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Cuando las flores hablen por él por AngiePM

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Algo andaba mal con Daichi. Todo había empezado el sábado, cuando rechazó la idea de estudiar para el examen de Inglés juntos en su casa diciendo que quería descansar ese día, pero Suga sabía que su día de descanso era el domingo. Al preguntarle si había invertido su horario habitual, respondió que simplemente ya estaba preparado para esa prueba y no necesitaba más refuerzo. No le convenció, pues consideraba que habría dicho eso primero de ser del todo cierto, y tampoco sería la primera vez que lo ayudara a estudiar a pesar de él no necesitarlo más. De todos modos, no insistió al ver que lucía un poco agotado.

 

Solo presentaron esa materia el lunes, y aunque se veía un poco mejor, el semblante pesado reapareció por un instante cuando ofreció repasar para los dos exámenes del día siguiente.

 

—Es mejor que sea en la tuya —sugirió de inmediato. Suga decidió no pedir razones.

 

Al haberse tratado de dos materias sencillas, terminaron de repasar bastante rápido; sin embargo, Daichi se quedó por mucho más tiempo en su casa simplemente hablando de lo que esperaban del campamento en Tokio, ahora que estaban a menos de una semana de ir. Para ese momento, su amigo no parecía estar tan mal como los jacintos que tosió a media conversación lo indicaban.

 

—Recuerda que a veces crecen flores más generales con lo que se supone que de por sí siento por el amor no correspondido. —Suga estaba seguro de que inventó esa excusa al ver sus ojos preocupados, pero no quería mortificarlo de verdad.

 

De nada ayudó que Narita y Kinoshita murmuraran entre ellos sus sensaciones de que el capitán no estaba actuando como de costumbre durante la práctica del día siguiente. Si él no era el único que lo había notado, tenía que ser cierto. ¿Qué pasó entre la tarde del viernes y la mañana del sábado para ponerlo así?

 

Daichi no era la clase de persona cuyos nervios lo atacasen con fuerza justo antes de los exámenes, así que eso quedaba descartado. De ser algo relacionado al voleibol, lo único que se le ocurría era alguna desesperanza por las calificaciones de los cuatro en riesgo; pero eso le ocasionaría más irritación que tristeza, no concordaba. ¿Algo relacionado al hanahaki? Quizás había descubierto algo sobre la persona que amaba que lo desanimó, o pudo tener algún intento de total fracaso de enamorarla. Eso no explicaba por qué evitaba que fuera a su casa —incluyó ese detalle por otro rechazo ese día, junto a la sugerencia de ir a la suya, en cambio—, pero tenía mucho más sentido.

 

En el camino, al ver una planta cuyas flores eran en su mayoría capullos aún, recordó otra cosa que podría bajarle el ánimo y no pudo reprimir la pregunta.

 

—¿Ya empezó la segunda fase?

 

—Sabes que serás el primero al que se lo cuente cuando suceda —negó con una indirecta.

 

—Así que eso tampoco es lo que te preocupa —murmuró para sí mismo.

 

—Admito que me preocupa que empiece en pleno campamento, pero no entiendo por qué implicas que algo me está preocupando ahora —dijo con el ceño fruncido, confundido, y solo entonces se percató de que había murmurado muy fuerte.

 

—Es que llevas días viéndote demasiado pensativo de a momentos.

 

—¿Sí? —Suga asintió—. He estado pensando en varias cosas desde la semana pasada, puede que me pierda en mis ideas de vez en cuando.

 

—¿Es eso? ¿Y qué has estado pensando? No soy el único que cree que estás raro.

 

—Siento haberte preocupado. Estoy considerando decirle a Nishinoya, ya no creo que sea tan mala idea que lo sepa mientras me asegure de que Tanaka no se entere por él.

 

—De acuerdo.

 

—Y también que debo impedir que ese chico de Nekoma lo descubra —agregó con un tono casi tenebroso.

 

—¿Qué chico? ¿El capitán?

 

—Sí —afirmó con la misma voz—. Presiento que sería peligroso. —Suga soltó una risilla—. Es en serio. No tengo idea de cómo haré para que nadie de Tokio se entere y mucho menos si ya estaría en fase de floración en ese entonces.

 

—Vas a tener que suprimir tus emociones por unos días para que no crezcan flores.

 

—Puede que eso sirva un poco como estoy ahora, pero dudo que funcione en una etapa más fuerte… Y lo dices como si fuera muy fácil —susurró, mas no tan bajo como para no ser escuchado.

 

—Pasarás varios días de solo voleibol, estarás distraído. —Se encogió de hombros.

 

—Insisto, no es tan fácil.

 

—No es como si fueras a ver a la persona por esos días. —Daichi apretó un poco los labios y devolvió la mirada a la calle en vez de contestar. Suga lo vio con curiosidad por unos segundos, luego elevó las cejas y también miró al frente.

 

Con la preocupación de que Daichi estuviera decaído, se había olvidado por unos días de sus últimas sospechas. Aún no descartaba la posibilidad de que un chico fuera quien lo tenía así, eso quería decir que podía ser alguien en el club que seguiría viendo por incluso más tiempo de lo normal durante el campamento. Era una buena razón para asustarse, sería complicado controlar sus emociones si él estaba ahí. Por extraña que le pareciera la idea, cada vez era más convincente que su amor fuese dirigido a un hombre y no a una mujer, como cualquiera pensaría.

 

Si estaba en lo correcto, ¿quiénes podrían ser los candidatos? Su lógica le decía que nadie que se hubiese enterado de la enfermedad por voluntad de Daichi lo sería, pues dudaba que quisiera contarle a esa persona de su condición. Ennoshita y Nishinoya —por sus nuevas intenciones de decirle— quedaban eliminados. Si incluía a mujeres, entonces Kiyoko también estaría por fuera porque planeaba hacérselo saber, y no le hacía falta explicarse por qué Yachi no podía ser. Los de primero tampoco eran opción, pues recordaba que le había comenzado a gustar esta persona hacía un año.

 

Eso lo dejaba con algunos chicos de segundo, Asahi y él como posibles receptores inconscientes de sus sentimientos. Escogiendo a los que interactuaban más con Daichi, solo restarían Tanaka, Asahi y él mismo; a partir de ahí, se le hacía complicado eliminar a más por no hallar un criterio contundente. Si bien el menor del grupo era el único que no tenía idea de la enfermedad, no era como si los otros dos se hubiesen enterado porque así lo quiso Daichi.

 

—Hey —soltó en el momento que pensó en aquello; necesitaba confirmar algo.

 

—¿Hm?

 

—Si nunca hubieses tosido flores enfrente de mí, ¿me habrías dicho que estás enfermo? —Volteó a verlo en el último segundo. Había un poco se sorpresa en Daichi.

 

—Con la cantidad de tiempo que pasamos juntos, creo que sería imposible nunca toser contigo. Quisiera o no, te habrías enterado.

 

—Eso no es lo que pregunté —reclamó con un puchero.

 

—A mí me parece que sí. Dudo que nunca te hubieses enterado.

 

—Sí, pero… —¿Cómo decirlo para que no huyera?—. Suena a que lo sé por obligación.

 

—¿A qué te refieres?

 

—Si no te hubiese hecho prometer que me contarías todo, ¿lo harías?

 

—Sé que igual no pararías de preguntarme cómo sigo…

 

Daichi. —¿Qué le costaba darle una respuesta directa?

 

—No veo manera de que no lo supieras, es la verdad. Si pudiera escoger, creo que igual te lo contaría solo porque estarías preocupado y sería mejor que entendieras lo que me sucede.

 

—No tienes que sentirte forzado a contarme…

 

—Suga —interrumpió, frenando la caminata para ponerse frente a él y tomarlo por los hombros—. ¿Te contagié mis pensamientos serios? No me has forzado a nada. Si acepté esa promesa es porque quiero que sepas.

 

—¿No es por mi insistencia?

 

—No quiero preocupar a nadie, y si para evitarlo tengo que decir todo lo que me ocurre, lo haré sin problemas. Si te oculto algo, es porque siento que descubrirás a quién amo si te lo digo.

 

Suga no estaba seguro de lo que estaba ocurriendo —o sí tenía una idea, pero se negaba a aceptarla—. Pudo ser la impresión del repentino contacto o la firmeza de la mirada de Daichi en sus ojos lo que retardó su reacción, aun si por dentro todo fuera a mil revoluciones por segundo. No esperaba que su pregunta acabase en algo así, su única intención era ver si podía descartarse a sí mismo de la lista de candidatos, y a pesar de que todo concluyera en la respuesta que lo eliminaría, no sentía que fuera una buena decisión hacerlo.

 

Algo tarde y aún confundido por el estremecimiento en su interior —eso le daría más cosas que pensar—, Suga sonrió.

 

—Ya entiendo. Gracias por la consideración, aunque seas el del problema.

 

—No. —Soltó el agarre, retomando el caminar—. Aún hay algo que no tendría que ocultarte que no te he contado. —Suga inclinó la cabeza hacia un lado—. Es la verdadera razón por la que estoy «raro», como dices. Cuando lleguemos a tu casa te lo diré.

 

—Espera, ¿todo lo que me dijiste antes era mentira?

 

—No, también he pensado eso, pero no es lo que me tiene serio.

 

Tuvo unos minutos para relajarse, solo que gastó unos cuantos en reproducir en su cabeza lo recién ocurrido. Si no había sido la gran cosa, ¿qué desencadenó su reacción? Considerar que podrían gustarle los hombres ya le estaba dando ideas raras. A lo que debía prestarle atención era a la importante información que reveló: cualquier omisión era una pista de quién podría ser la persona amada. Se fijaría en los datos que se negaba a compartir a partir de ahora.

 

Una vez en su casa, se sentaron uno al lado del otro en el borde de su cama.

 

—Ya debiste notar que evito que vayas a mi casa. —Daichi empezó al instante. Suga asintió con la cabeza—. Hay una situación tensa con mi papá y conmigo ahora mismo.

 

—¿Pelearon? —Frunció el ceño. Era la primera vez que sabía de problemas en su familia.

 

—No exactamente. Es un desacuerdo con mis decisiones en cuanto a la enfermedad, al punto de no querer saber nada de ella por un tiempo. Cree que sería mejor si descubriera de una vez si la otra persona se puede enamorar de mí para operarme ya si lo niega, pero eso no es algo que pueda hacer.

 

—¿No quiere que esperes mucho?

 

—Exacto. Entiendo su punto, me quiere sano, pero… —Sus ojos vagaron por el suelo antes de volver a posarse en él—. Rendirme cuando aún tengo tiempo no está en mí.

 

—Eso es lo que todos amamos de ti, Daichi. —Suga se alegró de ver que sonrió sin despegar los labios—. Tu papá tendrá que aceptar que eres lo más perseverante que hay.

 

—Lo hará, solo necesita tiempo. Mientras tanto, no quiero estar mucho en mi casa, así no toso con él allá.

 

—Puedes pasar el tiempo que quieras aquí, sabes que es tu tercera casa. —Le devolvió una sonrisa entera.

 

—¿Tercera casa? —Rio un poco.

 

—Sabes, como dicen que la escuela es la segunda, supongo que esta es la tercera. —Daichi rio un poco más. Lo calmaba saber que estaría bien y que su desánimo fuese algo pasajero, en vez de algo que le impidiera contentarse por instantes—. Así como a ti no te gusta preocupar a los demás, a mí no me gusta ver a los demás preocupados.

 

—¿Hm? —Lo miró sin expresión, casi con sorpresa.

 

—Cuando haya cosas así pasándote, no dudes en contarme. Te escucharé y te animaré. Recuerda que también estoy para eso, no solo para estudiar o para el voleibol.

 

—Eso ya lo sabía —dijo con la misma sonrisa sin dientes.

 

—A veces pareciera que no, así que te lo digo.

 

Decía eso, pero aún no le confesaba algo importante sobre sí mismo que llevaba dos años sabiendo. Tal vez lo haría después del campamento por cuestiones de comodidad, porque dudaba ser capaz de seguir escondiéndolo después de hablarle así a Daichi. Si alguien merecía ser el primero en enterarse, era él. Además, después de su «incidente» al que se rehusaba a nombrar, presentía que sería difícil controlarse como lo hizo desde ese momento.

 

Después de haber aclarado la situación, se tomaron el repaso de ese día con bastante calma. Daichi no volvió a mostrarse triste, y si llegaba a hacerlo, Suga ya sabía que el motivo no era muy alarmante. Evitó divagar en su mente todos los asuntos que seguramente lo atacarían en el momento que su amigo se fuera para no caer en otra conversación demasiado honesta; él no estaba tan listo para admitir sus secretos.

 

Al terminar, comieron una bolsa de papas rizadas que su madre había comprado para ellos esa noche —si estaba muy cansada para cocinarles algo, recurría a bolsas de papas, galletas o golosinas; nunca los dejaría sin nada de comer—. Cuando ya podían sentir el fondo del paquete, Daichi empezó a toser.

 

—¿Tragaste mal o es una flor? —preguntó de inmediato.

 

Le tomó unas cuantas tosiduras más ruidosas responder:

 

—Es una flor, pero tragué mal por toser al mismo tiempo, así que ambas.

 

Apenas el día anterior había sido la última vez que escupió flores. Suga podía notar lo poco que faltaba para que la segunda fase iniciara; el ritmo de dos a tres días como mínimo entre cada brote había acelerado. ¿Sería otro jacinto púrpura? Ahora que le había informado del problema en casa, tenía sentido el pesar que comunicaba esa flor; no era un significado genérico como había intentado hacerle creer.

 

Lo primero que salió fue un centro amarillo que apartó en el suelo para seguir tosiendo contra la misma mano. Le siguieron dos pétalos anchos de un rosa pálido, casi blanco, que también dejó caer a un lado. Tosía muy fuerte, pero no parecía costarle mucho, por lo que solo observaba. Había expulsado un tercer pétalo cuando escuchó una puerta abrirse.

 

—¿Quién tose? Me preocupé, así que traje… —Suga hizo una mueca consternada al ver que su madre había entrado con un vaso de agua en la mano—. ¿Son pétalos, Daichi-kun?

 

—Sí —asintió, justo antes había parado.

 

—No sabía que tenías hanahaki. —Sus ojos estaban muy abiertos y su mano izquierda fue a su pecho—. Koushi, ¿lo sabías?

 

—Le pedí que no se lo contara a nadie. —Daichi se adelantó. En ese momento, la mujer le pasó el vaso de agua.

 

—¿En qué etapa está?

 

—Se supone que la floración empieza esta semana.

 

—¿Ya has tratado de enamorarla? ¿Crees haber avanzado con ella? —Se sentó frente a los dos. Su madre era igual de dedicada con sus amigos que con él; estaba acostumbrado a que cayera en interrogatorios con ellos si algo iba mal.

 

—Llevo cerca de un mes en eso, pero no estoy muy seguro. —Desvió la mirada—. Tengo hasta noviembre, al menos.

 

—Ten mucho cuidado, ¿sí? Puede parecer mucho tiempo, pero cuatro meses pasan rápido. —Chasqueó—. Cuando sientas que las flores te están asfixiando o debilitando más de la cuenta, no tardes mucho en ir a cirugía. Es algo muy delicado el que no puedas respirar bien, es muy riesgoso esperar al marchitamiento.

 

—Lo sé, no dejaré que esto me mate.

 

—Sé que no, porque espero que salgas con novia de esto. —Guiñó un ojo. Distinguió una sonrisa incómoda de parte de Daichi—. ¿Por qué esa cara? ¿No sería genial? Serías el único en el club con su propia animadora. Ah, me pregunto por qué ninguno de los chicos tiene novia si todos son chicos geniales.

 

—Es una buena pregunta —soltó Daichi con voz más baja a la habitual. Suga estaba indeciso entre reír o reflexionar lo dicho.

 

—Bueno, hay que reconocer esa flor. ¿Has estado siguiendo los significados?

 

—Sí, el doctor me entregó un libro. —Como hacía con las que salían desarmadas, comenzó a darle una forma lógica. Al ser solo cinco pétalos, fue una tarea bastante sencilla.

 

—Bien, porque los significados son una buena guía. Casi siempre hablan de los sentimientos del afectado, pero hay veces que saben más y dan ciertas pistas sobre lo que siente la otra persona.

 

—¿Sí? —Daichi levantó la mirada de inmediato. El interés era demasiado evidente.

 

—Sí. Suele ocurrir más durante la floración, es probable que te pase dentro de poco. —Vio al suelo, donde había armado la flor—. ¡Oh, esa es una rosa de Navidad! Suerte que los efectos tóxicos de las flores no afectan en los casos de hanahaki, o estarías en problemas.

 

—¿Es venenosa?

 

—Es una droga, más bien. —Se levantó—. Ahora les traeré un jugo, ya vuelvo.

 

—Mi mamá sabe más de lo que creí —comentó Suga al ella irse. Cuando volteó a ver a Daichi, tenía el celular en sus manos—. ¿Ya estás buscando el significado?

 

—Sí. —Aguardó hasta que su rostro cambió, tornándose en uno que no supo descifrar—. «Alivia mi ansiedad».

 

Y ahí de nuevo, el latido fuera de ritmo que lo cachaba desprevenido.

 

—¿No aprendes a decir significados así de una forma que no parezca que me lo pides?

 

—No me molesta que te los tomes personalmente. —Daichi se encogió de hombros. Suga iba a decir que era incómodo, pero quedó con la boca abierta—. Hay varios que he evitado decirte para que no me reclames, pero no puedo hacer nada si estás ahí mismo esperando a que te lo diga.

 

Dos puntos se unieron en su mente. Era fácil decir que ese era el motivo, pero podía ser una excusa muy bien elaborada para disimular que los significados de las flores eran algo que solía esconder.

 

—Qué considerado.

 

Si la enfermedad a veces daba pistas sobre los sentimientos de la otra persona, Suga solo tendría que estar pendiente de con los de quién coincidían. También era consciente de que la única razón por la que no terminaba de creer que él fuese un buen candidato era por tratarse de sí mismo, porque otra persona de mente abierta de seguro lo tendría en el primer puesto de chicos que Daichi amaría.

 

Sin importar quién fuera, si de verdad resultaba ser un hombre, lo único que le reprocharía sería su demora en confesarlo. 


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