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Debajo de las Sábanas por Glace Rose

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Tras una serie de quejas seguida de insultos, había desistido y aceptado viajar sobre la espalda de Kardia, en un silencio que sólo se veía interrumpido por el sonido de los pájaros. Finalmente fue bajado a las afueras de la edificación que se erguía digna entre la espesura de la vegetación.

 

La puerta, que por más resguardada que estuviera por la serie de candados y barreras mágicas, no replicó ante las manos de Skorpious que con rapidez deshicieron toda protección, Kardia hizo un ademán para que su joven visitante hiciera los honores de ingresar primero.

 

—Después de tí.

 

Lo primero que pudo ver Dégel fue una hilera de gnomos domésticos que hacían disonancia con la hermosa planta central de la casona. Éstos parecían preparados para recibir a su señor, mudos y estáticos en su sitio como pintorescas gárgolas, no estaba seguro si por respeto o miedo.

 

—Mi hermano ¿Aún sigue aquí?

 

—¡Si señor! — el gnomo que parecía ser el cabecilla respondió de inmediato, había un dejo de temor en sus saltones ojos, cosa que Kardia pareció percibir de inmediato.

 

—Hay alguien más ¿verdad? — sonrió de lado — ya sé que Milo tiene una “visita” — iba a referirse de otra manera pero no olvidaba que Dégel estaba a su lado.

 

—Es aparte del joven Camus — el nerviosismo parecía ir en aumento.

 

—Entiendo, de seguro mi tío vino a meter sus narices aquí.

 

—En efecto, el señor Écarlate llegó ayer.

 

—Extraño sería si no hubiera venido.

 

En ese momento del pasillo central del vestíbulo hizo acto de presencia un hombre que Dégel no pudo reconocer. Era tan alto como Kardia pero su pálida piel hacía contraste con su rojizo cabello, no obstante, lo que más llamaba la atención eran sus ojos de un singular verde, enmarcados por unas cicatrices que surcaban verticalmente desde el centro de sus párpados hasta la altura de sus mejillas.

 

—Y hablando del viejo — la expresión de Kardia cambió a una de total desdén.

 

—Bienvenido Kardia — los profundos ojos de Écarlate se posaron en el peliverde, en menos de un segundo y habían penetrado todo su ser — Dégel Verseau.

 

—Usted ¿Cómo sabe mi nombre? — Dégel no pudo esconder su sorpresa, jamás en su vida había visto a ese hombre.

 

—Entonces ¿Estoy en lo correcto? — la comisura de sus labios se curvaron triunfales — te pareces mucho a tu madre, solo lo supuse.

 

—Ya deja de jugar al clarividente misterioso, llevaré a Dégel con su pariente ¿Estarán en el lugar de siempre?

 

—¿Dónde más? — Écarlate solo mantuvo la irónica expresión ante el berrinche de su sobrino — y por favor apúrate que lo que menos me sobra es tiempo.

 

Kardia chasqueó los dientes antes de rodear en un medio abrazo al peliverde, de esa incómoda manera se perdieron por uno de los tantos corredores de la casona. Dégel habría jurado que era más pequeña pero se hallaban deambulando por los largos y ornamentados pasillos, en tanto podía ver el reflejo de ambos en uno que otro espejo.

 

—Ese hombre ¿Quién era? - se atrevió a preguntar al haber tomado la prudente distancia.

 

—Écarlate Skorpious, mi tío — la respuesta de Kardia fue anormalmente lacónica.

 

—Conocía a mi madre — no escondió su asombro.

 

Kardia detuvo el andar de ambos, en uno de los tantos pasillos acorraló al menor, una de sus manos se apoyó en la pared mientras que la otra enredó una de las largas hebras esmeraldas entre sus largos dedos.

 

—Parece ser que tu madre es bien conocido entre mi familia — sonrió de lado, ante el desconcierto del menor.

 

—¿Tú no sabes nada al respecto?

 

—No — fue rotundo — en realidad no me interesa que historias hayan tenido los viejos, a mi me interesas tú.

 

—No sé cómo sentirme al respecto…

 

Antes de que pudiera terminar sintió como Kardia apartaba la cortina de cabello que tenía entrelazada entre sus dedos, dejando al descubierto su cuello, sin vergüenza mucho menos miramientos, posó sus labios sobre la delicada zona entre su hombro y cuello. Dégel, en acto reflejo, cerró los ojos sintiendo la ardorosa succión, ahogó un quejumbroso jadeo, buscando apartar el cuerpo ajeno el cual lo apresó con más fuerza.

 

—Quiero que recuerdes esto — la gruesa voz sentenció sobre la irritada piel — serás mío aunque sea lo último que haga.

 

Pudo sentir entonces, la cálida lengua delineando la zona lastimada cómo un vil consuelo ante su avara crueldad, sellando su promesa con un cínico beso.

 

—¿Qué te hace pensar qué olvidaría una salvajada cómo está? — no sentía temor mucho menos ganas de mostrarse frágil.

 

—No lo sé — la expresión depredadora no se iba de sus rasgos —me han dicho que no confíe en nadie de Verseau.

 

El menor se sintió tan ofendido que no tuvo el reparo de apartarlo de un empujón, Kardia, sin quitar aquella expresión de su rostro se acercó a su lado.

 

—Solo debes esperarme unos momentos y no hacer nada estúpido.

 

—De primera cuenta, no soy alguien estúpido — sintió cómo la amplia mano de Kardia se paseaba por su trasero, amasando con fuerza sus glúteos — ¡Kardia!

 

—Ya no aguantas nada — le dio una sonora nalgada antes de tomar su mano y seguir atravesando los pasillos.

 

Estuvieron deambulando pocos minutos hasta llegar a una de las tantas puertas, Kardia se detuvo mas no la abrió de inmediato.

 

—Me encantaría jugar más contigo pero tengo cosas que hacer — posó sus manos en los hombros del más bajo.

 

—¿Cómo un plan de dominio mundial con tus parientes? — escucho la risa de Kardia — ¿Qué es tan gracioso?

 

—Tu fructífera imaginación — pellizco la mejilla del menor — además sé que mi querido helecho va a esperarme — dijo confiadamente.

 

—Muy optimista.

 

Masculló para sus adentros antes de ser estrechado entre los brazos de Kardia y sentir sus labios envolver los propios con fervor; a diferencia de las veces anteriores, Dégel llevó sus manos a la zona de su nuca, abriendo sus labios para recibir la traviesa lengua que se enlazó de manera celosa en una íntima danza. No supo por qué lo hizo, pero tenía la impresión de que no lo vería por un largo tiempo y necesitaba de ese fuego para seguir, sin querer admitir que efectivamente lo esperaría y optando por aquella silenciosa promesa. Se separaron por necesidad de oxígeno, mirándose unos escasos segundos antes de que el mismo Kardia se apartara para abrir la puerta. Era una habitación enorme, tenía dos camas de dosel y todos los lujos propios de la realeza, Dégel se extrañó al verla repleta de ventanales y balcones los cuales daban paso a la luz de ¿Qué hora era exactamente?

 

Entonces sintió los pasos alejarse haciendo que se volteara inmediatamente, allí, en el umbral de la puerta estaba Kardia, brindándole una última sonrisa antes de darse la vuelta y dejarlo en aquella extraña estancia, inmediatamente fue a revisar el pomo de la puerta notando que no estaba cerrada, podía salir y pedirle que no se fuera, que permaneciera a su lado… ¿En qué estaba pensando? Descartó de inmediato la idea.

 

Por primera vez desde que había escapado junto a su madre en el baile dorado, pudo sentirse realmente solo.

 

**

 

Cabalgaba en silencio, solo escuchando los cascos irrumpir la húmeda tierra y su agitada respiración, no recordaba cuántas horas se hallaba haciendo lo mismo, no se había detenido a descansar mucho menos a trazar un elaborado plan, no obstante, tarde o temprano debía hacerlo, detenerse y dejar que su noble animal recobrará fuerzas. Desmontó en la rivera del río y dejó que el albino equino saciara su hambre y sed.

 

—Lo siento — acarició el lomo del animal que emitió un suave relincho — sólo unas horas más y te dejaré en paz.

 

En esos momentos, Mystoria Verseau maldecía el hecho de no dominar la magia a los niveles de su hermano mayor, el mismo que había desaparecido hacía dos noches sin dejar rastro alguno. El peliverde se había visto en la tarea de revisar cada rincón de la casona y los terrenos aledaños pero nada, Krest había sido absorbido por la tierra. Tomó asiento sacando de las alforjas una cantimplora y un hatillo repleto de judías de variados colores, debía conformarse con alimentarse de ese modo en tanto acercaba sus pasos al palacio Livre.

 

Recordó entonces, cuando era un niño y salía a la aventura junto a su hermano mayor, Krest siempre le había contagiado aquella rebeldía que se vio reprimida por la severa mano de su madre, luego por su esposo. Era cierto que se había transformado en alguien débil, incapaz de luchar por lo que deseaba pero ¿Qué deseaba realmente? Por el momento sólo podía pensar en el paradero de su hermano, agradeciendo el hecho de no tener que permanecer al alero de Caín en épocas de guerra, sabía que para el rey era mucho más cómodo tenerlo escondido a las afueras del reino que tener que lidiar con algún daño que pudieran hacerle.

 

Si Caín supiera lo que estaba haciendo realmente.

 

Continuó su trayecto, con un destino fijo y la seguridad de que en ese sitio encontraría respuestas, se vio cabalgando el resto del día, hasta que el atardecer comenzo a tejer sus hilos cobrizos por todo el firmamento, Camus siempre se había visto fascinado por el ocaso y su inciertos colores, su hijo, su pequeño.

 

No quería verse abrumado por pensamientos negativos, apurando la marcha y viendo por fin los territorios del palacio Livre. Si bien era pésimo a la hora de usar portales, el motivo por el cual se vio obligado a usar un método tan arcaico cómo viajar grandes tramos a caballo fue el sigilo, aquello de lo que se enorgullecía y que pocos podían igualarle; desde que era pequeño que no mostró tanta avidez por la magia como Krest pero en su lugar se había hallado horas practicando esgrima y sigilo, tenía un físico demasiado menudo y una enjutez que llevaban todos los donceles de su familia, lo que le servía a la hora de pasar desapercibido, moverse en silencio y exterminar a sus enemigos antes de que se dieran cuenta que había sido su fin.

 

El palacio Livre era enorme igualando casi su tamaño al de Gemeaux, lo rodeó lo más posible hasta que no pudo seguir montando a caballo ya que corría el riesgo de ser rastreado, desmontó y dejó a recaudo al equino que se mantuvo distraído con el follaje de los alrededores, en el peor de los casos tenía un método para escapar si las circunstancias lo ameritaban. Se deslizó entre la arboleda hasta visualizar una de las puertas laterales, seguramente lo llevaría a las caballerizas y establos facilitándole la tarea de ingresar. Se escabulló entre los arbustos notando que el sitio estaba resguardado por un chico que apenas y se podía su armadura, no deseaba derramar sangre innecesaria por lo que procuró a que este se distrajera para colarse entre los pasillos principales.

 

Bastó tres cuartos de hora para que pudiera irrumpir en el casco principal del palacio, intuyendo que no tendría demasiado tiempo se dejó guiar por su fidedigna memoria, pasillos que parecían idénticos el uno del otro pero que el peliverde recordaba, había visitado ese palacio en los tiempos en que su hermano era uno de los señores de la misma.

 

Le urgía hallar a Itia, el señor del palacio era el motivo por el cual estaba allí, aquel avaricioso hombre el cual le había hecho la vida imposible a su hermano toda esa cantidad de años, sólo él podía saber algo, lo que fuera. Justamente en una de las bifurcaciones pudo ver a dos siluetas, alcanzando a esconserse detrás del grueso cortinaje pudo reconocer a uno de ellos, se trataba de Itia, que hablaba con un chico que no debía tener más años que su propio hijo, su largo cabello negro asemejaba bastante al del mismo Itia.

 

—Sabes que si te esfuerzas podrás llegar rápidamente al poder — Itia palmeó la espalda del chico, el cual parecía sentirse lo suficientemente orgulloso con tan simple acción — sabes que eres mi único heredero, Shiryu.

 

Mystoria se quedó de piedra ¿Había escuchado bien? Se suponía que el heredero de Itia era Dégel Verseau, su sobrino. Por más doncel que fuera y que perteneciera al linaje de los Verseau eso no quitaba el hecho de que su sobrino fuera el primogénito de Itia. Se mantuvo en silencio, notando como, por una breve fracción de segundo, aquel jovencito que al parecer se llamaba Shiryu miraba fijamente en dirección suya, pudo sentir el miedo de ser descubierto y que todo su plan se fuera a la borda.

 

—¿Pasa algo Shiryu? — Itia rompió el pesado mutismo y mirada fija del chico, que negó con suavidad ante la pregunta del mayor.

 

—Nada, sólo se trataba de un pájaro — habló con naturalidad, señalando al ventanal donde efectivamente, se encontraba un colibrí batiendo de modo gracioso sus alas — regresaré a mis deberes — hizo una leve reverencia — me retiro.

 

En ese instante, Mystoria pudo sentir como el aire retornaba a sus pulmones, creyendo por un instante que había sido descubierto por aquel extraño chico. Ahora estaba sólo Itia, el cual miró hacía ambos lados del pasillo, cerciorándose de que estaba sólo, cuando al fin se dió la vuelta y dejó expuesta su espalda, de modo rápido, Mystoria salió de la penumbra y apunto en su espalda, a la altura de su corazón. El cuerpo del mayor se tenso antes de que pudiera decir algo.

 

—¿Quién lo diría? ¿Alguien con la osadía de venir a por mi cabeza en mi propio palacio?

 

—No te hagas el gracioso Itia, en tiempos de guerra deberías ser más atento.

 

Sostenía el puñal con firmeza, notando como el de Livre hizo el intento de tomar la empuñadura se su arma y, de un certero movimiento, enviar lejos del alcance del pelinegro.

 

—Mystoria Verseau, el pasivo y manipulable Mystoria ¿A qué se debe tu visita a mi humilde morada?

 

—Déjate de estupideces Itia, ya lo debes saber — no estaba de humor para desviarse del tema, a sabiendas de que ese sujeto era peligroso y que en cualquier momento se podía pasar de listo — dime dónde tienes a mi hermano.

 

—¿Krest desapareció? — por primera vez, Mystoria pudo sentir real honestidad en su voz.

 

—No finjas desconcierto, no te resulta Itia, quiero que me digas dónde está mi hermano o… — en menos de un segundo había cambiado su posición, envolviéndo la cintura del más alto y llevando el filo de su daga al cuello del mayor — mi voz va a ser lo último que puedas oír.

 

—¿Sabes? Podríamos charlar de un modo más civilizado — sintió la presión del arma, tensandose aún más, con anómalo miedo — ya sabes, entre familiares.

 

Hubo un momento en dónde sólo se escuchaban sus respiraciónes, una calmada y la otra más estentórea de lo habitual, al cabo de unos segundos Mystoria respondió.

 

—Está bien, vamos a un sitio más privado.

 

Accedió no porque Itia se lo dijera, sino que por el simple hecho de que estuvieran a mitad del pasillo y que podrían ser vistos en cualquier momento. Sin bajar su arma, fue guiado por los pasillos, llegando finalmente al estudio del mayor en donde ambos se encerraron.

 

Sabía la fama de Itia Livre y de como utilizaba el don de la palabra, sin embargo, estaba acostumbrado a las personas de ese tipo, habituado a soportar la coacción mental y quebraderos psicológicos impuestos por su esposo, dando lugar a un joven con una fuerza mental difícil de doblegar.

 

—Entonces, Krest está desaparecido.

 

Fue lo que pudo decir un Itia que diferencia de veces anteriores, estaba genuinamente preocupado. Fue a la licorera sirviendo dos vasos cortos de un licor de ambarino color, le extendió uno a Mystoria el cual lo rechazó de inmediato.

 

—¿Pretendes que crea tu teatro?

 

—Estas siendo demasiado frío, y yo qué pensaba que esa maña era exclusivamente de Krest — a diferencia del peliverde, el se bebió gran parte de su contenido.

—No tengo por qué ser de otro modo — no se había movido de su sitio, a una distancia prudente que le permitiera dar a la fuga de ser necesario.

 

—Cómo te dije en el pasillo, no sé dónde está Krest, creí que ambos se habían dado en la búsqueda de tu hijo… ¿Camus? — apenas y recordaba el nombre del príncipe.

 

—Yo sé perfectamente la obsesión que tienes con mi hermano.

 

—Es mi esposo — le interrumpió Livre.

 

—Uno que no vive contigo hace doce años — una suave curvatura se apoderó de los bellos rasgos de Verseau — pero veo que no pierdes el tiempo ¿Qué puede importarte un esposo que te dió un hijo doncel si ya tienes heredero?

 

Entonces Mystoria pudo saber que daba en el punto preciso, la relajada expresión de Itia se deformó a una de total desconcierto, imposibilitado de poder disimular su asombro no supo que responder de inmediato.

 

—Tuve la oportunidad de escuchar tu charla familiar con Shiryu — Mystoria prosiguió — cómo tu mismo dijiste, tu heredero.

 

—Yo puedo explicarlo — parecía que su mente nuevamente comenzaba a conectar ideas, unas que buscaban con desesperación darle una buena excusa a su cuñado.

 

—No tienes por qué hacerlo — hizo un desdeñoso ademán con su mano — para mi queda totalmente claro que Dégel no tiene importancia para ti, de todos modos él no necesita nada de tu patrimonio — se permitió repetir el eterno discurso que decía su hermano.

 

—Yo de verdad amo a tu hermano — fue lo único que pudo decir.

 

Ahora Krest río, de modo seco y con un regusto de ironía.

 

—¿Porque lo amabas le eras infiel con la mitad de tus jacintos? ¿por eso lo golpeabas? ¿Porque lo amabas? — le espetó.

 

—No es muy distinto a lo que hace Caín contigo.

 

—Ahora entiendo por qué mi hermano te dejó — apuntó su arma a un desmoronado Itia — eres un completo cobarde que no merece…

 

—Skorpious — le interrumpió — si quieres saber dónde se encuentra realmente Krest, debes aprender dónde buscar.

 

Mystoria parecía desarmado con aquella simple mención, al punto que sintió su arma temblar alterado por su irregular pulso. Ahora volvía la segura sonrisa en al fas de Livre, como si se alimentara de la inseguridad de sus enemigos.

 

—No es posible — pudo murmurar apenas.

 

—¿Por qué no? — Itia negó con los hombros — en tiempos de guerra todas las fronteras se ven abiertas, además ambos sabemos la fama de Skorpious.

 

Itia se dirigió a la chimenea de su estudio, con su índice hundió un bloque determinado haciendo un sonido, mecanismos internos que al moverse hicieron que el fondo repleto de hollín se hiciera a un lado, develando un pasadizo estrecho pero que alcanzaba para que ingresara una persona.

 

—Es un atajo, te llevará a un portal que da con los límites entré Cette y Nord, una zona neutral pero considerando cómo están las cosas ahora.

 

—¿Por qué me estás ayudando? ¿Qué me da la certeza de qué puedo confiar en tí?

 

—Porque no tienes más opción que confiar en mi, es eso o hacerlo nuevamente en Skorpious — esta vez respondió de inmediato.

 

No sabía cuánta razón tenía.

 

**

 

Lo primero que pensó Dégel fue en encontrar a su primo en esa lujosa alcoba, pero sólo fue recibido por una soporífera calma, una que al cabo de unos minutos lo tenía tenso e inquieto. En un comienzo había tenido la idea de investigar toda la habitación pero había encontrado solamente cajones repletos de túnicas y sábanas. Encima de una de las camas se hallaba una túnica en tonalidades blanco y lavanda, parecía puesta de manera deliberada para él, tras revisarlo pudo percatarse que era de su talla; la habitación contigua tenía un enorme salón de baño, no tan grande pero suficientemente cómodo para dos personas. Se sentía sucio tras un viaje lleno de imprevistos, incluido ver ante sus propios ojos la muerte de tres hombres a manos de un sádico.

 

El tocador del baño tenía un serie de artículos de limpieza que parecían no haber sido utilizados nunca, por un momento recordó la casona de verano de su madre ¿Cómo estaría su madre? Ahora, luego de haber pasado todos esos días junto a Kardia, tenía la certeza de que Krest lo había preparado para ello, para lidiar con un Skorpious y salir indemne de dicha hazaña. Se dió un baño de tina, retirando el peso del viaje de su cuerpo, después de muchos días permitió relajarse y olvidarse de los problemas que afectaban al mundo. Al salir pudo sentirse más ligero, se vistió con aquella fina túnica que parecía haber sido hecha a su medida y se sentó en la cama a peinar su húmedo cabello.

 

No supo cuánto tiempo estuvo en aquella habitación que parecía ser un espacio aislado del mundo, se hallaba recostado en una de las camas, esperando lo que fuera que tuviera que pasar, lentamente cerró sus párpados, preparándose para descansar cuando logró escuchar unos pasos detrás de la gruesa puerta, la que no tardó en abrirse de golpe mostrando a un Kardia que parecía exaltado.

 

—Kardia — se recobró sorprendido, pensaba que tardaría más, aunque la espera le había parecido eterna — pensé que tardarías más.

 

Kardia iba vestido de otra forma, luciendo un atuendo que si bien era informal, de seguro era mucho más fino que los harapos que llevaba en Kifisias. De unos pocos pasos y éste había logrado acortar la distancia, apoyo uno de sus brazos en la cama, inclinándose sobre su cuerpo, lo observó unos segundos antes de sonreír.

 

—¿Entonces si me extrañaste?

 

—Yo no quise decir eso.

 

Por fin lograba decir algunas palabras más claras, pero antes de que pudiera seguir, Kardia le mostró en la palma de su mano un pequeño frijol de color dorado.

 

—Ten, debes tomarte ésto y también — hurgó en su bolsillo, sacando un pequeño frasco que contenía un líquido carmín similar a la sangre — también debes beber ésto.

 

—Espera — Dégel frunció el entrecejo — ¿Qué te hace pensar que haré tal cosa sin mas?

 

Skorpious chasqueó los dientes notoriamente molesto, parecía demasiado apresurado.

 

—¿Quieres ser mío o no?

 

La pregunta tan directa dejó de piedra al peliverde, incapaz de poder decir algo coherente se vio respirando con pesadez ¿Qué podía decirle? Su cuerpo lo pedía a cada segundo pero su orgullosa mente lograba suprimir tal deseo, cada vez con mayor dificultad.

 

—Umhh bueno yo…

 

—Ni modo.

 

Kardia parecía fastidiado, se vio en la obligación de abrir la pequeña botella y beber el contenido, con su diestra tomó las mejillas del menor presionandolas con tal firmeza que le hizo jadear y abrir sus labios, con fuerza ingresó el frigol dorado, antes de que Dégel pudiera reaccionar y rehusarse sintió los labios de Kardia sobre los suyos, por más suaves que fueran se movieron con rudeza pasando de ese modo el contenido de la poción. Era tan melifluo que sintió náuseas y ganas de devolver todo pero Kardia se lo impidió, entrelazando su lengua con anhelante pasión. 

 

Las manos de Dégel se afirmaron en los hombros ajenos, en un comienzo para apartarlo pero al cabo de unos segundos ya no pensaba de la misma manera, enlazando su lengua con la contraria y de manera húmeda, devolviendo el apasionado beso; disfrutando directamente de sus labios aquel dulce sabor que parecía no irse. Kardia lo tumbó nuevamente en la cama, palpando su cuerpo debajo de la fina prenda, nunca había mostrado reparos en demostrar su deseo ni ganas de querer poseerlo, cosa que en un comienzo molestaba a Dégel pero ahora todo era distinto.

 

—Espera… — pudo emitir un débil suspiro tras sentirse liberado de los labios de Kardia — tú no puedes…

 

—¿No puedo tocarte? — una risa sarcástica le siguió a aquella aseveración — ¿Lo dices por aquella magia que te protege?

 

—Si, terminarías calcinado de intentarlo — su agitada respiración apenas le permitía hablar.

 

—Ya te lo dije — apresó el rostro ajeno en una de sus manos, presionando la punta de sus dedos en la tersa piel de las mejillas del menor — te dije que nada lo impediría.

 

Dégel no pudo hablar, no fueron las palabras de Kardia lo que lo detuvieron, aquella depredadora mirada lo dejo mudo, incapaz de poder hacer algo, con un terror que no le era del todo ajeno se dejó manipular por las expertas manos, maldiciendo el hecho de disfrutar aquel tipo de trato ¿Por qué no se rehusaba? ¿Quería hacerlo?

 

—No quiero ¡No!

 

Dégel por fin había obtenido el habla, sacando una voluntad que pensaba inexistente intentó hacer repulsa pero sólo consiguió que Kardia riera más, con una seca frialdad que parecía disfrutar de la desesperación de su presa, haciendo que sintiera un profundo resentimiento por el mayor.

 

—No sabes como me gusta esa mirada — lo reto, con la ironía dibujada en su rostro.

 

—Harás que te odie — murmuró con rencor.

 

—¿Y piensas que eso me importa?

 

Las amplias manos arrancaron de un tirón los lazos de la túnica, rasgando la fina tela que revelaba la pálida piel del torso de Verseau, la misma que Kardia había deseado todo ese tiempo, deslizando la raída túnica por sus hombros hasta su cintura. Dégel intentó negarse, removerse como un animal que sabía que tenía los días contados pero aún así, no dejaba de luchar.

 

—Eres un fastidio.

 

Le oyó decir por más que había un extraño brillo en sus ojos al decirlo, uno que parecía disfrutar de aquella rebeldía. Dégel sintió los labios posarse sobre aquella marca, la que con el pasar de las horas había cambiado del suave rosa a un rojo que coqueteaba con el violeta; Kardia lo beso de modo lento, en un roce que pudo ser una caricia de no ser por el molesto escozor que permanecía allí.

 

Cuando creyó que seguiría, lo sintió apartarse, terminando de quitar sus prendas y dejándolo completamente desnudo, haciendo que la vergüenza aflorara en cada rincón de su cuerpo; de modo inútil intentó cubrirse sólo encontrando la ladina sonrisa de Skorpious, el que se inclinó para besar sus labios de manera voraz, con un anhelo que respondió de inmediato. Dégel conocía esos labios, era lo único que conocía de él y se aferró como nunca a lo único certero que tenía en ese mar de incertidumbre.

 

No había necesidad de hablar, enlazó su lengua a la contraria, negándose a apartar sus labios, sintiendo que de hacerlo estaría nuevamente perdido. Sin embargo, Kardia tenía otros planes, descendió en una ruta de besos, desde su cuello, clavículas hasta llegar a sus sonrosados pezones, los besó, deslizó la punta de su lengua y al sentirlos erosionar, mordisqueó arrancando una serie de quejas de los labios del menor. Estuvo algunos momentos torturando aquella zona antes de descender por la piel de su vientre, besando, lamiendo y mordiqueando las zonas que deseaba marcar como suyas. A esas alturas Dégel no sabía que iba pasar por lo que cerró los ojos y se rindió; la vez anterior pudo escuchar los gritos e improperios que lanzó Kardia al no poder llegar a su zona íntima, cada segundo de placentera tortura lo llevaba más cerca de allí.

 

—Kardia si tu… ¡Ahhh!

 

No pudo continuar, su jadeante voz se había transformado en un extasiado gemido, pudo sentir la amplia mano envolverse en su miembro, jalando con una fuerza que lo dejó paralizado, se sentía tan bien, el mayor sabía como estimularlo, cada presión le parecía más placentera que la anterior. Cuando creyó que la cantidad de sensaciones habían sido las suficientes pudo sentir algo húmedo entre sus piernas,

 

Levantó su rostro el cual estaba nublado hallando sólo la espesa melena azul entre sus muslos, iba a decir algo pero fue asaltado por el húmedo músculo que se paseba por aquel íntimo recoveco, el que jamás había sido tocado, nuevamente cayó en la cama, subiendo sus caderas en busca de más, necesitaba más de ese placer, uno que comenzaba a relajar cada parte de su ser, dilatando su estrecho canal y dando paso a la filosa lengua que se presionó con ansías.

 

—Esto es...ahh Dioses…

 

No hablaba con coherencia, en el momento en que pasó por su cabeza pedir más, fue suprimido se aquel tipo de placeres, levantó su cabeza con notoria indignación encontrandose con un Kardia que quitaba con rapidez sus prendas. Dégel se vio maravillado por aquel esculpido torso repleto de marcas de guerra, lo había visto con anterioridad pero jamás a esos niveles, nunca más allá. Sus pupilas se dilataron al ver lo bien dotado que estaba, sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal y una malsana curiosidad, aquella necesidad de fundirse con el fornido cuerpo y pertenecerle. Llevó su rostro a un costado, incapaz de observar el momentos exacto, sintiendo las manos posicionarse en sus muslos y hacerse espacio.

 

—Se cuidadoso por...

 

Nunca lograría definir aquel momento.

 

Sus ojos se expandieron dando un alarido de dolor, se apoyó de la cama removiendose con locura. Kardia, aquel infeliz había ingresado con fuerza, de una seca embestida lo había empalado con la peor de las sañas, el palpitante y seco ardor se hizo presente sintiendo algo húmedo recorrer con irónica lentitud sus piernas.

 

—¡Basta!! ¡Me duele!!

 

Gimoteó de modo lastimero, sólo consiguiendo que el mayor comenzará una serie de embestidas, lentas pero totalmente profundas, sintió las lágrimas surcar su rostro en tanto aquel enorme trozo de carne parecía llevarse parte de él con cada arremetida. Llevó sus manos a la espalda de Kardia, hundiendo con furia sus uñas en la febril piel y soportando con dificultad el dolor.

 

Profirió una serie de lastimosas quejas y heridos gemidos, sintiendo que en cualquier momento sería partido en dos por aquel hierro ardiente. Aturdido, buscó el rostro de aquel hombre que parecía demasiado perdido en sus propios demonios como para sentir algún tipo de remordimiento. Kardia no lo observaba mientras seguía sus movimientos, ya no hablaba, ya no se burlaba.

 

Lo besó, nuevamente se aferró a ese bálsamo que lograba aplacar todos sus miedos y que de alguna forma, se fueron enlazando a las nuevas sensaciones de su cuerpo, el dolor se iba fundiendo con oleadas de placer, logró tener más estabilidad, moviendo sus caderas con un frenesí que se unía a la danza de su enajenado amante, seguía ardiendo pero ahora disfrutaba de aquel dolor, de aquel abrasivo placer que se llevaba una parte de él a cada segundo.

 

—Más… ¡más Kardia ahh!

 

Le rogaba entre gemidos, escuchando el rechinar de la cama y los profundos sonidos de la garganta de Kardia, el calor lograba apoderarse de cada zona de su cuerpo, llegando al acabose al ser rozado un punto que había creído inexistente, su cuerpo se remeció ante tal placer, no lo soportaría si seguía siendo azotado en ese sitio.

 

—Eres tan dulce… me encantas — luego de mucho, Kardia logró hablar — te encontré…

 

Gruñó antes de golpear reiteradas veces ese sitio, Dégel ya no se sentía en ese plano, aferrándose al cuerpo del mayor y profiriendo unos gemidos que terminarían por desgarrar su garganta. En una arremetida logró llegar al limbo de su placer, un calor que se extendió por todo su cuerpo y un cosquilleo en su vientre bajo que le hizo liberar su estela. Se contrajo contra el miembro de su amante, el cuál jadeó fuertemente ante la presión, Kardia lo abrazó y dando los últimos embates, se derramó de manera copiosa en su interior, era tan caliente y abundante que se desbordaría, nunca se había sentido de esa manera.

 

—Kardia… — fue lo único que pudo decir conforme los colores retornaban a su retina.

 

—No hables — la voz sonaba en calma luego de la tempestad, eran como si hubiera regresado en si, su mirada con aquella chispa carmesí y socarrona sonrisa.

 

Se mantuvieron en ese silencio, solo escuchando la jadeante respiración de ambos, Kardia se retiró lentamente de sus entrañas haciendo que emitiera un quejumbroso sonido y sintiendo como sus piernas escurrían.

 

—¿Ahora tienes cuidado? — le recriminó con una severa mirada, estaba tan cansado que no tenía fuerzas para hacer algo más.

 

—Es mejor tarde que nunca.

 

Se sintió envolver en los brazos del mayor, siendo rodeado por el fuerte y sudoroso cuerpo, no sabía a qué iba ese cuidado, luego del agresivo trato que había tenido, no tuvo más opción que recargar su cabeza en su pecho, con la certeza de que por fin podría dormir un poco, no por la tranquilidad sino que acunado por el cansancio de su cuerpo.

 

—Descansa Dégel — fue lo último que logró escuchar antes de sentir un beso en su sien y extraviarse en los brazos de Morfeo. 

Notas finales:

Hola gente linda, si alguien sigue leyendo éste fic realmente agradezco la espera son los mejores <3 tuve algunos imprevistos pero por fin pude traer el capítulo 10 :'D

 

Para poder compensar la ausencia de casi un mes les traje un capítulo más extendido (creo que el más largo hasta la fecha) incluido un lemon/smut de Kardia y Dégel, luego de 84 años x3

 

Quiero agradecer a mi beta Skorpioknight por lidiar con mis horrores ortográficos y mal humor, también a Sasori por el apoyo moral y aportarme ideas con la trama, los quiero <3

 

Agradecería en el alma que dejarán reviews, comentarios, dudas, críticas, siempre respondo y no saben como logra motivar eso :’3

 

Nos vemos en la próxima actualización! :D


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