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Cuando las flores hablen por él por AngiePM

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Notas del capitulo:

Solo diré una cosa: presten muchísima atención en este capítulo, porque he escondido unas cuantas cosas (y otras, no tanto). Creo que habrá de qué hablar después de esto.

Lo menos que había imaginado al investigar los primeros auxilios a aplicar en una persona con asfixia era que los emplearía en tan pocos días. Su plan era aprenderse el procedimiento desde temprano para sabérselo de memoria en el mes que había calculado que pasaría antes del primer ahogo. No, tuvo que actuar semanas antes de lo que creyó. Se suponía que la segunda fase iniciaría alrededor del nueve de julio, ¡pero aún era junio! Aunque agradecía haberse adelantado a los hechos y no haber dejado esa tarea opcional a última hora, no le gustaba ver a Daichi así, no estaba listo para ver a Daichi así.

 

Después de casi dos meses, Suga estaba seguro de algo: odiaba atestiguar cómo tosía las flores. Claro, siempre estaría dispuesto a ayudar, solo que había un montón de factores que lo incomodaban. Primero, era horrible ver a alguien cercano sufrir, sin importar la manera. Agregándole a eso que Daichi solía dar la imagen de alguien muy estable y resistente, era una verdadera impresión que alguien así pudiera lucir tan vulnerable. No quería tantas dolencias para él, no quería que la desesperación del ahogo lo llenase de miedo cada tantos días.

 

Segundo, la conmiseración no era algo que le agradara mucho, pero, ¿cómo no iba a sentirse mal por él? Si por algo deseaba que el hanahaki fuese solo un cuento, era por lo triste que resultaba ser. No solo le dolerían algunas partes del cuerpo, sus sentimientos también eran heridos por cada flor que brotaba en sus pulmones, recordándole que su amor era unilateral aún. Debía de ser desesperanzador. ¿Cuánto amaba a esa persona como para soportar una enfermedad que le cortaba el oxígeno y lo acercaba a la muerte? ¡Más valía que se percatara de sus sentimientos y los desarrollara de vuelta! Y de ahí venía el tercer punto: tampoco era feliz con la leve rabia que a veces aparecía en contra de una persona sin rostro en sus conocimientos.

 

Era una combinación de sentimientos propios y de cómo imaginaba que estarían los de Daichi lo que hacía que odiara todo esto. No poder hacer más que alentarlo a enamorar a un anónimo para ayudarlo a sobrellevar la enfermedad era frustrante. Colaborar más lo haría sentirse mejor consigo mismo; aprender primeros auxilios fue una buena idea, aunque se quejara de que seguramente tendría la marca de su mano plasmada en la espalda por unos días en los que no se cambiaría frente a nadie en el club.

 

Estaba a punto de decirle que le dejase ver la marca si de verdad le aparecía cuando la encargada de la enfermería abrió la cortina y les entregó una botella de agua. Daichi la tomó e iba a destaparla luego de que la señora se fuera, solo que tosió una vez más. Había aprendido que era normal que tosiera un poco después de los ataques más fuertes, así que no le dio mucha importancia. Sin embargo, cuando Daichi no siguió abriendo la tapa sino que lucía como si algo estuviera en su boca, la preocupación se asomó por sus ojos.

 

—No puede ser —se le escapó al ver el pétalo rojo entre sus dedos—. Espero que salga en pétalos para que no te vuelvas a asfixiar.

 

—Y esto todavía es la primera fase —Daichi exhaló, cubriéndose el rostro con las manos. Su exasperación era visible.

 

Suga agarró la botella y terminó de quitarle la tapa.

 

—Bebe un poco de agua antes de que sigas tosiendo, debe dolerte la garganta.

 

—Gracias. —Mostró una pequeña sonrisa de lado antes de apresurarse a tomar un par de tragos.

 

Calculó bien, porque la tos regresó poco después de soltar la botella en la mesita de al lado de la camilla. La mano derecha de Daichi se llenó de pétalos rojos en segundos. Por suerte, la segunda flor del día no le causó problemas mayores.

 

—¿Cómo reconocerás esa? —preguntó al estar seguro de que había expulsado todo.

 

—No hace falta. —Frenó bruscamente para beber mucha agua. Su voz salió menos áspera al continuar—. Es otra francesilla, ya la reconozco como me la pongan.

 

—¿Por qué tanta insistencia con esa flor? Es la primera vez que se repite tres veces la misma, ¿no?

 

—Sí, antes solo había repetido una vez.

 

—¿Y el tulipán negro qué es?

 

Daichi se quedó en silencio y tomó más agua. Supuso que no lo sabía, aunque la expresión dolorida en su mirada distrajo a sus ideas.

 

—Hey, ¿te sientes bien? ¿Necesitas que te traiga algo?

 

—Estoy sufriendo enamorado —soltó, cabizbajo.

 

—¿Ah?

 

—El tulipán.

 

—Ah… —No sabía muy bien cómo reaccionar, pero alguna punzada sintió. Era injusto, y otra vez percibió algo del incómodo rencor a nadie en específico—. No deberías.

 

—Es inevitable bajo estas circunstancias. —Se encogió de hombros—. Deberías volver a la práctica.

 

—No, me quedaré aquí hasta que pueda decirles que estás bien. —Suga agradeció el cambio de tema por dentro—. Además, Ennoshita tiene que acostumbrarse a lidiar con los chicos sin nosotros, ¿cómo lo pondremos a prueba si regreso en diez minutos?

 

—No te van a creer que estoy bien si demoras demasiado.

 

—No importa, porque ahora quiero preguntarte algo. —Acercó el banquito que estaba por la pared a la camilla y se sentó—. ¿Le vas a decir a Ennoshita?

 

—Lo que acaba de pasar me convenció aún más de hacerlo.

 

—¿Por qué?

 

—Con la segunda fase cerca, será mucho más complicado mantener el secreto. Necesito que más gente lo sepa. Creo que la persona a la que dejaremos a cargo cuando no estemos es la indicada para enterarse primero; tiene que entender por qué desaparezco tanto.

 

—Buen punto. ¿Tienes alguien más en mente?

 

—Probablemente Kiyoko, pero todavía no.

 

Las cosas que tenía que pensar por la enfermedad. Era triste, y mucho más si podía notar la aflicción en su cara. No le gustaba ver a nadie así, no planeaba irse sin antes animarlo. ¿De qué manera podía hacerlo sonreír?

 

—Daichi, ¿puedo preguntar quién no es?

 

—Nada sobre la identidad directa de la persona.

 

—Hm. —Hizo puchero—. ¿Y si me hablas de tus sentimientos?

 

—¿Quieres que lo haga?

 

—Creo que te haría bien para no reprimir tantas cosas. —Recordaba lo contento que se veía cuando hablaba de lo hermosa que le parecía esa persona. Tal vez sonreiría si le contaba algo más.

 

—No me culpes si te sientes extraño de nuevo, tú lo pediste.

 

—Está bien. Puedes hablarme de tus sentimientos cuando quieras, esto es un recordatorio.

 

—Hm… Mis sentimientos se han hecho más fuertes.

 

—Eso no lo esperaba. —Suga elevó las cejas. Era lo opuesto a lo que él pensaba.

 

—Sí, supongo que esperarías sentirte algo enojado con la persona por hacerte enfermar así, pero ese no es mi caso. No puedo echarle la culpa por algo que no puede hacer adrede, por algo no te digo quién es.

 

—Porque crees que le diré —completó la idea a su criterio. Daichi lo miró por unos segundos, agarró la botella y bebió lo que restaba en ella.

 

—En cambio, esta persona no ha hecho más que demostrarme por qué me enamoré; no puedo enojarme, aunque sí admito que he llegado a frustrarme un poco.

 

¡De lo que se perdía el incógnito! Alguna sensación que no pudo identificar lo llenó momentáneamente, alguna mezcla extraña entre calidez y molestia que aparecía cuando a Daichi se le salía lo romántico.

 

—Amas sin importar qué, ¿hm? —Daichi solo sonrió. Suga levantó la botella vacía—. ¿Vas a querer otra?

 

—No, así estoy bien. Me quedaré aquí hasta que se me pase el dolor.

 

—Volveré a la práctica. ¡No te quedes dormido! —Batió una mano en el aire como despedida.

 

No sabía si se debía a la intensidad del primer ataque de tos y al susto que vino con él, pero su imaginación iba mucho más lejos de lo normal. Quizás era por eso que la sensación de que los mensajes eran con él había vuelto y ya no lograba sacudirla de su cabeza, no importaba lo convencido que estaba de que eso era imposible. Por las veces en las que esa idea no se iba, también odiaba el resentimiento a esa persona anónima que a veces adoptaba su apariencia.

 

Ya una flor lo había revelado por él: estaba sufriendo enamorado. Era una realidad inconcebible —inaceptable— para Suga, nadie merecía ese nivel de sufrimiento en su primer encuentro con el amor. Estaba bien si se sufría por un rechazo o una separación, pero, ¿por una enfermedad mortal? Eso no era justo. A veces se preguntaba si sería posible enamorar a alguien con hanahaki para que se olvidara de la otra persona y se curara por correspondencia de alguien nuevo; porque si de esa manera sí pudiese ayudar…

 

Se cacheteó con ambas manos al mismo tiempo. No; fuera, ideas rebuscadas. Ahora debía pensar en lo que diría al entrar al gimnasio para que a nadie se le ocurriera ir a la enfermería, no en supuestas realidades.

 

Fue recibido y rodeado como lo esperó: un semicírculo preguntón alrededor de él apenas cruzó por la puerta. Aun cuando todas tenían casi la misma respuesta, las interrogantes no paraban y le impedían aclararlas. Estaba levantando las manos para indicarles calma cuando un grito resaltó entre todas las voces:

 

—¡Dejen que Sugawara les explique! —No lo veía desde su posición, pero Ukai parecía estar aún sentado en el banco. Le agradeció por dentro al entrenador el silencio obtenido.

 

—Daichi ya está bien, solo se quedó en la enfermería para reposar mientras se le va el malestar y vuelve.

 

—¿Qué tenía? —Hinata preguntó.

 

—Vómito, por eso nos tardamos. Claro, cuando vuelva será solo para recoger, porque no va a jugar después de eso. ¿Qué tal estuvieron con Ennoshita a cargo?

 

—¡Jugábamos un tres a tres cambiando a un jugador cada cinco puntos! Ya a mi equipo le tocaba cambio, ¿quieres unirte ahora, Suga-san? —Tanaka exclamó.

 

—Está bien.

 

El voleibol siempre era una buena manera de distraerse. Seguía pensando de más, pero solo cosas del juego en vez de externas, y eso era lo que buscaba en ese instante. Lo único que necesitaba era que su sensación de ser aludido desapareciera, unos minutos en la cancha debían bastarle.

 

Alrededor de cuarenta minutos más tarde, Daichi apareció cuando recogían el último balón del suelo. Aunque su voz todavía se oía más ronca, ya se encontraba bien. Tuvo que esperar el final de una corta charla con Ukai y Takeda antes de poder saludarlo. Luego de preguntar qué hicieron en su ausencia, dando tiempo de que casi todos se fueran, llamó a Ennoshita.

 

—Seré breve. Es probable que comience a desaparecer de las prácticas como hoy o que incluso no venga algunos días, así que ustedes dos estarán a cargo del equipo en esas veces —inició Daichi.

 

—¿No eran simples náuseas? —El de segundo año frunció el ceño ligeramente.

 

—No, aunque sí podrías decir que vomité. —Tomó una breve pausa para respirar profundo—. Tengo hanahaki, ¿sabes qué es?

 

—¡¿Hanahaki?! —Por la manera en la que sus ojos se abrieron y casi no pudo contener su voz, era claro que lo sabía—. ¿Desde cuándo?

 

—Casi dos meses. Estoy por entrar a la segunda fase, por eso me estaré ausentando más.

 

—¿Estará bien? ¿Tiene el tiempo suficiente?

 

—Descuida, no permitiré que llegue al punto de no retorno.

 

—Eso sí, esto solo lo sabemos Asahi, el entrenador, Takeda-sensei, tú y yo —agregó Suga—, así que tendrás que inventar alguna excusa si te preguntan qué sucede con Daichi.

 

—De acuerdo. Espero que le correspondan, capitán.

 

—Gracias, espero que sea pronto.

 

Eso fue más sencillo de lo que imaginó. Que él supiera de la existencia de la enfermedad les ahorró unos minutos; era el primero, aparte de varios adultos —él mismo no contaba—, que conocía lo que era de antemano.

 

Suga volvió a impresionarse con la fortaleza de su amigo, porque ya no había rastros de la tristeza ni del miedo que exhibía hacía apenas una hora atrás. Nadie diría que estuvo a punto de asfixiarse; la ronquera podía atribuírsele a alguna alergia o a forzar la voz. ¿Qué tanto le costaría recuperar la compostura después de un ataque de tos? ¿Su serenidad era real o solo era una máscara para evadir curiosos y no preocupar a otros?

 

—Hay algo que quiero preguntarte solo para estar más tranquilo, ¿puedo? —dijo a mitad de su camino a casa.

 

—Ya me avisaste, adelante.

 

—¿Ya comenzaste a enamorar a la persona? Me preocupa que te tomes demasiado tiempo, no sabemos cuánto te irá a durar la segunda fase y la tercera no espera mucho antes de matar.

 

—Empecé hace poco, aunque seguramente aún no se ha dado cuenta. —Sonrió con la boca cerrada—. El primero que se preocupa por eso soy yo, no temas por mí.

 

—¡Ya era hora, Daichi! ¡Casi desperdicias dos meses!

 

—Lo sé, lo sé. Confío en que esto estará solucionado a tiempo para el campeonato.

 

Ese era el mismo optimismo que lo mantenía de pie en el juego y el que le daba vida a su ambición por alcanzar a las Nacionales, motivo por el que aún estaba en el club. Si sería igual que con el voleibol, por más derrotas —flores— que viviera, daría lo mejor de sí hasta la última de sus oportunidades sin perder la esperanza. A veces se le hacía difícil ser igual de optimista con todos los obstáculos que los derrumbaban, pero esta vez creía en Daichi y en sus metas, quería creerle.

 

—Más vale que así sea. —Sonrió. Confiar era la mejor opción para acabar con su consternación.

 

Una vez en casa, la curiosidad se apoderó de él. No siempre investigaba los significados de las flores que escupía, pues había días en los que sentía que eso era inmiscuirse demasiado en asuntos privados. Por lo general, prefería esperar a que Daichi decidiera si quería compartir el significado con él o se lo preguntaba en el momento, cuando era más normal hacerlo.

 

En el caso de la francesilla, Suga se ahorró esa búsqueda al presumir que también significaría algo relacionado con la belleza que comunicaban los otros colores; después de todo, ya había admitido que estaba enamorado de alguien a quien consideraba hermoso, no sería extraño que le creciera una flor que lo dijera. Sin embargo, tanta persistencia de la enfermedad con ella le sembró sospechas. Debía comunicar algo muy importante o algo que Daichi sentía muy profundamente; no podía quedarse sin saber qué era. Por eso, una de las primeras cosas que hizo al entrar a su habitación fue averiguarlo.

 

Parpadeó, completamente perplejo. Su pecho hizo lo mismo que con la primera flor y con cada vez que se sentía aludido. Releyó la línea al menos cinco veces, asegurándose de no haberse confundido y de que sus ojos no lo engañaban. ¿Por qué escupiría un significado como «No entiendes mi amor por ti» si se suponía que casi nadie sabía de su enamoramiento? Lo más lógico para él era que esa persona fuera la primera en no tener idea de sus sentimientos, pero esta flor le hacía creer lo contrario. ¿El ser anónimo sabía que Daichi amaba a alguien? ¿Daichi le mintió sobre las personas que lo sabían? Las únicas mujeres en la lista conocida por él eran adultas y hasta madres, por lo que quedaban descartadas. Si no omitía a alguien, los candidatos de su edad se habían reducido casi a cero; de hecho, solo restarían Asahi y él.

 

—¿Qué…? —susurró, aún viendo a esa línea como si esperara que en cualquier momento sus letras fuesen a moverse y a formar otra oración distinta.

 

No, tenía que estarlo interpretando mal. Para no comprender algo no hacía falta saber que existía, ¿no? Si Daichi ya había comenzado a enamorar a la persona pero esta todavía no se percataba de aquello, podía contar como que no descubría cuáles eran sus intenciones y, por lo tanto, no entendía su amor. Sí, eso tenía que ser. Era una locura el siquiera pensar que él pudiese ser quien lo había puesto en esa situación, ya se había convencido de eso en el pasado y no era necesario repetir ese debate interno porque llegaría a la misma conclusión, de seguro.

 

No obstante, comenzaba a notar cierto patrón que no le daba permiso para tranquilizarse. Tendría que prestarles atención a las próximas flores que tosiera para comprobar que no fuese una idea rebuscada más de su mente prolífera. Si resultaba estar en lo cierto, tal vez hallaría el sentido de muchas de sus dudas respecto a la persona misteriosa y de por qué había ocasiones en las que no podía evitar las punzadas de culpabilidad en su pecho.


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