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Speak politely to an enraged dragon por Valeria Penhallow

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Notas del capitulo:

¡Hola! Hacía mucho que no publicaba y la verdad es que lo siento mucho. Este capítulo incluso me costó de escribir dado el tiempo que hacía que no volvía. Pese a todo y a modo de disculpa el capítulo es más largo de lo habitual y espero ser capaz de actualizar una vez cada semana o semana y media como mucho. Sin embargo, estoy en el último periodo universitario, así que no sé hasta qué punto me dé el tiempo libre. Aún así, si veis que tardo, en ningún momento creáis que este fic ha quedado abandonado; es mi bebé y quiero verlo crecer. En fin, aquí os dejo el cap. Espero que os guste!

Los días fueron pasando, dando lugar a semanas. Y antes de que pudiesen darse cuenta, el escuadrón ninja y Naruto llevaban en el templo casi un mes. Gracias a ese tiempo, los dos Kantoku pudieron formar a Naruto en técnicas diversas, sobre todo dirigidas a una gran capacidad de concentración, la cual cada vez debía alcanzar con mayor rapidez, así como al conocimiento interior para aprender a canalizar el avasallador chakra del Nueve colas en su favor. Pese a todo, este último era el que mayor miedo suscitaba en lo adultos, especialmente en Kakashi. Era un hecho que el Kyūbi residía en el interior de Naruto, y era otro hecho que aquél demonio pudiera hacerse con el control total del crío y terminara por arrebatárselo por completo. Pero después de lograr estabilizar a Naruto y dejarle unos días para revitalizarse, Kazuo e Iruka empezaron un riguroso entrenamiento con el rubio y, poco a poco, fue desapareciendo aquella aura asesina que había estado rondando a Naruto incluso cuando el Nueve colas parecía estar dormido. Cuando mejoraron en aquello, ambos Kantoku dejaron saber al escuadrón ninja que sería bueno que entrenaran a Naruto en las básicas ninja; que el niño fuera aprendiendo a controlar ciertos jutsus básicos con la simple meta de que aprendiera a dosificar la enorme cantidad de chakra que poseía sin que apenas se diera cuenta. Finalmente, y a medida que Naruto iba mejorando, Kakashi fue relajándose, sobre todo en presencia de Iruka, quien logró hacerse rápidamente un hueco entre los chicos, también.


 


Kakashi era consciente de que Iruka le había atraído desde el principio, al fin y al cabo, no iba a ser tan estúpido como para negarse a sí mismo el hecho de que se le fueran los ojos detrás del joven sacerdote o se dedicara a buscarlo con la mirada inconscientemente. Lo que lo tenía más descolocado era que Iruka fuese quien realmente le buscara bajo cualquier pretexto. Y es que había entablado una especie de amistad con Iruka tras lo ocurrido en aquél extraño bosque que resultó de sus sueños. Una especie de complicidad que aunque había comenzado como completa vergüenza, dado que Kakashi no sabría cómo mirar a Iruka a la mañana siguiente, pero que Iruka logró transformar a través de pequeñas charlas en las que se dedicaba a comentar anécdotas o curiosidades sobre la isla y Kakashi a escuchar. Kakashi juraría que la primera vez que decidió iniciar él una conversación de la nada, a Iruka estuvieron a punto de salírsele los ojos de las órbitas.


 


Desde su encuentro con Iruka en aquél bosque de ensueño, era como si, cada vez que algún horrendo recuerdo azotara sus sueños, una cálida presencia terminara calmándolo, casi arrullándolo en un sueño aún más profundo del que, al despertar, tan solo recordaba seguridad y tranquilidad. ¿Podría ser que se tratase de Kamisama no sosu? Quizás el lugar no solo fuera sagrado para las bestias como el Kyūbi, sino que ejerciera el mismo poder sobre almas atormentadas como la suya…


 


Sin embargo, Kakashi era observador. No tardó mucho en darse cuenta de que aunque el lugar le tranquilizaba de sobremanera, el hecho de que últimamente no tuviese dolorosos recuerdos en forma de sueños tenía que ser obra de alguien en concreto. La única presencia en el templo con los mismos poderes que Iruka, más veces lo tensaba que lo tranquilizaba. Al fin y al cabo, no se imaginaba a Kazuo buscándolo en sueños para acunarlo en sus brazos y dejarle dormir profundamente. Tan solo quedaba Iruka, entonces. Por otro lado, ya lo había dicho Shinwa: Iruka y él eran parecidos, y por tanto, el joven sacerdote podía verse atraído por los sueños de Kakashi si estos eran lo suficientemente vívidos.


 


Y pensar que era Iruka quien le reconfortaba cada vez que su pasado le daba caza, alguien que demostraba tanto su fuerza de carácter como su dulzura, que empleaba dureza y severidad para reprender a aquellos que le preocupaban aunque finalmente siempre terminara alguna muestra de afecto o una taza de té, alguien cuyo poder era tal pero prefería esconderlo con humildad pese a dominarlo y ser orgulloso portador… Que alguien así dedicara sus noches a velar sus sueños, le hacía sentir extraño. Le daba la sensación de estar siendo tratado de forma especial, como cuando su padre lo acunaba contra su pecho aquellas noches tan tristes en las que ambos sentían demasiado la soledad que había dejado tras de sí la muerte de su madre. Como si alguien más entendiera su dolor y quisiera que Kakashi dejase de sentirlo.


 


Por eso quizás no fue capaz de mantenerse más tiempo al margen, y aunque se había prometido a sí mismo no encariñarse con Iruka más de lo que aquella atracción inicial ya había provocado y el propio carácter de Iruka había desarrollado, el peliplateado no pudo simplemente dejar de enfrentar la situación. Aquello era una misión, no era inteligente encariñarse con alguien a quien se vería obligado a dejar atrás en unas semanas, pero con aquella primera conversación que él mismo inició, casi sobresaltando a Iruka, terminó cediendo a lo que tanto había estado resistiéndose y terminó dejándose llevar. Aunque quizás “ceder” no fuese el término correcto para designar algo que en realidad hizo como si fuese lo más natural del mundo, como si simplemente estuviera destinado a ser.


 


Kazuo por su parte se dedicaba a gruñir por lo bajo cada vez que los veía juntos. Kakashi, estúpido enamorado de los perros, a punto estuvo de cometer la estupidez de preguntar si acaso había algún perro abandonado por la zona. Asuma no pudo evitar recordar haber visto a Kakashi pararse a mirar el precio de las latas de comida para perros la última vez que fueron al supermercado por orden y mando de Kazuo.


 


---


 


Naruto estaba con Kazuo dentro del pequeño dojo con el que contaba e templo. Kakashi había visto la sala de entrenamiento; había varios parches bastante grandes de madera distinta a la del resto del templo. Kakashi sospechaba que se trataba de reparaciones de desperfectos y se preguntó cómo diablos serían los entrenamientos entre Iruka y Kazuo. Para ser honestos, sentía tanta curiosidad como pánico. Al fin y al cabo, ver luchar a dos dragones dentro de un espacio cerrado quizás no fuese lo más inteligente del mundo.


 


Sus pensamientos fueron cortados en cuanto vio la figura deIruka emerger de la pagoda cargado con libros y rollos. Tenzo y los demás se habían ido a hacer varios recados por petición (orden) de Kazuo, que había tenido la amabilidad (sí, claro) de dejarles saber que si se quedaban, contribuirían. Así que allá que fueron, mandados por el sacerdote, a comprar patatas y cebollas. Kakashi hubiera ido con ellos, pero se libró con la excusa de tener que enviar un informe sobre el curso de la misión a Sandaime-sama y, así, poder vaguear. En todo caso, con el escuadrón fuera de juego y sin sus molestos comentarios cada vez que se percataban que Kakashi se había quedado mirando a Iruka o viceversa, y con Kazuo ocupado con Naruto, sin poder matarlo con la mirada, Kakashi se vio en total libertad para acercarse al joven sacerdote.


 


De la nada, Iruka vio aparecer una mano que le descargó la mitad del material que llevaba. Sonrió al ver que se trataba de Kakashi, el joven shinobi conseguía ese efecto en él. Todo el escuadrón era amable y divertido, pero Kakashi parecía tener una órbita entera para él solo.


 


Shinwa había estado murmurando por lo bajo desde que el escuadrón ninja había llegado a Kamisama no sosu. Por lo habitual, el dragón no se guardaba ninguna opinión y con la más afilada de las lenguas y la más refinada ironía le dejaba saber a su Kantoku todo lo que pensaba de aquellos a su alrededor. Por eso, encontrarse con una serpiente que se dedicaba a mirarlo con cara de póker y sin decir nada lo estaba poniendo de los nervios. Todo cambió cuando, sin querer, una noche se vio atraído hacia un sueño lleno de oscuridad y lamentos. Un sueño de Kakashi. Y por fin entendió le reticencia de Shinwa. Nota mental: ese dragón no sabe disimular, pensó nada más despertarse aquella mañana.


 


En todo caso, desde entonces se vio atraído hacia los sueños de Kakashi hasta en seis ocasiones. Después de darse cuenta de que el peliplateado era un saco de culpas andante y que las pesadillas eran constantes, aunque él solo se viera afectado y atraído por las peores. Los malos sueños nunca cesaban, y Kakashi nunca descansaba en paz. E Iruka comprendía tan bien esa sensación de asfixia… Y antes de que pudiera darse cuenta ya había decidido hacer acto de presencia en los sueños del otro cada noche, sin importar qué. Y poco a poco, la convivencia y lo que fue descubriendo de él en sueños fue haciendo que el joven sacerdote se interesara más y más por el excapitán de ANBU.


 


-Te vas a meter en problemas- le dijo una noche Shinwa, mientras observaba el escenario a su alrededor. En el centro de la habitación en la que se desarrollaba el sueño de Kakashi, un hombre de cabellera larga y plateada yacía muerto en el suelo tras haberse suicidado. Kakashi, en forma de niño, lo miraba allí de pie, llorando en silencio y congelado por no saber cómo reaccionar ante semejante visión.


 


-Me da igual- susurró Iruka a Shinwa. El dragón cerró los ojos en gesto paciente. Iruka avanzó los pasos necesarios para llegar junto a Kakashi, arrodillarse para quedar a su altura y abrazarlo con suavidad. Solo cuando el niño se abrazara a Iruka con fuerza y empezara a sacudirse en sollozos violentos pero silenciosos, el dragón decidiría marcharse; no sin antes volver la vista hacia atrás y ver cómo Iruka influenciaba el sueño hasta transportarse a un bosque en el cual, sentado en el suelo, dejaría a un Kakashi de nuevo adulto dormir empleando su regazo como almohada. Shinwa observaría a Iruka acariciar con suavidad los mechones plateados y no podría evitar pensar que su protegido ya estaba en problemas.


 


-¿Para qué son?- preguntó Kakashi, sacándolo de sus pensamientos.


 


-El maestro busca nuevas formas de explicarle a Naruto algunas de esas técnicas que no logra comprender.


 


-Sí… Naruto no es ningún genio, eso es verdad…- musitó Kakashi, ganándose un golpe en el brazo.- ¿Qué? Es verdad- dijo divertido. Iruka frunció el ceño.


 


-Ya sé que es verdad, pero Naruto se esfuerza, y eso es lo que cuenta. De nada sirve el talento si se carece de la actitud.


 


Kakashi sonrió para sí. Y es que ahí estaba de nuevo ese espíritu que tanto le atraía.


 


-Lo sé, lo sé. La verdad es que me alegra ver esta parte de él. Habitualmente solo deja ver esa parte revoltosa que tantos problemas causa alrededor de la villa y que provoca que muchos tan solo le tengan más manía…


 


-Es solo un niño, solo quiere que alguien le haga caso, aunque sea para reñirlo…- dijo con un tono que llamó la atención de Kakashi, que puso una mano sobre el hombro de Iruka, logrando que el otro clavara su mirada en la de él. Sin embargo, aquella mano no estaba tanto en el hombro como más cercana al cuello, y algo en Kakashi susurró por lo bajini que quizás aquél no fuese un gesto de camaradería y comprensión únicamente.


 


-Eh, ya lo sé… Tan solo desearía que la villa pudiera ver esta parte de él; comprenderlo como nosotros lo hacemos; que lo demás vieran el bien que hay en él del mismo modo que tú…


 


Las facciones de Iruka se suavizaron, dando lugar a una expresión un tanto triste a pesar de la pequeña sonrisa que demostraba. Kakashi deseó ser más hábil con las palabras.


 


-Siempre estarás tú- dijo de pronto Iruka, tomando por sorpresa a Kakashi, que vio cierta esperanza nacer de nuevo en esos ojos.


 


Sí, yo siempre estaré… pensó Kakashi, no muy seguro ya de si pensaba en Naruto o en Iruka.


 


---


 


Aquella noche se darían cuenta de que no quedaba agua para bañarse todo el mundo hasta apunto y hora; al menos no de uno en uno, por lo que tendrían que bañarse en grupos. Genma saltó a la más mínima posibilidad de poder ver a Iruka desnudo y aunque Kazuo ya estaba preparado para gruñir o lanzar improperios, la mirada que le lanzó Iruka al tokubetsu jonin, prometiendo dolor y una fría muerte, fue suficiente. Orgulloso como un padre que ve a su hija golpearle los testículos a un aprovechado, a Kazuo solo le quedaba preocuparse por Kakashi.


 


El peliplateado no había pensado en nada en cuanto escuchó quea Tenzo se le había olvidado rellenar el depósito del baño, pero en cuanto Genma preguntó quién tendría el placer de compartir bañera con Iruka, se había quedado mirando la pared. No quería pensar en nada. De verdad, a Kakashi no le era necesario imaginarse las mejillas arreboladas por el vapor del agua y el larguísimo cabello pegado a cada curva de húmeda piel morena… ¡No! ¿Para qué? Tenía bastante con saber que sentía algo profundo por el joven sacerdote, algo que nunca llegaría a nada porque tarde o temprano debería volver a Konoha y no lo volvería a ver, por lo que se conformaba con hablar con Iruka, estar cerca suyo y tratar de hacerlo enfadar con insinuaciones o demás para hacerlo enrojecer. Con eso tenía suficiente; no necesitaba llevarse a casa una imagen que jamás podría volver a ver y mucho menos tocar.


 


De repente, sintió algo aguijoneándole la espalda y, al levantar la mirada, se encontró con la mirada de un asesino serial cuyo asesinato debería estar marcado en cualquier misión como S. Kazuo entrecerró los ojos en una clara promesa y Kakashi no pudo evitar recordar aquello de que padres e hijos se parecen, y pudiera ser que Kazuo e Iruka no fuesen familia de verdad, pero diablos si se parecían.


 


Al final, Iruka terminó bañándose con Naruto y Genma con Asuma y Yamato. Debido a haber estado perdiendo el tiempo intentando asesinar con la mirada a Kakashi, Kazuo perdió la oportunidad de elegir pareja y se vio en la necesidad de compartir bañera y agua con Hatake Kakashi, que tuvo repentinas ganas de morir joven y no tan virgen como dice el dicho.


 


-No pongas caras, Hatake; esto me hace tanta gracia como a ti.


 


-¿Cómo diablos me vas a ver la cara si la llevo tapada, viejo infernal?- se preguntó Kakashi resoplando. El viejo sacerdote vio la talla que cubría la cara del peliplateado revolotear ligeramente por el suspiro y afiló la mirada. Kakashi, ya harto de la situación, le devolvió la mirada. Por primera vez desde que habían llegado al santuario, Kakashi retaba a Kazuo, y éste no lo iba a permitir.


 


-Tú, mocoso… ¿¡cómo te atreves…!?


 


Mientras tanto, en una dimensión distinta, Shinwa, con su cuerpo completamente enroscado, suspiró con aburrimiento.


 


-Le dije a Iruka que estaba buscando problemas…


 


-Déjalos ser, mujer, la juventud ofrece buenos huesos que romper- dijo divertido otro dragón.


 


-Sobre todo cuando es tu maestro quien logra romperlos, me imagino. No, Shiban na Gaku?


 


El de escamas plateadas rió. Era simplemente demasiado divertido, aunque Shinwa se negara a verlo.


 


---


 


Tras escuchar lo que bien podría haber sido el inicio de la Segunda Guerra Mundial Ninja, y varios botes de champú ser lanzados a discreción como arma arrojadiza, Asuma, Genma y Naruto, totalmente enloquecidos de la risa en el suelo del salón, vieron a Kazuo salir del baño casi rugiendo improperios mientras se dirigía a su habitación para cambiarse. No sin antes detenerse ante Iruka, que había estado de camino al baño para dejarles ropa limpia y gritar su despedida.


 


-¡Que me entere yo de que te acercas a ese!- y se fue. Iruka se quedó mirando cómo se marchaba Kazuo con paso airado, pensando en qué hervor había dejado de funcionarle. De mal humor por la incoherencia y el comportamiento de su maestro, vio a los otros tirados en el suelo desternillándose de risa y casi sin poder respirar.


 


-¿Y vosotros de qué os reís?- les dijo molesto, pero estaba tan rojo de la vergüenza que solo causó más risas. Puso los ojos en blanco. Menuda casa de locos, pensó Iruka, que retomó el paso hacia el baño. Abrió la puerta sin pensar, imaginando que Kakashi habría aprovechado la pronta retirada del viejo tarado que tenía por maestro para relajarse en la bañera él solo, por lo que no se preocupó en llamar a la puerta antes de pasar a la habitación que acontecía al baño.


 


Quizás por eso se sorprendió al encontrarse frente a un Kakashi totalmente desnudo y mojado que acababa de coger una toalla del mueble para secarse. Al ver al intruso, la única reacción del peliplateado fue taparse su mayor secreto: la cara. Iruka, que hasta entonces no había reaccionado, se puso rojo hasta las orejas.


 


-¿¡En serio!? ¿¡Entra alguien cuando estás desnudo y lo único que se te ocurre es taparte la cara!?


 


Kakashi apenas pudo contener la sonrisa socarrona al ver al otro completamente desencajado. Completamente encantado por la reprimenda que le soltaba sobre su desnudez y falta de decoro quien ya había echado una buena ojeada, Kakashi decidió jugar con Iruka. Si antes había estado de perfil, Kakashi se encargó de ponerse completamente de frente, dejándose ver por completo y sin tapujos frente a los ojos del otro que, por mera inercia no pudo evitar mirar y, al darse cuenta de sus acciones, apartó la vista exageradamente, zarandeando la cabeza como si quisiera borrar esa imagen de su cabeza.


 


Kakashi rió y, a pesar de la vergüenza, Iruka no pudo evitar pensar en lo agradable que sonaba aquella voz de barítono al liberarse en carcajadas.


 


-Eres de lo que no hay; al final va a tener razón el maestro.


 


-¿Sí? ¿En qué?- preguntó divertido Kakashi.


 


-En que no debería acercarme a ti…- le dijo, todavía sin atreverse a mirarlo y sujetando la ropa con demasiada fuerza.


 


-Oh, pero soy yo quien debería tener cuidado de ti. Al fin y al cabo, entras en baños en los que sabes que hay gente desnuda y sin avisar.


 


-¡Eso no es…¡- intentó protestar Iruka, pero fue interrumpido.


 


-¡Y! Además has mirado aquí.


 


-¿Aquí?


 


-Sí, aquí.


 


-Aquí ¿Dónde?


 


-Pues aquí- finalizó Kakashi, mirando hacia la zona sur de su cuerpo. Iruka, por inercia, siguió el gesto del otro. El silencio inundó la habitación. De pronto Iruka descubrió una nueva tonalidad de rojo para el mundo del arte. A continuación, un grito se escuchó por todo el templo, tan potente y desquiciado que todos sus habitantes pegaron un salto del sitio. Asuma, Genma y Tenzo nunca sabrían por qué Iruka salió corriendo como alma que lleva el diablo de aquél baño y cruzó del mismo modo todo el jardín hasta llegar a su habitación y cerrar de un portazo. Tampoco sabrían qué diablos le hacía tanta gracia a Kakashi, que se reiría por lo bajo durante una buena temporada al recordarlo aunque no fuera ni el momento ni el lugar.


 


Iruka tardaría un par de días en ser capaz de mirar a Kakashi a los ojos sin sentir la necesidad de morir de vergüenza o de matar al otro. Mientras tanto, una voz resonaría en su cabeza, recordándole por qué debía empezar a hacerle caso.


 


-Te lo dije.


 


-¡Cállate!- gritaría Iruka finalmente en medio del mercado tras haber escuchado a Shinwa renegar un buen rato sobre su actitud y lo fácil que se lo había puesto a Hatake. Cuando la gente a su alrededor se le quedó mirando, Iruka sonrió como si nada y volvió su atención a los mangos, sopesándolos muy, muy concienzudamente.


 


---


 


Fue al cabo de unas semanas cuando Iruka, casi de la nada, sugirió un nuevo viaje astral al interior de Naruto. Kazuo puso el grito en el cielo, como de costumbre, pero Iruka le restó importancia, y finalmente hizo y deshizo cuanto quiso -como siempre, según había gruñido el viejo maestro Kantoku.


 


Y ahí estaban de nuevo, en aquella sala en penumbra, rodeados de símbolos Kantoku y con los primeros rayos del sol sacralizando la escena. Serían estos los que, al cruzarse con el profundo color de las hebras castañas de Iruka, provocarían aquellos reflejos dorados que tan fácilmente venían distrayendo al del Sharingan desde un tiempo a esta parte.


 


Miró a Naruto, escandalizado por sus propios pensamientos, que en un momento así, cuando el alma de su protegido más en peligro podía encontrarse, tan solo encontraban interesante al joven sacerdote. No, se dijo a sí mismo. Sabía que con todo el entrenamiento recibido y la santidad del templo, refugio para seres como el Kyūbi, el demonio estaba saciado y en mayor medida controlado. Además, con Iruka allí presente, estaba más que seguro de que a Naruto no le ocurriría nada. Y precisamente por eso temía por Iruka, porque sabía que aquél joven se interpondría entre Naruto y todo lo que tuviera que venir; lo había visto en sus ojos. Era la misma mirada que compartían los ojos de Asuma, Tenzo, Genma y los suyos propios cada vez que veían a Naruto sonreír. No era ningún secreto que el escuadrón prácticamente había adoptado al crío; tampoco era ningún secreto que Iruka se comportaba con el pequeño rubio como una mamá gallina.


 


Levantó la vista de aquellas hebras bañadas por el oro solar y observó a Kazuo removerse inquieto en su lugar, impaciente de terminar. No podía culparle; él también lo deseaba. Devolvió la mirada a Iruka. Llevaban casi media hora allí, esperando, pero nada ocurría. Lo único que les separaba de empezar a caminar alrededor de la habitación como bestias enjauladas era que, a diferencia de la anterior vez, Iruka no demostraba signos de fatiga, como si todo estuviese yendo bien.


 


Las horas fueron pasando, el sol aumentando su altura hasta que los añiles y violetas fueron abriéndose en azules cada vez más claros. Kakashi lo sabía porque había visto los rayos de sol ir cambiando las gentiles facciones de Iruka a través de las sombras. No podía evitarlo. Simplemente había algo en el joven sacerdote que le atraía, y no era lo suficientemente estúpido como para pensar que podía engañarse a sí mismo.


 


-¿Ha dicho Iruka que es lo que busca con este viaje astral?-preguntó casi con cuidado Tenzo, como si hubiera estado pensando mucho si debiera preguntarlo o no. Kakashi, sin la respuesta en sus manos, la buscó en el viejo maestro Kantoku, quien suspiró pesadamente.


 


-Así que realmente las bestias de colas han pasado a la historia como meros demonios…


 


-¿Acaso no lo son?


 


-Bueno… No es como si pudiera asegurara nada por completo. No estaba allí para verlo, al fin y al cabo… Pero hay una historia que ha cruzado todos los clanes Kantoku desde el inicio de los tiempos, una que no varía en lo más mínimo, la cuenta quien la cuente, da igual el clan, el lugar de procedencia o la edad. Dicen que las bestias como el Kyūbi fueron creaciones del Sabio de los Seis Caminos…


 


-¿Así que uno de los dioses más antiguos de la cultura ninja creó a esos demonios?- preguntó socarrón Genma.


 


-Sí, pero no. Él creó aquellas criaturas, pero nunca como demonios. Ese término fue el que los humanos terminaron empleando debido al miedo que tenían de ellas. Eran criaturas gigantescas y poderosas; era lógico el miedo aunque nunca hubieran hecho nada. Pero fue cuando el mundo ninja empezó a cavilar sobre las posibles ventajas militares que podría suponer tener semejante criatura de su lado cuando realmente se extendió el terror. Las bestias, que prácticamente habían sido abandonadas por su padre en un mundo extraño habitado por seres al que ningún mal jamás hicieron, ahora se veían como meras presas de caza. Con el tiempo las acciones humanas cosecharon el odio de las bestias, que terminaron por revelarse contra todo pronóstico que pudiese haber pretendido el Sabio de los Seis Caminos… Nunca fueron demonios; nosotros los convertimos en lo que hoy son, pese a que no es esa su verdadera esencia.


 


-¿Y cuál es?- preguntó Asuma, con casi medio cuerpo fuera de la habitación para no molestar con el humo del cigarro que degustaba con parsimonia.


 


-Protección… No preguntéis de qué… Hace tanto tiempo que ni siquiera los más ancianos de mi época recordaban el motivo; tan solo que las bestias fueron creadas para salvar al mundo de un mal peor. Suena el nombre de Kaguya en algunos textos antiguos y leyendas aterradoras de algunos de los más antiguos clanes Kantoku… pero nadie sabe quién o qué es… Quizás algún día lo sepamos; quién sabe…


 


-Y entonces… los Kantoku… -Kazuo miró con curiosidad a Tenzo, que parecía buscar las palabras adecuadas con cuidado-… ¿Podría decirse que sois como los guardianes de las bestias?


 


-Es una de las teorías… Como comprenderéis, después de tanta destrucción del patrimonio de los clanes Kantoku y de semejantes masacres, solo ha llegado hasta hoy lo poco que la tradición oral haya querido dejarnos… Algunos ancianos y sabias sostienen que los Kantoku fuimos creados del mismo chakra que las bestias de colas por parte del Sabio de los Seis Caminos, que mezcló semejante poder con el de los distintos elementos de la naturaleza, para que, portando en nuestro interior parte de ellas y parte de este mundo, fuésemos los perfectos protectores de unos y de otros, así como el canal de comunicación y aceptación idóneo entre ambas partes… Personalmente, lo único que sé es que tengo un lagarto por espíritu y que gracias a él y a mi entrenamiento soy capaz de controlar y tranquilizar seres como el Kyūbi o realizar actos que solo estarían al alcance de sacerdotes...


 


El silencio reinó en la habitación durante largo rato. Kazuo lo comprendía. Aquellos hombres habían crecido pensando en las bestias de colas como meros demonios que, dado que no podían ser erradicados, tan solo podían ser encadenados a personas de gran poder espiritual. Debía ser duro entender por fin que aquello que siempre habías considerado uno de tus más temibles enemigos, en realidad fue tu propia gente la que lo convirtió en dicho enemigo.


 


-Iruka… ¿podría estar intentando conectar con el Kyūbi?-preguntó Kakashi con un tono de voz que dejaba en claro su inseguridad respecto a si la idea le gustaba poco o nada. Kazuo asintió.


 


-Al parecer, durante su último viaje al interior de Naruto, percibió una presencia… Contra todo pronóstico, se trataba de una sin ningún sentimiento de odio y que rápidamente se fue… pero Iruka cree que era el Kyūbi.


 


-Pero no le atacó.- recordó Kakashi. El anciano asintió. Kakashi se quedó pensativo. Quizás el lugar de Naruto estaba allí, en el templo, con Iruka y Kazuo, allí donde y con quienes el Kyūbi podía sentirse seguro en poco más de ocho horas, como bien había demostrado la recuperación de Naruto durante aquella primera noche. Quizás lo más correcto fuese dejar al pequeño sol con ellos, aunque eso le hiciese sentir miserable, ahora que había decidido hacerse cargo del hijo de su maestro.


 


Fue en ese momento cuando, de pronto, se escuchó un suspiro fuerte, como cuando alguien que lleva mucho tiempo bajo el agua asciende a la superficie y toma la primera bocanada de aire. Todos en la sala concentraron su atención en Naruto e Iruka, que por fin despertaban. Ambos parpadeaban repetidamente y aunque Iruka iba recuperando un ritmo respiratorio más normal, a Naruto le costaría unos minutos más, dada la falta de costumbre. Kazuo se acercó al niño, explicándole cómo recuperar la respiración; lo último que quería era ver al niño sufrir un colapso nervioso o hiperventilación por asustarse. Kakashi, a sabiendas de que los otros estaban pendientes de Naruto, se acercó a Iruka, percibiendo perfectamente la sonrisa socarrona de Genma, pero ignorándola por completo.


 


Justo en ese momento, Iruka intentó levantarse, sin prestar atención a ese extraño cosquilleo en el fondo del cráneo, tan característico al final de un viaje astral y que tenía al Kantoku atontado durante unos minutos. Las rodillas le fallaron a mitad camino y cayó, más nunca tocó el suelo. Kakashi estaba allí antes de que pudiera hacerlo.


 


El peliplateado lo acercó a su pecho mientras se arrodillaba con lentitud, de tal modo que Iruka quedara completamente apoyado en él; sus pies a centímetros del suelo. Tan solo quería sostener a Iruka mientras se recuperaba un poco, se dijo Kakashi. No tenía nada que ver con el calor que emanaba de su cuerpo, ni con el aroma a sándalo, tinta e incienso que desprendía su cuello. Sin darse cuenta, terminó por acercar su rostro para poder impregnar mejor en su memoria aquel delicioso olor, pero Iruka se inclinó sobre él con cansancio, y Kakashi de pronto se vio a escasos centímetros de un par de ojos dorados semiabiertos que poco a poco iban oscureciéndose. El borde de los iris se fue fragmentando en pequeñas franjas de distintos tonos de castaños, partiendo desde el negro del borde y entremezclándose con las pequeñas motas avellana que iban surgiendo de los reflejos de la luz hasta que el último resto de dorado quedó completamente diluido en un castaño profundo con ciertos reflejos dorados que solo se apreciaban muy de cerca, casi como si Shinwa advirtiera de su presencia en silencio y desde la oscuridad.


 


Kakashi sintió que se le cortaba la respiración. Ver semejante espectáculo tan de cerca, el preciso instante en el que el espíritu de un dragón abre las puertas del mundo mortal al alma de su maestro para que éste vuelva a recuperar el control de su cuerpo… Kakashi se sintió privilegiado, más aún cuando vio las mejillas de Iruka enrojecer. Y es que el peliplateado no sabría hasta bastante después que ese momento de transcurso entre mundos, cuando el Kantoku todavía posee restos de su Seishin en sus ojos, es el más delicado de todo Kantoku; el preciso instante donde más débil y vulnerable se encuentra, motivo por el cual los Kantoku solo dejaban que sus más allegados les sostuvieran, sabiendo que aquellos que les acogían en sus brazos harían cualquier cosa por protegerlos en su estado de mayor debilidad. Por supuesto, Kakashi tampoco sabría hasta más tarde porqué, de ahí en adelante, Kazuo empezaría a mirarlo con aún mayor recelo, para desmayo de Iruka y risa de sus compañeros.


 


-Ejem…- carraspeó extrañamente acusador Kazuo. Kakashi, que prácticamente había estado bebiendo de los ojos y el sonrojo de Iruka quien, a pesar de la vergüenza, tampoco podía apartar sus ojos del ninja copia, tanto uno como el otro pegaron un respingo al darse cuenta de que estaban siendo observados por un avergonzado Yamato, un Asuma y un Genma sonriendo con cara de cabrones en potencia, un Kazuo no demasiado contento y Naruto… bueno, Naruto tenía bastante con que no le entrara ninguna mosca en la boca de semejante bostezo.


 


-Ah… L-lo siento, debo pesar…- dijo en apenas un susurro Iruka, ya plenamente consciente de la situación.


 


-No, tranquilo… Caíste, así que… emm…


 


Y ahí estaba. Genma empezó a reír bajo al ver a esos dos comportarse como dos adolescentes inseguros, aunque no podía negar que era en cierto modo tierno ver a Kakashi comportarse así con alguien. Hacía años que lo conocía y nunca había visto al peliplateado tan… ¿inmerso? en alguien.


 


Iruka puso los pies sobre el suelo y con ayuda de Kakashi, logró levantarse, pero había pasado mucho tiempo en el mundo espiritual y su cuerpo aún estaba débil. Le temblaron las piernas y Kakashi lo sostuvo del brazo, su otra mano ya dispuesta a enredarse en su cintura en caso de recaída. Pero Kazuo ya había tenido bastante viendo por primera vez cómo a su protegido le ponía la mano encima y le hacía ojitos un pervertido que andaba leyendo porno del malo delante de niños y en medio de un templo; no necesitaba una segunda vez. Por eso cogió a Iruka y lo cargó sobre su hombro como un saco de patatas, se dio la vuelta, tomó a Naruto del cuello de la camiseta y lo maniobró hasta ponérselo bajo el brazo, cargándolo cual barra de pan u domingo, y salió por la puerta con la mayor dignidad que un padre podía mantener en aquella situación.


 


Quizás fuese por la cara de estupefacción de Kakashi, que mezclaba un poco de temor por la mirada asesina que le lanzó Kazuo mientras le arrebataba a Iruka de los brazos, o por el desencaje en las facciones de Iruka, que lanzó un gritito al verse en el aire, o por la alegre exclamación que lanzó Naruto o quizás por la situación en general, pero de pronto los hombros de Asuma empezaron a temblar y su cara se deformó en semejante gesticulación que pareciera que estuviese a punto de tragarse el cigarrillo cual aspirador.


 


El colmo fueron los gritos que desde afuera llegaron.


 


-¿¡Qué diablos te crees que haces!?


 


-¡Apartarte de un camino de oscura perversión!


 


-¿¡Pero qué dices, viejo chalado!? ¿¡A caso te has golpeado la cabeza!?


 


-¡Que me parta un rayo si permito que al hombre que he criado desde niño lo toquetee un sucio pervertido que nada más piensa en verlo con la camisa mojada y el trasero en pompa!


 


Lo que vino a continuación fue ininteligible para cualquiera en la habitación o del mundo. Al fin y al cabo, Iruka se vio tan avergonzado que empezó a gritar sin ton ni son, haciendo pataleta para poder bajar, así le tuviera que morder la cabeza a su maestro. Por su parte, la sala estaba en completo desconcierto y silencio. Kakashi no podía negar nada de lo que dijo Kazuo, aunque por el momento se limitaba a ver de lejos a Iruka, soñar despierto y aprovechar cualquier oportunidad para excusar su cercanía con el castaño, por no hablar de lo enriquecedor que resultaba cada vez que lograba revolucionar a Iruka con alguna de sus famosas salidas de tono.


 


-Senpai… dime por favor… por favor dime que no quieres ver a Iruka-sama con, y repito textualmente, “el culo en pompa…”- dijo un inocente y totalmente puro Yamato, completamente rojo hasta las orejas y que no atrevía a mirar a nadie. Y ya. Fue todo. Habían cubierto el cupo del día, y Genma empezó a reír cual desquiciado recién escapado de un sanatorio mental. No mejoró cuando Asuma terminó tragándose el cigarrillo por falta de aire a causa de las sonoras carcajadas. Por su parte, Kakashi creció bajo el imperativo de nunca mentir a quien realmente le preocupas, por lo que decidió evitar tener que responder, y ya de paso evitar una imagen demasiado escandalosa como para que no estuviera ya narrada en alguno de los libros de Jiraiya. Ah, quizás sería bueno revisar su colección…


 

Notas finales:

Owari~


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