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La Misión por Aomame

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La Misión

Día 1. Con la Luna

23 de Diciembre de 1938

 

El Soldado del invierno, Bucky, corrió una de las sillas de la mesa y se sentó en ella pesadamente. Observó a su objetivo mientras éste se apuraba a preparar una pequeña cena. Y mientras más lo veía, más dudaba que fuera su blanco.

Cuando Rumlow había leído su misión, con esa voz entusiasta y molesta, parecía demorar a propósito la identidad del blanco. Todo lo que le daba eran instrucciones sobre el viaje en el tiempo, lo que tenía que hacer, como mantener un bajo perfil y no modificar el curso de los eventos ya establecidos, excepto, claro, la muerte del blanco. Para el Soldado del invierno, todo eso era paja. Sólo necesitaba una cosa, una sola maldita cosa.

—¿Quién es el blanco?—interrumpió a Rumlow en medio de una cantaleta sobre algo relacionado con su brazo.

Aquello pareció molestar al hombre, pero tras chasquear la lengua, fue directo a lo más importante.

—Steven Rogers, alias Capitán América —pronunció esas palabras despacio y mirándole fijamente. Era como si quisiera que hubiera algún tipo de reacción en él, pero el Soldado del invierno no le dio nada.

—Habilidades—exigió, si iba a matar a un capitán, seguro que éste sabía defenderse. No es que creyera que aquello significara un obstáculo para su misión, pero no estaba de más saber.

Rumlow respiró profundamente antes de hablar, y para hacerlo más simple dijo— Es como tú—entonces, sí que se ganó la atención del soldado del invierno—. Artista marcial, hábil con las armas, genio estratega, fuerte, rápido… no creo que necesite decirlo todo. Ese es el maldito cap.

Como era de suponer, el Soldado del invierno, esperaba encontrarse con un igual. No…eso. ¿Cómo podía ser ese pequeño bicho una amenaza para Hydra? Pudieron mandar a cualquiera para hacer el trabajo, incluso Rumlow ¿por qué se tomarían la molestia de descongelarlo para ello? No podía ser él su blanco, pero se llamaba igual  y la descripción parcial también  concordaba, a saber: rubio y con ojos azules. ¿Por qué no le habían dado más? Bueno, principalmente porque eso no le importaba y había ignorado todo lo insustancial. Tal vez, si habían especificado el peso y la altura. Pero lo cierto era que, en ese momento, bastaba con un manotazo para aplastarlo como a una mosca.

—Bucky—Steve llamó su atención, hasta entonces dispersa—, ¿no quieres darte un baño antes de comer?

—¿Un baño?

—Sí, te hará bien, pareces cansado—Steve estiró una mano hacia él, pero lo esquivó, que fijación tenía aquel con querer tocarlo—. ¿No quieres?

—No.

Steve lo miró un poco extrañado por la atajante respuesta, pero no claudicó.

—Parece que creciste—cambió ligeramente el tema—Te ves más grande ¿qué te dieron de comer tus familiares, eh?

Bucky lo miró sin saber que contestar. Sí, tenía más masa corporal que en la foto sobre la mesita, pero, definitivamente, no era un espía, así que inventar historias no era lo suyo. Steve no esperaba respuesta, al parecer, porque le sonrió y continuó hablando.

—Quítate el abrigo al menos, debe estar mojado por la nieve, te resfriaras.

—No lo haré.

—Pero es incómodo ¿no?

Eso sí, pero si se lo quitaba, descubriría su brazo de metal. Sin embargo, ¿a qué le temía? ¿Al perfil bajo? No había nadie ahí más que ellos dos, y ese chico contra él, no tenía oportunidad. Aun así, permaneció estático con la mirada sobre Steve y sin saber qué hacer.

—¿Por qué no te das un baño, Bucky?—fue así como regresó a su punto—Debo tener ropa tuya por aquí, así que no te preocupes por eso.

Antes de que Bucky pudiera contestar, había sido empujado al baño. “Una ducha”, se dijo mientras se quitaba la ropa, “una ducha”. Sí, se sentía bien, muy bien. Sus músculos se relajaron y su mente también. Se dio cuenta que estaba fuera de la vista de sus superiores, libre de los puños que solían  tirar de su cadena. Estaba libre y había alguien ahí que conocía a un “Él” que ni siquiera él sabía que existía, y que, además, le provocaba un algo que no podía explicar. Estaría ahí por tres días y no tenía nada que ocultar. Cuando terminó, se envolvió la cadera con la toalla y salió, encontró que, sobre la mesa, una taza de té, un vaso de leche, pan y  huevos revueltos, lo esperaban

Era una sensación completamente desconocida. Se sentía un poco incómodo, pero la razón era que no estaba acostumbrado a nada como eso. Atención, cuidado, confort… le eran tan ajenos.

—Toma Bucky, es tuyo, pero no sé si te quede—Steve dejó una pila ropa en el sofá.

Le dio la espalda, mientras la dejaba ahí, así que no notó que éste lo ignoraba y corría una silla para sentarse a comer. Probó la comida y le supo a gloria, no había probado más alimento que una mezcla rara que le daban siempre, que servía para reactivar y mantener el funcionamiento de su sistema digestivo después de estar tanto tiempo congelado; y  si duraba mucho tiempo activo, el alimento no era menos soso.

Steve se giró y lo vio inclinado sobre la mesa, comiendo. Supuso que el viaje había sido largo y estaba realmente hambriento. Estaba a punto de decirle que se secara y vistiera primero, si no quería pescar un resfrío, pero, cuando se acercó a él, no le pasó desapercibido ese brazo izquierdo.

—¿Qué es eso?—Preguntó rodeando la mesa, para verlo de frente. Desde ese ángulo, era más evidente la extremidad de acero— ¿Por qué traes eso en el brazo?

—Es mi brazo.

—¿Tu brazo?

—Perdí mi brazo y lo remplazaron con eso—Bucky explicó aquello sin dilación y con simplicidad; aunque no entendía bien a bien por qué lo hacía. Bien podía acallar las preguntar con un puñetazo. Pero, vamos, el chico lo estaba alimentando, al menos podía concederle una o dos indiscreciones, además, era la primera vez que hablaba tanto con alguien.

Por su lado, Steve frunció el ceño, su rostro expresaba lo que sus palabras no. No entendía ni una sola cosa.

—Yo no soy tu Bucky—con cada segundo la necesidad de explicarse se hacía más grande. Es más, tenía una fuerte necesidad de decirle todo acerca de él, todo. Lo que le habían hecho, lo que le hacían, las muertes que arrastraba, el porqué estaba ahí en ese momento—, quiero decir, no el que tú conoces. Yo vengo del futuro.

—¿El futuro?—Steve estaba entendiendo menos, corrió la silla frente a Bucky y se sentó en ella lentamente, asegurándose de apoyar los antebrazos en la mesa.

—Sé que puedo ser él—dijo señalando la foto sobre la mesa y con la boca llena—, era él… tal vez. Pero en el futuro…

—¿Cómo qué vienes del futuro? Esto parece una historia de ciencia ficción… No entiendo, Bucky, si eres tú en el futuro, ¿por qué estás aquí?

—Tengo una misión. Soy un soldado.

—¿Una misión? ¿Qué misión?

—Es clasificado—se sorprendió de sí mismo, y de la rapidez mental con la que pudo sortear la pregunta.

Steve asintió y no preguntó más. Parecía ser un chico de esos que entiende lo que significa “clasificado”. Tal vez, sólo tal vez, si era su blanco. Tal vez en el futuro, realmente se convertiría en un capitán. También era cierto que a Steve eso lo tenía sin cuidado, siempre había respetado lo que Bucky le quería decir y también lo que no. Aquella historia, era extraña, pero tampoco era lo que más le preocupaba.

—¿Cómo perdiste el brazo? ¿Cuándo?

—No lo recuerdo. Nada de eso. Cuando desperté tenía esto.

—¿Te dolió?—parecía una pregunta con respuesta obvia, pero no lo era para Steve, y tampoco para el soldado del invierno, quién lo miró con la mitad del bocado en dirección a su boca. Había incredulidad en su mirada. A nadie le preocupaba si le dolía algo o no… hasta ahora.

—Sí—contestó al fin.

—¿Mucho?

—Sí.

—¿Pero lo hicieron para ayudarte, verdad?

—Necesitaban que tuviera mis dos brazos.

—¿Para qué?

—Para matar.

Steve contuvo la respiración, Bucky pensó que por fin había terminado con su interrogatorio y dio cuenta de toda su comida, sin mirarlo de nuevo. Sin embargo, si sentía la mirada del rubio sobre él, y no era nada cómodo.

—¿Qué?—le dijo cuándo levantó el rostro por fin.

Steve no le contestó de inmediato. Para el soldado del invierno la mirada que le dirigía era muy diferente a las muchas que había recibido. No había terror, ni desdén, era diferente. Era cálida, y triste al mismo tiempo.

—Te usan como un arma—dijo al fin. Era un chico inteligente, receptivo. No necesitaba la historia completa para comprender la situación. No estaba haciendo una pregunta, estaba afirmando algo que Bucky no había puesto sobre la mesa, pero de la que dio cuenta cuando Steve lo mencionó.

Ambos compartieron una silenciosa mirada por varios segundos. Después, Steve sacudió la cabeza y se levantó de la silla. No dijo nada, rodeó la mesa y sorpresivamente, abrazó contra su pecho el rostro de Bucky y apoyo su mejilla en la coronilla de éste. Fue un movimiento inesperado que congeló al Soldado del invierno. Paralizado de pies a cabeza, por dentro y por fuera. No, no estaba acostumbrado a nada de eso. No sabía cómo reaccionar. Pero estando entre sus brazos, no sintió la necesidad de huir, ni de golpearlo. Al contrario, cerró los ojos y en el fondo de su mente una voz lejana pidió que no se apartara.

Después, lentamente, Steve lo soltó.

—No te preocupes, Bucky—le dijo—. Ahora, estás en casa.

Le sonrió y corrió hacia el sofá para levantar la ropa que le había llevado, se la entregó en las manos y le recalcó que esperaba que le quedara. Bucky asintió, se levantó de la mesa y comenzó a vestirse, sin apartar la mirada del joven que ahora se servía a sí mismo algo de cenar. Le sorprendía, le aterraba, le llenaba de curiosidad, le hacía querer quedarse, le hacía querer ser ese Bucky que Steve conocía. Pero no lo era y eso le molestaba.

 

La ropa le quedó; aunque ajustada, no era del todo incomoda. Steve se empeñó en secarle el cabello. Le dijo que dormir con el cabello húmedo, de nuevo, podía provocarle un resfriado. No hubo manera de hacerle entender que él no se enfermaría. Dejó que éste le frotara el cabello con una toalla y se lo cepillara. Fue muy extraño, en especial por su propia docilidad. El muchacho tenía don de mando, un don sutil que no necesitaba de gritos, golpes o amenazas. Una vez más, pudo entrever en él, al capitán que tenía que asesinar en tres días.

—Puedes dormir en la cama—dijo Steve, al tiempo que deshacía la cama para que Bucky se sumergiera entre las mantas.

—Prefiero el piso.

—Bucky es invierno, si duermes en el suelo…

—…pescaré un resfriado.

Steve le sonrió, lo cual le bloqueó mentalmente de nuevo, y palmeó  el colchón.

—Si tienes miedo, puedo dormir contigo.

—No tengo miedo—el Soldado del invierno se sintió ofendido, pero no le duró mucho, la sansación desapareció cuando Steve rió— ¿Dónde dormirás tú?

—En el sofá—Steve bajó de la cama para darle espacio y buscó su propia ropa para dormir.

Bucky trepó a la dichosa cama y sintió que se hundía en ella, pero también, se dio cuenta de algo en cuanto apoyó la cabeza en una de las almohadas: éstas tenían el aroma sutil de ese chico. Se llenó los pulmones de éste con la cara hundida entre las almohadas. Era un aroma familiar, activaba en él una sensación de nostalgia, y se pensó a sí mismo abrazando el delgado cuerpo del chico que le daba posada esa noche. Era casi como un recuerdo. Una interferencia. Levantó el rostro de la almohada y vio a Steve de pie, a un lado de la cama, semi desnudo y dispuesto a ponerse el pijama. Bucky dio cuenta de los  moretones que tenía, eran la huella de golpes. Había olvidado por un segundo, que Steve había regresado de una pelea. Sin decir nada, se puso de pie y buscó sus cosas, las que había ocultado enrolladas en el enorme abrigo. No solo llevaba armas, sino otras cosas de utilidad, entre ellas medicinas que le sanaban aún más rápido las heridas.

—Ven —le dijo tirando de su brazo e instándolo a sentarse en el borde de  la cama. Cubrió cada moretón, rasguño e hinchazón con una pomada especial. Una vez hecho, le dijo que se cubriera, que era mejor que él durmiera en la cama, ya que parecía mucho más caliente que el sofá, que sólo tenía una manta.

—Podemos dormir juntos, Bucky, no sería extraño—dijo Steve después de agradecerle por aquel cuidado médico—Eres más grande ahora, pero yo no necesito mucho espacio.

El Soldado del invierno guardó el ungüento de nuevo y le miró sin expresión.

—¿Podrás dormir con un asesino a tu lado?

Steve se encogió de hombros.

—Sé que no me matarás.

“Estás equivocado” pensó Bucky al ponerse de pie y volver a la cama “Es lo que haré”.

—¿Por qué tan seguro? Podría despertar y apretar tu cuello.

—Prefiero morir en manos amigas.

—Eres extraño

Steve sonrió y esperó a que Bucky subiera a la cama, para hacerlo él también. La cama era pequeña pero no tanto como para no darles libertad de movimiento. Steve apagó la luz, y Bucky dejó de ver su rostro en la oscuridad. El silencio los envolvió. Bucky conocía el silencio, pero ese silencio era diferente. No era un silencio gélido o solitario, había una respiración acompañándolo. Steve debía estar justo frente a él, en poco tiempo sus ojos se acostumbrarían a la penumbra y podría verlo.

—¿Me crees?—preguntó, era consciente de que Steve no tenía por qué tragarse su historia, una historia que tenía tantos huecos que era imposible taparlos todos.

—Sí—escuchó la respuesta del otro lado de la cama.

—¿Por qué?

—Porque eres tú.

—¿Sólo por eso?

—Sí.

El Soldado del invierno apretó los parpados y pensó que deseaba, fuertemente, ser ese Bucky. 

Notas finales:

Wola! Espero que les haya gustado.

 

Tenemos tres días por delante! Disfrutalos, Bucky!!

 

XD


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