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Cuando las flores hablen por él por AngiePM

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Notas del capitulo:

Había dicho en comentarios que habría más personajes en este capítulo, pero calculé mal. Es en el siguiente, je.

La parte buena de salir a medianoche para llegar en la mañana a Tokio era que no le quedaba de otra más que regular cuánto miraba a Suga. Las horas de sueño limitadas solo le daban chance de admirarlo por unos pocos minutos, algo que era cada vez más complicado de controlar. Además, ya no sentía la pizca de culpabilidad al contemplarlo mientras dormía, ya no era tan prohibido; sin embargo, esa nueva sensación solo intensificaba sus deseos de tocarlo con gentileza y disimulo.

 

Todos a su alrededor estaban tan dormidos que hasta había ronquidos de por medio, incluso el entrenador dormía en el asiento del copiloto. Los únicos en vigilia eran Takeda y él mismo. Al menos, el profesor tenía un motivo válido para estarlo al ser el conductor de turno, pero Daichi se desvelaba por razones irresponsables de parte de un capitán. Decir que se había quedado despierto viendo lo bello que era el vicecapitán no era una opción si se quedaba dormido en el desayuno. Tenía que dejarse dominar por el sueño pronto, solo que era difícil renunciar a tal imagen.

 

Su boca apenas estaba abierta; respiraba por la nariz. Sus labios lucían algo resecos, unas extrañas ganas de que una lengua saliera a humedecerlos aparecieron. Daichi relamió los propios inconscientemente. ¿Qué tan incómodo sería un beso así? ¿Qué tal sería encargarse de devolverles su buena textura? ¿Y qué hacía pensando en besarlo? Volteó al lado contrario para deshacerse de esa idea. Ese era el peligro de la relativa privacidad de estar rodeado de durmientes y de alguien que no quitaría sus ojos del camino; su imaginación no conocía límites.

 

Volvió a verlo. Parecía recordar lo de la última vez, porque se había sentado casi pegado a la pared del vehículo, muy lejos como para inclinarse hacia su costado sin darse cuenta. Sus párpados parecían temblorosos. ¿Qué tipo de sueños tenía? Una que otra vez le había contado de sueños sin sentido o graciosos donde estaba involucrado, mas no eran suficientes para establecer un patrón. ¿Tal vez era del tipo que no soñaba mucho o que casi nunca recordaba sus aventuras oníricas? Solo esperaba que no tuviera muchas pesadillas.

 

Sin aviso, sus ojos se abrieron. Daichi no halló mejor reacción que cerrar los suyos sin moverse, ignorando que la posición de su cabeza fuese atípica para dormir; Suga notaría el movimiento si se acomodaba. Probablemente no volvería a abrirlos, por lo que aguardaría unos minutos para girar el cuello y dormirse de verdad.

 

—Daichi, ¿estás despierto?

 

El suave susurro originó latidos fuertes. ¿Se había dado cuenta? Era una suerte que el corazón no fuese tan ruidoso como para ser escuchado por otras personas sin que se acercaran a su pecho.

 

—¿Daichi? —Era difícil hacerle caso omiso a esa voz cuidadosa y somnolienta. También fue complicado no reaccionar a la mano en su hombro—. Hey, despierta.

 

Con la sacudida que le dio, abrió los ojos lentamente y fingió un bufido.

 

—¿Qué?

 

—Parecías incómodo.

 

—Ah. —Entonces, ¿fue solo para evitarle un dolor de cuello en la mañana?—. ¿Y qué hacías despierto? —Cómo se atrevía a hacerle esa pregunta que debía ser para él, no lo sabía. Todo fuera por preservar la credibilidad de su acto.

 

—Desperté de un sueño que no recuerdo y te vi. Ahora sigamos durmiendo —bostezó al final, pero entendió lo que dijo.

 

¿Por qué era tan atento? Suga se fijaba en cosas importantes como una buena postura y ahí estaba Daichi, imaginando cómo sería mojar sus labios con su lengua. Sus pensamientos antes de dormir realmente eran salvajes. Aunque nunca le había pasado, solo por si acaso, se aseguró de que la última imagen en su mente fuese la de sus ojos adormilados sin irse por la tangente con otras razones por las que podían estar casi cerrados; porque arriesgarse a soñar algo similar a sus ideas anteriores alrededor de tantas personas no era tentador.

 

Luego de un sueño ininterrumpido sin contenido, Daichi despertó con los rayos del sol en la cara, aun si la mayoría eran amortiguados por el techo y ventanas del vehículo. Y aunque consideraba no haber perdido más de veinte minutos de sueño contemplando al chico a su lado, apenas podía despegar los párpados —también podía culpar a la intensidad de la luz solar encandilándolo desde el primer segundo, pero las acciones indebidas resaltaban más en la conciencia—. Solo logró ver con claridad cuando Kuroo se burló de ellos y su pobre conocimiento sobre las torres de comunicaciones; no era lindo empezar el día con alguien siendo grosero, como resaltó Suga.

 

No sabía qué opinar del nuevo castigo a los perdedores. Si bien la llamada «refrescante carrera cuesta arriba en la loma» de Shinzen era menos dolorosa que los lanzamientos a simple vista, no era algo que pudiese afirmar hasta pasadas varias rondas. Con solo el desorden del primer set jugado, estaba seguro de que tendría muchas repeticiones para estudiarla y definir qué tan peligrosa era para su salud. Era extraño; todos habían mejorado, pero su trabajo grupal no encajaba y su desempeño acabó siendo peor que el del campamento anterior. ¡Ni siquiera parecían un equipo! En su estado del primer día, eran un puñado de jugadores con buenas habilidades individuales al azar que nunca habían probado combinar sus estilos, por lo que todas sus rutas eran distintas y se les complicaba hallar la intersección.

 

Sus dos compañeros de tercero, Tanaka y él se tumbaron en el césped al finalizar el último castigo del día. Recibir la fresca brisa del anochecer contra sus pieles sudorosas mientras estaban acostados al aire libre era lo verdaderamente refrescante de tanto subir y bajar. Le provocaba propinarle un buen puñetazo en el estómago al genio que nombró a la carrera cuesta arriba con tanto sarcasmo, a ver si eso también le era bonito. ¡No tenía idea de cómo no había exhalado flores de tanto jadeo fuerte! ¿Cómo iba a soportar una semana agitada como esa? Como bien dijeron, no corrían tanto desde la época del otro entrenador Ukai, y ahí fue cuando Daichi se preguntó qué lo mataría primero si el viejo aún fuese el encargado del club.

 

Luego de un poco de práctica libre, conocieron las duchas de la preparatoria. Fue un alivio que respetasen la privacidad de los usuarios, aunque eso no evitaba que algunos se vieran en trapos menores y aún mojados si salían de sus cubículos a la vez. No le tocó toparse con Suga en esa primera noche; no sabía si era algo que agradecer o lamentar, luego se abofeteó en su mente por deslizarse hacia un pensamiento prohibido en un lugar así.

 

No había mucho más que hacer pasada la cena. Ya era costumbre ser vecino de futón de Suga y que alguna parte de él fuese lo último que viera antes de dormir en los días de campamento. Había aprendido de la noche anterior; no contempló su rostro por más de tres minutos para no trasnocharse por segunda vez seguida. La ligera falta de sueño y lo exhausto que quedó del ejercicio lo ayudaron a caer en lo más profundo del mundo onírico más rápido de lo normal.

 

El segundo día comenzó con aires incómodos. Tantos sets perdidos y tanta descoordinación del equipo había llamado demasiada atención indeseable sobre ellos. Daichi estaba seguro de que los murmullos reprobatorios o burlescos después de cada derrota no eran producto de su imaginación harta de fallar y fallar. ¡Sin importar qué, Karasuno no rebajaría su orgullo! Cada aplauso y señal de arranque eran más fuertes, nunca cabizbajos y nunca desanimados; se necesitaba más para matar el espíritu de los proclamados cuervos.

 

Sin embargo, había algo más contribuyendo a la incomodidad de la jornada, y era raro admitir que era culpa de Suga. Por alguna razón que no se explicaba del todo, al final de cada set y de cada carrera por la loma, se aseguraba de que estuviera bien y le preguntaba si podía jugar el siguiente o si prefería descansar. Por más que Daichi agradeciera un cuidado atento, no le agradaba una vez que lo considerara excesivo. De acuerdo, era peligroso agitar tanto su respiración si alguna flor tenía intenciones de salir pronto, pero él sabría cuándo parar solo; después de todo, era quien menos quería que personas de las que aún no aprendía sus nombres supieran que sufría por amor unilateral.

 

—Entiendo que puedas preocuparte por todo el esfuerzo que estamos haciendo, pero tampoco es para que me acoses. —Aprovechó de hacer su reclamo a la hora del almuerzo.

 

—¡No te acoso! —protestó de vuelta—. Simplemente hay que ser muy precavidos, es una situación delicada la que podría ocurrir si eres imprudente.

 

—Lo sé. Es que estás tan pendiente que ni pareces tú. ¿Pasó algo que te pusiera así?

 

—Hm, podría decirse que recordé algo. —Daichi le hizo una señal con la mano en forma de interrogación—. Se supone que en la segunda fase aparece la debilidad porque las flores se comen tus nutrientes, ¿no? ¿No crees que de por sí ya estás quemando mucha energía como para que la enfermedad la remate? Puede que no tengas tanta resistencia ahora.

 

—¿Te preocupa que me exceda y me desmaye?

 

—¡Exacto! Creo que deberías descansar un poco más.

 

—Soy el capitán, no puedo salir por mucho.

 

—Al menos fíjate en cómo te sientes y detente cuando estés muy cansado, ¿está bien?

 

—¿Dejarás de preguntarme? —Suga asintió—. De acuerdo.

 

—¡Pero volveré a preguntarte si me parece que estás mal! —advirtió.

 

El entrenamiento se hizo más tranquilo sin las observaciones preocupadas después de cada set y castigo. Claro, aún estaba esa desagradable sensación de ser criticados por los demás, pero pensar que les callarían las bocas cuando por fin les salieran bien sus nuevos trucos era suficiente para mantenerse sereno.

 

El cuarto set después del almuerzo cambió las cosas. Fukurodani era un contrincante muy fuerte, y aunque fuese el equipo con el que menos oportunidades tenían de ganar mientras no se acoplaran, algo tenía que alimentaba las ganas de luchar con todo. Al final, la brecha de puntos fue menor que las veces pasadas, mas seguía siendo muy amplia. Era la escuela que más los agotaba, por lo tanto, no le extrañó ni un poco que Suga se le acercara mientras recuperaba el aliento con las manos apoyadas en las rodillas.

 

—Sabía que vendrías —dijo antes de que el armador pudiese preguntar cómo estaba. Continuó luego de un par de inhalaciones—, pero no hacía falta.

 

—¿Seguro? Te está faltando el aire, y eso sin subir la loma. ¿Crees poder?

 

—Se puede bajar caminando, estaré bien.

 

—Pero la subida es lo fuerte. Creo que no es buena idea, Daichi.

 

—No jugaré el siguiente set, ¿te parece? —Saltarse el castigo se le hacía injusto, algo que llamaría la atención negativamente hacia su persona. Debía convencerlo de cumplir con él y luego tomarse un respiro.

 

—No jugarás el siguiente set y no correrás ahora.

 

Daichi exhaló y se irguió, todavía jadeante.

 

—Estoy bien, ¿no ves? ¿Por qué la insistencia ahora? Ya nos estamos atrasando, tenemos que cumplir la penitencia ahora.

 

—Lo hablaré con Ukai-san.

 

—¿Qué? —Fue ignorado; Suga ya estaba camino al banco donde estaban ambos responsables del club de Karasuno—. ¡No exageres!

 

Admitía que no estaba perfecto, pero tampoco estaba débil. Una carrera más no le haría daño si se quedaba en la banca en la siguiente ronda.

 

—Yo no lo veo tan mal. —Escuchó al entrenador cuando se acercó. ¡Hasta Ukai estaba de acuerdo con él!

 

—Eso es lo que trato de decirle… —Suga suspiró en medio de su respuesta, cortándola sin darse cuenta.

 

—Tendré que explicarlo. —Lucía desganado. ¿Su motivo era tan vergonzoso?—. Quizás no debería tomarlo en serio, pero hoy soñé que Daichi se desmayaba mientras subía la loma.

 

—Espera, ¿en serio? —Daichi lo vio con los ojos más abiertos.

 

—Siento no habértelo contando. —Sonrió sin despegar los labios y con los ojos cerrados—. Supuse que no me harías caso, de todos modos.

 

—¿La situación ahora se parece a la de tu sueño? —intervino el entrenador.

 

—No recuerdo contra quiénes jugamos antes, pero es más o menos igual. ¿No creen que ya ha pasado mucho como para que esté respirando así? —Señaló a Daichi con el pulgar.

 

—Siempre terminan más cansados contra Fukurodani. —Se detuvo a pensar—. Sawamura, salta diez veces.

 

Frunció el ceño con suavidad, pero no desobedecería una orden del entrenador. No presentó inconvenientes en el proceso, sin embargo, parar fue muy distinto. Pasar del ejercicio al reposo le hizo sentir sin equilibrio y tuvo que cerrar los ojos para no marearse.

 

—Decidido. Sensei, llévelo a la enfermería. Sabemos que podría ser por la enfermedad, pero trataremos esto como un golpe de calor, ¿de acuerdo? Gracias por la atención, Sugawara, posiblemente hemos evitado un accidente.

 

Su cabeza retumbaba un poco al salir del gimnasio. Llegó a oír la corta explicación que Suga dio a su ausencia justo antes de dar la señal para subir la loma. No podía creer que estuvo en lo correcto. Unos cuantos saltos acabaron con su estabilidad, ni siquiera era capaz de acelerar el paso, ¿qué hubiese pasado si corría cuesta arriba? No saber qué tan lejos quedaba la enfermería alargó el camino para él, que solo seguía al profesor esperando que la puerta más cercana fuese el destino.

 

¿Ese era el tipo de debilidad que ocasionaba el hanahaki? Creía que solo aparecía después de toser demasiadas flores, pero llevaba varios días sin expulsar nada. Era probable que se tratara de una combinación entre el cansancio y la enfermedad. Esperaba que no fuera algo tan grave como para necesitar el examen de sangre; con suerte, sabrían qué hacer para devolverle la vitalidad, aunque no le permitieran jugar hasta la noche.

 

Cuando al fin llegaron a la enfermería, Daichi se tumbó en la primera camilla y dio un largo suspiro. Las vueltas en su cabeza se calmaron y un cosquilleo se aproximaba a su garganta. Llevó las manos al rostro.

 

—Por favor, no —habló bajo entre dientes.

 

—¿Empeoró, Sawamura-kun? —La pregunta fue inmediata y con obvia preocupación.

 

—No, es que voy a toser y no me siento tan bien para eso.

 

Takeda tenía un vaso de agua para él. Daichi se sentó despacio para tomarlo.

 

—¿Necesitas algo? ¿Te gustaría una bebida energética?

 

—Una bebida energética estaría bien.

 

—Vi una máquina expendedora cerca. Iré a comprar una rápido y regreso, ¡aguanta hasta entonces! —Y salió casi corriendo.

 

Bebió el agua en pocos tragos, dándose cuenta de que no se había hidratado hasta ese momento por estar discutiendo con Suga. Dejó el vaso sobre la mesita de al lado y no volvió a acostarse, sabiendo que pronto escupiría una o varias flores.

 

Justo al poco tiempo de preguntarse qué clase de sueños tenía Suga, resultó tener uno premonitorio y ni siquiera de sí mismo, sino de él. ¡Qué precisión! ¿Sería algo común para él? Por su forma de actuar, diría que sí, porque no todo el mundo se tomaba tan en serio los sueños más realistas. Se disculparía con él más tarde, no quería imaginar la conmoción que hubiese originado si se desmayaba en la loma; aunque le recomendaría avisarle desde el principio si iba a guardar precaución por algo que soñó.

 

El cosquilleo se hizo más insistente y supo que no podría aguantar como le había pedido Takeda. Comenzó a toser sin tanta fuerza, y en unos cuantos intentos ya había salido un tallo con la punta en capullo. Solo identificó que sería una flor blanca no muy grande. El dolor de cabeza se asomó nuevamente al continuar.

 

—¡Ay, no! ¡Llegué tarde! —exclamó el de lentes al entrar con la bebida en la mano—. Dame una señal si necesitas ayuda, ¿sí?

 

Solo siguió tosiendo sin pausa. Un pétalo extraño cayó en su palma, le siguieron dos iguales, una flor entera y lo que supuso que eran los restos de las que se desbarataron. Las detalló al cesar las tosiduras. Esperaba no estar loco por pensar que parecía un ave en vuelo con sus dos pétalos extraños y su centro delgado. No recordaba haber visto una flor similar.

 

—Qué bien que fue fácil. —Takeda suspiró de alivio—. ¡Oh! Esa es una orquídea. ¿Cómo se llamaba? ¡Ah, sí! Es una sagiso.

 

—¿Sagiso? Nunca la había visto.

 

—Es hermosa, ¿verdad? —Daichi solo levantó la mirada de las flores hacia él—. ¡Oh, disculpa! ¡No deben parecerte hermosas si salieron de tu interior!

 

—No, no. —Sacudió la mano libre—. Es… interesante.

 

—Es como si volara. —Bien, al menos no era el único loco si no había más personas de acuerdo.

 

—Exacto. ¿Podría usar su teléfono para buscar lo que significa antes de que olvide su nombre?

 

—¡Claro! —Sacó su celular del bolsillo del mono. Le extendió ambas manos—. Ten también la bebida.

 

—Gracias. —Dejó las orquídeas a un lado para agarrar ambas cosas.

 

Primero tomó un sorbo de la bebida para aliviar su garganta, luego abrió el buscador en el móvil y escribió el nombre de la flor. Fue fácil conseguirla al estar incluida en el hanakotoba con la traducción: «Mis pensamientos te seguirán en tus sueños». De haber estado bebiendo algo al leerlo, se habría ahogado o habría escupido todo. Cerró la ventana con la búsqueda antes de devolver el celular de inmediato.

 

—¿Es algo muy específico? —Daichi solo asintió.

 

¡Menos mal que, de todos sus pensamientos, la preocupación por cómo le afectaría el hanahaki durante el campamento fue el que se coló en los sueños de Suga!


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