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Cuando las flores hablen por él por AngiePM

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Nunca antes había estado tan nervioso en un campamento de entrenamiento. ¿Lo peor de todo? Ni siquiera era por el entrenamiento mismo. Pasaría toda la Golden Week rodeado por sus compañeros de equipo y chicos de otras escuelas. No tendría tiempo para sí solo por más de tres días, nada de privacidad, ningún momento seguro para toser. Para rematar, llevaba como cinco días sin síntomas, dudaba llegar limpio a una semana.

 

Si era en estos días que todos se enterarían de la condición de su capitán, confirmaría la conspiración del mundo en su contra por no haberle dado ni diez días para guardar el secreto.

 

Solo rogaba que no le diera un ataque de tos durante un partido y, por favor, mucho menos en el juego contra Nekoma del último día. De verdad ansiaba participar en ese, no quería que ninguna enfermedad se lo impidiera. Si le daba uno en su turno en el baño, podría esconder la flor en una toalla y dar una excusa estúpida como «abrí la boca y tragué agua por accidente». Si le tocaba en un recorrido de calentamiento por las calles, aunque no estaría muy orgulloso de hacerlo, tomaría otra ruta y luego vería cómo se reincorporaba. Daichi ya tenía todo pensado, por si acaso.

 

Lo irónico fue que no se le ocurrió el caso en el que engañar al resto sería seguro —hasta Suga podía ser burlado—, y ese fue el escenario que se dio.

 

Era apenas el segundo día del campamento. Los chicos estaban repartidos en mesas por equipo; hacía calor por el ejercicio previo y por el sol del mediodía, pero nadie parecía estar pendiente de otra cosa que no fuera la comida. Los que comían más rápido ya habían terminado, otros estaban repitiendo algunos platos y la mayoría iba a mitad de camino. Con su enorme apetito, Daichi sabía que no quedaría satisfecho con la porción que ya casi ingería por completo, así que estaba pensando en qué escogería para su segunda ronda cuando tosió justo después de tragar.

 

Todo el club volteó a verlo. Las preguntas preocupadas —que, de haber estado en su contexto correcto, habrían sido un tanto tontas por su obviedad— no tardaron en ser hechas. Antes de que alguien le recordara que tenía esa opción, bebió el agua de su vaso muy rápido, por más que supiera que era inútil porque ni siquiera tocaría al intruso, tampoco necesitaba que algo acabase en su estómago. Respiró un par de veces y volvió a toser, como sabía que pasaría.

 

—Iré a buscar más agua —avisó con voz estrangulada, yéndose de inmediato con el vaso en la mano derecha.

 

Menos mal que el bebedero no estaba en ese mismo lugar, o no habría podido esconderse en el baño.

 

Para mayor seguridad, entró a uno de los cubículos. Justo al cerrar la puerta, sintió el primer pétalo en su mano; esta vez sería fácil, aparentemente. Al menos un pétalo salía con cada tosidura, pero eran muchos. En un principio se asustó porque podían estar dos flores mezcladas de nuevo, sin embargo, vio que todos eran blancos y parecidos cuando los depositó en el vaso; ya eran tantos que se le estaban devolviendo a la boca. Con un final que pareció más bien una arcada, expulsó los restantes junto a lo que supuso que era el centro de la flor.

 

Para disimular que el vaso estaba hasta la mitad de los restos de alguna flor, envolvió esa parte con papel higiénico como si fuera una servilleta. Esperó unos cinco segundos. No sentía movimiento en el baño, por lo que salió del cubículo bastante confiado.

 

—Oh, ¿así que eras tú el que tosía? ¡Me asusté, toses muy fuerte! ¿Estás bien?

 

Daichi quedó paralizado al ver a Asahi peinándose frente al espejo.

 

—Hey, ¿estás bien? —repitió, ahora de frente y no a su reflejo—. ¿Y por qué trajiste un vaso?

 

—¿No estabas cuando comencé a toser en la mesa?

 

—No. —Frunció el ceño, confundido—. ¿Acaso escupiste ahí lo que…? —La expresión ligeramente asqueada o consternada, con Asahi era difícil saberlo, no combinaba con la inclinación curiosa a la que Daichi no logró reaccionar a tiempo—. Espera, ¿eso es una flor?

 

Daichi miró a los alrededores, asegurándose de que nadie estuviera por ahí.

 

—Tú no viste esto, ¿de acuerdo? —dijo muy severo. Asahi respingó, pero recuperó la firmeza demasiado pronto.

 

—¿Sí es una flor?

 

Daichi suspiró. Ya no había cómo evitarlo.

 

—Sí. ¿Se te ocurre por qué? —Obtuvo una negativa—. Te lo explicaré en otro momento. —Hizo ademán de irse.

 

—No. —Entre con miedo y con determinación, Asahi se interpuso en el camino—. Voy a estar preocupado hasta que me lo cuentes y vas a ser malo conmigo si estoy preocupado. No queremos eso.

 

—¿Eso es una amenaza? Porque no tengo problema…

 

—¡Daichi, es en serio! —interrumpió—. ¿De dónde salió esa flor?

 

—Igual te vas a preocupar si te lo digo ahora.

 

—¡Eso solo me preocupa más! Ahora solo quiero entender.

 

De verdad no había manera de posponerlo para acostumbrarse a la idea de que otra persona estaría al tanto de su enfermedad. Suspiró otra vez.

 

—Tengo que guardar esto con mis cosas. Te espero allá. —Y por fin pudo salir del baño.

 

Solo tendría el tiempo que le tomara llegar a su bolso y los segundos antes de que Asahi llegara también para estar listo. ¿Cómo contárselo sin alterarlo, tratándose de alguien como él? A menos que omitiera detalles que le daría a conocer otro día menos riesgoso, no veía cómo no aterrorizarlo.

 

Esta vez sí fue más que cuidadoso con los pasillos por los que caminó, muy pendiente de que nadie lo descubriera. Aún no entendía cómo no notó la presencia de Asahi, ¿cómo alguien podía usar el baño en completo silencio? A menos que entrara solo a peinarse mientras estaba escondido en el cubículo, no consideraba ninguna otra opción lógica.

 

Daichi recogió su bolso y se sentó en el suelo. Apenas había abierto el cierre cuando Asahi se sentó frente a él, ahora con el cabello amarrado. Se quedó quieto por unos segundos, pensando en cómo ordenar exactamente lo que diría.

 

—¿Crees reconocer esta flor? Necesito saber su nombre. —Volteó el vaso para que todo su contenido cayera al suelo, luego trató de darle forma. Por las cejas fruncidas del otro, supo que su confusión seguía ahí.

 

—Parece una rosa, pero no creo que sea una.

 

—Yo tampoco. Se va a secar de aquí a que acabe el campamento, tendré que buscarla por internet —cuchicheó lo último, más como un pensamiento hablado que nada, mientras la guardaba en uno de los bolsillos internos de su bolso.

 

—¿Y por qué necesitas saber qué flor es? ¿De dónde salió?

 

—Ya te digo, solo… no hagas muchas preguntas, ya estamos demorando mucho.

 

—Tú eres el que nos está atrasando —murmuró, su boca fruncida a un lado por un corto instante—. Yo no tengo que volver, ya terminé, y tú se supone que estás muriendo sofocado; nadie sabe cuánto podrías tardar en respirar bien. —Se encogió de hombros con las manos levantadas a su nivel.

 

«Y yo pensaba seguir comiendo», se guardó. Tenía que admitir que estaba en lo cierto.

 

—Sí, la tosí. Estaba en mis pulmones.

 

—¡¿Cómo…?! —Tal cual lo esperó, Asahi quedó tan perplejo que solo pudo hablar con su expresión.

 

—Es hanahaki, hace que me crezcan flores por dentro y las tosa.

 

—Oye, ¿eso es posible? —Se inclinó hacia atrás. Sus cejas lucían preocupadas, pero sus ojos eran incrédulos—. ¿No lo estás inventando para asustarme? Porque aún es muy temprano para las historias de terror.

 

—Es en serio, Asahi. —Daichi entrecerró los ojos—. Y todo es porque tengo un amor no correspondido.

 

—Oh… —¿Y con eso no iba a creerlo menos?—. Lo siento.

 

—¿Por qué lo sientes?

 

—Supongo que supiste que era no correspondido por eso, debe ser duro. ¿Es alguien del club?

 

—Si te refieres a Kiyo…

 

—Me refería a Suga.

 

Daichi no sabía por qué sorprenderse más: porque diera con la persona correcta o porque Asahi se atreviera a preguntar algo así con tanta seguridad, cara a cara.

 

—¿Sabes lo que estás insinuando? —Cruzó los brazos, aunque estaba a punto de esbozar una sonrisa de broma. Era muy extraño que la estrella fuese quien se metiera con él. No era que lo estuviera haciendo, solo pensó que hacerle creer eso voltearía la situación a la normalidad.

 

—¡No lo dije así! —Funcionó, el más alto se convirtió en un manojo de nervios. Daichi completó la sonrisa. Dejó que se excusara para ver de dónde había sacado el dato—. Quiero decir, sí, ¡pero sin ningún mal sentido! Fue algo que Nishinoya me dijo hace…

 

¿Nishinoya? —Daichi irrumpió, llevando sus manos a la cabeza. Ahora el del corazón acelerado por los nervios era él—. Si fue Nishinoya, Tanaka también debe saber.

 

—No, no. Me dejó muy claro que me lo contaba a mí nada más porque creía que Tanaka no tardaría en lanzarles indirectas que lo delatarían. —Bien, al menos tuvo la prudencia de saber a quién contarle algo así—. Como yo también tenía la sensación, no es que me haya sorprendido.

 

—¿Y por qué creen que estoy enamorado de Suga?

 

—Eres mucho más suave con él, Daichi.

 

—Eso no cuenta. —Volvió a cruzar los brazos—. Para ti, yo soy más suave con todo el mundo.

 

—¡Pero mucho más con Suga! También te ves mucho más orgulloso cuando él logra algo.

 

—Bueno, no se equivocaron. Es Suga. —Un ligerísimo rubor acaloró su rostro. Era la primera vez que le confesaba a alguien de quién se había enamorado. De algún modo, sintió menos peso encima, como si hubiese necesitado compartir esa información con alguien más por demasiado tiempo sin saberlo.

 

—Ah, eso es lindo —comentó Asahi con una pequeña sonrisa que no duró mucho—. Bueno, no. Quiero decir, está bien, me gustaría verlos juntos. Supongo que tendrás que enamorarlo.

 

—Sí, así se cura lo que tengo. Entonces, ¿estás bien con todo esto? ¿Puedo hablar de la enfermedad contigo o… de Suga? Más nadie sabe lo de él, así que…

 

—Claro. ¿Y quién más sabe de… cómo se llame?

 

—Hanahaki. Suga. —Asahi lo miró sin ninguna expresión—. Sí, lo sé, tuve la mala suerte de que la primera saliera mientras regresábamos a casa.

 

—De verdad no tienes suerte, Daichi.

 

La conversación duró unas cuantas oraciones más en las que explicó por qué necesitaba saber qué tipo de flor escupía. Omitió los datos graves, serían para más adelante; aún no quería que otra persona se enterara ni por accidente de los meses que le quedaban. También le advirtió que quería hablar seriamente con Nishinoya tan pronto como fuese posible, a lo que Asahi tragó saliva en compasión por el líbero, al parecer.

 

Cuando Daichi regresó a los comedores, no le sorprendió ver casi todos los platos vacíos. Su equipo lo recibió con preguntas sobre su estado, algunos preocupados por el tiempo que estuvo ausente. Lamentablemente, nadie le había guardado alguna porción de comida.

 

Varios salieron a reposar la comida por un rato antes de reanudar la práctica. En ese momento, Asahi se le acercó con su celular en la mano, pasándoselo. Eran los resultados de una búsqueda por internet sobre flores parecidas a las rosas; la pantalla mostraba una amplia flor blanca cuyo centro, por separado, engañaría a cualquiera.

 

—Ah, ¡creo que es esta! El centro es bastante igual y esos pétalos de afuera se parecen.

 

—Es una gardenia, entonces. Dejaré que veas el significado, luego me lo puedes decir, si quieres.

 

Daichi agradeció la privacidad. Ahora que otro de sus amigos —uno que no era la razón de todo— sabía de su enfermedad, no consideró que fuera tan malo. Era bastante cómodo, mucho más cómodo que fingir con Suga.

 

No hizo falta rebuscar significados. Al ser una flor siempre del mismo color, no existían las miles de interpretaciones de otras que casi hacían un arcoíris con su variedad. En la primera página y al primer intento, «amor secreto» fue el mensaje que estaba seguro de haber transmitido ese jueves.

 

—Irónico —soltó una risilla.


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