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Cuando las flores hablen por él por AngiePM

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El cansancio no les permitió disfrutar del camino de regreso a Miyagi de otra forma que no fuese durmiendo. Suga había caído de inmediato, todo su cuerpo bien recostado del espaldar de su asiento; Daichi lo siguió escasos minutos después, casi incapaz de siquiera distraerse con su cuello que podía ver a la perfección desde ahí.

 

Al llegar a Karasuno, el cielo ya estaba oscuro. Unos pocos decidieron practicar por un rato, la mayoría optó por irse a casa. Daichi consideró que este era un buen momento, por lo que se acercó a Nishinoya, quien intentaba hacer que Asahi despertara más de lo que estaba dormido.

 

—Eso se soluciona fácil. —Apartó al líbero que solo sacudía sus hombros. En su lugar, le dio un golpe rápido con el costado de la mano en las costillas.

 

—¡Ah! ¡No tenías que…! —Asahi se repuso en un paso hacia la izquierda—. Ah, eres Daichi.

 

—No quería recurrir a eso, ¡pero gracias por espabilarlo, Daichi-san! —Nishinoya sonrió con un pulgar arriba.

 

—¿Tienes un momento?

 

—Sí, ya me iba a casa… ¡Ah! —Elevó las cejas—. ¡Cierto, Asahi-san me dijo ayer que tenías algo que contarme!

 

—Sí, le pedí que te avisara. Creo que me bastará el tiempo que toma llegar a tu casa. Andemos.

 

Antes de irse, Daichi le informó a Suga que esa noche volvería solo a casa, pues tenía algo que hacer primero. Luego se despidió de los pocos que aún no se habían marchado y se fue con Nishinoya.

 

—¿Sabes qué es el hanahaki? —preguntó al estar lo suficientemente lejos del resto.

 

—¿Hanahaki? —El más bajo inclinó la cabeza a un lado.

 

—¿Y de alguna enfermedad que te haga toser flores?

 

—¡¿Existe algo así?! —Abrió muy bien los ojos.

 

—Yo la tengo. —Con los ojos abiertos a más no poder, Nishinoya abrió la boca solo un poco—. Fue más o menos cuando regresaste al club que tosí la primera, ahora es algo que ocurre unas tres veces a la semana.

 

—Suena demasiado loco. ¿De dónde salen las flores? —Frunció el ceño sin cerrar los ojos ni lo más mínimo.

 

—Crecen en los pulmones.

 

—¡¿Cómo?! —Junto aún más las cejas. Daichi estaba casi seguro de que solo le creía por ser él.

 

—No termino de entender cómo es posible, si tengo que decir la verdad. Ni siquiera las siento hasta que salen.

 

—¿Y salen completas o cómo?

 

—Depende. Ayer tosí una por pétalos y una con el tallo.

 

La confusión en Nishinoya estaba para tomarle una foto.

 

—Tendré que verlo. ¿Qué hiciste para que te diera algo así?

 

—Enamorarme de Suga —admitió sin más.

 

—¡¿Por qué me hiciste creer que no?! —Reaccionó primero a esa afirmación—. ¡Tenía razón!

 

—Recién me había enfermado, temía que se te escapara algo porque Suga sabe de esto y no habría tenido manera de negárselo.

 

—Y no entiendo cómo te enfermaste por amarlo, ¿qué tiene que ver?

 

—El hanahaki aparece cuando no eres correspondido —dijo en voz más baja. Aún dolía recordar ese detalle. Nishinoya tenía el ceño algo menos fruncido.

 

—¿O sea que estás tosiendo flores porque Suga-san no te ama? —Daichi asintió—. ¿De verdad?

 

—Aún tengo las flores que tosí ayer conmigo, no las pude botar…

 

—No, no me refiero a eso —interrumpió, serio—. ¿Cómo es que no te ama?

 

—Puede ser algo tan sencillo como que no tenga mis mismos gustos. —Se encogió de hombros y trató de disfrazar el rostro dolorido que mostró ante la pregunta.

 

—No, lo dudo. —Negó con la cabeza.

 

—Nishinoya, ¿sabes algo? —Era extraño que ese muchacho cambiase su chispa enérgica por un semblante más cuidadoso.

 

—Es un presentimiento, pero como me fue bien con lo tuyo… —Esperó a que Daichi le indicara continuar con la mirada. En serio, ¿por qué la cautela?—. Creo que eso le es indiferente a Suga-san.

 

—¿Lo es? —Sintió un ligero peso caer de su interior que casi le hizo sonreír. También hubo una sensación en su pecho que no identificó.

 

—Eso me parece. —Colocó una mano bajo el mentón—. Una que otra vez ha admirado a Kiyoko-san con Ryuu y conmigo, pero he notado que es el primero en admitir que otro chico es atractivo sin problemas y creo que halaga demasiado los músculos. Es suficiente para sospechar, ¿no?

 

—Ahora que lo dices, creo que sí tiene cierta fijación por los músculos. —Adoptó la misma pose pensativa, recordando esa vez que le prestó su camisa del uniforme.

 

—Hay más razones y momentos que me han hecho creerlo, pero no sé explicarlo. Simplemente lo presiento. —Se encogió de hombros—. Si es por lo otro, siempre he creído que Suga-san es bastante atento contigo, y muchísimo más ahora.

 

—Ha sabido de la enfermedad desde el primer día, puede que lo veas más pendiente de mí por eso.

 

—Tal vez. Había llegado a pensar que estaba empezando a sentir algo, por eso no puedo creer que no te corresponda. Si alguien le gustara, ¡debería ser Daichi-san!

 

—Bueno, es que no basta con solo gustar para que la enfermedad desaparezca.

 

—¡Cierto! —Su cualidad ruidosa regresaba—. ¿Cómo se cura?

 

—Siendo correspondido o por una cirugía si la condición es muy grave, solo que perdería todos mis sentimientos por Suga si lo hiciera.

 

—¿En serio? —Y el ceño fruncido sobre ojos casi redondos también volvía—. Parece una enfermedad sacada de un cuento. —Daichi asintió una vez con la cabeza, eso era innegable—. ¡No hay de otra, a conquistar a Suga-san! —Nishinoya le dio un codazo suave en las costillas.

 

—¿De verdad crees que podría tener una oportunidad?

 

—¡Lo repetiré: si le gustara un hombre, tendrías que ser tú! —Extendió los brazos hacia los lados—. Ustedes son un buen dúo. No quiero que se separen porque tu amor te lleve a olvidarlo, ¡así que estaré pendiente del avance de los sentimientos de Suga-san! —Llevó su mano izquierda al corazón, como si de un juramento se tratara.

 

Daichi soltó una risilla. ¿Tenía una idea de lo increíblemente poético que había sonado?

 

—Gracias, Nishinoya.

 

—Sabes que estoy ahí para salvar traseros como sea posible. —Sonrió con autosuficiencia y los brazos cruzados en su pecho.

 

—¿No puedes decirlo de otro modo? —suspiró, aunque fue ignorado. ¡Qué manera de arruinar lo artístico de su respuesta anterior tan al estilo del líbero!

 

El corto trayecto desde la escuela hasta la casa de Nishinoya les permitió hablar sobre quiénes estaban al tanto de la enfermedad y de sus sentimientos por el vicecapitán. Luego, durante la caminata hacia su propia residencia, Daichi logró olvidarse por unos minutos de la probable tensión que regresaría a él cuando abriera la puerta gracias a la esperanza que había sido sembrada. Alguien creía que quizás era posible que sus deseos se cumplieran, alguien que ya había percibido su propia atracción en el pasado, por lo que podía ser una fuente confiable. Era algo pequeño, pero cualquier esperanza era alentadora. No lo culparía por callárselo si Nishinoya resultaba estar en lo correcto, después de todo, él también se lo ocultaba.

 

Regresar a casa fue más positivo de lo que esperó. Su madre le preguntó si tuvo algún problema por la enfermedad —no le avisó por teléfono para no preocuparla estando él lejos— y, como recomendó el doctor, quedaron en ir a que le hicieran un examen de sangre en la tarde siguiente. La sorpresa llegó cuando su padre se unió a la conversación sobre su salud. Ya había asimilado su confesión lo suficiente para volver a hablar del hanahaki, exceptuando los significados de las flores. Daichi pensaba que tardaría más tiempo, por lo que era una buena noticia sin importar que fuera poco en comparación al todo por aceptar.

 

Una vez en su cuarto, se tiró en la cama y sacó su celular del bolsillo. Frunció el ceño al ver el aviso de que tenía cinco mensajes sin leer de Suga. ¿Cuántos minutos habían pasado desde que se despidieron y ya había acumulado esa cantidad? El contenido de los textos fue inesperado y desagradable. El motivo no fue expuesto, pero era de suponer que la tensión fue más de la que Hinata y Kageyama podían soportar como para recurrir a un enfrentamiento físico. Resaltó que, si aparecían al día siguiente con un moretón en sus rostros, sería obra de Tanaka al detenerlos.

 

Exhaló después de contestar. Justo cuando creía que las ganas de pelear de veras de ese par se habían ido con la penitencia que les sentenció al ingresar al club, estallaban en el momento que casi nadie podría controlarlos. Temía haber transferido una carga pesada de su casa a los entrenamientos, porque estaba seguro de que el ambiente en la cancha sería ensombrecido con esta pelea.

 

Tuvo muy pocos minutos para planificar una manera de afrontar ese problema en la siguiente práctica; la pantalla de su celular se encendió junto al tono de llamada, el nombre de Asahi en el aviso. Habría entendido de haberse tratado de Suga o incluso Tanaka, pues lo contactarían para explicarle mejor lo sucedido en el gimnasio; pero, ¿qué pintaba el barbudo en este asunto?

 

—Creí que estarías dormido por lo casi sonámbulo que parecías cuando llegamos —atendió con una pregunta tácita.

 

—¡Me han quitado todo el sueño que tenía! —Daichi arqueó una ceja por la exaltación en su tono. Dudaba que lo del dúo de primer año le afectara con esa magnitud, no se le ocurría nada que le concerniera lo suficiente para ser llamado.

 

—¿Qué pasó?

 

—Nishinoya me estaba escribiendo sorprendido por todo esto del hanahaki. Sigue sin entender cómo es posible, así que me pidió detalles si era que yo había visto los síntomas y eso.

 

—Ah, sí. Tenías que ver su cara, creo que nunca lo había visto tan confundido. —Rio por lo bajo en medio de la respuesta.

 

—¡Espera a que termine, es importante! —reclamó. En serio, ¿cuál era la inquietud?—. Como somos los únicos que sabemos que es por Suga, me dijo que solo hablará conmigo de esto, por si acaso. Estaba contándome cuánto le sorprendía que él no sintiera lo mismo que tú cuando dijo que esperaba que nunca tuvieras que operarte porque sería muy triste que perdieras tus sentimientos y ahí me perdí. No me habías dicho eso.

 

Daichi se quedó callado por unos segundos para comprobar que no continuaría. Suspiró, estaba aliviado porque solo tendría que contarle de un detalle no tan peligroso de los que le omitía.

 

—El día que me descubriste estaba apurado, lo olvidé.

 

—Aún falta más —soltó más firme, casi severo. ¿Ocurriría la rareza de enojarlo?—. Cuando le contesté que no sabía de eso, dijo que lo investigaría y me enviaría el enlace para que viera que era verdad. A los pocos minutos, me escribió con demasiada seriedad y por partes, me asusté y ahora necesito que me lo confirmes tú mismo, porque realmente espero que sea mentira.

 

—¿Qué es? —Ya presentía cuál era el centro de todo, pero no había más que decir. Había celebrado antes de tiempo.

 

—¿La tercera fase es mortal?

 

—Ah —exhaló, sin muchas ganas de admitirlo aún, mas obligado a ser honesto—. Sí. De hecho, solo puedes estar seguro por menos de un mes, porque se vuelve inoperable si la dejas avanzar demasiado.

 

—¿Por qué no me habías dicho eso? —Más que molesto, su tono vacilante sonaba consternado.

 

—Sabía que te ibas a asustar de más si lo hacía.

 

—¿No planeabas decírmelo nunca? ¿Tuvo que ser alguien a quien dudaste contarle que estabas enfermo? —Daichi se quedó en silencio. No solo no estaba seguro de qué sería adecuado responder sin sonar como una excusa, Asahi se estaba desahogando y lo mejor sería dejarle hablar—. No es que nunca haya creído que el hanahaki pudiese matar, suponía que esa parte peligrosa a la que te referías era la etapa en la que tosías tanto que podrías morir ahogado si no te cuidabas, ¡pero nunca pensé que tuviera un tiempo límite! Dime, ¿cuánto tienes?

 

—Entre cuatro y seis meses más.

 

—¡Ni siquiera jugarías en las Nacionales si ganamos! —Casi podía ver sus ojos abiertos a más no poder y el cambio de color de su rostro, a pesar de solo escucharlo—. No sé cómo lo harás, pero tienes que enamorar a Suga ya o no te dará tiempo. ¡Ni siquiera dejes que te llegue la última fase! Ahora que sé cómo se ve cuando toses, da mucho más miedo imaginar cómo sería.

 

—Esa es la idea. En todo caso, pienso operarme apenas comience el marchitamiento, si es que lo alcanzo. No veo el punto de advertir la mortalidad de esto si no me dejaré morir. Solo preocuparía de más sin necesidad. —Se encogió de hombros, por más que Asahi no vería ese gesto.

 

—¿Esa es tu razón?

 

—Sí. —Daichi quiso sonar más convincente que rogando por que le creyera.

 

—Si es así, puedo aceptar que me hayas escondido algo así. La verdad es que me sentía mucho mejor antes de saber esto —murmuró—. ¿Hay algo más que no sepa de lo que preferiría no oír de otra persona?

 

—Lo demás lo sabes. Siento que Nishinoya haya hecho que te enteraras así.

 

—Lo importante es que no me lo negaste ahora. Voy a colgar para explicarle a Nishinoya antes de que te moleste con demasiadas preguntas.

 

—Buena idea. —Puso la mano libre sobre su frente—. Hasta mañana.

 

—Sería muy triste que olvidaras todo de Suga, sin incluir cómo sería para él que de repente ya no fueran amigos, así que haz todo lo que puedas para enamorarlo. Por tu salud y su felicidad, lo mejor es que te cures solo, ¿sí? —Daichi sonrió ligeramente. Eran pocas las veces en las que se acordaban de que Suga también se vería afectado si todo acababa mal—. Hasta mañana.

 

Después de colgar, se acostó y cerró los ojos. ¿No podían dejarle ser feliz por una noche? Había recibido dos noticias más o menos buenas que le levantaron el ánimo, todo para que otro par no tan alegre lo emboscara en solo hora y media. Entre la esperanza de la pronta aceptación de su padre como de la posible orientación sexual de Suga y el disgusto por la pelea de los de primero como por haberse visto forzado a admitir la parte más fea de la enfermedad, lo negativo ocupaba una porción mayor en sus pensamientos, mas no la más fuerte. A pesar de todo, el amor era un sentimiento que se apoderaba del control en muchas ocasiones; todo lo relacionado con él lideraría el contenido de su mente.

 

Reflexionó sobre su decisión de omitir lo letal del hanahaki cuando se lo explicaba al resto. Aún creía que su proceder era correcto. Asahi admitió que prefería no saber de ese detalle, seguramente la mayoría también opinaría lo mismo. Esperaba que ese fuera el único problema que traería el haberle contado a Nishinoya. Recordó que un fragmento de su buen ánimo del día se lo entregó el líbero con su presentimiento, así que no podía estar del todo molesto con él.

 

Luego discurrió el tema de su padre. La razón por la que antes no quería saber nada de la enfermedad era porque sería un recordatorio de que un chico lo mataba de amor sin darse cuenta. Ahora le preguntaba por su salud —cuántas flores había tosido, cuánto le costó, cómo se sentía—, permitiéndole respuestas estrictamente sin la parte sentimental. Su interpretación de esa regla era que solo había asimilado que padecía una de las peores formas de no correspondencia y que, como padre, igual le preocupaba el bienestar de su hijo. Solo deseaba saber si se sentía sano y salvo, nada de los mensajes que las flores comunicaban por él. Poniéndolo así, el avance no parecía tan grande. Una de sus esperanzas decreció, por suerte, la otra no se deterioraría sin evidencia que negara su origen.

 

Tendría que conocer más a fondo los detalles de la discusión de Hinata y Kageyama para predecir lo que vendría. Suponía que tuvo que ver con los deseos de progreso del más bajo y la negativa que el armador le había dado por ello —hasta Suga estuvo de acuerdo con él en su momento—. Estaba bien que quisiera ir más allá, todos debieron percatarse de que les urgía subir de nivel si planeaban despegar, pero no era algo que pudiese forzar ni lograr sin ensayar; así que entendía el punto de Kageyama: no perdería ni un set de práctica por improvisar un movimiento que todavía no coordinaban. Era similar a cómo él aún no se arriesgaba a ser más directo con sus acciones para atraer a Suga. No saber si había un chance de efectividad lo frenaba, podía ahuyentarlo de no existir.

 

Y confirmó que el amor era un invasor de pensamientos. No correspondía recordar sus sentimientos en esos asuntos, pero lo hacía de todas maneras sin ser muy consciente de ello. En esos días descubrió el control —descontrol— ejercido, entre sus impulsos afectivos casi imprudentes sin completar y las ideas intercaladas donde no debían verse. ¿Hasta qué punto perdería la cabeza?

 

Daichi quedó atrapado en un sueño donde ya no necesitarían un futón cuando Suga o él dormía en casa del otro. Fue una lástima despertar a las dos de la mañana con un cosquilleo en su garganta y tos en lugar de un bostezo. Demasiado adormilado para siquiera ver bien los pétalos largos que se atrevieron a interrumpir su descanso, volvió a cerrar los ojos para tratar de ingresar otra vez a ese mundo perfecto; pero esa puerta ya no existía. Unas horas más tarde, apagado el despertador y encendidas las luces, buscó rápidamente a la flor en el libro. Su tamaño y el patrón dibujado desde el centro facilitaron el proceso. Era un iris blanco, símbolo de la esperanza, y parpadeó impactado porque demoró menos de doce horas en crecer. Con el creciente descontrol de sus emociones, ¿qué tanto le estorbaría la enfermedad en su segunda fase?


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