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La Misión por Aomame

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Notas del capitulo:

Advierto, aunque no me hagan caso (?):

Contenido 18+

 La Misión

Día 3. Con la Luna

25 de Diciembre de 1938

La cena constó de pavo acompañado de salsa de arándano y puré de papas, ponche de huevo, y de postre, una rebanada de pastel de calabaza. Fue la mejor cosa que Bucky hubiera probado en toda su vida, al menos, la que podía recordar.

Pero no había sido sólo el alimento lo que le gustó. Estaba, también, el ramo de flores que le había regalado a Steve en el centro de la mesa, el mantel blanco, las velas, el pequeño árbol de Navidad. La compañía, la plática, la risa, la sensación de calma y paz que le inundaba el cuerpo a cada minuto.

Steve dejó de hablar o de intentar averiguar más sobre la misión de Bucky o su posición en la organización aquella que lo había enviado. Y eso, Bucky, lo apreció. No quería hablar más de eso, quería hablar de cualquier otra cosa, por más insulsa que pareciera. Steve le contó varias cosas, entre ellas, de algunos extraños movimientos en Europa. Parecía que le interesaban los temas políticos. Aquello era interesante, Steve, cada vez, iba tomando la imagen que había tenido de él antes de conocerlo: la imagen de un capitán. “Es como tú” Había dicho Rumlow, pero no era así, Steve no tenía la fuerza ni la salud física, eso era ahora,  pero era inteligente y de ideas firmes. Era mejor qué él, en su opinión.

Casi al final de la cena, Steve levantó su  vaso de ponche y brindó con él.

—Gracias, Bucky, por pasar la Navidad conmigo—le dijo con una enorme sonrisa surcando su rostro.

—Gracias a ti, Steve—aquellas amables palabras salieron del fondo de sí mismo, sin pensarlas. Eran las palabras de su verdadero yo y sonrió ante ello por un instante.

—¿Te gustó la cena?—Steve tenía la nariz de nuevo roja, pero no se debía al frío, si no al ron del ponche.

—Sí, mucho.

—Si la hubieras hecho tú, habría quedado mejor.

—¿Suelo cocinar?

—Sí, por lo general me salvas de no comer.

—¿Y cocino aquí?

—Sí, incluso llegas a quedarte a dormir.

—¿Cómo ahora?

—Así mismo.

Bucky deseó, una vez más, ser ese Bucky: ese que llegaría al día siguiente.

Ambos levantaron la mesa y volvieron a formar equipo para ordenar todo. Habían cenado a la luz de las velas por capricho, y por capricho las habían dejado encendidas mientras trabajaban. Bucky podía ver el perfil de Steve entre las sombras gracias a ellas. Había algo que había querido hacer durante todo el día, pero no había podido: quería besarlo. Sólo una vez más, antes de tener que irse.

—Estaba pensando—Steve cortó el hilo de sus deseos—, ¿por qué no te quedas? Encontraremos la manera de que…

—No—y él cortó el argumento de Steve—, tengo que irme.

—Pero si regresas sin cumplir tu misión, te harán daño.

—Ya te dije que estaré bien.

Steve guardó silencio, y se mordió el interior de la mejilla. Parecía estar enojado consigo mismo. Quería proteger a Bucky, a todos los Buckys habidos y por haber. Esa idea hizo sonreír una vez más al Soldado del Invierno.

—Además, no pertenezco aquí. Hay un Bucky aquí.

—Lo sé, pero no quiero que te vayas.

—Él llegará mañana ¿cierto?—con el dorso de los dedos le tocó la mejilla muy suavemente, para llamar su atención. Consiguió lo que quería: su mirada— Será como si no me hubiera ido—dijo y se inclinó hacia él para poder besarle como había querido hacer desde hace horas.

Steve abrió la boca casi por instinto y así, también, correspondió a la caricia. Seguía preguntándose por la naturaleza de esos besos, o más bien, por su origen, pero le daba miedo la respuesta. Porque era evidente que en el futuro, aun si tenían una relación, estaban separados uno del otro. Era el motivo de esa separación lo que le daba miedo.

Bucky respiró aliviado cuando el beso terminó, el no haberlo hecho antes, le había provocado ansiedad sin darse cuenta. Al mismo tiempo, pudo ver en los ojos de Steve algo extraño formándose, no sabía que nombre darle pero no le gustaba mucho.

—¿Qué pasa? ¿Te molesta que te bese?

—¡No!—Steve sacudió la cabeza negando enérgicamente—No es eso.

—¿Qué es entonces?

—Es que nunca lo habías hecho.

—¿Nunca te he besado?

Steve negó.

—¿Cómo es posible? Si siento que es algo que siempre deseo… ¿Tú no me has besado?

Steve volvió a negar.

—¿Por qué?

—Porque… no sé cómo sean las cosas en el futuro, Bucky, pero ahora, que dos hombres se besen no está bien visto.

—¿Por qué?

—Pues… porque… no es natural.

Bucky frunció el ceño, sus dedos acariciaron la mejilla de Steve y se inclinó hacia él, sin cerrar del todo la distancia.

—¿Entonces, por qué se siente como lo más natural del mundo?

Ambos cerraron los ojos ante la expectativa de un nuevo beso, pero la intención fue interrumpida por un fuerte estruendo y una luz que penetró por la ventana.

—Es una bomba—pensó en  voz alta el Soldado del invierno. Pero ante su sorpresa, Steve echó a reír.

—Son fuegos artificiales, Bucky—le dijo, acto seguido tiró de su manga hacia la puerta.

—Espera…el abrigo.

 

Steve no lo escuchó, abrió la puerta y salió al corredor, desde ahí, se podía ver un buen pedazo del cielo. Bucky salió detrás de él con el abrigo en la mano. Eso también era parte de su yo instintivo. Justo entonces, el cielo volvió a iluminarse de varios colores.

—Te enfermarás más—dijo al tiempo que le ponía la prenda por encima de los hombros.

—Ya no estoy enfermo—pero el estornudo que siguió a sus palabras, lo desmintió.

Sin embargo, Bucky no dijo nada, sólo lo contempló con una media sonrisa en el rostro e ignoró por completo el espectáculo en el cielo. Algo nació en él en ese momento, de nuevo, su yo interno reprimido. Sin decir nada abrazó a Steve por la espalda, quién se tensó de inmediato ante la sorpresiva acción.

—¿Bucky, qué…?

—No sé… sólo…

Las palabras se quedaron en el aire. Permanecieron así, en silencio, por un largo rato, mientras estallaban los fuegos artificiales uno tras otro. Fue Steve quién habló primero.

—Tengo miedo, Bucky.

—¿Miedo?— Bucky tenía la mejilla apoyada en la coronilla de Steve y había mantenido los ojos cerrados hasta ese momento— Si eres la persona más valiente que conozco; tú siempre peleas aun si sabes que no puedes ganar.

—No es igual… le tengo miedo a futuro. Tengo miedo de no poder encontrarte, de no poder ayudarte. No importa si me pierdo a mí mismo, pero, definitivamente, no quiero perderte a ti.

Bucky apretó el abrazo, él también tenía algo de miedo sobre el futuro pero, no se sentía desolado. Su estancia con Steve le había inyectado una extraña sensación de esperanza que antes no había sentido, como si, por fin, pudiera ver la luz al final del túnel.

—No lo harás, estoy seguro de que nos encontraremos. Pero… ¿sabes? Yo tengo la sensación de que no volveré a abrazarte así.

—No digas eso Bucky, si nos volveremos a ver…

—Lo que quiero decir es que, no será igual. No sé cómo explicártelo. Pero sé que aunque no sea igual, definitivamente, volveré a abrazarte.

Steve se giró entre sus abrazos y está vez, fue él quien acunó su rostro, tiró de él para que se inclinara un poco, y así besarlo. Fue un beso breve pero suficiente, para inflamar el pecho de Bucky, quién lo abrazó con más apremio.

—Será mejor que entremos—dijo Steve desde su pecho y al mismo tiempo lo empujó suavemente hacia atrás.

Bucky obedeció, entró a la casa, pero no lo soltó, no quería hacerlo y en cuanto escuchó el chasquido de la puerta al cerrarse, volvió a besarlo. Movió sus labios sobre los de él buscando un poco más de contacto, un poco más de calor. Su lengua se deslizó entre los dientes de Steve, rozó su paladar y  se enredó con su homónima en un combate húmedo, y del que pronto se hizo adicto. Le mordió el labio inferior, poco antes de hacer una pausa para tomar aire.

Se miraron sin decir una sola palabra por varios segundos. Sus mentes se quedaron en blanco, ningún pensamiento coherente encontró salida. Fue Steve quién se sujetó a los hombros de Bucky y le besó de nuevo. Su acción, irremediablemente, presionó un botón en Bucky. Se aferró a ese beso como un hambriento, como un sediento de amor. Lo era, en cierto sentido, lo era. Quería tanto, necesitaba tanto… Sin interrumpir el beso, hizo que el abrigo de Steve cayera, e hizo saltar después, los botones de su camisa, la deslizó por sus hombros sin que éste pudiera emitir ni siquiera un sonido de protesta.

Abandonó su boca, sólo porque ahora había descubierto nuevo territorio para besar. Arrastró sus labios por la piel tibia del cuello y hombro de Steve, al tiempo que sus manos buscaban acercarlo un poco más. Fue cuando su mano artificial le tocó la espalda a Steve  que éste se arqueó.

—Está fría—explicó y rió por lo bajo.

Bucky sonrió con los labios sobre la piel de Steve, no pensaba detener la exploración que estaba haciendo. Le besó y mordisqueó suavemente, mientras sus manos recorrían y pellizcaban a su antojo. Steve tenía en algún lugar de su mente una vocecilla que le decía que tenía que detener aquello, las razones se repetían una tras otra en una sucesión ininteligible. En ese momento, todo lo que ocupaba su mente era la sensación que Bucky desplegaba en él. No se dio cuenta cuándo, pero de pronto, estaba de espaldas en la cama. Bucky lamió sus tetillas y se deslizó hasta su estómago, donde mordió la piel y luego, lamió la zona fervientemente. No se detuvo ahí, trazó una línea de saliva hasta su ombligo. Steve se  incorporó un poco de la cama para observar lo que Bucky hacía. Con los labios entreabiertos y la respiración jadeante, le vio desabrochar el botón de su pantalón y bajar el cierre con facilidad. Sintió el aliento cálido de Bucky empapar la tela de su calzoncillo, pero fue cuando sus dientes presionaron la zona, que Steve volvió a caer derrotado de espaldas en el colchón. Intentó llamarlo, pero Bucky estaba muy ocupado en otras cosas como para escucharlo.

Bucky estaba ensimismado, perdido en una bruma que le embotaba los pensamientos. Cuando se cansó de humedecer la tela de la ropa interior de su amigo, decidió retirar todo rastro de ella. Para él, desnudar a Steve era sencillo, no tenía que usar mucha fuerza para elevar su cadera y deslizar el pantalón, con todo lo demás, por sus piernas; mismas que separó un segundó después, para hacerse de un poco de espacio y maniobrar con más comodidad. Sujetó la erección de Steve con su mano derecha, sintió el calor y la humedad bajo su tacto, lo frotó un poco antes de bajar el rostro y lamer las gotas de presemen que perlaban ya la cima de su pene. Lo escuchó ahogar un gemido y le sintió tensarse bajo su toque. Bucky levantó el rostro y le miró obnubilado. Se irguió y se quitó la ropa tan rápido como pudo, con la torpeza que el ansia y el deseo le provocaban.

Trepó por el cuerpo de Steve, apoyándose en su brazo izquierdo para no dejar caer todo su peso, y buscó sus labios de nuevo. Steve, por su parte,  aferró los brazos al cuello de Bucky, y las piernas entorno a sus caderas. Sus pelvis se encontraron entonces, las erecciones de ambos se rozaron. La sensación húmeda y caliente  los hizo estremecerse tanto, que repitieron una u otra vez ese contacto. Lentamente, se frotaron uno contra el otro,  y aumentaron el ritmo conforme el orgasmo se hacía presente.

Para Bucky la sensación fue como tocar el cielo con la punta de los dedos. Se sentía libre en ese momento, libre, pero atado felizmente a alguien. Alguien lo sujetaba al mundo, a la vida. Hundió el rostro en la hondonada del cuello y hombro de Steve, y respiró su aroma mientras la ola del orgasmo se retiraba lentamente.

Steve se mantuvo quieto, con los ojos bien cerrados. Jamás había sentido eso, y había sido demoledor. Apenas podía pensar, apenas  podía respirar. Pero por alguna razón, quería más, no era suficiente, no todavía. Llamó a Bucky suavemente, hasta que éste reaccionó y se incorporó un poco, lo suficiente como para que Steve atrapara sus labios, una vez más.

Era casi como un juego de idas y venidas, donde uno demandaba al otro y obtenía lo que quería sin mucho esfuerzo. Se reanudaron las caricias, los besos, pellizcos, las risas ahogadas y las palabras que nunca se terminaban de pronunciar por completo.

Bucky giró sobre el colchón a Steve, quería besar su espalda, hacerle cosquillas, dibujar una línea con la lengua siguiendo su columna vertebral y hacerle estremecer con cada acción. Se dio cuenta de una cosa, mientras hacía el amor con él, y era precisamente eso, hacía el amor. No era sólo sexo, ni mucho menos. Procuraba más el placer de él que el propio y eso era algo que le sorprendía de alguna manera. Saber que Steve lo disfrutaba hacía que él lo disfrutara todavía más.

Cuando sus besos llegaron, tal como quería, al coxis, levantó un poco la cadera de Steve y con ambas manos, como si se tratara de los gajos de una naranja, separó sus nalgas. Se humedeció los dedos y sin pensarlo mucho, deslizó uno de ellos a través de su entrada. Le sintió tensarse, su cuerpo por instinto rehuyó a la intromisión, pero Bucky con su brazo de metal  le sujetó firmemente la cadera, al tiempo que le susurraba que se quedara. Para Steve, la sensación era sumamente extraña, pero no del todo desagradable, sólo extraña, lo cual era completamente normal. Era una curiosa mezcla de placer y dolor en la justa medida. Se quedó, como Bucky le había pedido, se limitó cerrar los parpados con fuerza y estrujar las sabanas bajo sus manos durante todo el proceso. Su mejor amigo se tomó su tiempo para estirarlo, para descubrir con su tacto zonas erógenas desconocidas e inalcanzables, y calmar cualquier necesidad de escapar. De pronto, Steve estaba demasiado inmerso en los pequeños flechazos de placer, y se desconcertó cuando Bucky se detuvo. Escuchó el frufrú de las sabanas, y en seguida tuvo que ahogar su voz. Ya no se trataban de los dedos de Bucky, era algo más, algo húmedo, bulboso y caliente, que presionaba y pugnaba por deslizarse dentro de él.

Bucky contuvo la respiración, estaba muy excitado, pero se repitió a si mismo que no podía simplemente dar rienda suelta a la locura que le quemaba por dentro. Lo penetró lentamente, despacio pero consistentemente, permitiéndole acostumbrarse a su longitud, a la intromisión... Permaneció quieto por unos segundos, respirando entrecortadamente y con la vista un poco nublada. Le observó, le escuchó apretar los dientes para no gemir en voz alta y le sintió estremecerse. Se movió primero exploratoriamente y así, poco a poco, aumentó la intensidad de sus embestidas. Siempre pendiente de la reacción de otro, siempre listo para parar o acelerar según la respiración de Steve.  Lo llevó a él y así mismo muchas veces al borde, sólo para retroceder y prologar un poco más el encuentro. Finalmente, deslizó una mano por debajo de Steve y le cubrió con ella su erección, le masturbó al ritmo de sus propios movimientos de cadera, hasta que sintió la tibieza de la simiente ajena en sus dedos, y a sí mismo cayendo irremediablemente en un pozo de placer indescriptible.

Cuando emergió, jadeante y con el corazón golpeando su pecho violentamente aún, se apartó de Steve poco a poco. Éste también respiraba agitadamente con la cara contra el colchón. Bucky lo observó por  un momento al tiempo que deslizaba los dedos por su espalda desnuda, dibujando garabatos sin sentido, esperando que se tranquilizara. Había tratado de que la mayoría de sus acciones fueran llevadas a cabo por su mano natural, porque era donde tenía tacto.

El jadeo de Steve, de pronto, se transformó en tos. Bucky se alarmó, con todo ese ajetreó, había olvidado que Steve aún estaba enfermo, aunque éste dijera que no. Le giró de nuevo en la cama y lo acunó entre sus brazos con cariño. Steve tomó aire y luego, lo dejó escapar lentamente, de esa manera, logró calmar la tos.

—Estoy bien—murmuró, pero Bucky no lo soltó. En cambio, le apartó el cabello húmedo de la frente, revisó su temperatura, y tras comprobar que todo estaba bien, lo besó en los labios.

—Ya entendí—le dijo al tiempo que apoyaba su frente en la de Steve—. Yo te amo.

Steve rió bajito. —También te amo, Bucky. Siempre lo he hecho, sólo que no sabía cómo decírtelo.

Bucky  sonrió y le besó las mejillas, sólo para atraerlo en un abrazo más estrecho después.

—Quisiera decir que no quiero irme, porque aunque sea así, tengo que…

—Todavía no—murmuró Steve, apartándose lo suficiente para buscar su mirada—. No te despidas aún.

Bucky lo miró y despegó los labios para formar una sonrisa. —Está bien.

—Pero no se te ocurra irte sin hacerlo.

—No lo haré.

—Quédate está noche.

—Sí.

—Prométeme que no te irás mientras duermo. Prométeme que despertaré y aún estarás aquí. Prométemelo.

—Te lo prometo. 

Notas finales:

Wola! Espero que les haya gustado!

Estamos en la recta final! 

:S

Hasta la próxima!

 

Continuará...


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