Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cuando las flores hablen por él por AngiePM

[Reviews - 48]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Tengo la sensación de que este capítulo me quedó un tantito extraño y creo que es por la variedad de cosas que suceden, pero sí hay un punto principal aquí más fuerte. Tal vez sea que lo siento desordenado por eso, tal vez sean ideas mías.

Después de convencer a su madre de que estaba completamente bien a pesar de su ronquera, Daichi se tomó una ducha rápida y cenó. Arrugó el rostro por un segundo —no permitiría que sus padres lo notaran— cuando se dio cuenta de que su garganta aún no estaba del todo bien, pues tragar la comida dolió un poco. ¿Qué tan peor sería en un par de semanas con la fase de floración iniciada?

 

Cuando estaba por preparar su bolso del día siguiente, el tono de llamada de su celular repicó en su bolsillo. Al leer quién era en la pantalla, frunció un poco el ceño. Era extraño que Asahi prefiriera hablar por teléfono por sobre escribir mensajes.

 

—¿Y esto? —atendió.

 

—Suga me llamó hace un rato.

 

—Y ahora me llamas a mí porque…

 

—Necesito comprobar qué es lo que le puedo decir. No sé exactamente qué iba a preguntarme, pero sé que tiene que ver con la enfermedad.

 

—¿Cómo es que no lo sabes?

 

—No estaba solo como para hablar de eso y le dije que lo llamaría luego. ¿Pasó algo hoy que haga que Suga me consulte a mí y no a ti?

 

Daichi se detuvo a pensarlo bien. Lo más raro del día había sido contarle a Ennoshita, porque ya había hablado de sus sentimientos antes con él y no creía que el tema del ahogamiento tuviese que ser comentado, a menos que…

 

—Tal vez solo quiera enseñarte primeros auxilios, por si acaso.

 

—¿Por qué necesitaría…? —Asahi inhaló sonoramente—. ¡¿Te asfixiaste con una flor hoy?!

 

—Casi, Suga tuvo que golpearme la espalda para que saliera.

 

—Oye, ¿no se está poniendo muy mal? ¿Hasta qué punto puede llegar el hanahaki?

 

—Apenas está comenzando la segunda fase… —Frenó de repente. Recordó que le había omitido a Asahi la fatalidad de su condición—. Sí hay un momento en el que se vuelve peligroso, pero sigo lejos de ese punto, no te preocupes.

 

—Ah. Creo que es otra cosa, porque no debió tener problemas con decirme que aprendiera eso por mensaje. Era algo que tenía que preguntarme en una llamada.

 

—Por llamada, ¿eh? —murmuró y chasqueó la lengua—. Es muy pronto para que se dé cuenta de que lo amo, aunque es posible que ya sospeche algo.

 

—Y por eso te llamo. Si me pregunta sobre tus sentimientos, ¿qué le digo?

 

—Hazte el que no sabe ni siquiera que es un hombre. No le des ni una pista de quién podría ser ni de que tú sabes más, ¿de acuerdo?

 

—De acuerdo.

 

—Tampoco le des la razón si supone algo muy acertado.

 

—Ya veré cómo le gano —suspiró.

 

—¿Qué, es demasiado trabajo para ti? —bromeó.

 

—No, no. Está bien. Te llamaré de nuevo para contarte qué tal me fue. —Colgó.

 

Estaba seguro de que había cuidado no ser muy obvio, así que no estaba del todo preocupado. Tal vez Asahi había creado un problema más grande de lo que era en realidad, no sería una sorpresa. Sin embargo, no podía negar que algo de nervios sentía. Era demasiado pronto para que Suga se enterara de que él era quien no le correspondía, y el simple hecho de que sospechara de su sexualidad dificultaría las cosas para él, pues tendría que ser demasiado indirecto con los detalles para enamorarlo. Para no acabar dándole muchas vueltas al asunto, Daichi decidió tomar una siesta mientras tanto.

 

Una fuerte vibración en su estómago le hizo abrir los ojos. Un poco desorientado, también escuchó una alarma casi enmudecida que, cuatro segundos después, reconoció como el timbre de llamada de su celular. Dos segundos más lo espabilaron, percatándose de que tenía que atender rápido.

 

—¿Ya hablaste con Suga? —bostezó, aunque eso no evitó que se entendiera.

 

—¿Cómo te duermes en tan poco tiempo? —Hubo un toque celoso en la voz de Asahi—. Y sí.

 

—¿Y qué te preguntó? —Eso bastó para despertarlo.

 

—Si me habías dicho quién era la persona y si había alguna posibilidad de que fuese un chico. Logré dejarlo en las mismas e incluso salí ganando.

 

—¿Cómo es eso?

 

—Descubrí que no tendría problema si resultaras ser gay.

 

—¿Dijo eso? —Asahi asintió, haciendo a Daichi sonreír. Sería un pequeño alivio saber que a Suga no le repugnarían sus preferencias—. Gracias por contármelo.

 

—De nada. Te dejaré dormir. Hasta mañana —se despidió y colgó.

 

Pero lo menos que Daichi haría era dormir. Después de todo, Suga ya se preguntaba si la persona incógnita era un chico con la suficiente seriedad como para tratar de averiguarlo. No estaba listo para que él lo supiera, no por su reacción, ya sabía que no lo ahuyentaría, sino por lo cerca de la respuesta correcta que estaría de enterarse. Era un secreto que solo había compartido voluntariamente con su madre, ya que lo de Asahi fue porque no le quedó más opción que decirle.

 

Ahora había dos personas que dudaban de su sexualidad, si era que no había alguien más a escondidas, y no estaba muy cómodo con eso. No quería sentir que la situación se le salía de control, no después de casi dos años de pasar desapercibido ni en días donde cada vez era más difícil el siquiera disimular que estaba enamorado. Cada persona que se pusiera al tanto con su condición sabría automáticamente de su amor desafortunado, sería cuestión de tiempo que las que más interactuaban con él se percatasen del resto.

 

No se sorprendería si, en unas semanas, Ennoshita se le acercara a preguntar si era por Suga. También tenía el presentimiento de que Ukai y Takeda ya lo habían descifrado —o, mínimo, alguno de los dos—. Si Nishinoya llegaba a enterarse de la enfermedad, la asociaría de inmediato con su sospecha. En ocasiones se preguntaba si sería tan malo aclararle las dudas al líbero. Ya había demostrado que sabía con quién compartir cierta información y que podía callarla si se requería; era más confiable de lo que aparentaba. Sin embargo, confesarle ese secreto a él antes que a Suga se le hacía un poco extraño —que cualquier otro por fuera de su familia lo supiera antes que Suga se le hacía extraño, pero tenía sus buenos motivos—.

 

En ese instante, recordó a alguien que estaba excluyendo: su padre. Llevaba ya alrededor de mes y medio esperando su respuesta en cuanto a quién amaba. Era una sorpresa que todavía no hubiese intentado lanzarle indirectas de que estaba aplazando demasiado el momento de contárselo. Aunque no estaba listo para admitir el set entero, Daichi consideraba que ya era hora de soltar la mitad del asunto. Como no era algo que haría tan tarde en la noche —no se arriesgaría a perturbar el sueño de su papá estando tan cerca de su hora de acostarse—, lo dejó para el día siguiente.

 

Había pensado en decirle temprano, antes de que partiera al trabajo, así se quitaría ese peso de encima rápido; pero hacerlo en un momento donde le preocuparía demorarse y perder el tren no parecía buena idea. Entre chequeos para asegurarse de que los cuatro con peores calificaciones del club estuvieran estudiando adecuadamente y un entrenamiento más fuerte para sí mismo para compensar el tiempo perdido de ayer, no volvió a cruzársele el tema por la cabeza hasta volver a casa. Durante la cena, su madre notó su intranquilidad y le preguntó si tenía algo que decirles; Daichi solo avisó que lo haría cuando todos hubiesen terminado de comer. Sin embargo, eso solo avivó más sus nervios y provocó que masticara más lento. En el momento de la verdad, las miradas de sus progenitores acabaron intimidándolo, por lo que solo mencionó por qué les recomendaba aprender los primeros auxilios que necesitaría si se asfixiaba al toser flores.

 

El miércoles logró ser peor por su ausencia de intenciones. Con la mañana descartada, solo tenía las primeras horas de la noche disponibles para confesar. Para evitar estresarse, solo se permitiría pensar en eso a partir del crepúsculo. La última clase de ese día fue la que estropeó sus planes, pues a la profesora se le ocurrió dejarles una guía de tarea para el viernes y fue de esperarse que Suga propusiera resolverla en su casa esa tarde. Había tantos ejercicios que decidieron hacer el último tercio el día siguiente, y para cuando vieron la hora, ambos supieron que lo mejor sería preparar un futón.

 

Ser de casi la misma altura era una ventaja las veces que uno de ellos tenía que quedarse en la casa del otro de improviso, aunque eso era algo que Suga podía decir con mayor certeza. La diferencia entre sus contexturas le jugaba sucio, haciendo que sus prendas más pequeñas le quedaran algo sueltas al armador, mientras que las más grandes de su amigo lucían en el límite de lo ajustado y lo apretado en su cuerpo.

 

—Has ganado músculo desde la última vez que te presté esa camisa, ¿eh? —comentó Suga a la vez que le daba un codazo en las costillas.

 

—Creo que debería ir a mi casa a buscar mi uniforme.

 

—¿Qué dices? ¡Se ve bien! Te puedes poner el abrigo encima si te sientes más cómodo así.

 

—Es verano, Suga.

 

—Asahi lo usa. —Se encogió de hombros.

 

—Asahi es más friolento. Así aprovecho y también recojo los cuadernos de hoy.

 

—¿Y llegar tarde a la práctica? Hoy tienes las llaves del gimnasio, debes llegar primero. Y solo vemos dos materias distintas de ayer, en ninguna habrá algo importante como para que necesites el cuaderno correcto.

 

—Te puedo dar las llaves a ti. ¿Estás seguro de que no se ve muy obvio que la camisa no es mía? —Daichi se paró frente al espejo del baño con el ceño algo fruncido.

 

—Podría decirse que es una camisa un poquito vieja, nada alarmante. —Entrecerró los ojos, no muy convencido—. Daichi, no van a estar pensando que te queda pequeña porque no te queda pequeña. Van a fijarse en tus músculos y eso es muy bueno. Si la persona que amas es de la escuela, ¿no crees que le gustaría verte así por un día? —Sonrió y guiñó un ojo.

 

—Se supone que no le atraigo, ¿por qué le gustaría? —Casi se ríe—. Aunque sí capto tu punto y no puedo creer que hayas pensado eso.

 

—Tienes que atraer por la vista también. Entonces, ¿te quedarás con la camisa?

 

—Tu mamá seguramente dirá algo cuando me vea, todo dependerá de su opinión. —Cruzó los brazos. Suga hizo puchero y frunció el ceño, pero dejó ir la conversación.

 

Para su sorpresa, la madre de Suga estaba del bando de su hijo, elogiando su apariencia en vez de creer que tal vez sería inadecuado usar esa camisa para ir a clases. Tal parecía que su juicio estaba algo distraído por el olor distinto al suyo en el uniforme, un recordatorio de quién era su verdadero propietario. Presentía que alguna flor de significado indiscreto brotaría si no era cuidadoso de evitar pensar mucho en ese detalle.

 

La camisa —el cuerpo bajo esa camisa— sí causó cierto revuelo, empezando con que el saludo de Tanaka esa mañana fue una orden de quitársela para comparar sus musculaturas. Cuando regresó a su casa después de más de veinticuatro horas sin pisarla, fue junto a Suga para terminar lo que les faltaba de la guía y luego, cuando se fue, copió las clases en sus respectivos cuadernos. Era mucho pedir que ese día le confesara su sexualidad a su padre.

 

De la nada ya era viernes y no había avanzado ni un poco. Con los exámenes a la vuelta de la esquina, Daichi tenía que apurarse porque pronto estaría demasiado enfocado en los estudios como para preocuparse por otras cosas; quería evitar que una reacción negativa afectara a su estado de ánimo lo suficiente como para no concentrarse. Además, faltaban unos diez días para ir a Tokio y no se arriesgaría a perder su permiso de asistir al campamento si la noticia le caía mal a su padre. Debía dejarle un tiempo para que se le enfriara la cabeza, por si acaso, así que o se lo contaba ese día o se lo contaba ese día.

 

—¿Está todo bien, Daichi? —Pocos minutos después de volver a casa, su madre fue hasta su habitación.

 

—¿Por qué lo preguntas?

 

—Te he notado raro esta semana. ¿Los estudios van bien?

 

—Sí, saldré bien la semana que viene.

 

—Entonces, ¿es algo sobre la enfermedad? —insistió. Parecía convencida de que algo no le permitía estar  tranquilo—. ¿Ya temes que Koushi-kun no pueda corresponderte?

 

—Ese temor seguirá ahí hasta que no sepa si podría gustarle un chico. Al menos ahora sé que no es homofóbico.

 

—¡Eso es bueno! —Sonrió—. ¿Cómo lo descubriste?

 

—Asahi lo descubrió por mí.

 

—Hm. —Hubo un corto silencio en el que Daichi retomó la ojeada que le echaba al libro de las flores—. Lo de los primeros auxilios no era lo que ibas a decirnos el otro día, ¿cierto?

 

—Ya te diste cuenta. —Volteó a verla lentamente.

 

—Era obvio que eso no era, hasta tu papá no quedó muy convencido. —Daichi apretó los labios—. Oh, parece que encontré lo que te tiene raro. ¿Qué ibas a decir en realidad?

 

—Iba a confesárselo a papá.

 

—Oh. —Alzó las cejas—. Hoy es un buen día para hacerlo, estaba de buen humor y espero que siga así cuando llegue. Lo mejor sería que lo hicieras después de la cena.

 

—Eso es lo que tengo pensado. ¿Cómo crees que se lo tome?

 

—No creo que explote, aunque puede que le cueste aceptarlo. Es mejor que le des su tiempo y que estés preparado para cualquier comentario. ¿Quieres que esté ahí para darte apoyo moral?

 

—No, estaré bien solo.

 

—Pase lo que pase, recuerda que puedes contármelo todo. —Posó una mano en su hombro.

 

—Gracias, mamá. —En respuesta, ella le dio un beso en la frente.

 

Era un alivio no tener fricción alguna con su madre respecto al tema, sobre todo en un momento donde sentía que estaba por alterar el orden en la casa. Si la confesión no salía bien, al menos contaría con ella de su lado para disminuir la tensión.

 

Alrededor de una hora más tarde, Daichi recolectaba el valor que estaba por escapar de su cuerpo. Su padre estaba de buen humor como su madre le había dicho, y así seguía durante la cena. Ahora que lucía aún más relajado viendo la televisión, la culpa de perturbarle la calma había llegado por adelantado. Sabía que debía dejar de dar por sentado que lo que vendría sería malo, pero era algo casi inevitable. Aguardó a que comenzaran los comerciales, respiró profundo una vez más y caminó hasta estar frente al adulto.

 

—Papá, debo contarte algo.

 

—Adelante. —Enmudeció al televisor con el control remoto. Le recordó al día en el que le informó sobre su enfermedad, solo que esa vez no sentía tanta constricción en su garganta.

 

—Yo… —De nuevo, la mirada fija en él drenaba su coraje. Ya no se sentía capaz de decírselo directamente—. Es sobre la persona que amo —soltó como una manera de cerrar sus vías de escape. Con tal grado de inseguridad, lo más efectivo sería acorralarse a sí mismo hasta estar obligado a cruzar una única puerta.

 

—¿Al fin me dirás quién es? —La curiosidad en su rostro no combinaba con la seriedad de Daichi, mas eso lo ayudó a sentir menos pesadez.

 

—No, pero… —Respiró hondo. Ya no había vuelta atrás—. Es un chico.

 

—Un chico —repitió lo último en voz baja y con un ligero movimiento de su ceja izquierda—. ¿Me estás diciendo que estás así por otro chico?

 

—Por eso es que nunca llegué a confesarle mis sentimientos.

 

—¿Y ni siquiera sabes si este otro chico también es homosexual?

 

—No lo sé.

 

—Hijo. —Sacudió la cabeza despacio y suspiró—. Ya me parecía sospechoso que no quisieras contarme quién era la otra vez y que mantuvieras el género neutral, incluso le comenté eso a tu madre y sabía que existía esa posibilidad; pero esto es lo que menos esperaba de ti.

 

Daichi bajó la mirada. Aunque no era el peor escenario imaginado, eso no eliminaba el dolor que ese tono de voz poco frecuente en él le causaba.

 

—Estás decepcionado.

 

—Más que decepcionado, estoy desilusionado. ¿Sabes cuántas cosas que veía en tu futuro acabo de descubrir que no pasarán? Eso no me hace muy feliz. —Ni siquiera recordaba cuándo fue la última vez que le había provocado una reacción así. Que algo fuera de lo que podía controlar o decidir lo hiciera no era muy grato—. ¿No crees que lo más fácil sería averiguar de una vez si a este chico le gustan los hombres para saber si te operas ya?

 

—No es tan sencillo. Aceptaré la cirugía cuando esté seguro de que no tengo oportunidad con él.

 

—¿Y si descubres que no tienes oportunidad muy tarde?

 

—No pasará. —Devolvió la mirada a sus ojos—. Si me ama para cuando llegue a la fase de marchitamiento, me lo hará saber de inmediato. Si no dice nada, ya estaría claro que no siente nada por mí e iría al quirófano.

 

Su padre ajusto sus lentes y se presionó el puente de la nariz por unos segundos, luego exhaló.

 

—Tienes suerte de haber decidido ocultar de quién se trata, y más si lo conozco.

 

—¿O qué?

 

—O habría sido demasiado para mí y no estaría tan tranquilo. Ni siquiera me hables de la enfermedad hasta que no me haya acostumbrado a esto. Necesito un tiempo para aceptarlo sin recordar que te estás muriendo por un chico que probablemente sea heterosexual.

 

—Papá…

 

—¿Qué? —interrumpió—. Debes saber que las estadísticas están en tu contra. Y paremos la conversación ya; te avisaré cuando esté listo para que vuelvas a hablarme de esto.

 

Sin encontrar algo adecuado que responder, Daichi se dirigió a su habitación con el ánimo rebajado. No estaba enojado, no comenzaría a odiarlo, tarde o temprano lo aceptaría; pero no olvidaría ese rechazo inicial. Al abrir la puerta de su cuarto, se sorprendió de ver a su madre sentada en el borde de la cama. Le preguntaba con la expresión qué tal había resultado todo, y en el instante en que sus ojos se apartaron hacia un punto indeterminado a su izquierda, se levantó para abrazarlo.

 

—Puedes contarme. Todo estará bien —dijo suavemente, acariciando su espalda.

 

Daichi no estaba muy seguro; la presión le hizo toser y a la primera ya había expulsado varias florecillas que reconoció como las últimas que revisó en el libro: jacinto púrpura, representante del pesar y la aflicción. No sabía si asustarse por la rapidez de su crecimiento o si extrañarse por el retraso de dos días en su aparición, porque describía lo sentido el lunes y hacía unos segundos.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).