Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los chicos lloran lágrimas celestes [en REEDICIÓN] por DianaMichelleBerlin

[Reviews - 34]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

 

 

A las personitas chulas que estén leyendo esto les digo una cosa: GRACIAS. Gracias por darme una oportunidad, pasar de ese capítulo y seguir leyendo. Esta historia la hice con el corazón y puede que no sea perfecta, pero es lo que soy. Si bien antes del capítulo 6 no hay demasiada acción, cada cosa tiene un porqué y la historia lleva su propio ritmo. No soy inmediata. 

Escribo para quien guste de esta cosa y le resulte aunque sea un pretexto para pasar el rato. De verdad gracias

No les pido que se manifiesten si no quieren, pero necesito decidir una cuestión. Abajo les digo. 


REEDITADO: 01/04/2018

 

Más de tres años atrás.

 

 

Desayunó un gran pedazo de lo que había sobrado de su pastel de cumpleaños de chocolate y fresas. Tuvo que pasar cuidadosamente sobre el piso de su habitación, porque la noche anterior se moría de sueño y dejó esparcidas todas las envolturas de sus regalos.

 

Se dio el tiempo de mirar la televisión y medio hablar con su mamá antes de acabar de darse valor, porque esta vez iba con un aire distinto. Por primera vez, en mucho tiempo, estaba decidido a hablar con la verdad.

 

La noche anterior Ian no había dormido muchas horas, a pesar de que estaba muy cansado por su celebración. Repasó mucho tiempo todas y cada una de las explicaciones que su mente de unos nuevos doce años le daba para pensar. Al final no apoyó ninguna. Al final, no tenía un nombre para lo que le recorría en la cabeza. Tenía nombre para lo suyo: le gustaba. Pero sobre él...

No sabía qué pensar.

 

De todas maneras, él sabía que era momento de la verdad. Engrandecido por su cumpleaños ahora se sentía un poco más hombre y menos niño que unos días antes. Si lo suyo era algo irremediable, ése día lo sabría....Si lo suyo era posible, también lo sabría. Ya era suficiente de estar a medias.

 

En esa época eran vecinos justo de frente. De hecho, cada uno podía mirar al otro incluso desde la ventana de su recámara (lo que a menudo hacían durante las noches, haciéndose caras a distancia). No se atrevió a mirar en la mañana todavía, pero en cuanto se armó de valor suficiente, descubrió que las cortinas blancas de la recámara de su amigo estaban cerradas. ¿Eso le daba algo de tiempo?

 

Abrió la puerta y caminó el corto trayecto de entrada hacia entrada. El letrero de bienvenida en ruso era el primero en saludarlo, pero se dio cuenta de que había desaparecido.

No le daría importancia a aquello, hasta que empezó a tocar la puerta. Era domingo, sabía que la familia de Misha estaría terminando de desayunar; para cuando las cosas estuvieran servidas en la mesa en la hora de la comida, ya habría aclarado muchos puntos con él y, como ya se habría declarado formalmente, sabría qué camino seguir. No sabía si tener muchas o pocas esperanzas; nunca tuvo muchas, pero como por lo visto algunas cosas estaban cambiando, estaba en un punto en el que, por mucho que se esforzara pensando, todo era muy incierto.

 

Él, a su pitufina edad ya sabía que días como ése eran los que todo el mundo recuerdan aún después de años. Era un niño apenas salido de quinto de primaria en su primer amor, tocando la puerta, con el corazón latiendo a todo lo que daba. Él sabía que probablemente, ése día lo perseguiría durante mucho tiempo, hablando sobre él y reproduciéndolo en su cabeza una y otra vez...para bien o para mal.

Siempre fue muy listo, porque no se estaba equivocando.

 

Se dio cuenta de que ya llevaba mucho tiempo tocando la puerta sin que le abrieran. Siempre le abrían a los pocos segundos.

–Qué raro– pensó para sus adentros. Luego de tocar un par de veces más, quiso mirar a la ventana, pero ésta tenía también las cortinas extendidas. Se escuchaban un par de ruidos débiles adentro, pero ninguno era una clara señal de vida.

 

¿Habrían salido? ...No, no podían haber salido. La señora Lébedeva salía siempre en su coche y ése estaba estacionado junto a la casa. Por su propia ventana había visto a la señora y a Pavlovna salir y luego entrar de nuevo a la casa, y en todo ese rato ninguna había vuelto a salir de allí. ¿Habrían salido otra vez sin que se diera cuenta?... El auto del señor Pavel era el que brillaba por su ausencia.

 

Decidió esperar un rato más sentado en la banqueta. Si no habían salido en coche, significaba que no iban a tardarse más allá de quince minutos. Pero pasaron veinte y no había señales de ellas por la calle.

 

Por alguna luz que se prendió en su cabeza, se levantó y pegó la oreja a la puerta, aunque convencido de que no iba a oír nada. Fue una absoluta sorpresa cuando escuchó un grito de volumen bajo, como venido del comedor. Era Pavlovna.

 

Qué pinches groseras.

Si estaban allí dentro, ¿Por qué no le abrían?

¿Por qué Mijaíl no le abría?

¿Estaba demasiado nervioso después de "esa cosa"?

 

 

Tocó la puerta un par de veces más, extrañado, enojado y confundido.

Un minuto pasó antes de que por fin oyera que se acercaban a la puerta y saliera Pavlovna con un no muy buen semblante en la cara. Parecía acabada de regañar.

 

–Hola, Ian –Lo saludó, con una voz quebrada. Sí, seguro estaba acabada de regañar...

–¿Por qué nadie me abre, Pavlovna? –se quejó el moreno. –Llevo rato aquí pegado queriendo entrar.

 

Y eso se disponía a hacer, pero Pavlovna no le permitió la entrada.

 

–¿Y ahora?

–Ian, ahorita no puedes pasar.

–¿Por qué? ¿Te están regañando?

Pavlovna miró atrás de sí con un gesto leve.

–...No, no como eso.

–¿A Misha también?

–...No.

–¿Qué está haciendo?

–Salió. Él ...salió con papá temprano.

–Ah...

 

Se decepcionó un poco. Iba ya preparado para todo y ahora tendría que esperar un rato más.

 

Y se le ocurrió preguntar:

–¿Y a qué hora regresa?

 

...

 

Hubo un largo silencio.

 

Pavlovna bajó la cabeza y se puso roja de la cara como si quisiera llorar.

Algo andaba muy mal.

 

–¿Qué tienes, Pavlovna? –dio un paso hacia ella.

–Te digo que peleé con mi mamá –Respondió la niña rubia, tallándose los ojos.

–¿Pues qué hiciste?

–...

–¿Pavlovna?

–Ian...

–¿Qué?

–Ian...te tienes que ir.

 

...

Algo realmente andaba mal.

 

–... ¿¡Por qué!? –preguntó.

 

Algo realmente andaba muy mal con ella. Ya tenía la cara llena de lágrimas.

 

–Me tengo que meter a mi casa –Susurró Pavlovna, la garganta se le llenó de mocos.

De verdad se preocupó.

 

–¡Pavlovna! –exclamó el menor– ¿Qué te pasó?

–Nada, Ian. Por favor, ya me tengo que meter.

 

Tendría que haber sido un regaño marca demonio para verla así.

–...Bueno, está bien –. Decidió darle espacio– Me voy.

–Gracias –asintió ella.

–Vuelvo cuando esté tu hermano, ¿a qué hora llega?

 

...

Pavlovna lo miró a la cara, con sus ojos celestes inundados e inyectados de rojo, sollozando.

 

–Ian –pronunció la pecosa– ...Creo que mi hermano ya no va a regresar aquí.

 

...

 

Eso no lo esperaba. Tampoco su corazón.

Sintió que se agrietaba.

 

–¿¡Por qué!? –se alteró por completo.

–Se fue con mi papá temprano.

–¿¡A dónde!?

–¡No sé! –Negaba ella con la cabeza.

–¿¡Pero cómo que no sabes!?

–¡Se lo llevó con él!

 

La laguna de los ojos de Pavlovna se desbordó, inundando su cara. Mientras ella intentaba secarse y sorber de su nariz, en la noche oscura del pequeño estaba empezando a caer una tormenta. Los relámpagos se sentían en su pecho.

 

Era demasiado para alguien tan pequeño, ahora él piensa, a tres años de distancia de eso.

 

–¡No, Pavlovna, estás loca! –chilló. –¿Por qué no va a volver?

–Se llevaron sus cosas.

–¿Y por qué tú estás llorando así?

–¡Porque...porque te voy a extrañar!

–¿¡Qué!?

–¡Es una despedida!

–...

 

Antes de que el moreno pudiera preguntar otra cosa, tras de Pavlovna y la puerta salió la mamá Lébedeva. Ella tampoco tenía la sonrisa de siempre. Ni siquiera le ofreció una.

 

–Ah, hola Ian –Le dijo en un tono muy seco, diferente al de siempre– Pensé que eras un amigo de Pavlovna despidiéndose.

–¿A dónde van sus hijos, señora?

–Bueno, pequeño, nos vamos a ir.

–¿Dónde está Misha?–preguntó él, intentando guardar la calma, cuando en realidad sentía que se moría por saber. No sonaba nada calmado.

–Misha se fue con su padre hoy.

–¿A dónde?

–Yo qué sé, Ian. Es su padre, no creo que vaya a asesinarlo ¿verdad?

–¿Por qué Pavlovna dice que no va a regresar?

–Porque él ya no habitará esta casa, pequeño. Él se adelantará cuando regrese. Vamos a ir muy lejos.

–¿A Rusia?

–No, pero sí lejos de aquí.

–¿A dónde?

–Ian...qué te importa. De cualquier forma no nos volverás a ver.

–Señora, si le pasó algo a Misha, ¡dígame por favor! Por favor...

 

No pudo completar la oración que quería, se ahogaba con todos los fluidos que salen del llanto.

 

–¿A Misha? ¡Misha está bien, pequeño! –contestó la rubia mayor– ¡Y va a estar mejor cuando regrese, se fue muy contento con su padre y eso lo tendrá tan contento como se fue en la mañana!

–¿¡Y por qué no se despidió!?

 

La señora Lébedeva no estaba siendo lo bastante considerada, tomando en cuenta que estaba hablando de que dos amigos unidos no iban a volverse a ver. Ian llorando ahí en su puerta, se sintió humillado en alguna manera.

 

–No lo sé, pequeño. Sólo me encargó que te diéramos su adiós. Dijo que necesitaba irse con su padre y que quería pasar un tiempo fuera. Así que se fue.

–...

–No llores, pequeño, hay muchos otros chicos por aquí y la familia que viene para acá también tiene una niña. Amigos no te van a faltar.

–¿Y MISHA?

 

La señora volteó los ojos en una órbita considerable.

–A ver, ¿qué tiene Misha? –le acercó la cabeza para enfatizar su molestia– ¿No tienes más amigos? No lo vas a extrañar.

–Pero... ¿No dijo otra cosa? ¿Que me iba a llamar o...?

–No. Y lo lamento también por sus otros amigos, porque Misha dejó su teléfono aquí. Pero creo que eso quería. De eso trata un tiempo fuera, ¿no?

–¿Y ya no va a ir a su escuela?

–No, Ian. Nos iremos lejos, es obvio que estará en otra.

–¿Cómo voy a saber de él entonces??

–¡IAN, por Dios!

 

Inessa había explotado e Ian descontroló su tristeza. Comenzó a gimotear y a sacar más lágrimas.

 

–¡Ya! ¡No llores! –Ordenó ella– ¡Es suficiente con el berrinche adolescente de Pavlovna que no quiere dejar a sus amigos! ¡Basta! ¡Ya no eres un niño chiquito, ya es momento de ser HOMBRE!

 

...

El momento de ser hombre.

 

Ése día quería convertirse en uno siendo valiente... Así no.

Así se sentía un bebé.

 

Dicho esto, la pecosa mujer dio un paso atrás con su hija y tomó la perilla de la puerta.

 

–Ian. Se fue. Sigue tu vida. Y por favor, si algún día nos encuentras, no saludes. Será de mala educación. Estamos dejando un ciclo y es mala suerte.

–...

–Ya vete. Se fue.

 

El famoso "Se fue".

 

La señora tomó a Pavlovna del brazo y se metió en la casa, cerrando la puerta aunque Ian estuviera todavía parado allí; llorando todo un río, como dice otra canción.

 

Ay, fin del flashback feo.

 

– – – – – – – – –

 

 

Una semana después.

 

 

Cuando Ian era el de las decisiones, todo era mucho más estricto.

 

Había pasado una primera semana. Las tardes de holgazanería y charlas con clases de ruso, se volvieron clases de ruso con cierta dejadez con chistes idiotas, como entre compañeros de clase de ésos que se sientan en los extremos contrarios del salón y se hablan sólo para la tarea del equipo que la maestra puso por sus faldas. Hasta ahí.

 

Incluso, la tradición de recibir a Pavlovna con las almohadas se suspendió, aunque eso no tuviera nada que ver. No dejaron de ser cordiales y un poco graciosos el uno con el otro, pero ahora, más que amigos, parecían esos simples compañeros que te digo.

Es más, ni siquiera los compañeros de equipo se esfuerzan así por estar el uno tan distante del otro.

 

El primer día, los dos parecían haber aceptado muy bien el acuerdo. El segundo día, Misha no se acordó y quiso abrazar a Ian, y recibió aire y un trozo extra de sillón para él solo,para que estuviera aún más lejos de el del moreno; Misha pidió perdón.

Desde el tercer día, Misha cedió por sí mismo otro trozo de sillón. El cuarto día no se vieron, porque Ian tenía examen y estudió con Pía. Para el quinto día, Misha estaba muy desanimado. Para el sexto, el día de este relato, las cosas ya estaban demasiado tensas, pero no se decían nada.

 

Al menos la primera hora.

 

–Haz una ["P" rusa] , NO un arco– le dijo Misha, cuando estaba revisando el primer párrafo totalmente en ruso que Ian había podido producir. Era la traducción del párrafo de un libro.

–Mi forma de escribir es muy rápida, así me sale –contestó el moreno. Misha rodó ojos.

–Pues que no te salga así, Ian. Si yo veo esto, pienso que es una ["L" rusa] y así yo entiendo otra cosa.

–Sí, lo tendré en cuenta.

–Gracias... Bueno no gracias –se corrigió el rubio. –El que está aprendiendo eres tú.

–Ajá, bueno. ¿Y lo demás está bien?

–...¿Aquí qué dice?–preguntó Misha, señalando una palabra en el texto.

Ian releyó la línea entera. –Dice "raro" –explicó.

–Escribiste una grosería, Ian. Creo que confundiste las palabras.

–Pues así me enseñas –se defendió el latino. –Con las patas.

–¡Yo no te enseño groserías! –Mijaíl frunció el entrecejo.– No todavía.

–Pues lo primero que te oí decir cuando te conocí, fueron puras groserías.

–Eso no te...

–Yo te escuché.

 

Ian se puso los brazos atrás de la cabeza en pose de ganador y

 

Misha resopló vencido.

–Estaba que me llevaba el diablo –Se explicó el mayor.– Acababa de llegar aquí y no quería dejar Nóvgorod.

–Es más, ja ja ja... –Se burló Ian– Lo primero que te oí decir fue "puta".

 

Aquello le hizo un poco de gracia al ruso.

–"Blyad"... –Dijo, asintiendo levemente– Sí, me acuerdo. Aventé mi maleta y comencé a tirar todo lo que tenía cuando entraste.

–Sí.

–Y luego gritaste como nena...

–...

 

Ahí venía otra vez eso...

 

 

–... ¡Ja ja ja ja ja ja...!– El ruso quiso contenerse pero comenzó a carcajearse, como si hubieran proyectado en video ese momento una vez más. Ian dejó de sonreír.

 

Otra vez lo del gritito cuando se conocieron y lo espantó.

 

–No pues qué pinche risa –Se quejó el menor.

– ¡Ja ja ja ja ja!

–Pinche inmaduro.

–¡Es que te viste tan pendejo! –Misha se sobó la panza.–¡JA JA JA JA JA!

–¿Nunca vas a dejar de reírte de eso?

–¡NO, JA JA JA JA JA JA...! –El eslavo se clavó las manos al estómago, retorciéndose.

 

Cómo cagaba cuando se reía de eso. Vaya, que sí se había espantado como niña... Pero ¿¡Era para tanto!?

 

–Pendejo te viste tú –Soltó Ian– Hablándome en ruso casi con putas señas, como gringo pendejo de película cuando los pinches aborígenes no le entienden.

–¡JA J...!

 

Eso ya no le hizo tanta gracia al pecoso.

 

–Ja ja ja...Pues sí –Misha se puso más serio–¿Querías que te hablara en español, idiota?

–Tuviste un mes desde que te enteraste de que venías para acá para aprender aunque sea a decir "Estoy pendejo, no hablo español".

–...

–Ahora sí no te ríes.

–No quería venir, idiota.

–¿Y por qué no te quedaste allá?

–No podía, animal.

–...

–Pero de haber sabido que te iba a conocer, mejor me quedo allá a vivir en un hoyo.

 

...

 

"De haber sabido que te iba a conocer, mejor me quedo allá a vivir en un hoyo".

 

Ian lo miró en automático.

 

Y también en automático Mijaíl se dio cuenta de su comentario.

 

–Perdón –Se disculpó.– No quise decir eso.

El ruso había visto cómo la cara de Ian cambió de semblante mientras giraba; como cuando se sabe que se le dio un golpe a una persona que no parece reaccionar de momento, pero cuando reacciona sabe que lo que escuchó le dio duro.

 

–Lo siento, Ian.

–No, pendejo –habló el moreno– Igual si yo hubiera sabido, ése día le hago un maldito teatro más grande a mi mamá para que no me dejara en tu casa y no conocerte.

–...

–...

No estaba funcionando.

 

Misha se levantó de golpe y tiró el cuaderno de Ian a sus pies.

–Todavía te puedes largar.

 

El güero con pecas salió disparado a pisotada fuerte hacia las escaleras. Subió a su cuarto e Ian pudo escuchar cuando abrió y cerró de un portazo su habitación. Como diva. Como Lindsay Lohan en la película donde cambia cuerpo con su mamá.

El problema era que no le estaba dando risa.

 

El moreno se quedó ahí unos minutos, deteniéndose en lo que acababa de pasar. En cómo habían estado las cosas ésos días. En que ya se sentía como si el diablo también se lo llevara a él ahora. Tomó su cuaderno y lo metió en la mochila, avanzó por la sala y desapareció por la puerta.

 

Allí iba a dejar a la estúpida diva güera que se llevaba pero no se aguantaba. Tenía otras cosas que hacer. Había comida familiar con un tío en su casa y con su tarea no necesitaba de una clase de ruso para preocuparse por asuntos educativos.

Güero chiflado.

 

Si de verdad era tanta su desesperación por portarse machito con él...

¿Por qué carajo se ponía mal sólo por él?

 

- - - - - - - -

 

 

Ya el cielo se estaba oscureciendo.

Había recorrido tres calles cuando algo dentro de él mismo lo traicionó.

 

¿Había sido lo mismo que él sintió cuando regresó aquel día del puñetazo, cuando lo vio tirado a media calle?

 

 

–Misha...–Llamó el chico de ojos negros a la puerta de la habitación.

Adentro no se escuchaba nada.

 

–Misha...– llamó otra vez. Nadie contestó.

Pero escuchó un gruñido.

 

Abrió la puerta y la luz del corredor iluminó el cuarto a oscuras, con sólo la luz de la ventana alumbrando. Lo vio de boca arriba, extendido en su cama. Tenía una almohada puesta en la cara y había puesto música en su teléfono. Empezaba una acústica, muy tranquila, bastante diferente a sus gustos regulares.

 

–¿Tus paisanas lenchas?–preguntó Ian por quien cantaba la canción, con la esperanza de que, por lo menos, Misha estuviera del humor para contestar.

 

Pero no.

 

–Misha...

El ruso tampoco contestó esta vez.

–Misha...

–Es Th3 Cats, idiota.

–...

–...

–Lo siento.

–Vete, pendejo.

 

Ya se esperaba esa respuesta. Pero no había regresado en balde.

 

–Misha, no –Insistió.–No te pongas así.

–...

–Lo que te dije no fue en serio.

–...

–Misha, quítate la almohada de ahí.

–...

–Misha, quítate la almohada.

–No quiero, idiota –. La voz del rubio se oía apagada. ¿De veras le afectó tanto?

–Misha, ¿te voy a hablar a ti o a la almohada?

–Háblale a tu puta madre.

 

Ian corrió hacia el pecoso y aventó la almohada al suelo de un manotazo.

 

Misha no estaba llorando exactamente. Pero sí tenía un par de lágrimas escurriéndole por la mejilla derecha.

–¡Maldita sea, Ian! –Reclamó Mijaíl avergonzado. Se intentó cubrir con las manos.–¡Te dije que le hablaras a tu...!

–Pues te jodes.

–¿Qué quieres?

–Pendejo, si no te hubiera conocido, mi vida no sería la misma.

–...

–...

 

El eslavo se descubrió y normalizó su respiración.

–Para bien, de seguro dices –soltó.

–Te estoy hablando en serio.

 

Ian movió la pierna de Misha para hacerse espacio en la cama y sentarse. Ocupó un lugar en la orilla de la cama, mirándose los pies, sin tocar al rubio.

 

–Misha... –Empezó. –Oye...

–...

–Yo no pasé sólo por cosas malas contigo. Y eso te consta. Y me consta a mí.

–...

–Misha –continuó– Mi vida no sería tan buena sin ti. Y ésa es la verdad.

 

Misha seguía en absoluto silencio. Así Ian supo que le estaba prestando total atención.

Y sintió la confianza de abrir su corazón.

 

–Cuando te conocí... –le contó el moreno a su amigo–yo supe aún siendo un mocoso, que no había conocido a nadie en mi vida como tú. Y no lo digo por el pelo rubio, ni por el idioma extraño, ni los ojos azules, ni nada. Yo...supe que no había conocido a nadie como tú...No sé.

–...

–Porque simplemente, uno sabe esas cosas cuando pasan.

–...

–Misha, tú fuiste mi primer amor.

 

Ian sintió cómo el ruso se reacomodó en la cama tomando más distancia de él.

Entendía que se sintiera un poco incómodo.

 

–Lo siento –se disculpó. –Nadie escoge quién le gusta. No he sabido de nadie que haga eso.

–...

–Tal vez piensas que fue todo culpa de las mariconadas, pero no es cierto. Y posiblemente también piensas que yo hacía esas cosas para... contagiarte, o no sé qué mierda estés pensando, pero no. Yo las hacía porque te amaba. Ja, tenía nueve, diez años y apenas sabía cómo prender la lavadora para lavar mis...pantalones. Pero según yo y mis mocos, ya te amaba.

–...

–¿Y sabes por qué te amaba?

–...

–¿Lo sabes? Misha...

–No.

–Porque contigo siempre fui muy feliz.

–...

–Hasta la fecha.

–...

–Si no quieres decir nada, está bien –concluyó Ian.– Yo sólo vine a decir esto. Al menos para que veas que yo también soy un imbécil y te miento en ocasiones.

–Ian...

–Dime.

–¿Por qué sentías eso por mí?

 

Ahora Ian supo que Misha también se estaba abriendo.

 

–Acabo de decírtelo –le respondió.

–No soy tan especial. Sólo soy güero, foráneo y tengo putas manchas en la cara.

–No me gustaste por eso, amigo.

–¿Te gusté mucho tiempo?

–...Son preguntas de cosas de las que dejé de hablar hace mucho, ¿sabes?

–Lo siento, Ian.

–... No te preocupes.

–...

–Pues.... siempre te me hiciste "bonito"...

–..."Bonito"... je, je...

 

No lo veía al rostro, pero Ian supo que Misha se sonrojó con la palabra, por la risa chiquita que le sucedió.

Y es súper hermoso cuando escuchas la risa chiquita de alguien que se hace el duro... el "macho".

 

–Sí. Bonito –rió un poco él también.– Pero creo que oficialmente... Debió ser a los once, Misha. Quiero decir... Siempre me gustaste, pero a los once creo que fue ya en serio. Como amor.

–...

–Qué cosas, ¿no?

–Entonces... ¿Estuviste todos esos años sintiendo eso por mí y yo nunca me di cuenta?

–...Creo que sí.

–...

–¿Y qué habrías hecho de todas formas si te dabas cuenta?

–La verdad... no sé.

–Misha, eso es otra cosa, tú siempre me aclaraste las cosas. No te preocupes.

–Eso creo.

–Sí.

–...

–...

–...Siento no haber sido eso para ti, Ian.

–...

–De verdad.

–No digas eso, te respeto –Ian negó con la cabeza.– Tú eres heterosexual, no sientas culpa por eso.

 

Ian escuchó el exhalar profundo de Misha, como de frustración.

–...Aún así –respondió el ruso.

–...

–Sabes Ian, ahora mismo creo que no hubiera estado mal si fuera diferente.

–¿Diferente, qué?

–Tal vez no está mal como yo pienso. No creo en ti como un anormal... No te puedo ver así.

–Oh... pues, gracias.

–De nada...

–Sí...

–...

–...

–Ian...

–¿Qué?

 

Ian viró hacia su amigo y sus ojos se adaptaron a la penumbra, para buscar la figura de Misha a la luz de la ventana.

Cuando Ian lo miró por fin, pudo ver al ruso incorporándose en la cama y sentándose junto a él... muy cerca de él.

 

Por alguna razón, la canción se repitió. Ya se estaba haciendo mucho más tarde, el sol ya no estaba y a juzgar por las nubes negras la lluvia, como la luna, no tardaba en llegar. La luz blanca que emanaba de ellas le pegó justo en la cara pecosa al joven de ojos azules. Lo notó, porque se estaban viendo justo a los ojos.

 

Jamás habían estado tan cerca...excepto...

Hace tres años.

 

...

Sólo que ésta vez, algo pasó.

Algo pasó de verdad.

 

...

Algo tendrán para siempre los labios de la persona que amaste, que siempre te van a hipnotizar.

A Ian lo hipnotizaron demasiado, porque más que alejarse del rostro de Misha cuando éste se estaba acercando lentamente, él se acercó más.

 

El rubio había intentado mirar directamente la noche oscura de sus ojos, como para pedir una especie de permiso; pero Ian estaba demasiado perdido en esos labios delgados y rosados que vio siempre y con más atención desde que la pubertad lo reclamó.

 

Así que...sólo se dejó llevar, mientras Misha cerraba los ojos y unía por fin esos labios rosados con los suyos y lo besaba de forma tan tierna y cariñosa, que podía sentir que su niño interior, el de sus memorias, estaba cumpliendo el mayor sueño de su vida.

Misha no se limitó a besarlo como si le estuviera besando la mejilla a los trece años. Poco a poco, deshizo el beso inocente y acomodó sus labios en la boca también delgada de Ian, hasta que se topó con sus dientes y comenzó a usar poco a poco su lengua, primero tímido, y luego con un poco más de movimientos, hasta que se hizo un beso genuino y seguro de alguien de diecisiete años.

 

Le estaba dando un beso tan apasionado que hacía que su piel morena se erizara por completo; y a la vez le estaba dando un beso tan tierno, que podía sentir algo del Misha de trece años ahí, después de tanto tiempo de espera.

 

Cuando terminaron el largo beso y Misha todavía se dio el gustito de darle otro en los meros labios para cerrar, fue el momento de volver a la realidad.

 

¿Qué estaba pasando exactamente?

 

–¿Por qué hiciste eso, Misha? –dudó Ian.

Lo miró mientras buscaba algo entre sus pupilas; no supo qué.

 

–Hay cosas que solamente sabes que tienes que hacer, o si no te vas a morir –Le respondió el rubio.

 

La cara de Ian se encendió y sintió cómo la sangre se le concentraba en las mejillas.

 

–Te quiero –Le sonrió el eslavo.

–...

–Me pone triste, porque fui el más afortunado del mundo y ni siquiera lo supe –Suspiró– Lo siento si no lo supe aprovechar.

–...

–Mi Ian.

–...Te quiero, Misha.

 

Realmente... acababa de pasar.

Había besado a Misha...

 

Besó a Misha.

Algo en él sintió que ya podría morir en paz.

 

Luego vio confusión en su rostro lleno de pecas...

–...Nuestra amistad no es normal, Ian.

 

Y era cierto, los amigos no hacen eso. Los amigos no se besan.

Los amigos no mueren por besarse, no charlan diciendo que ojalá todo fuera diferente, con la mano en el corazón. Misha se notaba muy confundido, casi aterrado en un punto.

 

Pero Ian estaba extasiado, estaba en la más elevada de las nubes, porque al fin, al fin y cuando hasta el deseo estaba muerto y archivado... la vida se lo cumplió.

Así que lo calmó.

Y lo dijo.

–...No necesitamos que sea normal –. Sonrió.

 

Y luego Misha también sonrió.

Se sonrieron el uno al otro, como babosos.

 

Como no sabiendo qué mierda pasaba, pero que estaba pasando algo chido.

Pero demasiado raro.

 

La puerta sonó abajo y Pavlovna llegó cantando como demente. Había estado con su queridito novio.

 

–Necesita un buen almohadazo para callarse, vamos– dijo el ruso sonriente y contento, saltando de la cama y saliendo del cuarto.

 

El niño interior de Ian también estaba sonriente y contento, pero el de quince años no sabía todavía qué acababa de pasar. Estaba con la cabeza hecha pedazos.

 

El niño interior de Ian estaba haciendo fiesta, pero el de quince años no se podía mover.

 

El niño interior de Ian estaba haciéndolo sonreír, pero el de quince años sentía oprimido el corazón.

 

Como el de quince años no lo hacía responder, el niño interior comenzó a hacerlo ponerse de nervios.

...

 

Lo que siguió del día fue totalmente normal. Su amigo se notó muy contento y hasta le hizo cosquillas a su hermana, pero no volvió a mencionar el asunto en toda la noche. Todo siguió su curso.

Sin embargo, al final despidiéndose, el ruso le sonrió bonito y notable, descaradamente feliz. Así lo mandó a su casa.

 

Con todo y sus nervios.

 

...

 

Mierda, había besado a Misha.

 

Misha no sabía el monstruo que acababa de crear.

 

Notas finales:

Les dije que al final habría una pedida de opinión.

 

Abriré una página de dibujos acerca de esta historia (realmente este fic es la historia de trasfondo de eso :3 LNSVDG nació como un cómic y  una serie de dibujillos) ¿Sería bueno que ilustrara también los capítulos?

 

Gracias por leer, bellezas. Por ustedes existo <3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).