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Cuando las flores hablen por él por AngiePM

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Notas del capitulo:

¡Feliz cumpleaños a Daichi (y feliz Nochevieja)! ^o^/

Eran pequeños síntomas los que evitaban que se olvidara de su enfermedad. En esos días de nueva demora, le habría encantado recordar cómo vivía sin nada más que gases en sus pulmones; pero, incluso en su etapa lenta, el hanahaki era constante en hacerse presente de alguna manera u otra. Estornudar sin sentir un pinchazo interno era casi imposible. Tratar de inhalar cuanto oxígeno cupiese en él acababa en el mismo tipo de dolor. Jadear por el ejercicio era más difícil, quedarse sin aire era más fácil. Si algo lo hacía toser, temía que escaparan pétalos. ¿Era mucho pedir volver a la normalidad aunque fuera por veinticuatro horas?

Era incómodo tener problemas respiratorios, sobre todo al ser deportista. Su resistencia caía; temía no estar apto para aguantar todos los partidos de las eliminatorias. Ukai le recordaba que podía retirarse si consideraba que su salud corría mayor riesgo jugando, pero Daichi no iba a rendirse mientras pudiera respirar lo suficiente para ponerse en pie sin sentirse mal. Seguiría en la cancha mientras no estorbara en su objetivo de alcanzar las Nacionales, mientras fuera capaz de darle la oportunidad a Suga de participar más.

Había otro motivo por el que ignorar su condición era imposible, sin embargo, no había manera de quejarse de su reciente descubrimiento y causante de la lentitud. Le gustaba a Suga. Sonreía de solo recordarlo. Su esfuerzo daba frutos, era satisfactorio saber que era un hecho innegable. Bajo otras circunstancias más normales, solo eso sería suficiente para comenzar a salir; con su enfermedad, debía ser más paciente. Podía ser un poco frustrante; pensarlo como un visto bueno a cualquier intento de enamorarlo lo aliviaba.

Mantenía la esperanza de que la tardanza se extendiera hasta después de regresar a Miyagi de su última ida a Tokio, pero no fue complacido. Estaba tirado sobre el césped fuera del gimnasio junto a sus compañeros de tercero como un breve descanso antes de las prácticas libres. El cielo comenzaba a teñirse de naranja, el calor disminuía y la brisa era fresca contra su piel sudada. Disfrutaba esa paz en silencio, al punto de querer cerrar los ojos y aspirar profundo por la nariz; hacerlo fue el error. Le picó un punto por debajo de la garganta y supo que en menos de dos segundos tosería.

Salió disparado al baño, pero un inconveniente lo hizo frenar a mitad de camino. Los pétalos caían sin control, trazando un sendero de delgadas líneas moradas a su paso. Daichi no deseaba dejar un desastre, por lo que paró luego de cruzar a un lado del gimnasio. El viento no volaría el montón de pétalos a sus pies desde ahí. Esperaba que nadie fuera a revisar quién tosía tanto y tan fuerte, que todos estuvieran muy distraídos entrenando como para darse cuenta.

—¿... salieron? ¿De dónde salieron? ¿De dónde salieron? —De haber sido posible silenciar su tos de golpe, el murmullo repetitivo que escuchó a unos metros lo habría hecho lograr tal hazaña.

Daichi deseó desaparecer, adquirir invisibilidad en ese preciso instante, tener dónde esconderse, ser áfono por unos minutos, idear la excusa perfecta; nada se le cumplió. Permaneció parado en el mismo sitio, su cuerpo no se desvaneció, ninguna pared lo tapó, su tos insistió con mucho ruido y su mente no dio para inventar ni una línea que le ahorrase explicaciones.

—¿De dónde sal...? ¡Oh! —Ni siquiera le dieron ganas de dar la cara—. ¡Capitán, se le cayeron unas flores...! —Un golpe seco. Debió imaginar que no estaba solo—. ¡Ah, ¿por qué fue eso, Kageyama?!

—No lo grites, idiota.

—Esta vez estoy... —Daichi tosió dos veces y volteó. Se aclaró la garganta antes de continuar—... de acuerdo con Kageyama.

—¡No esperaba encontrarte al final del camino de pétalos! —A pesar del reclamo, el más bajito siguió exclamando. Solo porque ese era su aparente volumen natural y porque era más pasable, lo ignoró—. ¿De dónde salieron?

No tuvo chance de considerar sus opciones. Una última hilera de tosiduras respondió por él. Por más que cubriera su boca con la mano, la cantidad de pétalos que expulsó superaba a lo que podía contener en su puño; así que el par de primer año vio cómo cayeron de su interior a sus pies.

—¡¿De su boca?! —gritó con extensión en la última vocal, ganándose una mala mirada que lo calló al instante.

—¡Hinata, que hablaras bajo, idiota! —También obtuvo otro manotazo de Kageyama.

—¡¿Por qué me... hm?! ¡¿Hm?! —Trató de terminar su pregunta aun con la mano del armador tapándole la boca.

—Es hanahaki, ¿verdad? —Directo y serio como nadie más, el más alto no perdió el tiempo.

—Ah, sí. —Le sorprendía que él supiera de qué se trataba todo, mas no averiguó cómo lo sabía. Con que no hiciera un escándalo de ello, estaba tranquilo.

—¿Hana- qué? —Hinata, que saltó para librarse de la mordaza, preguntó.

—Hanahaki —repitió Kageyama—. Por eso te digo que no lo grites.

—Pero, ¿qué es eso?

—Tose flores porque no lo aman. —Una de sus cejas se elevó al instante, irritada por la franca manera de decirlo.

—¿Qué? —Hinata inclinó la cabeza a un lado, visiblemente confundido—. ¿Eso es posible?

—¡Si lo acabas de ver, idiota!

—Pe... pero, ¿cómo...?

—Crecen en mis pulmones, las toso cuando no caben más. —Decidió ponerle fin a las dudas del pequeño. Prefería que esto acabase rápido, antes de que alguien más los encontrase.

¡¿Y eso es pos... hm?! ¡Hm! —La mano de Kageyama volvió a enmudecerlo.

—No preguntes lo que acabas de ver —regañó. Hinata intentaba zafarse de nuevo, el otro luchaba por inmovilizarlo.

—Bueno. —Aplaudió, llamando la atención de ambos, mas no frenó su pelea—. Ya que saben qué es lo que tengo, solo les pediré que no se lo digan a nadie y que esto llegue hasta aquí. —Sonrió, y eso sí funcionó para que se separaran.

—Sawamura-san, ¿podrá jugar así? —No le extrañó en absoluto que Kageyama se preocupara por eso.

—Mientras no empeore demasiado este mes, aún podré participar en las eliminatorias.

—De acuerdo. —Asintió con la cabeza una vez. Dio media vuelta; Daichi sintió algo de calma regresar a él—. Así que por eso rendía menos —murmuró, no lo suficientemente bajo para no alcanzar sus oídos.

—¿Perdón? —Cruzó los brazos.

Hinata respingó y haló a Kageyama del costado de su camiseta para alejarse rápido de él. Lo último que escuchó fue al pelirrojo preguntarse cómo se había enfermado. Supuso que el armador se encargaría de explicarle —aunque no le agradaba cómo imaginaba que lo haría—. Suspiró antes de recoger cuantos pétalos pudo, los botaría en el primer basurero que viera. Por su forma y tamaño, sabía que eran de dalia. Buscaría el significado antes de dormir, pues había demasiados colores de esa flor y no los memorizó todos.

Luego de deshacerse de toda la evidencia que no salió volando de su ataque de tos y de hidratarse, volvió al lugar donde descansaba con sus amigos. Creía que no estarían ahí con los minutos que habían transcurrido, pero Suga y Asahi seguían donde los dejó sin avisar.

—Van a creer que están vagueando.

—No es como si estuviéramos obligados a participar en la práctica libre. —Suga se encogió de hombros—. Además, podemos fingir que discutimos estrategias y que por eso nos quedamos en un sitio alejado y tranquilo.

—Eso es cosa de capitán y vicecapitán. ¿Qué pinta la estrella del equipo en eso?

—Oye —se quejó el aludido.

—No estoy muy de acuerdo, pero acepto la excusa —dijo mientras se sentaba en medio de ellos—. Necesito un respiro.

—¿Literalmente? —Asahi se atrevió a completar.

—También —afirmó.

—Vi que te fuiste a un lado del gimnasio y que Hinata y Kageyama también cruzaron por ahí —comentó Suga—. ¿Te encontraron?

—Sí. Fue menos problemático de lo que esperé de ellos, pero Hinata estuvo a punto de hacer un escándalo más de una vez. Si Kageyama no hubiese tenido idea de lo que es el hanahaki, habría sido peor.

—¡¿Kageyama sabe?! —Ambos exclamaron al unísono.

—Sí, también me sorprendí. —Daichi estuvo a nada de soltar una risilla—. Tosí muchas dalias, no me pregunten el significado ahora.

—Esas tienen muchos pétalos. ¿Sabes cuántas fueron? —preguntó Suga.

—No tenía manera de saberlo. El punto es que voy a quedarme quieto por si acaso y ustedes me van a acompañar para no sentirme tan mal. —Terminó de acostarse en la grama.

—Vaya, ¿qué pasó para que aceptes reposar tan fácilmente?

¿Cómo era que Suga siempre sabía cuándo había ocurrido algo?

—¿Se nota mucho que ya no juego como antes? —soltó al aire, voz suave.

—¿Ah? —Escuchó de ambos lados. Solo el armador levantó medio cuerpo, apoyándose de sus antebrazos.

—¿Quién te metió esa idea? —Había un tono muy poco común por debajo, más duro, solemne.

—¿Sí se nota? —insistió—. No teman admitirlo, yo sé que mi resistencia está decayendo...

—Daichi, sigues mereciendo tu puesto —declaró Suga, firme. Sus ojos, un poco más abiertos de lo normal, lo buscaron; querían saber con qué cara combinaban sus palabras.

—Y aun si desmejoras, sigues siendo fundamental para el equipo como lo es ahora —agregó Asahi.

—¿Qué te dijeron para que te pusieras así? —¿Cómo Suga estaba tan seguro de que no había llegado a esa sospecha por sí solo?

—Lo dijo para sí mismo, pero Kageyama cree que rindo menos ahora, palabras exactas. —Devolvió su mirada al cielo—. Un armador es el que conoce mejor las condiciones de sus compañeros, así que algo de razón tiene.

—Yo también soy armador —recalcó. Daichi temió que se hubiese enojado—. Y sí, tal vez tu aguante no sea el mismo, ¡pero tampoco estás en decadencia! Creo que se te contagió lo dramático de Asahi en estas cosas.

—¿Pueden dejar de usarme como mal ejemplo? —rezongó.

—No —negaron al mismo tiempo.

—Lo siento, creo que el avance de la enfermedad me tiene un poco mal. —Pasó ambas manos por su rostro.

—Creo que lo que te tiene mal es el miedo a volverte una carga para el equipo.

Se quedó callado. ¿Cómo lo leía tan bien? Desde hacía mucho le preocupaba no haberse curado para finales de octubre, y ahora que solo restaba un mes para la competencia, sentía que la peor parte del hanahaki iba a apoderarse de él en el momento más crítico. No ayudaba que más de una persona ya hubiese notado la disminución de su resistencia, él mismo era consciente de que requería descansos más largos para recuperarse y de que tomaba menos tiempo agotarlo. Si eso era en entrenamientos, ¿cómo sería en el momento de la verdad, con el peso de una posible eliminación encima?

Llegar a las Nacionales fue su sueño desde su primer año en Karasuno. Por primera vez sentía que era muy posible, que estaba muy cerca de volverlo realidad; no planeaba echarse para atrás a tan pocos pasos de la meta, pero le aterraba la posibilidad de ser derribado en contra de su voluntad antes de alcanzarla. Si perdían por su culpa...

Un apretón en el hombro vació sus pensamientos.

—Daichi, nunca serás una carga para el equipo. Incluso si tuvieras que salir por un set porque no puedes más, confío en que solo nos costaría un poquito más ganar, pero no perderíamos. —Volteó a ver el rostro de quien no soltaba su hombro. Se encontró con una sonrisa más brillante que la primera estrella visible en la poca oscuridad del cielo a esa hora—. Ninguna derrota sería tu culpa, sería nuestra por no saber funcionar sin ti.

—Suga... —Su interior se convirtió en chispas, nada que le permitiera pensar una respuesta.

Justo en ese momento deseó poder proceder aunque solo le gustara, porque las ganas que tenía de besarlo casi activaron el modo automático de su cuerpo. De hecho, sus manos ya iban rumbo a su nuca cuando despertó del trance y, como ese movimiento no era uno fácil de disfrazar de otra cosa, no le quedó de otra más que bajarle el tono a su intención y abrazarlo. Suga se tensó un segundo, probablemente por la sorpresa, antes de acomodarse y corresponder el contacto.

—Gracias —susurró en cuanto las ideas coherentes regresaron a su cabeza. Sin muchas ganas, deshizo el abrazo y volvió a acostarse.

—No vuelvas a pensar eso, ¿sí? —Más que verlo, escuchó cómo él imitó la acción.

El silencio en que se sumieron fue relajante y necesario. Su corazón desbocado fue todo lo que sus oídos captaron por un minuto. Eso estuvo demasiado cerca. Sus preocupaciones lo tenían algo emocional por dentro; el comentario de Kageyama, sin ser malintencionado, alteró la inseguridad por encima del nivel que acostumbraba controlar. Suga no demoró en darse cuenta ni en darle vuelta. ¡Claro que se iba a conmover! Por razones como esa, su amor jamás se debilitaba; pequeños actos como ese llenaban su esperanza y ponían a prueba su paciencia.

—Solo tenemos un mes asegurado más en el club. —De la nada, una voz reflexiva a su derecha acabó con la comodidad del ambiente mudo.

—No nos arruines el momento, Asahi —protestó Daichi, volteando a verlo—. Habíamos quedado en no hablar de eso.

—Lo digo porque quiero que volvamos aquí. —También le dio la cara.

—¿Crees que vuelva a haber otro campamento así antes de las Nacionales? —Suga cuestionó.

—No me refiero a eso, aunque también me gustaría. Me refiero a volver a Tokio —enfatizó—. No precisamente aquí, sino en competencia, los tres.

—¿Hoy es el día de sentimentalismos? —bromeó el armador—. Pero concuerdo, quiero que volvamos todos para competir.

—Tenemos que volver, aunque no es seguro que yo vaya a pisar la cancha...

—Daichi, no —interrumpió—. ¡Menos seguro es que yo vaya a pisar la cancha! Tú estarás curado para esa fecha.

—Si me operan, no creo que vaya a recuperarme tan pronto como para estar en forma para eso.

—Te van a corresponder y no te abrirán los pulmones.

—¿Por qué tan crudo? —Asahi dijo con un tono casi adolorido.

—Para que se le grabe que se va a curar por las buenas. —A pesar del toque amenazador en su voz, Daichi no pudo evitar la sonrisa que se le formó al oírlo.

—Hay ocasiones en que la agresividad es más efectiva que la calma. —Daichi lo apoyó.

—Creo que comienzo a entender algunas cosas...

—En fin —ignoró el murmullo del más alto—, creo que deberíamos ir a entrenar ya si queremos volver aquí.

—¿Te sientes completamente bien?

—Sí. —El remordimiento por no hacer nada mientras los demás practicaban era mayor que cualquier pequeña molestia física, pero Daichi no iba a admitirlo de esa forma. Suga multiplicaría la magnitud de su malestar cuando solo era un fastidioso dolor de garganta—. ¡Hagamos que nuestro mes asegurado en el club se alargue!

—¡Sí! —exclamaron los otros dos al levantarse.

El cansancio lo obligó a parar en media hora más. Mientras se acababa el agua del termo de una sola vez, su frustración estuvo por dominarlo; sin embargo, la conversación de antes lo ayudó a pensar diferente: sin importar que solo pudiese contribuir por un set o la mitad de uno, mientras sus jugadas fuesen buenas, no sería una carga para el equipo. Solo debía confiar aún más de lo que ya lo hacía en las habilidades de sus compañeros, dejar de creer que él debía estar a cargo siempre. Solo con la mente en positivo sería capaz de conocer las Nacionales en persona, por experiencia propia, no como espectador.

Un poco antes de bañarse, Daichi tuvo el chance de coger su celular y averiguar lo que una dalia violeta comunicaba: «mi amor por ti es fuerte y crece cada día». Tan cierto, que solo horas antes lo había comprobado. El impulso que apenas controló de demostrar su agradecimiento con un beso, cuánto le costaba más con cada día que pasaba callar lo que sentía, la expansión de la calidez en su pecho mientras lo animó, el tamborileo resonante de su corazón después del abrazo, las ganas de contarle ese significado sin contexto alguno.

«Y si la atracción que siente Suga hacia mí también es fuerte y crece cada día, ¿cuánto le tomará volverse en amor?». Como toda reflexión, floreció mientras se enjabonaba el abdomen. De haber estado en su casa, se habría perdido por un largo rato en el baño por darle vueltas a esa idea. Como ni siquiera estaba en su prefectura, la desvió para más tarde, para desvelarse por el ruido en su mente.

—Hey, Daichi. —A los veinte o treinta minutos de desvelo, sin embargo, Suga le siseó, arruinando sus planes.

—¿Hm? —Giró para verlo de frente. Ambos estaban acostados de lado. Los demás, aparentemente, estaban cubiertos por capas de sueño.

—¿Recordaste buscar el significado de la flor?

—Lo hice antes de bañarme.

—¿Y qué significa?

—¿Seguro que quieres saber? Es del tipo que te incomoda. —Alzó las cejas. Hacía un tiempo que no se lo preguntaba directamente.

—Puedo soportarlo. —Mostró una pequeña sonrisa que le restaba importancia—. No te preocupes en suavizarlo, sé preciso.

—Bueno... —Ahora que tenía la oportunidad, era complicado. Desobedeció al agregar una palabra de introducción—: Significa «mi amor por ti es fuerte y crece cada día».

Suga sonrió algo más amplio, sus ojos se achicaron. La poca luz le impidió notar algo más si lo hubo.

—Tienes bonitos sentimientos, ¿sabes? —Y al contrario, los ojos de Daichi se agrandaron. Suga reprimió una risilla ante su reacción—. Mereces que te correspondan y poder demostrarlos. Lo harás.

—Estás siendo demasiado condescendiente conmigo hoy.

—No es condescendencia, es sinceridad. Sea quien sea, debe quererte cada día más y estar cerca de enamorarse de ti, porque sería injusto y un gran desperdicio que te sacaran los sentimientos.

La expresión de Daichi no cambió. ¿Cómo podía decir esas cosas aun gustándole? ¿Trataba de convencerse a sí mismo de que le faltaba poco? Además, hasta donde sabía, él no tenía idea de quién era su persona amada, así que se estaba basando en suposiciones o arriesgándose, en todo caso. Le dolía y le alegraba el corazón, ¿cómo exhibir dos emociones opuestas al mismo tiempo?

A pesar de distinguir en la periferia el movimiento del brazo de Suga, tampoco reaccionó a su acercamiento ni opuso resistencia al par de golpecitos que le dio en la cara.

—Hey, no te quedes así —rio por lo bajo y retiró la mano.

—Lo siento —salió automático. Seguía atónito. Una vez más, probó por qué su amor crecía a diario—. Gracias. Me siento mejor ahora.

—Es mi trabajo como vicecapitán el encargarme de cosas como subir el ánimo cuando el capitán no está bien. —Encogió el hombro del que no estaba apoyado.

—¿Solo como vicecapitán?

—Como amigo preocupado también. Creí que se sobrentendía. —Hizo un puchero corto—. Ahora vacía tu cabeza y duérmete, que no llegarás ni al mediodía si no descansas —mandó.

—¿Por qué tan brusco de la nada? —se quejó del fuerte contraste.

—La agresividad, Daichi —dijo en un tono ligero, casi juguetón.

—Ahora usas mis palabras en mi contra, ¿ah? —Arqueó una ceja.

—Estoy muy seguro de que son a tu favor.

—Admito que funcionó la agresividad. Ya duermo. —Para enfatizar, se dio la vuelta y reacomodó su cobija. Lo último que escuchó de Suga fue la risilla que le siguió a su acción un tanto exagerada.

Aun con sus altibajos, el día cerró bien. Una novedad de la etapa lenta era la notable diferencia a la hora de dormir; supuso que tener los pulmones más despejados le facilitaba caer rendido. Por primera vez en cerca de una semana, despertó con una sensación de frescura más satisfactoria. También presentó una resistencia mayor a la de días anteriores. Como última mejora, su mente estuvo más relajada con la ausencia de dudas respecto a su rendimiento y al desenlace de la enfermedad. Solo pensó en que el crecimiento de los sentimientos de ambos era imparable y que, en algún momento, eso debía dar lugar a la evolución que tanto ansiaba.


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