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Debajo de las Sábanas por Glace Rose

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Tan sólo unos segundos fueron suficientes para regresar a sus dominios, debido a la teletransportación forzada que le hizo experimentar su tío, Kardia cayó de rodillas sobre una de las tantas dunas de Nord, estaba agitado pudiendo sentir algunas gotas de sudor recorrer el tabique de su nariz para caer, perdiéndose así en la arena.

 

_Debo admitir que lo hiciste bastante bien.

 

Écarlate estaba intacto, no mostraba signo alguno de fatiga, estaba acostumbrado a los viajes espaciales por más difíciles que fueran. Le tendió una mano a su sobrino para que se levantara.

 

_Ten - de una de las alforjas que estaban atada a sus caballos sacó una cantimplora forrada en cuero, la cual le extendió.

 

_¿No piensas envenenarme? - Kardia se lo dijo sin filtro alguno.

 

_¿De qué me sirve lidiar con un pesado cadáver? - el pelirrojo negó con los hombros y le obligó a beber.

 

_Eres el sujeto más peligroso que conozco respecto a los venenos mortales, ni siquiera los Poissons te superan - al beber se dio cuenta que sólo era agua, la sintió tan fresca que en un santiamén estaba repuesto.

 

_Tomaré eso como un elogio - se subió a su caballo esperando al menor - vamos, debemos regresar a mi finca.

 

_Te veo ansioso - igualmente montó a su equino comenzando una suave cabalgata.

 

_El tiempo pasa y no perdona a nadie, Kardia.

 

_¿Te preocupa el vejete? - Écarlate río con sorna.

 

_Eudoxia esta bastante grandecito como para cuidarse por si mismo, sólo está alborotado al dar con su entretenimiento favorito.

 

_Krest… ¿De verdad es la madre de Dégel? - había recordado a un pequeño joven que de modo imperioso se llevó al peliverde.

 

_¿Te sorprende? - Écarlate miraba al frente, parecía concentrado en otra cosa, su mirada era ausente.

 

_Quizás, es solo que… se ve muy joven.

 

_Es un rasgo de los Verseau, preservan su belleza y juventud durante muchos años - lo que le hizo pensar en cierta persona.

 

_Ya veo - era jodidamente interesante, no lograba sacarse de la retina el rostro de Dégel, su timidez y profunda mirada.

 

_Ten cuidado con esa familia - ahora Écarlate retomaba en la seriedad - son más peligrosos de lo que piensas, es algo que Eudoxia probablemente olvidó.

 

_¿A qué te refieres?

 

_Ya sabes, hermoso rostro y cuerpo perfecto, acompañemos eso con una astucia de envidiar - frunció sus labios al recordar algo - podrían tener a cualquier hombre a sus pies, juegan a la falsa vulnerabilidad para así, hacer bajar la guardia de sus enemigos, antes que te des cuenta estas siendo traicionado por esos malditos.

 

**

 

Los besos aumentaban la candente pasión del momento, se olvidaron de todo entregándose al calor de sus cuerpos, Eudoxia llevó sus manos a los glúteos del castaño estrujándolos con fuerza, lo que hizo liberar un extasiado suspiro de los labios del más bajo.

 

_Basta… - jadeo sobre sus labios refugiando su rostro en su hombro.

 

_Tu cuerpo no dice lo mismo cariño - apego su pelvis a la contraria obligándole a que abriera sus piernas - ¿que tenemos aquí? - simulo una pequeña embestida - ya estas duro.

 

_¡Callate imbécil! - sentía su rostro arder, agradeciendo el hecho ser solapado por la oscuridad.

 

_Sabes que me gusta que me insultes, me da más ganas de darte toda la noche hasta que me canse - gruñó sobre su oído para derramar sus labios por la suave piel de su cuello.

 

Krest no sabía que era más frustrante, si tener su varita fuera de su alcance, las palabras sucias de Eudoxia o sucumbir a estas junto a sus caricias y besos. Era tan fácil caer en ese abismo de placer, sus manos lo llevaban lejos de su razón, sus labios, eran la misma perdición. No obstante, ya no era la misma persona de antes, había aprendido de todos sus errores y pagando con creces todos sus pecados, era hora de actuar y tomar las riendas de la situación, Krest sabía que solo tendría una oportunidad, que su “oponente” conocía cada rincón de su cuerpo y gran parte de su mente. Para desgracia del más bajo estaba totalmente expuesto a ese hombre, pero por otro lado, conocía gran parte de Eudoxia; su desbordante confianza y capacidad de subestimar a sus enemigos.

 

_¿Por qué haces esto?... - el tono de voz del castaño bajo, dejó de ejercer fuerza y su voz gradualmente se suavizó.

 

_Creo que aún no logras entenderlo… - en ningún momento lo soltó, sabía que Krest era escurridizo, con su diestra tomó el mentón de aquel obligándole a que lo mirara a los ojos - cometiste la acción más imperdonable para mí.

 

_¿Quieres que me arrepienta de ello? lo siento, no puedo hacerlo - por primera vez pudo ver algo en el rostro de Eudoxia, ya no era resentimiento y odio era… ¿dolor?

 

_Me traicionaste, cuando llegue a confiar en ti me fallaste.

 

En el instante que lo dijo, Krest pudo sentir como apretaba la piel de su cintura con una fuerza inigualable que de seguro dejaría sus marcas, parecía dolido y defraudado con él, pudo sentir una punzada en su pecho, por un instante dudo en actuar.

 

_¿Y qué quieres que haga al respecto? - no había ironía en la voz de Krest, cosa que tranquilizó en gran medida la precaria situación.

 

No recibió una respuesta, esta vez fue abrazado y besado con más gentileza, cosa que lo desarmó por completo. Nunca había conocido a una persona que le hiciera tener tanto conflicto interno con una sola acción, el que gatillaba todas sus acciones más dementes. Devolvió el cariñoso trato, esperando la mejor oportunidad que se le presentara, llevó sus finos dedos acariciaron la nuca del más alto, presionando los puntos que sabía que le relajaban, los lentos besos no dejaban de ser profundos pero habían perdido su rudeza inicial, buscando calmar a la bestia y en una recóndita parte de su interior, justificando su actuar.

 

_Perdón Eudoxia…

 

No alcanzó a terminar la frase cuando, al bajar su mano desde la nuca de aquel, concentró una ráfaga de frío que logró impactarse en la espalda de Skorpious haciendo que callera al suelo, logrando aturdirle totalmente, Krest pudo liberarse de sus brazos y atraer su varita que había dado en el alfombrado piso de la estancia, sabía que eso no bastaría y que la furia de Eudoxia sería inmediata pero tenía unos valiosos segundos de ventaja, apuntó a su cuerpo con la varita susurrando unas extrañas palabras.

 

_Kolsto…

 

Unos anillos rodearon el cuerpo del más alto que mostraba una expresión totalmente iracunda, nuevamente había sido traicionado por Verseau.

 

_¡Tu...maldito bastardo!

 

_No puedo creer que tropieces dos veces con la misma piedra - Krest no mostraba signos de arrepentimiento en sus actos - ¿piensas que soy el mismo inepto que conociste hace veinte años?

 

_¡Suéltame! ¡infeliz hijo de perra!

 

_Me sentiría ofendido si realmente hubiera querido a mi madre pero él… - negó con una ligera sonrisa - nos vendió a mi hermano y a mí, ni las perras hacen eso.

 

_Ya termina con estos juegos ¡Joder! - a esas alturas ya no estaba molesto con Krest en sí, sino que con su propia estupidez.

 

_Tienes el descaro de meterte en mi propia casa, tratarme como un jacinto cualquiera y fingirte defraudado, eres increíble Eudoxia.

 

Al estar en su elemento sentía nuevamente seguridad, Eudoxia tenía una fuerza física abrumadora pero en el dominio mágico le llevaba una creciente ventaja, las esmeraldas se mostraban alertas, no pestañeaban, aún se sentía tenso y agitado.

 

_¡Enano maldito! juro que cuando te pille... ¡te dejaré inválido!

 

_Sigue ladrando, ni los perros sarnosos son tan molestos - a esas alturas ya casi parecía un juego entre ambos, Krest hizo un ligero movimiento con su mano abriendo un portal en uno de los espejos de la habitación - pide tu último deseo ante de que saque tu mugrosa humanidad de mi casa.

 

_Acuéstate en la cama y...  ¡ábrete de piernas que es lo mejor que sabes hacer! - mastico las palabras con toda la bilis que tenía en sus recuerdos.

 

_Siempre tan refinado y cariñoso, ya sé dónde te enviare.

 

Una hermosa y torcida sonrisa se atisbaron en la faz de Verseau antes de que el portal absorbiera al peliazul que no dejaba de lanzar maldiciones en todos los idiomas existentes.

 

No pudo evitar caer de rodillas, exhausto por la cantidad de energía que había utilizado, tuvo que sostenerse de la cama para lograr levantarse, sentía sus extremidades lánguidas y su corazón deseando escapar despavorido de su pecho, fue al espejo que había utilizado como portal, los dedos recorrieron la imagen reflejada de si mismo, estaba empañado ¿Se habría equivocado de hechizo? No… pudo sentir las tibias lágrimas recorrer sus mejillas solo notándolas debido a la imagen del espejo, aún le torturaba, no podía despojarse de aquella dolorosa desdicha.

 

**

Había transcurrido una semana desde que estaba retenido en una de las mansiones de Skorpious. La primera impresión que tuvo de su nueva alcoba era que, su anterior dueño tenía un excelso gusto, paredes en tonalidades crema y blancos pasteles con brocados totalmente detallados, el alfombrado piso llamaba a estar descalzo todo el tiempo, más suave que el tierno césped de la primavera, la cama no era muy amplia pero era más cómoda de lo que jamás creyó; tenía un baño privado y una pequeña habitación que estaba repleta de los mejores trajes que hubiera visto en su vida ¿Qué clase de lujos eran esos? No es que no los conociera, era hijo del rey, solo que ese tipo de opulencia era tan distinta a la de su reino que estaba perplejo, elegante pero simple, que hermosa contradicción.

 

_¿Te gusta? - pudo escuchar la suave voz acariciando su oído, regresándolo a la realidad.

 

_Es muy hermoso Milo - se volteó enfrentando al rubio, con una seriedad que a esas alturas ni él creía posibles - pero yo no necesito tanto, necesito hablar con mi ma…

 

Fue callado por el tierno beso sobre sus labios, no pudo apártalo ¿Qué ser humano era capaz de negarse a sus besos? Lentos, marcando un compás perfecto como guiando una suave danza, fue arrinconado sobre una de las paredes sintiendo como el cariz de los roces iba en aumento.

 

_Tú me necesitas a mi ¿Lo entiendes?

 

Pretendía responder, lo que fuera para anular las mariposas que batallaban con furia en su estómago, se vio ahogado por ese mar turquesa, los ojos de Milo eran increíbles, lo adoraban aún más que sus besos, lo hacían sentir el ser más especial de la tierra. No podía creer como ese hombre había aguantado sus negativas en todo ese tiempo, Camus aceptaba sus besos y suaves caricias pero cuando estas deseaban ir por más, el jovencito lograba escurrirse como aire de los brazos del mayor, no había recibido un trato brusco ni alguna palabra ofensiva, comenzaba a dudar de todos los malos rumores que su madre y tío le habían dicho de los miembros de aquella familia.

 

_Milo - posó ambas manos en el pecho del mayor - yo estoy comprometido, me voy a casar.

 

Por primera vez agradecía tener una contundente excusa para zafarse de la situación, no deseaba casarse, con suerte y sabía el nombre de su prometido, por más apuesto y elegante que fuera Saga Gémeaux no sentía absolutamente nada al estar a su lado. No había comparación con Milo, su mirada lograba sumergirlo en una cantidad de sentimientos que ni él habría creído que poseía, sus manos aceleraban su pulso y sus besos le quitaban todo razonamiento.

 

_Lo sé - parecía no importarle ya que mantenía su seductora sonrisa - pero ¿Sabes? No debes casarte con él para ser feliz, quédate a mi lado.

 

_¿Hablas en serio? - lo último lo había tomado por sorpresa, no escondió su recelo - sabes que es imposible.

 

_¿Temes a lo que digan tus padres? - entrecerró los ojos, buscando leer al menor.

 

_Algo así - frunció los labios, algo incómodo - mi padre no es bueno, se que si no hago lo que dice, hará sufrir a mi madre.

 

_Entiendo - esta vez su respuesta fue lacónica.

 

Camus lo meditó, de seguro sus padres lo daban por muerto, hacía algunos días había ido a la casona el hermano mayor de Milo, un joven bastante parecido a él que se llamaba Kardia. Se escabulló en los pasillos logrando escuchar parte de su charla.

 

** Flashback **

 

_¿Y? - el peliazul se apoyó en una de las paredes del pasillo - ¿ya lograste desflorar al chico?

 

_Se llama Camus - no entendió por qué se sentía ofendido al escucharlo hablar así.

 

_Eres más inútil de lo que pensé, es apenas un niño y ¿ni endulzando su oído y llenarlo de lujos logras hacerlo ceder?

 

_Mira Kardia, tu tampoco es que consigas mucho avance con tu “amado” - ahora era el turno de Milo de burlarse.

 

_Borraría tu estúpida expresión de no ser que gracias al rapto de tu chico - la sonrisa de Kardia se ensanchó - lograré captar a Dégel sin la necesidad de emplear la fuerza.

 

_¿Sabes dónde está Dégel Verseau?

 

_Ayer llegó el vejete impotente, parece ser que su querido Krest lo envío pitando a uno de los riscos de Ouest - ahora no retenía sus carcajadas - apenas y pudo llegar ayer jajaja - limpió una lágrima debido a la risa.

 

_Y te dijo la ubicación del hijo de Krest ¿no?

 

_Si, también sé que no dudará en irse conmigo de decirle el paradero de su querido primo.

 

_Eres despreciable Kardia.

 

_Lo dice el que se llevó a un adolescente sin su consentimiento.

 

_No lo engañe, no del todo - Milo ni se inmutó.

 

_Por eso eres mi hermano.

 

** Fin Flashback **

 

Ahora tenía algunas cosas en claro, Kardia Skorpious iba a la siga de su primo Dégel, también pudo entrever que su tío Krest, efectivamente conocía a uno de los Skorpious. Deseaba avisarles que estaba bien, que tranquilizaran a su madre que de seguro seguiría buscándolo con desespero. No estaba seguro como actuar, sabía algo de esgrima y tiro al arco pero no tenía opción alguna de enfrentarse con un Skorpious, al menos no en una lucha física, solo bastaba ver la diferencia en su contexturas e inferir el desfavorable desenlace.

Pronto comenzaría la guerra, de salir de la casona Skorpious estaría en medio de un reino que desconocía, no sobreviviría ni una semana, tampoco conocía un portal o medio de ser llevado a su propio reino. En términos simples, estaba en grandes problemas.

 

No obstante, no sentía la lucha pérdida, debía pensar en sus puntos a favor, en todas sus opciones tendría que terminar entregándose a Milo, eso era un hecho, entonces debía sacarle partido a ello, odiaba el hecho de sentir su cuerpo e integridad como un recurso pero la vida era cruel con los donceles fértiles. Jugaría sus mejores cartas, de ese modo terminar manipulando al joven que parecía desvivirse por complacerlo.

 

_¿Sabes? - ahora el pelirrojo lo atrajo con sutileza a su cuerpo - nunca nadie me había tratado de este modo - llevó ambos brazos al cuello contrario, manteniendo el contacto visual.

 

_¿Así como? - no desaprovechó el momento a la hora de llevar sus manos a la estrecha cintura del menor.

 

_Querido - acercó con lentitud su rostro al contrario, logrando que ambos alientos fueran fusionándose - importante y completamente deseado.

 

La mente de Camus luchaba por sonar coqueto y sensual, nunca en su vida había pretendido terminar de ese modo pero las situaciones límite, lograban hacerlo actuar de las formas más desesperadas. Pudo notar como Milo lo observaba detenidamente, haciendo un análisis de cada mirada y acción, dudando del giro abrupto en su actuar, mantuvo sus manos en su cintura, haciendo un suave recorrido, provocándolo.

 

_¿A qué se debe ese cambio? - besó la comisura de sus labios, luego su mejilla - hace un rato te negabas a toda muestra de afecto y ahora… buscas seducirme.

 

_No he hecho nada, sólo estoy agradeciendo tu buen trato - esta vez Camus lo besó, lento y algo torpe pero con latente pasión.

 

_No me quejo - sus manos descendieron hasta sus posaderas, acariciándolas con descaro - solo me sorprende.

 

_Puedo sorprenderte de muchas maneras - no había vuelta atrás, mucho menos posibilidad de arrepentimiento - solo debo aprender ¿Me enseñarías?

 

_Por supuesto…

 

Con facilidad lo levantó de sus glúteos haciendo que rodeara su cintura con sus piernas, no dejó cabida a las dudas a la hora de asaltar los labios carmín de más joven, eran tan tiernos que se habían transformado en su adicción, Milo sabía los recursos que tenía aquel chiquillo, deseaba cebarlo y convertirlo en su perro faldero, admitía lo astuto que era y dudaba de su propio dominio, caía rápidamente ante los encantos de Camus esperando no perder su razón en ello, había comenzado la batalla por la supremacía.

 

**

 

Contemplaba la luna que a cada segundo menguaba un fragmento, de algún modo, sentía que aquello vaticinaba el comienzo de la guerra, las amatistas brillaban ante la incertidumbre sobre el futuro. Su madre le había enseñado varias cosas en ese tiempo aunque aún no se sentía preparado para enfrentar nada, notaba a Krest bastante ido y melancólico, no entendía que pasaba pero sabía el certero hermetismo que imponía el mayor cuando se sentía débil y vulnerable.

 

Llevó la mano a su bolsillo sintiendo la forma redondeada de aquella piedra, no supo cómo se había deslizado entre sus prendas el día de la masacre en el baile dorado, al sacarse su ropaje aquel extraño ópalo había caído al piso, lo observó detenidamente encontrando una absorbente belleza en tan simple pieza, desde ese día que la mantenía consigo a cada momento.

 

Dégel suspiro con cansancio, era tarde y al día siguiente debía levantarse al alba, estaba solo en la casona de verano puesto Krest había sido llamado con urgencia por su tío, de seguro pidiendo su consejo respecto a las tácticas bélicas. Abrió la ventana para ingresar a su alcoba cuando pudo ver una sombra a su espalda, no movió un músculo a la espera de su visitante nocturno.

 

_¿Quién eres y que haces en mi casa? - buscaba sonar intimidante.

 

Sintió entonces como fue rodeado con fuerza por su cintura y como algo frío reposaba con calma en su cuello, le fue imposible suprimir su temblor.

 

_Tiempo sin verte, Dégel.

 

Esa voz, la inconfundible voz le hizo abrir sus ojos con sorpresa.

 

_Kardia… tú ¿cómo me encontraste? - recibió una agradable risa en primera respuesta.

 

_Tengo mis métodos - su ronca voz sonaba apacible, llegaría a serlo de no estar apuntándote con algo filoso - aunque no deberías conservar las cosas que te encuentras tiradas.

 

Es simple frase pudo darle su respuesta, aquella desconocida piedra, eso debió servir como nexo. Dégel sabía que estaba en aprietos, estaba completamente solo y siendo amenazado por aquel hombre.

 

_¿Qué quieres? - dijo con hastío.

 

_¿No es obvio? Llevarte conmigo, te hice esperar mucho cariño.

 

_No sé qué te hace pensar que me iré contigo - sí, era bastante orgulloso por más interés que tuviera en Skorpious.

 

_En primer lugar, se dónde está tu adorable primo, también está el pequeño detalle - pasó el cuchillo por su cuello, lo hacía por la cara sin filo, solo para asustarlo - que si te mueves rebanare ese precioso cuello, sería una lástima.

 

_¿Y quedarte sin la revolcada del mes? - Dégel comenzaba a sentir el hormigueo en sus brazos debido al fuerte agarre.

 

_Eres bastante inteligente, digno de un Verseau.

 

_Kardia ¿Podrías ser tan amable de soltarme? - buscó ser razonable - no necesito ser apuntalado con el filo de un arma para desear ir contigo.

 

Esta vez el sorprendido fue Kardia, lentamente fue soltando al menor aunque se mantenía alerta. Al darse la vuelta pudo verlo atentamente, el largo cabello esmeralda, la suave y solemne expresión, el peliazul batallaba por encontrar la malicia o recelo en el peliverde mas no hallaba nada en su mirada, nunca había conocido a alguien así.

 

_No me tomes a mal Kardia - Dégel prosiguió - yo sé que tu hermano se llevó a mi primo, pero no sé cómo llegar a él.

 

Omitió varios detalles, como la extraña fascinación que había tenido el último tiempo con Kardia, era como si mientras más le prohibieran, más deseara corromper tal mandato, el magnetismo que sentía por él era increíble pero, por lo pronto, lo mejor sería fingir indiferencia y frialdad ante el peliazul, algo que solía darse bien en él.

 

Por su parte, Kardia no lograba entender al chico que tenía enfrente, tenía al depredador enfrente suyo y aun así aceptaba ser su presa, algo no cuadraba allí.

 

_Entonces tú quieres que te lleve con tu primo ¿no? - nuevamente la confiada sonrisa se instaló en los apuestos rasgos - ¿Sabes que puedo engañarte? ¿Qué quizás nunca regreses a casa?

 

_Estoy dispuesto a correr el riesgo - no había un ápice de duda.

 

_O eres un genio o un completo idiota.

 

No se hizo a la espera de guardar su arma corta para cargar al peliverde sobre su espalda, era realmente ligero y tenía la excusa de palpar su perfecto trasero, saltó al borde del balcón y sin pensarlo se tiró hacia los arbustos más cercanos. Dégel aguantó la respiración unos instantes para recargar su cabeza en la espalda del más alto, su calidez le relajaba. Pudo saber que por más que hablara e hiciera aspavientos, Kardia no le haría nada, él mismo se encargaría que no fuera de ese modo. 

Notas finales:

Hola gente linda, tarde un poco pero al menos pude traer el capítulo 5 :’D

 

He pensado en hacer una nota con los árboles genealógicos de las familias, por mientras dejaré algunas edades (al comienzo):

Kardia: 25

Dégel:17

Milo:21

Camus:15

Krest:33

Mystoria:30

Eudoxia:42

Écarlate:40

 

Agradecimientos especiales a mi beta Skorpioknight que aguanta mis delirios e idioteces x’D

Quiero agradecer todos los comentarios que me han llegado, no teman en dejar todos los reviews que quieran, siempre respondo :)

 

Actualizaré lo más pronto posible :D! 


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