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Los chicos lloran lágrimas celestes [en REEDICIÓN] por DianaMichelleBerlin

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Notas del capitulo:

Bebés!!! <3

 

Ando adelantando, sí, ahora a las 3 de la mañana porque mi bella y maldita computadorita se dignó aproximadamente a las 8 para encender por fin!! Escribí el capítulo bonito pero a toda velocidad y adelanto ahora porque, siendo sincera, no sé si mañana la compu prenda :'v

De todas formas ya es viernes de capítulo xD

 

Mi vida sentimental ahora mismo es una mierda, pero no importa porque estoy feliz ya que Mrs. Hunter me ama todavía TTuTT el fic es tuyo bebé!

 

También es de ustedes, gracias por seguir leyendo a pesar del dramota <3

NO olviden leer los anuncios parroquiales en notas finales.

Los aburro. 

----

ACT: La narración del principio NO dice nada del fin de la historia. No traten de adivinar si Ian y Misha se quedan o se separan con lo que van a leer. Haz tus suposiciones, pero no concluyas nada. 

 

Va!!

 

 

 

Narración fuera del texto:

 

–¿Por qué estás escribiendo esto?
–…
–Allá no es tu diversión, ni son tu mina de oro.
–Ah… bueno –Johanna asiente de forma leve mientras saca aire– Ya lo leíste.
– Copié el archivo y me lo llevé a casa. ¿Por qué estás haciendo eso?
–…Te lo expliqué en la nota. Ya sabía que tarde o temprano te iba a dar curiosidad.
–Ah… ¿Y no pensaste en lo que iba a pensar yo de eso?
–Pues tu padre no se sintió incómodo en absoluto.
–¿Lo ha leído todo?
–…

 

Ante tal silencio la chica, una niña bonita ante los ojos cariñosos de Johanna, ocupa la silla frente al escritorio, activa el modo teclado en la superficie de cristal de la mesa y la pantalla enorme del ordenador se enciende. Pasea sus dedos por la rueda que hacía correr las hojas en el procesador de texto y comienza a leer:


Aumentó la velocidad otro poco, y luego el movimiento ya era fluido. Ian sustituyó paulatinamente los gritos sazonados con dolor, por un placer puro, que ni siquiera se imaginó en la mejor de sus fantasías, soñando con su primera vez. Ni en la mejor de sus noches a solas.
Y cuando Misha comenzó a masajear de nuevo su parte mientras lo penetraba con la suya, supo entonces que no hubo mayor deleite en toda su corta vida… ¿Así hablas de dos personas a las que apenas conoces??

–Yulia, existe algo que se llama entrevista, obviamente eso yo no lo inventé.

–¿Mi padre sabe que escribes este tipo de cosas?
–Obviamente y como ya te dije.
–¿Él te cuenta esto? ¿Lo “entrevistas” a él? –Yulia hace las comillas con sus manos– ¿O sea, él te habla en nombre de esos dos?? No me jodas, él…
–No, Yulia –Johanna la interrumpe– El señor Ian también es parte del proyecto. Con el señor Mijaíl.
–¿”El proyecto”?? ¿Qué te está pasando??
–¿Sabes por qué estoy escribiendo esto?? Oye, esta historia es…
–¿Y qué, el señor Mijaíl también se siente tan bien con esto??

–Deja de pensar que todo el mundo quiere atentar contra ti, Yulia. En verdad, deja esa actitud, es lo que menos necesito yo, lo que menos necesita tu familia y lo que menos necesita la gente que escribe esto conmigo. Ya deberías de…

–¿Sí sabes que si publicas esto los primeros en reaccionar van a ser la Comunidad Rusa y como parte de ella a mí también vas a buscarme problemas??

 

–¿Por qué? –Johanna niega con la cabeza– ¿Ves a lo que me refiero?? Deja de estar tan a la defensiva con todo el mundo. Tanto el señor Ian como el señor Mijaíl están de acuerdo, todo mundo piensa que es una buena idea y la única que se ha llenado de pánico eres tú, y ni siquiera es tu propia historia. Ya todos sabemos que lo de hace unos meses te afectó, pero oye… ¡La vida sigue! No veo al señor Ian tan histérico como tú y eso que él tiene una vida difícil justo ahora.
–Ajá bueno… Entonces ¿Me quedo callada mientras tú me buscas más problemas?
–¿Problemas? ¿Tan egoísta eres?
–…
–Este tipo de historias son las que el mundo necesita ahora –Johanna le acerca la cara– ¡Más ahora! ¿No viste las últimas noticias?? Esos hijos de puta de verdad van a aprobar esa aberración. ¿Y tú no quieres que te busque problemas que sólo existen dentro de tu cabeza?
–…

–Yo le dije a tu padre que tú me habías incitado a iniciar esto, Yulia. Está orgulloso de su hija. Todos… tu madre también lo estaría. ¿No lo ves? Eres una mujer tan hermosa, tan destacada, tan bien educada, has llegado lejos, más que ellos. ¿Ahora vas a ser una cobarde?

–… ¿Como el Misha de tu historia, el de los primeros capítulos?
–¿Cómo?
–Sí.

–… Oh –La joven, de cabello corto y castaño relaja su tono de voz y vuelve a acomodarse detrás de la oreja el mechón de cabello que se salió de lugar por la enérgica conversación– ¿Hasta qué parte has llegado?

–Hasta tu linda descripción con lujo de detalle de cómo dos señores importantes en mi vida fornican a los quince años. ¡Oh, la Sociedad de la Niñez te va a adorar, Johanna!
–Es la vida del señor Ian, cariño, fue como la de cualquier adolescente y así la escribo. Y el señor Mijaíl ya tenía diecisiete.
–Da igual –Yulia voltea los ojos– Hasta allí llegué.
–…
–…Ok… –hace una mueca– Lo terminé hasta donde va.
–Y te aseguro que lo terminaste sólo para ver qué escribía y de qué más me regañabas ¿cierto?
–…No lo entendí.
–¿Qué no entendiste, Yulia?
–Lo último. Por qué hizo eso…
–¿El señor Ian? ¿Dejar al señor Mijaíl?
–…
–No lo entiendes porque a veces las personas también hacen cosas sin sentido por amor.
–…
–Bueno, tú ya sabes en qué acabó. Terminó bien, Yuli.
–…
–Terminó bien, a su manera.

 

Johanna sonríe y con ello, provoca que Yulia deje a su propia sonrisa salir a relucir.

 

–No… –Yulia vuelve a negar– Es que… me equivoqué.
–¿En qué?
–Yo llevo años conociendo a esos viejos y ahora parece que tú los conoces mejor.
–Ja, ja…
–Nunca me contaron tanto como a ti. Sabía por ambos que se habían conocido muy jóvenes y todo eso, pero…
–¿Pero?
–Qué bonita historia… Hasta me hubiera gustado estar allí para ver todo eso. Todo antes de…
–Sabes… –Johanna se levanta del asiento– Hay una parte que no incluí en el escrito, Yuli.
–¿Qué cosa?

 

Johanna se dirige al librero en la esquina del pequeño estudio y, entre una obra de Mijaíl Kuzmin y un libro de romance épico, saca una carpeta. La lleva al escritorio y al abrirla, saca del interior un folder amarillo. Examina el contenido.

–Es sobre algo que el señor Mijaíl y el señor Ian me contaron en común y algo que agregó el señor Ian –responde– Sólo mencioné un poco de eso en el texto, porque creí que debía abreviar un poco más en esa parte. Aquí está.

 

Johanna toma en sus manos un pequeño montón de hojas de cuaderno engrapadas por la parte superior izquierda. Todas las hojas no son iguales en tamaño y marcado, las de por delante son más grandes.

 

Yulia puede reconocer la caligrafía del señor Mijaíl en la primera página. Para cuando deja de ponerle atención, se da cuenta que ya tiene el paquete de hojas en sus propias manos y Johanna le sonríe frente a su rostro.

 

–Tengo que seguir trabajando –se disculpa la chica de pelo corto– A ti te gustan estas historias y qué mejor… Creo que vas a atesorar esto mejor que yo.
–Pero… son tuyas… Johanna…
–Shhh…

 

Johanna posa un dedo frente a los labios de la titubeante chica para, acto seguido, tomar su cara en sus manos y poner un fino beso en esa boca que se deja querer, durante los segundos en que ambos pares de labios se encuentran unidos.

 

–Léelo en tu casa –susurra Johanna– Pero no digas nunca que las tienes tú. Son algo penosos los dos.
–De acuerdo… Gracias –Yulia sonríe tiernamente.

 

Ambas chicas se despiden con la mirada y Yulia camina fuera del estudio, cerrando con cuidado. Johanna debe seguir con los asuntos del trabajo y cierra el documento “Los niños celestes: la historia que hace enojar a Ventura”. Ella no es escritora profesional, es sólo una contadora aficionada al amor de Yulia y a la política y se le ve muy decidida a continuar con “el proyecto” más tarde. Su ventaja es tener un canal de vlogs más o menos exitoso que va creciendo en vistas y tener un hermano adentro del mundo de las editoriales. Piensa un rato en las maneras en que podría dar a conocer la historia. La situación polémica de afuera y las pláticas con Ariadna la sensibilizaron con el tema. Además, ayuda mucho a los señores a desahogar cosas como una especie de terapia. Siente que en verdad ayuda mucho.

 

 

Ya es de noche. Yulia llega a casa, conversa un tiempo con su padre por teléfono y se prepara la cena. Falta poco tiempo para que Johanna se mude con ella y piensa en eso mientras come y observa los muebles que Johanna ya dejó en su sala. Da una sonrisa, porque a pesar de que aquello de su proyecto de escritura le molesta un poco, ama a su novia y sabe bien porqué lo hace.

 

Recuerda el regalo de aquella tarde y toma su bolso, de donde salen entre sus manos el puñado de hojas engrapadas dobladas un poco de la esquina por el viaje.

Las lleva a su habitación. Ya después de una ducha, ponerse su caliente y cómoda pijama y cubrirse con las cobijas, comienza a leer.

 

Las lágrimas empiezan a escurrir por sus mejillas. Intenta ser fuerte, pero los sentimientos vencen su voluntad. Lee en palabras de aquellos mismos señores, respondiendo notoriamente emocionados ante la pregunta que resaltaba en la primera página de cada testimonio, escrita con la letra de Johanna: Escriba ahora por favor, ¿Cómo describiría el periodo que usted señala luego del 1 de noviembre del año 2013? Refiriéndose a la relación que llevaba con el señor Lima/Lébedev.

 

Yulia llora, siente que mirará a aquellos adultos de otra manera en adelante. Guarda las hojas en el cajón de su propio escritorio. Siente que son un tesoro y debe cuidarlas, pero a pesar de que Johanna descartó el tramo de historia en su escrito, guardó un borrador aparte, adicionada con una pequeña anécdota que no incluyó. Un verano de 2009.

 

Antes de dormir, Yulia piensa en que cuarenta y un años no son suficientes para borrar una anécdota de la memoria humana.

 

Antes de dormir, Johanna revisa que aquel borrador esté a salvo. La idea de incluirlo nuevamente dentro de algún capítulo revive y agrega un par de líneas. Duda en añadirlo en el siguiente capítulo, pero al fin, estaría listo para cualquier situación:

 

………

 

Del verano de 2006 al 2009, dos niños conocieron el cariño por primera vez.

Ian Lima era demasiado pequeño. Siempre se juntó con niños mayores que él. Si él tenía cinco, sus amigos ocho. Si él tenía ocho, sus amigos once. No fue nada raro cuando ése niño, un chiquito de diez años y medio pero con la madurez de uno de nueve, llegó a su vida.

 

Despertó demasiado temprano. Un niño de nueve años cumplidos no piensa en primeros amores, a menos que sea de juego como el… ¿niño de su salón de clase? Sus padres también fueron precoces y lo tuvieron apenas rasguñando los veinte; como si fuera alguna especie de herencia genética. El pequeño Ian siempre amó los documentales de animales hasta que un perro lo mordió en el brazo izquierdo y se adentró en el mundo de los documentales de viajes, los libros de aventuras y los que hablaban de otras culturas, influenciado por esas periódicas amistades gracias al principiante trabajo de mamá que apenas alcanzó a terminar la licenciatura antes de que naciera. Un chico sobresaliente por su inglés, brillante y precoz hasta que…

 

Oiga ¿Qué le pasa a su hijito que no quiso a mi Andreíta como compañera del bailable?...

No, Iancito, no te puedes casar con Jaime en la kermés…

A este niño lo están dejando ver mucha tele.

 

¿Cómo debe sentirse un niño que debe hacerse tantas preguntas siendo tan pequeño? ¿Cómo habría que responderlas, cuando Jaimito dejó de juntarse con él y la maestra no dejaba de mirarlo en la clase de inglés ya no con orgullo, sino con rareza? La maestra no sabía contestar bien las preguntas. Ian tardaría un poco… pero lo haría.

 

La precocidad de Ian no estuvo bien, pero apenas se salió uno o dos años de lo común. Los niños están acostumbrados a decir y a burlarse entre ellos de que a tal le gusta tal, de que se besan juntos en un árbol y que se pasan el chicle. Están acostumbrados a eso y a tener pequeñas “relaciones” que a nosotros como mayores se nos hacen la cosa más tierna del mundo.

 

Así como la pequeña Larissa, con Misha Lébedev.

 

Naturaleza.

 

Ian y Misha no se enamoraron a primera vista, no se enamoraron a los nueve y once años, no quisieron estar juntos de inmediato, el beso con dulce de nuez de Misha no fue mágico para Ian en el momento; no era una película de Hollywood ni una nota clickbait de Internet. Se agradaban, se querían lo suficiente para tomarse de la mano. Su naturaleza respondió permitiéndose cosas como ello. Fue algo como Larissa para Misha, como Jaimito para Ian.

Amor fraternal, amor de cartita de dinámica de San Valentín en la escuela, pero callado. Amor de vamos a ser amigos (estar juntos) hasta siempre.


Y luego, despertó.

 

Misha creció y con él Ian un poquito.

Misha cumplió trece... Algo extraño. Ian precoz… En clase con sus amigos, ¿Ian, alguna niña te gusta?... Jaimito tiene novia…
“¿Misha me gusta??”

 

Algún día antes de agosto de 2009 (no especificaron fecha).

 

 

TAREA. Escribe sobre tu vida dentro de 20 años.

 

“En 2029 seré un tipo de dos metros XD trabajare matando a los que me caigan mal y seré rico FIN”.

 

 

Al notar que Ian se estaba muriendo de risa con lo que había improvisado en clase luego de anotar la tarea, Misha le arrebató el cuaderno de las manos y lo lanzó al otro lado del sillón, en venganza por andar husmeando donde no le interesaba. Las clases de ruso de años después fueron sólo una especie de continuación-imitación de aquellos momentos que venían después de la llegada de la secundaria de Misha.

 

Al final Ian ayudó con la tarea después de practicar el español.
Misha reescribió, hasta el final del gran párrafo.

 

“Dentro de veinte años le pondré un velo a mi amigo Ian y le pediré que se case conmigo, dormiré en el sillón porque mi esposa se va a enojar”.

 

Ian reía, y mientras lo hacía, Misha lo miraba.

“¿De verdad tendré una esposa?”

 

 

Veinte años para que Misha pudiera decidir a quién llevar en sus brazos hacia la nueva casa de matrimonio, aunque en 2009 según las leyes de la ciudad, ni se podía todavía llevar a Ian.

 

Sus quince años… pensó que llevaría a Amy. Quince y medio, ni loco de llevarla.

 

Diecisiete… Nadie a la vista.

Dieciocho…

 

Ian. Definitivamente Ian... Amor eterno. Amor joven, pero decisivo.

 

Corazón roto.

 

 

 

Que veinte años pasan, y el pequeño Ian está esperando paciente el momento.

 

Que Misha está en el altar esperando también y, cuando ve hacia las puertas del recinto abriéndose, todos y ante todo él miran hacia atrás, para observar esa figura. Una figura muy pequeña pero poderosa con su presencia, causando que el ruso se vuelva loco de alegría aunque solamente externe una sonrisa.

Que hace menos de veinte años todavía, Misha soñaba con ése momento, viendo a Ian aproximarse, tomando a la inversa el protocolo de la novia, acompañado del brazo de la señora Nubia, porque así era en su sueño e Ian cedió. Que tal vez sus padres no estarían, pero Pavlovna lloraría orgullosa. Que todo era el punto culminante del cuento de amor entre el niño que habla con aborígenes y el gritoncillo de canela. Que es la vez más importante en que esa mano de fresa se une con esa de color canela.

Que es la boda de un ruso y un latino.

Pero de repente…

 

El traje y la corbata es un vestido y un velo, y detrás del velo hay una chica.

 

Y Misha sonríe, se ve enamorado.

Y lo que Ian está esperando, es la noticia llegando a su casa. Ha llegado. Llegó al ver pasar los carros rumbo a la ceremonia, después del tradicional rescate ruso de la novia. Los vio pasar.

 

Misha después de veinte años, está en un templo de los escasos por aquí de la iglesia ortodoxa rusa, casándose tal vez a los ojos de dos religiones, con los padres en primera fila. Misha le pone la corona a su dulce chica. Y se le ve feliz pero en la sombra, a la luz de la luna en la fiesta de recepción, antes de partir a la luna de miel, Misha derrama una lágrima. Se la entrega a la Luna, porque en realidad, no quedó de otra para él… mas que estar allí.

 

Derrama una lágrima, por el sueño de veinte años que no fue. Porque veinte años no han sido suficientes, no fueron suficiente diecisiete años para olvidar ese corazón roto que él no pidió. Ian lo sabe y se muerde el interior de las mejillas, como para morderse la conciencia. Porque Misha será feliz en el matrimonio y en la vida, pero por siempre cargará con ese corazón roto, y esa lágrima en la mejilla.

 

Y esa lágrima es por él…

...

 

 

 

 

 

La misma que derramó hace tres semanas.
Ian despertó.

 

 

 

Miró la fecha. 2013.

Aún no había pasado tanto tiempo, más que un par o una tríada de semanas. Aún era de noche, la Luna todavía no terminaba la jornada.

 

Y esa lágrima, que soñó para veinte años en el futuro, la derramó él.

 

Se mordió la conciencia. El sueño le había causado tanto malestar, que su mente lo traicionó y antes de estar totalmente despierto, le habló a Misha.

 

Quizá no se le podía culpar porque era una costumbre. Ian muy seguido le hablaba a Misha al despertar casi por mero instinto o condicionamiento, a veces hasta medio dormido.

 

No era hasta que entraba la llamada y Misha contestaba, ilusionado por un regreso, que tomaba consciencia.

Entonces, la llamada de amor desesperado se volvía un patético y decepcionante…

 

–Llamaba para ver si estabas bien.
–…
–…
–Estoy bien, gracias… Ian.
–Lo sien…

Misha colgó el teléfono. Se arropó en las cobijas e intentaba no ponerse peor por otra llamada desilusionadora que ya se estaba volviendo costumbre tres o cuatro veces por cada una de las tres semanas que habían pasado desde el Día de Muertos.

 

Esa fue la última vez, se prometió. Para la noche siguiente, Misha ya no contestó.

 

Ian a veces conseguía volver a dormir, a veces no volvía a pegar los ojos.

 

Había soñado un Misha triste y decepcionado, pero firme en su punto de vista, se pasaba horas en cama convenciéndose a sí mismo de que había hecho lo correcto. Que en esa boda, Misha estaría sonriendo y ni se acordaría de él, ni mucho menos tendría el corazón roto; sería un novio feliz. El jodido sería él mismo. Él y sólo él.

 

Se mordía la piel interna de la mejilla y le daba lágrimas a la Luna. Porque aunque apenas era la segunda vez que soñaba con esa boda y esos carros hacia la ceremonia pasando por su casa, tres semanas se vuelven veinte años con el dolor encima. Pesa más la rabia que el cemento, diría Shakira.

 

El dolor es una plancha de roca madre, corteza terrestre.

 

Notas finales:

ANUNCIOS PARROQUIALES:

 

*Si no subo capítulo el sábado, ya sabrán porqué. Pero haré lo que esté en mis manos para subirlo, ya sea pedir prestada (mendigar) la compu de mi hermana o con el feo método de la app de guatpad. 

 

*Ya tengo muchos dibujillos sobre Celeste (nombre corto de este fic) para mostrarles, pero he decidido mudar todo el contenido y abrir por estos días una página de face para subir dibujos, viñetas y lo que tenga que ver con la historia. Tomé esta decisión porque mi familia ya buscó mi Instagram (el de dianamichidaiian) y me vi en la obligación de agregarlos allá, así que ese insta será personal. Creo que no lo había mencionado pero soy bi de clóset y algunos de los dibujos son subidos de tono (entre Ian y Misha) y relacionados a lo LGBT, así que ni mi relación con el que ahora es mi futuro ex novio me salvará de sospecha. 

 

Se les quiere bellezas!!!

 


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