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Speak politely to an enraged dragon por Valeria Penhallow

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Notas del capitulo:

Perdón por semejante tardanza, pero entre la vuelta a la universidad y el Concurso de la Comunidad KakaIruKaka de facebook: Olimpiadas kakairu apenas tuve tiempo para nada. Aquí os dejo el cuarto capitulo de esta historia. Un saludo y espero que lo disfrutéis. estaré lo que queda de día respondiendo reviews (n.n)

Sentado en el porche de uno de los módulos del templo, Kakashi observaba desde lejos cómo Genma perseguía a Naruto, quien, en un descuido del mayor, le había robado su senbon. De verdad que Kakashi no sabía si estaba siendo testigo de la torpeza de Genma o la habilidad de Naruto.


 


-Realmente tiene energía- dijo Iruka. Kakashi, que no lo había escuchado llegar, logró disimular su sobresalto; aunque no lo suficientemente rápido, al parecer, porque Iruka rió.


 


-Maa, deberías llevar cascabeles, Iruka-san- bromeó Kakashi. El joven sacerdote, ya sentado junto a él, sonrió divertido, pero no dijo nada, su vista rápidamente volvió a dirigirse hacia Naruto y Genma, que inmersos en su juego se iban alejando cada vez más, perdiéndose entre los árboles casi sin darse cuenta. Kakashi miró a Iruka un segundo antes de decidirse a hablar.


 


-Gracias…- susurró el albino, sin ser capaz de mirar a Iruka a los ojos y clavándolos, en su lugar, en el jinchuriki. Iruka se limitó a asentir con solemnidad.


 


-¿Puedo preguntar cómo terminó Naruto en ese estado? Es natural que alguien tan joven no controle bien a una bestia como el Kyūbi, pero que termine poseído por su propio espíritu… eso son palabras mayores…


 


Kakashi estuvo tentado a no responder, pero se recordó a sí mismo que él era uno de los principales culpables de que un niño tan pequeño hubiera sufrido de semejante manera; se recordó a sí mismo que Iruka le había salvado la vida a Naruto, y, como tal, se merecía una explicación.


 


-Lo dejamos solo- simplificó.- Su padre, mi maestro, murió junto a su madre tratando de proteger tanto a Naruto como a la villa. Eran tiempos difíciles, y si alguien se hubiese enterado de que el Nueve colas estaba encerrado en el interior de un recién nacido…


 


-Decidistéis esconderlo del mundo…- finalizó Iruka, y aunque su tono era calmado, Kakashi vio sus puños cerrarse con fuerza.


 


-Lo escondimos, negamos su existencia… Para cuando quisimos darnos cuenta el rumor de que un niño endemoniado andaba por la villa ya se había extendido por toda la población.


 


-Lo convertisteis en un paria…- dijo el joven sacerdote, y esta vez, Kakashi sí que escuchó el timbre amargo, el reproche ácido.- ¿Sabe siquiera quienes son sus padres?- El silencio de Kakashi fue suficiente respuesta. Iruka rió levemente con ironía- Así que sus padres lo unen al Nueve colas, supongo que para proteger a la villa, y vosotros, en lugar de tratarlo como a un héroe más, como a uno de los vuestros, lo escondéis como si fuera vuestro pequeño y sucio secreto. En lugar de prestarle ayuda preferisteis dejarle cargar con un peso que no logra comprender porque nunca nadie se ha molestado en explicarle nada… Claro, es más fácil así… Porque sois ninjas, ¿no? Protegéis la villa con vuestra vida. Dime, ¿alguna vez alguien se ha planteado que Naruto también es parte de esa villa por la que moriríais?


 


Kakashi tensó la mandíbula, todo su cuerpo estaba agarrotado. ¿Qué quería Iruka que dijera: que se habían comportado como soldados desalmados, faltos de humanidad, que no habían sabido ver al niño solo y asustado que había frente a sus narices en lugar de buscar algún indicio de locura? ¿A caso quería que Kakashi reconociera lo muy estúpido e inútil que se había sentido al ver a Naruto, lo mucho que se parecía a su padre, y no saber cómo reaccionar? ¿O que la vez que vio a Naruto sonreír cuando el jefe de Ichiraku le ofreció un tazón de ramen no se le paró el corazón ante el parecido con Kushina?


 


-¿Eres consciente de que Naruto ha estado a punto de morir? Se sentía tan solo que apenas notaba el paso de las horas porque todas parecían iguales… ¡Llegó un punto en el que ni siquiera sabía si estaba allí de verdad o no!


 


Kakashi se giró hacia él, dispuesto a gritarle. No sabía qué, pero todo ese odio y rencor que tenía hacia sí mismo, Kakashi debía dispararlo hacia alguien; ya no cabía más en su interior. Pero al encontrarse de frente con el rostro compungido de Iruka, con aquellos ojos cristalizados llenos de dolor y resentimiento… ¿Qué demonios iba a hacer contra eso? ¿Qué se suponía que podía gritarle a esa persona que en ese preciso instante reflejaba tan bien toda la mierda que había en su interior?


 


Kakashi agachó la cabeza, avergonzado, inútil, sin orgullo, e Iruka vio por primera vez a alguien tan cansado y resquebrajado por tantas partes y de tantas formas distintas que toda la ira desapareció de un plumazo, dejando solo un regusto amargo.


 


-Lo siento…- susurró Iruka, comprendiendo que sus palabras habían roto un escudo muy grueso, quizás el único que portara aquél legendario soldado. Kakashi no sabía por qué, pero cuando el joven sacerdote pasó un brazo por sus hombros y acunó la cabeza del albino contra su hombro, se sintió reconfortado; como si alguien finalmente entendiera el peso de sus pecados. Cerró los ojos, buscando tranquilizarse, que el latido de su corazón se relajase y la culpa dejara de bombardearle con dardos venenosos. El sonido de la brisa rozando las copas de los árboles y el cosquilleo que producían las largas hebras caoba contra sus mejillas fueron como un dulce bálsamo.


 


 


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Transcurridos cinco días desde que Naruto volviese en sí, durante los cuales, además, los jonin habían terminado estableciendo un tipo de amistad con el chico, así como con Iruka y Kazuo, el sacerdote principal los reunió a todos alrededor de la mesa.


 


-Bien, Naruto, espero que ya te encuentres mucho mejor- dijo el viejo sacerdote. El niño asintió enérgicamente mientras recibía un cuenco lleno de arroz por parte de Iruka. El pequeño no pudo evitar sonrojarse al encontrarse con la amable sonrisa del castaño, pero estaba tan contento de por fin estar en un lugar y en una situación tan parecidos a los de una familia cenando que la sonrisa le ganó al sonrojo.


 


Iruka continuó repartiendo cuencos de arroz. Finalmente sirvió la sopa de miso y el pescado asado. Kakashi, por su parte, desde que vio a Iruka llevar a cabo el viaje astral, no podía evitar seguir con los ojos cualquier movimiento del joven sacerdote por suave que fuese. Pero desde aquella pequeña discusión, en la que Iruka le había cuarteado la piel tan solo con palabras, apenas podía despegar la mirada de él; las palabras de aquél dragón de ojos dorados resonando en su cabeza…


 


«Porque los Kantoku son guardianes de vida y los Hisakawa eran caminantes de sueños… pero sobre todo porque Iruka tiene la mala costumbre de querer salvar a todo el mundo, y tú, Hatake, pese a todas las armas que portas y esa fría máscara de cerámica que cubre tu rostro de mancharse con la sangre que tan fácilmente derramas, en el fondo no eres más que un niño asustado y desesperanzado vagando por las calles sin rumbo, buscando una absolución que no sabes dónde encontrar o si merecer… Tú y él sois iguales…»


 


Finalmente, Iruka se sentó entre el peliplateado y su maestro y se sirvió a sí mismo. Kakashi estuvo a punto de pegar un brinco cuando captó a Kazuo mirándole con ojos afilados, casi advirtiéndole que mucho cuidado tuviese en dónde miraba.


 


Cuando Kakashi se dio la vuelta para poder comer tranquilo sin miradas indiscretas a lo que había bajo su máscara, Kazuo suspiró en su fuero interno. Iruka era un verdadero imán para gente como Naruto, que poco había conocido del amor, y es que el castaño, pese a no recordar gran cosa de su familia ya, había heredado esa calidez y temperamento de su madre. Él sabía, por experiencia propia, que era difícil resistirse a Iruka. Pero estaba bien, ese tipo de gente a la que Iruka solía atraer no representaban peligro alguno… Pero teniendo en cuenta que Kakashi parecía una orgullosa luciérnaga, queriendo revolotear cerca de la luz pero sin hacerlo realmente… Ah, quizás esta vez Iruka sí que hubiese atraído a alguien peligroso. Pero ya se ocuparía de eso después, ahora necesitaba poner orden a la situación actual.


 


-Bien, en ese caso, Naruto, a partir de mañana Iruka y yo te entrenaremos.- dijo para retomar la conversación, haciendo que el equipo ninja levantara la cabeza, sin saber muy bien qué esperar.- Naruto posee un gran poder en su interior, y necesita de alguien que pueda enseñarle a manejarlo. Los Kantoku, por tanto, somos perfectos para dicho entrenamiento. Una vez Naruto esté en control total de su cuerpo y espíritu, podrá aprender técnicas ninja sin ningún problema. De hecho, estoy seguro de que una vez controlado el Kyūbi, si éste cede, podría darte su chakra. En ese caso, Naruto, tendrías una fuente abrumadora de chakra.


 


Naruto quedó boquiabierto. ¿Controlar al Nueve colas? ¿Entrenamiento? ¿Convertirse en ninja? El niño estaba tan feliz que no pudo evitar las lágrimas. Por fin sería un niño normal, y los demás niños no huirían de él o le pegarían, y ya no se sentiría tan solo porque podría acceder a la Academia ninja. Iruka y Kazuo, al ver la reacción del muchacho se sonrieron. Asuma y Genma, sentados junto a Naruto, empezaron a molestarlo sonrientes. Yamato, desde su lugar, no pudo evitar que una discreta sonrisa se le escapara.


 


Kakashi miró la escena, sintiéndose más ligero por dentro. Esto es lo que deberían haber hecho con Naruto desde el principio. Quizás no fuera demasiado tarde para corregir sus errores, como había pensado. Quizás todavía tenía una oportunidad. Esta vez, se dijo, no la desaprovecharía. En esos cinco días, Naruto había logrado convertirse en compañero de juegos estúpidos de Genma y en el mayor fan de las historias de Yamato. Asuma había demostrado ser un maldito papá oso, siempre con apariencia estoica y distante, pero Kakashi le había visto malcriar al niño a escondidas. Y en cuanto Kurenai se enterase de que había echado a perder todo el cartón de tabaco que Asuma llevaba consigo, seguramente Naruto se habría ganado el amor incondicional de la kunoichi. En cuanto al propio Kakashi, Naruto se mostraba un poco tímido y a veces reservado con él… Tampoco podía culparle, al fin y al cabo, Kakashi siempre tenía esa apariencia distante y condescendiente, como si fuera perdonándole la vida a todo ser que osara acercarse a él. Pero Kakashi no necesitaba ser su compañero de juegos… No cuando pretendía convertirse en el guardián del chico, en su protector.


 


 


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Esa noche, Kakashi soñó de nuevo con todo lo que llevaba torturándole una vida. Sintiendo las manos llenas de sangre caliente frente a la imagen de Kushina y Minato yaciendo sin vida… Notó una presencia conocida tras de sí.


 


-Te dije que me dejaras en paz, Shinwa…


 


-Así que por eso estaba tan misteriosa últimamente…- dijo una voz bastante distinta a la del dragón. Kakashi se giró sorprendido, encontrándose con Iruka. De pronto fue plenamente consciente de la escena presentada frente al joven sacerdote. Intentó borrarla de su mente. Kazuo había explicado que el mundo de los sueños a veces funcionaba como un jutsu o una ilusión y que, si deseado con la suficiente fuerza, podía forzarse el curso del sueño. Una mano se posó sobre su hombro con delicadeza.


 


-Está bien; no hay necesidad. Discúlpame… No debería haberme dejado llevar… No tenía derecho a entrar aquí…


 


Kakashi cerró los ojos, cansado. Estaba molesto con Iruka, pero las palabras de Shinwa todavía hacían eco en su cabeza.


 


-Shinwa me lo advirtió… que tuviese cuidado con lo que soñaba, porque tus sueños y los míos son parecidos…


 


La mano de Iruka se escurrió poco a poco, hasta que Kakashi, incluso a través de la ropa, echó de menos el leve calor.


 


-Todos tenemos nuestros demonios… Supongo que los tuyos y los míos se parecen más de lo que quisiéramos- suspiró Iruka con una sonrisa amarga en su rostro. Cuatro oscuros chocaron entre sí y las miradas de ambos hombres quedaron irremediablemente conectadas. Fue Iruka el que rompió primero la conexión, apabullado por la fuerte presencia de Kakashi.


 


-Yo debería haber muerto hace tiempo, en aquella zanja… la misma noche que mis padres, tíos y primos… Pero tú, no. Tú has sobrevivido y te has convertido en un gran shinobi, y en uno leal por lo que he podido ver… Cualquiera en tu lugar hubiera renegado de su villa y hubiese tratado de destruirla, del mismo modo que los que viven en ella destruyeron todo lo que tú querías… No deberías dejar que todo esto te consuma, Kakashi…


 


-¿No? ¿Debería dejar que ellos caigan en el olvido? ¿Debería olvidar por culpa de quién están bajo tierra?- espetó con acritud.


 


-¡No! ¡Por supuesto que no!- Se giró Iruka abruptamente hacia él.- Eso nunca. Ellos son parte de todo aquello que te ha convertido en lo que hoy eres… una parte importante que no deberías olvidar, pero no por ello debes torturarte con ello o algún día te destruirá…


 


-Y eso me lo dice justamente la persona que debería haber muerto años atrás…- respondió Kakashi con ironía. Iruka suspiró con pesadez.


 


-Por favor, no utilices mis propias palabras contra mí; lo odio…- dijo un tanto sonrojado el sacerdote. Kakashi no pudo evitar una pequeña sonrisa, porque por algún motivo no lograba estar enfadado con Iruka más de cinco segundos. Kakashi volvió la vista al frente y se percató por primera vez de que el entorno había cambiado. Iruka se dio cuenta también y, curioso, miró al peli plateado.


 


-Es el boque en el que solía entrenar con mi equipo…- susurró Kakashi. De pronto unas voces lejanas, casi ecos, gritaban peleándose, riéndose y bromeando… Y Kakashi sonrió casi sin darse cuenta, con tanta nostalgia que Iruka no pudo evitar acercarse a él con una leve sonrisa.


 


-Los buenos recuerdos suelen quedar sepultados bajo los malos… Solo hay que saber buscarlos…- le dijo. Kakashi le miró con algo muy parecido a la gratitud, pero las voces de Rin, Kushina, Obito y Minato-sensei le reconfortaban tanto que no pudo evitar cerrar los ojos y dejarse llevar por aquél sonido tan parecido al de los cascabeles, tratando de imaginar con su mente la imagen de aquél recuerdo lejano. El peliplateado llevó su mano hasta su rostro, cubriendo el Sharingan, y sin poder remediarlo, gruesas lágrimas se agolparon en las cuencas de sus ojos. No fue un llanto estruendoso. Kakashi nunca se daría el lujo de llorar como un niño, tan solo se permitiría derramar lágrimas.


 


Iruka acunó con una de sus manos la mejilla contraria, sonriendo con cierta tristeza, porque, paradójicamente, solo los buenos tiempos causaban tantas lágrimas al ser recordados desde el presente.


 

Notas finales:

OWARI~


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