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Cuando las flores hablen por él por AngiePM

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Notas del capitulo:

¡Feliz 2018! ^o^/

Una lluvia demasiado fuerte encerró a Suga en la residencia de los Sawamura hasta el día siguiente. Estuvo dispuesto a caminar bajo un paraguas prestado, pero el rugir de varios truenos esfumó cualquier intención de regresar a su casa. Un aviso por mensaje a su madre y una respuesta después, se cambió el uniforme por ropa cómoda —algo grande— para la noche. Solo había ido a explicarle a Daichi algunos ejercicios de Matemática que no le quedaron claros en clase; acabó cenando y preparando el futón donde dormiría.

 

Por esos días, Suga estuvo tratando de examinar sus sentimientos solo para descubrir que no tenía manera de medirlos con precisión, ni siquiera contaba con un punto de referencia. Ya conocía la diferencia entre querer y gustar, ¿qué había con la de gustar y amar? ¿Cómo sabría que estaba enamorado? ¿Cómo se enteraría de que su gusto había ido un paso más allá?

 

Era la segunda mitad de la primera semana de octubre, mes en el que Daichi cumpliría los seis meses de enfermedad y en el que, según el pronóstico, podría avanzar a la etapa final. Estaba preocupado. Nadie más mostraba señales de estar enamorándose de él y aún no confirmaba si le gustaban los hombres siquiera. Si se había equivocado al darles rienda suelta a sus sentimientos, la situación no iba a ser buena para su amigo. Si estuvo en lo correcto, quería estar seguro de que era amor lo más rápido posible, ya que evitaría una confesión en falso. No saber cómo cerciorarse entorpecía sus planes, llegaba a angustiarle.

 

Aprovechándose de que los pensamientos eran intransferibles, Suga se perdió en esas ideas luego de cepillarse los dientes. Sus dudas seguían destacándose en su mente justo antes de dormir, al punto de llamar la atención de Daichi, que estaba por apagar la luz.

 

—Estás pensativo desde hace rato. ¿Sucede algo? —Alejó su mano del interruptor.

 

—¿Cómo sabes que estás enamorado? —No apartó la vista de la pared de al frente.

 

—¿Qué? —El tono desprevenido en la pregunta lo hizo percatarse de lo que había dicho.

 

—¡Ah! No, nada. Olvídalo —se retractó con apuro. Desvió la mirada a un lado, hacia la cama.

 

—Ya te escuché, solo me tomaste por sorpresa —explicó. Notó por el rabillo del ojo que se acercó hasta sentarse sobre el futón, en ese espacio donde se suponía que debían estar sus piernas, pero que estaba vacío porque Suga también estaba sentado.

 

—No tienes que responder si te incomoda. —Sacudió las manos en el aire entre ellos.

 

—Quiero saber por qué lo preguntas. ¿Es eso lo que pensabas?

 

—Sí, era eso. —Se resignó a que tendrían la conversación que empezó inconscientemente.

 

—¿Y eso?

 

—Curiosidad. —Se encogió de hombros, tratando de restarle importancia—. ¿Cómo te diste cuenta de que amabas a quien sea?

 

—Ya te he dicho que no sé el momento exacto.

 

—Lo sé, lo sé. No me refiero a cuándo se volvió amor, sino a cuándo supiste que lo era.

 

—Ah… —Daichi miró a la derecha mientras pensaba. En medio de su inseguridad, resaltó una disimulada sonrisa de su boca abierta—. Solo pasó, ¿de acuerdo?

 

—Hm —rezongó. Demasiada inexactitud para su gusto—. ¿Y qué diferencias hay?

 

—Además de que el sentimiento es más fuerte, supongo.

 

—Claro —afirmó, casi exasperado. Aún no podía creer que estuvieran hablando de temas personales cuando debían estar durmiendo.

 

—Es un poco complejo.

 

—No importa, explícame.

 

—Bueno… —Se detuvo por unos segundos—. Los cambios pueden parecer sutiles, por eso podrías tardar en darte cuenta. Creo que el punto más importante es que aceptas que la persona es imperfecta.

 

—¿Eh? —Parpadeó—. Eso es lo que menos esperé.

 

—Suena raro, pero es así para mí. Creo que tendemos a idealizar a las personas que nos gustan. Creemos que son perfectas y negamos sus defectos para esconderlos con una excusa. Nada debe arruinar la imagen perfecta de la persona que te gusta, incluso si es la verdad. Cuando amas… aceptas que tiene defectos que pueden no gustarte, pero que no impiden que la quieras.

 

—Entonces, en uno quieres al ideal de la persona, en el otro quieres a la persona como tal.

 

—Ese es mi punto resumido —concordó—. Pasas a amar a la persona cuando, aun conociendo sus partes buenas y malas, deseas estar con ella. Creo que muchas de las relaciones que terminan luego de descubrir un defecto del otro son porque se amaba a lo que se creía que era esa persona, aunque también hay falta de sinceridad en ese caso.

 

—Pero es difícil conocer a alguien por completo.

 

—Por eso creo que el amor verdadero, no idealizado, viene luego de una larga convivencia, sea como amigos o como pareja.

 

—O sea que amas a alguien con quien has pasado mucho tiempo —concluyó.

 

—Sí. —Las comisuras de sus labios se elevaron un poco. El corazón de Suga se alegró con la afirmación y con la imagen; también sonrió, algo más amplio.

 

—¿Qué otra diferencia hay? —Le gustaba mucho oír a Daichi hablar de sus sentimientos, sobre todo si sonreía en el proceso. Feliz era como merecía ser y como debía verse.

 

—Haga lo que haga, lucirá hermosa.

 

—¿Eso es una diferencia? —Ladeó la cabeza—. No veo comparación ahí.

 

—No, solo quería decirlo.

 

—Daichi —soltó una risilla y le dio un manotazo suave en el hombro—. Solo diferencias.

 

—Ah… —Llevó una mano debajo del mentón—. Sé que son distintos en cada quien, pero mis celos cambiaron.

 

—¿Celos? —repitió, sorprendido—. ¿Eres celoso, Daichi?

 

—No es que haya podido confirmarlo.

 

—Bueno, ahora que lo pienso bien, sí lo eres —comentó con bastante ligereza.

 

—¿Qué? ¿Cuándo? —Apoyó ambas manos de sus rodillas e inclinó su cuerpo hacia adelante.

 

—Cuando crees que el regalo de alguien más es más genial que el tuyo.

 

—¡Pero es que tu…!

 

—¡Sin peros! —interrumpió. Ahogó una risilla ante los ojos entrecerrados de Daichi—. Entonces, ¿cómo son tus celos en este caso?

 

—Cuando me gustaba, cada persona que pareciera tenerle interés era un rival con más posibilidades que yo, eso me frustraba y enojaba un poco.

 

—¿Por qué tendrías menos posibilidades que el resto? —Frunció el ceño—. Eres un buen partido.

 

—No sabía eso antes —susurró con la cara hacia el colchón. Parecía tratar de no sonreír y, al fallar, colocó una mano en el camino. Suga se maravilló con la vista peculiar que era el que no supiera controlar sus reacciones luego de un halago—. Si imaginaba que tenía pareja, me daba impotencia.

 

—¿Y ahora?

 

—Duele.

 

—¿Duele? —Arqueó una ceja, frunció la otra.

 

—Es agridulce —aclaró—. Imaginar que es feliz con otra pareja me alegra, pero me duele que no sea conmigo.

 

—Son celos del tipo «quisiera ser yo».

 

—Exacto, solo que nunca los he sentido de verdad, es algo hipotético. Supongo que cambiarían si estuviéramos juntos.

 

—¿Y cómo crees que serían en ese caso?

 

—Le tengo confianza plena, así que creo que solo me preocuparía de las personas que se le insinúen.

 

—Vaya. —Alzó ambas cejas—. Eso es bueno.

 

—¿Quieres más? —Sonrió con la boca cerrada.

 

—Cuantas puedas darme. —Le devolvió la sonrisa. Daichi pensó por varios segundos en los que Suga deseó identificarse con el siguiente punto expuesto.

 

—Cuando la atracción comenzó, me pregunté mucho por qué. Qué lo causó, qué le vi de especial, cosas por el estilo. Algunas me las pude responder, en otras con suerte conseguí alguna suposición. Ahora la pregunta es por qué no amaría a esta persona.

 

—Eres tan cursi.

 

—¿Eso es malo? —No parecía preocuparle demasiado.

 

—Con tal que no te excedas, para mí está bien. Pero ten cuidado, eso varía bastante por persona.

 

—Lo sé, pero no pienso contenerme. —Se encogió de hombros—. Me tendrá que querer así.

 

—Seguro lo hace —rio por lo bajo. «Claro que te quiere así»—. ¿Qué más?

 

—¿Más? —Salió como un quejido. Suga solo asintió con la cabeza—. Veamos… Hm… —Prolongó el sonido por todo el rato que demoró en hallar otra diferencia. Estuvo a punto de creer que lo hizo para molestarlo y hacerle cambiar de opinión—. Por alguna razón, exceptuando el hanahaki, estoy más cómodo con mis sentimientos ahora. Antes me sentía más nervioso.

 

—¿No es más grave que descubran que amas a alguien en secreto que lo otro? —Echó la cabeza algo para atrás.

 

—Por eso no lo entiendo muy bien. Quizás sean las circunstancias o por la inseguridad que sentía antes. En general, me mantuve bastante tranquilo, pero hubo días en los que me inquietaba. Fue más que todo al inicio; daba miedo cruzar la raya de la amistad. Desde que es amor, eso no ha vuelto a suceder, exceptuando el hanahaki.

 

—¿Será que te acostumbraste a estar más allá de la amistad?

 

—Puede ser.

 

—¿Qué hay de los pensamientos? —Esa vez, Suga propuso el punto.

 

—¿Los pensamientos? Hm… —Podría ver su gesto pensativo todo el día. Era atractiva la forma en que sus párpados se cerraban lo mínimo y en que aumentaba la tensión en sus labios—. Nunca te cansas, la verdad.

 

—Supongo que pasa lo mismo al verlos.

 

—Mucho menos te cansas —contestó al instante con un pequeño suspiro. Suga mostró una sonrisa que encogió sus ojos—. Me parece que los pensamientos son algo egoístas cuando te gusta.

 

—Vas a tener que explicar eso.

 

—Piensas más en lo que te gustaría a ti. Sigues haciéndolo cuando amas, pero tomas más en cuenta lo que le gustaría a la otra persona. Te preguntas si estaría bien con eso, cómo reaccionaría, si te devolvería la muestra de afecto, qué diría, ese tipo de cosas.

 

—En pocas palabras, consideras más su disfrute.

 

—Lo entiendes bien. Igual hay impulsos que cuesta controlar más. Digamos que siempre quiero tocar su cabello. —Suga retuvo una risilla, eso no evitó que Daichi se percatara de que estuvo por burlarse—. ¡Hey, es que se ve muy suave! Es como cuando vas a una tienda de muebles y sientes que un sofá te pide que te sientes en él. —No fue capaz de contener más su risa. Él suspiró—. Me lo estoy ganando, ¿cierto?

 

—¡Lo siento, es que no creí que tuvieras tentaciones de ese tipo!

 

—Como sea —continuó por encima de sus risas—. El punto es que muchas veces he estado a punto de tocar su cabello, pero siempre me detengo por creer que alguien más me descubrirá. Creo que solo una vez me detuve por pensar que no le iba a gustar si se daba cuenta. Amar no te exime de ser egoísta.

 

—Si es por cosas inofensivas que no molestan a todos como tocar el cabello, no creo que sea tan malo.

 

—Sí, pero… —Se encogió de hombros. Había comenzado a hablar antes de saber lo que diría—. El amor puede volverte impulsivo en ocasiones. Más de una vez he estado a nada de delatarme por actuar en modo automático. Recuerdo que era más fácil mantenerme a raya cuando me gustaba.

 

—Creo que he aprendido lo suficiente —dijo luego de unos segundos en silencio.

 

—Bien, ya me estaba quedando sin ideas —celebró. Suga le dirigió una mirada entrecerrada.

 

—Gracias por responder, Daichi. —Le sonrió—. Espero que no te haya incomodado todo esto.

 

—Para nada. Me hace bien hablar de mis sentimientos de vez en cuando. —Con tantas sonrisas suaves esbozadas en esos minutos, Suga esperaba tener dulces sueños en breve.

 

—Bueno, ahora vete de ahí. —Pateó ligeramente sus piernas al estirar las suyas para instarlo a levantarse—. Hay que dormir.

 

—Sí, sí. —No tardó en hacerle caso—. Que duermas bien, Suga.

 

—Igual tú, Daichi. —Justo después, apagó la luz.

 

Qué equivocado estuvo al creer que dormiría de maravilla. Sus buenos deseos fueron en vano, inútiles, pues la mente de Suga recreó por una hora entera la conversación recién terminada, haciendo especial énfasis en las expresiones más inusuales de su amigo: la mínima vergüenza, las sonrisas sutiles, la suavidad general de sus facciones al mencionar lo más bonito de sus sentimientos. Para rematar, sus pensamientos solo pudieron ser interrumpidos cuando escuchó una fuerte tos a sus espaldas. Daichi tampoco había conciliado el sueño y, para empeorar su situación, escupió varios pétalos carmesí que identificaron con suma facilidad como de rosas.

 

Se sentó al lado de él al borde de la cama para ayudarle a expulsar una flor más pequeña que el resto que no se deshizo. Al parar el ataque de tos, ninguna espina había salido; ninguno sabía si aliviarse o preocuparse por ello. Suga encendió la luz y fue a la cocina a buscarle un vaso con agua. Regresó cuando Daichi pasaba las páginas para encontrar el significado de esas rosas. Volvió a reposar junto a él luego de que tomase el agua. Su cabeza casi se apoyaba sobre su hombro por la posición que adoptó para ver el libro. No le tomó tanto tiempo hallar lo que quería averiguar.

 

—«Si me quieres, lo descubrirás» —leyó en un murmullo que no habría comprendido de no haber sido por la cercanía. Cerró el libro de inmediato, lo devolvió a su sitio y se dirigió hasta el interruptor—. Suga, ¿no te devolverás al futón?

 

—¡Ah, sí, sí! —Había entrado en un trance sin darse cuenta, pues no se había movido ni un poco desde que escuchó el significado de la rosa carmesí.

 

Suga no fue capaz de tener dulces sueños esa noche. No solo se sumergió en las imágenes y palabras de Daichi grabadas en su cabeza, también cayó en la incredulidad. Nunca antes se había sentido tan aludido por el mensaje de una flor, y que algunas de las diferencias aprendidas hubiesen sido tan familiares solo intensificaba la sensación. Dudaba que fuera amor aún, pero estaba seguro de que muy pronto sería suficiente.


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