Por ti, mi amor...
¿Qué tiene que ver Banner?
Cuando cumplió 15 años, Tony Stark, ingresó a una academia muy prestigiosa. Entró con el estatus de genio de la ingeniería en el área de ciencias. Es una academia de élite, dónde los hijos de las personas más influyentes del mundo preparan a sus sucesores. Su existencia es, por supuesto, un extraño secreto a voces.
Desde niño, había mostrado tener ese carácter sarcástico que lo caracteriza, aunado a la enorme capacidad de flotación de su ego, era uno de los chicos más odiados o más amados del colegio. Y a diferencia de muchos de ellos, tenía de que presumir. Aunque, por supuesto, su carácter no lo salvó de enfrentamientos y discusiones. Muchas veces, él mismo propiciaba tales situaciones en un afán, casi siniestro, de demostrar su supremacía.
Fue así que, un día, mientras daba una cátedra de como humillar a un novato, recibió el golpe de un firsbee en la nuca.
—Tal vez deberías morderte la legua de vez en cuando—escuchó, con lágrimas chispeantes de dolor en los ojos, detrás de él.
Cuando se giró, descubrió a un chico alto, rubio y de ojos azules, que insolentemente blandía su arma haciéndola girar en uno de sus dedos. Aquello, por supuesto, lo enfureció.
—¿Quién carajos eres tú?
—Steven Rogers.
—Pues no sé quién eres, yo soy…
—Stark, Tony Stark. Yo sí sé quién eres.
Tony habría podido sentirse orgulloso, y decirle que era OBVIO que lo conociera porque él SÍ era relevante. Pero no, no podía, porque por encima de esa idea, estaba la idea aún más evidente de que a Steven Rogers le importaba un pepino que fuera Tony Stark.
—¿Por qué no te metes en tus asuntos?
—Lo intenté, pero definitivamente no soporto a los bullies como tú.
—¿Bullie?
Steven asintió, dejó de girar el firsbee y se lo colocó bajo el brazo.
—Deja de molestar a la gente—le dijo y amagó el dar media vuelta y marcharse. Pero Tony no podía dejar las cosas así, simplemente no podía.
—¿Y si no qué?—escupió más que iracundo.
—Te molestaré yo.
La insolente respuesta, vino acompañada de una insolente sonrisa, que después se transformó en una gélida e insolente mirada. Tony ya no pudo decir nada, la quijada se le había trabado del enojo. Él, que siempre había tenido palabras de sobra, se había quedado sin ellas y eso sólo aumentó su grado de enojo.
Steven no volvió a la vista atrás y regresó a jugar con un par de amigos, quiénes lo había aguardado sin moverse metros más allá.
Steven Rogers era hijo de un importante militar. El General Rogers, como todos, incluso su hijo, lo llamaban, era un hombre estricto y un tanto hosco, aunque con buen corazón. Sus valores habían sido absorbidos por su vástago con un cierto grado de refinamiento. Con esto quiero decir que Steven Rogers era un chico sensible a las situaciones individuales, e intentaba ser justo e incluso adecuar el grado de su propia rigidez conductual. Era un chico amable, comprensivo, firme de ideas, honesto, y dulce.
—En pocas, palabras—dijo Pepper, interrumpiendo el relato por primera vez— Steve era todo lo contrario a Tony.
Jarvis esbozó una pequeña sonrisa y asintió con una sola cabeceada. Aprovechó y vio por la pantalla que Tony había salido de su entumecimiento físico y se lavaba el cabello con parsimonia.
—Las sales que le mando la doctora Cho, están tranquilizándolo—observó
—¿Así que es algo que le pasa seguido?
Jarvis movió la cabeza de un hombro a otro como diciendo que era algo que pasaba “más o menos seguido”.
—Tiene ciertos periodos…
Ambos guardaron silencio y vieron por la pantalla como Tony se clareaba el cabello con la regadera de mano. Después de eso, Pepper rompió el silencio.
—Así que… ¿se llevaban mal?
—¿El señor Stark y el joven Steve? Oh, sí. Al principio no se soportaban.
Tony averiguó que Steve también tenía estatus de genio, pero en otra área, el área de arte, más un sobresaliente en deportes. Eso era mucho, era lo opuesto a él. Y en un toque de ironía, para su sorpresa, también era tan popular como él. Y en cuanto amistades… bueno, ahí se lo llevaba de calle.
En ese tiempo, Tony no tenía muchos amigos, sólo Rhodney y Natasha, más tarde se haría amigo de Bruce… pero Natasha, para disgusto de Tony, era muy buena amiga de Steve y novia del mejor amigo de éste, Bucky.
Por el otro lado, Steve no solo era amigo de Natasha y de Bucky, tenía otro amigo incondicional llamado Sam, otro hijo de militares, y un grandulón, genio en deportes llamado Thor. Además, se llevaba bien con otras personas de la generación.
Para Tony era desconcertante que un tipo serio, demasiado tranquilo para su gusto y tan cuadrado tuviera tal cantidad de amigos. Y él que era puro ingenio y risas, no. Lo envidiaba secretamente, pero al mismo tiempo se decía que él no necesitaba nada de eso.
—Pero—intervino Pepper una vez más—, todos los que acabas de mencionar, son amigos de Tony hoy día. Quiero decir, hasta se van de campamento una vez al año.
—Ah, sí. Claro. Gracias a Steve, el señor Stark entró en ese círculo de amistades y encajó demasiado bien. Realmente ellos lo quieren y él a ellos. Pero, sin duda, el lazo que los unió fue el joven Steve.
—Entiendo. ¿Y entonces?
Tuvieron varias peleas. De palabras y de las otras también. Simplemente no podían estar en la misma habitación sin enfrentarse. Tony se burlaba de su rectitud y Steve despreciaba que todo lo tomara como una broma. Incluso, los profesores los separaban en los lados opuestos de los salones de clase, si es que no podían evitar que tomaran clase en los mismos salones.
Eso continuó por medio año, más o menos. Hasta que tuvieron que trabajar en equipo. No porque los obligaran a intentar llevarse bien, y eso que intentos no faltaron, sino porque no les quedó de otra. Porque encontraron un punto de concordancia.
—¿Qué fue lo que pasó?
Jarvis carraspeó, en la pantalla Tony tenía más energía y ahora se tallaba el cuerpo, con calma, eso sí.
—Bueno, aquí fue cuando hace su aparición el señor Banner…