Capítulo 1.
Sigo vivo.
¡Sigo vivo! ¡Sí!
Cielos… Despertar y ver que estoy vivo -y completo- es un gran alivio para alguien como yo, alguien que ni siquiera puede estar tranquilo en sus sueños. Esos monstruos me buscan incluso cuando duermo, así que a veces aparecen en mis pesadillas para atormentarme más, como si detenerlos fuera imposible.
Hoy veré a mi psiquiatra por primera vez. Estoy nervioso. Y siendo sincero, estaría igual de nervioso incluso si fuera la milésima vez que lo veo. Se supone que debo contarle qué sucede conmigo, ¡todo lo que veo, pienso y siento! ¿Cómo voy a hacer eso?
Nunca me ha sido fácil hablar con los demás, mucho menos crear lazos de amistad. Bueno, ¿cómo podría ser de otra manera? La mayoría de las personas cree que estoy loco, así que me la he pasado solo durante una buena parte de mi vida.
No, no es tan malo como se escucha. Supongo que terminé acostumbrándome a no tener amigos porque no tuve ninguna otra opción.
Tampoco es que esté pensando en dejar que pase el tiempo y poco a poco ser el amigo de mi psiquiatra. No quiero algo así, no es necesario. Simplemente reconoceré que me gustaría por lo menos poder llevarme bien con él para contarle todo sin tanta dificultad. No estaría mal.
Alistarme para salir de casa no me toma más de diez minutos. ¿En verdad hay personas que se tardan tanto para hacer algo de lo más simple? Toda la ropa que está colgada en el armario está limpia, así que no importa cuál saque. Peinarse tampoco es nada de otro mundo, sólo consiste en pasar el cepillo un par de veces por mi cabello y ya.
Al bajar las escaleras, me encuentro con mi madre. No me dice nada, sólo me dedica una sonrisa débil, como si quisiera decirme que todo está bien. No sé a quién está tratando de engañar con eso. Su mirada habla mucho más fuerte que su sonrisa, yo veo su preocupación… y me siento mal, pues sé que soy el responsable.
Tengo que esforzarme al máximo. Mis padres están dando mucho de sí para que yo pueda estar mejor.
Estoy cansado. Por mi mente pasa la increíble idea de dormir un rato durante el camino hacia el consultorio, en especial tras aceptar que no hay una gran diferencia entre ver monstruos por la ventana del carro y ver monstruos en mis sueños. El único problema que arruina mi plan por completo es nadie más y nadie menos que mi padre. Sucede que él jamás ha sido un conductor tranquilo, razón por la cual el camino es demasiado agitado cada vez que él toma el volante.
Al llegar al consultorio, no puedo evitar dejar salir un suspiro. Veo las típicas paredes de color blanco con pinturas que, según algún estudio extraño, inspiran tranquilidad al prestarles atención o algo así. La secretaria sonríe amablemente al darnos la bienvenida y mis padres se acercan a hablar con ella para decirle que tengo una cita programada para hoy, pero yo me quedo en mi lugar.
Estoy quieto. Veo algo aterrador detrás de la secretaria, algo que está agarrándose con fuerza al respaldo de la silla. Me mira… y yo no puedo hacer nada.
¿Qué voy a hacer si de repente decide atacarme?
—Por aquí, Xun —la secretaria se levanta y empieza a guiarme por un largo pasillo.
Yo me limito a asentir y seguir sus pasos, dejando atrás a mis preocupados padres en la misma habitación que ese horroroso monstruo de seis ojos.
La secretaria voltea a verme y me sonríe con ternura antes de abrir una puerta que da paso a un gran consultorio. Mi mirada se dirige rápidamente hacia donde el psiquiatra está sentado y me alegra ver que no hay ningún monstruo detrás de su silla.
—Hola, soy el doctor Cheng —el psiquiatra se presenta y supongo que yo debo hacer lo mismo.
—Mucho gusto, doctor Cheng. Yo soy Xun Dài.
—Pasa. Toma asiento, por favor.
Sigo sus indicaciones y la secretaria se retira tras hacer una leve reverencia, cerrando la puerta para darnos más privacidad.
Continuará.