Blanco
Siegfried había llegado con la intención de enfrentarse a su hermano, pero la realidad fue muy diferente. Los sentimientos encontrados y la falta del cariño por parte de su hermano mayor le habían llevado a abrazarlo en un impulso por sentir que estaba frente a él, y que no era una ilusión. Sus compañeros de armas y la señorita Hilda habían sido su compañía, pero el vacío que sentía por la falta de Sigmund se mantenía allí. Fue el recuerdo y el cariño quienes lo habían impulsado a llegar hasta la cabaña de su hermano bajo la feroz tormenta que arreciaba en Asgard. Pero ahora...estaba en blanco, no sabía qué más hacer. Su mente embotada no lo dejaba razonar. Su boca se movía sola en busca de poder robarle un poco más de tiempo a Sigmund.
—Estoy empapado ¿No me dejarás entrar?
Sigmund se echó a un lado cuando Siegfried se soltó del abrazo y en pocas palabras le "exigía" entrar. No se podía negar, era su familia, su hermano pequeño.
—No te esperaba aquí Siegfried —dijo Sigmund mientras le daba la espalda a Dubhe, no era sencillo encararlo. La culpa y el miedo seguían corroyéndolo, pero el haber sentido la familiaridad de los brazos de su hermano menor le habían hecho desear con nostalgia los momentos de su infancia. Donde todo era más sencillo y las risas gobernaban sus vidas.
—Me huyes como si tuviera la peste. No tenía otra opción.
Sigmund cerró los ojos con culpabilidad ante aquel reproche. No podía haber mejor calificativo para lo que estaba haciendo. Aunque su hermano menor se equivocaba en una sola cosa, no era Siegfried el de la peste, sino él mismo.
Sigmund dejó a su hermano solo en la sala donde el fuego crepitaba en la chimenea de manera tenue, calefaccionando todo el entorno. Fue en busca de una muda de ropa y una toalla para que Siegfried pudiese cambiarse. Se las entregó sin levantar el rostro del todo. Sigmund siempre había sido un guerrero orgulloso, pero todavía no se atrevía a ver el reproche en los ojos de su hermano menor. Siegfried frunció el ceño mientras extendía el brazo para recibir la ropa. Sigmund se estaba comportando de forma extraña. Antes de que el mayor de los rubios alejara su mano, Siegfried lo cogió por el brazo para obligarlo a verlo a los ojos. Jadeó de sorpresa al ver la extensa cicatriz que adornaba el rostro de su hermano mayor. Siegfried hizo el ademán de acercar su mano, pero Sigmund rehuyó el contacto.
—Debes cambiarte Siegfried o te enfermarás como lo hacías de pequeño —Sigmund no hizo comentario del accionar anterior y acabó por alejarse algunos pasos de Siegfried. La vida actual de ambos y sus mentes no era más que un espacio blanco de hechos desconocidos para los dos. Y prefería mantenerlo así de momento.
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