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Los chicos lloran lágrimas celestes [en REEDICIÓN] por DianaMichelleBerlin

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Notas del capitulo:

Quisiera que pudieran cruzar la pantalla y cajetearme a zapes por haberme tardado más de dos meses en subir nuevo capítulo.

Me lamentaré a gusto en la parte de abajo. 

 

 

En lo que concierne a la historia:


Ojalá les haya gustado la introducción, no sé cuánto haya cambiado mi estilo en realidad. 

Esta es la primera parte del capítulo que prometí; la segunda la subiré mañana para que no se haga tan pesada. 

Notarán que hay ciertos cambios en la narración, luego les diré a qué se debe eso. 

 

Gracias por seguir aquí. Por tolerarme. 

Ojalá les guste, realmente es el capítulo que más trabajo me ha costado, por toda mi situación. 

VA.

 


Las vacaciones de verano terminaron y, cuando entraron a clases, la bomba explotó.

 

–¿¿Es tu novio?? –le preguntaron a Misha en su escuela.

–¿¿Tienes novio?? –le preguntaron a Ian en la suya.

– ¿O sea que sí andaban en algo? –preguntó Owen al rubio. Ya lo sabía por Pavlovna, pero no se conformó con preguntárselo por mensajería.

 

–¿¿¿Te hiciste novio del mastodonte??? –preguntó Joaquín al moreno en la estética, con la boca bien abierta. La “asamblea de gays” no se había reunido en la segunda mitad de las vacaciones.

 

 

Owen y los demás llenaron de preguntas y comentarios de sorpresa a Misha. A Ian, Pía lo regañó por conseguir novio cuando debería dedicarse a estudiar; Tommy y Joaquín le arquearon las cejas y lo bombardearon de dudas; Antonio fue el único que se quedó callado, pero no pasivo. Había estado demasiado serio. Supo de implícito, cuando llevó la noticia a la estética, que algo andaba mal con él.

 

La señora Nubia se enteró con un poco de indignación. Que no pudiera estar tan pendiente de su crío no significaba que había ignorado lo que pasaba con sus sentimientos. Aceptó a Misha con un dejo de desconfianza y a Ian le dijo que mantendría vigilado a su “peor es nada”, pero también dijo que sería amable con él. El señor David igual alzó una ceja, pero también le daría la bienvenida al nuevo novio de su hijo en cuanto se presentara de nuevo en la casa ya no como un amigo, sino formalmente.

 

Novios. Novios, por fin.

 

 

No hubo al principio una propuesta explícita; la parte del carácter ruso que todavía no había sido influenciada por su exposición a lo occidental le hizo a Misha asumir el nacimiento de la relación desde que durmieron juntos en su cama aquella primera vez.
Allí comenzaron a resentir de algunas que otras diferencias culturales, porque Ian quiso pedir el noviazgo con una propuesta propiamente dicha. En vísperas de ejecutarla, Misha lo descubrió, se visualizó como la novia latina a la que el quinceañero se le declara con rosas y carteles y se espantó: ¡El hombre ruso es caballero, no damisela!
Se le adelantó un día al moreno con un beso, flores, dulces, palabras hermosas y la pregunta típica que elevó a rango oficial el amor que se tenían… De todas formas, Ian le llevó sus rosas al día siguiente. Misha se puso como nieve de grosella.

 

Dos meses en tranquila paz y amor transcurrieron, sin pelea alguna ni otras preocupaciones. Después, vendría el primer malentendido, pero no hablaré de eso hasta el siguiente apartado.

 

Y aunque no basaban la relación en eso, se habían vuelto muy sexuales a partir de ahí; tenían actividad regular. Se comían, se devoraban y se adoraban en las mismas tardes de rutina. Algo hermoso. Los juegos que se habían inventado durante los meses de “el hetero experimentando” ahora eran tiernos cariños en los que el elemento central ya no era sentir algo en la piel, en la entrepierna o explorar hasta dónde llegaba el corazón; ahora el corazón dominaba y la piel sólo era un receptor más del amor que se respiraba de lunes a viernes en la casa rusa.

 

Era un amor tan intenso, adolescente y dulce, que parecía alguna novela de amor del romanticismo del siglo XIX.
La juventud ama sin cabeza; ama con la vida, se ahoga en deseo corporal y piensa muy poco en las consecuencias. Entregado, desesperado.
Una presa donde el agua se acumula, se atasca y colapsa; así había sido su amor mucho tiempo. Ahora, como en la presa, todo ese cariño guardado y reprimido durante años estaba saliendo como disparado, en una fuga gigante; colapso de la estructura contenedora. Ya no había paredes de concreto para evitar que se tocaran.

Sus carpetas de fotos en teléfonos y computadoras se llenaron de momentos juntos; en las casas, al pasear, al acostarse juntos y dormir uno junto al otro despierto… a todas horas.
Cuando los besos comenzaban, se entregaban a eso como si no hubiera un mañana. Estaban tomados de las manos casi todo el tiempo que pasaban juntos. Ari dijo en una ocasión que podía sentirse la vibra, la energía bella que emanaba del agarre de sus manos y las miradas que se regalaban. Se sonreían por prolongados minutos, hasta besarse o suspirar. Cerraban cada día prometiéndose amor hasta que sus corazones explotaran.

 

La miel que tantos años se habían negado, había llegado a ellos a chorros. Y era sencillamente divino.

 

Ahora bien, tal quinceañero había dejado de serlo una semana y pocos días después del regreso a los semestres. Sus dulces dieciséis fueron de verdad algo hermosamente azucarado: un día entero al lado de su chico con pecas, música nostálgica, blinis y el colchón de Misha agitado al compás de sus amores por un tiempo de hora y media.

 

Esa tarde, el príncipe ruso se había decidido a hacer de ese cumpleaños el más especial de toda la vida de su chico. Aunque no lo logró sin tener que pasar alguna que otra cosa.

Más o menos, se me contó que pasó así.

 

 

La hora y media espléndida había terminado y ya casi eran las seis y media. Misha sabía que debían estar en casa de Ian en cuestión de una hora.

 

Se dio la vuelta hacia la orilla de la cama y, antes de levantarse, miró por última vez la cara soñada de su chico. Ian tenía los brazos cruzados por detrás de su cabeza y observaba el techo como diciéndole gracias a la vida, por medio de su sonrisa. Misha amaba cosas como aquellas, quién no.

Quiso decirle algo, pero no quiso romper con aquel trance. Si algo lo hacía más feliz que el hecho de tenerlo al fin junto a sí, era saber que Ian encontraba esa misma felicidad a su lado.
¡Qué sentimiento tan mágico es el amor! Pero su magia depende de la mente. La mente y las trabas que nos ponen hacen que el amor pueda ser tan doloroso como servir de tiro al blanco. Así, liberado de toda culpa, de toda atadura y de todo prejuicio, el amor de Misha era muy bello; ahora apreciaba esa sensación. Así se siente la libertad de amar.

 

El moreno sintió el peso del cuerpo del ruso desvaneciéndose en el colchón y viró hacia él. El chico de pecas podía haber cuidado la mirada soñadora todo el día, pero ya se estaba haciendo tarde.

 

 

– ¿No prefieres quedarte? –preguntó Ian, tratando de convencerlo de que se acostaran un rato más. A Misha le hizo una tierna gracia.

– ¿Quieres más? –le sonrió. Aún estaba completamente al natural, así que Ian lo recorrió con la vista y se le antojó decirle que sí, pero él sabía también que Pavlovna estaba próxima a llegar. Les concedió un poco más de tiempo en lo que llegaba del ensayo para su próximo recital de jazz, pero la hora de volver a casa se acercaba. Al menos eso creía él.

 

 

Luego de una ducha rápida y mientras Ian seguía tomando la suya, Misha eligió de su armario la sudadera más cubierta que tenía, que era una color negra con un estampado de una banda de metal con uno de ésos logotipos que parecen colonia de opiliones, ilegible. El frío le iba a hacer un favor: el clima se prestaba para que se presentara con la chamarra cerrada; la realidad era que Ian gustaba de hacerle cariños que dejaran pedacitos morados en su piel blanca y, por la frenética actividad del día, su cuello y parte de su pecho lo hacían parecer una especie de dálmata humano. Esa sensación también era nueva para él… Ni Amy le hizo nada parecido.

Al contrario.

 

 

Misha fue en sus conquistas y sus otras relaciones algo típico; amor medianamente frío, sobreentendido, excesivamente caballeroso (aunque no tanto con Amy y su actitud liberal), tal cual su padre le había enseñado y su madre le había contado. Así le fue inculcado que se comporta el hombre con la mujercita: suave pero dominante, fuerte, cortés e invulnerable.

No se sentía para nada la “mujercita” pero con Ian estaba siendo distinto, se sentía un niño. Aún era un poco más frío que Ian y sus formas de decir “te amo” eran más bien implícitas; pero para compensar la falta de palabras, se le iba la existencia en entregarle abrazos, besos y demostraciones caballerosas de amor que hacía al latino reírse y seguirle la corriente. Sonreía como tonto, suspiraba y decía cosas bonitas, dejándose llevar más por las emociones que por los protocolos. No era invulnerable; la cosa más pequeña de su chico hacía que se derritiera, de sus pulmones saliera el cariño y de su boca una sonrisa de oreja a oreja.

 

Después de amarse, lo acurrucaba y lo miraba con una dulzura increíble en sus ojos, que si se leía en lenguaje no verbal, expresaba “Te adoro con mi alma, mi alma arde por ti” ¡Y ardía! Bastaba que le hablaran de Ian para ponerse a soñar despierto y hablar del mundo como si fuera el mejor lugar del universo. Y no le importaba demostrar todo eso, claro, hasta donde su masculinidad rusa le permitía.

 

 

Del lado de Ian, podía asegurarse que se sentía sencillamente en las nubes. Andaba ido y hasta Misha mismo lo notaba.
Su chico de ojos negros no daba nunca nada por sobreentendido. La voz se le gastaba en decir “te amo”, “te adoro”, “ya te tengo”, “juntos para siempre”…
Daba notas de amor, risas, abrazos apretados y maratones de besos, que a veces eran demasiado fuertes y terminaban en una de sus camas. En muchas ocasiones le frustraba no alcanzar a la primera la boca de su ruso por la diferencia de alturas y se ponía de puntitas o brincaba para trepársele y llenarlo de cariños. Gustaba de hacer sentir extraño a Misha siendo también caballeroso con él, para ver sus adorables reacciones; pero también supo percatarse de que por su educación, el pecoso no estaba adaptado al concepto de una relación libre de roles, así que se dejaba tratar un poquito como un “ella” para hacerlo sentir más cómodo, disfrutando también de sentirse consentido por la faceta más tierna de Misha intentando ser un príncipe con él. Ian de femenino no tenía nada y por el contrario siempre había sido la parte más “activa” de sus noviazgos; pero era mucho más adaptable a ese tipo de cosas y las atesoraba, por ser parte del amor de su joven eslavo; por otro lado, se prometía a sí mismo que le haría cambiar gradualmente a algo más equilibrado.

Pero Misha no sabía eso.

El hombre ruso está educado de cierta manera, lo había mencionado ya. Ése macho fuerte, varonil y protector del cliché del soviético no es en vano. Esto, de la mano de la crianza dada por su padre el militar, había causado que desde el mero principio estableciera sobrentendida pero firmemente los roles con Ian.

Cuando le daba al latino el lujo de ser él quien se comportara como “el novio” de la relación, no podía negar que se sentía lindo dejarse mimar hasta cierto grado, pero luego venía un poco de vergüenza. Por eso, los papeles de “chico” y “chica” parecían a veces tan marcados en su noviazgo. Ian era muy versátil y lo que Misha sabía hasta entonces era que el latino no había dicho nada, ni se molestaba; era una de las tantas cosas que el eslavo le agradecía, porque ya sabía que Ian no creía en esas cosas...ni las apoyaba.

Aunque tampoco era una cosa de todo el tiempo. Si lo fuera, jamás se habría dejado marcar así el cuello.

¿Podía el amor hacer así de fácil que se desprendiera de toda esa educación sobre “ser un hombre”?
Ian estaba logrando sacar lo más tierno y dulce del que siempre había sido el chico rudo del país de los hombres más rudos del mundo. Estaba demasiado enamorado. Y era sencillamente lo mejor que había sentido en la vida.

 

 

Ian entró al cuarto de nuevo, vestido de la cintura para abajo y tallándose la cabeza con la toalla para secarse el cabello. En cuanto vio a Misha, éste se volteó y el moreno intentó leer los opiliones de la sudadera.

 

–Ni…Nig… ot… sih… –leyó, con una mueca en el rostro.

–Night of Sin –Le aclaró el ruso –Es una banda nueva, y es de Nóvgorod.

– ¿Del otro Nóvgorod o de tus ranchos?

–De Nizhni Nóvgorod, donde vivía.

–Vaya…

–Mi primo Serguei es amigo de uno de ellos. Esta cosa la enviaron de allá.
–Ah.
–Sí…

Hicieron una pausa.

– ¿Y sí te gusta lo que tocan?

–La mayoría.

–Ya veo –Ian miró hacia el celular del ruso, puesto en una repisa.

 

El reproductor del teléfono de Misha casi siempre andaba sonando y aunque la mayoría de las veces se trataba del metal escandaloso y la música extraña, en ese momento se escuchaban Los Auténticos Decadentes.

Luego, Ian viró de nuevo hacia el pecoso, a quien la carita le había cambiado un poco.

 

Sabía que a él le gustaba mucho vivir donde vivía ahora y que le tenía mucho cariño a México y Latinoamérica, pero también sabía que a menudo, Misha también extrañaba demasiado su país. No pudo evitar pensar en eso cuando vio esa expresión melancólica en el rubio, agachando la cabeza para contemplar su propia ropa.

 

–Extrañas allá… –habló.

– ¿Qué?

–Rusia.

El eslavo se quedó pensando sin moverse.

 

–…

–Misha.

–A veces.

–…

–Sí, de vez en cuando sí.

–Ah –Ian asintió–… ¿Te irías otra vez?

 

Ahora sí Misha lo miró. Abrió y pestañeó con sus vivos ojos azules como si se hubiera propuesto lucir angelical, pero le sonrió como un novio en el altar.

–Todo lo que tengo está aquí –le contestó, de manera que Ian entendiera la adoración.

 

El moreno se quedó tonto, correspondió la sonrisa, se rio por lo bajo y se aproximó más a Misha para tomarlo de las manos, pero el rubio se le adelantó y lo rodeó con sus brazos; Ian repitió esa misma acción y, cuando quedaron entrelazados, ruso arqueó la espalda y agachó la cabeza para darse un beso muy tímido y muy cálido. La sensación se comparaba a una caricia, una probadita de chocolate fino o una palabra muy hermosa. El beso se acabó, Misha le besó la frente, Ian pidió más y el segundo beso fue un poco más emotivo. Por fin juntos, por fin en calma.

...

 

Por desgracia, minutos después oyeron que alguien tocaba la puerta de la casa y les cortó la inspiración.

 

Para ellos fue desagradable y Misha soltó una palabrota en ruso, pero la escena vista en video hubiera sido muy graciosa. Luego del susto, Ian dijo su acostumbrado “fuck”, Misha se quitó el preservativo que ya se había puesto y lo tiró frustrado al canasto de basura y los dos se volvieron a poner los pantalones a toda velocidad.

 

En la puerta seguían llamando, cada vez más desesperadamente.

 

–¡¡Ya escuché!! Govno!!! –resopló el rubio, bajando las escaleras con los tenis en la mano. El espejo de la suerte le sirvió para acomodarse los rizos y respirar hondo para quitarse los restos de calentura de amor que todavía le pintaban la cara de rojo.

Abrió y, además del viento frío de afuera, se estremeció porque se espantó con el chillido de Pavlovna.

 

– (¿¿Pero qué mierda estás esperando??? ¿Una invitación, o qué demonios??) –La rubia le tiró un golpe en la cabeza a su hermano.

– (¡¡Oye!!)

– (¡No te quejes! ¿¿Qué estás haciendo??) –Pavlovna observó a su mellizo y lo estudio, antes de darle una ligera cachetada– (¿¿Estás teniendo…??)

– (Esos no son tus asuntos, cállate, defectuosa).

– (¿¿MIS asuntos???) –exclamó la rusa, con cara de ofendida– (¿¿Ya se te olvidó a qué hora tenías que llevarlo a su casa???)

– (¡Es temprano, defectuosa!) –Resopló él, metiéndose la mano al bolsillo de la sudadera para sacar su celular– (Apenas son las…)

– (¡¡¡Son las siete y cuarto, cabeza de bruto!!!) –gritó ella. Lo dejó con ojos de plato.

 

–Fuck… –Exclamó el ruso que siempre maldecía en su lengua. Todo se pega cuando hay amor.

 

 

– – – – – – – –

 

 

A eso de las ocho con diez ya estaban cerca de la casa de la familia Lima Valdés. Ya iban cuarenta minutos tarde y seguramente todos estarían adentro aburridísimos esperando la tan querida llegada del hijo único de Nubia Valdés Torres y Fernando David Lima García. Era una pequeña celebración sorpresa. Adentro aguardaban los señores de la casa, Ariadna, Pía, Noriko, Tomás, Joaquín, Antonio, una de las amigas feministas y tres de los amigos de Ian de la vocacional (bachillerato).

Como todo era un absoluto secreto, los mellizos rusos comenzaron el teatro: Pavlovna en su casa había ido a la cocina, fingió espantarse por escuchar un ruido fantasmal y los dos rusos comenzaron a decir que últimamente habían oído cosas raras en toda la casa; de ese modo la pecosa puso la excusa para acompañarlos a “dejar a Ian” a su hogar (lo cual ya era un poco raro, porque Ian solía regresarse solo; aunque éste pensó que tal vez se debía a un gesto caballeroso de Misha).

 

–Ian –habló Pavlovna una vez que estuvieron frente a la fachada de la casa Lima, fingiendo una voz adolorida– ¿Puedo pasar a tomar agua? Me duele un poco la cabeza y voy a tomar una pastilla.

–Sí, claro –asintió él– Cambiamos el garrafón de lugar, está junto a la alacena.

–Gracias –sonrió ella.

 

Así que los tres caminaron hasta estar frente a la puerta. Ian tocó la puerta un par de veces, pero nadie le abrió.

–Seguramente salieron– dijo, encogiendo los hombros; los rusos sólo lo miraron. El latino sacó un juego de llaves de su mochila e introdujo una en la cerradura, hasta allí todo normal…

 

 

…Y siguió estando normal, porque en lugar de que todos se juntaran alrededor de la puerta, gritaran “SORPRESA” a coro y se oyeran las mañanitas, Ian y los Lébedev encontraron a todos corriendo con cubetas de agua, trapos, escoba, recogedor y jaladores accionando sobre el piso lleno de merengue, y al señor David junto con Antonio acomodando y enderezando la pata de la mesa plegable que habían sacado para poner el pastel justo frente a la entrada, para recibir al cumpleañero.

La pata se había doblado y el pastel entero fue a dar directo al suelo, justo un minuto antes de que llegara.

 

 

–¿¿Qué show con esto?? –Exclamó el moreno, y todos al oír esto, se quedaron con los rostros llenos de espanto.

Joaquín, que estaba encargado de la música, lo vio entrar y sin pensar nada, accionó el video de las mañanitas de Pedro Infante.

 

 

Feliz cumpleaños.

– ¡FELIZ CUMPLEAÑOOOOSS!!!

 

Se oyó el coro de todos con cara de desconcierto, sin dejar los trapos y las cosas de limpieza, y se veían tan chistosos que Ian lo único que pudo hacer fue estallar en risas; todos se le fueron uniendo.

 

–Ja ja ja ja, ¡Gracias!! –dijo, feliz por el detalle y por el montaje cómico involuntario. Y así de involuntario, todo había salido bien.

–Ay, Ian… Perdónanos, mi amor –se acercó su mamá para saludarlo y darle un abrazo– Se nos cayó tu pastel. Pinche mesa.

–Ja ja ja ja… ¿De qué era, mujer?

–De nuez, como le gusta al señor.

–Noooo –rio el moreno– Mi favorito.

–Perdón… –Nubia puso expresión triste. De ella la heredó.

–No se preocupe señora, muchas gracias por esto –la abrazó más fuerte– Gracias, mamá.

 

Madre e hijo se abrazaron y posteriormente cada uno se acercó a lo mismo. Varios le entregaron cajitas de regalo en la mano y él las puso en una mesita cercana. Saludaron también a Misha y a Pavlovna. Ian agradeció a todos por la reunión.

 

Después de las mañanitas se dejó correr el disco entero con canciones de películas viejitas a menor volumen y el piso por fin quedó limpio.

 

–Qué bueno que todavía no poníamos las cacerolas en la mesa –suspiró la señora– Pero van a tener que esperar otro poco, porque EL SEÑOR LIMA se tardó en llegar y la comida está fría –alzó la voz.

–Perdón –dijo Ian, con sonrisa cínica.

–Que me pidan perdón tus pelos de paja… ¡Misha! ¿Dónde estaban? ¿Qué estaban haciendo??

 

El ruso sólo bajó la cabeza.

 

–Baja tus ánimos, Nube –habló el señor David, pasando por allí con el bote de basura– Mañana los regañas. Mejor vamos a calentar todo.

–Encárgate de lo de la mesa y las bebidas.

–Muy bien.

 

– ¡Yo la ayudo, señora! –se ofreció Ari, levantando la mano.

–Gracias, nena. Vamos a la cocina.

–Sí, señora.

Las dos mujeres se dirigieron a la puerta de la cocina.

 

–Ya te vas a donde perteneces –le bromeó Misha a Ari cuando pasó frente a él.

–Cállate, bestiecita retrógrada –Ari se rio y le dio un codazo– Oye, ¿Te puedo pedir un favor?

– ¿Qué?

–Inés va a ir a comprar otro pastel para Ian, de parte de las dos… –suspiró– Acompáñala mientras le ayudo a la mamá de Ian. No trajimos gas pimienta ni nada y está un poco riesgoso adonde va.

 

Misha tuvo ganas de rascarse la cabeza.

– ¿A quién acompaño? –preguntó, viendo a su alrededor.

–A Inés.

–… ¿A quién??

–¡A Noriko, zonzo!! –se desesperó ella, pero sin gritar.

 

Misha procesó la información un segundo y luego se le dibujó una interrogación.

–… ¿Se llama Inés?? –él arqueó la ceja.

–Sí, ¿creías que se llamaba Noriko? –le respondió Ari. Por el tono que había ocupado, era obvio que no estaba de buen humor.

–Pues siempre la llamas así –se excusó– ¿Por qué ahora el cambio de nombre?

 

Ari estuvo a punto de darle una respuesta, pero cerró la boca y suspiró profundo; la felicidad se le desinfló. Miró a su novia sentada en un sillón de la sala, mirando seriamente su teléfono.

Y Misha entendió perfectamente.

 

–…Sí, yo la cuido –Le prometió a su otra vez amiga.

–Muchas gracias, Misha.

–…

 

El rubio vio la tristeza en su rostro. Ari era muy obvia cuando le sucedían cosas.

 

–…Yo pensé que dijiste que no necesitabas que un hombre te defendiera, mi feminazi amiga –él le sonrió de chiste, para animarla un tanto. Funcionó.

–Ja ja ja, no te sueñes –rió un poco ella– Pero es que sí me preocupa… A pesar de todo.
Ése “A pesar de todo” le indicó a Misha que la cosa que ellas traían era peor todavía, así que no dijo nada más y Ari se marchó con la señora Nubia.

 

 

 

Mientras todo esto pasaba, Ian platicaba con sus amigos de la escuela y ayudaba a poner en orden las cosas en la mesa principal. Ya que no habría pastel hasta rato después, relevaron del uso a la mesa plegable y se pasaron directo al comedor. En eso, tocaron a la puerta.
Como fue el primero que desocupó sus manos, le indicó a todos que él iría a abrir y caminó hacia la entrada. Giró la perilla y abrió.

Lo que vio, no se lo esperaba.

 

Frente a él, había una chica morena muy bajita y delgada, con un suetercito negro igual de delgado, un short con medias de red y una blusa blanca de puntitos lila pastel, con un moño y mechas en el pelo del mismo color. Se veía que ella tenía mucho frío y tardó un poco en reconocerla, pero antes de que accionara la lengua para preguntar quién era o a quién buscaba, se acordó.

 

–Hola, Ian –Saludó Amy, poniendo su sonrisa de muñeca.

–Hola… ¿Por qué sabes dónde vivo? –respondió Ian. La chica no tenía relación alguna con él, no tenía motivo de saber…

 

–Porque Misha me dijo –respondió ella.

¿Por qué Misha le diría su dirección?

– ¿Él te dijo? –interrogó de nuevo el latino.

–Bueno… él me cuenta mucho, me cuenta todo de hecho.

–…
–Ya sabía que estaría aquí así que… ¡Ah por cierto, feliz cumpleaños! –Ella puso una sonrisa enorme y dejó escapar una risa de niña, pero su aspecto le arruinaba todo el gesto.

 

– Está bien… ¿Para qué lo buscas? –indagó el moreno.

–… ¿A quién?

–A Misha.

 

En ése momento no importó mucho que el ruso ya le hubiera detallado todo su asunto con ella ni que le explicara que lo de la fiesta también había sido un favor para ella, pues esta chica, esta exnovia al parecer seguía siendo lo suficientemente significante para su novio como para contarle hasta de la dirección de su novio. El problema no era la dirección en sí, porque con todo, la chica no lucía como una delincuente, tampoco era el cumpleaños… El problema fue que aquello significaba que Misha y Amy se confiaban mucho más de lo que creía y se estimaban todavía más.

Saber de esa complicidad le molestó un poco por dentro.

 

–No, Ian– Amy negó con la cabeza– No vengo a buscarlo a él.

– ¿A quién entonces?

–Vengo a buscar a Pavlovna –Amy se abrazó y se frotó los brazos de frío– Necesito pedirle un favor.

– Ah, bueno… ¿Qué cosa? –Preguntó por su creciente curiosidad.

 

En otras circunstancias, habría invitado a pasar en dos segundos a una persona helándose afuera (y mucho más a alguien que se veía muy frágil para ese frío), pero el empeño por saber más de esa visita le hizo perder la noción de casi todo. Además, ya estaba comenzando a sentir un poco de celos.

 

–Pues… –contestó ella– Es un favor muy grande.

– ¿Cuál?

–Quiero ver si me puedo quedar hoy en su casa.

–…

 

Eso cambió completamente su estado mental. Casa de Pavlovna significaba la casa de Misha.

– ¿Y para qué? –respondió, ya externando un poco de molestia por la situación.

Ella tampoco ayudó a ponerlo mejor.

 

–Bueno…No te importa –respondió Amy en seco. –No quiero decirte.

 

No quería decirle.

Ella sí podía saber hasta su dirección y su cumpleaños, pero quería mantener en total secreto qué era lo que buscaba en su propia casa.

 

–Es que…amiga –Ian exhaló, tratando de no sacar al exterior su irritación –Es un poco tonto, si quieres verlo así pero… Suena algo extraño que te quieras quedar en casa de Misha.

–Ya me he quedado muchas veces, ¿Qué tiene que ver eso?

– ¿Ah, muchas? –Ahora sí Ian se enfadó.

–Sí, ¿algún problema?

–Ah… –Ian le sonrió y asintió enérgicamente.

–Sí, Ian. ¿Me vas a dejar pasar?

–Pues creo que le vas a tener que decir cuando salgan de mi casa –Ian le sonrió una vez más y, casi saboreando la victoria de dejar a la insolente exnoviecita afuera en el frío, se preparó para cerrar la puerta.

 

En el último momento, Amy levantó una mano y detuvo su camino.

 

–¡No quiero quedarme en su casa para acostarme con Misha, Ian, No seas imbécil! –Exclamó muy enojada– ¡Quita tu pinche cara de celos de morra pendeja y dile a Pavlovna que venga!

 

Ya no tenía cara de muñeca e Ian, aunque molesto por la respuesta, la pudo ver mejor. Tenía rastros de lágrimas en su cara y la carita infantil ahora se le hizo más bien como de una ebria con resaca, aunque en sus cinco sentidos. Era como ver una de esas galerías artísticas donde ponen a una Barbie despeinada haciendo cosas y teniendo vicios adultos para hacerla ver transgresora y lamentable.

Sólo la había visto una y con esta dos veces, pero nunca le dio la impresión de ser así.

 

Antes de que el latino se diera vuelta para divisar a Pavlovna, ella ya se aproximaba corriendo.

 

– ¡Hola, pequeña nena!! –Saludó la rusa, dándole un beso en la mejilla. Amy repitió la acción y además, la abrazó.

–Hola, Gala –contestó la pelinegra, siempre con su sonrisa aunque estuviera muy mal.

– ¿Cómo estás?... ¿De dónde vienes??

– ¿Podrías salir un momento? Necesito pedirte algo muy grande.

 

La eslava la miró confundida y comprensiva, asintió con la cabeza y Amy la condujo de la mano hasta la banqueta de la casa.

Ian dejó la puerta entreabierta y, con la molestia en la mente aún, se regresó al comedor para ver si faltaba algo por hacer.

 

 

– ¿Quién era, cariño? –le preguntó Joaquín, al verlo acercarse. Él estaba ya sentado.

–La ex novia de Misha –indicó el pelinegro, con voz fastidiada. Se sentó en la silla de al lado.

–… ¿La que me dijiste?

–Sí.

 

Joaquín frunció el entrecejo– ¿Y a qué vino la estúpida??

–Vino a buscar a Pavlovna.

– ¡Ajá! –exclamó sarcástico el ya rubio–castaño– Se está haciendo pendeja. ¿Quieres que te ayude a correrla?

–No, tampoco exageres. Está afuera.

–Pues que se quede allí, o le irá muy mal –Joaquín hizo una mueca– Odio a las zorras.

–Tranquila.

–…Bueno, pero cualquier cosa me avisas.

–Sí, gracias.

 

No había terminado de decir lo último, cuando sintió que lo picoteaban en la espalda para llamar su atención y vio a Pavlovna; le salió por detrás.

–Ian, Amy se va a quedar un rato hasta que me vaya, está muriendo de frío. Espero que no te importe –le comunicó la rusa.

Joaquín volteó los ojos y miró para otro lado, evitando meterse en la conversación; Ian, por su parte, volvió a pegar el coraje.

 

– ¿Está aquí? –le preguntó a ella, con la misma voz seca.

Ahí a Pavlovna le cambió la expresión y lo observó unos segundos.

 

– ¿Por qué no le ofreciste que pasara? –lo cuestionó.

– ¿Para qué, o qué?

–Te estaba viendo, ¿Fuiste grosero con ella?

–No.

– ¿Entonces qué te pasaba?

–No sabes ni lo que hablamos, Pavlovna. Mándala a tu casa.

 

Pavlovna le dedicó una ojeada más, y luego negó con la cabeza. Agachó la cabeza y pegó sus suaves y bien pintados labios al oído del moreno.

–Mira Ian, no quiero que tengas problemas con ella –empezó a decir la rubia.

–Eso no te…

– ¡Escucha!

–…

–No quiero que tengas problemas con ella porque si no sabes, es la mejor amiga de Misha.

–Sí, ya me di cuenta…

– ¿Sabes que ella le dijo a Misha que te fuera a buscar en la fiesta? –añadió ella– ¿Sabes quién estuvo con él cuando se peleó contigo?

–…

–Si no entiendes y quieres seguir pensando que ella quiere quitarte a Misha, al menos trátala bien ahora porque también es mi amiga… Y porque acaba de pasar algo muy malo. No se estampó aquí afuera de tu casa porque quisiera y no se va a quedar en mi casa porque quiera. Así que sé amable con ella o el problema te lo vas a buscar conmigo… ¡Y puedo ser peor que mi hermano, te lo prometo!

–…

–Gracias.

 

 

Para cuando la rusa levantó de nuevo la cabeza y recuperó la buena postura, Ian ya se había quedado estupefacto. Lo que le dijo le había dado el tiro de gracia a su buen humor, pues además de que ella por su voluntad había dejado entrar a alguien que no quería, trataba de darle un sermón sobre cómo comportarse con esa visita indeseable para él.

Se miraron a los ojos. De verdad ella se parecía mucho a Misha cuando estaba enojada… hasta en lo terca. ¡Por el cosmos… casi la misma cara!

 

–Si alguna vez se mete con Misha –la miró paciente, pero desafiante– a quien voy a culpar es a ti.

Ella le devolvió el gesto de molestia, volteando los ojos.

 

–Sí, Ian –afirmó sarcástica– Mira cómo viene… está lista para abalanzarse en Misha. No te portes así.

–No olvides lo que te dije.

–No hagas que me enoje de verdad contigo.

–…

– ¡Ejemm!! Oye, rubia –Joaquín tosió, haciendo que Pavlovna lo mirara.

– ¿Y tú qué quieres? ¿Eres Ian? –lo atendió ella.

–Disculpa, nena, ¿Es tu casa?

–…

– ¿A ti quién te dio permiso de meter gente sin el permiso de Ian o de sus papás? ¿O nada más porque te crees muy linda te sientes con todo el poder del mundo? Ian puede sacar a quien quiera de su casa, y no tiene por qué darte explicaciones, ni querer a tus víboras amigas. ¿O disfrutas mucho arruinándole el cumpleaños metiendo A LA EX de su novio? ¿Le quieres armar un escándalo? ¿Qué pasa?

–Ian, ¿Puedes decirle a tu amigo que se calle y no se meta? –Pavlovna miraba furiosa a Joaquín.

 

Pero Ian sólo respiró hondo.

–Está diciendo la verdad –soltó.

 

Joaquín lo miró y luego miró a Pavlovna, sintiéndose ganador. La rubia intentó alegar algo, pero al notarse vencida por la ley del propietario de la casa, exhaló y con un trago de saliva, se comió su enojo.

 

–Ian –dijo, luego de tranquilizarse.

– ¿Qué?

–Por favor, trátala bien.

 

Al decir esto último, Pavlovna dejó por completo la agresividad; le estaba pidiendo un favor de verdad y, definitivamente, el tono de su voz le pareció a Ian mucho mejor ahora. Y el latino, como no quiso continuar una pelea o verse mal sacando a una pobre y delgada chica de su casa, volvió a inhalar–exhalar, torció la boca y se apechugó.

 

–De acuerdo.

–Gracias –Pavlovna asintió y agachó la vista. Ya se iba cuando…

– ¿A quién?

 

Los tres voltearon y se encontraron a Misha llegando por el costado de su hermana.

– ¿A quién, qué? –preguntó Ian.

– ¿A quién van a tratar bien?

–Amy acaba de llegar de donde vive con Sebastián –le aclaró la melliza.

– ¿Pasó algo?

 

Misha al instante levantó una ceja y se puso a buscar a Amy con la mirada. Ian vio todo eso y una onda expansiva de celos le recorrió la espalda.

Nunca había tenido la necesidad de sentir celos por alguien. Ferdinand y Carlitos no atraían ni una mosca a excepción de él y Joaquín siempre se le adelantó a patear los traseros de quien se le insinuara y no fuera su novio. En cambio Misha se mostraba tan preocupado y atento de personas como Amy… O sólo de Amy.

 

–Hubo problemas otra vez. Creo que está en la sala, si quieres ir a verla –le respondió Pavlovna a su hermano.

– ¿Quieres que te acom…? –preguntó sin acabar Ian, porque como si se le hiciera tarde (y para terminar de hacer que su novio perdiera la paciencia) Misha fue casi corriendo con dirección a la sala, para buscar a su mejor amiga.

 

Ian sólo pudo verlo alejarse, con Pavlovna detrás, para detenerse a sentarse en uno de los sillones, junto a la muñeca.

 

–Qué bonito tu bebé pecas, sus primeras pendejadas… –le comentó Joaquín, negando con la cabeza– ¿En serio estás seguro de andar con él?

–…

–Como que se parece a ti ¿no? –siguió el castaño– Chiquita y de piel canela… Pero esa sí es niña, como dice que le gusta.

–…

–No le quites la vista nunca a tu bisexual, cariño. Nunca.

 

Porque ser parte de una misma “comunidad” no hace que los prejuicios sobre la gente desaparezcan de la nada.

 

–Ya no me metas cosas en la cabeza, tonta –reaccionó por fin el pelinegro– Pavlovna tiene razón, parezco vieja.

–Pavlovna va a decir lo que quiera con tal de defender a su hermanito y a su amiguita, te lo juro.

–…

– ¿Confías en él?

–…

– ¿Confías en él, Ian?

–Sí.

–Pues entonces ve con él –Joaquín sacó su celular y mirando su reflejo en la pantalla negra se acomodó el cabello– Seguro no está haciendo nada malo, no le va a molestar…

–…

–Anda, ve.

 

Ante los ánimos de su amigo, Ian se quedó un momento sin saber qué hacer exactamente, pero una vez que juntó el suficiente impulso, se levantó, caminó a través de todos los presentes que iban y venían sentándose y ayudando a poner cosas y llegó hasta la sala.

 

Allí lo primero que vio fue a Misha hablando en ruso con su hermana y a Amy arrinconada en un extremo del sillón, con el gran abrigo de Pavlovna cubriéndola del frío. Los rusos estaban hablando de la habitación en que se quedaría y al parecer sería en la de la melliza mayor (sí, mayor… por cinco minutos pero mayor).

 

– ¿Todo bien? –se acercó como si fuera casualmente. Ruso y morena lo miraron. Pavlovna le dedicó un gesto serio.

–Todo bien –le contestó Amy, limpiándose la cara con una toallita húmeda que su amiga rubia le extendió.

– ¿Segura?

– ¿Por qué la pregunta, Ian? –se adelantó la rusa, a la defensiva.

–Sólo pasé a preguntar… Misha…

 

El ruso miraba hacia algún lugar perdido en el espacio de la sala, tenía una gran facha de enojado.

– ¿Qué tienes? –le preguntó Ian.

–…

–Oye…

–Nada –dijo el otro, cuando claramente estaba pegando un coraje.

–Dime.

 

–Quiere hacer algo que no debe –tomó la palabra Amy e Ian la vio– Misha, cálmate.

–Oye, tonto –Pavlovna le dijo a su mellizo– Tranquilo. Ya sabes que ese tipo está mal de su cabeza.

–Me importa un puto rábano –contestó algo por fin el de ojos celestes.

– ¿Qué show, qué le dijeron?? –se alarmó el cumpleañero, con una mirada inquisidora hacia las dos chicas.

–Amy tuvo un problema con su novio. Se salió de la casa donde viven, él se puso loco… – explicó la rubia.

– ¿Y qué quiere? –Ian miró a su chico– ¿Qué quieres hacer, por qué te molestas tú?

–Me cagan los locos –respondió el otro en voz baja.

–Oye, cálmate…

–…

– ¿Para qué le dicen eso? –el moreno les recriminó a las otras dos.

-¿Por qué no le diríamos? –le recriminó Pavlovna.

-Oye tú eres su hermana ¿Te agrada verlo así?

-¿Qué? –La rubia volteó los ojos– ¡Al menos él tiene sincero interés por los problemas de los demás! –Escupió rencorosa– ¡No como tú que sólo vienes a ver qué es lo que pasa porque tienes celos!

 

Al oír eso, Misha giró inmediatamente a ver a Ian, con ojos de plato-interrogación y una cara tan desdibujada que no pudo adivinar si estaba impactado o ahora estaba que lo llevaba “el rábano” con él.

Amy también miró a Ian pero igual de inmediato bajó la cabeza de pena.

 

–Creo que vine en mal momento –la muñeca se levantó del sillón– Me voy adelantando a su casa…

–Hey, no –Pavlovna la detuvo de un brazo– Está oscuro y no estás en condiciones de ir sola.

–En peores estados he regresado viva a mi casa.

–No tienes por qué irte –la eslava miró a su mellizo– Misha, dile que no se vaya.

Pero Misha no dijo nada. Se quedó pasivo.

 

– ¿Misha? –lo llamó su hermana.

–…

– ¿Orangután??

–Que lo decida Ian –se decidió Misha- Es su casa y yo lo apoyo en lo que diga.

 

¡Pum! El rubio había hablado, había escogido de qué lado estaba.
Ian por fin pudo sentirse victorioso ante la frágil y necesitada pero grosera amiguita de su chico. Sí, muy amiga; era muy amiga de Misha y era su confidente #1… Pero Ian era Ian. Eso no estaba a discusión.

El dictamen de su hermano hizo que Pavlovna se terminara de molestar.

 

– ¿La vas a correr? –se dirigió a Ian.

–Oigan, dije que me iba a adelantar –Amy tomó la palabra– No quiero empezar una pelea en una casa que no conozco.

– ¿La vas a correr, Ian?

 

“Claro que sí” estuvo a punto de decir el moreno; pero se detuvo a analizar un poco mejor las cosas.

Había reclamado su terreno sobre el favor de Misha con respecto a la morena chica, pero también corría el riesgo de poner en un aprieto moral a su ruso. A él mismo también, porque ya varios invitados habían notado la presencia de la muñeca y le dirigían miradas poderosas como queriendo darle café, una cobija y un sándwich.

No tenía el corazón tan duro, no pensaba verse como el villano de la noche en su cumpleaños y mucho menos quería ver mal a Misha, como había demostrado que se sentía por su amiga.

 

–No la voy a correr, no inventen, no soy una pinche piedra sin sentimientos –concluyó Ian.

 

Con esa respuesta, Pavlovna se calmó, Amy dejó de tratar de zafarse para levantarse del sillón y Misha simplemente le dedicó el azul de sus ojos.

–Hay café que están sirviendo en la cocina –Ian se dirigió a Amy– Por si quieres quitarte el frío.

–Gracias.

 

Nadie supo qué decir ahora ya.

 

–Ariadna me pidió que acompañara a su novia a la pastelería –dijo Misha.

–Está bien –afirmó Ian– ¿A dónde van?

–Ni idea, pero dice que es peligroso. Creo que nos vamos de una vez.

 

Y volteándose y caminando unos pasos para llamar la atención de Noriko y notificarle que ya se iban, Misha se esfumó de la incómoda situación.

 

A Ian lo llamaron sus demás amigos a seguir platicando, Joaquín fue por él y por el camino le dedicó un gesto de odio a Pavlovna, el cual fue correspondido. La rubia y la muñeca morena se quedaron solas en la sala.

 

–Perdónalo –Pavlovna le habló con voz dulce a su amiga– Nunca lo había visto así. Necesitaba ponerlo a raya.

–No tenías que hacerlo, es su cumpleaños y su casa –contestó la otra– Y ya estoy harta de que medio mundo piense mal de mí por cómo me veo y lo que me pasa.

–No te sientas mal, lo que le pasa a Sebastián no es ningún chiste, ni lo que te hace.

–…

–A Ian ya se le pasará. Tiene que entender que eres amiga de Misha, así como él tiene a ese amigo odioso que hasta se maquilla mejor que yo. También es su ex y Misha no le dice nada.

–…

–Descansa, te voy a traer un café.

 

La chica de ojos color laguna se puso de pie y se alejó mientras Amy la veía. La miraba a ella porque los demás eran absolutos desconocidos, salvo la otra amiga feminista.

No había sido un buen día en absoluto. Ni en la mañana, ni ahora en la noche.

Notas finales:

Ahora sí, mis criaturas, me voy a dar el lujo que no merezco de darme mi tiempo para contarles mis lamentaciones:

Sé que alguien por ahí no ha de saber (y no quiero sonar como si quisiera excusarme, perdón): Desde aquella semana en que adelanté por última vez, me sucedieron muchísimas cosas que van desde lo técnico (mi pinche computadora que me borró el capítulo) hasta lo emocional. 
Esta historia ya no tiene ninguna dedicatoria... La tiene en el sentido de "gracias por el apoyo", pero no en lo emocional. La odié un poco durante este tiempo. En el guatpad la deshice y la cambié.

 

Respecto a eso tengo algunos avisos parroquiales.

*Se vienen los capítulos reeditados. No cambiarán en escencia la historia, pero esto lo haré porque me reconcilié con Guatpad y la verdad he decidido dar un paso más allá con esta historia; ahora contaré la perspectiva de Ari, de Joaquín y de otros chicos también. Claro los principales son los niños, pero también habrá contenido respecto a lo que pasa con los demás. La historia quedará más gordita y nutrida. 
 

*Habrán notado el cambio de nombre. Luego de meditarlo, creo que ése será el definitivo. 

 

Edito: 
Estoy en finales de semestre almas bellas, espero me sepan comprender. Jueves o viernes subiré la segunda parte. El sábado será actualización normal.
Les repito muchas gracias por seguir aquí. 
Los quiero demasiado.  


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