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Speak politely to an enraged dragon por Valeria Penhallow

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Notas del capitulo:

Siento haber desaparecido durante dos semanas. Estuve de vacaciones con la familia y cuando volví y me puse a escribir no salía nada bueno, así que este capítulo llega corto y tarde, pero puesto que estaba destinado a ser un capítulo de transición, tampoco va a restrasar mucho la trama. Tomaos este cap. como la primera parte del mismo. A lo largo de la semana subiré la segunda de las dos partes y para el lunes espero haberme puesto al día escribiendo y poder actualizar a tiempo. De nuevo, perdonad. Y gracias por los comentarios, me han dado muchos ánimos (los iré respondiendo, no os preocupéis).

Kami sama no sosu era un refugio, un oasis de paz y tranquilidad para almas heridas o cansadas, y Kakashi, cuya alma sufría ambos síntomas desde hacía tiempo, sentía como si cada día que pasaba allí una extraña fuerza le ayudara a respirar mejor, a destensar levemente esos hombros siempre rectos, a no tener prisa porque la noche llegara para arrullarlo en un sueño sin descanso, una vida basada en la espera del final, a la aspiración de una muerte honorable. Porque el día que encontró a su padre yaciendo en el suelo, su corazón dejó de latir.  Cuando  Obito murió sepultado, una mitad del corazón de Kakashi se quedó allí con él… Y en el preciso instante en que su brazo, envuelto en relámpagos cian, atravesó el pecho de  Rin, del corazón de Kakashi ya no quedó nada, tan solo un órgano que bombeaba sangre.

 

Kakashi había vivido la muerte por vergüenza y deshonor, la muerte por protección y la muerte como sacrificio… Pero ninguna había sido la suya propia, y pese a que todavía tenía personas y valores por los que luchar, nada quedaba ya para seguir viviendo excepto la necesidad misma de seguir luchando… Una paradoja, quizás. Pero ¿acaso se le podía llamar vida a eso: a ser una arma de matar desde temprana edad? Kakashi tan solo esperaba al día en que su nombre quedara gravado en el monumento a la memoria de los caídos, a que si alguien lloraba su muerte, no fuera por mucho tiempo, a que con el tiempo el polvo se incrustara en los surcos sobre la piedra que transcribirían su nombre en preciosos kanjis perfectamente delineados. A que un día nadie recordara que allí estaba el nombre del último Hatake. Solo entonces Kakashi se daría el lujo de descansar en paz, cuando ya no quedara nadie que recordara sus vergüenzas, su debilidad, su inutilidad… Pero ¿acaso no debía él ser el guardián de la memoria de Obito y Rin? Y ni siquiera había sido capaz de proteger a un niño de la crueldad de unos aldeanos… No, él no tenía derecho a descansar en paz. Aquello era algo que debía ganarse, merecerse… Y él no había hecho nada para merecérsela.

 

Cerró los ojos. Cansado. Un cansancio acumulado durante años. Un peso de aquellos tan grandes que no estaban hechos de materia, sino de conciencia.

 

Cuando volvió a abrirlos, a su alrededor ya no quedaba nada de aquél paraje que había degenerado poco a poco de los alrededor del templo Tamashi al monumento a los caídos por Konoha. Tan solo un lugar oscuro y vacío. Extrañamente, le resultaba familiar.

 

“Ah”, se dijo Kakashi, claro. “Esto soy yo.”

 

“En realidad, solo es una parte…” dijo una voz tras él. El peliplateado se giró raudo empuñando sin pensar un kunai que nunca sabría de donde había sacado. Pero hubiese dado igual, todo, en realidad, hubiese dado igual. Al fin y al cabo, ¿qué tipo de kunai se necesitaría para matar tan majestuoso ser? Había escuchado las historias de Jiraiya sobre los Kantoku, se hizo una leve imagen de cómo podían ser. ¿Pero verlo?

 

Kakashi bajó el kunai, que desapareció de su firme agarre como si nunca hubiese estado allí. El dragón, cuyas escamas simulaban el turquesa del mar más cristalino extendiéndose por su alargado cuerpo, inclinó la cabeza. Los ojos de la criatura, oros cruzados de negro, lo miraron con curiosidad. El gran tamaño de la criatura contrastaba con su apacible voz, o al menos aquello que parecía ser su voz, pues la boca del animal ni se abría ni se cerraba y, por algún motivo, Kakashi estaba seguro de que ningún sonido estaba siendo reproducido… Era como si simplemente aquél ser se dedicara a susurrar en su oído y las palabras tomaran forma dentro de su mente.

 

Kakashi suspiró. Debía empezar a hacerse a la idea de que había cosas sobre este mundo que nunca terminaría de entender; los Kantoku y los Seishin formaban parte de la hasta entonces corta lista. Levantó la vista de nuevo. Oros cruzados de negro. Ojos dorados. Hisakawa.

 

-¿Qué haces aquí, Iruka?- preguntó con tono molesto. Una melodiosa risa resonó en su cabeza.

 

“No soy Iruka. Él está durmiendo, tal y como tú.”

 

-Pero entonces… ¿cómo…?

 

A la bestia pareció divertirle la confusión del ninja, pero finalmente decidió darle una explicación en lugar de exasperar más al pobre hombre.

 

“Digamos que Iruka es mi santuario a la vez que mi guardián, y yo soy el espíritu que mora en el interior del templo.”*

 

-Eres el espíritu de Iruka… Pero eso te convierte en él, ¿no?- Trató de sacar sentido Kakashi.

 

“Sí, soy su espíritu, más no soy él. Tanto él como yo somos seres distintos que cohabitamos en el mismo cuerpo en paz y armonía. ¿Quizás el problema radique en que algunos humanos confunden espíritu con alma?”

 

-… Así que lo que tú ves y oyes, no tiene por qué saberlo Iruka…- musitó Kakashi tras una larga pausa.

 

“No, si yo no quiero. ¿Acaso hay algo que no quieras que Iruka sepa?”

 

Kakashi desvió la mirada. El dragón respetó el silencio, dejándole buscar las palabras con segundos. Sin embargo, el peliplateado terminó por cambiar de tema. El dragón suspiró en su fuero interno, pero daba igual. Al fin y al cabo, aquella conversación terminaría de la misma forma diese cuantos giros quisiese aquel obstinado albino.

 

-¿Cómo has llegado hasta mí? ¿Cómo has entrado aquí?

 

“¿Has oído alguna vez la expresión caminante de sueños? No es una expresión, es una habilidad con la que se califica a ciertas personas… Los que poseen sangre del clan Hisakawa son caminantes de sueños. A nivel shinobi se parecen bastante a los sensores, o al menos son lo más cercano que encontrarás. Cuando son pequeños, los caminantes de sueños no pueden controlar su habilidad; de hecho, muchos se… perdieron…”

 

-¿Se perdieron?

 

“Se alejaron tanto del mundo real que no fueron capaces de encontrar el camino de vuelta a casa… Y poco a poco su cuerpo mengua y mueren”, explicó. Kakashi asintió. Él, como creador de espejismos, lo entendía mejor que nadie.

 

“Se supone que cuanto más mayores son, más difícil es que se pierdan o siquiera que sueñen, aprenden técnicas para retenerse a sí mismos. Sin embargo, en situaciones así, en las que el Kantoku está demasiado cansado, éste se recoge y deja espacio al Seishin que guarda en su interior a modo de protección. Solo así puedo viajar entre sueños. De otro modo quien te hubiese visitado hubiese sido Iruka.”

 

-No lo entiendo… ¿por qué debería estar nadie aquí?

 

El dragón lo miró fijamente en silencio durante un buen rato. Kakashi, pese a que la bestia no demostraba expresión alguna, estaba seguro de que lo estaba analizando.

 

“Porque los Kantoku son guardianes de vida y los Hisakawa eran caminantes de sueños… pero sobre todo porque Iruka tiene la mala costumbre de querer salvar a todo el mundo, y tú, Hatake, pese a todas las armas que portas y esa fría máscara de cerámica que cubre tu rostro de mancharse con la sangre que tan fácilmente derramas, en el fondo no eres más que un niño asustado y desesperanzado vagando por las calles sin rumbo, buscando una absolución que no sabes dónde encontrar o si merecer…”

 

Kakashi entrecerró los ojos, sus entrañas caldeándose con ira.

 

-Cuida tus palabras, serpiente.

 

El dragón lo miró atentamente de nuevo, como si no hubiese previsto aquél exabrupto. Kakashi no supo si fue porque hirió el orgullo de la gran criatura o porque simplemente se aburrió de hablar con él, pero la bestia se dio la vuelta, perdiéndose en la oscuridad, hasta que la única prueba que quedó de aquél encuentro fueron unas palabras murmuradas que hicieron eco en los recovecos de su mente.

 

“Tú y él sois iguales… Por eso, quizás deberías ser más cauto con lo que sueñas si no quieres que Iruka sepa que tus sueños y los suyos se parecen tanto… Y mi nombre es Shinwa*, no serpiente, viejoven.

Notas finales:

*Seishin (精神)significa literalmente “espíritu”.

*Shinwa (神話): significa “mitología”, “mito” o “leyenda”.

 

OWARI~


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