Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cuando las flores hablen por él por AngiePM

[Reviews - 48]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

El Gimnasio de la ciudad era el establecimiento donde menos controlaba sus reacciones, contagiado de la euforia del público y jugadores a su alrededor. Cualquiera entendería sus nervios, intentos de lucir relajado y arranques de competitividad. Evitaba caer en la nostalgia de que estas eran sus últimas eliminatorias. Todo aspecto que aumentase su intranquilidad o generase tristeza era pateado a un lado; no eran momentos para nublar su mente.

 

Por supuesto, siempre había excepciones a las reglas. Todo aspecto negativo era eliminado, a menos que se relacionase con el estado de Daichi cuando creía que no era visto. Bien sabido por él era que su meta de estar curado para ese día se salió de su alcance; evitaba pensar que era su culpa el haberlo frustrado.

 

Trataba de centrarse con hechos cuyas consecuencias eran más seguras. Haber tosido hacía menos de cuarenta y ocho horas era favorecedor. No solo era probable que no presentase ataque alguno, sino que tampoco tendría tantos problemas respiratorios, al menos no en ese primer día. Si las siguientes flores ya estaban creciendo, aún no ocuparían el espacio suficiente para importunarlo. Perfecto para dar confianza en su primer escalón hacia la cima. Deseaba ganar con el marcador limpio, dos a cero, de modo que el esfuerzo no fuese excesivo para su cuerpo desgastado por la pobre oxigenación de días anteriores.

 

Lo que le preocupaba era el segundo día de las eliminatorias, ya que disputarían dos partidos, y no sabía si Daichi contaría con la resistencia suficiente para aguantarlos. En caso de hacerlo, ¿se recuperaría para la final apenas un día luego? Ahora que pisaba el estadio, la verdad de la que huían los mayores resonaba más en el interior de su cabeza. Cualquiera de estos podría ser su último juego. Era peor para el capitán, que podía ser forzado a retirarse en caso de requerir la operación para salvarse. Si les tocaba perder en esta ocasión, esperaba que fuera con su amigo en las mejores condiciones físicas que pudiese tener. La culpa no recaería en él de ese modo.

 

Si les tocaba despedirse de las canchas en las rondas por venir, que fuera con Daichi orgullosamente de pie dando la cara por su equipo.

 

Sintió una mano firme sobre su hombro derecho. Con ver su tono moreno, supo a quién se encontraría al levantar la mirada.

 

—No sé qué estarás pensando, pero estás tenso. —Apretó un poco—. Estoy seguro de que esta vez jugarás en más de un partido. Te necesitamos calmado para que nos refresques. —Le sonrió.

 

—¿Estás bien, Daichi? —Le devolvió el gesto antes de darse cuenta.

 

—Si es eso en lo que piensas, deja de preocuparte por hoy. Me siento como si nada.

 

—Ten cuidado en la cancha, ¿sí?

 

—Lo tendré. Ya verás, venceremos a Johzenji sin mayores inconvenientes. —Soltó su hombro—. Ya es hora de calentar, vayamos.

 

Daichi estuvo en lo correcto por la mitad. Se cumplió su deseo de que la victoria fuese limpia para ellos, nada de un tercer set para desempatar y perder más energías. Sin embargo, ese equipo era tan explosivo que hasta Kageyama cayó en su onda, efecto que acabó con sangre escapando de su nariz, una visita a la enfermería por el resto del primer set y su estreno en las eliminatorias. Si era sincero, no había esperado participar tan pronto, mucho menos bajo esas circunstancias que no era capaz de agradecer del todo.

 

El próximo rival era de temer, según lo expuesto por el entrenador. Estaba seguro de que el sentido competitivo de Hinata se activaría más allá del máximo al enfrentarse cara a cara con el jugador más parecido a su ídolo en la prefectura. Tenía un mal presentimiento. Wakunan prometía dar batalla, lo que menos les convenía cuando el siguiente juego era la semifinal.

 

—¿Estarás bien mañana? —preguntó luego de la reunión, justo antes de irse a casa.

 

—Espero que sí. —Suspiró—. Pero eso solo lo podré decir con seguridad mañana.

 

—Creo que mañana deberías descansar un set para que no termines tan exhausto. Las flores ya se están robando una parte de tu energía, es mejor que la guardes para los partidos más difíciles.

 

—Sí, tal vez debería quedarme en la banca en algún set contra Wakunan. —Puso una mano bajo el mentón—. Porque creo que luego nos tocaría contra Seijoh o contra Datekou y no me voy a sentar contra ellos.

 

—Oh, no —concordó—. Juega el primer set y te guardamos por el resto del juego, ¿sí?

 

—Suena bien si empezamos ganando.

 

Empezaremos ganando —aseguró—. Hemos preparado a Ennoshita justo para esto, debería irle bien. No creo que haga falta reincorporarte más adelante en el juego.

 

—Confío en que no. —Salieron de la escuela. Dentro de poco, las tardes los obligarían a enrollar bufandas por sus cuellos—. Ah, estoy emocionado.

 

—¿Emocionado? —Sintió escalofríos. Ni enfermo cambiaba esa parte de él—. Quizás quisiste decir nervioso.

 

—Eso se sobreentiende, pero la emoción es mayor. Ni siquiera me preocupa tanto tener que cederle mi lugar a Ennoshita por un rato, sé que saldrá bien. —Sonrió.

 

Suga estaba feliz de que la pesadez que lo rodeaba más temprano ya no existiera. Era imposible que se olvidara de la alarmante situación si amenazaba con impedirle jugar —incluso tenían un plan de contingencias por si eso ocurría—, pero le gustaba creer que el voleibol le despejaba la mente y le ayudaba a sobrellevar sus malos momentos. Mientras siguieran ganando, Daichi tenía un pedacito de alegría asegurado.

 

Conseguiría el trofeo por la sonrisa de Daichi.

 

—Cuídate bien, capitán. —¿Por cuánto más podría llamarlo así?

 

—Igual tú, vicecapitán. —Le siguió el juego con humor antes de separarse donde siempre.

 

Lo vio tomar su camino por unos instantes. Sus sonrisas se habían vuelto tan escasas esa semana. Algo le dolía y festejaba cuando Daichi curvaba sus labios amables. No eran como antes. Faltaba chispa. Aunque intentara hacer traducciones inexactas de lo que había en su interior para despistar a los no conocedores, Suga se había especializado en su lenguaje gestual. Mientras otros se quedaban con la interpretación literal, él identificaba los errores que cambiaban el significado de lo exhibido.

 

Hacía un muy buen intento de mostrarse sereno cuando estaba rodeado. Era bastante convincente, hasta se atrevía a declarar como auténticas algunas de sus sonrisas en el gimnasio; sin embargo, al despegarse del resto, la censura a su pesar no era tan potente. ¿Cuántas cosas estarían pasando por su cabeza? Admiraba lo bien que lidiaba con ellas.

 

Suga se acostó temprano esa noche. El descanso le sería muy necesario para todo lo que le esperaba en el segundo día de eliminatorias. Antes de desconectarse del mundo, le envió un mensaje a Daichi recomendándole que siguiera su ejemplo.

 

Sus malos presentimientos respecto al partido contra Wakunan se habían quedado cortos frente a todo lo que acontecía en tan solo el primer set. Apenas en la presentación de ambos equipos se palpó la tensión entre capitanes. Estaba alerta, el sentido de competencia de Daichi aumentaba en esos casos, temía imprudencias. Como lo dedujo, Hinata estaba inquieto ante el muchacho que se proclamaba el nuevo Pequeño Gigante; otro imprudente más probable del cual tener miedo. Puntaje reñido cerca de los veinte, nada tan desesperante como eso. Sudaba estando solo de pie, alentándolos, deseando que ninguno se accidentara en medio de tanto furor. Los siguientes minutos prometían tocarle los nervios.

 

De repente, sus temores se materializaron. Estaban por perder el balón en su última oportunidad de pasarlo al otro lado. Dos jugadores creyeron que podían salvar la jugada sin prestar verdadera atención al otro que se dirigía al mismo objetivo. Antes de gritarles que tuvieran cuidado, lo inevitable sonó como nunca hubiese querido y derribó al capitán, inmóvil. El incidente pasó desapercibido por la mayoría gracias a que, al final, lograron aventajarse como planearon sin examinar los riesgos; mas no por él.

 

Sentía ganas de romper las reglas y correr hasta su cuerpo caído. Quería desgarrarse la garganta hasta que recobrara la consciencia que parecía haberse ido; que los demás reaccionaran, lo ayudasen, en vez de paralizarse como él en su recuadro aparte del campo de acción. Ni sus pulmones buscaban oxígeno. Era imposible articular palabras. Sus ojos estaban abiertos a más no poder. Seguramente se drenó el poco color en su piel. El único funcional más allá de sus cabales era su corazón, tan resonante en sus oídos que se preguntaba si había escalado hasta su garganta y por eso no respiraba.

 

Su movilidad no regresó hasta que la de Daichi también. Se incorporó con dificultad, sus brazos tambalearon un poco en el proceso. Respondió correctamente las preguntas hechas para chequear su estado mental. Se alivió al ver que, dentro de todo, estaba bien —no tanto como aseguraba estar para que no lo sacaran—, pero no le gustaba que su salida del partido fuera debido a un accidente que les dio el susto de la semana.

 

La calma no le duró mucho. El voleibol no era un deporte donde se esperara ver sangre, entonces, ¿por qué llevaba dos días seguidos en los que algún compañero se manchaba una mano de rojo? Que uno de ellos fuese Daichi le sentó muy mal. Que la hemorragia viniese de su boca le devolvió la parálisis y aguó sus ojos un poco. ¿A qué se debía? Lo más lógico era que fuese una herida en el labio, pero también podía toser sangre si llegaba al marchitamiento.

 

Fue inevitable pensar lo peor. ¿Y si el golpe lo había afectado hasta esas alturas? No, no, imposible que se adelantase dos semanas por magullarse el rostro. «No entres en pánico, Koushi. Eso es un labio roto, seguro», trataba de convencerse de la verdad más probable. Su mente se detuvo cuando escupió y algo cayó en su mano ensangrentada.

 

—No me digas que… —murmuró tan bajo que ni siquiera estuvo seguro de haberlo hecho en realidad.

 

—¡¿Un diente?! —Los chillidos de los más próximos a la escena le devolvieron parte de la tranquilidad.

 

Era extraño relajarse porque había perdido una muela en el impacto. No había riesgo de muerte en eso, no podía sentirse mala persona por alegrarse. Tampoco era como si no se hubiese asustado con eso —sangre y dientes eran dos cosas que no quería ver fuera de un cuerpo, menos un mismo día, menos de la misma persona y aún menos juntos—.

 

Al final, Ukai se llevó a Daichi a la enfermería para saber si tenía una contusión o no. Aparte del diente caído, del labio sangrante y del dolor que eso traía, lucía bien. Dudaba que le prohibieran jugar la semifinal si clasificaban. Sin embargo, el incidente afectó el ambiente del equipo. La culpabilidad de Tanaka era palpable a metros de distancia, el nerviosismo de Ennoshita era agonizante. El del número seis había ingresado antes de lo planeado bajo circunstancias que le sumaban peso a su responsabilidad; temía que fuese demasiado para él.

 

Suga trató de permanecer sereno por el resto del partido, pero era muy difícil cuando la persona cuyo bienestar era el más importante estaba fuera de vista, donde los maltrechos iban. Le preocupaba una posible pérdida de vitalidad por el choque, que su cabeza no se recuperara pronto. Luego de ganar el primer set, el segundo se hacía una pesadilla que los tragaría vivos. Los fallos de Ennoshita empeoraban todo. La presión lo estaba matando, nunca se equivocó tanto durante las prácticas. No estaba preparado para sufrir tanto por cada punto anotado por Wakunan, tampoco para temer tanto por la salud de Daichi aún.

 

Si se sentía así por una colisión producto de su imprudencia, ¿cuánto tardaría en colapsar si tosiera flores marchitas y hojas secas? De verdad esperaba que esto no influyera en el desarrollo de las etapas finales del hanahaki.

 

Para llevar sus nervios al límite, se abrieron las puertas al tercer set. Daichi aún no volvía. ¿No había tardado lo suficiente allá? Una demora así solo podía equivaler a malas noticias. ¿Y si, aparte de sangre y el diente, tosió alguna flor? ¿Y si no podía participar más? ¿Y si perdían este juego? No quería imaginarse el rostro del capitán si regresaba con el marcador definitivo a favor del rival. Tenían que ganar. Debían ganar. Por él, por más partidos con su liderazgo, por más sonrisas, por el esfuerzo extra que hizo para no desmejorar tanto su rendimiento aún enfermo. Para que volviera a la cancha, para jugar juntos una vez más, para cumplir su sueño compartido.

 

—Daichi-san estará bien. —Escuchó de repente.

 

—¿Eh? —Respuesta automática ante declaraciones sorpresivas.

 

Una mano algo pequeña envolvió su brazo sin demasiada fuerza, solo la suficiente para alentarlo, brindarle algo de seguridad.

 

—Estás tan tenso que siento que darás un latigazo cuando te relajes. —Con la otra mano, Nishinoya le dio una palmada en el hombro.

 

—Es verdad. —Una risilla bajita escapó a su lado. Yamaguchi se rascaba la mejilla con el índice cuando giró a verlo—. Creí que era solo yo el que lo sentía.

 

—¡Apuesto a que Shouyou también se dio cuenta! —Liberó su brazo—. Pregúntenle cuando regrese acá.

 

—No creo que sea para tanto…

 

—¿Te digo qué no es para tanto? ¡Puede que el golpe lo haya desmayado por unos segundos, pero Daichi-san es mucho más resistente que eso! No negaré que dio miedo, porque, ¡joder, parecía muerto! —Sus brazos se estiraron a los lados—, pero se fue de aquí caminando sin ayuda y hablando sin problemas. ¡Está bien!

 

—Supongo que se está tardando porque debían parar el sangrado de su labio y tratarlo en caso de contusión —agregó el pecoso—. Y algo por el diente, también, diría yo.

 

—¡Exacto! —exclamó el líbero—. Nada que temer, Suga-san.

 

—¿Ni siquiera del hanahaki?

 

—¿Qué tiene que ver un golpe en la cara con eso?

 

—No sé, solo…

 

—Espera, volveré al juego —interrumpió para irse. Hinata ocupó su lugar.

 

—Solo… ¿qué? —susurró Yamaguchi. Había curiosidad tímida en su tono.

 

—No sé. Tendría sentido que tardase por haber tosido flores, pero creo que exagero.

 

—¿Hablan del capitán? —El recién llegado necesitaba ubicarse.

 

—Sí —contestó su compañero de primero—. ¿Crees que el accidente le haya hecho toser flores?

 

—¡Ni idea! —Cruzó los brazos—. Kageyama nunca me explicó bien, así que sigo sin entender cómo funciona el hana… hm… —Hizo puchero mientras intentaba recordar el resto.

 

—Hanahaki. —Suga le ahorró el trabajo.

 

—¡Eso!

 

—También creo que no tienen mucho que ver —dijo el más alto de los tres—. Tal vez solo esté descansando como habíamos planeado, solo que acostado en una camilla, probablemente.

 

—Sí, probablemente —repitió mientras apenas asentía con la cabeza—. Gracias, me convenceré de que eso es lo que sucede.

 

«Daichi solo está tomando reposo», cantó una y otra vez hasta que se grabara en su mente invadida de pesimismo.

 

Lo que más celebró luego del pitido final no fue la victoria ni su pase a la semifinal, sino el haber volteado para descubrir que Daichi observaba desde la entrada al estadio. Corrió hasta él junto a los más preocupados y, en lugar de abrazarlo o cualquier muestra de alivio más inofensiva, se plantó frente a él para darle en el estómago con los puños.

 

Nishinoya tenía razón. Ahora que sonreía de oreja a oreja por su regreso, estalló con violencia. Por suerte, no le sacó más que aire, pensó al darse cuenta de lo que pudo haber causado.

 

Decía estar mejor que antes del partido, por lo que no debería haber problemas en el siguiente. Mientras tanto, vería el juego donde se decidiría su oponente. Fue con Daichi y Asahi a las gradas, donde se encontraron a los retirados de Datekou. Luego de una corta conversación sobre el nuevo armador gigante de la muralla de acero, duraron unos cuantos puntos en silencio.

 

—Ese golpe se ve doloroso. —Asahi arrugó el rostro.

 

—No sé cómo les explicaré a mis padres esto. —Suspiró—. No quiero imaginar sus caras cuando sepan que se me cayó un diente.

 

—Nos cuentas qué tal te va. —Suga rio un poco.

 

—Creo que yo lo ocultaría —comentó el de barba.

 

—Sería fácil, fue una muela, pero el moretón que debo tener será imposible de esconder. Tarde o temprano se enterarán y sabrán que fue por esto que se me cayó. Será mejor que les diga de una vez, aunque no tenga muchas ganas. —Se rascó la nuca.

 

—No olvides el labio roto.

 

—Ah, es demasiado. —Se reclinó en su asiento—. Tuve miedo de toser alguna flor en ese momento. Creí que el diente era un capullo al inicio, ¿saben?

 

Pff. —No aguantó del todo la risa, pero se calmó rápido—. No tosiste flores después, ¿no?

 

—Mi respiración sigue bastante bien. —Suga frunció el ceño. Sospechosa respuesta indirecta. Antes de que pudiera insistir, añadió—: Habría sido terrible toser flores en medio de la cancha. ¿Lo imaginan? Nunca se olvidarían de mí, y no por razones que me agraden.

 

—No creo que se vayan a olvidar del chico que perdió un diente, tampoco.

 

Miraron a Asahi como si su cabello hubiese cobrado vida.

 

—¡Eh, quiero decir…! —Alejó el cuerpo de ellos con solo un respingo—. Uh… —Sus dedos se movían como si de esa manera encontraría las palabras adecuadas. Al final, se encogió sobre sí mismo—. No me estaba burlando.

 

—Eso espero. —Daichi arqueó una ceja, cruzó los brazos y volvió a ver el juego. Suga soltó una risilla antes de imitarlo.

 

Quizás no era sorpresivo que Aoba Johsai fuese el próximo contrincante. Sería un partido con «revancha» escrita por todo lo ancho y largo. Lo más seguro era que la batalla se extendería al máximo, tres sets con deuce incluido. Acabar exhaustos era un hecho dado por sentado. De cierto modo, era una suerte que Daichi descansara más de lo que habían previsto, porque de haber vuelto para el último set contra Wakunan, no se habría quedado en la banca. Aun así, siguió preguntando por su bienestar.

 

—Será un partido intenso, ¿crees que aguantes?

 

—Más me vale. —Sonrió con determinación. Admiraba cómo no tambaleaba—. Estuve esperando esta revancha por meses. Quiero estar ahí cuando marquemos el último punto.

 

Silbó antes de sonreír con él.

 

—Que esa seguridad sea por algo, capitán.

 

—Por mí no te preocupes. Las flores no me estorbarán ahora.

 

—¿Cómo estás tan seguro? —Ladeó la cabeza.

 

—Solo lo sé. —Le guiñó un ojo. Casi se desconcentra por sacar el gesto de contexto.

 

Otra vez, percibió cierta tensión entre los capitanes en su presentación. Lo esperaba, considerando que se trataba de Oikawa. De ahí en adelante, se concentró de lleno en cada jugada y armaba estrategias por si su turno llegaba. De a ratos le echaba un vistazo a Daichi para comprobar que su estado físico era excelente para alguien con pulmones algo congestionados, energía robada por flores y un reciente hematoma gigantesco en el rostro.

 

Fue llamado al juego en medio del incómodo ambiente que trajo Kyoutani. A su parecer, no combinaba con el estilo de Seijoh, ni sus compañeros parecían estar del todo bien con él cerca. La competencia se hacía más estresante de lo que había esperado. Le gustaba ser parte activa de la lucha, sin embargo. Era agradable cómo los oponentes se desconcertaban cuando era él y no Kageyama el armador; ser un factor poco estudiado tenía sus ventajas. Su defecto era perderse en la intensidad del partido demasiado pronto.

 

Respiró con más calma cuando devolvieron al desorganizado jugador a la banca. Todavía había cosas por arreglar, pero sería más sencillo sin alguien tan impredecible del otro lado de la red. A finales del tercer set, cada saque e intercambio amenazaba con pararle los latidos. No quería saber cómo se sentían los seis responsables de lo que ocurriría. ¿Esto no le estaría haciendo mal a Daichi? Si ganaban, ¿recuperaría la energía para la final luego de todo ese desgaste?

 

Tendría tiempo de pensar todo eso cuando la emoción de una revancha cumplida abandonase su cuerpo. ¡Estaban en la final! ¡Lo habían logrado! Ni siquiera le asustaba que el último obstáculo que los alejaba de las Nacionales fuese Shiratorizawa. «¡Estamos en la maldita final!», gritaban Tanaka y Nishinoya, contagiándole todos los ánimos. Tuvieron una comida para recuperar las fuerzas y como celebración. Todo el trabajo duro valió la pena.

 

Fue apenas cuando regresaban a casa que se le enfrió la cabeza lo suficiente para cuestionarse esos puntos.

 

—¿Cómo es que tu resistencia ha estado tan genial hoy? Te veo y no puedo creer que te hayas hecho ese golpe hoy ni que estés enfermo.

 

—Te dije que las flores no me iban a estorbar hoy, ¿no?

 

—¿Y mañana? Ya vas para cuatro días sin toser. Mañana serán hasta cinco sets, ¿crees poder con eso?

 

—Sí. —No dudó ni un segundo.

 

—Si no aguantabas una práctica entera cuando llevabas días sin toser, ¿cómo piensas que podrás hacerlo mañana? —Alzó una ceja—. ¿Acaso crees que podremos ganar en tres sets?

 

—No, tampoco sueño tanto. Creo que ganarán el primero, mientras nos acostumbramos a ellos, así que, mínimo, serán cuatro sets.

 

—¿Podrás con eso?

 

—Que sí, Suga. —Trataba de disimularlo, pero se notaba algo cansado del interrogatorio.

 

—¿Aunque ya haya flores invadiéndote?

 

—Ah —exhaló y se detuvo. Suga paró y dio media vuelta para quedar frente a él—. Te contaré algo porque no puedo mentirte.

 

—¿Me estás ocultando algo? —Frunció el ceño y cruzó los brazos.

 

—No te vayas a enojar. —Le mostró ambas palmas entre ellos. Esto pintaba a que no le gustaría—. No hay flores en mis pulmones ahora mismo, al menos no muy crecidas.

 

Cinco segundos de silencio.

 

—¡¿Tosiste?! —vociferó cuando le encontró el sentido a su confesión.

 

—Solo dos flores. Bueno, un capullo y una flor.

 

—¡¿Y jugaste?!

 

—Oye, antes tosía dos flores y solo descansaba una hora antes de reintegrarme a la práctica, así que supuse que sería igual. —Se encogió de hombros.

 

—No puedo creerlo. —Se llevó una mano a la frente mientras sacudía la cabeza. Luego echó su flequillo atrás y mantuvo sus dedos ahí, enredados entre sus cabellos—. Por eso tardaste en volver.

 

—En parte fue por eso, en parte fue porque de verdad pensé que estropearía el ambiente si aparecía, como les dije. Simplemente no podía decirles que tosí o los iba a preocupar.

 

—Qué imprudente. —Quería reír de incredulidad. Este chico podía ser igual de idiota por el voleibol que el par de primero cuando le daba la gana.

 

—¡Hey, descansé lo suficiente! Más de la mitad de nuestro juego contra Wakunan más el partido de Seijoh y Datekou. ¡Eso fue mucho más de lo que descansaba antes! —Suga seguía sacudiendo la cabeza—. ¡Vamos, ya viste que no pasó nada!

 

—¡No estoy molesto! Solo… —Por más que el enfoque de sus ojos viajase de un lado a otro, no halló continuación—. Ah, increíble.

 

—¿De verdad no estás molesto?

 

—¿Es que sabes lo mal que te pudo ir si te equivocabas?

 

—Sí, pero me iba a sentir peor si no lo intentaba. Me habría salido si comenzaba a sentirme mal.

 

—Bueno, entonces, ¿tu punto es que resistirás mañana porque tosiste hoy? —Dejó de lado su preocupación innecesaria por algo que ya había pasado.

 

—Exacto. —Sonrió—. Créeme, al inicio me asusté porque creí que no podría jugar más hoy, pero, cuando recordé que antes tosía de dos en dos o de a tres y podía seguir después de un rato, me arriesgué.

 

—Y para ganar hay que arriesgar.

 

—Me encanta que ya me estés entendiendo. —Sus hombros se relajaron. Retomaron la caminata, lado a lado—. Entonces, ¿no estás molesto?

 

—Incrédulo, no molesto —aclaró—. ¿Qué flores fueron, por cierto?

 

—Según Yachi, son colombinas. ¿Sabes qué es lo mejor de todo? Significan «determinado a ganar».

 

—Esa es tu flor —rio. Era perfecta para las circunstancias del día.

 

—Pero era de los colores de Shiratorizawa

 

—¡¿Blanca y morada?! —Volteó a verlo. Daichi asintió con la cabeza—. Uh, espero que eso no sea un presagio.

 

—Piénsalo así: es un buen augurio, una señal de que les ganaremos.

 

—Siempre sabes cómo poner todo a nuestro favor. —Le dio una palmada suave en la espalda.

 

—Es que es una flor perfecta para lo que hemos sentido todos desde ayer. Estamos determinados a ganar, sea quien sea el rival. Creo que lo haremos. No podemos caer en nuestro último paso.

 

—Lo lograremos. —Le fascinaba el brillo en sus ojos oscuros. No había rastro de su fatiga emocional de los días previos. Le hacía tanta ilusión ganar. Haría lo posible por no frustrar su sueño para no apagar esa luz.

 

Cuando se despidieron en el lugar habitual, Suga deseó que en su cultura fuese normal darse un beso en el cachete, como había visto en películas occidentales. Lo habría depositado del lado derecho nada más; el izquierdo lucía como una fuente violácea de dolor que se activaría con el más mínimo roce.

 

El día siguiente fue tan revoltoso como imaginó. Antes de siquiera entrar al Gimnasio, se cruzaron con Michimiya, quien le regaló un amuleto a Daichi. Hacía mucho que no consideraba esa opción, pero, mientras empujaba a Asahi para darles privacidad, regresó la duda. Había veces en las que sentía que a ella le atraía su amigo, veces como esa en las que se le veían unos pocos nervios al hablarle aun si se conocían desde la escuela media. Y él, tan ciego a ese tipo de emociones en los demás —como pudo comprobar en los últimos meses—, era tan amable con ella como con casi todos sin darse cuenta del efecto que podía causar.

 

—No es ella.

 

—¿Desde cuándo lees mentes, Asahi? —Ni se molestó en hacerse el desentendido.

 

—Estoy mejorando en lectura de rostros.

 

—¿Y qué decía el mío?

 

—«¿Y si la ama a ella?» —susurró.

 

—Das miedo.

 

—No me digas eso. —Sus hombros cayeron momentáneamente.

 

—¿Y cómo sabes que no es ella? —Ignoró su queja.

 

—¿Recuerdas que antes había rumores de que a ella le gustaba Daichi?

 

—En segundo año, sí.

 

—Y Daichi dice haberse enamorado en segundo año. ¿No crees que se habría atrevido a confesarse de haber sido ella?

 

—Es una buena lógica. ¿Sabes si a ella sí le gusta Daichi de verdad?

 

—Hm. —Volteó a verlos por unos segundos. Suga no quiso tener más de esa escena, su inseguridad le haría mal—. No sabría decirlo.

 

—Entonces no eres tan bueno leyendo rostros.

 

Asahi entrecerró los ojos.

 

—No quiero concluir nada que complique las cosas.

 

—No tengas miedo a admitirlo solo porque sepas de mis sentimientos.

 

—Ah. —Suspiró—. No sé, a veces creo que sí, ¡pero sé que lo tuyo es más fuerte! —Se apuró en decir cuando notó su mueca—. Sea lo que sea que ella sienta, no va a servir para curarlo si es que es ella, que lo dudo mucho.

 

Quiso preguntarle si pensaba que lo suyo sí sería suficiente para curarlo, pero Daichi se acercó a ellos en ese momento, lo que forzó el fin de la conversación.

 

No le dio tiempo de darle vueltas a ese asunto. Un viejo seguidor del Karasuno había reaparecido en las gradas, trayéndoles recuerdos oscuros a los de tercero. Su presencia significó un nuevo motivo para derrotar a Shiratorizawa. Luego de eso, su mente se ubicó en el juego.

 

Durante los preparativos, Shimizu le entregó un broncodilatador de acción prolongada al capitán. Según lo que había investigado, quienes padecían su enfermedad podían emplearlos antes de realizar una actividad física extenuante para prevenir la falta de aire. Lo tomó y agradeció, a pesar de no creer que fuese tan necesario esa vez.

 

Las presentaciones de los titulares hicieron todo más real. Estaban en la final. Jugarían contra el grande de grandes de Miyagi. Eran los momentos decisivos. Podía ser su último partido o el inicio de una carrera más larga. Sufriría cada punto ajeno, celebraría cada punto propio. Fuese cual fuese el resultado, presentía que iba a llorar.

 

Como Daichi predijo, el primer set fue terrible. Aunque Nishinoya había sido el héroe y demostró por qué era llamado la Deidad Guardiana de Karasuno, Shiratorizawa tomó la ventaja. Era tan frustrante. No soportó el descontrol que se acumuló en su cuerpo, ni siquiera se arrepintió de que el árbitro le dedicase una mala mirada por sus gritos.

 

Por el lado bueno, le encantaba que por fin tuviesen su público animándolos. Era pequeño al lado de la multitud y la banda de las águilas, pero era algo.

 

El segundo set jugó con sus nervios por el deuce tan extendido que hubo antes de concederle la calma del empate. El tercero le desesperó por cómo no lograron avanzar después del veinte. El cuarto fue un martirio, cualquier error le daría la victoria a Shiratorizawa; para su alivio, remontaron de nuevo.

 

No supo cómo sobrevivió a los altibajos del quinto set. Se suponía que era el más veloz de todos, ese donde no había más que ver luego de que alguno de los equipos tomase vuelo; aun así, fue el que transcurrió más lento para él. Su ritmo fue una tortura. A esas alturas, Daichi no era el único afectado por el cansancio; todos tenían problemas de resistencia que estuvieron por costarles puntos. Era más nervios que persona en esos momentos.

 

Después de unos segundos de silencio por impacto, su cuerpo actuó por sí solo. Salió corriendo para unirse al abrazo de sus amigos de tercero y gritar con ellos, lágrimas en sus ojos. Todos querían ganar, pero podía jurar que nadie lo deseaba tanto como ellos —y Shimizu, también—. Tres años de decepciones, muchas derrotas, retiros y regresos, frustraciones, esperanza, esfuerzo, constancia; ¿quién diría que alcanzarían el primer lugar en su última oportunidad? Sus sueños se volvieron realidad, aún les quedaba camino por recorrer. Daichi sonreiría. Estaba seguro de que el orgullo que sentía por todo el equipo era compartido. Este no era el final para ellos.

 

Con el trofeo en manos, Suga recordó que aún podía ser el último juego de Daichi; sin embargo, no se asustó. Le dejaría disfrutar por unos días la alegría de haber clasificado a las Nacionales y, antes de que el pesimismo regresara a él, le confesaría el amor que ya casi estaba convencido que le tenía.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).