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Por ti, mi amor... por Aomame

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Por ti, mi amor...

El trato

Tony dejó escapar un suspiro de satisfacción cuando cayó de espaldas sobre el colchón; vio el techo de su habitación con los ojos brillantes y sonrió ampliamente al sentir a Steve a su lado. Éste último, se giró sobre su costado y con la punta de los dedos siguió la línea del perfil de Tony. Aquella pequeña acción sorprendió gratamente a Tony, así que volteó a verle sin dejar de sonreír.

—Lo prometido es deuda— dijo al tiempo que sujetaba suavemente la muñeca de Steve y le mordía la yema de los dedos—. ¿De qué querías hablar conmigo?

Steve miró atentamente sus movimientos, y le dejo hacer sin rechistar. Ante sus palabras, tuvo que traer sus pensamientos de vuelta. Era extraño, pero cuando estaba con Stark así, se le olvidaba su objetivo inicial.

—Tú pareces conocerme bien—le dijo, cerró su mano en un puño laxo y se soltó del agarre de Tony suavemente; y como hiciera éste antes, miró al techo de la habitación—. Pero yo a ti no te conozco nada.

—Mentira—Tony sonrió pícaramente, aun si Steve no lo vio, entendió lo qué quería decirle—. Me conoces muy, muy bien.

—No me refiero a eso.

—Lo sé—Tony se puso serio y suspiró—. Realmente, ¿no me recuerdas?

Steve negó moviendo la cabeza de un lado a otro sobre la almohada.

—Tuve un accidente…—explicó.

—Lo sé.

—¿Lo sabes?

—Yo estaba ahí.

—¿Estabas ahí?

—Yo manejaba. No me hagas recordarlo, por favor.

Steve volvió a girar el rostro hacia él.

—Pensé… me dijeron que estaba solo.

—Te mintieron…en serio, no me hagas recordarlo. Me pondré triste y estoy muy contento ahora.

Steve frunció el ceño, quería preguntarle sobre su versión de lo ocurrido. Pero, decidió concederle ese deseo.

—Lo que trato de decir es que, como consecuencia del  golpe en la cabeza que sufrí,  perdí todo recuerdo anterior a la fecha del accidente.

Tony parpadeó y, sin pensarlo, le acunó la mejilla con una mano. Murmuró un “lo siento” y su ceño se contrajo en amenaza de llanto.

—Dijiste que no querías ponerte triste—le dijo Steve, y Tony asintió, respiró profundamente, y apartó la nube de desconsuelo y culpa que había querido colocarse sobre su cabeza. No quería mostrarle esa parte de él a Steve, no quería que éste se sintiera mal por hablar de ello.

—Lo que no entiendo—dijo—, es por qué nos mintieron.

Steve no tenía idea. De hecho, en los últimos días, no tenía idea de nada. Y eso lo molestaba mucho.

—Necesito un favor de tu parte, Tony.

Nada más escuchar eso, al millonario se le encendió la mirada.

—¿De qué se trata?

—No le digas a nadie que me viste y mucho menos que nos hemos encontrado… así.

—Tarde, ya le dije a todo el mundo.

Steve no rodó los ojos, sólo porque ya intuía que había pasado. Había sido un error de cálculo suyo. Pero, ciertamente, nada estaba en el cálculo desde el día de la fiesta.

—Niégalo—dijo simplemente y se sentó en la cama. Tony frunció el ceño e hizo un mohín al tiempo que negaba con la cabeza enérgicamente

—¡No quiero! ¡Por fin te vuelvo a ver y es…!

—Tengo una misión, Tony. Es importante.

Tony se dio cuenta de la gravedad de la petición, por la manera en la que su mirada marina se había vuelto severa. Realmente, se dijo, debía ser importante. Así que suspiró resignado.

—Está bien—suspiró de nuevo—. Por ti, mi amor, lo que sea… pero, con una condición.

Se incorporó, también, y apoyó la frente en el hombro desnudo de Steve.

—Ven y pasa todas las noches conmigo. No importa si sólo vienes a dormir y te vas antes del amanecer. ¿Lo harías? Hazlo, por mí. ¿Es un trato?

Steve tardó unos segundos en responder, ponderó el riesgo de cada excusión contra el silencio de su existencia y resolvió que valía la pena. Después de todo, también tenía preguntas cuyas respuestas sólo tenía Tony.

—Es un trato.

 

 

 

Bruce estaba en la cocina  cuando Pepper llegó a casa de Tony. Le dolía la cabeza y la apretaba entre sus manos, mientras un vaso con un analgésico efervescente bullía frente a él.

—Buenos días, Bruce—lo saludó ella

—Buenosss—respondió  arrastrando las palabras.

Pepper  se rió por lo bajo de la escena que tenía enfrente.

—Si así estás tú, no quiero imaginarme a Tony.

Bruce hizo un gesto indefinido con la mano, y justo entonces, por la puerta de la cocina apareció Tony. Para sorpresa de Pepper, el genio, parecía más fresco que una lechuga. Entró a la cocina, la saludó con un beso y un abrazo jovial. Y luego, canturreando,  fue por una taza de café, no sin antes burlarse de Bruce y su resaca.

—Estás muy feliz, Tony—observó Pepper, mientras éste sonreía y terminaba de llenar su taza de café.

—Soñé bonito—contestó él, le dio un sorbo a su taza e hizo cara de que estaba delicioso.

—¿Qué soñaste?

—No qué, con quién—corrigió Tony, sacó la caja de donas y escogió una—. Soñé con Steve.

Se llevó la dona a la boca y con ella ahí, balbuceo que  iría a su taller. Y así salió de la cocina. Pepper lo miró sin saber si reír o preocuparse por él.

—Es curioso—dijo Bruce después de beber casi de un trago su analgésico—. Yo también soñé con él.

—¿Cómo?

—No lo sé. Tengo el recuerdo de la computadora de Tony diciendo “Bienvenido, señor Rogers” y luego, a Steve diciendo que me llevaría a mi habitación, mientras Tony le decía que me dejará en el sofá sufriendo—le dolía la espalda por culpa de la incómoda posición en la que había dormido—. Se sintió muy real. ¿Sabes, Pepper? Me alegré, pensé que estaba vivo y que Tony estaría feliz.

—Tal vez—dijo Pepper—, Tony te ha sugestionado.

—Sí, tal vez—le concedió Bruce.

 

 

 

—Cap—Rumlow se acercó a él por la espalda—, el señor Pierce quiere hablar con usted.

Steve se giró para mirarle. Estaba haciendo una llamada, pero tal como venía pasando unos días atrás, la llamada no comunicaba. Apartó el móvil de su oreja y terminó con ese intento fallido.

—En un momento.

—Dice que tiene que ser ahora.

Steve no contestó, sólo asintió con severidad, Rumlow también asintió y dio la vuelta. Odiaba cuando el capitán estaba de mal humor, todo se volvía demasiado rígido entonces. Y bueno, tampoco le apreciaba tanto, esperaba, en su fuero interno, pero con muy pocas esperanzas, que el motivo de su llamado ante el jefe fuera para una reprimenda.

Pierce estaba sentado en su escritorio cuando Steve hizo acto de presencia en su oficina. Le ofreció sentarse, pero él declinó la invitación.

—Capitán, iré al grano.

—Por favor.

—¿Cómo va el estatus de su misión?

Steve reprimió un suspiro o cualquier otro gesto.

—Estoy dentro.

—¡Bien!—Pierce no pudo disimular su alegría y aplaudió una sola vez—Y eso que decía usted que no era un espía.

—No lo soy. Y si le soy honesto, esta misión no me agrada.

—Capitán, no se preocupe. Esto es por seguridad nacional—le aseguró el funcionario y tendió un sobre sobre la mesa—. Sus siguientes instrucciones.

Steve, esta vez, sí suspiró y tomó el sobre con pesadez.

—¿Algún problema, Capitán?

Steve le miró seriamente.

—Ninguno. ¿Me puedo retirar?

Pierce asintió, y Steve salió sin añadir nada más. 

Notas finales:

Wola! Espero que les haya gustado!

Gracias por sus reviews, nunca tengo tiempo de responderlos pero de  verdad, mil gracias, me hacen feliz y  me inyectan ganas para seguir con está entramada historia XD

 

Hasta la próxima!

 

Continuará...


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