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Cuando las flores hablen por él por AngiePM

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A solo dos semanas de las eliminatorias para definir al representante de la prefectura, el club de voleibol masculino de Karasuno tendría un último día de relajo: el cumpleaños de Nishinoya. Después de la práctica, todos fueron a su residencia a pie —por algo era quien vivía más cerca de la escuela— para una pequeña celebración casera. Había globos, música y varias mesas con dulces servidos, a la mano de quien quisiera comerlos, además de un paquete de helados en el congelador —que el cumpleañero quisiera esconderlo para sí mismo era un asunto aparte—.

 

Se entretuvieron con distintos juegos, desde duelos divididos en grupos en videojuegos hasta imitaciones; pero las cosas se pusieron interesantes al implementar un sistema de retos a los perdedores. Era algo bastante simple: el primero al que se le ocurriera una penitencia era quien la decía y, si era aceptada por la mayoría, debía realizarse. Gracias a eso, Suga nominó a Hinata a un enfrentamiento para probar quién tenía más tolerancia a la salsa picante —el pequeño apenas soportó un poco antes de enrojecer, el mayor ni se inmutó—, Tanaka se arrodilló y le recitó un poema improvisado a los ojos de Kageyama como si fuese Kiyoko —«¡Tiene sus ojos!» fue la razón de su elección— y Asahi tuvo que combatir a un monstruo en un videojuego sin huir —perdió al no saber cómo controlar a su personaje para otra cosa que no fuera correr o saltar—.

 

Daichi hizo todo lo posible por no quedar en último lugar, sin embargo, los juegos de azar nunca fueron su fuerte. Esperaba que no lo retaran a alguna estupidez. Los chicos tardaron mucho en proponer algo, hasta llegó a preguntarse si siquiera hacían el intento de inventar un desafío para él. Había pensado en poner una mirada amenazadora para que no se pasaran con sus ocurrencias; vio que no era necesario, al parecer.

 

—¿Por qué demoran tanto? —Cruzó los brazos. Notó que varios respingaron.

 

—Creo que les da miedo tu reacción —Suga susurró a su lado.

 

—Rétame tú, entonces.

 

—Nah, quiero ver qué se les ocurre. —Echó un vistazo a todo el círculo—. ¡Vamos, no puede ser tan difícil retar a Daichi!

 

—¡Es un reto retar a Daichi-san! —Nishinoya se quejó.

 

—¡Eso lo dices porque eres tú, Suga-san! —Tanaka le siguió—. ¡Podrías retarlo a lo que sea y no se enfadaría contigo ni se negaría a hacerlo!

 

—¡Rétalo tú, Suga-san!

 

—¡Háganlo ustedes! Es su oportunidad de ponerlo a hacer lo que quieran. —Posó una mano sobre su hombro. Daichi volteó a verlo con una ceja arqueada—. Les prometo que no les hará nada —pausó un segundo para darle una mirada que le prohibía llevarle la contraria—, ¿verdad?

 

—Ah, sí —asintió en voz baja.

 

—¡Acabas de retarlo! —exclamó Nishinoya—. ¡Daichi-san tendrá doble reto!

 

—¡Que sean dos retos, entonces! —No se molestó en negarlo—. ¡Aprovechen!

 

Suga iba a provocar que lo mandaran a hacer cualquier locura y no iba a ser capaz de reclamar por ello. Lo veía, boquiabierto. De verdad sabía que le costaba demasiado —por no decir que le era imposible— enojarse con él y cuándo tomar ventaja de eso.

 

—Hay algo que siempre he querido ver —comenzó Tanaka, una mano bajo el mentón. Daichi no tenía idea de qué esperar—. Nunca has mirado mal a Suga-san.

 

Alzó ambas cejas. No soltó palabra alguna, a diferencia del resto que comenzó a opinar igual que su compañero y a expresar su sorpresa por lo cierto que era.

 

—Eso es porque no funciona esa intimidación conmigo —explicó. Sintió cierto alivio al creer que lo defendía—, pero creo que sería interesante que lo intentara. ¡Buen reto, Tanaka! —Levantó un pulgar aprobatorio.

 

Daichi celebró muy temprano.

 

Los demás se emocionaron con la idea de que Suga por fin conociera el terror de estar en la mira de los ojos ensombrecidos del capitán, por lo que el reto tuvo una aceptación unánime y Daichi ya sentía la derrota venir.

 

Suga se sentó frente a él y lo miraba a los ojos con demasiada tranquilidad. Respiró profundo. Cerró los ojos, esperó tres segundos. Al abrirlos, solo fue hasta la mitad y con el ceño fruncido. No mostró reacción alguna. ¿Estaba haciendo la expresión correcta?

 

—¡Eso no es ni la mitad de la cara que normalmente haces! —Tanaka respondió su pregunta sin saberlo.

 

—¿Cómo se supone que voy a verlo feo si no estoy molesto con él? No puedo fingirla.

 

—¿Y si recuerdas alguna vez que te haya hecho molestar? —sugirió.

 

—Suga sabe comportarse, a diferencia de algunos. —Volteó a ver directo a los pares de primero y segundo año más problemáticos.

 

—¡Ahí está! ¡E-Esa es la mirada! —trastabilló Hinata, señalándolo con el dedo detrás de Kageyama.

 

—¿De verdad? —preguntó casual, en alto contraste con la oscuridad en sus ojos. Los chicos asintieron con la cabeza. Supuso que era algo más automático, no una expresión que hiciera a propósito.

 

—¡No cambies de cara y voltea a ver a Suga-san!

 

Obedeció, muy consciente del fruncimiento en su entrecejo, la ligera tensión en sus labios y de lo poco que bajaron sus párpados. Suga sonreía, aparentemente divertido por la discusión, y Daichi sintió cómo sus labios regresaron a su estado natural al instante. Poco después, sus ojos se abrieron algo más y sus cejas se relajaron solo un poco. Maldijo por dentro, ¿tan rápido fallaba?

 

—Te ves más como si estuvieras en problemas que enojado.

 

No hacía falta que Tanaka lo resaltara para él mismo saber que tenía problemas para siquiera fingir severidad ante su vicecapitán. La mueca que hizo con la boca debió demostrar aún más su conflicto interno.

 

—¡No puedo creer que vaya a perder así! Dai-san, te daré una oportunidad más para que lo logres. —Por primera vez, deseó que su derrota hubiese sido declarada en ese momento—. Imagina que Suga-san es yo.

 

Una comparación así sonaba casi como un crimen para sus oídos. Frunció el ceño solo con eso, luego se concentró en seguir el consejo. El chico frente a él era Tanaka, no Suga; Tanaka, no Suga, Tanaka. Sus ojos fueron entrecerrándose despacio; sus manos se unieron debajo de su mentón, sirviéndole de apoyo. El lunar desaparecía, la mirada dulce se transformaba en una más retadora, la piel oscurecía. Una expresión retorcida aparecía en las facciones antes sonrientes; Daichi ya sentía las ganas de deshacerla con solo un vistazo. Cuando elevó la mirada para enseñarle toda su molestia, todo acabó en un ataque de risa de su parte.

 

—¿Qué demonios? —Su retador fue el primero en exponer el desconcierto del grupo—. ¡¿Por qué te ríes?!

 

—Creo que Daichi se descompuso —comentó Suga con una risilla escondida en sus palabras.

 

—No, no. —Trató de explicarse, pero la risa no le permitía ser fluido—. No lo entienden.

 

—Sí, de eso estamos muy seguros, Dai-san. ¡Por eso nos tienes que contar qué rayos sucede!

 

—Es que —rio más—… lo que pasa es —respiró hondo—… su pelo.

 

—¿Su pelo? —Varios repitieron al unísono, también arquearon sus cejas o ladearon la cabeza.

 

—Esperen. —Pidió paciencia, pues necesitaba recuperar el aire sin dejarlo escapar de nuevo en forma de otra carcajada. Cuando estuvo casi seguro de que solo jadearía, reanudó—: Hice lo que me dijiste, solo que no pude reemplazar su cabello.

 

—¿Entonces…?

 

—Entonces tú tenías el cabello de Suga.

 

Silencio, o algo parecido; la música aún se oía, siendo la única prueba de que el tiempo no se había congelado, porque la inmovilidad de los chicos daba esa impresión. Daichi creyó que le dolería el roce de alguna flor con el interior de sus pulmones por la fuerza de la risa renovada que soltó, esa vez, a causa de la perplejidad a su alrededor.

 

—¡Sabes que mi cabello no es ni la mitad de lindo que el de Suga-san, ¿qué dices?! —Tanaka fue el siguiente en caer en un ataque de risa.

 

Poco a poco, el resto se contagió a distintas proporciones y por distintos motivos. Algunos imaginaron lo mismo que inició todo, otros reían por la reacción del rapado y una minoría fue entretenida por las carcajadas a sus lados. Para el momento que la calma volvió a la sala, el fracaso de Daichi fue anunciado. No pudo importarle menos. No quería dirigirle una mala mirada a Suga; su incapacidad de hacerlo le permitió escuchar su risa fuerte y clara, aun si había unas diez más interfiriendo.

 

Por suerte, ni siquiera Suga intentó averiguar de dónde venía su dificultad para enojarse —aunque fuese de mentira— con él. Entre algunos pensamientos serios, se preguntó si la razón era algo profundo, algo como que no deseaba que su amado conociera de primera mano esa cara que todos temían de él. No ahondó en el tema para mantenerse en el ambiente de la fiesta.

 

Jugaron hasta que todos fueron retados al menos una vez, sin importar que a algunos les tocase hasta tres desafíos que, en ocasiones, estuvieron más cerca de ser penitencias. Tsukishima fue forzado a cantar el tema principal de un musical y a Hinata le tocó bailar con pasos que desconocía. Hubo rondas donde algunos formaron alianzas para hacer perder a alguien en específico, como ese intento de Tanaka y Nishinoya de sabotear a Ennoshita —que fue un fracaso rotundo— y la más efectiva estrategia de Suga y Daichi para que Asahi durase el resto de la celebración con el cabello suelto.

 

Al acercarse la hora de partida de los que vivían más lejos, apagaron las luces y se reunieron alrededor de la mesa del comedor para cantarle el cumpleaños a Nishinoya. Apenas distinguía algo en el ligero resplandor de las velas, aparte del pastel con mucha crema batida en sí, por lo que solo se enfocó en cantar —y un poco en separar la voz de Suga de las demás, pero era más complicado cuando debía excluir su propia voz también—. Cuando la canción acabó, el cumpleañero inhaló profundo.

 

—Recuerda pedir un deseo —dijo Suga justo antes de que soplara las velas.

 

—Espero que no haya sido algo como «que Kiyoko-san me preste atención», porque eso sería un desperdicio de deseo. —Reconocieron la burla de Tsukishima por encima de los aplausos.

 

—¡¿Qué dijiste?! —La indignación de Nishinoya no se hizo esperar. La única razón por la que no lo atacó de alguna forma u otra fue el haber estado a extremos opuestos de la mesa, mas eso no evitó que le mostrase el puño y dientes.

 

—¿Oh? ¿Sí acabas de desperdiciar tu deseo de cumpleaños? —Sonrió detrás de su mano, burlesco.

 

—¡Para que sepas, no…!

 

—¿Qué tal si cortamos el pastel? —Daichi aplaudió una vez.

 

—¡Oh! —Sonó a nada de un tartamudeo—. ¡No sé si le tengo más miedo a la versión sonriente de su cara molesta! —Tanaka chilló, alarmado.

 

—¿Hm? —Volteó a verlo sin deshacer su expresión. Con eso, Nishinoya se unió al chillido y se apresuró en buscar los platos y cucharillas para repartir el pastel.

 

Mientras esperaba por su porción, pensó en qué desearía él de ser su cumpleaños. Lo más seguro era que estuviera curado para esas fechas, por lo que, en el caso hipotético de que ese día fuese el suyo, lo que más quería era la correspondencia de Suga. También estaba clasificar a las Nacionales, pero sentía urgente que el hanahaki fuese eliminado antes. Aunque en sus sueños él era el primero en declararse, deseaba escuchar un «te amo, Daichi» sincero de Suga lo más pronto posible. Se había acostumbrado a la idea de que él se le confesara primero desde que enfermó.

 

Se dio cuenta de que había una cosa en la que su amigo lo desesperaba: su lentitud para enamorarse. Sabía que era imposible echarle la culpa, que era incontrolable, inconsciente, no se molestaría con él por eso; solo que su paciencia se tambaleaba junto a su salud con cada día más de demora. Si excluía ese factor, podía aguardar cuanto fuese necesario. En sus condiciones, darse ese lujo era morir u olvidar. No era algo por lo cual mirarlo feo, no habría sido capaz aun pensando en ese detalle.

 

Alrededor de media hora más tarde, solo Suga, Asahi, Tanaka y él restaban por irse. La madre de Nishinoya picaba lo que sobró del pastel —excepto por un pedazo que su hijo reclamó como suyo— para que se los llevasen a sus familias. Sin la música y con menos de la mitad de los invitados presentes, los chicos solo conversaban sobre lo que les viniera en mente. El de barba había intentado rehacer su peinado habitual, pero el cumpleañero lo frenó porque «no lo harás mientras estés en esta casa», razón que hizo reír a todos por su parecido a una frase típica de padres a muchachos desobedientes.

 

Fue mientras se dispusieron a recoger el desastre que dejaron que le picó la garganta de una manera que ya era inconfundible. Cuando comenzó a toser, utilizó una bolsa vacía de papas para retener lo que saliera de su boca. Recordó que hacía unos meses había hablado de una opción así con Suga, pero que nunca la puso en práctica hasta ese momento de improvisación. Le dio algo de vergüenza la posibilidad de que la mamá de Nishinoya malinterpretase lo que sucedía en su sala, se multiplicó cuando se asomó y preguntó si vomitaba.

 

—Luego le explicamos —contestó Suga por encima de sus tosiduras. Para Daichi, fue una respuesta ideal, ya que le daba la libertad de escoger si contarle la verdad o no en cuanto pudiera hablarle.

 

La bolsa pesaba un poco cuando el ataque de tos paró. Al abrir los ojos, lo primero que vio fue su interior, donde tallos, hojas y flores de tulipán naranja descansaban. Dio un ligero respingo, ¿cómo cabía eso en sus pulmones?

 

—Creo que agradezco que se te haya ocurrido toser en la bolsa —comentó Nishinoya al echarle un vistazo—. ¿Son tulipanes?

 

—Sí, pero no recuerdo el significado del naranja. ¿Puedo botar esto aquí aunque tenga las flores adentro? —Señaló la bolsa.

 

—Claro, no veo el problema. —Se encogió de hombros—. Solo asegúrate de que no se vean o algo.

 

Daichi arrugó el borde superior de la bolsa para que permaneciera cerrado luego de soltarlo y buscó un cesto de basura con tapa, por si acaso. Lo encontró en uno de los baños. Al regresar, habían preparado un vaso con agua para él.

 

—Gracias. —Bebió.

 

—Lo busqué —soltó Nishinoya.

 

—¿Ah?

 

—Dijiste que no sabías el significado. Lo busqué. —Le mostró la pantalla de su celular, donde aparecía una página sobre lenguaje floral. Ya había ubicado la línea del tulipán naranja.

 

—«Cumple mi deseo» —leyó en voz baja.

 

—¿Te pasé mis pensamientos?, porque eso es justo lo que pensé después de soplar las velas.

 

—Quién sabe —rio por lo bajo. No iba a admitir que había salido una flor con ese mensaje porque deseaba que su persona amada lo correspondiera pronto.

 

Antes de irse, decidió decirle la verdad a la mamá de Nishinoya. Salió de la casa con Suga, por lo que ambos se despidieron del resto a la vez. Se preguntó a qué hora planeaba Asahi retirarse —era el que vivía más lejos de los cuatro—, o si quizás habían planeado una pijamada con él y Tanaka, que tampoco parecía tener intenciones de irse en breve.

 

El cielo ya estaba bastante oscuro; todas las residencias en el camino tenían sus luces encendidas, no mucha gente transitaba a esas horas por esas calles. Muy pocas veces había tenido la oportunidad de caminar con Suga entre tanta tranquilidad y hasta privacidad, a pesar de estar al aire libre. Estaba tan tentado a entrelazar sus dedos, a acercarse más para compartir calor en medio de la fría brisa nocturna, a tomar la iniciativa para cumplir su deseo.

 

—Estás deseando que te correspondan ya, ¿cierto?

 

La pregunta repentina lo hizo frenar de golpe.

 

—Supongo que para ti es más obvio eso —murmuró.

 

—Te conozco mejor. —Sonrió. El pecho de Daichi se acaloró por su cuenta—. De seguro lo hará dentro de nada. Ese será un deseo que se cumplirá.

 

—Espero que estés muy seguro de eso por algo.

 

Le tocó a Suga paralizarse por dos segundos.

 

—Tal vez. —En esa ocasión, sus labios no se separaron al sonreír. Tampoco le miró de frente. En cambio, siguió caminando.

 

Daichi lo alcanzó con esperanzas de que el amor fuese el sentimiento de Suga por él en menos de dos semanas. Solo así su deseo sería cumplido.


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