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Cuando las flores hablen por él por AngiePM

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La última semana de vacaciones de verano consistió en pequeños ajustes en su alimentación, de modo que ganase los nutrientes necesarios para contrarrestar el efecto debilitante de toser demasiadas flores a la vez. El viernes, también, fue al café con Suga y Asahi para gastar sus cupones gratis en lo que nunca hubiesen comido de haber tenido que pagar. El sábado se reunió con Suga para hacer revisiones finales en sus tareas y el domingo lo pasó en familia, pues a su padre le tocaba salir el lunes de la ciudad por unos días por razones laborales.

 

Con las prácticas matutinas de vuelta, Daichi esperaba estar lo suficientemente saludable para aguantar el ejercicio; consideraría estar bien si la agitación lo hacía solo escupir flores sin quitarle fuerzas. Los primeros dos días fluyeron con normalidad y sin malestares, pero el miércoles fue otra historia. El aliento se le iba con solo algo de esfuerzo continuo; de vez en cuando le salía una tos débil, incapaz de expulsar el contenido intruso de sus pulmones. Se vio forzado a tomar unos cuantos descansos para recuperar la respiración, ya que la deficiencia de oxígeno lo mareaba. Quizás, esas pausas fueron las que lo ayudaron a resistir hasta terminada la práctica.

 

Al haber notado su estado, Suga fue precavido y echó a todos del gimnasio tan pronto como fue posible, diciendo que esa mañana serían los mayores quienes se encargarían de la limpieza —cuando la verdad era que solo él y Asahi lo harían, porque Daichi se había dirigido hacia los bebederos—. Agradecía su colaboración, aunque le habría gustado que sus órdenes hubiesen sido un poco más específicas. «Los mayores» no solo se limitaba a los tres jugadores de tercero, sino que la mánager también iba incluida en el combo. Descuidar ese detalle le costó una inhalación aguda al oír una pregunta a sus espaldas:

 

—Sawamura, ¿de dónde salieron esos crisantemos?

 

Suspiró justo después. Ni siquiera había estabilizado su respiración y ya alguien la alteraba de nuevo. No estaba tan mal; fueron solo dos crisantemos rojos, flor que conocía de hacía unos meses y que casi siempre le daba algo de dificultad toser por sus numerosos pétalos; solo que recién acababa de liberarlos y no le había dado tiempo de normalizarse.

 

Resignado, Daichi giró sobre sus talones para darle la cara a Kiyoko, uno de los crisantemos en su mano izquierda. Antes de que lograra articular palabra, ella agregó:

 

—¿Eras el que tosía?

 

—Sí, era yo.

 

—¿Es hanahaki? —Su rostro se mostraba tan apaciguado como siempre, como si su consulta hubiese tratado de lo que planeaba reforzar en la práctica de la tarde.

 

—Sí. —Viéndola bien, le pareció identificar discreción en su postura.

 

—¿Puedo preguntar cuánto tiempo…? —habló en voz baja.

 

—Sí, sí. Cerca de cuatro meses. —Kiyoko abrió un poco más los ojos—. Sigo bien, solo tengo algunas molestias muy de vez en cuando.

 

—¿Por eso es que desmejoró tu resistencia? —Inclinó muy ligeramente la cabeza.

 

—Ah, ¿se nota mucho? —Sintió una punzada directa a su orgullo—. Se supone que podía durar de seis a diez meses, así que espero aún estar bien para las eliminatorias en octubre.

 

—Estarías rozando los seis meses en ese momento.

 

—Lo sé, eso me preocupa, pero no me detendré por eso. Seguiré jugando hasta que mis pulmones no aguanten más.

 

—Sé cuidadoso, Sawamura.

 

—Lo soy —le aseguró con una tenue sonrisa.

 

—Parece que no quieres que esto se sepa mucho, así que no le diré a nadie sobre esto.

 

—No, en realidad, iba a pedirte algo. Yachi también debería saberlo, pero creo que estaría más calmada si se lo dices tú. Solo avísame cuando lo hagas, ¿de acuerdo?

 

—De acuerdo. —Asintió una vez con la cabeza.

 

La conversación no fue mucho más allá, de lo contrario, habrían llegado tarde a sus respectivas primeras clases.

 

Que la mánager de lentes lo atrapara en el acto —o justo después, para mayor precisión— lo puso a pensar. En cualquier otro momento, también pudo ser visto fácilmente por Tanaka, quien casi siempre tenía al menos un ojo en ella y un sexto sentido que le indicaba cuándo estaba cerca de un hombre. ¿Cómo sería la reacción del rapado en caso de descubrirlo con flores cayendo de su boca? Consideraba que era algo impredecible, pues podía esperar desde un escándalo horrorizado hasta un rotundo silencio de incomprensión de su parte. En sus ratos libres, se sorprendió debatiéndose si ya era hora de hacérselo saber.

 

Sentía que era más o menos injusto que él no tuviese idea de su enfermedad, siendo uno de los miembros del equipo con los que más interactuaba incluso fuera del club. En cambio, no le daba tanto remordimiento que nadie de primero lo supiera, pues llevaba conociéndolos alrededor de tres semanas más de lo que llevaba enfermo y el hanahaki implicaba algunos detalles personales. Aun si la personalidad de Tanaka le infundía cierto temor a su respuesta, nada podía ser peor que el par más desastroso de Tokio. En todo caso, tenía a Ennoshita para mantenerlo a raya y a Nishinoya para que conversara con él del tema cuando lo necesitara, y con lo bien que el líbero se había comportado hasta la fecha, estaba seguro de que no habría riesgos de que entre ambos arruinaran por accidente la confidencialidad del asunto.

 

Esa tarde, Tanaka no se separó del dúo raro, por lo que no halló ni un minuto para apartarlo y darle la noticia. En su lugar, Yachi se le acercó para algo similar a subirle los ánimos, solo que su mensaje no llegó del todo bien por sus nervios que no cedían por más que le sonriera suavemente para intentar eliminar cualquier rasgo intimidante. Kiyoko fue bastante rápida en contarle. Solo esperaba que no se pusiera igual de intranquila en cuanto presentase síntomas frente a ella, aunque eso podía ser mucho pedir.

 

Cuando regresó a casa, no esperó que el mensaje que recibió mientras caminaba con Suga fuera de Nishinoya. Era conveniente, podía pedirle que buscara la manera de aislar a Tanaka para poder decirle de su enfermedad después de hablar de lo que hubiese escrito. La sorpresa le hizo leerlo de inmediato para volver a asombrarse:

 

«No sé qué habrá pasado en esta semana que no nos vimos, pero tengo la sensación de que Suga-san te ve diferente!».

 

«¿En qué sentido?», envió antes de emocionarse por algo que podía no ser lo que creía.

 

«En uno MUY bueno!!». En ese instante sí se permitió sonreír y no le importó la pequeña aceleración de sus latidos. «Ni siquiera le he dicho a Asahi-san de mis sospechas para decírtelo a ti primero!». Esperó unos pocos segundos. El líbero era de esos que escribían casi todo en mensajes separados. «Creo que has logrado el primer paso!».

 

«¿Y cuál es el primer paso?», preguntó más por no ilusionarse automáticamente de nuevo que por no saberlo de verdad.

 

«Que le gustas!!!», incluyó el emoticón del guiño.

 

Su sonrisa se agigantó y su corazón bombeó aún más rápido. ¡Esperaba y aspiraba que fuese cierto!

 

«Más vale que no te estés equivocando, Nishinoya».

 

«No te lo contaría si el presentimiento no fuese tan fuerte!». Siguió escribiendo, por lo que Daichi no hizo amago de teclear una respuesta. «No es siempre, es más cuando calentamos, sabes?».

 

«¿Cuando calentamos?».

 

«O en los estiramientos. Sabes los que son en pareja? Bueno, ustedes siempre se juntan para eso». Paró por unos segundos en los que Daichi se preguntó si debía intervenir para que continuara o si solo fue una interrupción de la que no podría saber. Con el siguiente mensaje, supuso que se detuvo a pensar cómo redactarlo. «Digamos que por eso fue que comencé a darme cuenta de que te gustaba el año pasado».

 

«¿Qué?». Fue imposible no expresar su desconcierto. Si siempre emparejarse para los ejercicios era una señal de atracción, podía hacer una lista de más dúos sospechosos en el club.

 

«Tu cara cambiaba al momento de tocarlo o de él ponerte las manos encima», explicó el origen de sus ideas. Apretó los labios con ese texto. Ya había pasado una semana desde eso, pero todavía quedaban algunas combinaciones de palabras que le recordaban al sueño sin quererlo. La manera de decir algunas cosas de Nishinoya no ayudaba a mantener esas memorias lejos. «Está pasando lo mismo con Suga-san».

 

Quedó boquiabierto. La mayoría de esos estiramientos se hacían con uno detrás del otro, por lo que no había manera de ver el rostro del compañero. Tal vez no se tocase más que los tobillos, brazos y espalda del otro, pero el contacto tenía la duración indicada para encender las chispas nerviosas —o de la imaginación— de aquellos que gustaban de ese alguien, e incluso a veces se infiltraba un cosquilleo en las manos en los segundos siguientes al fin del agarre. Que su rostro no delatara su estado mental en esos momentos fue complicado de controlar, mas no se esperaba que hubiese una persona tan observadora como para percatarse del inconveniente.

 

«Esa es una buena pista. Me fijaré cuando nos toque hacer abdominales».

 

«Hazlo!».

 

Al no seguir la conversación, Daichi consideró que era el momento de pedirle el favor. «Por cierto, ¿puedes apartar a Tanaka por un rato mañana?».

 

«Oh, piensas decirle?!». Una corta espera. «Eso es bueno!! Guardarle un secreto a Ryuu no es algo que me agrade mucho, así que me alegra que te hayas decidido a decirle!!!».

 

«¿No te agrada guardarle un secreto así? ¿Y qué hay de mis sentimientos por Suga?».

 

«Eso ES DIFERENTE!!!!». Daichi ahogó una risilla. Que Nishinoya recurriera a los gritos no era tan irritante por escrito, sino más bien algo gracioso. Una que otra vez lo había visto tecleando esos mensajes; era todo un espectáculo de pulgares intensos, labios prensados y ojos agigantados. Lo siguiente fue una tanda de varios textos defensivos, uno tras otro. «Los sentimientos de alguien más SON OTRO NIVEL DE SECRETO!!!». «Tampoco sería un buen senpai si compartiera chismes así». «Que le dijera a Asahi-san fue porque él podía confirmar la información!». «Una enfermedad es algo de lo que te puedes preocupar si ves a la otra persona mal y no sabes por qué está así, a eso me refiero!».

 

«YA ENTENDÍ», interrumpió la estampida de mensajes en un intento por tranquilizarlo, aunque el uso de mayúsculas podía no causar ese efecto. «Solo le diré del hanahaki, así que seguirás contando solo con Asahi para hablar de mis sentimientos».

 

«Está bien! Me basta con que sepa qué tienes, así dejará de verse tan preocupado cuando desapareces de las prácticas o te sientas muy seguido en la banca!». Daichi cerró los ojos por unos segundos. ¿Cuántos más se preocuparían por no saber qué pasaba con él en esos momentos? ¿Cuántos lo estuvieron hasta que les contó? «Por cierto! Le he dicho del hanahaki, así que no tendrás que explicarle de qué se trata! Te entenderá!».

 

«¿Cómo que le has dicho?». Frunció el ceño.

 

«Se lo dije como que lo descubrí viendo cosas por internet, tranquilo!».

 

«Hm, vale».

 

«Es en serio!!».

 

«Sí te creo, no sé por qué piensas que no».

 

«…».

 

Sacarle los puntos suspensivos a Nishinoya —dejarlo mudo— era difícil y memorable, por lo que decidió frenar ahí, solo para saborearlo. Además, muy poco después su madre lo llamó desde el comedor con la computadora portátil en manos porque su padre les hacía una videollamada. No le habría alcanzado el tiempo para continuar chateando.

 

Fue cerca de la hora de dormir que Daichi volvió a hacerle caso a su celular. Tenía unos cuantos mensajes de Asahi, el primero era de veinte minutos antes que el resto. Le preguntaba si Nishinoya le había contado de sus sospechas de Suga y, al no tener una respuesta pronta, soltó lo demás. En pocas palabras, le decía que eso reforzaba su teoría de que iba por buen camino y que con más razón debía demostrarle más lo que sentía. Luego de contestarle, apagó el móvil y se acostó sonriendo. Nada era completamente seguro, pero noticias así le hacían sentir cada vez más cerca de la meta anhelada.

 

No tuvo que esperar demasiado para que Nishinoya cumpliera con el favor: en uno de los recesos de diez minutos entre clases, se lo llevó directo a él en medio de los pasillos. Ambos quedaron algo perplejos cuando el más bajo se fue al haber sido algo sin previo aviso, aunque decidieron obviarlo y dirigirse a un espacio menos concurrido para la charla. Llegaron al pequeño descanso entre escaleras y ahí se quedaron. Quien pasase por ahí, no lo haría por más de dos segundos, insuficientes para descifrar de qué conversaban.

 

—Así que, ¿puedo saber por qué Noya-san me empujó hasta ti de la nada?

 

—Sabía que quiero contarte algo importante y que para eso necesitaba apartarte del resto. No esperé que lo hiciera así.

 

—¿Algo importante? —Arqueó una ceja y llevó las manos a la cintura. Dos segundos después, la otra ceja se elevó e inhaló sonoramente—. ¡Espera! Si me vas a decir que estás pensando en mí como candidato a próximo capitán del club, ¡ahórrate tus palabras! ¡No aceptaré ese cargo, no soy el adecuado! —Sacudió sus manos inquietas como negación en el aire.

 

—¡Como si fuera a escoger a alguien como tú para capitán! —Le dio un manotazo en el hombro.

 

Tanaka se encogió un poco, suspiró y murmuró:

 

—¿Cómo es que puedo sentirme aliviado y ofendido a la vez?

 

—Iré directo al grano. —Ignoró la pregunta. El rapado se enderezó con curiosidad—. Esto es algo que quiero que mantengas en secreto: tengo hanahaki.

 

—¿Era eso? —Inclinó apenas la cabeza a la izquierda—. Ya lo sabía.

 

Daichi frunció el ceño con confusión.

 

—¿Cómo que ya lo sabías? ¿Nishinoya sí te contó algo, entonces?

 

—¡¿Noya-san lo sabe?! —Sus ojos se abrieron a casi más no poder—. ¡Pensé que Suga-san era el único!

 

—Vas a tener que explicarme. —A esas alturas, su boca también quedó entreabierta del desconcierto.

 

—Fue empezando este año escolar. Estábamos saliendo de una práctica, creo que del sábado, cuando oí a alguien toser muy fuerte detrás del gimnasio. Me asomé un rato por la ventanilla y te vi con Suga-san. Estabas tosiendo flores. Creí que mis ojos me engañaban, así que investigué eso por internet apenas llegué a casa y confirmé que sí era posible y que eso debía ser lo que tenías.

 

—Oh —soltó únicamente mientras relajaba sus facciones. Esa historia coincidía con la vez que tosió el crisantemo amarillo y el pensamiento negro, las segundas flores que crecieron en él—. ¿Alguien más nos vio?

 

—Me acusaron de chismoso; nadie quiso asomarse conmigo —masculló con la mirada desviada y los brazos cruzados—. Cuando supe de qué se trataba, supuse que no querrías que algo así se supiera, así que me hice el que no sabía nada hasta ahora.

 

—Tanaka… —Ni siquiera estaba seguro de cómo responder. La situación con él resultó ser muy distinta a cualquiera que había imaginado.

 

—Lo sé, no tienes que agradecérmelo. —Levantó las manos a la altura de la cabeza por unos segundos. Sonreía con un toque de suficiencia—. Si ahora es que me lo estás contando, puedo ver cuánto deseas esconderlo. Aunque debo admitir que me sorprendió lo de Noya-san. ¿Quién más sabe?

 

—Una buena parte del club, en realidad —suspiró, sintiéndose culpable por haber dudado tanto—. Algunos saben porque me descubrieron tosiendo y no me quedó de otra, como Suga, Asahi y Kiyoko. El que falta es Ennoshita, que lo sabe porque me pareció conveniente… Ah, y Yachi se enteró ayer.

 

—¿Ukai-san y Take-chan también lo saben?

 

—Claro, por eso saben cuándo enviarme a la banca. Como notarás, no es tan secreto, pero sí prefiero mantenerlo callado.

 

—Entiendo. Mira, no me molesta que no me hayas dicho nada hasta ahora, en serio. —Se encogió de hombros—. Igual estoy en la primera mitad del club que se enteró si no cuentas que te vi antes. ¡También soy el segundo al que le contaste porque quisiste, si lo entendí bien!

 

—Cuarto. A Nishinoya le dije hace como un mes y Yachi se enteró porque le pedí a Kiyoko que se lo contara.

 

—¡El cuarto no es un mal lugar si somos doce! Bueno, once, tú no cuentas… o trece, incluyendo a las chicas. —Colocó una mano bajo el mentón, pensativo, aunque no tardó en deshacer la pose—. ¡Ah, como sea! Sigo siendo parte de la primera mitad por donde lo veas, así que no importa.

 

—De todas formas, me disculpo por no habértelo dicho antes.

 

—¡Descuida! Lo que sí me gustaría saber ahora, si es que puedo, es quién es —canturreó lo último.

 

—No puedes —contestó, seco y sin expresión alguna.

 

—¡Ah, qué directo! —Llevó una mano al pecho—. ¿Por qué no?

 

—Eso sí es algo que no se lo cuento a nadie. Ni siquiera Suga lo sabe, así que ni lo intentes.

 

—Vaya, eso sí es grave. ¿Es que la odiamos?

 

—No, solo es alguien que conocen y no me arriesgaré a que se les escape algo.

 

—¡Alguien que conocemos! Hm… —La pose pensativa regresó. Chasqueó—. ¿Michimiya?

 

¿Por qué la mayoría pensaba en ella como si fuera algo automático?

 

—No.

 

—Hm… —Entrecerró los ojos sin mover el resto del cuerpo.

 

—Te dije que no lo intentaras, ¿por qué si…? —Una inhalación dramática lo irrumpió, acompañada de una mirada que se volvió sombría en un instante.

 

—¡No me digas que es…!

 

—Menos. —Con solo ver su semblante, era obvio que nombraría a Kiyoko. Daichi compadecía a su futuro novio si no resultaba ser alguno de los admitidos en su club de admiradores.

 

—No se me ocurre otra mujer que conozcamos que… —Parpadeó y frenó de repente—. Oh. —El tono compasivo casi lo saca de quicio. Lo que sí logró fue que su ceja izquierda se arqueara. Tanaka se acercó, posando ambas manos sobre sus hombros—. Es un caso muy jodido el enamorarse de una profesora, ¡pero estoy seguro de que podrás sobrellevarlo, Dai-san!

 

—¡No es una profesora! —Justo en ese momento, la campana del fin del receso sonó.

 

—Es lógico que a un chico con tu madurez le gusten maduras. Ya no puedes negarlo. —Le dio dos palmadas suaves en el hombro izquierdo—. No te preocupes, también callaré esto. —Simuló cerrar un cierre en sus labios, luego se fue.

 

Daichi resopló. Llegaría tarde a clase si no se apuraba, por lo que no podía convencerlo de que estaba equivocado. Con el tiempo se percataría de su mala interpretación.

 

Por suerte, la clase aún no comenzaba cuando entró a su salón. En cuanto se sentó en su pupitre, Suga le preguntó:

 

—Nishinoya me dijo que estabas hablando con Tanaka, ¿qué tal fue?

 

—Hay algo que sí puedo decirte de la persona que amo: no es una profesora.

 

—¿Uh? —Ladeó la cabeza con las cejas arqueadas y una sonrisa divertida—. ¿A qué viene eso?

 

—Eso es lo que creyó.

 

La carcajada de Suga valió la pena el embrollo.


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