escribiendo para dos actividades: una creativa con Bokuto como protagonista, la otra era la semana angst BokuAka. Esta semana debería estar ocupada con la Oikawa Week que empieza mañana (solo participaré en el quinto día), pero ya debía este capítulo y tenía ganas de continuar esta historia primero.

No muy seguro de que la francesilla a medio crecer resistiría hasta el día siguiente, Daichi fue precavido y le tomó una foto como la evidencia que le mostraría al doctor en la consulta.

Estaba sumamente intrigado. Le preocupaba pensar que ya estaba a nada de iniciar la fase de floración; aún no estaba listo para toser no solo flores, sino tallos y hasta raíces. Además, se volvería mucho más difícil de ocultar así, porque la periodicidad de sus tosiduras de seguro desaparecería; como mínimo, disminuiría el tiempo entre una y la otra. ¿Cómo iría a calcular el momento aproximado en el que tendría que esconderse? No quería pensar en eso ahora, lo mejor sería esperar a estar seguro de su condición antes de sacar conclusiones.

Otra teoría más inofensiva era más simbólica. Un capullo no era más que una flor en crecimiento, entonces podía concluir que el sentimiento relacionado a él no había madurado del todo. Sin embargo, no parecía tener sentido con el significado de la francesilla roja. Si una sensación había invadido a Daichi desde el miércoles, esa era la de que Suga no entendía su amor por él en lo más mínimo; solo que no esperó que alguna flor transmitiese ese mensaje tan específico. No llegó tan lejos con sus ideas, pues se quedó dormido en medio de ellas.

Como había hecho antes, fue al médico después de la práctica matutina del sábado. Luego de explicar que había escupido un capullo más rápido de lo normal, el doctor hizo un corto interrogatorio:

—¿El significado de esa flor está muy ligado a sus sentimientos recientes?

—Es muy exacto.

—¿Solo lo sintió en un momento en específico o ha seguido presente?

—Es muy recurrente desde que lo sentí el miércoles. Creo que ya no puedo estar con esa persona sin pensarlo al menos una vez.

—¿Estuvo con ella ayer?

—Estaba con esa persona cuando tosí. —El doctor le dirigió una mirada inquisitiva—. Es alguien con quien paso mucho tiempo, casi a diario. Ya sabe que tengo esto.

—¿Y no sospecha nada? —Arqueó una ceja.

—No que lo haga notar. —El hombre terminó arqueando ambas cejas, aunque no comentó al respecto.

—Bien, hay algunos detalles a explicar aquí. Aún no ha iniciado la floración en usted, pero está cerca. —Daichi suspiró, su preocupación era la realidad—. Durante la primera fase se tosen flores únicamente, y si bien solo fue el capullo lo que salió, no es propio de esta fase que la flor no haya terminado de crecer. Lo que sí es común, y esto aplica en cualquier etapa, es que el proceso se acelere si se está con quien ama y siente lo que la flor que ya estaba creciendo significa.

—¿Eso quiere decir que es malo pasar mucho tiempo con la persona? —preguntó de inmediato.

—No es que sea malo, no le va a quitar tiempo, pero sí acelerará el crecimiento de las flores a partir de la segunda fase y podría aumentar la cantidad por tanda. —Daichi tragó saliva. Aun si quisiera evitar a Suga, le sería imposible—. Lo que le ha pasado es una combinación de dos cosas: estar con la persona provocó que tosiera antes de tiempo al intensificarse el sentimiento y mostró la primera señal de que dentro de poco empezará la floración.

—¿En solo mes y medio? —Frunció un poco el ceño.

—No se preocupe, la floración es la etapa más larga. Que se manifieste pronto no es sinónimo de que la enfermedad durará menos tiempo. Ahora mismo está en una transición, debe prepararse para los síntomas más fuertes que presentará.

—¿En cuánto tiempo estaré en la segunda fase por completo?

—Alrededor de la segunda semana de julio.

Apretó los labios. Esa fecha coincidía con los días que iría a Tokio con el club. Esperaba llegar hasta esos días sin avanzar a la segunda etapa por razones obvias, pero eso no sería posible y no le agradaba para nada. Sabía que comenzaría a notarse cierto deterioro en su salud a partir de ese entonces, no le convenía recién conocer cuán afectado se vería en pleno campamento conjunto.

—Me gustaría saber qué cambios habrá cuando empiece esa fase. —Debía estar listo para lo que enfrentaría y mantenerse en forma dentro de lo posible.

—Se quedó en el club, ¿no? —Daichi asintió—. Ya le comenté a su entrenador las posibles medidas a tomar cuando se fortalezca el hanahaki, sabrá qué hacer si presenta síntomas durante una práctica. Las primeras semanas son más suaves, solo notará el incremento de flores por día y la aparición de hojas o tallos. También podría toser con menos días de diferencia. Lo que sí debe hacer apenas esté seguro de haber entrado a esa fase es un examen de sangre para determinar sus valores normales, y luego debe hacerse otro cada vez que tosa tres o más flores en un día. De los resultados dependerá lo que deba hacer para recuperarse y evitar la fatiga.

Las cosas iban a complicársele en un momento realmente inoportuno. Dentro de unas semanas ya no contaría con esa seguridad de que no volvería a toser por el resto del día, sino que estaría alerta casi siempre. Tal vez, lo mejor que podía hacer era escoger a unas cuantas personas más que pudieran conocer su enfermedad para aligerar un poco la tensión. Solo esperaba nunca escupir flores durante un partido, ni siquiera de práctica.

Como siempre, un mensaje de Suga preguntándole qué tal le fue aguardaba por él al salir del consultorio. Al ser mucha información, optó por llamarlo, aunque omitió el detalle de la cercanía a la persona amada como acelerador. Una vez más, lo alentó a enamorar a quien fuera que no le correspondiera aún, y Daichi masajeó su sien para controlarse y no explotar con la verdad.

La siguiente semana fue bastante tranquila. Tuvieron un partido de práctica contra otra escuela, celebraron el cumpleaños de Hinata unos días después con mucho voleibol —había pedido una fiesta sorpresa como la de Suga, pero Kageyama arruinó sus ilusiones al resaltar que entonces ya no sería una sorpresa— y, según había escuchado, Yachi estaba más decidida a ser mánager del club oficialmente. La única flor salió el martes mientras cenaba; otra francesilla roja que no le sorprendió en absoluto, esta vez bien florecida.

La otra, sin embargo, lo obligó a pensar muy bien sus próximas decisiones. A mitad de la segunda práctica del lunes, su respiración se volvió un tanto forzosa. No le prestó mucha atención al atribuírselo al ejercicio; pero, cuando Suga se le acercó y lo apartó un poco del resto con cautela, supo de inmediato que algo sospechaba.

—¿No te parece que estás respirando más pesado de lo que deberías con el esfuerzo que has hecho? —susurró.

—¿Insinúas que no he hecho mucho? —Daichi arqueó una ceja.

—Hablo en serio. —Y Suga juntó ambas—. No deberías respirar cansado tan rápido.

—Me siento bien.

—Tal vez, pero será mejor que descanses hasta que se normalice tu respiración. —Daichi estuvo a punto de reclamar; solo alcanzó a entrecerrar los ojos—. ¡No pongas esa cara! Cinco minutos estarán bien.

Al menos no eran mucho.

Daichi fue a donde había dejado su termo, bebió agua y se sentó en ese mismo lugar. Tenía que reconocer que sus bocanadas de aire eran más forzosas de lo normal después de la cantidad de ejercicio realizado, pero la diferencia no era tan extrema. A veces pensaba que Suga exageraba con sus cuidados por saber de la enfermedad, porque ni siquiera Asahi se ponía tan alerta por cualquier detalle fuera de sitio. No se sentía a punto de toser una flor; la sensación de que el aire se perdía en algún lugar entre su garganta y sus pulmones estaba ausente. Ya sabía muy bien identificar cuándo debía buscar privacidad, por supuesto que se alejaría cuando notase los síntomas en él.

Ni siquiera se tomó los cinco minutos recomendados; alrededor del tercer minuto ya se había estabilizado, por lo que se levantó y escogió ir por algo más tranquilo: practicar saques. Le fue como de costumbre al principio. No transcurrió mucho tiempo cuando Nishinoya decidió unírsele recibiendo del otro lado de la red. En algún momento, a Suga se le ocurrió acompañarlo y Tanaka remató los pases del armador. Daichi no tardó en notar la disparidad entre ambos bandos, así que iba a llamar a dos personas más que quisieran jugar un tres a tres; sin embargo, apenas logró gritar un «hey» antes de que le doliera el pecho.

—¿Dai-san? —Tanaka sonó desconcertado y con intenciones de acercarse a chequear qué estaba mal, lo cual pudo comprobar al echarle un vistazo.

Eso no era bueno, nadie debía acercársele cuando sabía que iba a escupir flores. Atraería atención si huía, pero habría un círculo curioso y preocupado alrededor de él en pocos segundos si no hacía algo. La idea más efectiva para alertar que requería que mantuvieran distancia fue fingir náuseas. Por suerte, funcionó a su favor: mientras los demás permanecieron en sus respectivos lugares, Suga captó la indirecta y le avisó al entrenador que Daichi necesitaba salir un momento. Ukai le indicó que fuera con él y que dejaran a alguien a cargo.

Daichi se enderezó en su acto de nauseabundo para llamar a Ennoshita, quien al parecer no esperaba ser el elegido.

—Es probable que no vuelva hasta el final de la práctica, así que mantenlos ocupados hasta que Suga regrese, por lo menos. Los únicos que pueden ir a verme son Suga, Asahi y tú —tosió—; luego te explico qué sucede.

—Daichi, ¿vas a…? —Suga volteó a verlo casi impactado.

—Sé lo que hago —interrumpió con un asentimiento—. ¿Cuento contigo?

—Claro, capitán.

—Entonces, te los encargo. Recuerda quedarte al final de la práctica pa… —Comenzó a toser más fuerte.

—Entenderás todo en un rato —Suga resumió al mismo tiempo que giraba a Daichi para encaminarse a la salida.

—¿Va a estar bien? —Enarcó una ceja.

—Tal vez deba quedarse en la enfermería un rato, pero estará bien —respondió bastante rápido. Daichi sintió cómo sus manos lo empujaban por la espalda—. Cualquier pregunta para después, tiene que salir ya.

Y sin dejar que Ennoshita contestara, Suga le dio un último empujón más fuerte para que acelerara el paso. Una vez fuera del gimnasio, vinieron los reclamos:

—¡Nadie iba a creer que ibas a vomitar si comenzabas a toser allí adentro!

—Un par de veces no iban a quitarme credibilidad. —Se encogió de hombros, luego se agarró el pecho.

—¿Hoy es de las que duelen?

—Sí. —Su voz salía un poco estrangulada—. Aún respiro, pero las punzadas son fuertes.

—Avísame si te tengo que golpear la espalda.

Daichi le dirigió una mirada entrecerrada y un poco fruncida en el medio, mas no alcanzó a darle una respuesta verbal. En cambio, inclinó el cuerpo hacia adelante y tosió aún más fuerte. Mantuvo los ojos cerrados por el dolor que se extendía. Tenía que ser otra maldita que salía entera a pesar de tener las dimensiones inadecuadas para tal hazaña. Esperaba no estar llamando la atención ni perturbando las actividades de los demás clubes.

Trataba de caminar tan rápido como le era posible hacia la enfermería, donde podría aislarse y no habría ojos curiosos alrededor; pero eso agitaba a su ya forzosa respiración, lo cual no era muy conveniente. Por más que lo intentara, lo que fuera a salirse seguía atascado y muy poco se movía con las tosiduras más ruidosas.

—¿No crees que deberíamos parar? Estás tosiendo muy feo. —Percibió una mínima cantidad de miedo en su voz.

Tenía razones para estar asustado. No recordaba haber tosido tan fuerte y sin éxito alguno por tanto tiempo antes, tampoco le había costado tantos intentos que hasta su cabeza estuviera empezando a doler y hubiese restos de lágrimas sin escurrir acumulados en sus pestañas. La falta de aire se hacía notar, y la verdad era que dudaba librarse de ese ahogo en breve. Estaban tan cerca de la enfermería, quería llegar allá y rodearse de personas preparadas para socorrer.

Intentó decirle que pararía cuando estuvieran dentro de la enfermería, que ya estaban a solo una esquina de ese lugar, que aguantaría hasta entonces; su voz se negó a oírse. Esto no era nada bueno. Tosió algo más, la flor atascada apenas se desplazó, probó de nuevo; su boca se movía en silencio y el aire era escaso. Estaba a punto de necesitar ayuda, con más razones quería llegar a la enfermería…

—Esto ya no me gusta. —Suga frenó delante de él justo después de doblar la esquina—. Toses sin control y aún no botas nada. ¿Puedes hablar?

Tenía ganas de gritarle que estaban a diez metros de la puerta y que ya no había punto en detenerlo a esas alturas; pero parecía un pez fuera del agua si no estaba tosiendo. Una buena parte de la mitad superior de su cuerpo dolía de alguna manera, la flor no parecía tener intenciones de salir por las buenas, no sabía cuánto tiempo resistiría sin respirar. Llevó ambas manos justo debajo de la garganta y negó con la cabeza; miedo en sus ojos aguados. A duras penas notó el mismo temor en Suga antes de toser, ahora con debilidad.

—Ya estás rojo, no quiero verte azul. —Escuchó sus pasos ir detrás de él. Se preguntó si lo enviaría a empujones a la enfermería o si creía ser lo suficientemente fuerte para cargarlo hasta allá—. Lo siento, pero esto va a doler.

Iba a girar a verlo, sin embargo, una mano debajo de su nuca fue más veloz que sus pies en dar la vuelta. De un momento a otro, estaba más doblado que en una reverencia y un golpe fuerte entre sus omoplatos le abrió la boca antes de siquiera reaccionar, aunque nada salió de ella. Hubo una repetición pocos segundos después que resultó igual y así vinieron más. Sí, podían ser dolorosas, mas las palmadas parecían nada al lado de la molestia creciente entre su garganta y su pecho.

Entre la desesperación por respirar de nuevo y el ardor de cada impacto, Daichi quedó con la mente en blanco. Sabía que Suga decía algo —o lo gruñía, realmente ni siquiera estaba seguro de que esa fuera una voz— y que había más ruidos a su alrededor, y aun así no podía registrarlos del todo. Un par de golpes estuvieron al borde de hacerle perder el equilibro y caer de boca al suelo. No llevaba la cuenta de palmadas, solo esperaba que alguna le devolviera el aliento.

—¿Necesitan ay…?

Una palma firme en la espalda, el sonido de algo no muy pesado chocar con el piso y una inhalación tan profunda que fue mucho más audible que la caída. Daichi abrió los ojos, encontrándose con pétalos casi cerrados y negros. No era tan enorme como otras que lo hicieron luchar por oxígeno en el pasado, pero se entendía el trabajo que le costó al ver lo intacta que había salido. Las demás se deformaban de algún modo; esta resistió todo el proceso sin rasguños.

—¡Ah, gracias! ¿Estás bien, Daichi? —Suga se puso a su lado. No obtuvo respuesta; aún estaba muy ocupado recuperando el aire perdido.

—Así que usted es el estudiante con hanahaki. —Ambos elevaron la mirada a una mujer que no tenían idea de cuándo apareció frente a ellos.

Daichi entrecerró los ojos, aunque aparentó más sueño que la molestia que pretendía transmitir. ¿«Estudiante con hanahaki»? ¿Así que lo llamaban de esa forma?

—Veníamos a la enfermería porque le estaba doliendo más de lo normal, pero estuvo a punto de asfixiarse y tuve que actuar —Suga se explicó. Estaba bien con eso; él no podría hablar por unos segundos más, primero necesitaba estabilizarse.

—Eso vi, aunque pudieron llegar aquí sin riesgo con el tiempo que tardaron parados ahí. Además, tuvo suerte de que su amigo tenga un buen equilibrio, porque olvidó que debe sostener su torso con el otro brazo si va a darle golpes en la espalda.

—Ah. —Alcanzó a ver una sonrisa incómoda en él—. Lo tomaré en cuenta si vuelve a ocurrir.

—¿Por qué decidió aplicar esa técnica?

—Daichi no podía respirar ni hablar y su tos se estaba debilitando.

—Está bien informado, ese es el momento correcto para aplicar alguno de los primeros auxilios.

—Investigué cuando supe que está por empeorar. Fue hace poco, me alegra haberlo logrado con todo y errores.

—¿Investigaste? —Daichi reaccionó a eso. Aún le faltaba un poco de aire, pero ya contaba con el suficiente para hablar.

—Me pareció importante. También puedes hacerlo tú mismo con una silla si estás solo, deberías aprender.

Alzó las cejas y se forzó a no sonreír, sorprendido. No le había pedido estudiar cómo ayudar a una persona asfixiándose, ¡y hasta leyó cómo podía socorrerse a sí mismo! De veras, Suga era un premio que no cualquiera merecía.

—Tiene un buen amigo, no lo deje ir. —Esta vez le tocó a Daichi sonreír incómodo—. Debe quedarse la flor, ¿no?

—No, la puedo botar si la reconozco. —Se agachó a recogerla—. Este es un tulipán.

—Bueno, ¿desea pasar o está bien?

—Aún me duele la garganta y estoy algo ronco. Me quedaré un rato.

—¿Lo acompañará un momento? —La encargada de la enfermería se dirigió a Suga, quien asintió.

Les abrió la puerta y les indicó dónde ubicarse. Daichi desechó el tulipán en la papelera y luego se sentó en la camilla asignada. Estaba lo suficientemente apartada para sentir privacidad, así que podría responder las dudas que sabía que Suga debía tener. Antes de eso, la mujer le entregó una botella de agua que le hacía mucha falta y agradeció.

 

Mientras destapaba el envase, una tos rezagada se presentó, o eso pensó al principio. Sintió que algo se había pegado a su paladar. Empujó el objeto con la lengua, y la verdad era que no podía esperar otra cosa más que un pétalo solitario. Cualquiera supondría que la flor anterior había perdido una pieza y no arrugaría el rostro como Daichi. El tulipán era negro, no rojo.


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